Hola!

Espero que sigáis por aquí y sigais disfrutando la historia.


Manos perdidas y nuevas apuestas

Ginny se despidió de su madre en la chimenea. Molly iba a ir hasta el Callejón Diagon para pasar por Sortilegios Weasley a llevar a su "descastado y desnaturalizado hijo pequeño" un buen montón de comida empaquetada para que no se muriese de hambre en esa "tienducha infernal" en la que vivía.

En cuanto su progenitora se hubo marchado se encargó de limpiar la cocina y decidió que cogería la escoba y volaría un rato mientras esperaba el regreso de su padre que aún estaría un al menos una hora más en el Ministerio.

Quizás debería volver a Grinmauld Place, pero lo cierto era que haber regresado a la Madriguera, aunque fuese por unos pocos días, había sido una idea maravillosa y se resistía a dejar su hogar por el momento.

Desde que se unió a las Arpías se repartía entre Holyhead y la casa de Harry por lo que, poco a poco, terminó mudándose a Grinmauld Place casi sin darse cuenta, dejando atrás todo lo que le era conocido y familiar.

Suponía que era ley de vida, todos terminaban abandonando el nido, incluso Ronald se había marchado.

Sabía que sus padres lo llevaban bastante bien, pese a que la Madriguera había dejado de ser la casa ruidosa y alborotada en la que había crecido, el matrimonio parecía haberse adaptado a la nueva situación y Molly pasaba los días repartiéndose entre sus hijos y sus nueras, ayudando aquí y allá y visitando asiduamente Terrortours y Viajásticos, para preparar los viajes que, ahora que estaban económicamente liberados, pensaban hacer en cuanto Arthur consiguiera jubilarse.

Mirando con amor el sofá sobre el que unas agujas de tricotar tejían una manta de colores, salió por la puerta trasera cogiendo en el camino la vieja barredora que tenían apoyada en la pared.

Nada más poner un pie en el exterior estuvo a punto de morir de un infarto cuando sintió la presencia de un hombre un segundo antes de que la sujetara por los brazos.

—¡Por Morgana! ¡Voy a matarte! —se llevó una mano al pecho donde su corazón galopaba golpeando contra su caja torácica —Blaise ¿Qué demonios haces? ¡Casi me muero del susto!

Se apartó de él aún jadeando de la impresión y resistió la tentación de darle un golpe por pura y simple venganza.

—¿Qué hago yo? —él estaba igualmente alterado y, pese a que no había gritado al chocar contra ella, también parecía impresionado por el encontronazo —¡Te me has echado encima como una Bludger loca y descontrolada! —la fulminó con la mirada, casi como si la creyera culpable de las diez plagas de Egipto y ella le imitó cruzándose de brazos.

—¿Y se puede saber qué haces aquí?

—¿Qué otra cosa puedo hacer en la conejera? Buscarte.

Los ojos de ella centellearon.

—No se llama conejera —siseó con indignación.

Eso le hizo fruncir el ceño, pensativo.

—¿Ah no? —se frotó la barbilla con las manos —que raro, juraría que era algo así…

Chasqueó los dedos al recordar una conversación que tuvo con Draco tiempo atrás.

—¡Comadrejera!

Y le regaló a Ginny una enorme sonrisa llena de dientes que ella quiso romper uno a uno de un puñetazo.

—¿Me estás vacilando, Zabini? Porque deja que te diga que no eres gracioso. Se llama Madriguera.

—¿Entonces por qué Draco me dijo que se llamaba comadrejera?

—Porque Malfoy es un imbécil, por eso —masculló soplándose un mechón de pelo que se le había puesto sobre un ojo.

—La cosa es que estoy aquí buscándote, el elfo medio momificado que tenéis en casa de Potter me dijo que estabas aquí.

—No digas eso, Kreacher es un buen elfo —replicó al más puro estilo de Hermione.

—Puede ser un buen elfo, pero debe haber empezado su servicio en la época de Emeric el Malvado.

—¿Para qué querías verme aparte de para insultar a mi casa y al pobre Kreacher?

—¿De verdad vas a tenerme en la entrada trasera, pelirroja? —resopló con incredulidad —siempre he sabido que eres algo asilvestrada pero esperaba una mejor acogida, los Weasley tienen fama de ser muy hospitalarios.

—Bueno será que tengo más sangre Prewett que Weasley entonces —espetó con molestia apartándose para dejarle pasar —¿Has dicho asilvestrada? —le soltó una colleja que le hizo trastabillar —eres tan imbécil como Malfoy.

