El pasadizo Plaka

Cuando Harry regresó a Grinmauld Place eran ya las once y media de la noche.

Salió de la chimenea quitándose la túnica de auror, la tiró en el sillón y se pasó el antebrazo por la frente, bostezando.

Había sido un día largo, tedioso, duro y terriblemente intenso.

Estaba cansado, preocupado por Hermione y harto de intentar lidiar con todo aquello que empezaba a sobrepasarle.

Habían encontrado otro cuerpo, en aquella ocasión de un mago squib que vivía a las afueras de Oxford dónde trabajaba dando clases de Historia.

Tras una intensa reunión con Loughty y con Kingsley había pasado más de una hora en San Mungo mientras Katie realizaba la autopsia aunque no lograron recuperar ni un solo recuerdo ya que, al parecer, fuera lo que fuese lo que estaban usando para asesinar a las víctimas, había hecho que el cerebro del profesor implosionara, colapsando sobre sí mismo y desapareciendo dentro de su cavidad craneal.

Seguían teniendo lo mismo de siempre.
Nada.

Suspirando salió del salón y, al llegar al pasillo, vio bajar por la escalera, casi en tropel, a Ginny, Ron, Padma y Zabini.

Frunció el ceño mirando a su novia y controló las ganas de frotarse los ojos y gemir de desesperación.

Quería darse una ducha y acostarse para olvidar el mundo durante al menos ocho horas, pero algo le decía, por la cara decidida de Ginny y el gesto furibundo de Ron, que no iba a hacerlo en un futuro inmediato.

Volvió a suspirar y se acercó a la chica Weasley para darle un beso suave en los labios.

—Pensé que estabas ya en Gales —le dijo frotando sus brazos de arriba abajo en un gesto cariñoso.

—He retrasado el viaje —respondió ella quien, en lugar de mirarle con el cariño habitual le observaba como si quisiera hacer legeremancia en él.

Harry saludó a los demás, dudando si preguntar o no el motivo del retraso de su vuelta a Holyhead porque, algo le decía, que si preguntaba iba a encontrarse con algo que no necesitaba escuchar, no al menos en aquel momento en el que únicamente quería dormir.

—¿Qué hacéis todos por aquí? —miró el reloj —es un poco tarde ¿No os parece? —ahogó un nuevo bostezo y se pasó la mano por la nuca —he tenido un día complicado.

—Yo también —masculló Ron negando con la cabeza.

—¿Qué pasa? —Harry decidió mirar a Blaise a ver si allí encontraba algo de lógica en ese lado.

Contra todo pronóstico, aquella serpiente había terminado encajando en su grupo de amigos con absoluta naturalidad.

Pese a que después de la guerra se marchó de Inglaterra y se dedicó a los negocios del vino en la Toscana italiana, al regresar y decidir hacerse patrocinador del equipo de quidditch en el que Ginny jugaba, se habían dado cuenta de que había dejado de ser el imbécil que había sido en el colegio y George, siendo George, encontró en él un alma afín, bromista, risueño y, lo más importante, dispuesto a invertir de vez en cuando en alguna de sus locas ideas.

Poco a poco terminó siendo uno más y, pese a que nunca sería un Gryffindor, encajaba con ellos como contrapunto de lo que eran.

Igual que había funcionado con Theo quien, a diferencia de Zabini, era bastante serio y tan callado que Harry juraría que nunca le había oído hablar hasta el día que se acercó a él en el Ministerio y le dio las gracias por haber terminado con Voldemort y haber salvado al mundo mágico de la completa devastación.

Sintiéndose fuera de lugar en ese momento, Harry había terminado invitándole a tomar algo con ellos, pensando que Blaise, que empezaba a acudir a sus reuniones, se sentiría más cómodo con otra serpiente cerca.

Simplemente todo había funcionado a la perfección.

—Tenemos preguntas, Potter y queremos respuestas —soltó el moreno a bocajarro.

—¿Cómo dices?

—¿Tú lo sabías, Harry? —intervino Ron que tenía las orejas muy coloradas.

