Eran alrededor de las 10 de la mañana cuando decidí esconderme de todo el mundo en unas grasientas escaleras del área de carga. Casi nadie suele venir a este lugar, excepto cuando tienen que descargar algún camión con suministros, pero hoy no ha llegado ninguno. Así que simplemente estaba ahí sentada, observando cómo un halcón desde arriba.

No sé cuántas horas han transcurrido desde que tuve esa conversación con Sentinel. Me dejó pasmada. Aún no puedo creer que haya dicho todo eso. Me he tomado mi tiempo para tratar de asimilarlo, pero siento que simplemente debería rendirme y dejar que las cosas sucedan.

A fin de cuentas solo soy una humana, ¿No? Tal vez todos tenían razón, debería preocuparme por conseguir una beca, entrar a la universidad, apuntarme en un club y salir a fiestas absurdas. Me perdí de todas esas cosas que hacen las personas de mi edad. Ni siquiera he besado nunca. Soy patética.

No creí que esos pensamientos fueran a atormentarme algún día. Ni que ese día sería hoy.

Oculté el rostro entre mis manos y apoyé la frente sobre mis rodillas, un suspiro cansado se escapó de mis labios. Al mismo tiempo escuché unos pasos acercarse, seguidos por una ligera corriente de aire que me indicó que alguien se había sentado a mi lado. No tuve la necesidad de voltear para saber de quién se trataba.

—Tengo un gran juego que te animará —dijo Todd con bastante emoción—. Escoge: tener la habilidad de traspasar las superficies como Kitty Pryde o absorber los poderes y energía vital como Rogue. Pero solo durante diez minutos mientras te persigue un grupo de Centinelas. ¿Qué prefieres?

Respiré profundamente antes de levantar la cabeza y dedicarle la mirada más sombría que salió de mí.

—Prefiero ser la mujer invisible —respondí a secas—. Para desaparecer de aquí e ir a dónde a mí me plazca.

—Primero, estamos hablando de los X-Men no de los Cuatro Fantásticos, porque en ese caso yo sería la Antorcha Humana —mencionó orgulloso—. Y segundo, ¿Alguien te hizo enfadar? Puedo enviar a dos engendros a darle un buen susto.

—Lo siento —relajé los músculos de mi cuerpo y volví a suspirar para tranquilizarme—. Es solo que me siento atrapada aquí. Quisiera volver tres meses atrás en dónde pensaba que todo era tan... diferente.

—Viajes en el tiempo, interesante —murmuró pensativo, luego se acomodó y chasqueó los dedos—. Bien, Tienes la capacidad de viajar en el tiempo como Cable pero sólo puedes escoger entre el pasado o el futuro. ¿A cuál de los dos irías?

—Al pasado, arreglaría un montón de cosas —respondí muy convencida de mi elección.

—¡Mal! —negó, fingiendo decepción—. Si cambias al pasado, no serías quién eres ahora. Además, el futuro es más emocionante porque no sabes lo que encontrarás allá.

Levanté una ceja y lo miré inquisitiva, Todd puso una expresión seria hasta que se le escapó una sonrisa, provocando que ambos nos soltaramos riendo al mismo tiempo. Después de descargarnos, nos quedamos en un silencio tranquilo.

—Tú ganas —acepté, volviendo a mirarlo—. ¿Solo viniste a darme lecciones de vida?

—No, la verdad es que te necesitan para revisar el generador que está fallando de nuevo. Ya sabes, quieren saques algunas cuantas chispas —admitió, haciendo varios ademanes con las manos. Era su mala interpretación de mí—. Pero algo me dijo que no estabas de humor para eso.

Nuestras miradas se cruzaron otra vez, pude percibir que Todd estaba esperando a que le confesara la verdad. No sabía si debería decírselo, ya que no quiero preocuparlo innecesariamente.

—Es que vas a pensar que estoy loca —me abracé a mí misma y regresé la vista al frente.

—En un mundo loco, los locos son los más cuerdos —recitó aquella célebre frase que me hizo soltar una leve risa—. Así que dime que sucede. Sabes que soy un profesional guardando secretos.

