Hola!
Gracias por los comentarios y los mensajes, gracias por apoyar la historia y continuar aquí.
De huidas e incómodas conversaciones.
A primera hora de la mañana Harry estaba de vuelta en San Mungo hablando con Harvey que se había quedado encargado de la operación durante toda la noche.
—No hemos encontrado ningún otro cuerpo, la señorita Wright continúa desaparecida.
Harry asintió, en un gesto de mudo agradecimiento y regresó al Departamento de Seguridad Mágica, con exactitud, al despacho de Hermione.
Entró tras corroborar con su secretaria que ella había llegado y cerró la puerta a su espalda con suavidad.
—Creo que han secuestrado a Regie —dijo nada más entrar.
—¿Por qué?
—Su cuerpo no aparece y no hay ni rastro de ella.
Hermione hizo una mueca y miró a su amigo con cautela.
—Harry… has pensado que es posible que ella… en fin… ¿No es sospechoso que haya desaparecido justo después del ataque a San Mungo?.
El auror parpadeó y la miró en silencio, primero con confusión y después, cuando comprendió las connotaciones de sus palabras, con obvio malestar.
—No —dijo de forma categórica —Ella no ha tenido nada que ver con el atentado, Hermione.
—¿Cómo lo sabes, Harry? ¿La conoces realmente? Tienes que intentar ver todo esto con objetividad y lo sabes. Eres el mejor auror del cuerpo ¿Qué les dirías a los novatos que hicieran en un caso como este?
—¡Maldita sea, Hermione! Regie es mi amiga.
—¿Seguro? ¿No crees que tener a alguien dentro es la mejor forma de perpetrar el ataque? —levantó las manos para defenderse de la diatriba que él estaba a punto de soltar —No, Harry. A mi también me cae bien, pero tienes que diseccionar lo que ha ocurrido, es necesario que seas objetivo.
—Soy objetivo.
—No lo estás siendo y en el fondo lo sabes. En este momento Regina Wright es tanto una víctima como una sospechosa, no puedes descartar ninguna de las dos caras de la moneda.
Harry suspiró, cansado y se sentó en la silla que había frente a su escritorio.
—Esto es una mierda.
—Lo sé.
—Es verdad que han debido tener ayuda de alguien de dentro. La red de confidentes junto a la de espionaje de Loughty ha sido capaz de detener cualquier tipo de ataque en los últimos años ¿Por qué esté no hemos podido anticiparlo?
—Recuerda, cuando hayas descartado lo imposible, lo que quede, aunque sea improbable, debe ser la verdad.
Harry rió entre dientes.
—¿De verdad vas a citarme a Sherlock Holmes, Hermione?
—Vaya, es bueno saber que te leíste el libro que te regalé.
—Yo no soy Ronald
Ambos compartieron una sonrisa tierna y cómplice al hablar de su amigo.
—Voy a solicitar una orden de búsqueda —apoyó la cabeza en el respaldo y miró al techo —sería… decepcionante que me hubiese engañado así —murmuró casi para sí mismo —la conozco desde hace dos años, desayunamos juntos dos o tres veces por semana y me siento… cómodo con ella.
Hermione, que había tenido la sensación cuando la conoció, de que aquella bruja sentía algo más que simpatía por su amigo, decidió callarse. Harry era, posiblemente, el mejor auror de todos los tiempos, pero nunca sería, ni de lejos, la persona más astuta en temas femeninos. De hecho dudaba de que su relación con Ginny hubiera llegado tan lejos si no fuera porque la pelirroja era una fuerza de la naturaleza a tener en cuenta.
Por un momento, al ver su aflicción, quiso preguntarle qué tan cómodo se sentía con aquella mujer, pero desestimó aquello en cuanto el pensamiento pasó por su mente, Harry llevaba enamorado de Ginny desde los dieciséis años e iban a casarse. Nadie cambiaría eso.