Blaise se frotó la nuca y sonrió con humor, nada afectado por el enfado de la chica.

—Salazar bendito —murmuró mirando a su alrededor con asombro nada disimulado —es como entrar en Sortilegios Weasley —silbó impresionado —tantos colores, tanto ruido ¿Cuantos relojes hay? —frunció el ceño y miró un estante —tienen horas distintas.

—Cosas de mi padre…

—¿Qué narices es esto? —cogió un patito de goma que Harry había regalado a Arthur unos años atrás y lo apretó, saltando cuando un extraño sonido salió del objeto — ¿¡Pero que coño… —la miró, interrogante y Ginny rió bajito.

—Es un patito de goma.

Él alzó las cejas y lo volvió a dejar en su sitio, con temor reverencial, casi como si esperase que el inanimado muñeco fuera a sonar de nuevo si no lo manejaba con extremo cuidado.

—Cosas muggles —dijo ella yendo hacia la cocina para preparar un café — a mi padre le gustan.

—Es aterrador —miró de reojo al pato y la siguió —crecer aquí debió de ser… interesante —antes de llegar a la cocina se paró en la sala de estar y miró ladeando la cabeza el extraño y enorme reloj que había allí —que cosa más rara —dijo tocando con la punta del dedo una manecilla en la que podía leerse Ginny y que la situaba en "casa"

—¡No toques! —la oyó gritar y alzó una ceja contemplando en derredor, preguntándose si habría algún cuadro mágico que tuviera un doble retrato y le estuviera chivando lo que hacía.

—No he tocado nada —probó a decir, casi como un niño pequeño y tocó la manecilla en la que podía leerse Ronald y le situaba en "Callejón Diagon.

—Hmmmm

Más tranquilo habiéndose cerciorado de que nadie le espiaba, fue hacia la cocina.

—¿Por qué ese reloj tiene ubicaciones como "prisión" o "peligro mortal"? Sinceramente pelirroja, sois un poco raros.

—Es el reloj de mamá, hace que se sienta mejor, sobre todo ahora que ya no estamos por aquí ni en Hogwarts casi todo el año—echó café en dos tazas y sacó un trozo de bizcocho —¿No quieres té, verdad?

—¿Bromeas? —sonrió de lado y tomó la bebida que le ofrecía —es un mejunje asqueroso.

—Es la bebida inglesa por antonomasia, Blaise.

—Ya, pero yo no soy inglés…

Ella soltó una carcajada.

—Sé que naciste en Devon.

—Puro azar, toda la sangre es italiana —le guiñó perezosamente un ojo y Ginny bebió, preguntándose desde cuando había empezado a pensar en él como en un hombre atractivo.

—Bueno ¿Por qué me buscabas? —preguntó recordándose que ellos eran amigos y eso era todo lo que serían para la eternidad más eterna.

Tenía que terminar con esas chorradas, estaba segura de que la culpa era del frenazo que habían dado los entrenamientos y del trabajo de Harry. Llevaba semanas metido en algo de lo que no quería hablar y apenas se veían, por no hablar de pasar tiempo juntos. Una pareja necesitaba la complicidad y la intimidad para no tener pensamientos estúpidos ¿No? Tenía que ser eso porque la alternativa sería que ella era una persona terrible capaz de fijarse en otro hombre solo porque el suyo estaba ocupado. Merlín… ¿En qué la convertía eso? ¿Era una zorra? Abrió los ojos como platos ante ese pensamiento ¿Y si era una casquivana en ciernes? ¿Una pelandusca capaz de mirar a otro cuando tenía en su casa al mejor hombre del mundo?

—… y por eso estoy aquí —estaba diciendo Blaise.

—Ehhh

—¿Cómo que "Eh? ¿Has escuchado algo de lo que he dicho?

—No —sonrió intentando parecer contrita —la verdad es que tenía la cabeza en otro sitio —en uno muy muy malo que me va a mandar derechita al infierno —¿Puedes repetir?

Él resopló y la miró de soslayo nada contento, pero con un encogimiento de hombros que denotaba que en el fondo le daba igual hablar, algo que ella entendía porque Zabini sufría de incontinencia verbal crónica, repitió lo que había dicho minutos atrás.

—Creo que Hermione y Draco se traen algo entre manos.

