Desperté temprano por la mañana del día siguiente, en realidad, me obligaron a salir de la cama para asistir a una consulta médica que me agendaron con un doctor. Repetimos este proceso unas tres veces en el día en diferentes hospitales. Pasé por radiografías, resonancias magnéticas, rayos x y todo lo que pudieran hacer conmigo. A final de cuentas, todos nos dieron un diagnóstico distinto. Nada que ayudara de verdad a mi problema.

Mis padres se dieron por vencidos y regresamos a casa después de esa mañana agitada. El ambiente dentro del auto era tenso. Sé que estaban preocupados, solo querían lo mejor para mí. Este era su último grito desesperado por aferrarse a la idea de que podía quedarme. Pero nada de lo que hicieran cambiaría el hecho de que los únicos que podían ayudarme eran los Autobots. Al menos yo ya había aceptado esa realidad.

—¿Podrías llevarme a la escuela? —rompí el silencio con aquella pregunta.

—¿A la escuela? —repitió desconcertado, sus manos se mantuvieron al volante.

—Es que hay unas cosas que quiero sacar de mi casillero —junté las manos en modo de súplica—. Por favor, será rápido. Además estamos cerca —añadí—. Si vas por este camino llegarás antes —le indiqué, apuntando la calle.

—Llévala, Ron —le dijo mamá en un tono cansado. Sostenía su cabeza sobre su mano mientras que su mirada estaba fija en la ventana.

—De acuerdo —accedió gruñendo—. Entre más tiempo mejor.

De camino disfruté este recorrido una última vez. Llegamos al lugar en cuestión de minutos, les pedí que esperaran en el auto mientras yo entraba a hacer lo que debía. Me sumé a la corriente de estudiantes en los pasillos cómo si fuera un día más, uno de esos en que solía ser una estudiante ordinaria igual que el resto. Este lugar no ha cambiado desde entonces.

Avancé hasta encontrar mi casillero. Ese viejo casillero que he tenido por años, era hora de despedirme. Puse la combinación del candado y comencé a sacar todo lo que había adentro. Cada objeto era un recuerdo, los deposité con cuidado en la caja de cartón que había conseguido. Lo último que quedaba era una fotografía adherida con cinta a una de las paredes. Aparecemos Dylan y yo sosteniendo el premio del concurso de matemáticas de hace dos años. La nostalgia me hizo suspirar. Quité la fotografía antes de que me arrepintiera y cerré de un portazo. Me dirigí a la salida cargando la caja entre mis manos.

Me detuve en la puerta y miré sobre el hombro, ese fue el último vistazo que le di a la escuela. A decir verdad, nunca encajé del todo aquí. Eso no niega el hecho de que es deprimente tener que despedirse. Pero aquí ya no queda nada para mí, así que me di la vuelta y salí. Fui hacia el auto que papá encendió en cuanto abrí la puerta.

El regreso fue más rápido de lo que hubiera imaginado. Cuando llegamos a casa, nos llevamos la sorpresa de que había un vehículo desconocido en la entrada. De inmediato bajamos a investigar. Solo unos pasos bastaron para que pudiéramos ver a un hombre de pie en la puerta. Era Lennox esperando nuestra llegada. Él portaba un uniforme completo de gala y sus insignias. Con una simple mirada suya pude entender porqué estaba aquí.

—Es hora —avisó, a pesar de no ser necesario—. Nos están esperando en el aeropuerto.

—Iré por mi maleta —dije sin protestar. No tenía caso oponerme.

Me abrí paso sin verle la cara a mis padres, sabía que se pondrían inconsolables. Subí de prisa a mi habitación y cambié la caja por mi equipaje. Dándole un último repaso al lugar, reuní la fuerza para poder cerrar la puerta. De vuelta en la entrada, Lennox se ofreció a poner mi maleta en el auto para darme tiempo de despedirme de mis padres.

—No olvides lavarte los dientes todos los días —mi madre me envolvió entre sus brazos—. Y cambiarte los calcetines.

—Lo sé.

—Que nadie se te acerque demasiado —me advirtió papá—. No hasta que cumplas 21, ¿Me oíste?

—No escuches a tu padre —susurró mamá—. No está listo para aceptar que creciste —su voz se quebró—. ¡Ni yo tampoco! —ella finalmente rompió en llanto.

