Hola!
Espero que os esté gustando la historia. Puede que la escena se me fuera de las manos pero... Un momento ¿Quién no quiere a ese Malfoy en la ducha? Porque yo firmo donde haya que firmar xD
AJ
Los muertos hablan
Harry estaba terminando una cena tardía, solo, en la cocina de Grinmauld Place. Ginny había vuelto a Holyhead y, aunque en un primer momento había quedado con Ron y George para ir a tomar algo al Caldero Chorreante, el papeleo en la Oficina de Aurores le había retenido hasta más allá de la hora de cenar y finalmente tuvo que enviar una lechuza a sus amigos para cancelar la salida.
Por suerte, Kreatcher, que desde la batalla de Hogwarts había decidido cambiar su lealtad a la familia Potter y se mostraba como un elfo orgulloso de servir a aquel que había terminado con el Lord Tenebroso, se ocupaba de él con tanta devoción que, si no fuera por su hosco carácter y su sempiterna cara de mal humor, Harry hubiera pensado que tenía de vuelta a Dobby con su extremo fervor y su eterno apego
De modo que, al escucharle llegar, el viejo elfo salió de su madriguera y le preparó la cena sin una sola palabra.
Cansado, se limpió los labios con la servilleta y recogió los platos antes de subir a su habitación.
Había sido un día complicado, como parecían serlos todos en los últimos tiempos. Aquellas muertes tan extrañas empezaban a poner al departamento de los nervios y para él, que además sabía todo lo que había bajo la superficie, estaba siendo muy difícil lidiar con Robards y sus compañeros mientras investigaba el asunto desde dos perspectivas distintas.
Nott también estaba siendo un grano en el culo, no solo le había enviado tres notas a lo largo del día preguntándole por Hermione, sino que, además consiguió contagiarle su obsesiva inquietud y Harry llevaba todo el día preocupado por su amiga y por las posibilidades de que, su estancia en Grecia con Malfoy hubiera sido un enorme error de cálculo.
Deseando descansar unas cuantas horas antes de volver a recibir cualquier tipo de comunicación de Theo, sacó el pijama de debajo de la almohada en el mismo instante en que unos picotazos en el cristal de la ventana le hicieron mirar al exterior.
—Si eres tú, Nott, vamos a tener más que palabras —dijo en voz alta apretando los dientes.
Abrió para tomar la carta que le ofrecía la lechuza y abrió el sobre mientras el ave elevaba el vuelo internándose de nuevo en la noche.
No era Theo.
Ven a Tinworth.
Te espero en El Refugio.
K
Preocupado, Harry dejó la nota sobre la cama y bajó corriendo las escaleras cogiendo de nuevo la capa de auror de la percha antes de aparecerse directamente a la entrada de la casa de Bill y Fleur a las afueras de Tinworth.
—¡Haggy! —Fleur abrió, tiró de su mano y le arrastró a un fraternal abrazo —que alegría vegte. Pasa, Bill está con Kingsley en el salón —le empujó hacia la puerta —tengo que ig a veg a los niños. Dominique está enfegma y no quiego que contagie a sus hegmanos.
Cuando la rubia se marchó corriendo por la escalera, Harry se apresuró a ir hasta el salón.
—¡Harry! —Bill se levantó y estrechó la mano del moreno dandole una palmada en el brazo —¿Cómo estás?
—Bien —el auror se colocó las gafas y saludó a Kingsley, mirándole interrogante.
—Está bien, Harry. Le he contado a Bill todo lo que ha ocurrido.
—¿Todo? —Harry se sentó frente a su futuro cuñado y se cruzó de brazos.
—Sí. Sabe lo del báculo y que estamos intentando averiguar qué ha ocurrido —le miró con intensidad y él supo que el SISA seguía siendo un secreto — Él es un experto rompemaldiciones que ha pasado años en las pirámides de Egipto. Theodore Nott es bueno, es un magnífico inefable, pero Bill es el mejor.