—Espero que la encuentres —apretó los labios e inspiró por la nariz —y que todo sea un malentendido.
Harry asintió, sin mirarla.
—¿Encontrasteis algún libro interesante ayer?
—Un par de ellos, aunque aún no he podido echarles un vistazo, espero poder hacerlo esta tarde. También nos encontramos a las Greengrass —añadió tras unos minutos de silencio.
Eso sí hizo que Harry se incorporase para observarla.
—¿La pequeña no era la novia de Malfoy?
—Él dice que no —se encogió de hombros —me contó que salieron algunas veces pero nada más.
—¿Y crees que es sincero?
—Sí —replicó ella, categórica —incluso me dijo que había pensado en casarse con ella —sonrió con ironía — si eso no es sinceridad…
Harry hizo una gesto de incomodidad.
—Hermione… sé que te dije que no iba a meterme en esto pero ¿Estás segura de que esta… —alzó las manos, como si estuviera buscando la palabra correcta —relación con Malfoy, no terminará haciéndote daño?
—Harry —le miró de aquella forma en la que le miraba cuando eran unos críos y quería dejarle claro lo inteligente que era —no, no estoy segura y no, no es una… relación. Lo que tenemos es sexo sin compromi….
—¡Ick! —exclamó Harry haciendo una mueca de asco —No, no —levantó ambas manos en gesto defensivo y se tapó los oídos —eso si que no quiero saberlo, en serio, Hermione, hay cosas que es mejor no tener en la cabeza.
—¡Harry! —Su amigo se levantó y fue hacia la puerta, murmurando entre dientes —te estás comportando como lo haría Ronald.
—Oh no —la miró por encima del hombro —créeme que Ron lo llevaría mucho peor —sacudió la cabeza y abrió la puerta.
—No seas inmaduro —le recriminó, pese a que estaba sonriendo.
—Esto no se trata de madurez, Hermione, se trata de salud mental.
Cuando se fue, ella solo pudo reír mientras volvía su atención al documento que había estado revisando antes de que Harry llegara.
El auror, caminó por el Departamento de Seguridad Mágica hasta llegar a la Oficina de Aurores, pidió a Robards una orden de búsqueda para Regina Wright y fue ha hablar con Sienna para que la llevara a cabo antes de meterse en su cubículo y revisar los informes que tenía colocados por orden cronológico, desde el robo del báculo y el asesinato de la arqueóloga muggle, hasta el ataque a San Mungo.
Estaba convencido de que algo se le escapaba, de que en aquella línea temporal debía haber alguna pista, por pequeña que fuera, algún hilo del que tirar para avanzar un poco en el caso.
Estaba seguro de que la clave era Lestrange, él y ese reducido grupo al que Voldemort había mandado a buscar el báculo años atrás ¿Por qué habían vuelto a buscarlo tras su muerte? Sabía que era imposible que buscaran la vuelta del señor tenebroso, Harry se había asegurado, personalmente, de que no hubiera un solo pedazo de su alma en el mundo y, sin cuerpo ni horrocrux, ni siquiera ese maldito báculo podría traerlo de regreso.
No, Voldemort era historia pero ¿Qué era entonces lo que buscaban? ¿Habría una parte perdida del alma de Herpo el Loco en algún lugar? No quería ni pensar en tener que volver a salir a la búsqueda de alguno de esos condenados horrocruxes, ni siquiera se veía capaz de empezar de nuevo aquella locura en la que se vio abocado a embarcarse a los dieciocho años.
Pero si no era traer de vuelta a algún oscuro mago ¿Qué intentaban hacer? ¿Quienes eran? ¿Tenían algún líder? Se frotó la cicatriz, dando vueltas a aquella idea que acababa de aparecer en su cabeza.
¿Había algún mago capaz de suceder a Voldemort y a Grindelwald? ¿Podía ser así de simple? ¿Podría haber alguien intentando tomar el relevo de aquellas ideas, de aquel afán de dominar el mundo?
