Optimus y Ratchet se dirigen a la luna en este momento, irán a buscar la nave en la que el antiguo líder de los Autobots yace. No debería representar un peligro pero me inquieta. Supongo que solo estoy exagerando.
Ahora que lo pienso nunca he ido al espacio. Hubiera sido increíble acompañarlos.
En un intento de hacer mis angustias a un lado, me dediqué a dar un recorrido por la nueva base para familiarizarme y matar tiempo. Todos estaban ocupados realizando sus actividades, no quise distraer a nadie y seguí de largo. Terminé frente a una oficina de la que un hombre iba saliendo con un montón de planos entre las manos. Al intentar cerrar la puerta, todos los rollos cayeron activando un instinto en mí que me hizo atraparlos a tiempo.
—Que reflejos —murmuró atónito, después subió la mirada hasta encontrarse con mi rostro—. Y qué déjà vu acabo de tener.
—Señor Turner —sonreí alegre de verlo—. ¿Acaso se está mudando?
Le entregué los planos uno por uno, él se los acomodó bajo el brazo y se giró para poder cerrar la puerta detrás suyo.
—Vuelo de trabajo —respondió ajetreado—. Iré a presentar una investigación sobre un sistema binario de estrellas —de repente me miró con una ceja alzada—. Grace, ¿Nunca te ha interesado el espacio?
Comenzamos a caminar, yo me uní a su lado con la mirada puesta en el suelo mientras pensaba en su pregunta.
—No lo sé —dije reflexiva—. Creo que es interesante y, con todo esto de los Autobots, podría ser útil aprender.
—Te pregunto esto porque iré a Florida —me confesó—. Estudié la universidad allá y aún conservo contactos —comentó persuasivo—. Puedes venir si quieres, la conferencia dura un par de días.
Volteé hacia él con los ojos abiertos al límite, después regresé la vista al frente y me perdí en mi asombro. La universidad de Florida sería un sueño.
—No estoy segura —contesté, sacudiendo la cabeza—. Ya es un poco tarde para mí.
—Es un chiste, ¿Verdad? —preguntó serio—. Grace, he sido tu profesor desde que estabas en noveno grado, te conozco. Podrías entrar a la universidad que quisieras.
—Tal vez —admití, dejando caer los hombros—. Pero tengo una responsabilidad, ya no puedo distraerme con cosas que se considerarían ordinarias.
Llegamos al final del pasillo, el señor Turner me miró con pesar mientras yo le entregaba el resto de sus planos.
—Escucha, sacrificaste gran parte de tu adolescencia para salvar al mundo, no tiene nada de malo que decidas hacer algo con tu futuro —dicho eso, sacó un papel y pluma de su portafolios para escribir algo rápidamente—. Solo piénsalo y llámame si necesitas algo, ¿De acuerdo?
Sujeté el pedazo de hoja que me entregó y vi que tenía escrito un número de teléfono.
—De acuerdo —acepté sonriendo.
Él se acercó a mí con los brazos abiertos y entre risas nostálgicas correspondí el gesto. Después de romper el abrazo, se apresuró a bajar por las escaleras metálicas que conducían al hangar. Lo miré alejarse durante unos segundos y después puse toda mi atención en el número que me entregó.
No había considerado retomar mis viejos sueños. Casi olvido que ya era alguien antes de todo este asunto de los extraterrestres.
Doblé el papel con cuidado y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón. Comencé a caminar de regreso por donde vine, estaba distraída desenterrando viejos recuerdos, cuando unas voces ruidosas me obligaron a dejar mis pensamientos para voltear hacia una de las estaciones en la planta baja. Rápidamente fui a descubrir lo que estaba pasando, me detuve frente a la disputa que Todd sostenía con los gemelos.
—¡Yo al frente! —alegó Skids.
—¡Dije que yo al frente! —Mudflap lo empujó.
Los dos se abalanzaron uno sobre el otro comenzando a golpearse en el suelo. Contuve la risa al ver a Todd pasarse una mano por todo el rostro con desesperación.
—¡Callense ya! —les ordenó, intentando separarlos—. Un día de estos les cumpliré la promesa de usar sus piezas para hacerme una bicicleta.
—¿Ahora qué está pasando? —pregunté divertida.
—Desde que Epps aceptó ese trabajo de consultor me dan las tareas pesadas —Todd sonó cansado—. Y eso incluye supervisar los entrenamientos de estas bestias —dijo remarcando la última palabra con fuerza.
—Mira el lado positivo, harás puntos con la bruja malvada —reí discretamente, a lo que él asintió suspirando con resignación—. Oye, ¿Alguna vez has pensado en qué sería de ti si no me hubieras conocido? —su expresión cambió para mirarme con sorpresa—. Me refiero a que... ¿Te hubiera gustado ir a la universidad?