Weasley sonrió con incomodidad y alzó una ceja
—Gracias, Kingsley —respondió apoyando los codos sobre las rodillas.
—No es más que la verdad —replicó el Ministro con una risa seca —ojalá hubieras aceptado el puesto que te ofrecí en el Ministerio.
Bill rió y se pasó la mano por su pelo pelirrojo, sacudiendo la cabeza.
—Gringotts paga mejor —dijo con los labios curvados —además el trabajo es más interesante habitualmente.
—Perdonar que interrumpa —Harry, que empezaba a sentirse frustrado y que estaba realmente cansado, sonó algo brusco — ¿Por qué estamos aquí? —arqueó las cejas mirando a sus amigos —es genial verse y todo eso, pero estaba a punto de irme a dormir.
—Sí, lo siento, Harry —Shacklebolt apoyó una mano en el hombro del moreno y dio un ligero apretón —Ha ocurrido algo terrible en Tinworth. Un equipo de aurores está sobre el campo investigando, pero he pedido a Robards que no te llamara porque quería ponerte sobre aviso, además hablando con Bill he pensado que quizás, lo que me ha contado, pueda tener algo de peso en tu investigación.
Harry sopesó las palabras del Ministro y siguió mirándole con sus ojos verdes llenos de preguntas.
—¿Qué ha ocurrido? ¿Otro asesinato?
—Sí —el mago apretó los labios con fuerza y dejó escapar un suspiro trémulo y cansado —lo siento, Harry, es un antiguo amigo tuyo, creo recordar.
Él se sintió repentinamente tenso y apretó los puños sobre sus rodillas.
—¿Quién ha sido? —sintió cómo su corazón se aceleraba, pensando en todos y cada uno de los amigos y compañeros que había conocido desde que llegó a Hogwarts a la edad de once años —¿Kingsley?
—Dean —dijo sacudiendo la cabeza con pesar —Dean Thomas.
Harry abrió los ojos desorbitadamente.
—¿Qué? —se levantó mirando a Bill y Kingsley alternativamente —¿Dean está muerto? —Se quitó las gafas, las guardó en su bolsillo y se frotó la cara antes de volver a colocarlas en su sitio —joder… —se paseó por la estancia, furibundo —menuda mierda —contuvo las repentinas ganas que sintió de golpear algo y se sentó, dejando escapar el aire de golpe —¿Qué ha ocurrido?
Kinglsey se recostó en el sillón y apoyó la cabeza en el respaldo. No le veía tan ojeroso y demacrado desde la guerra y Harry se dio cuenta de que toda aquella caza de renegados estaba pasándoles factura a todos.
—Estaba vivo cuando llegaron Harvey y Sienna. Hubo una llamada de aviso, su compañero de piso le encontró.
—¿Su compañero? —Harry se golpeó la frente con la palma de la mano —tengo que avisar a Neville —se frotó la nuca y sacó la varita —Dean comparte… compartía casa con Seamus, debe estar destrozado, era su mejor amigo —maldijo y convocó a su patronus para mandar un mensaje a Neville pidiéndole que fuera a acompañar a Seamus en el trago que debía estar pasando —¡Maldita sea! Dean no era hijo de muggles. Era mestizo, como Seamus.
—Lo sabemos —Kingsley abrió los ojos y negó con la cabeza —murió en los brazos de Sienna, tenemos sus pensamientos, Harry. Cuando acabemos aquí ve a San Mungo y habla con Katie y con ella, es imperativo investigar esto cuando antes —Se giró hacia Bill —cuéntale lo que me has dicho antes.