—Claro que lo sabía —murmuró Ginny cruzándose de brazos y mirando a Harry con sus bonitos ojos castaños lanzando chispas de enfado.

—¿Qué es lo que sabía? —empezaba a sentir un ligero pinchazo en la sien derecha, señal inequívoca de que estaba a punto de tener una migraña.

—Lo de Hermione —dijo Padma intentando ayudar a aclarar la situación.

—¿Hermione?

Harry sintió que se le helaba la sangre en las venas ¿Qué sabían ellos de Hermione?

Pasó la vista por todos ellos, poniéndose a la defensiva en una milésima de segundo. Era imposible que supieran nada, se dijo intentando relajar su postura.

—Sí, Hermione —siguió diciendo Ginny —tu mejor amiga, esa que trabaja contigo en el Ministerio y con quien te has estado enviando cartas secretas.

—¿Cartas secretas? —el frío seguía lamiendo su cuerpo, subiendo por las rodillas hasta el estómago —No sé de qué estáis hablando.

—Yo creo que sí que lo sabes —Blaise entrecerró los ojos, dio un paso hacia él y, sin apartar la mirada de su rostro bajó la voz, sus labios torcidos en una mueca que no parecía una sonrisa —sabes de qué hablamos… sabes qué es lo que está ocurriendo… y queremos respuestas, Potter.

—¿Es verdad? —Ron le cogió de los antebrazos y le sacudió —somos amigos ¡Los mejores amigos, Harry! Si es verdad ¡Tienes que decírmelo! Tenemos que hacer algo, estoy seguro de que es algún hechizo, alguna maldición… sí, seguro que es eso, ese hurón… ese —arrugó la cara, buscando la palabra —mortífago cobarde.

Las palabras de Ron empezaron a dar vueltas en su cabeza mientras Blaise seguía hablando.

Mortífago. Cobarde, Hurón.

Malfoy.

Santo Dios ¿Qué sabían? ¿Y cómo habían averiguado lo que fuera que habían averiguado?

El dolor de cabeza se intensificó y la migraña estaba cada vez más cerca de hacer su aparición.

—Esto es muy fácil, Potter —empezó de nuevo Blaise —tenemos una apuesta —sonrió y sus dientes blancos contrastaron con su piel morena —¿Theo o Draco? —su sonrisa se hizo más amplia.

—Theo —Padma habló en un susurro —tiene que ser Theo, es imposible que sea Malfoy.

—Lo escuchaste —espetó Ron con las orejas aún más coloradas.

—Bueno pero no lo vi —Padma, quien habitualmente solía ser bastante suave con Ronald, le frunció el ceño con ferocidad.

—Es Theo —Blaise habló con una seguridad aplastante —Draco no es el gilipollas que solía ser —levantó las manos en un gesto defensivo cuando Ginny levantó la cabeza como una leona oliendo una futura presa — es verdad, sé que no me creéis, pero hace mucho tiempo que todos nosotros salimos del círculo de influencia de nuestras familias —se encogió de hombros —pero aunque Draco haya cambiado… en fin, sigue siendo Draco Malfoy —rió en bajito —jamás estaría con Granger.

Harry les observaba atentamente, empezando a comprender por dónde iba todo aquello. Ellos no tenían ni idea de la misión, del trabajo encubierto de Malfoy o de la ayuda que Theo y Hermione prestaban. No sabían nada de la Agencia ni del báculo ni de los asesinatos más allá de lo que había publicado el Profeta.

—Es Malfoy.

Ginny se encaró con Blaise y ambos se miraron, iracundos, como siempre que empezaban a discutir. Parecía mentira que el resto del tiempo fueran tan buenos amigos.

—Es Theo.

—¿Entonces por qué se ha marchado con Malfoy? —volvió a decir la pelirroja.

—¿Nott y Malfoy no eran amigos? —preguntó de pronto Padma.

—Eran —apuntó Blaise —en pasado. Hace años que su relación se… enfrió —volvió a reír entre dientes.

—Por algo me cae bien Nott — masculló Ginny —él tiene más criterio que tú.

—Yo acepto a mis amigos con sus defectos y sus virtudes, pelirroja… a todos mis amigos — puntualizó arqueando una ceja en su dirección.