Lo consideré un momento, a final de cuentas, ya no tengo nada que perder intentándolo.

—Bueno, ¿Qué harías si te digo que Sentinel puede ser malvado? —lo miré de reojo, su reacción fue abrir los ojos y quedarse perplejo sin poder procesar mi confesión.

—Ay, ajá... —puso una sonrisa que se fue desvaneciendo cuando entendió que yo no estaba jugando en lo absoluto. Todd se quedó callado tratando de analizarlo—. ¡P-Pero fueron por él a la luna! ¿Y qué no se supone que era el líder de los Autobots? —me limité a asentir en silencio, dejando que Todd bajara la mirada todavía con los ojos bien abiertos—. Maldita sea...

—Lo sé —suspiré frustrada—. Algo raro está pasando.

—¿Ya le contaste a Big Man? Tiene que saber que trajeron una bomba de tiempo —aplané los labios y busqué un punto en el suelo que me ayudara a escapar del contacto visual—. ¿Si le dijiste, verdad? —preguntó más serio.

—Algo así... —respondí dudosa.

—¿Eso qué significa?

—Que no me creyó.

—¡¿Qué?! —gritó con tanta fuerza que los pocos soldados que pasaron se nos quedaron mirando. Todd se tranquilizó y los saludó para fingir que todo estaba en orden, después volteó a verme histérico—. Si algo aprendimos de traer enemigos a la base, es que nunca termina bien para nosotros —remarcó apuntándome—. ¡Así que ve allá y armale una gran escena a ese tonto antes de que nos maten a todos!

—¡No! —exclamé, cruzándome de brazos.

—¿Por qué no? —preguntó cómo si fuera algo tan simple de hacer—. Usa tus encantos para convencerlo o lo que sea.

—¿Puedes ponerte serio? —le pedí, tratando de enfocarme—. Esto no va a funcionar si no averiguamos primero lo que Sentinel está tramando. Tenemos que sorprenderlo antes de que él nos sorprenda.

—¿Qué puede estar tramando una lata vieja?

—No tengo idea —me puse de pie fastidiada—. Pero aquí sentada no resolveré nada.

—¿Y qué vas a hacer? —él también se levantó.

—Tratar de seguir pistas, supongo —dije sin entusiasmo. No debería de involucrarme en esto, sin embargo, estoy haciéndolo de nuevo—. Quédate aquí, infórmame si sucede algo mientras no estoy. Y no hagas nada precipitado.

—¿A dónde irás? —sonó inconforme—. Yo voy contigo.

—Tú tienes que advertirles a todos si ves que las cosas se salen de control —lo detuve—. No podemos arriesgarnos a que ocurra lo de la última vez.

Pude notar la inconformidad en su mirada, pero al final terminó aceptando rendido, pues sabe que es lo mejor para todos.

Así que, yo me dispuse a buscar a Lennox por la base, evitando a toda costa poner un solo pie en el hangar. Cuando lo encontré, tuve que inventarle una historia exagerada sobre que me sentía tan mal que lo único que me ayudaría era descansar en casa. Estoy segura de que Lennox no me creyó ni una sola palabra, pero por algún motivo accedió a autorizar mi salida con dos condiciones. La primera es que sería escoltada por seguridad. La segunda condición era que debía mantener la confidencialidad, por lo que usar mis poderes sin necesidad estaba totalmente fuera de discusión.

Luego de aceptar los términos de mi permiso, me entregaron un radio para estar en contacto y un soldado me acompañó a la salida. De camino tuve la tentación de buscar a Optimus para despedirme, siento que tal vez no debí ignorarlo. Pero al pensar que si iba al hangar podría encontrar también a Sentinel, preferí seguir mi camino de largo sin detenerme.

A un par de calles antes de llegar a mi destino, le indiqué al soldado que conducía por donde era exactamente el lugar. El hombre se estacionó entre los dos edificios y esperó a que yo bajara. Después de agradecer cerré la puerta, el vehículo no tardó en dar marcha atrás para volver por el mismo camino en que había llegado.