—No vas a empezar con eso otra vez ¿verdad? —Ginny dejó la taza en el fregadero y, con las manos en las caderas al más puro estilo Molly Weasley le fulminó con esos enormes ojos marrones —¡Por supuesto que se traen algo entre manos! ¿Qué necesitas? ¿Encontrarlos en una… posición íntima? —preguntó con cara de desagrado.

—Mmmm —Él, a diferencia de Ginny, no parecía asqueado por ese pensamiento.

—¡Por Godric, Blaise, Estás enfermo! —miró al techo, como si esperara intercesión divina.

—No me refería a eso —replicó él con aquella devastadora sonrisa que trataba de mostrar inocencia y únicamente denotaba picardía —no estaría mal… para corroborar, nada más, que perdí la apuesta limpiamente.

Ella bufó.

—La perdiste limpiamente, asúmelo.

—Sí, sí, como sea. El caso es que no hablo de su… relación íntima. Creo que hay algo más. Cuando estábamos en Atenas y Shacklebolt envió su patronus ¿No te diste cuenta de que habló en plural? —preguntó entrecerrando los ojos — dijo: "San Mungo ha sido atacado, Volved" —levantó las cejas, muy ufano.

—¿Y qué?

—¿Como que y qué? —exclamó imitando la voz aguda de ella —si el mensaje era para Hermione ¿Por qué dijo "Volved"?

—¿Por que? ¿Tal vez porque todo el mundo mágico sabía que Hermione estaba en Atenas con Malfoy, Blaise? —se golpeó la frente en un gesto de impotencia —¿Acaso no fuimos hasta allí por eso? Esa maldita revista se vende internacionalmente y Kingsley puede ser el Ministro pero también lee la prensa.

Blaise frunció el ceño y se frotó la mejilla, meditabundo.

—No… estoy seguro de que hay algo más, apostaría al menos diez galeones a que…

—¡Ni de coña! —ella negó fervientemente con la cabeza —no más apuestas, no vayas por ahí.

—Pero…

—He dicho que no. Y ni se te ocurra hablar de estas teorías conspiranoicas con George, o con Ronald, para el caso.

—Mira, pelirroja… —espetó él que se había levantado y se encaraba con ella

—Mira, Zabini… —masculló Ginny dando un paso hacia él y poniéndose de puntillas para mirarle más de cerca a los ojos.

Y entonces el cerebro de Blaise colapsó.

No sabía mucho de biología, pero había escuchado demasiadas veces al sabelotodo de Nott criticando a Crabbe y Goyle mientras hablaba de las sinapsis neuronales y de la forma en la que posibilitaban la conexión entre las neuronas, una condición indispensable para que los impulsos nerviosos atraviesen el cerebro.

Sin sinapsis el cerebro se desconecta y el de Blaise se desactivo con un sonoro "clic"

Sus neuronas quedaron a la deriva, naufragando en una inexistente autopista en una red neuronal convertida en puding.

—¡Hola, hola! ¿Hay alguien en casa? —la alegre voz de Arthur llegó desde el salón y ambos se separaron como si fueran dos objetos de carga positiva que entraran en contacto.

—Hola papá —Ginny puso a calentar agua para hacerle un té a su padre —¿Qué tal ha ido el día?

—¿Qué tal, querida? ¿Aún por aquí? —entró sonriendo mientras se quitaba la túnica y dejaba un enorme maletín en la encimera —Oh ¿Quién eres tú? —miró a Blaise con ojos afables brillando en bienvenida.

—Es Blaise.

—Ah —se frotó las manos cuando su hija le puso un plato con tarta en su sitio de siempre —que maravilla —se sentó, tomó un tenedor y clavó la vista en Blaise —Zabini ¿Verdad? ¿Qué tal va la inversión en el equipo?

—No está mal, peor que la inversión en Sortilegios Weasley.

—Oh sí, esa tienda es una maravilla, te lo digo yo. ¿Estáis terminando ya con los papeleos de los tefelonos? —preguntó masticando un pedazo del pastel —George me dijo que te habías convertido en socio capitalista de ese desarrollo.

—¿Está de broma? Cualquier persona cuerda invertiría en eso. Va a ser un éxito.

Ginny puso los ojos en blanco cuando escuchó como Zabini se lanzaba a dar un discurso absurdo sobre el por qué los tefelonos iban a ser el mejor invento del mundo mágico desde la escoba y decidió que lo mejor que podía hacer era darle otro pedazo de tarta para que al menos se callara un ratito.