Entre los dos me abrazaron más fuerte que cuando Megatron quiso aplastarme. Nos separamos del abrazo y los miré una última vez antes de irme. Lennox me estaba esperando con la puerta abierta del auto, cerró después de que yo hubiera subido y entró en el asiento del copiloto. Ya había un soldado a cargo de conducir, así que pude observar libremente por la ventana.

Durante el viaje en carretera apenas intercambié pocas palabras. No tenía cabeza para nada más. Esto sería un cambio importante. ¿Qué haría yo sola en una base repleta de militares? Seré el bicho raro igual que siempre lo he sido. No hablamos de unas vacaciones, realmente tendría que vivir ahí un tiempo indefinido.

Pronto pude divisar el lugar de nuestro destino. Por supuesto que al mencionar un aeropuerto, no se referían a uno común, si no a un hangar de la fuerza aérea. Eso no ayudó a calmarme en absoluto. Salí del auto con mi equipaje y seguí las instrucciones de a dónde debía dirigirme para poder abordar. Caminé desorientada hacia la rampa del avión, ahí había una silueta muy familiar esperando. Al principio no pude creerlo cuando lo ví, pero entonces se dió la vuelta revelando su rostro. Corrí hacia Todd sin pensarlo dos veces.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —la mezcla de sorpresa y alegría en mi voz eran evidentes.

—¿Creíste qué podías irte y dejarme fuera de la acción? —Todd sonrió burlón. Debe estar disfrutando de mi reacción.

—Pero… ¿Cómo? —lo señalé a él y luego al lugar. Hice lo mismo un par de veces hasta qué me cansé.

—Iba a decírtelo, pero quería que fuera una sorpresa —confesó sonriendo—. Resulta que luego de salvar al mundo y regresar aquí, me escoltaron a casa por toda la información que sabía. Hablaron con mi padre, le dijeron que me robé sus armas, ayudé a construir la cosa que explotó y luché contra alienígenas.

—Eso no suena a buenas noticias —comenté escéptica.

—Y no lo son, me castigó para siempre —mencionó, apretando los labios—. Pero después dijeron que tenía aptitudes para entrar en el ejército, también que estoy en la edad perfecta y que querían saber más sobre los planos que hicimos. Así que, me ayudaron con todo el papeleo y mi matrícula.

—Tal vez les asustaba que sabías demasiado y preferían tenerte encerrado —dije con evidente sarcasmo—. Felicidades —añadí en un tono más serio—. Ahora serás un héroe de la vida real.

—Gracias —respondió—. El uniforme me hará ver bien.

Mientras estábamos hablando, un oficial nos indicó que podíamos abordar. Era un poco extraño ser los únicos pasajeros para un avión tan espacioso. Rápidamente tomamos asiento y nos colocamos los cinturones, esperando el momento del despegue. Estaba algo nerviosa, era igual a un cúmulo de preocupaciones amontonándose en mi estómago hasta convertirse en un ligero dolor. Conseguí relajarme cerrando los ojos y respirando profundamente.

El sonido de los engranajes llamó mi atención. Estaban por subir la rampa de acceso. Justo en eso una persona entró corriendo. Me incliné todo lo posible en mi asiento para verlo mejor.

—¿Dylan? —pronuncié sin creerlo—. ¿Pero qué…?

—Lo siento, se me hizo tarde. No encontraban mi maleta —se disculpó, tratando de recuperar el aliento—. ¿Pidieron un profesor a domicilio? Dijeron que había un par de chicos que necesitaban acreditar la preparatoria.

Él tomó asiento junto a nosotros. No podía dejar de verlo con total asombro. Es decir, esto era reconfortante, el saber que no iría completamente sola. Aunque también es inesperado.

—¿Nos dará clases? —preguntó Todd cómo si fuera una broma.

—Entre otras cosas —contestó—. Aceptaron financiar mis investigaciones a cambio de prestar mis servicios. Después de poner en peligro mi empleo suena a un trato justo.

—Comprados por el gobierno —dije fingiendo un tono conspiranoico.

La charla se detuvo al oír que las turbinas se encendieron. Lennox fue el último en subir y comenzó a darnos instrucciones mientras la rampa terminaba de elevarse por completo. El avión estaba a punto de despegar. Después que todos estuviéramos asegurados en los asientos, el avión finalmente tomó impulso en la pista de salida y emprendió vuelo.