—Harry…

Ron empezó a hablar en el momento en que escucharon como la red flú se activaba y vieron a Theodore Nott saliendo del salón a paso enérgico.

—¿Se ha ido con Malfoy, Potter?

En el momento en que aquellas palabras abandonaron sus labios se dio cuenta de que había un grupo de gente en el pasillo y cerró la boca rápidamente.

Un segundo demasiado tarde.

Harry no pudo más que agradecer lo previsor que era Caspar Loughty, mientras se preguntaba si el agente secreto había siquiera imaginado que sería por aquel variopinto grupo de idiotas por quienes tendrían que echar mano de la tapadera orquestada.

Cerró los ojos con fuerza y pidió perdón a Hermione en silencio.

—Sí, Theo —respondió abriendo de nuevo sus ojos para mirar a todos sus amigos —se ha ido con Malfoy.

Aquellas palabras bien podrían haber sido: liberad al kraken, porque nada más decirlas, en el pasillo de Grinmauld Place se desató el caos.

Hermione, ajena a lo que estaba ocurriendo en Inglaterra, volvió a su habitación enrollada en una esponjosa toalla después de darse una ducha.

No tenía una maleta al uso, por lo que había sacado las cosas de la bolsa que llevaba con un hechizo de extensión indetectable y utilizó el vestidor para colgar las prendas que había cogido antes de salir de su casa en Londres.

No tenía demasiado, apenas había llevado ropa para tres o cuatro días y el vestidor eran tan grande que no llenaría ni una cuarta parte con todo lo que tenía en su armario.

Fue hacia allí y miró las perchas mordiéndose el labio inferior.

No tenía ninguna duda acerca de lo muy elegante que se vería Malfoy en su ropa de alta costura y, aunque ella no tenía trajes de tanta calidad, no quería desentonar, por lo que había llevado varias cosas bonitas.

Descartó un vestido negro y corto de tirantes y uno largo algo bohemio.

—Oh sí, aquí estas —susurró viendo una percha al fondo.

Dejó caer la toalla, tomó unas braguitas de un cajón que había tras ella y se las puso antes de meter los pies en un mono verde oscuro y caminar hasta el espejo de cuerpo entero que había en una de las paredes.

El mono de tirantes se ajustaba a su torso y sus caderas, cayendo suelto por sus piernas hasta más abajo de sus tobillos.

Hermione se giró para verse desde todos los ángulos y sonrió agachándose para coger unas sandalias doradas antes de salir del vestidor.

Regresó al cuarto de baño, maravillándose nuevamente por lo hermoso que era. Completamente blanco, con una pared llena de ventanas desde el techo al suelo, cubiertas con cortinas que daban a la terraza. El mueble del lavabo medía al menos dos metros al igual que el espejo horizontal que había sobre él y, frente a él, al lado de la puerta, había una bañera blanca y redonda tan grande que podían caber fácilmente dos personas en ella.

También contaba con una ducha gigante con multitud de grifos en la que Hermione habría podido pasarse el resto de la noche.

Se miró al espejo para arreglarse el cabello y se puso un poco de crema en el rostro antes de maquillarse ligeramente los ojos.

Le habían sobrado dos minutos.

Se calzó las sandalias, se echó un poco de perfume y salió al salón de la suite en el mismo instante en que se abría la puerta de la habitación de Malfoy.

Cuando Draco vio a Granger estuvo a punto de tragarse la lengua.

Merlín ¿En qué universo él podría sentirse atraído por esa mujer?

La miró disimuladamente, incapaz de resistirse a hacerlo pese a la parte más racional de su cerebro insistía en dar una orden clara y concisa para que los ojos de Draco mirasen a otro lugar. Pero la otra parte, la primitiva y reptiliana, quería seguir devorándola.

—Vaya, mi bolso.

Ella se giró de nuevo y Draco tragó saliva.

¿Desde cuándo tenía Granger semejante culo? Sacudió la cabeza y cerró los ojos.

Empezaba a pensar que necesitaba, urgentemente, retomar su vida amorosa cuanto antes.