Estando de pie en la calle, respiré hondo y me esforcé por cambiar mi expresión. Quería deshacerme de mis penas por un rato y solo ser una chica que visita a su hermano. Si es que él está en casa.

Me acerqué a la entrada y vi qué contaba con dos accesos, uno era un ascensor de carga y las otras eran escaleras. Opté por lo simple, así que subí las escaleras. Eso me condujo a una segunda puerta, la cuál golpeé suavemente deseando que alguien atendiera. Por suerte no tardaron mucho en abrir, aunque solo lo suficiente para dejar una abertura a través de la cual Sam asomó el rostro con miedo.

—¿Por qué parece que esperas al FBI? —me solté riendo a carcajadas al verlo pálido. Su rostro estaba empapado en sudor.

—¿Qué haces aquí? —abrió la puerta completamente y observó en todas direcciones antes de tomarme del brazo—. Entra rápido —dijo atrayendome al otro lado de un tirón.

Una vez que crucé la puerta, Sam colocó varios seguros cómo si su vida dependiera de ello. Habiendo visto su extraña actitud, me giré despacio al sentir unas miradas clavadas en mi espalda.

—No puede ser —repasé cada rostro y el desorden con detenimiento—. Esta habitación es peor que la Comic-Con. Apuesto a que huelen igual.

Bumblebee estaba dentro de la casa luchando por no tirar abajo un candelabro, Brains y Wheelie se paseaban sobre la mesa botando las cosas al suelo. En una silla estaba Simmons mirándome igual de atónito que un hombre el cual no tengo idea de quién sea. Las paredes y el escritorio están repletos de papeles con información relacionada a la luna, también hay pantallas y monitores por todos lados.

—La niña radioactiva apareció —detecté sospecha en el tono de Simmons—. ¡Dutch!

—De inmediato —respondió el hombre de traje saltando de su asiento.

—¡Un segundo! —exclamó Sam, poniéndose delante de mí—. No necesitan revisarla, está con nosotros.

—¿Revisarme? —repetí extrañada.

—¿Cómo sabemos qué no fue enviada aquí por los militares para espiarnos? —insinuó Simmons desconfiado—. Dijiste que tu hermana trabaja con ellos —comentó mirando a Sam.

—Si tiene cámaras ocultas lo sabré en un instante —le aseguró Dutch, dedicándome una mirada retadora.

—No tengo cámaras ocultas, genio —dije usando el mismo tono para burlarme—. Y hola, por cierto —mencioné ofendida—. No entiendo de qué alcantarilla sale cada vez que algo sucede.

—No lo sabes ni lo sabrás, es mi especialidad —respondió Simmons, parecía más calmado respecto a mi presencia. Eso ayudó a que su asistente también se tranquilizara—. ¿No vienes con tu novio? El otro niño genio del que ya olvidé su nombre.

—Es Todd y no, no viene conmigo —aclaré entre dientes—. ¿Qué le hace pensar que es mi novio?

—¿No te lo dijo? —inquirió Simmons frunciendo el entrecejo, cómo si en verdad lo confundiera.

—¿Decirme qué? —espeté impaciente.

—Entonces soy una tumba —hizo el gesto de sellar sus labios y se dio la vuelta en su silla para regresar a trabajar.

Me quedé desconcertada por esa rara conversación, pero no me detuve a prestarle importancia, había asuntos más importantes que atender.

—¿Qué hacen ellos aquí? —cuestioné a Sam. No entiendo absolutamente nada.

—Escucha, ¿Recuerdas al tipo de mi oficina al que asesinaron? Fueron los Decepticons, están de regreso y matan personas involucradas en una misión a la luna —comenzó a contarme—. Queremos saber por qué.

El mal presentimiento se apoderó de mí, no por lo que dijo Sam, si no porque presiento que podría tener relación con Sentinel. Sé que puede sonar una locura, pero esa lata vieja es lo más importante que hemos recogido del espacio en los últimos días. Hay demasiada coincidencia.