En cuanto tuve oportunidad, me estiré todo lo posible para poder mirar a través de una de las ventanas. No había más que cielo y nubes. Ese paisaje duró la mayor parte del camino, ciertamente nuestro destino estaba demasiado retirado. Supongo qué es simple seguridad. Al cabo de unas horas, el viaje se tornó aburrido. No había mucho que hacer estando atados a los asientos, así que empezamos a conversar y salió a relucir la interesante historia de Dylan. Nos contó cómo lucharon en Egipto contra un Decepticon llamado Devastador que surgió de la unión de los Constructicons.

—Unieron fuerzas como Voltron —comentó Todd a mitad de la narración.

—¡Sí, exacto! Cómo Voltron —le respondió Dylan emocionado por la mención.

—¿Quién es Voltron? —pregunté pérdida.

Los dos me miraron en sincronía, sin poder creer que no era parte de sus extrañas referencias.

—¡Voltron! —repitió Todd cómo si fuera algo obvio—. ¿El defensor del universo? ¿La serie de 1984? —me limité a negar con la cabeza—. Te he fallado como mentor —murmuró decepcionado.

El resto del camino me dediqué a escucharlos a hablar sobre películas y series viejas. Ellos se entendían perfectamente, cómo si hablaran en su propio idioma. En fin, luego de unas largas horas de vuelo, nos acercábamos a la base en Diego García. Consistía en una gran isla rodeada únicamente de la tranquilidad del océano. Creo que podré acostumbrarme a eso.

Pronto aterrizamos en el hangar, bajamos en orden y puse un pie sobre este nuevo suelo. Di un par de vueltas para observar el entorno, además del cuartel no había nada de civilización o infraestructura en kilómetros. Estaba ensimismada con el paisaje hasta que el sonido de una hélice me tomó por sorpresa. Levanté la mirada y encontré un helicóptero que recién aterrizaba. Un hombre de traje bajó de ahí y caminó hacia nosotros desprendiendo molestia.

—Director Galloway —Lennox lo interceptó. Por algún motivo pude presentir que tampoco le agradaba.

—Así qué es cierto —el supuesto Galloway nos señaló—. Esto es el colmo, Mayor Lennox. No les bastó con los desastres de Shanghái y Egipto. Ahora traen niños a una base de operaciones ultra secretas. La Casa Blanca no lo autorizó.

—Su traslado fue una orden directa —respondió Lennox—. Yo no puedo hacer nada contra los altos cargos, Director.

—¿Quién dió esa orden? No pueden traer aquí a quién quieran, esto no es una casa club —alegó, estaba resultando irritante—. Tendré que hablarlo con sus superiores.

—¿Casa club? —esa fue la única frase que ocupó mi mente.

—Adelante —lo invitó Lennox—. Pero créame que no le gustará contradecir al que propuso la idea.

El Director Galloway ignoró la advertencia y se adentró en la base en búsqueda de alguien con quién discutir. No conozco que tan importante será su puesto pero tengo el presentimiento de qué no conseguirá nada.

—Podrías haberlo estrangulado cómo lo hace Darth Vader —Todd me susurró, apretando su cuello con ambas manos—. Imagínate que buen susto.

—No puedo usar mis poderes contra las personas, eso no está bien —respondió la parte correcta de mí—. Aunque a veces se lo merezcan —dije viendo el camino por donde el hombre se había ido.

Dando un largo suspiro, me dispuse a tomar la maleta con mi equipaje que uno de los soldados había bajado del avión. Antes de entrar por primera vez al cuartel, quise apreciar el paisaje un momento más, así que caminé hacia el pastizal y me quedé ahí. Dejé que el aire fresco me golpeara en el rostro y cerré los ojos.

—Te queda mejor ese color —escuché la voz de Todd acercándose por la derecha—. No me había dado cuenta de que cambiaste de peinado.

—Se acabó la etapa rebelde —abrí los ojos para mirarlo. Él estaba a mi lado.

—Este es mejor, quiero decir, el otro también se te veía bien pero ya sabes… —balbuceó nervioso, me pareció tan gracioso cómo extraño—. Lo que en realidad trato de decir es…

Fue interrumpido por el retumbar de unos pasos y una sombra que se instaló sobre nosotros. Volteamos arriba al mismo tiempo para ver de quién se trataba.

