El cielo se ponía claro, las tres estrellas brillaban intensamente marcando nuestro sendero. Me tomé un momento para apreciar lo hermosa que se veía la constelación.
—Ahí están —Dylan las apuntó adormilado—. Los Tres Reyes. Dada su posición, diría que apuntan hacia el este, eso ya es Jordania.
—Las montañas de Petra —mencionó Simmons.
Sabiendo a dónde teníamos que ir, nos marchamos de inmediato en los autos. Viajamos por el desierto hacia Jordania, el valle en su mayoría estaba conformado de rocas y montañas, así que la mitad del camino tuvo que ser caminando. Tomamos un sendero entre dos enormes riscos, era un espacio estrecho pero desembocaba en una de las construcciones más antiguas. Eso es lo que supe con la guía turística de Dylan.
—Lo que están viendo ahora es una falla natural, antes solía ser un riachuelo, se le conoce cómo el Siq —él iba a la delantera de la fila, avanzando con entusiasmo—. Si se fijan en las rocas, podrán notar la erosión cómo resultado de la circulación del agua. Son esas marcas de desgaste en la superficie.
—Esta no es una clase real, profesor —resopló Simmons.
—Es más de lo que aprendí en dos días en la universidad —Leo miró a Sam cómo si lo culpara de eso.
Salimos del otro lado de la ranura entre las montañas, más adelante había una edificación decorada por seis columnas. Para entrar tuvimos que subir angosto camino de rocas en fila. Al estar en la cima tuve el impulso de pararme en el borde y contemplar la inmensidad del lugar. El viento despeinó mi cabello, fue una sensación refrescante y liberadora.
—Escuchen, Petra solía ser una provincia que los viajeros comenzaron a usar cómo un punto comercial, sobre todo de inciensos y especias —Dylan se colocó a mi lado—. Todas estas construcciones fueron labradas en piedra debido a lo abundante que es, no solo las viviendas sino también sus tumbas. Si voltean en esa dirección verán la tumba de la Urna.
—¿Y cuál es esta? —pregunté fascinada por el tamaño de la antigua edificación a la que íbamos a entrar.
—Este es el Tesoro de Petra —contestó tan impresionado como yo.
La entrada a la cámara de piedra era tan alta que Bumblebee pudo pasar sin tener que agacharse. Ingresamos a registrar pero no encontramos nada, era un espacio vacío. Di un par de vueltas para confirmar, para tratar de convencerme que esto no podía estar pasándonos. No ahora.
—No, no —Sam recorrió cada rincón desesperado—. Tiene que estar aquí.
—¿Por qué lo dijo el abuelo que no sabe ni en qué planeta está? —insinuó Leo con sarcasmo.
—¿Qué tiene que decir a esto, profesor? —Simmons lo miró impaciente.
—Digo qué… —hizo una pausa en la realmente pareció pensar en algo—, qué el Tesoro de Petra no tenía una relación real con su nombre. Sin embargo, los beduinos creían que había un tesoro real oculto en la cúpula.
—¿Podría ser otro acertijo? —pensé enseguida—, debe estar escondido. ¡Busquen en los muros!
Todos nos pusimos a golpear las paredes para comprobar su dureza, al principio creí que no encontraríamos nada. Casi pierdo la esperanza.
—Aquí —Todd dió unos toques despacio con sus nudillos en un mural—. Está hueco.
—Bee —lo llamé para que se acercara—. Derribalo.
Retrocedimos permitiendo que Bumblebee transformara su brazo en un cañón. Un disparo le bastó. Parte del muro cayó hecho pedazos, dejando un agujero que reveló los restos de los Primes. Nos adentramos en la tumba cuidadosamente, estaba oscuro y los cuerpos le añadían un ambiente tétrico. Gracias a que teníamos linternas entre nuestro ligero equipaje, pudimos proporcionar algo de luz. Así es como observé que en los cuerpos estaban grabados los símbolos. Esos símbolos que casi nos vuelven locos.
Sam se detuvo cómo si hubiera encontrado algo, me acerqué de inmediato hacia él. Había un objeto alargado con dos puntas a cada lado. La Matriz de Liderazgo. Tenía que ser esa. Le dí una mirada a Sam, concediéndole el honor de tomarla. Él aproximó sus manos lentamente y la sujetó, la elevó despacio, la Matriz resplandeció al tacto y segundos después se desmoronó en diminutas partículas de polvo.