—Sí, ese báculo del que Kingsley me ha hablado, el báculo de Asclepio, me recuerda a un artefacto oscuro que había en Egipto, el cetro de Imhotep —levantó las manos pidiendo paciencia —mejor empiezo por el principio —Harry se puso cómodo y, pese a que su rostro no lo demostró, deseó fervientemente que Hermione estuviera allí para escuchar y analizar lo que Bill dijera —como sabéis, Egipto fue el primer lugar donde se registró la magia. De hecho durante la época antigua, siglos antes de que se promulgara el Estatuto Internacional del Secreto Mágico, los magos y brujas de Egipto eran venerados, muy apreciados por la sociedad. Ellos fueron quienes colocaron las maldiciones de las tumbas y, déjame decirte, eran condenadamente buenos. Para los muggles, Imhotep fue un erudito —frunció ligeramente el ceño —el primer ciencífilo —miró a Harry.
—Científico —corrigió el auror.
—Cierto, el primer científico porque era médico, ingeniero, arquitecto… —sonrió —es muy curioso, porque para ellos fue el primero porque usaba la medicina sin usar la magia —chasqueó la lengua —digo que es muy curioso porque Imhotep era un mago, uno muy poderoso, además.
—Entonces ¿Por qué dicen que era un médico o un científico porque no usaba la magia? Si en aquellos tiempos la magia no era un secreto…
—Exactamente por eso… ¿Cómo van a creer los muggles que curaba utilizando algo que para ellos no existe? —se encogió de hombros —en sus escritos hablan de que recomendaba el uso de ciertas hierbas y trataba las heridas y las enfermedades de forma racional, sin usar tratamientos mágicos. Eso era cierto. Pese a que el Estatuto del Secreto no se promulgó hasta 1689, era una ley no escrita el que los magos y brujas no utilizaban la magia para tratar a los muggles o sus enfermedades. Imhotep era, como ellos dicen, un erudito y es por lo que he aprendido en Egipto, era versado tanto en Aritmancia como Aritmética y Geometría y experto en pociones, lo que le ayudó a utilizar los ingredientes que tan bien conocía de otras formas en las que podía ayudar al cuerpo humano sin usar la magia.
—¿Y qué tiene todo esto que ver con el báculo de Asclepio?
—Los muggles piensan que el mito de Asclepio está relacionado con Imhotep y, de hecho, en el Ministerio de Egipto tienen un cetro similar al que robaron en Atenas, que perteneció al mago.
—¿Y qué tipo de artefacto es?
—Oscuro —murmuró Bill entrecerrando los ojos.
—Pensé que Imhotep era un erudito y un científico.
—Sí, lo era. Pero también fue un poderoso mago tenebroso del antiguo Egipto. Tanto le admiraban que le convirtieron en un dios.
—¿Cómo puede alguien convertirse en un dios? —Preguntó Harry con una mueca de incomprensión.
—No puede, pero los muggles le divinizaron y el poder se le subió a la cabeza. Llegó a crear varios Inferius en su afán por devolver la vida a los muertos. Se cree que uno de ellos consiguió regresar a la vida de forma plena, sin ser solo un cadáver reanimado para usar al antojo del mago que lo crea.
—Suerte que ese cetro está custodiado en Egipto ¿Verdad? —preguntó Harry presa de un repentino e inquietante temor.
—Sí —Bill sonrió sin humor —tranquilo, me he asegurado de que está allí. No es tu báculo.
—Pero piensas que puede estar relacionado ¿No?
—Al menos creo que, investigando las propiedades del cetro, es posible que puedas hacerte una idea de las del báculo… si el mito, como te digo, está relacionado…
—El báculo puede ser una "imitación" del cetro de Imhotep —terminó Harry.
—Es una posibilidad —respondió Bill —merece la pena investigarla.
—¿Puedes ayudarnos?
—Ya lo he hecho, creo —se levantó y fue a buscar varios pergaminos y sobres —he recibido esto esta mañana de mis contactos en El Cairo.
—Gracias Bill —Harry sonrió y le palmeó el brazo, agradecido.
—Ojalá pudiera hacer algo más, pero no es el mejor momento —señaló el piso superior donde los llantos de un bebé no dejaban de subir de volumen —es mejor que vaya a ayudar a Fleur, Dominique está mala y Louis parece tener un berrinche importante.