Harry sabía, porque no era ningún iluso, que siempre tendrían esa espada de Damocles sobre sus cabezas, que siempre existiría la posibilidad de que alguien, sediento de poder o de imponer sus ideas a los demás, tratara de amedrentar a la sociedad y dominarla por la fuerza, lo había visto de forma cíclica en el mundo muggle. Pero ¿Tan pronto? ¿De verdad no podían tener un remanso de paz después de todo lo que habían luchado por conseguirla?
—Potter —levantó la cabeza al ver a Theo en la entrada a su cubículo —tenemos que hablar —miró por encima de su hombro —te espero en tu casa en cinco minutos.
Se marchó del mismo modo sorpresivo en el que había llegado y Harry puso los ojos en blanco. Nott le caía bien, muy bien de hecho, pero a veces olvidaba que era un Slytherin y que, en ocasiones, podía ser tan autocrático y déspota como el mismo Malfoy.
Suspirando, recogió los papeles que había extendido sobre la mesa, los metió en un sobre y los guardó, saliendo hacia el Atrio.
Mientras Harry iba a casa de Theo, Draco salía de una reunión nada productiva con Lougthy.
Había tratado, por todos los medios, de formar parte del equipo de Tony y Adrian, que había sido enviado a Bruselas para una misión rápida de apenas dos días en la que tenían que reunir información sobre Alecto Carrow quien, por lo que sabían, a diferencia de su hermano que se pudría en Azkaban, había conseguido huir de Inglaterra tras la batalla de Hogwarts.
Gracias a un chivatazo de la Oficina de Aurores que la ubicaba en Bélgica, habían delimitado la zona en la que podría encontrarse, cercándola entre Gante y Bruselas.
Pero Caspar había sido muy claro, él no estaba disponible para nada más que no fuera encontrar aquel puto báculo por lo que su misión, única intransferible, era seguir buscando información al más puro estilo Granger. Leyendo y releyendo cada condenado libro, informe y papel que encontraran.
Iba a volverse loco.
Odiaba todo aquello de investigar, le ponía de los nervios estar parado, esperando, sin nada que hacer, sin nada en lo que centrarse de verdad.
Resistiendo el infantil impulso de patear la silla hasta dejarla convertida en un amasijo de madera, se puso su túnica de abrigo y se marchó de vuelta a su casa.
Cuando llegó se alegró de que, dada la hora, no habría visitas indeseadas y entró a su zona privada dispuesto a dormir lo que no había podido dormir la noche anterior. Por desgracia, la gente tenía el indiscutible don de joderle el día y, al llega al salón, encontró dos cartas en el buzón exterior que tenía instalado en la repisa de la ventana.
La primera era de su padre y la segunda de Astoria.
Decidió empezar por la de Lucius quien rara vez le escribía, salvo para decretar cuando debía ser la siguiente reunión familiar a la que Draco debía asistir si quería continuar siendo el heredero de los Malfoy. Si su estimado progenitor supiera lo poco que le importaba ya el apellido y la herencia quizás dejaría de intentar amenazarle con semejantes gilipolleces, tal vez debería explicarle la cantidad de oro que había heredado de su abuela Druella Rosier al cumplir la mayoría de edad, dinero del que solo su madre tenía conocimiento, pero le resultaba divertido verle perder los papeles cuando intentaba someterle, del mismo modo en que lo había hecho cuando era apenas un crío, sin conseguirlo.
Leyó la carta sin poder evitar que sus labios se curvaran en una mueca de divertido desprecio.
Si lo que ha sido publicado en esa despreciable revista de Corazón de Bruja es cierto, espero que te desvincules del rumor esta misma semana. Es ignominioso para nuestro apellido que te relaciones con alguien de tan inexistente abolengo.
Si estás haciendo esto como venganza por lo que te dije de Greengrass está bien, podemos negociar un posible contrato matrimonial con Astoria, al menos forma parte de los Sagrados Veintiocho pese a que su padre sea un idiota.