...

Theo dejó a Regina en una de las salas de urgencias con un medimago de guardia y le indicó a Harvey donde encontrarla cuando este llegó, enviado por Harry.

Aprovechando que estaba allí y que el auror tardaría un rato en regresar al Ministerio, decidió buscar la habitación de Neville y comprobar como estaba. Pese a la gravedad que parecía revestir en un primer momento se había recuperado muy bien y, si seguía así, le darían el alta en un par de días. Su abuela, la señora Augusta Longbotton no tenía el mismo buen pronóstico por lo que Harry le había contado.

Le encontró despierto, tumbado en la cama con un libro de Herbología entre las manos.

—Hola Longbottom —dijo cerrando a su espalda.

Su amigo compuso una mueca parecida a una sonrisa que no llegó a sus ojos y dejó el libro sobre sus piernas.

—Ey —buscó en la mesilla un punto de lectura con forma de mandrágora y, cuando lo puso entre las páginas por las que estaba leyendo, las hojas de la planta se estiraron y crecieron serpenteando por el libro cuando lo cerró —¿Qué haces por aquí?

—Tuve que venir y pensé en pasar a ver qué tal te está tratando el hospital.

Él se encogió de hombros

—No me quejo, estoy un poco cansado de no poder salir de esta cama, pero visto lo visto podría haber sido mucho peor.

—¿Cómo está tu abuela? —preguntó.

—Mal —Neville exhaló con gesto cansado —su estado sigue siendo grave —frunció el ceño y pasó los dedos sobre la sábana, distraído —Se le cayó encima el techo… —Theo vio que se estremecía y él mismo apretó los puños, lamentando que hubiera tenido que presenciar aquello — ha sufrido un traumatismo craneoencefálico —tragó saliva, como si le costara hablar del tema pero a la vez necesitara sacarlo fuera —presentaba fracturas complejas y lesiones penetrantes por lo que su estado es grave, además tuvo una lesión secundaria por culpa de la presión intercraneal elevada. La tienen vigilada veinticuatro horas, al parecer necesitan descartar que pueda tener lesiones en otros órganos y por el momento no puede respirar sin ayuda externa.

—Joder —masculló Theo antes de poder morderse la lengua.

—Sí, joder

Ambos se quedaron en silencio durante varios minutos.

—Además estoy preocupado por Luna, sé que está en esta misma planta pero no me dejan ir a verla y ella debe estar echa polvo.

—Si quieres puedo ir yo a ver como está.

—¿De veras? —Su rostro se iluminó un tanto —sé que no sois muy cercanos, supongo que el hecho de que ella se pase la vida viajando no ha dado tiempo a que os hagáis amigos, pero te agradecería que le dijeras que en cuanto me dejen levantarme de aquí iré hasta donde está ella.

—¿Sabes? Perdí una apuesta con Blaise hace tiempo porque creí que acabaríais juntos. Él dijo que no —sonrió —me ganó dos galeones.

Neville rió entre dientes

—Bueno, me gustaba Luna —sonrió con cariño ante los recuerdos —Creo que nos queríamos demasiado, ya sabes, como amigos y eso. Pero siempre he creído que es la mejor persona que conozco. No se merecía esto —sacudió la cabeza cerrando la mano en un puño apretado —iban a casarse ¿Sabes? Merlín… Rolf era un poco extravagante y algo peculiar, pero se querían, congeniaban.

Theo no creyó que fuera adecuado decirle que seguramente se entendían bien porque ella también era muy extravagante y mucho más que un poco peculiar.

—Le diré que irás a verla en cuanto puedas.

Se quedaron charlando durante media hora más hasta que Theo finalmente se levantó.

—He quedado con Harry en el Ministerio así que tengo que irme si quiero pasar a ver a Lovegood —le dio unas palmaditas en el pie al ir hacia la puerta —cuídate, Longbottom, nos vemos.

—Hasta pronto, Nott.

Cuando Theo entró a la habitación de la joven que estaba solo a cuatro puertas de distancia la encontró recostada en la cama. Tenía la almohada en la pared y la espalda sobre esta, las piernas dobladas con las rodillas pegadas al pecho y el rostro sobre ellas. Su pequeño cuerpo se estremecía con silenciosos sollozos que hicieron que el hombre sintiera un extraño nudo atenazar su garganta.

