Morir después de haber ayudado a salvar el mundo hubiera sido un final digno. Pero esto es patético.
—¿En coma? —mi pregunta casi se convierte en un grito.
El pánico me obligó a sentarme y voltear en todas las direcciones posibles. Necesitaba saber en dónde me encontraba. Por suerte reconocí este lugar en seguida. Es la base cercana a la ciudad, a la que solía venir a hacerme los chequeos meses atrás. Se supone que la habían desalojado. ¿Habrán hecho esto por mí? ¿De qué tanto me he perdido? Es desesperante tener más dudas que respuestas.
—No te exaltes —me pidió Ratchet—. Acabas de despertar. Tenemos que hacerte un diagnóstico y…
—¿Qué fue lo qué me pasó? —lo interrumpí.
Por mi expresión, creo que pudo adivinar que ya me estaba preparando para lo peor.
—Al exigirte demasiado, estabas consumiendo tu propia energía vital —Ratchet sonaba preocupado—. Y estar tanto tiempo expuesta a un alto grado de radiación, comenzó a causar estragos en tu cuerpo.
—Pues tal vez suene absurdo —comenté nerviosa—. Pero cuando estaba en la pirámide, creo que exploté. Hubo mucho brillo y un fuerte estallido me aturdió.
—Si hubieras explotado de verdad, la Tierra hubiera sido destruida —dijo bastante seguro—. Lo que sucedió fue una liberación de energía.
—Se sintió fabuloso —volví a recostarme en la cama—. Por un momento tuve el poder suficiente para enfrentarme a Megatron.
—Casi te cuesta la vida —mencionó más serio—. Sigo estudiando tu factor de curación, alcanzó su máxima capacidad para salvarte. Es… algo que no había visto nunca.
Alcé débilmente una de mis manos y la observé. Mis últimos recuerdos son algo confusos, pero tengo la certeza de haber visto mis manos antes de cerrar los ojos. Estaban heridas. Ahora parecía cómo si eso nunca hubiera pasado. ¿Podría ser alguna clase de regeneración celular acelerada? Leí sobre eso alguna vez. Quizás se activó igual que un mecanismo de defensa para evitar morir. Aún es un misterio cómo funciona esto en mi cuerpo.
Dejé mis pensamientos de lado un momento y volví a repasar el lugar con la mirada. No había tantas personas, solo algunos soldados yendo de un lado al otro. Me sentía fuera de tono por ser la única civil que además estaba en cama.
—¿En dónde están los demás? —no pude evitar preguntar.
—Ya avisé al Mayor Lennox, estará aquí pronto —Ratchet colocó una mano en uno de los lados de su cabeza y desvió la mirada buscando concentración—. ¿Alguien podría informarle a Prime que ya despertó?
—¿Optimus? —intervine, dando un pequeño salto. Fue una reacción involuntaria a una sensación familiar. Siento cómo si estuviera olvidando algo importante, pero no sé lo qué es.
—Dijo qué quería ser el primero en saber cuando despertaras —me respondió Ratchet—. Ha estado de muy mal humor desde lo de Egipto. Se siente responsable de tu estado de salud.
—¿Él estuvo aquí hace poco?
—Salió temprano a una misión, últimamente lo hace para mantenerse distraído.
Es extraño. Siento cómo si la batalla hubiera sucedido hace unos minutos. Aún no concibo la idea de que en realidad sucedió hace tres meses. ¿Estuve atrapada en ese sueño? Estoy empezando a dudar de que haya sido un sueño.
—Puede que sea parte del coma… —insinué nerviosa—, pero tuve la sensación de haber escuchado una voz que me llamaba. El problema es qué no recuerdo a quién pertenecía.
—Tengo entendido que aún en estado vegetativo, los humanos son capaces de recibir estímulos en la corteza cerebral a nivel auditivo —comentó pensativo—. Puede que haya sido durante una de tus evaluaciones diarias.