Te exijo que hagas lo que debes hacer, tienes el resto de la semana para solucionarlo.
LM
Sin leerlo una segunda vez, Draco rompió el pergamino con un gruñido y lo desapareció con un evanesco. Era increíble que Lucius siguiera pensando que tenía la potestad de dirigirle la vida.
Tomó la siguiente misiva y la abrió, viendo la elegante y estilizada letra de Astoria.
Querido Draco,
Te ruego te reúnas conmigo hoy en el Alambique de Circe a la hora del almuerzo. Tal y como te solicité ayer me gustaría hablar contigo en privado.
Con cariño,
Astoria.
El rubio gruñó de nuevo y sacudió la cabeza, incapaz de entender por qué la gente se creía con el derecho a dirigir su vida como si fuera una jodida marioneta.
Tal vez lo fue en el pasado, pero ese jovencito hacía mucho que se convirtió en un hombre y, ese hombre había demostrado sobradamente que era independiente y solitario.
¿Qué le llevaba a Astoria a pensar que iba a acudir a su llamada como un perrito faldero? Más aún ¿Por qué quedaría con ella en un lugar público y de moda donde pudiera verlos juntos toda la puta sociedad?
Resoplando con frustración cogió un pergamino y convocó con un golpe de varita una pluma y el tintero.
Astoria,
Me acercaré a la Mansión Grengrass de cuatro a cinco de la tarde, si no te viene bien la hora, dame otra fecha y te comunicaré si me es posible acudir.
DM
Satisfecho, salió a la terraza donde estaba su lechuza parda, le dio la carta junto a una golosina y fue directo a la ducha.
Si tenía que ir a ver a aquella bruja antes de ponerse con las labores de investigación, necesitaría recuperar las fuerzas para enfrentar la tarde que se avecinaba.
Cuando Harry llegó a Grinmauld Place lo último que esperaba encontrar era lo que había allí.
Theo estaba sentado en un sillón, abrazando a una llorosa bruja que temblaba entre sus brazos presa de incontrolables sollozos.
Al ver el cabello rubio oscuro y la túnica de sanadora rota y llena de hollín, Harry se quedó paralizado en el vano de la chimenea.
—¿Regie?
La mujer se tensó, se dio la vuelta y le miró con sus ojos azules cuajados de lágrimas.
—Harry —mordiéndose el tembloroso labio inferior volvió a sollozar y se lanzó a sus brazos sin pensarlo.
El auror la abrazó con mucha menos incomodidad de lo que lo hubiera hecho años atrás y miró a Nott por encima de la rubia cabeza articulando un ¿Qué ha ocurrido? con los labios.
Su amigo se encogió de hombros y miró a la joven con una ceja arqueada, como si tratara de analizar la situación con las pocas piezas que tenía del puzzle.
—Regie ¿Qué ha ocurrido? —preguntó pasando las manos por sus brazos, alarmado — ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado?
Ella sorbió por la nariz e inspiró entrecortadamente, mirándole con sus ojos enrojecidos y húmedos.
—Escapé Harry —tenía la voz ronca, como si hubiera estado forzándola o quizás por el humo inhalado en San Mungo —me cogieron, pero me escapé. Huí, Harry… Ha sido horrible, yo… estaba en el hospital y todo estalló a mi alrededor —tosió un poco y se apartó de él aceptando el vaso de agua que le tendía Theo —estaba en el pasillo de Enfermedades Contagiosas cuando las paredes cayeron sobre los que estábamos allí, todo se puso negro, una enorme nube de humo me cegó, me tiré al suelo e intenté salir arrastrándome pero alguien me agarró del pelo y nos apareció.
—¿Adónde?