Iba a escribir a Astoria Greengrass en el momento en el que volviera a poner un pie en Londres.

No le cabía duda de que la bruja estaba esperando una lechuza de su parte y ya había pospuesto demasiado el hacerlo. La primera y única cita que tuvieron justo antes de que todo aquel lío con el báculo comenzara, fue francamente buena y ambos se quedaron con ganas de repetirla y ver hacia donde les podía llevar aquello.

Draco esperaba que la cama fuera la primera de las paradas.

—Estoy lista.

La miró, parpadeando al encontrarse con Hermione Granger en lugar de con la bruja en la que había estado pensando y frunció el ceño.

—Bien —dijo con más brusquedad de la que quería —¿Vamos? —suavizó su tono al darse cuenta de la mirada interrogante que le hecho la mujer y abrió la puerta para dejarla pasar —he reservado mesa en el mejor restaurante del pasadizo Plaka, me han dicho que tienen la mejor musaka de la ciudad y que el souvlaki es muy bueno.

—¿Qué es el souvlaki? —preguntó Hermione saliendo al pasillo.

—Vaya ¿Hermione Granger no sabe qué es algo? —dijo con una sonrisa burlona. Ella puso los ojos en blanco —son brochetas de carne de pollo, o ternera que se sirve con pan de pita y verduras o ensalada con queso feta.

—Vaya —ella rió —creo que tengo hambre ¿Qué hay de los postres?

—El baklava es bueno, pero no podemos irnos sin probar los loukoumades —la observó con una sonrisa torcida —¿Sabes qué son?

Hermione le miró de soslayo sin ocultar una sonrisa divertida.

—Sorprendentemente, no.

—Pues, deja que alimente ese cerebro tuyo, Granger, que no se diga que no hay cosas nuevas que aprender día a día —la dejó pasar por delante en el ascensor y pulsó el botón del hall — son unos pequeños buñuelos cubiertos con miel y canela de los que se dice que se ofrecían a los ganadores de los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia como premio.

—Oh —ella abrió los ojos con sorpresa —¿Es eso cierto?

Draco se encogió de hombros.

—Yo no estaba allí, pero es lo que se dice.

Mientras se dirigían a uno de los puntos de aparición, Hermione no pudo evitar pensar que Draco Malfoy no era el idiota que parecía, en realidad siempre había creído que era bastante inteligente y, por lo que sabía, aunque no regresó a Hogwarts, pasó sus EXTASIS con unas notas increíbles en Durmstrang, dónde había cursado el último año después de la guerra.

—Por aquí —Malfoy señaló un hueco entre columnas por el que acababa de desaparecer una bruja de mediana edad y le ofreció el brazo —empieza el espectáculo, Granger.

Ella inspiró hondo, apoyó los dedos en la manga de él y se pegó a su cuerpo, conteniendo un estremecimiento al darse cuenta de que su cercanía le afectaba más de lo que le gustaría aceptar.

—Arriba el telón —murmuró en el mismo segundo en el que se aparecieron.

En el momento en el que pusieron un pie en el pasadizo Plaka Hermione jadeó, impresionada.

—Madre mía —susurró afianzando su agarre en Malfoy y pegándose a él como habría hecho con Harry o con Ron —¿Has visto esto? —abrió la boca y rió —es impresionante.

Draco, muy a su pesar, sonrió ante el arranque de la bruja. Sabía que, en otro momento o en otra época, se habría metido con ella por semejante falta de elegancia, ya que parecía una cría llegando por primera vez a Hogwarts en una de las embarcaciones de Hagrid.

Pero en lugar de soltarle algún comentario sarcástico o burlón, se limitó a dejarla disfrutar del momento y de disfrutarlo con ella, a su manera.

La verdad era que el lugar era increíble.

Habían aparecido al final de una calle estrecha y serpenteante que subía en cuesta hasta que se perdía a la vista en las casas de más arriba.