Estaba casi seguro de que no se habían dirigido la palabra en al menos los últimos cuatro años, pero la desesperanza y la congoja que parecía exudar se le clavaron en el pecho, como si un diffindo seccionara parte de su corazón con cada lamento haciéndole tomar constancia de ella, de aquella tristeza profunda y absoluta.

Durante una fracción de segundo pensó en marcharse ¿Qué demonios estaba haciendo allí? Aquel lugar, aquel momento, era para la intimidad o para compartirlo con alguien cercano, un familiar o un amigo.

Pero cuando finalmente se movió, en lugar de ir hacia la puerta e irse, se encontró caminando hacia ella, como si sus lamentos fueran el canto de una sirena que le cautivaba, embaucándole y atrayéndole hacia ella.

En silencio, sin decir una sola palabra, se sentó en el borde del colchón y puso la mano sobre la rubia cabeza, en una tosca caricia de consuelo.

Luna, con los párpados hinchados y las pálidas mejillas cubiertas de lágrimas, levantó la vista, clavando en él aquellos enormes ojos azules, que una vez fueron vivaces y risueños. Le miró, con el asombro brillando en sus orbes de topacio y aspiró por la nariz en un gesto casi infantil que, sin poder evitarlo, le enterneció.

—Theodore Nott —susurró con la voz rota.

—Hola, Luna

El labio inferior de la joven tembló y, antes de que el hombre pudiera preverlo, se lanzó hacia él y le abrazó, enterrando la cara en su cuello mientras volvía a sollozar.

Theo no era una persona empática, cariñosa o tierna, pero cuando la chica se pegó a él en busca de consuelo, simplemente se lo dio.

Tal vez no fueran amigos, como había dicho Neville, pero una vez, hacía mucho tiempo, en lo que parecía otra vida, lo habían sido.

...

Regie vivía en el pequeño callejón de Duck Lane, en el Soho. Harry se apareció con Sienna al final del pasaje, donde un portón, que parecía un almacén, daba acceso a una callejuela de viviendas mágicas en mitad del Londres muggle.

Cruzaron el lugar, apenas un muro de yeso similar al acceso del andén nueve y tres cuartos y caminaron hasta el número cuatro, un edificio de ladrillos de color crema de tres plantas en el que la bruja tenía su apartamento.

—Segundo piso —dijo Harry accediendo al inmueble seguido por su compañera.

—¿Es seguro?

—No lo sé —la miró por encima del hombro —estate en alerta —aconsejó subiendo de dos en dos los escalones.

Cuando llegaron a la puerta Harry comprobó las protecciones y, con un movimiento de varita que le enseñaron en su primer año en el cuerpo, lanzó un pequeño encantamiento explosivo a la cerradura, que se abrió con un leve clic.

Se giró a mirar a Sienna y asintió, avisándole de que iba a entrar y, abriendo de un empujón, accedió a la vivienda con la varita preparada.

Homenum Revelio —susurró Sienna tras él—Hay alguien —dijo después de unos segundos —no estamos solos.

—¿Necesitabas en serio el hechizo? —el auror chasqueó la lengua, entre divertido y frustrado —Sienna, se oyen los gritos de ese desgraciado desde que entramos.

Con paso rápido caminó a oscuras por el lugar, siguiendo el eco de los lamentos que se escuchaban al otro lado del pasillo.

Cuando llegó a la cocina, encontró a un hombre tirado en el suelo sobre un charco de sangre que gritaba aferrando su antebrazo con desesperación.

Sin querer acercarse a él ni al escenario que podría tener pruebas que necesitarían más adelante, usó la varita para moverle y lo giró. El movimiento hizo que la capucha con la que cubría su rostro cayera hacia atrás y revelara un rostro desconocido, de rasgos comunes e insignificantes. Ojos marrones, pelo castaño y ningún defecto facial visible que pudiera ser relevante, ni lunares, ni marcas, cicatrices o cualquier otra cosa que pudiera significar una distinción específica.

El hombre enseñó los dientes, como lo haría un animal herido y acorralado, gruñó y se removió, forcejeando contra el invisible agarre al que el hechizo de Harry le sometía

—¿Lo reconoces? —preguntó Sienna que estaba a su espalda.

—No

—Yo tampoco —añadió ella con evidente crispación en su voz —supongo que eso es a lo que Regie se refería.

Harry se fijó en el brazo derecho del hombre, sangraba y tenía seccionada la muñeca, justo donde se agarraba con fuerza intentando parar la hemorragia.