—¿Quiénes suelen estar presentes? —tenía curiosidad por saber quiénes venían a visitarme.
—Yo, por supuesto —contestó simple—. Ah, y Optimus.
—¿En serio? —fruncí el entrecejo debido a la frustración—. Ya veo.
¿Por qué no puedo acordarme? Presiento que es importante, pero mi mente está en blanco.
—Estaba por ir a recibir unos suministros, no tardaré —avisó Ratchet de repente—. No te vayas a mover de aquí.
—Claro, como si pudiera —murmuré una vez que me dió la espalda.
Esperé hasta que Ratchet estuviera lejos para tratar de levantarme. Tenía que hacerlo, no puedo seguir en esta cama para siempre.
Mis esfuerzos no resultaron muy útiles. Tenía control sobre mi cuerpo pero mis músculos aún estaban entumecidos. Es más fácil mover la parte superior que de la cintura para abajo. Me di por vencida cuando casi caigo de lado. Soltando un largo suspiró me quedé acostada con la mirada puesta en el techo.
Esto apesta.
No sé exactamente cuánto tiempo tuvo que pasar para oír voces y el traqueteo de unos pasos que venían en mi dirección. Lo único que levanté fue la mirada para alcanzar a distinguir el rostro de Lennox, detrás a mis padres y a Todd junto con ellos. Me dió alegría enterarme de que estaban bien. O al menos mejor que yo.
—Grace, tus padres llegaron —anunció Lennox, quedándose de pie frente a la cama.
La primera impresión que se llevaron de mí provocó que mi madre se tapara la boca horrorizada. Después los dos corrieron para abrazarme cómo si no nos hubiéramos visto en años. Sentí que iba a morir asfixiada.
—Mi pobre bebé —escuché sollozar a mamá.
—No es para tanto —dije con el ceño fruncido. Era más afecto del que podía recibir en un día.
—¿Te hicieron preguntas? —inquirió papá—. No les digas nada sin un abogado. No pueden retenerte.
—¿Retenerme?
—No se preocupen, la han atendido nuestros mejores doctores —habló Lennox, intentando calmarlos—. La tenemos bajo cuidado intensivo las 24 horas.
—Estos no son doctores —lo señaló mi madre—. La llevaremos a un hospital de verdad.
—Sí, con el doctor Collins —la respaldó papá—. Ha atendido a nuestra familia durante tres generaciones.
—¿Ese no era mi pediatra? —pregunté confundida.
—¡Es tu doctor! —exclamó histérica—. Y nos la vamos a llevar. No pueden tenerla encerrada aquí, es inhumano.
Ahora mismo me pregunto si es posible morir de vergüenza. Tendré que investigar al respecto.
En medio de ese escándalo, Lennox se aclaró la garganta y frotó su mentón como si estuviera nervioso por algo que iba a decir. Su expresión me dejó llena de intriga.
—¿Podríamos hablar en privado? —le solicitó a mis padres, haciendo una seña para que lo siguieran.
Ellos quisieron negarse al principio pero parece que percibieron la gravedad del asunto y al final fueron con él. Los tres bajaron los escalones de la plataforma y se quedaron ahí. Solo pude ver sus labios moverse sin ser capaz de oír lo que decían.
—Te ves terrible, igual que el paciente cero de un virus mutante —la voz de Todd me distrajo—. ¿Segura que no estamos dentro la Corporación Umbrella?
Sonreí despacio al recordar qué él seguía aquí.
—¿De qué tanto me perdí?
—Pues… —se dejó caer a mi lado en la cama—. Afuera todo el mundo es un zombie, la ciudad está plagada y al borde de la destrucción.
—Que gracioso —dije fingiendo una risa—. Ahora en serio. Tengo lagunas mentales desde Egipto.
—No fue la gran cosa —contestó tranquilo—. Ese gigante se vistió con el cadáver de Jetfire y fue volando a salvarte —hizo una pausa para soltar un bufido—. ¡Pff! Nadie habla de lo tétrico que es usar un cuerpo muerto sobre uno mismo.