Los edificios no tenían más de tres plantas y, pese a que se parecía mucho al callejón Diagon, era bastante más estrecho con las casitas blancas y amarillas, alguna de color teja e incluso una rosada. Tenían contraventanas de madera pintada, en azul , rojo o blanco y había plantas por doquier. Algunas incluso trepaban por los muros y de los unos cuantos balcones colgaban flores moradas.

Comenzaron a caminar tomados del brazo, mientras Hermione señalaba de uno a otro lado los comercios cerrados que había a izquierda y derecha.

—Mira —le empujó hacia un edificio de dos plantas con ventanas de madera y alegres flores de colores en el balcón del piso superior —es una delegación de la Agencia de Colocación de Elfos Domésticos. Y aquí —fueron a la casita de un solo piso que había justo al lado —Cazaofertas de Quidditch.

—Creo que no suena demasiado bien —dijo Draco arrugando la nariz en una mueca de disgusto —es mucho mejor la tienda de Artículos de Calidad para Quidditch.

—¿Cómo lo sabes? —replicó ella —ni siquiera está abierto.

Él se encogió de hombros con indiferencia.

—Artículos de calidad y Ofertas… está claro que debe ser una tienda de segunda mano o de artículos de mala calidad.

Ella resopló.

—Eres un snob, Malfoy.

Él solo arqueó una ceja y continuó andando.

Un poco más arriba, los comercios que seguían abiertos, restaurantes, cafeterías y algunos pubs, tenían mesas y sillas en la calle, salvando escalones y, pese a la peculiar aglomeración, las velas, flores y colores, combinaban dando un aspecto alegre al lugar.

—Ese es nuestro sitio —dijo Draco guiándola entre las mesas hasta la puerta de un bonito local en el que podía leerse "La casa de las Erinias" —por suerte reservé un privado en el interior —murmuró con disgusto abriéndose paso entre las sillas para acceder al interior.

—Oh, a mí me parece que tiene su encanto.

Él rodó los ojos, puso la mano al final de su espalda y la dio un pequeño empujón.

—A mí no. Disculpe —dijo a la camarera que había cerca de la entrada —tenemos una reserva.

—¿A nombre de quién? —preguntó haciéndoles un gesto para que la siguieran hasta la barra.

—Malfoy.

Ella se agachó para pasar al otro lado, donde un mago servía varias copas a golpe de varita y miró unos pergaminos.

—Sí, el reservado de arriba ¿Megeara? —llamó a la otra bruja que estaba sirviendo a las mesas del interior —¿Puedes acompañarlos al reservado?

La chica, que no podía tener ni siquiera veinte años, se acercó con una enorme sonrisa y les señaló la escalera de caracol que había al final de la barra.

—Por aquí.

Draco volvió a empujar a Hermione con delicadeza poniéndole la mano en la espalda y, cuando ella comenzó a subir casi se puso bizco mirando el trasero que tenía justo delante de la cara.

Sus dedos hormiguearon por la necesidad que sintió de aferrar aquellas nalgas con sus manos y amasarlas para ver si eran tan espectaculares como parecían.

Por Morgana, realmente tenía que empezar a hacer algo con su vida sexual.

Pero, aunque se dio a sí mismo más de cincuenta razones por las que debería apartar la vista del culo de Granger, no fue capaz de hacerlo hasta que dejaron atrás la escalera e, incluso entonces, continuó dando ligeros vistazos a esa parte de su anatomía recientemente descubierta.

¿Por qué de pronto se sentía tan atraído por ella? Siempre había pensado que era bastante vulgar y, pese a que los años le habían sentado bastante bien no dejaba de ser… bueno, Granger.

—Aquí lo tienen

La bruja abrió unas puertas dobles pintadas de azul celeste y descubrió un pequeño reservado en el que apenas cabía una mesa para dos pero, pese al tamaño, ambos se quedaron maravillados por la vista al colorido pasadizo y lo romántico que parecía el rincón que les habían asignado.

Draco, metido en su papel, apartó una de las sillas para que ella se sentara y sonrió. Además, sabiendo que la camarera estaba pendiente de cada uno de sus gestos, pasó los dedos por la mano y el brazo de Granger en una caricia de amantes y se sintió más que halagado al ver cómo la piel de la bruja se erizaba y enrojecía.