—Gracias de nuevo, Bill —Kingsley se había levantado y estrechaba la manos de Weasley.
—Mantenedme informado.
Se marchó con su familia y Harry se quedó solo con el Ministro.
—Será mejor que vaya a San Mungo —dijo con un suspiro.
—Lo siento, Harry —se apretó el puente de la nariz e inspiró hondo —estaré en el Ministerio si necesitas algo.
—Tal vez deberías ir a dormir un rato.
—Más tarde —replicó antes de aparecerse.
Media hora más tarde, Harry estaba en San Mungo intentando tranquilizar a una muy alterada Sienna que temblaba incluso después de haber tomado dos viales de poción calmante.
A la auror le había afectado mucho la situación que había vivido en casa de Dean y Seamus. Entre lágrimas le contó que, tras el aviso, Harvey y ella llegaron a la pequeña casa de Tinworth para encontrarse una dantesca escena que nunca hubieran imaginado.
El cuerpo de Dean tenía cortes por todas partes, como si le hubieran acuchillado en las piernas, brazos, pecho e incluso en el rostro. Por los detalles que le dio su compañera, Harry no pudo evitar pensar en el hechizo sectumsempra que él mismo había utilizado, mucho tiempo atrás, contra Malfoy.
Al parecer un medimago de emergencias había ido hasta allí pero, aunque Dean aún vivía cuando llegaron, no fueron capaces de hacer nada para ayudarle.
— Solo dijo un nombre cuando llegué —estaba diciendo la bruja —lo repetía una y otra vez. Lestrange.
Harry se estremeció porque ese nombre le traía recuerdos que prefería olvidar.
—¿Solo Lestrange?
—Sí —ella levantó las manos en un gesto de impotencia —sólo decía eso.
—Está bien, termina el te, Sienna. Iré a hablar con Katie.
Y después pensaba escribir a Theo, regresar al Ministerio e interrogar, una vez más, a Rockwood. Llevaban semanas esperando que Nott y su compañera encontraran la forma de entrar en la destrozada mente del mortífago, después de que sus intentos de interrogatorio fracasaran de forma estrepitosa.
Tenían que acceder a su cabeza. Harry estaba seguro de que ese malnacido sabía cosas que necesitaban averiguar cuanto antes.
—Harry, por fin —Katie estaba saliendo de la sala de Autopsias Mágicas y Recolección de Pruebas y Pensamientos —iba a ir a buscarte —abrió de nuevo la puerta para dejarle pasar —tienes que ver los recuerdos de Dean —caminó con ligereza hasta un pensadero portatil que tenían en un rincón y lo señaló —voy a ir a escribir el informe mientras echas un vistazo.
—¿Los has revisado?
La mujer asintió y él pudo ver como su garganta subía y bajaba levemente.
—A veces los muertos hablan, Harry.
Le dio un apretón en la mano y se fue a la sala adyacente.
Harry vio que el pensadero estaba activado y que el recuerdo ondeaba en la superficie y, sin pensarlo demasiado metió la cabeza dentro y sintió el familiar tirón.
Dean estaba sacando la basura y silbaba una canción que Harry había escuchado el verano anterior en la radio muggle, parecía estar tranquilo y relajado y, aunque ya estaba haciéndose de noche, las farolas proporcionaban una buena visibilidad de la calle que estaba completamente vacía.
Cuando cerró el cubo de la basura y emprendió el camino de regreso aparecieron dos encapuchados vestidos completamente de negro.
Uno le cortó el paso y el otro se quedó tras él, ambos con las varitas en alto y pose agresiva.
—Qué demonios… —Dean echó mano a su bolsillo pero no llevaba la varita y entonces miró en derredor, para asegurarse de que no había muggles cerca —¿Qué ocurre? —preguntó haciendo alarde de su valor Gryffindor —¿Qué queréis?
Una risa oscura y desagradable se escuchó a su espalda.
—A ti, por supuesto
Dean quiso girarse pero el que tenía delante se lo impidió.