—Era mi plan, supongo que hubiera estudiado ingeniería en software —contestó poniendo la vista en el techo, cómo si eso lo hiciera recordar—. Pff... pero ya no me importa. ¿Cuántos pueden decir que tienen una mejor amiga con superpoderes y conocen robots alienígenas?
Aún así me siento culpable. Yo lo arrastré a esto después de todo.
—Sí, tienes razón —pretendía pasar al siguiente tema pero tuve una inquietud—. Espera, ¿Mejor amiga?
—¿Qué tiene? —preguntó tranquilo—. Creo que nos ganamos ese título, ¿No?
—Nadie me había llamado así —una sonrisa se formó en mis labios aunque traté de ocultarla—. Pues, como mi mejor amigo, ayúdame a escapar de este lugar.
—¿Y eso para qué?
—¿No es obvio? Todos están ocupados con la misión de Ratchet y Optimus en la luna —respondí, a lo que pude darme cuenta que Todd rodó los ojos al oír el último nombre.
—Ojalá se quede allá.
—Lo que significa... —retomé gruñendo—, que no habrá mucha seguridad y podré salir para visitar a Sam —terminé de decir—. Necesito que me cubras hasta que vuelva. Si alguien pregunta por mí, diles que estoy descansando o algo.
—Bueno, solo porque yo soy tu mejor amigo —dijo bastante fuerte y claro, como si su intención fuera ser escuchado.
—Suerte con Hugo y Paco —me despedí riendo.
Me alejé escuchando cómo los gemelos seguían peleando y a Todd tratando de separarlos. Me escabullí hacia el área de suministros para ver si podía encontrar algo que sirviera de disfraz, por suerte, había una chaqueta holgada que cubría perfectamente la parte superior de mi vestimenta.
Ahora necesito transporte.
Salí a hurtadillas del lugar y avancé escondiéndome entre todo lo que se cruzara en mi camino.
—¡Bee! —me oculté para llamarlo, tratando de no hacer demasiado ruido.
Bumblebee pronto se dió cuenta de mi presencia, lo que causó que viniera hacia mí dando pasos que intentaban ser discretos. Terminó de acercarse y se agachó, la nostalgia me hizo saltar para abrazarlo.
—Sweet child o' mine —sonó desde la radio, sacándome unas cuantas carcajadas.
—Baja el volumen —le pedí susurrando, eso pausó la música—. ¿Me extrañaste? —pregunté sonriente, Bee asintió con la cabeza y emitiendo varios zumbidos que me hicieron reír más—. Necesito tu ayuda, ¿Puedes llevarme a casa de Sam?
—Estás segura en la base —usó una voz seria para responder, lo que me dejó entender que no quería arriesgarme.
—Lo sé, pero hace tiempo que no veo a Sam ni a la ciudad ni nada más que no sean cuatro muros —puse ojos suplicantes y junté las manos—. Por favor, ¿Puedes?
—Esa mirada es trampa —ocultó sus ojos con las pequeñas antenas de su cabeza—. Oh, tú ganas.
Di un pequeño salto de triunfo mientras dejaba que Bee se transformara, una vez que subí, salimos sigilosos por la parte de atrás. Ese no fue impedimento para que nuestro camino hacia la libertad fuera truncado por una caseta de seguridad. Era la única forma de abandonar la base.
—Acercate, hay algo que quiero intentar —le indiqué a Bee.
Bumblebee condujo lento hacia el guardia, dudando de si en realidad podríamos pasar. El guardia en turno caminó hacia la ventana del conductor donde iba yo y echó un vistazo al interior del Camaro, después de revisar, me miró inquisitivo cómo si supiera que algo andaba mal.
—¿Tienes permiso para salir? —su pregunta me puso nerviosa, no obstante, me mantuve firme en mi objetivo. Bajé el entrecejo y con los ojos entrecerrados me concentré en mirarlo fijamente hasta que su expresión cambió—. ¡Lo lamento, Coronel Lennox! Por favor, pase.
La reja que delimita la salida se deslizó para permitirnos el paso, el hombre que custodiaba la caseta se hizo a un lado y pronto estuvimos del otro lado de la cerca. Eché la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que asimilaba lo que acababa de ocurrir. Sé que está mal lo que hice, sin embargo, no vi nada que no tuviera que ver y tampoco le causé daño a nadie. Solo fue un sutil engaño, el primero en tres largos años. Lo que me asombra es que de verdad hubiera funcionado.
—Now we got problems —salió aquel fragmento desde la radio.
—Solo fue una pequeña mentira, estará bien.