—¿Y luego?
—No estoy muy seguro —aclaró antes de continuar—, pero escuché de buenas fuentes que destruiste la máquina que cosecha soles. ¡Eso sí es cool!
—Entonces sí fui yo… —susurré incrédula.
—Cuéntame los detalles —me pidió emocionado.
—No tengo idea de cómo ocurrió exactamente —admití, encogiendo los hombros—. Lo único que supe es que me enfadé demasiado. De ahí en adelante mis poderes se descontrolaron.
Ya entiendo, qué ingenua fui. Todo este tiempo creí que pensar en algo en específico me ayudaba a controlar mejor mis habilidades. La clave siempre fueron las emociones fuertes. Y yo siempre me dejaba dominar por la ira.
—El momento donde el héroe alcanza su máximo poder —exclamó maravillado.
—No, Todd —suspiré decepcionada—. Perdí la cabeza y estuve a punto de hacer algo malo.
—¿Unirte al lado oscuro? —asentí y él puso una expresión de sorpresa—. Pero al final hiciste lo correcto, a pesar de que tenías todos los motivos para convertirte en un Lord Sith.
—¿Te digo algo? Sin tu ayuda me hubiera rendido desde el inicio —al principio me miró sorprendido—. Gracias por no abandonarme —descansé la cabeza sobre su hombro y sonreí.
Estuvimos hablando por un rato más de otras cosas, Todd me puso al día con algunos detalles sobre la escuela y las clases. No pude ponerle la atención que hubiera querido ya que voltear a ver a mis padres me distrajo. Sus gestos de preocupación solo generaban más curiosidad en mí.
Sé que no era correcto, pero aproveché mis habilidades para poder escuchar lo que estaban diciendo.
—Lo siento —se disculpó Lennox apenado.
—¿"Lo siento"? —repitió mi madre con un nudo en la garganta—. Antes de todo esto ella no se metía en problemas, no escapaba de casa, no salía herida y no nos daba estos sustos de muerte.
—No pueden hacerle esto, no es su responsabilidad —negó papá rotundamente—. No le van a cortar el camino. Aún le queda mucho por delante.
—Es la única medida que garantiza su seguridad y la de ustedes. Solo así podemos prevenir otro incidente —les aclaró sin perder la calma—. Confíen en mí, no la dejaré sin protección ni un segundo.
—¡Es una niña! —insistió mi madre—. Ni siquiera ha terminado la escuela. No podrá ir a la universidad ni tener una vida normal. ¿Qué clase de vida le espera?
—Me encargaré de resolverlo —les prometió Lennox—. Haremos que la transición sea lo más paulatina posible.
¿De qué transición están hablando? ¿Qué va a pasarme? Debe ser importante para qué ellos actúen así de paranoicos. Aunque siempre son paranoicos.
Dejé de espiar su conversación al ver que nuevamente subían las escaleras hacia la plataforma. Actué cómo si no estuviera enterada de nada hasta que se acercaron a nosotros.
—Hija escucha —papá tragó hondo—, tenemos una noticia bastante… delicada, que darte.
—Es un cambio muy grande para nosotros —continuó mamá—. Y sabemos que para ti también.
—¿Qué se traen entre manos? —pregunté intrigada. Comenzaba a inquietarme su actitud.
—Se decidió que lo mejor para ti será trasladarte a la base principal en Diego García —confesó Lennox, ya que ninguno de los dos podía—. La mala noticia es que al ser propiedad de NEST, las ondas de radio están aisladas por cuestiones de seguridad.
—Quiere decir que… ¿No tendré comunicación con nadie del mundo exterior? —Cuando terminé la pregunta, mis padres ya estaban viéndome con ojos llenos de tristeza. Esa fue la respuesta que necesitaba—. ¿Por cuánto tiempo? —Lennox evadió mi mirada en silencio—. Entiendo.