—No lo sé, al principio pensé que era un auror que nos estaba rescatando, pero todo estaba oscuro, había humedad y un olor rancio a moho… te diría que eran unas mazmorras pero nunca he estado en unas antes —se estremeció —no estaba sola allí, había más gente, Harry, los podía escuchar, oía sus gritos, sus voces pidiendo ayuda… pero aunque yo también grité nadie parecía oírme a mi.
Harry, en cuya mente se repetían las palabras que Hermione le había dicho esa misma mañana, trató de cubrirse con una pátina de imparcialidad y la miró, intentando evaluarla de la forma más objetiva posible.
Era la misma bruja con la que había desayunado tres días atrás, Regina Wright era pequeña, casi una cabeza más baja que Harry, siempre solía ir impecable y perfecta, tan elegante y con una clase tan abrumadora que, en cierto modo, le recordaba a Daphne Greengrass, solo que, donde su antigua compañera de curso era fría y bastante altiva, Regie era cercana y alegre, con una perenne sonrisa adornando sus bonitos labios llenos y dibujando un hoyuelo en su mejilla izquierda. Tenía el pelo largo y caía en suaves ondas hasta la mitad de su espalda, enmarcando un rostro con forma de corazón en el que unos alegres y brillantes ojos de un azul oscuro miraban con sempiterno buen humor.
La bruja que estaba delante de él ahora tenía el pelo sucio y pegado al cráneo, su cara estaba tiznada y surcada de lágrimas y sus ojos parecían haber perdido su brillo de costumbre. Su ropa estaba desgarrada y, pese a que seguía siendo elegante incluso en sus andrajosas vestimentas, no se parecía en nada a la mujer a la que estaba acostumbrado.
Aún así, era incapaz de verla como otra cosa que no fuera una víctima.
—¿Cómo escapaste? —preguntó Theo que, con su analítica mente parecía haber llegado a la misma conclusión que Hermione y, cruzado de brazos, la observaba con intensidad —¿Y tu varita?
Ella se giró a mirarle, parpadeando sorprendida, como si no entendiera sus palabras.
—¿Mi varita? —negó con la cabeza frunciendo el ceño —no tengo varita, no sé si me la quitaron o si se me perdió en la explosión.
—¿Entonces como saliste? —volvió a preguntar —de esas ¿Mazmorras?
Regie se metió la mano en el bolsillo de la túnica y sacó una varita que tendió a Nott con mano temblorosa.
—La robé. No sé quién era, pero aunque no podía ver nada, noté la punta de una varita en mi frente, me revolví, se la arrebaté y me aparecí —se estremeció — de hecho, es posible que si vais hasta el lugar al que llegué… yo… —se limpió las palmas de las manos en los pantalones —tal vez ese… ese hombre esté allí —sollozó de nuevo —Merlín… sufrió una despartición y yo… yo me fui —se apartó el pelo de la frente —ni siquiera lo he recordado hasta ahora.
—¿Una despartición? —preguntó Theo, alarmado.
—¿Un hombre? —Harry entrecerró los ojos y el auror que había en él tomó su lugar. Un hombre significaban pruebas, testigos, pistas… —llévame hasta allí.
—No creo que sea buena idea —Theo dio un paso al frente y sujetó la mano de Harry —puede ser una trampa —siseó en voz baja —no me fio de ella.
—¿Tú también? —preguntó Harry en un susurro. Cuando su amigo le miró, interrogante, añadió —Hermione.
Él alzó las cejas, en un gesto que decía claramente por algo será, y no le soltó.
—Iré con un equipo de aurores —Harry sujetó la mano de Regie —te llevaré a San Mungo y me dirás exactamente el lugar en el que te apareciste. ¿Me acompañas, Theo?
—No, será mejor que la lleve yo a san Mungo y tú vayas al Ministerio ¿Dónde fuiste? ¿Dónde te apareciste —preguntó a la sanadora.
—A mi casa —dijo ella con apenas un hilo de voz.
—Te veo después—Theo miró a Harry y sin más, cogió a la bruja y se apareció.