—No queremos que te pierdas la sorpresa…
—¿De qué hablas? ¿Eres tú el que está asesinando gente? —preguntó sin que le temblara la voz —¿Sois vosotros?
—¿De qué te servirá saberlo? Si somos nosotros estarás muerto antes de que te sirva de nada la información.
Se rieron, burlones.
—¿Vais a matarme entonces?
—Ah… no lo sabemos, eso es lo más divertido de todo.
Por el rabillo del ojo, Dean vio que alguien más se aparecía a su derecha y, aunque no pudo girarse ya que alguno de los otros dos había usado esa pequeña distracción para petrificarle, vio, al caer al suelo, el reflejo de un extraño bastón apuntando hacia él y unas palabras ininteligibles susurradas con voz ronca.
Pese a que Dean no tenía el pleno uso de sus facultadas físicas, podía ver, oír y sentir, por lo que, cuando los primeros cortes empezaron a rasgar su carne, el dolor que sentía era únicamente visible en sus ojos mientras la sangre resbalaba de sus heridas empapando la grava del camino de entrada a su hogar.
—No ha funcionado —se escuchó decir a uno de ellos
—Mmmm, quizás sí…
—¡Eh! —La primera voz sonaba molesta — se ha ido —le dijo a su compañero —este niñato me empieza a cansar.
—Sí… vayámonos.
En el momento en que ambos encapuchados se aparecieron, una ráfaga de aire movió la capucha de uno de ellos y Harry salió del recuerdo echándose hacia atrás.
—Rodolphus Lestrange
Se colocó las gafas y se frotó la cicatriz en aquel hábito adquirido que no era capaz de dejar atrás.
No estaba muerto.
Habían pensado que murió en la batalla de Hogwarts, pero no. Estaba allí.
—Maldita sea.
¿Cuántos de esos mortífagos que creían muertos estaban vivos en realidad? ¿Cuántos más habían escapado?
La brisa entraba por las puertas abiertas de la habitación de Hermione, acariciando su cuerpo desnudo y ardiente. Tembloroso aún por la increíble experiencia que acababa de vivir.
Ella nunca, jamás, en sus veintiséis años, había experimentado algo como aquello, esa entrega, esa ansia, ese anhelo.
Sintió que enrojecía al recordar su falta de vergüenza, la forma en la que se había rendido a él, como se había plegado a su voluntad y como, aún peor, le había prácticamente devorado con un descaro que estaba muy lejos de su personalidad.
O al menos así había sido siempre.
Hermione no era una tímida y virginal doncella, hacía tiempo que había dejado atrás la virtud, fisicamente hablando y, aunque era la antítesis de la promiscuidad, su relación con Viktor fue sana y saludable y el sexo había sido una parte importante de ella.
Pero pese a ello, nunca se había perdido a sí misma de esa forma.
Jamás.
Ella no era sumisa ni recatada, pero distaba mucho de ser salvaje y desinhibida, o eso creía.
¿Quién hubiera pensado que Draco Malfoy sería la persona que haría hervir su sangre hasta volverla prácticamente loca? Sus hormonas cantaban a su alrededor, la atracción física que experimentaba hacía él era tan visceral que debería estar verdaderamente asustada. Parecía como si todo en antagonismo y el odio que habían sentido durante su infancia y su adolescencia se hubiese transformado, como una transformación química en la que la composición de la materia cambiaba, reorganizando sus componentes y mezclándolos con otros nuevos hasta originar algo diferente, algo a lo que ni siquiera era capaz de poner nombre.
El niño, había sido repelente, creído e idiota.
El adolescente, cobarde, racista y elitista.
Y el hombre… el hombre era misterioso, frío y distante, pero al mismo tiempo, en contraposición, vislumbraba en él calidez, cercanía y familiaridad. Era intrigante.
Además la hacía sentir deseada, femenina, incivilizada y salvaje.