—Te llevaremos a casa —declaró mi madre—. No importa lo que digan, tienes derecho a respirar aire fresco.
Ella me desconectó del catéter en un intento en vano de ser cuidadosa, mientras que papá obligó a Todd a que lo ayudara a cargarme. Me sacaron de la cama sin que pudiera poner resistencia.
Atravesamos el cuartel y al llegar a la salida, un par de soldados nos impidieron el paso cuando me vieron. Mis padres alegaron con ellos hasta que Lennox apareció para decirles que podían dejarnos ir. Tal vez está tranquilo porque debe tener la certeza de que volveré de cualquier forma.
En el estacionamiento subimos al auto y me sentaron atrás junto a Todd. De camino el silencio era incómodo, pero supongo que necesitan procesar todo de lo que se han enterado. Me dediqué a observar perdidamente por la ventana del auto. La idea de que pronto dejaría atrás mi vida era impactante. Si pudiera escoger, creo que me gustaría quedarme. Pero aprendí mi lección, tengo una responsabilidad muy grande y ya no puedo ignorarla.
¿Quién lo diría? Al final resulté siendo la carga peligrosa en la que no quería convertirme. Tuvieron que pasarme un sin fin de cosas para aceptar mi realidad. Vaya suerte la mía.
—Primera parada —anunció papá.
El vehículo se detuvo frente a la casa de Todd, le agradecieron por todo y luego él bajó. Entre más lejana se volvía su silueta, me esforcé en memorizar cada detalle de su rostro. Podría ser la última vez qué nos veríamos. Pensar en eso realmente me entristeció.
Para cuando llegamos a casa, sentí que había recuperado un poco de movilidad en las piernas e intenté caminar por mi cuenta. Crucé el jardín a mi propio ritmo, eso me permitió ver que había una motocicleta estacionada afuera de la cochera. Antes de que pudiera preguntar, la dueña responsable se apareció frente a mí con una sonrisa.
—Que bueno que ya despertaste —Mikaela me abrazó—. Estuvimos preocupados por ti, nadie nos decía exactamente qué es lo te estaba ocurriendo.
—Es complicado —rompí el abrazo para poder mirar hacia los lados—. ¿Y Sam?
—Aquí —levantó su bolso—. Le prometí que haría una videollamada contigo en cuanto volvieras a casa.
—Lo entiendo, él tenía que regresar a la universidad —intenté ser comprensiva—. ¿Me ayudas a entrar? Debo empacar y aprovechar para arreglarme el cabello. Soy un desastre ahora mismo.
—Déjamelo a mí —aceptó emocionada.
Con ayuda de Mikaela subí hasta mi habitación y me senté en la cama. Tomé prestada su laptop para poder contactar a mi hermano, mientras esperaba respuesta, ella reunió a mi alrededor lo que iba a necesitar. Sentir que comenzó a cepillar mi cabello fue más relajante de lo que imaginé.
—Hey, ahí está la bella durmiente —la imagen de Sam con su habitación de fondo se mostró en la pantalla—. ¿Si sabías que nos tuviste tres meses sin noticias de ti?
—¿Qué? No lo había notado —contesté sarcástica—. Es que adoro tomar siestas tan largas.
Mikaela rió a mis espaldas.
—Definitivamente esa eres tú —dijo seguro—. ¿Cómo está todo por allá? Me enteré de qué estabas en custodia del ejército, ¿Cómo te liberaste?
—Mamá —respondí simple y él hizo un sonido de haber entendido todo—. Pero no me quedaré mucho tiempo.
—¿Qué quieres decir con qué no te quedarás?
—Me van a trasladar a una base de NEST —respondí resignada—. Por seguridad no puedo entablar comunicación con el exterior, así que no llevaré teléfono, laptop o ningún otro aparato electrónico.
—Suena cómo si fueras a un retiro espiritual en el que hay Autobots —luego de eso se quedó callado—. ¿Cuánto tiempo vas a estar ahí? —esta vez no hubo diversión en su tono.