—¿Qué quieren beber? —preguntó la camarera en el vano de la puerta.

—¿Vino, querida? —preguntó Malfoy una vez se sentó frente a Hermione.

—Sí, por favor —susurró ella, bastante menos segura que él en ese papel que ambos interpretaban.

—Una botella del mejor Savatiano que tengáis.

—En seguida —con un golpecito de varita les acercó un par de pergaminos encuadernados —aquí tienen los menús, volveré con el vino y les tomaré nota.

Cuando se fue, Hermione, que sentía que había estado conteniendo la respiración, dejó salir el aire con brusquedad y se pasó las manos por las mejillas.

Aquella caricia había removido algo dentro de ella en lo que no quería pensar. Los dedos de Malfoy, que siempre pensó que serían fríos y suaves como los de un ofidio, eran cálidos y ligeramente ásperos y mandaron pequeñas descargas a cada una de sus terminaciones nerviosas.

Nunca, ni en un millón de años, habría esperado que el hurón le hiciera sentir el estómago del revés.

Nauseas. Eso sí, Draco Malfoy le provocaba nauseas… sonaba mucho mejor que decir que Draco Malfoy acababa de ponerla cachonda con una sola caricia en su brazo.

Santo Dios, aquello era tan increíble que rayaba lo absurdo.

—¿Sabes qué quieres, Granger? —preguntó Malfoy con aquel tono frío que arrastraba las palabras.

Genial.

Aquello le puso de mal humor. Allí estaba ella con aquella amalgaba de sentimientos imposibles y ridículos y él ni siquiera había sentido una ligera atracción.

Le odiaba.

—Sí, souvlaki de pollo.

—Perfecto —se giró a mirar a la camarera que regresaba con la botella de vino blanco — trae un poco de pan de pita con Tzaziki y unas dolmadakias para compartir. Después un souvlaki de pollo para ella y uno de ternera para mi.

—En seguida.

Ella sirvió el vino y se volvió a marchar dejándolos nuevamente solos.

—Por un viaje sin contratiempos —murmuró Draco levantando su copa en un brindis.

—Por no matarnos el uno al otro —replicó ella.

Draco sonrió, con una sonrisa sincera que iluminó sus ojos y relajó su normalmente tenso rostro.

Hermione sintió de nuevo un tirón en el estómago y dio un largo trago de vino.

Necesitaba algo más fuerte si quería sobrevivir a aquella noche.

Mientras, en Grinmauld Place, el dolor de cabeza de Harry había pasado de nivel uno a nivel cuatro en tan solo una hora.

Después de que se desatara el caos en el pasillo, terminó regresando al salón para sentarse mientras el resto de sus amigos hablaban todos a la vez, gritaban, se pedían dinero e intercambiaban palabras de todo tipo que fueron subiendo de volumen y agresión en el caso de Ginny y Blaise.

Ron, que parecía haberse quedado en estado catatónico, se había dejado caer en el sillón de al lado y tenía la mirada perdida, balbuceaba cosas incomprensibles de cuando en cuando mientras Padma, solícita y algo molesta, le daba golpecitos en la mano y la espalda murmurándole lo que empezaron siendo palabras de consuelo y terminaron sonando similares a ordenes militares para que espabilara de una buena vez.

—¿Cómo se os ha ocurrido mandarla con Malfoy? —Nott, que se sentó a su lado, hablaba en ásperos susurros.

—Era la mejor opción — replicó Harry frotándose las sienes.

—Podría haber ido yo.

—No, no podías. Además fue una orden de Loughty respaldada por Kingsley.

—Ha sido la peor de las ideas, Potter —Theo hablaba entre dientes, con los puños apretados —no me fio de él.

—Bueno, pues deberías —dijo con repentina brusquedad, cansado de todos ellos — Malfoy lleva años trabajando en la seguridad mágica de nuestro país. Clandestinamente o no, su trabajo es muy bueno. He leído los informes de la Agencia que me ha enseñado Loughty y, aunque no puedo hablar de ellos, déjame decirte que son impresionantes —frunció el ceño y observó a su amigo con intensidad —Hermione está más que segura al lado de Malfoy.