—Optimus —dije un tanto sorprendida y alegre. No esperaba encontrarnos tan pronto.

—Ratchet me informó que habías despertado, pero no pude encontrarte en la base anterior —mencionó con preocupación.

—Lo siento, no pude detener a mis padres —me disculpé apenada. La vergüenza me recorría solo de recordar la gran escena que armaron ayer.

—Creo que iré a recorrer la casa club —anunció Todd, revolviéndose incómodo—. Te veo adentro.

No entendí porque se fue tan apresurado. Él simplemente es raro a veces.

Optimus se colocó a mi lado y miramos hacia el horizonte en un silencio agradable. Era agradable porque estábamos en un punto en dónde los problemas finalmente se terminaron. Al menos por ahora tendríamos un período de paz. O eso espero.

—Gracias por salvarme la vida —habló después de unos minutos—. Aprecio lo que Sam y tú hicieron por mí.

—Nosotros apreciamos que hayas decidido salvarnos primero —respondí sin apartar la vista del frente—. Teníamos que hacer que valiera la pena para todos.

—Así fue —Optimus asintió—. Lucharon con gran valentía en mi ausencia, estoy orgulloso. Comprobaste que mi juicio sobre ti no estaba equivocado.

—Tuve que aprender a lidiar con las consecuencias de mis decisiones —agaché la mirada un instante—. Lamento no ser lo suficientemente obediente. Quizás nos hubiéramos ahorrado un par de problemas.

—Todos cometemos errores, fallamos y en ocasiones nos rompemos por dentro. Lo importante es lo que decides hacer después de eso —su respuesta fue tranquilizante. Algo en mí pudo descansar—. Yo también debo disculparme, por haberte hecho venir a pesar de que habías manifestado tu opinión al respecto.

—Está bien, ahora entiendo que es lo correcto —contesté—. Y para hacer lo correcto debo ser firme.

Esta es la decisión más difícil que he tomado. Pero, aunque me vi obligada a alejarme de mi familia, siento que encontré otra y estoy feliz por eso. Además, puede que estando aquí sea más fácil cumplir con mi destino como dijo la voz de mi sueño. Todavía no sé qué significa exactamente.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de unos engranajes, acompañados de una ligera corriente de aire. Fue como si algo pesado y metálico hubiera tocado el suelo.

—También me disculpo por todos los problemas que te hemos causado —su voz sonó más cerca—. Trajimos guerra a la Tierra y eso te ha afectado más que a cualquier otro humano.

—No es culpa suya, no pueden controlar los daños colaterales —dije nerviosa.

No tenía la necesidad de disculparse conmigo por nada pero lo estaba haciendo. Eso me hacía sentir culpable de alguna forma.

—Yo te hice la promesa de que íbamos a protegerte —recordó, casi decepcionado—. Pero fueron mis acciones las que te pusieron en peligro. A causa de eso estuvimos a punto de perderte. Quiero que entiendas que jamás me lo hubiera perdonado.

De pronto algo sólido tocó mi cabeza y se deslizó por mi espalda. Fue suave casi cómo una caricia. Mis sentidos vibraron entorpecidos, por primera vez no habían podido avisarme. Eso me alertó. Salté hacia un costado con los ojos sumamente abiertos. Desde esa nueva perspectiva, pude ver que Optimus se apoyaba sobre una rodilla y una de sus manos se extendía hacia donde yo había estado antes.

El calor se acumuló en mis mejillas cuando entendí lo que pasó. No sabía si sorprenderme por ese inesperado roce o por el hecho de que no puede anticiparlo.

—¿Q-Qué haces? —pregunté en un chillido.

Mis manos viajaron a mi rostro para cubrirlo. Mis mejillas hervían. ¿Por qué lo hizo? ¿Alguien nos pudo haber visto? ¿Qué pensarían? Creo que sí podría morir de vergüenza ahora mismo.

—Perdona —retrajo su mano asustado—. Tenía entendido que los humanos muestran aprobación mediante el contacto físico. No fue mi intención molestarte.

—¡N-No me molesta! —exclamé temblorosa—. Es que me sorprendió, eso es todo.

Claro que no era todo. Mi corazón había subido hasta mi garganta, mi respiración se agitó y mi piel en las zonas que tocó ardían. Pero tenía que estar tranquila, no podía alterarme demasiado. Solo fue un gesto inocente. Eso creo.