—No lo sé —admití con sinceridad.
—Bueno, sobreviviste a cosas peores. Estarás bien —solté una risa ante la ironía—. Te prometo qué en cuanto pueda encontraré una manera de ir a verte.
Sam me estuvo contando acerca de lo que ha hecho de su vida en la universidad, de cómo su profesor de astronomía es un lunático y que Leo lo molesta con su extraño club de conspiraciones. Al cabo de un rato, Sam tuvo que dejarme para atender sus clases. Después de despedirme bajé la pantalla y me quedé mirando a un punto fijo, pensando en nada y todo a la vez. Las manos de Mikaela aplicando tinte a mi cabello me trajeron de vuelta al mundo real.
—Oye, se supone qué eres una chica —dije más rápido de lo que pude analizarlo.
—Gracias por la observación.
—Me refiero a que… ¿Podrías contestar una pregunta? —mis dedos jugaron nerviosos entre sí.
—Claro que sí, puedes preguntarme lo que sea —aceptó amable.
Esto era vergonzoso, no sabía cómo iniciar.
—¿Cómo supiste qué amabas a Sam? —no podía despegar la mirada de mis manos. Solo esperé su respuesta deseando que no se mofara de mi pregunta.
—Que inesperado —expresó sorprendida—. No lo sé, es algo que sientes y no lo puedes evitar. Se nota en la mirada, siempre se nota.
—¿Y cuándo se lo confesaste? —pregunté de nuevo.
—En cuánto lo supe —sonaba contenta de acordarse—. Aunque no hay una fecha límite, ¿Sabes? Tan solo mira a tu hermano, tuvieron que pasar dos años y recorrimos medio mundo solo para que dijera que me ama.
—Así es Sam —reí despacio—. Supongo que debe ser algo de familia —pensé en voz alta.
—Espera, ¿Lo dices por ti? ¡Eso es tan tierno! —Mikaela saltó emocionada pero se detuvo al percibir mis nervios—. Perdona —se aclaró la garganta antes de seguir—. Y… ¿Puedo saber quién es el afortunado?
—Más bien desafortunado —la corregí—. Está fuera de mis límites. Soy un caos andante.
—¿Cómo puedes decir eso? Grace, eres la chica más lista y valiente que he conocido —suspiré decepcionada, esos sermones no funcionaban conmigo—. Escucha, no tienes que presionarte. Puedes tomarte todo el tiempo que necesites para trabajar en tus sentimientos hasta que estés lista para compartirlos.
Vaya, creo que eso fue lo más inteligente que la escuché decir en estos dos años. Nunca sabes de quién puede venir un buen consejo.
—Tienes razón —respondí—. Con todo esto que pasó, primero necesito tiempo para recuperarme.
Permití que Mikaela continuara con la gran sesión de estilismo, también le pedí que cortara unos cuantos centímetros. Al final me di un baño de agua caliente y tras media hora pude ver los resultados de mi cambio de look en el espejo. Lo cierto es que no era un cambio tan grande. Decidí devolverle a mi cabello su color original. Era difícil de explicar pero eso me daba la sensación de dejar atrás aquella versión de mí y poder avanzar.
Entrada la noche, Mikaela terminó por irse en su motocicleta. Aproveché que mis padres estaban en la sala para ponerme a empacar ropa en una maleta, incluyendo algunos de mis libros y los elementos básicos de aseo personal. Estoy segura de que a ellos les dolería verme haciendo esto, pero ya he aceptado que es lo correcto.
Luego de empacar, me puse a ordenar mi habitación cómo si nunca hubiera sido pisada. Quedó impecable, más que en cualquier otra ocasión. Al acabar, apagué la luz de mi lámpara y entré en la cama. Dormí sin pensar en todos los problemas del mundo exterior ni en el largo viaje que me esperaba. Esa noche solo cerré los ojos con la tranquilidad de que finalmente estaba en casa.