La canción que Bee utilizó para responder comenzó a subir el volumen, lo cual me causó gracia y a la vez me ayudó a disfrutar del viaje. El viento entraba por la ventana agitando mi cabello, asomé el rostro para poder tener un mejor panorama de la ciudad. Me sentía de vuelta a mis inicios.
En menos de lo que pude anticipar, Bee se estacionó entre dos edificios y apagó el motor. Pude entender que habíamos llegado a nuestro destino, eso me emocionó lo suficiente para hacerme bajar del auto e ir de prisa hacia la entrada del apartamento de Sam. Espero darle una sorpresa cuando me vea aparecer sin avisar.
Me acerqué sigilosa pero antes de tocar el timbre, mi atención se desvió hacia el remolque que estaba en frente. Podía oír voces extrañamente familiares proviniendo de ahí, sin querer terminé pegando el oído a uno de los costados, en ese momento la puerta se abrió y dos personas bajaron. Me quedé atónita al descubrir que eran mis padres y, por sus caras, creo que ellos estaban igual de sorprendidos al encontrarme afuera.
—Ron —mi madre tiró del brazo de papá, a pesar de que ambos ya estaban viéndome—, ¿Es nuestra bebé? —le preguntó incrédula.
—Ya tengo 20 —aclaré entre dientes, entonces ellos se lanzaron sobre mí para abrazarme. Apenas podía respirar—. ¿Por qué están vestidos de gemelos? Es vergonzoso.
—¡Ay, por dios! —sollozó mamá—. Por fin podemos verte sin todos esos molestos guardias.
—Sí, ¿Cómo es qué te dejaron venir sola? —papá me miró extrañado.
—Bee me trajo —señalé el Camaro de la esquina, las luces parpadearon en señal de saludo.
—¿Y dónde está Todd? —mamá lo buscó entusiasmada.
—En la base, tiene cosas que hacer —respondí algo desconcertada—. ¿Por qué tanto interés?
—Son tan lindos juntos —dijo enternecida—. Estoy esperando a que finalmente formalicen su relación. Imagina las fotos que podré tomarles junto a Sam y Carly.
De repente la saliva se transformó en una clase de sustancia mortífera en mi garganta. Comencé a toser al escuchar la mayor sandez de mi vida.
—No le digas eso, Judy —la regañó papá—. Claro que no puede tener ningún novio.
—¿De qué rayos hablas? Ya está en la edad de pensar en su futuro —exclamó mi madre—. Todd es un chico listo, decente y se arriesgó para traerla a salvo cuándo esos extraterrestres la atacaron. Es el indicado para ella —dijo encantada.
—¿Qué te pasa, mamá? —cubrí mis oídos y negué asqueada—. ¡Es mi mejor amigo! ¿Cómo puedes pensar en eso?
—Tu padre y yo también éramos amigos y míranos ahora —contestó, dándole un golpe juguetón en el hombro.
—Deja de perturbarla, ¿Quieres? —papá volvió a reclamarle.
—¡A ver! Todd es solo un amigo, ¿Bien? —dije fastidiada—. No voy a casarme con él ahora ni nunca.
¡Maldición! No puedo creer que de verdad piensen eso.
—Pero ya llegará el momento —insistió mamá—. Si no es él, será otro muchacho. Tienes tiempo para decidir.
—¿Qué les hace pensar qué tiene que ser un muchacho? —mi voz titubeó al final pero me mantuve firme—. Tal vez ya esté interesada en alguien.
—Mientras no sea uno de esos alienígenas con los que convives —soltó papá, provocando que ambos rieran delante de mí.
—¿Qué tendría de malo? —insinué solo para fastidiarlos.
—¿Bromeas? —ella detuvo las risas para verme seria—. No dejaré que mi niña se involucre con un ser de otro planeta. Gracias a ellos tu vida fue arruinada en un primer lugar —recordó enojada—. Además, ¿Qué clase de vida te ofrecería? Y tan solo imagina a tus hijos, ¿A quién se van a parecer?
Esa última parte definitivamente fue suficiente para mí. Sostuve mi cabeza entre mis manos intentando no enloquecer por todo lo que estaba escuchando.
—Eso fue demasiado —papá me apoyó—. ¿Qué tal si mejor vamos al minigolf y nos olvidamos de esto? —propuso motivado.
—Pero quería ver a Sam —mencioné.
—Está en su primer día de trabajo —respondió papá—. Le costó tres meses hallarlo, no hay que arruinarselo.
Que decepción, vine hasta acá solo para ver a Sam y lo único que obtuve fueron ataques.