—Si me das unos minutos prometo volver a empezar —murmuró Draco con los labios pegados al cuello sudoroso de ella.
Hermione no pudo evitar una risita y notó como él sonreía antes de darle un pequeño mordisco en el punto en el que el cuello se unía a su hombro.
Aún le sentía dentro de su cuerpo. Su miembro había dejado de ser una barra dura y candente y se sentía más suave, aunque con los espasmos de su risa se había tensado y endurecido un poco más.
—Puede que no necesite tanto tiempo.
Habló de nuevo con esa voz ronca tan terriblemente sexual que hacía que Hermione se humedeciera y pasó la lengua por el lóbulo sensibilizado de su oreja.
—¿Qué me dices, Granger? —le dio un tirón y presionó sus caderas contra las de ella, empujándose de nuevo dentro de su cuerpo —¿Quieres más?
Ella gimió, le agarró de las nalgas y se arqueó cuando embistió de nuevo.
—Sí —dijo en un murmullo, ladeando la cabeza para darle mayor acceso a su cuello.
Draco le mordisqueó el cuello, dejando pequeños besos en su mandíbula y succionó su barbilla antes de buscar nuevamente sus labios. Arrastró las manos por los costados de aquel pequeño cuerpo femenino y sujetó sus nalgas para girar sin salir de ella.
Gimieron cuando la espalda de él dio en el colchón y ella rebotó sobre su miembro, empalándose hasta que casi pudo sentirle rozando el cuello de su útero.
—¡Draco!
Hermione gritó con la profunda penetración y él apretó los dientes, sujetándola con tanta fuerza de las caderas que ella lanzó un quejido.
La respiración de ambos se volvió áspera y se quedaron quietos, mirándose con ojos vidriosos, con sus cuerpos sudorosos e íntimamente unidos.
—Echate hacia atrás —Draco, con la cabeza sobre la almohada, se lamió los labios e intentó quedarse quieto —pon las manos en mis rodillas y arquea la espalda —su voz era brusca, oscura y tan sexual que Hermione sintió que sus músculos internos se apretaban abrazando su pene.
Jadeando, con la respiración entrecortada, hizo lo que le decía y arqueó la espalda, rompiendo el contacto visual con él y echando la cabeza hacia atrás.
Draco dejó escapar el aire con un bufido al verla y se estremeció, comiéndosela con los ojos sin pudor.
Ante él ella se le ofrecía por entero; sus muslos abiertos, su estómago plano con pequeñas gotitas de sudor arqueado, sus pechos alzados con los pezones erectos y endurecidos.
Miró el punto exacto donde su polla desaparecía entre aquellos pliegues que brillaban empapados y soltó una de sus caderas para acariciar su inflamado clítoris, usando sus dedos para masajearlo.
Ella gimió con fuerza y Draco aumentó las caricias.
—Muévete —ordenó sin dejar de acariciarla, apretando con los dedos el endurecido bulto sensible hasta que ella gritó de nuevo —más fuerte —clavó los talones en el colchón y se empujó hacia arriba mientras ella rebotaba sobre él, temblando, ciñendo su miembro, oprimiéndole con fuerza una y otra vez. La sintió estremecerse y el calor en su bajo vientre se hizo insoportable. Sabiendo que no iba a aguantar mucho más, usó los fluidos que les mojaban a ambos para acariciarla más salvajemente, con más rapidez —córrete —dijo con los dientes apretados, ayudándola a subir y bajar con más fuerza sobre él —córrete… Hermione.
Y ella lo hizo.
Pudo sentir como los espasmos de sus músculos internos le ordeñaban sin compasión, intentando arrastrarle con ella en el clímax.
Y él se dejó ir, se corrió con ella con tanta fuerza que, en un momento de enajenación, se preguntó si Granger no sería un dementor del sexo capaz de drenarle el alma.
Cuando se calmaron de nuevo rato después, Draco rió sin poder evitarlo y ella, que estaba tirada sobre su cuerpo, con la cara sobre su hombro, alzó la cabeza para mirarle con el ceño fruncido.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó con la voz ligeramente enronquecida.