—Les creo, por ese motivo estoy aquí. Siento que algo muy malo va a pasar y tenemos que prevenirlo —le confesé discreta, lo último que quiero es esparcir el pánico.

—Entonces ayúdanos —pidió mirándome seriamente—. Eres nuestro único enlace directo con NEST.

—De acuerdo —la verdad es que ya no tenía nada que perder aventurandome en esto—. Pero primero voy a necesitar un teléfono.

—¡Dutch! —gritó Simmons—. Proporcionale una línea segura a la bruja adolescente.

Dutch vino corriendo tan rápido que apenas me dio tiempo de apuñalar a Simmons con la mirada por como me había llamado. De cualquier forma, me concentré en recibir el teléfono que me entregó Dutch. Bajé los escalones hacia la sala, buscando ponerme más cómoda. Pasé junto a Bee y le di unas pequeñas palmadas en la pierna, él me respondió con algunos zumbidos que me hicieron sonreír. Me coloqué frente a la ventana y aprecié la vista un momento, después rebusqué en mis bolsillos para sacar el trozo de papel con un número escrito.

Pulsé las teclas una por una y acerqué el teléfono a mi oreja, el tono de espera sonó mientras yo veía perdidamente por la ventana. Di un pequeño salto cuando escuché que la música se cortó.

—Hey... —hablé despacio—. Lamento molestar.

—¿Grace? —dudó por momento—. ¿Estás bien? Suenas... cansada.

—Sí, creo que lo estoy —pasé una mano por mi rostro tratando de reaccionar—. Hubiera ido a esas vacaciones en Florida. La convención de estrellas ya se ve más tentadora que esto —eché un vistazo hacia atrás para ver el desorden.

—Pues el hotel no está nada mal —argumentó en su defensa, no pude evitar reír un poco—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Lo cierto es que tengo ideas dispersas, necesito ponerles orden —cerré los ojos para pensar—. Sé que adora el espacio, ¿Qué sabe del programa Sputnik? ¿De la carrera espacial? Y... no lo sé, todo lo que esté relacionado.

—Es información complicada —admitió con pesadez—. Dame un momento y te enviaré por fax todo lo que pueda conseguir.

Terminé la llamada para darle tiempo de trabajar, me entretuve jugando con Bee y acariciando al perro de Sam. Después de casi veinte minutos, un sonido de la impresora me puso alerta. Rápidamente fui corriendo para ver qué es lo que saldría. Al acercarme, Brains me ocasionó un ligero susto ya que estaba transformado en una laptop y regresó a su pequeña forma echando humo.

—¡Qué productivo soy! —alardeó Brains—. Usé la información que alguien envió para buscar cosmonautas rusos desaparecidos.

—Gracias por avisar —murmuré, tomando las hojas que salieron.

—Los rusos cancelaron una misión humana a la luna en el 72 —continuó diciendo Brains—. Dos de ellos se ocultaron en Norte América. ¡Y acabo de encontrarlos vivos!

—¿Es cierto eso qué dice? —Sam se puso a mi lado en un intento de leer la información.

—Sí, es justo lo que está aquí —confirmé después de haber leído entre líneas. Ese enano si que es rápido.

—¡Eres un genio, Brains! —lo felicitó Simmons.

El teléfono en mi bolsillo comenzó a sonar, le entregué los documentos a Sam y caminé hacia un rincón para poder tomar la llamada.

—Eso fue lo que pude encontrar —dijo tan pronto contesté—. ¿Tiene que ver de alguna manera con el revuelo que hubo en la base? Sobre el otro robot que fueron a buscar a la luna.

—Tal vez —insinué—. ¿Por qué?

—Antes de irme me enteré de todo lo que ocurrió en Chernóbil —respondió con sinceridad—. Y esto no tiene nada que ver con misiones espaciales ni cosmonautas, pero... ¿Qué clase de general abandona a sus hombres en medio de una guerra?