A las cuatro en punto Draco tocó a la puerta de la mansión de los Greengrass y accedió al vestíbulo siguiendo al pequeño elfo en cuanto le cedió el paso.
—Señor Malfoy —decía la pequeña criatura —la señorita Greengrass le espera en la sala del té —le señaló la puerta que había en el primer pasillo a la derecha y desapareció con un sonoro plop.
Draco caminó hasta allí con pasos rápidos y decididos, dispuesto a terminar cuanto antes aquella visita tan incómoda y entró en el momento en el que Astoria servía dos tazas de té y una elfina dejaba sobre la pequeña mesita que había cerca de los mullidos sillones.
—Bienvenido, querido —dijo la bruja tendiendo una mano hacía él.
Draco simplemente alzó una ceja, bastante poco dispuesto a jugar a aquel juego con ella.
—Corta el rollo, Astoria —se dejó caer en el sillón y se cruzó de piernas en un ágil y masculino movimiento —¿Qué es lo que quieres?
Ella bajó la mano y sonrió.
—Pensé que éramos… al menos amigos.
—¿Y no lo somos? —preguntó elevando las cejas con irónia, fingiéndose sorprendido —¿Por qué crees que no somos amigos?
—Los amigos se cuentan las cosas
Él rió entre dientes
—¿De verdad, Tory? —se cruzó de brazos repentinamente serio —¿Quieres ir por ahí? El que seamos amigos ni significa que vaya a venir a contarte mis… intimidades.
Aunque ella no perdió su expresión calmada, vio que las pupilas de la joven se dilataban y supo que aquello le había dolido. No quería hacerla daño, en realidad le caía bien y las pocas citas que habían compartido fueron agradables y dignas de recordar. Aun así, si Draco odiaba algo era que intentaran manejarle, después de años siendo la marioneta de su padre no creía ser capaz de soportar un solo intento más de manipulación hacia su persona por parte de nadie.
—Mira —apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia ella —tuvimos alguna cita que estuvo muy bien, pero los dos sabemos que eso no significaba nada, Tory. No te prometí nada, si ha aparecido otra persona en mi vida —se encogió de brazos —nada tiene que ver contigo.
—Tal vez para ti no significaba nada, Draco —replicó ella algo envarada tratando en vano de disimular su tristeza.
—Tory… lamento que significara algo para ti, pero si tú creíste otra cosa… bien, no es culpa mía. En ningún momento te prometí una relación o un futuro ¿verdad?
Ella tragó saliva.
—No pero… las cosas fueron bien, estábamos bien juntos.
El rubio suspiró y de pronto se dio cuenta de que Astoria era dulce y agradable, pero también una cría. Apenas era un año menor que él en edad, pero Draco sentía que era al menos una década más joven en madurez.
Posiblemente todo lo que había vivido en los últimos años, empezando por la adolescencia de mierda que tuvo, habría hecho que su visión del mundo y de la vida fuera más adulta de la que otros tenían a sus veinticinco, claramente había un universo entero de diferencia con esa muchacha que estaba allí, frente a él.
No pudo evitar pensar en Hermione y darse cuenta de como la vida le había moldeado también a ella. La guerra les había dejado cicatrices en el alma y les había robado los años de alegre despreocupación y juventud disipada que otros tenían.
Para Astoria, la mayor preocupación de su vida era perder la posibilidad de tener un romance, una bonita boda, una vida de lujos y de indolencia. Ella estaba dolida porque él no había vuelto a ella, enfadada porque se había hecho unos castillos en el aire que se caían ahora con el soplido de un viento inesperado.
Ella no era consciente de todo lo que había ocurrido en los últimos años, había estado protegida, alejada de la maldad del mundo y de las consecuencias de una guerra cruenta y oscura que había estado a punto de tragarse toda su sociedad y que había derrumbado los cimientos sobre los que se asentaba la vida que todos habían llevado desde su nacimiento.