Draco la miró con los ojos brillantes de humor y le apartó con un dedo el pelo húmedo de la frente.
—Me preguntaba si eras un dementor sexual —dijo, burlón.
Ella le fulminó con la mirada.
—No sé como tomarme eso.
—Como un cumplido, sin duda —volvió a apoyar la cabeza en la almohada y le acarició las nalgas, los muslos y la espalda en movimientos lentos —creo que nunca me había sentido tan jodidamente saciado.
—Justo lo que una mujer quiere escuchar.
Él le dio un azote en el culo con suavidad y cerró los ojos, sonriendo.
—Eres toda una leona, Granger.
Ella murmuró algo ininteligible y se acurrucó sobre él, durmiéndose prácticamente en el acto.
Draco continuó acariciando su trasero y su espalda, reacio a dejar de tocarla.
Había sido, con mucho, el mejor polvo de su vida y, aunque era muy consciente de que, tal y como le había dicho a ella, lo que pasara allí, allí se quedaría, no podía evitar querer exprimir el momento todo lo posible.
Al día siguiente deberían volver a la realidad y, en unos días, regresarían a un mundo en el que Draco Malfoy, ex mortífago, alquimista, coleccionista de artefactos oscuros y rico heredero de la familia Malfoy, perteneciente a los Sagrados Veintiocho, no se acercaría jamás a Hermione Granger, hija de muggles, ex heroína de guerra, miembro del trío de oro y posiblemente futura Ministra de Magia.
Así era la vida.
Aunque mientras tuviesen que fingir que eran una posible pareja en ciernes ¿Por qué no podían sacar algo de beneficio mutuo?
Además, estaba seguro que cuando saltara la noticia, menos su padre, el resto de la sociedad mágica, estúpida como era, estaría encantada de que la heroína de guerra y el ex mortífago estuvieran retozando juntos por cualquier ciudad de Europa.
De locos.
¿Por qué motivo alguien como ella querría estar con alguien como él?
Casi rió al darse cuenta del derrotero que llevaban sus pensamientos. Años atrás el sentido de la frase habría sido completamente opuesto. Pero Draco había cambiado en los años posteriores a la guerra. Mucho más de lo que nadie llegaría a saber jamás.
Y, después de todo lo que había visto y oído, después de lo que había vivido, no tenía ninguna duda de que, si alguno de los dos merecía la pena, era ella.
Él tenía mucho que redimir aún.
Después, cuando fuera el momento, haría lo que se esperaba de él y se casaría y tendría una familia porque, al fin y al cabo, era un Malfoy.
Aunque estaba deseando contarle a su padre que la futura señora Malfoy sería, muy posiblemente, Astoria Greengrass.
¿El motivo? Sencillo. Lucius la había descartado, tanto a ella como a su hermana Daphne, mucho tiempo atrás y eso, unido al hecho de que Astoria era realmente una mujer bonita, divertida y cariñosa, la hacía ideal para el papel.
No la amaba, por supuesto que no. Ni siquiera estaba seguro de tener la capacidad de amar a alguien, pero le caía muy bien, habían salido en alguna ocasión y sabía que ella estaba más que interesada.
Pero para eso quedaba mucho tiempo aún, primero tenían que terminar esa misión y después… bien, no creía que su futuro inmediato fuera una relación, mucho menos una boda o una familia.
Granger se removió a su lado y él sonrió.
No, en su futuro más inmediato lo que había era una bruja insaciable y más hermosa de lo que jamás había imaginado y pensaba aprovechar cada minuto de su tiempo con ella al máximo posible.
¿Quién habría pensado que la hija de muggles a la que había odiado casi un tercio de su vida sería capaz de hacerle perder el control del que tanto se enorgullecía?
Acarició de nuevo su trasero y cerró los ojos.
Hija de muggles o no, había algo indiscutible, Granger tenía un culo de primera.