Me quedé helada. Por un momento mi corazón latió más rápido, como si se hubiera percatado de algo malo.

—¿Cree qué tenía un motivo detrás? —relamí mis los labios nerviosa—. Se supone que llevaba los pilares para ocultarlos —comenté susurrando.

—No tengo idea —aceptó desorientado—. Solo sé que su plan kamikaze de escapar y llevarse los pilares, no es algo que haría un líder —de repente había mucho ruido de su lado, lo que hizo difícil escucharlo con claridad—. Perdón, tengo que dejarte. Debo ir al auditorio.

—Sí —salí de mi asombro pestañeando—. Gracias por ayudarme, de nuevo.

Luego de colgar, volví a quedarme gélida. Siento que cada pista que sigo, estoy más cerca de averiguar algo que no quiero. Ojalá que esta intuición se equivoque.

Mis pensamientos fueron ahuyentados por el rechinido de la puerta. Me di la vuelta en un giro, Carly acababa de entrar y se quedó boquiabierta cuando vio todo este espectáculo. No la culpo. La aparición repentina, provocó que Bee se asustara y por accidente golpeara el candelabro del techo que cayó generando un fuerte estruendo. Los demás retrocedimos para evitar sufrir algún daño.

He fallado por una lata... —Bee se cubrió el rostro avergonzado.

—Hola —Sam disimuló frente a su novia.

—¿Podrías decirme qué sucede? —exigió saber la chica.

—¿Quién eres tú? —preguntó Simmons apuntando a Carly.

—Agh, ¿Quién eres tú? —se burló ella mirándolo desde arriba.

—¡¿Quién soy yo?! —exclamó Simmons ofendido—. ¿Quién es ella? ¡Dutch, registrala!

Dutch acató la orden sin vacilar pero Carly le puso una mano al frente cómo advertencia de que no diera un paso más.

—¿Sam? —ella lo miró esperando explicaciones.

—Ángel... —balbuceó Sam nervioso—. Estoy trabajando. Lamento todo esto.

Carly rodó los ojos cómo si esa excusa no le valiera y se marchó a su habitación con Sam detrás intentando convencerla de que no había nada de malo en esto.

—¿Vive aquí? ¡Cielos! —Simmons quedó perplejo por descubrir la identidad de Carly—. Perdiste tu oportunidad —le señaló a su asistente.

—Yo tengo novia —se defendió Dutch.

—¿Sí? ¿Cómo se llama? —lo cuestionó burlón. Ambos sabíamos que era una total farsa.

—India... —los nervios eran evidentes en su lenguaje corporal. Tuve que aguantar la risa.

—Mira y aprende —me indicó Simmons mientras apuntaba a Dutch de ejemplo—. Los que son cobardes pierden oportunidades. Nunca sabes cuando puedes pescar un buen hueso.

—En serio tengo novia —insistió Dutch.

—Oh, y supongo que usted sabe mucho de eso —le respondí a Simmons, riéndome entre dientes.

—Lo viví hace veinte años —puso una mirada reflexiva, actuando como si observara al horizonte dramáticamente—. Conocí a un pobre desalmado que nunca se atrevió a confesarse a la mujer que amaba. Él se fue a la guerra sin saber que ella también lo amaba.

Al principio su historia me pareció una pérdida de tiempo, pero al final terminó picando la superficie de mi curiosidad.

—¿Y luego? —pregunté, escondiendo mi interés.

—Cuando regresó ella ya se había casado con un millonario. Ricos malditos —terminó de contar sin muchos detalles—. Perdieron la oportunidad de estar juntos por miedo a lo que diría el otro. La forma más patética de acabar.

—Qué estupidez —dejé de escuchar y me retiré. Subí las escaleras hacia el segundo piso con la intención de encontrar a Sam.

—¿Qué dije? —alcancé a oír a Simmons.

—Fue una historia maravillosa, señor —lo alentó Dutch, secándose las lágrimas.

Una vez que llegué arriba me escondí en una habitación vacía. Necesitaba respirar y relajarme antes de volver a hablar con alguien.