No puedo creer la facilidad con la que nuestra oportunidad se desvaneció.
—Miles de años hechos polvo —murmuró Simmons.
—Así no es como debe terminar —me tiré sobre mis rodillas, en un intento inútil de recoger el polvo. Sam imitó mi acción pero no estábamos consiguiendo nada más que lamentarnos.
El sonido del viento rompiéndose nos puso alertas, algo estaba volando afuera y al parecer Simmons sabía lo que era ya que salió corriendo de la tumba.
—¡Los C-17! —gritó mientras se alejaba—. ¡La fuerza aérea!
Leo fue a investigar junto a Dylan, tal vez para darnos espacio. En la cámara Todd y Mikaela se quedaron, percibí su lástima hacia nosotros en ese silencio.
—Hiciste lo mejor que pudiste —Todd se arrodilló a mi lado, dándome una palmada en la espalda.
—Aún no —dije firme—. Todavía tenemos una alternativa.
—Eso jamás —Sam me escudriñó con la mirada—. Las voces y símbolos de mi cabeza me guiaron con una razón —se retiró un zapato y tiró el calcetín de su pie—. Esto va a funcionar —declaró, empezando a tomar el polvo en puñados que depositó en el calcetín hasta llenarlo.
—¿Cómo sabes que funcionará? —le preguntó Mikaela.
—Porque así lo creo —la determinación en sus ojos es una que no había visto en él. Me devolvió la fé y decidí que también iba a funcionar.
Sam guardó el calcetín y abandonamos la tumba. En el exterior Simmons estaba en la cima de una roca con Leo y Dylan viendo a través de un telescopio hacia el horizonte.
—¡Vengan! —exclamó Simmons haciéndonos señas.
Mi respiración se agitó cuando miré el cuerpo de Optimus descender de un avión a la lejanía. Tan solo a unos kilómetros de nosotros. Del retorno.
—¿Creen poder revivirlo con ese polvito mágico? —Simmons nos miró sobre el hombro.
—Por supuesto —contestó Sam, abriéndose paso al frente—. ¡Vamos!
Bee y los gemelos nos llevaron hacia las pirámides, por lo visto el ejército es ahí donde aterrizó. Una bengala se alzó en las alturas, deduje que podía ser una señal del equipo de Lennox. Decir que solo nos dirigimos hacia allá hubiera sido lo ideal pero no podía ser tan fácil. Un arsenal de misiles fue disparado en nuestra contra, los Autobots esquivaron las explosiones que consecutivamente incrementaron en número. Miré por la ventana, intentando identificar a nuestro atacante. La rabia me recorrió al ver a Starscream surcando el cielo.
Starscream no se dió por vencido y aterrizó en su forma bípeda para continuar disparandonos desde tierra. Con el camino truncado, los bots se adentraron en una cortina de polvo en la que nos dejaron bajar para seguir a pie.
—¿Están bien? —pregunté, saliendo del auto.
—Sí —contestó Sam—. Pero hay que dividirnos, yo voy por Optimus —hizo una pausa para mirar a Todd—. Tú llévala con los militares para qué esté a salvo, vayan con Bumblebee.
—¿Es chiste? Yo también iré —exclamé enseguida—. Y no está a discusión.
Sam suspiró resignado, sabiendo que nada me haría cambiar de opinión.
—Ustedes vayan —habló Simmons—. Yo ayudaré a desviar el fuego con Hugo y Paco.
—¿Está loco? —lo miré sobresaltada—. No puede ir solo.
Es un hecho que adoro discutir con Simmons desde el día en que nos conocimos, pero eso no significa que quiero que muera.
—Claro que no —Dylan lo miró—. Iré con él.
—Ay, por dios… —eso solo lo hacía peor.
—Dos hombres abandonados por su nación, unidos por un desenlace catastrófico —Simmons estrechó su mano cómo si eso hubiera arreglado sus diferencias, luego nos miró de nuevo—. Espero que el polvo sirva.
—Gracias —le dijo Sam.
—Escuche, sé que iniciamos mal —me sinceré, sabiendo que podría arrepentirme—. Solo quiero que sepa que me equivoqué con usted. Es muy valiente por habernos ayudado y se lo agradezco.