Draco había pasado años intentando redimir su culpa, trabajando para que ese nuevo mundo que habían empezado a construir gracias a los que, como Granger, lucharon por liberarse de las cadenas de la dominación y el odio, continuara creciendo y haciéndose fuerte, para que sus hijos y los hijos de sus hijos, pudieran ser como Astoria, como debieron haber sido todos ellos.
La miró y sintió una punzada de lástima y aflicción.
¿Podría haber sido todo distinto? Quizás sí. Tory era astuta y taimada como buena serpiente, pero también tenia una candidez y una bondad poco habitual en los Slytherin. Tal vez en el futuro las cosas pudieran cambiar, igual en unos años él podría estar preparado para intentar algo con ella… la punzada en su pecho se hizo más aguda y se dio cuenta de que en realidad no sería justo.
¿No quería cambiar? ¿No quería redimirse?¿No esperaba ser mejor persona de lo que había sido su padre? Atarla a él sería condenarla a una vida a medias. Astoria se merecía amor, se merecía a alguien como ella, alguien sin la mancha de maldad que Draco llevaba tatuada en el alma haciendo juego con la tinta de su antebrazo.
Él no se creía capaz de un sentimiento tan extraordinario pero, en toda su vida, la única que había sido capaz de remover emociones en él había sido Granger; odio, lascivia, rencor, pasión, deseo, necesidad… Era cierto que nada de aquello era amor pero, desde luego, en comparación con eso, lo único que Tory despertaba en él era cierta ternura y lástima.
—Lo siento, Astoria —dejó salir el aire por la nariz, con pesar y se levantó —no va a ocurrir. Incluso si Hermione Granger no estuviera en mi vida —la miró a los ojos tratado de dejar a un lado su frialdad habitual—y lo está —tampoco ocurriría.
—Ya veo —ella frunció delicadamente el ceño, pensativa —podría esperarte —dijo mordiéndose el labio inferior —Daphne piensa que es… atracción morbosa por todo eso del odio que os teníais en la escuela —Draco frunció el ceño y, aunque habría maldecido a Daphne por ser tan imbécil y decir aquellas cosas, se dio cuenta de que Astoria no lo decía con maldad o segundas intenciones, era casi como si quisiera entender —¿Es así?
—No. No lo es. Tory… incluso si mi relación con Granger se queda en algo efímero… tú y yo… no va a ocurrir.
—¿Nunca? —preguntó con aquella candidez casi infantil.
—Nunca —decretó él.
Astoria asintió y pareció pensativa.
—¿Sabes? Nunca me cayó mal —sonrió de lado, casi a desgana —Granger.
Draco estuvo a punto de sonreír.
—Debo irme.
—Está bien, hasta pronto, Draco.
—Adios, Tory.
Mientras le veía alejarse hacia el vestíbulo, Astoria suspiró con tristeza. No lloró, Draco le gustaba pero por suerte no estaba enamorada de él, aunque sabía que habría sido fácil perder su corazón por ese hombre tan distinto al chico que conoció en Hogwarts.
Durante un tiempo pensó que él volvería a escribirla, que tendrían unas cuantas citas más, tal vez dos o tres y por fin la besaría… había soñado con sus besos ¿Sería tierno y suave o apasionado y fogoso? Y después, quizás en uno o dos años, pediría su mano en matrimonio, por amor, no por un estúpido contrato matrimonial arcaico y, con suerte podría tener un bebé, un niño rubio como él, alguien a quien amar incondicionalmente.
Echó un poco de azúcar al té y volvió a suspirar. Bueno, aún podía tener todo eso ¿Verdad? En la vida había que ser pragmático y, si Draco no estaba interesado… bueno, era sólo cuestión de encontrar al mago correcto.
Dio un sorbo a su bebida y cogió el nuevo número de Corazón de Bruja mientras pensaba en todos los chicos solteros que recordaba de Hogwarts.