—Ha sufrido una despartición, tenemos que llevarlo a San Mungo antes de nada —Harry lo hizo levitar y lo sacó de la cocina —llama a un equipo, que venga Katie y revise el escenario, quiero saber qué pasó aquí.

—Me pregunto donde estará su mano —murmuró Sienna, estremecida al ver la sangre que goteaba del miembro amputado del hombre.

—Seguramente en el lugar del que salió Regina, sea cual sea.

Del mismo modo que Theo había llegado a urgencias con la sanadora, Harry llegó con el aullante desconocido y se encontró con Harvey.

—Ve al Ministerio —le dijo al verle —te quiero en el equipo que va a ir a casa de Regina Wright, envía aquí a alguien, Rogers y Hewitt.

El joven solo asintió y se apareció al instante.

—Potter —uno de los medimagos se acercó a él mientras, con un gesto de la mano, hacía que dos sanadores se llevaran al herido —¿Qué ha ocurrido?

—Despartición, creo. Es un detenido, tened cuidado con él y mantenerlo vigilado, vendrá un auror a supervisarle en unos minutos.

—Perfecto ¿Tenemos el miembro mutilado?

—No, tampoco creo que vayamos a encontrarlo en un futuro inmediato.

—Lástima —el medimago se encogió de hombros —pasadas más de veinticuatro horas es imposible reinsertarlo.

—No es que me preocupe —murmuró entre dientes Harry —¿Dónde está Wright?

—En la sala dos —señaló el pasillo de la derecha —nos vemos, Potter.

Harry se fue hacia dónde le habían indicado y abrió la cortina para entrar al cubículo en el que se encontraba Regie.

Seguía teniendo el pelo lacio y sucio, pero habían limpiado su rostro y le habían puesto una bata blanca de hospital impoluta que la cubría desde el cuello hasta los tobillos. Estaba sentada en una camilla con los pies colgando y la mirada perdida en un punto de la pared frente a ella.

—¿Cómo estás? —preguntó incapaz de mantener la distancia que sabía debía poner entre ellos. Si, como dijo Hermione, quería situarla tanto en el papel de víctima como en el de sospechosa, lo mejor que podía hacer era conservar la neutralidad, empezando por su cercanía.

La mujer se encogió de hombros y Harry, siendo Harry, no pudo evitar sentir una punzada de culpabilidad y ternura.

—Venga —se acercó y la tomó de la mano dándole un pequeño apretón —todo irá bien, por lo menos estás aquí.

Ella le miró, aquellos ojos de aguamarina clavados en los suyos, contemplándole con firmeza e intensidad, casi como si quisiera usar con él la legeremancia.

Se removió, incómodo.

— Desconfias de mi, ¿Verdad?

La incomodidad de él se elevó un par de grados y le soltó la mano.

—No

Supo que sus orejas se habían puesto rojas porque sintió el calor ascender por ellas desde su cuello.

Regie sonrió.

—Harry, no sabes mentir.

El hombre se colocó las gafas y dejó salir el aire con brusquedad.

—No desconfío de ti… al menos no del todo —sonrió sin humor —somos amigos, Regie y lo sabes.

Ella mantuvo la sonrisa pero pareció repentinamente triste.

—Lo sé.

—Pero soy un auror —metió las manos en los bolsillos de su túnica y miró al techo, exhalando con suavidad —tengo que ser objetivo y ver los hechos como son, sin implicaciones de ningún tipo.

—Podéis usar mis recuerdos —murmuró ella —no me importa, os los cederé libremente, solo traed los documentos y los firmaré.

Harry prefirió no decirle que los pensamientos bien podían alterarse ¿Acaso no lo había visto él mismo en los de Slughorn?

—Veré que puedo hacer. Por ahora necesito que no salgas de Londres.

—No lo haré.

Pese a que sabía que no debía hacerlo, Harry no pudo evitar sentarse a su lado y pasarle un brazo por los hombros en señal de consuelo. Ella apoyó la cabeza en su brazo y suspiró, cerrando los ojos.

Se quedó allí más de media hora pero, cuando dejó la cabina y vio a Rogers vigilando la puerta en la que suponía estaba el desconocido y a Hewitt en el pasillo, se dirigió a este último y señaló la sala dos.

—Quiero que la sigas, debes ser discreto e invisible ¿Está bien? —él asintió —quiero saber dónde va, con quién va y qué hace cada minuto del día hasta nueva orden.