Simmons tenía la boca tan abierta que me hizo querer retractarme al primer segundo de haberle dicho eso.
—Disculpa aceptada, bravucona —fruncí el ceño al oír como me llamó—. Yo también me equivoqué y ahora debo atender al deber.
—Se nos acaba el tiempo —Sam me recordó.
—Cierto —exclamó Simmons dándose media vuelta—. Profesor, por aquí.
Todos están arriesgando sus vidas para ayudarnos. Esto tiene que funcionar.
Los dos se fueron con los gemelos y Leo los siguió. Los demás partimos hacia las dunas de arena, corrimos al pueblo del que las bengalas seguían siendo disparadas para llamar nuestra atención. No estaba tan cerca cómo se veía a simple vista, por suerte no me sentía cansada aún. Aunque no era lo mismo para todos. Mikaela jadeaba bajo el calor abrasador y Sam también, pero no podíamos detenernos.
Ya estábamos a un kilómetro de llegar. Un kilómetro solamente. Un kilómetro y esto habrá valido la pena.
Nos escabullimos entre los edificios, andando por ahí era menos probable que los Decepticons nos localicen. Realmente íbamos a lograrlo, faltaba poco. Entonces miré al cielo, múltiples bolas de fuego empezaron a llover y a impactar en la superficie. Según mi experiencia, podían ser meteoritos o extraterrestres. La segunda opción tenía que ser la correcta y, con mi suerte, ni siquiera eran aliados. Eran Decepticons. Uno pasó volando tan cerca de nosotros que dejó la estela de humo dibujada en el cielo en forma de línea.
Salimos de unas columnas y llegamos a la calle, en ese momento escuché que algo más volaba cerca. Se trataba nuevamente de Starscream, nos estaba buscando desde las alturas. Entramos apresurados a una de las casas y nos quedamos completamente callados.
—¡Al suelo, agachense! —Sam nos ordenó. Hicimos lo que dijo, me acerqué de cuclillas a él y lo sujeté—. Tenemos que correr hasta Optimus lo más rápido que podamos.
—¿Y si no resulta? —Mikaela estaba asustada.
—Resultará —aseguró Sam.
Afuera retumbaron unos pasos acompañados de unas sombras en los ventanales, algo nos estaba acechando, nos pusimos demasiado nerviosos cómo para movernos. Sam tuvo el valor de ir hasta una de las paredes y tomar una espada que había entre las pertenencias de la vivienda, introdujo el arma en el muro para hacer una abertura. La curiosidad me llevó a asomarme a través del agujero, ojalá no lo hubiera hecho. Se me revolvió el estómago al ver la cantidad de Decepticons que estaban afuera buscándonos. Lo único que nos separa de ellos son cuatro muros de piedra.
Me aparté del agujero dejando que Sam pudiera ver, apenas pegó su ojo y se alejó. Introdujo sus dedos cómo si quisiera sacar algo, cuando lo consiguió, nos mostró un pequeño insecto metálico. Le arrancó la cabeza con la facilidad que se le arranca el ala a una mosca y lo tiró al suelo. Esa acción provocó una vibración en mis oídos, fue cómo si el ruido hubiera desaparecido, miré los rostros de todos y luego el techo. Me costó segundos entender que sentí una advertencia.
—¡Retrocedan! —grité asustada. No estaba tan segura de que pasaría, solo sabía que algo se aproximaba.
Y tal parece que no me equivoqué. Al son de mi grito, el techo se vino abajo, revelando que Starscream nos había encontrado.
Corrimos al otro extremo de la casa mientras que su mano trataba de alcanzarnos, en el intento derribó una de las paredes, aprovechamos para salir huyendo de ahí. Al frente encontramos unas escaleras, las subimos uno tras otro sin detenernos hasta llegar al techo de otro edificio. No había más camino en ese punto, nuestra única alternativa era saltar.
—Todd, es buen momento para que saques eso —dije dando media vuelta, viendo que Starscream nos apuntaba con su arma.
El disparo destrozó el tejado y nos obligó a saltar, una nube de polvo y escombros nos atrapó antes de poder caer. Debido a eso no pude ver bien, solo sentí el choque de mi brazo izquierdo contra la superficie.