—Parece que aún tengo mucho que aprender sobre sus costumbres.

—Yo también tengo que aprender más sobre ustedes —admití sonriendo—. Tenemos tiempo para eso, ¿No?

—El tiempo puede ayudar a ver las cosas con mayor claridad —asintió tranquilo.

No comprendí a qué se refería, tal vez solo estaba generalizando. Mis incógnitas incrementaron cuándo Optimus se quedó completamente en silencio. Un silencio que daba la sensación de estar esperando. ¿Se supone qué aquí debería decir algo? No tengo idea de como funciona nada de esto.

—Lamento interrumpir —alguien habló de repente. Lo usé cómo excusa para escapar de esa situación. Giré en dirección al joven soldado que se había aparecido, tan solo verlo me causó alivio—. El General Morshower está en directo, quiere presentarse con los nuevos activos de NEST.

—Gracias —asentí con la cabeza—. Me voy a adelantar —avisé a Optimus.

Troté detrás del soldado y lo seguí. Dentro del cuartel había más soldados, estaban reunidos alrededor de una plataforma alta, también estaban presentes algunos de los Autobots. Me paré en el centro junto a Todd. Miré hacia arriba en donde se encontraba la pantalla que mostraba el rostro de quién asumo es el General.

—¿Le dijiste? —me pregunto Todd al acercarme.

Pude entender que se refería a mi secreto. Es probable que sea él único que lo sabe.

—No —contesté en un tono bajo—. Aún hay tiempo.

—Cierto —coincidió aliviado.

—Chicos —Lennox habló firme, tenía una postura recta con los brazos detrás de la espalda—. Tenemos enlace directo con el Pentágono. Les presento al General Morshower.

¿El Pentágono? Antes bromeaba al respecto. Aquí es dónde me pregunto cómo pasé de ser una chica ordinaria a estar involucrada en un conflicto alienígena.

—Me informaron sobre su situación —la atención del General cayó específicamente en mí—. Como portadora de la energía de la Chispa Suprema, representas un activo importante para la humanidad.

—¿La Chispa Suprema? —escuché a Galloway de nuevo—. Un momento —lo miré abrirse paso de soldado en soldado para llegar a la planta alta—. Con el debido respeto, General —volvió a interrumpir—. Se supone que la Chispa Suprema fue destruida, ¿Cómo es que se refiere a ella cómo portadora?

—Durante la batalla de Mission City, la energía del Cubo fue transferida a la chica —explicó el General—. Se quedará en la base dónde las ondas de energía no podrán ser detectadas por los Decepticons.

—Creo que el presidente no recibió ese comunicado —remarcó con evidente enfado—. Es inaudito permitir que una niña conserve un poder que pone en peligro, no solo a una nación, si no al planeta entero —exclamó histérico—. Tendrá que haber ciertos ajustes en su lista clasificada.

—Grace se quedará en la base —resonó la voz de Optimus. Él venía entrando a paso lento pero desprendiendo un aura imponente, se detuvo hasta quedar al nivel de la plataforma—. Su seguridad es nuestra prioridad.

—¿Y qué hay de la seguridad nacional? —discutió Galloway.

—Confío plenamente en las habilidades de mi oficial médico para hacerse cargo de su cuidado —Optimus se mantuvo imperturbable pero sin perder la severidad de sus palabras—. Recuerde que la Chispa Suprema alguna vez fue el alma de nuestro planeta. No podemos cederla a su gobierno, mucho menos considerando que ya no representa un objeto.

Una sonrisa salió de mí al oír esas palabras. Desde abajo pude ver al Director Galloway retroceder con las manos arriba en señal de rendición. No estoy convencida de que sea así, pero al menos será suficiente para mantenerlo al margen.

—Le dije que no le gustaría contradecirlo —alcancé a escuchar el comentario de Lennox.

—Bien, si no hay más interrupciones —retomó el General—. Oficialmente les doy la bienvenida a NEST.

Esto solo es el inicio. Tengo el presentimiento de que todo sería mejor a partir de ahora, no había necesidad de presionar nada. Aprendí que si eres paciente, las cosas buenas llegarán a su tiempo. Y que entre más profundo caigas, es cuando más alto te tienes que levantar. Debo concentrarme y prepararme para lo que vendrá en un futuro. Aún hay un largo camino que recorrer para alcanzar la verdadera paz entre ambas especies.