Bumblebee estaba esperándonos, así que convencí a mis padres de que subieran en en el Camaro para estar más seguros, ellos aceptaron luego de un extenso discurso en el que prometí que nada malo les pasaría. Durante el viaje ni siquiera pude prestar debida atención a la conversación que sacaron, estaba demasiado distraída dándole vueltas al tema de mi futuro. Es como si el universo conspirara contra mí para presionarme, primero la universidad y ahora esto. Ya tengo suficiente sabiendo que nunca me casaré y que no tendré una vida normal, renuncié a eso hace tiempo.
Aún así no puedo dejar de pensar en lo que dijeron, nadie vería de buena forma una relación entre un Cybertroniano y una humana. Somos especies distintas a fin de cuentas.
Sacudí la cabeza ahuyentando esos pensamientos y me enfoqué en el paseo con mis padres. Gracias a eso, aprendí esa tarde que el minigolf es aburrido y que mi puntería es mejor de lo que recordaba. Anoté la mayoría de hoyos sin fallar. Después dimos una vuelta por el centro comercial, ver a mamá comprando cosas innecesarias me trajo nostalgia. Pero todo eso terminó cuando tuvimos que dejar a mis padres de vuelta en casa. Estaba anocheciendo y yo tendría que volver a la base pronto.
—Oye, Bee... —lo llamé mientras conducía. Mi mirada se había perdido en la ventana, apreciando la ciudad nocturna—. Gracias por traerme. Había olvidado lo bien que se sentía pasar un rato agradable en casa.
Varios aplausos y silbidos fueron reproducidos en un volumen alto que me hizo sonreír.
Luego de varias calles estábamos de vuelta en la base, cómo ya me imaginaba, varios guardias esperaban nuestro regreso en la entrada. Lennox estaba en medio de ellos con los brazos cruzados y a su lado el guardia que nos había dejado salir.
Carajo.
—Oh, oh... —dijo Bee.
Nos acercamos hasta la caseta y entonces los guardias nos rodearon. Lennox caminó despacio hasta mi puerta, se quedó de pie observándome con un semblante serio, a lo que yo decidí sonreír de manera inocente. Él se agachó y tocó la venta con los nudillos, entendí que quería que bajara el cristal así que lo hize sumamente despacio.
—Hey... —traté de sonar tranquila y disimular que no estaba en un terrible aprieto.
—¿Hey? —repitió enarcando las cejas—. ¿Es lo qué tienes que decir después de haber roto cómo 30 reglas diferentes hoy?
—Solo fue un pequeño paseo, quería visitar a mi familia —respondí, subiendo los hombros—. Tú me entiendes.
—Mira, con este cambio de Director se fueron muchas de las libertades que teníamos. Si no tenemos cuidado, podrían enviarte a otro lugar —me explicó seriamente. Yo asentí sabiendo a lo que se refería—. Bee, al hangar —le ordenó, dando ligeras palmadas al techo del auto—. Grace, una disculpa y luego ve a dentro.
—¿Disculpa a quién? —no comprendí lo que quiso decir hasta que vi al mismo guardia de la tarde. Salí resignada del Camaro y me paré frente al hombre—. Lo siento.
Puse la mirada en el suelo y me fui de ahí arrastrando los pies. Cuando ingresé al edificio rápidamente me percaté de que había mucho movimiento, eso me llevó a levantar la cabeza y buscar que es lo que estaba ocurriendo. Los soldados estaban transportando algo hacia el almacén, siguiendo su rastro, terminé encontrando el cuerpo de un enorme robot de pintura roja que yacía tendido sobre una gran plataforma.
No supe porque pero un impulso me guió hacia él, mis pies simplemente comenzaron a llevarme contra el flujo de personas, abriéndome camino hasta estar junto al cuerpo. Era sumamente alto, tal vez igual que Optimus. ¿Este sería Sentinel? De ser así, ¿Por qué me produce esta sensación de alerta? Es tan confuso.
Mis impulsos volvieron a ganar. Sin darme cuenta mi mano ya estaba posicionándose sobre el frío metal de su pie, fue lo primero que pude alcanzar con mi estatura. Mi palma reposó sobre su superficie y mis ojos se cerraron, permitiéndome ver una secuencia de imágenes nada clara, pero en todas ellas resaltaba la destrucción y el caos. No pude más con aquella sensación de terror y abrí los ojos de golpe para alejarme lo más que pude.
Mis piernas temblaban y el sudor empapó mi frente. Estuve a punto de caer al suelo de no ser por que unos brazos me sostuvieron.
—No puedes estar aquí, niña —me regañó severamente un soldado—. Andando, te llevaré al área segura.
Solo sentí que el hombre tiró de mi brazo para encaminarme hacia el lado contrario del lugar. Pude haber alegado un par de cosas respecto a lo que dijo, pero estaba más ocupada viendo el cuerpo de Sentinel sin poder desechar el pensamiento de que podríamos estar cometiendo un grave error al ayudarlo.