—Lo haría si no me estuvieran disparando —contestó adolorido. Mis ojos lo buscaron con desespero, él estaba tirado junto a mí y había caído de espaldas sobre la mochila.
—¿Sam? —me levanté aturdida—. ¿Mikaela? —miré a los alrededores, preocupada por su estado.
Solo estábamos Todd y yo en este lado de la calle, quizás ellos habían caído del otro lado. Eso espero.
—Debimos separarnos en la caída —Todd supuso lo mismo que yo.
—Vamos a buscarlos —corrí de vuelta al lugar del qué veníamos pero de nuevo escuché esa vibración en mis oídos.
Antes de que pudiera reaccionar, dos brazos me envolvieron y fui derribada. El lugar por el que pretendía pasar estalló en pedazos cuando alcé la mirada. El número de disparos aumentó después de eso, estaban cada vez más cerca.
—Hay que cubrirnos —su mano tiró de mi brazo, llevándome por el camino contrario.
—¡Pero Sam y Mikaela! —Renegué poniendo resistencia.
—Ellos también debieron haber seguido —dijo mirándome de frente—. No podemos quedarnos aquí, estamos expuestos.
Entendí que Todd tenía razón, era peligroso estar afuera. Debo confiar en Sam, es más listo de lo que aparenta.
Corrimos hasta otro de los edificios y entramos a resguardarnos. Mientras Todd bloqueaba la entrada, yo me acerqué a una de las paredes, tenía abierta una grieta por la que me agaché a echar un vistazo. A la lejanía el fuego cruzado era más intenso, allá es donde la verdadera batalla tenía que estar sucediendo.
—Tenemos que buscar a Lennox, hay que decirle lo qué está ocurriendo, tenemos que… —respirar se volvió una tarea complicada, mi pecho subía y bajaba como loco. Tuve que sujetarme firme del muro.
—Oye, está bien —Todd se posicionó en cuclillas frente a mí—. Te voy a llevar hasta allá, así que relájate —dijo despacio—. Además se lo prometí a tu hermano —añadió con cierto temor.
—Es que no sé si puedo —confesé temblando—. Esto es diferente a la última vez —lentamente me deslicé hasta quedar sentada—. Tengo miedo.
—Hey, mírame —obedecí sin moverme—. Te voy a proteger.
Estaba atrapada en el brillo de su mirada, desprendía una confianza que no entiendo de dónde la obtiene. De verdad creí en sus palabras, con él me volví a sentir a salvo.
—¿Tú no tienes miedo?
—¿Miedo? —preguntó quitándose la mochila—. Estoy muerto de miedo. La mayor parte del tiempo.
—¿Entonces, cómo es qué…?
—Rocky también tenía miedo cuándo iba a pelear —Todd comenzó a buscar algo entre sus cosas, eso lo hacía lucir con más seguridad—. ¿Pero sabes qué es lo qué decía? "El miedo te mantiene vivo".
Esa frase me trajo un recuerdo, era de mí saltando de aquél edificio con el Cubo entre mis manos. Salté porque no tuve miedo de sacrificarme para que los demás sobrevivieran. ¿Cómo pude olvidar eso? Soy valiente.
—Espera, ¿Qué haces? —Todd estaba preparando el arma en la qué estuvimos trabajando todo este tiempo—. Solo tenemos un disparo.
—Lo sé —sacó una cajita que al agitarla me reveló su verdadero contenido—. También le robé estas a mi papá, espero que no sé de cuenta porque si no me asesina Megatron lo hará él.
—No estoy segura de qué las balas ordinarias funcionen —comenté intranquila.
—Es mejor que nada, ¿No? —retiró el cargador para depositar las municiones, una por una—. A menos que tus chispas puedan ayudarnos —agaché la cabeza con impotencia—. ¿Ves? Yo me encargo. He jugado esto cientos de veces.
—¿Cuál es el plan? —pregunté preparándome mentalmente—. Hay que evitar a la mayor cantidad de enemigos, creo que puedo percibirlos si me concentro lo suficiente.
—Bien, paso uno: no morir —enumeró—. Paso dos: usa tu sentido arácnido para avisarme.
—Y el paso tres es llegar allá —dije mirando a través de la grieta—. Sí, súper sencillo.
—¿Lista? —asentí respirando profundamente—. Vamos.