—¿Estás seguro de eso? —replicó Theo sin dejarse amilanar por el auror.

—Claro que lo estoy

—Pues yo no —levantó la mano —antes de que digas nada, no me refiero a su seguridad física.

Harry abrió mucho los ojos y casi soltó una carcajada.

—¿Tú también vas a empezar? —puso los ojos en blanco y señaló a Ron —¿De verdad, Theo? —Volvió a frotarse las sienes —Zabini piensa que Hermione es la última mujer en la que Malfoy se fijaría y creo que tiene razón.

—Malfoy tiene bastante buen gusto, Potter y Hermione se ha convertido en una mujer muy hermosa.

Harry contuvo una sonrisa al escucharle. Sabía que a Nott le gustaba Hermione, pero él nunca había estado tan cerca de ratificar sus sospechas.

—Lo sé, pero según Blaise es un clasista que nunca sale con nadie por debajo de su posición.

—¿Y quién ha dicho que tenga que salir con ella? —él resopló —no me gusta todo esto, Harry. No me gusta nada —se pasó una mano por el pelo, despeinándose —además acabas de decirles a todos que están juntos.

—Ese era el plan. Si alguien sospechaba de su tiempo juntos…

—Lo sé lo sé —dijo fingiendo un estremecimiento —lo entendí a la primera.

Zabini, que parecía haber terminado de discutir con Ginny, se dejó caer entre medias de los dos.

—Ese cabrón me ha hecho perder cinco galeones ¿Cómo es posible que se haya liado con Granger? —les preguntó con incredulidad —quiero decir, ella está muy buena y todo eso pero… ¡Es Draco! ¡Y Granger! Merlín… es como si Weasley hubiera acabado liándose con Pansy —arrugó la cara en una mueca de asco.

—Sí —masculló Theo con fastidio, mordiendo las palabras —es increíble.

—Yo apostó por ti ¿Sabes tío? —le dijo fulminándole con la mirada —pensaba que estábais juntos, ya sabes, Hermione y tú… tan listos y eso —se encogió de hombros.

Theo murmuró algo ininteligible y Zabini se cruzó de brazos.

—No sé como has dejado que te la levante en tus narices —refunfuñó, molesto por haber perdido la apuesta —¡pero si cuando se fue contigo el otro día la tenías en el bote! Tío siempre he dicho que te hace falta un poco más de empuje Theo, eres demasiado misantrópico para tu propio bien, y para el mío, dicho sea de paso.

—¿El tuyo?

—Sí, el mío. He perdido cinco galeones por tu culpa.

—Pensé que había sido culpa de Malfoy —replicó él.

—También. ¿Quién iba a pensarlo? Draco y Hermione… es que hasta pronunciar los dos nombres juntos da mal rollo —fingió un temblor

—Mañana quiero mis cinco galeones, Zabini —Ginny se sentó en el regazo de Harry y dio una patada a la pierna de Blaise —sin excusas.

El moreno gruñó pero asintió, se puso en pie y se acercó a la chimenea.

—Me voy a lamerme las heridas. Mañana te acompaño a Holyhead, pelirroja, quiero que me presentes a la nueva bateadora del equipo.

—Está comprometida —respondió ella.

—Oh, pero no casada ¿Verdad? —replicó con un guiño antes de desaparecer entre llamaradas verdes.

—Idiota —masculló Ginny levantándose y dando palmas —todos fuera —cuando la escuchó Harry estuvo a punto de caer de rodillas agradecido —nos vamos a dormir. Ya he tenido bastante por hoy.

Cuando todos se marcharon Ginny empujó a su novio hacia las escaleras.

—Mañana me voy y no vamos a discutir, pero no me olvidaré de esto, Harry Potter. Voy a querer saber por qué has mantenido esto en secreto.

Él cerró los ojos pensando que, si esto le parecía malo, en el momento en que todo se supiera, aquella pelirroja a la que tanto amaba iba a poner el grito en cielo.

Esperaba que al menos en aquella ocasión no le doliera tanto la cabeza.