NA: Disculpad si van sin corregir los capítulos, pero no me da tiempo a escribir, corregir todo y vivir xD Así que dado que no me dedico a esto y que uso mi tiempo libre para hacerlo, permitid que vaya en "bruto"
Besos y abrazos
AJ
Avisos, cartas y despedidas
Cuando la mujer corrió hacia Draco para abrazarle colgándose de su cuello, el hombre rodeó su pequeño cuerpo con los brazos y experimentó un extraño dolor punzante en el pecho.
Ella se daba a él de una forma que no llegaba a comprender del todo, cálida, sincera… con una naturalidad absoluta y Draco sabía que realmente se alegraba de estar a su lado, no sólo por el sexo o la increíble química que había entre los dos. No. Hermione de verdad era feliz a su lado y él no entendía por qué.
Había estado con otras mujeres, no es que fuera un mujeriego como le retrataban en la prensa, ni de lejos, pero tampoco era un monje.
Y aún así, pese a las fugaces relaciones que había tenido en aquellos años en los que su trabajo para el Ministerio le impedía generar una intimidad real, nada había sido como esto.
Había conocido a brujas interesadas en él por su pasado oscuro, a otras que lo que querían era su dinero y algunas que le encontraban fisicamente interesante. Pero ¿Había sentido en alguna ocasión esa conexión? ¿Se había sentido con ellas tan aceptado?
Porque no se engañaba a sí mismo, eso es lo que hacía Granger al estar con él de esa forma tan íntima; aceptarle.
Aceptaba sus grises, su oscuridad, sus carencias, su necesidad de redención.
Por un segundo, mientras hundía el rostro en su cuello, aspirando aquel aroma que le recordaba a una noche de lluvia y chimenea, mientras sonreía al sentir como un rizo despeinado y rebelde acariciaba su mejilla, se sintió mal por no poder darle más que momentos robados y la mentira de una relación falaz.
Pero entonces ella gimió cuando él acarició la piel de su cuello con la nariz y los pensamientos de Draco se evaporaron como una poción demasiado expuesta a la ebullición del fuego.
— Me encanta tu olor — Susurró, disfrutando al ver como su piel se erizaba con su respiración — Y tu sabor es adictivo — Añadió pasando la lengua por su cuello antes de darle un pequeño mordisco —Ven.
Draco aferró la cintura de la mujer y la elevó, Hermione enseguida enredó sus piernas alrededor de sus caderas, fijándose a él, sujetándose a su cuello y buscando su boca en un beso húmedo y caliente, un beso suave, lento, lleno de un erotismo que les arrolló, dejándoles temblorosos.
Mientras él caminaba hacia la habitación, sus lenguas se buscaron, rozándose, acariciándose, enredándose juntas mientras se lamían, saboreándose por completo.
Jadeando, Draco cerró la puerta y rompió el beso, acariciando con los labios su mandíbula hasta llegar a la barbilla y chuparla, mordisqueándola y sonriendo al oírla pronunciar su nombre con suavidad.
Con resolución, deslizó las manos por sus muslos, agarrándo sus nalgas y caminó hasta la cama a trompicones, dejándola caer sobre las sábanas mientras la contemplaba, extasiado.
Recordó las palabras de Kamau. Sí. Ella era jodidamente hermosa y se preguntó por qué le había costado tantos años verla de verdad.
Sonriendo, se desabotonó la camisa con atormentadora lentitud, mirándola a los ojos, halagado al ver los temblores que la recorrían de la cabeza a los pies.
Lanzando la prenda al suelo, se cernió sobre ella y metió las manos bajo la camiseta que cubría sus pechos, sintiendo el calor de esa piel perfecta.
Hermione se incorporó sacándosela por la cabeza y buscó sus labios una vez más. Él tomó la nuca de la mujer con una mano, desabrochando su sujetador con la otra, dejando a la vista aquellos perfectos pechos que le cortaron la respiración, una vez más.
Se miraron a los ojos y todo se les fue de las manos, de nuevo el descontrol llegó a ellos y los arrolló.
Se besaron una vez más, ansiosos y desesperados, arrancándose la ropa en su prisa por sentirse piel contra piel, por unirse de aquella forma plena en la que sus cuerpos se fundían cada vez que estaban juntos de ese modo.
Hermione gimió, retorciéndose bajo aquellas manos que la tocaban sabiendo dónde y cómo hacerlo para volverla completamente loca y así, de pronto, las barreras fueron inexistentes entre ellos y el contacto de sus ardientes cuerpos desnudos les incendió.
Draco jadeó y dejó su boca para besar su garganta, lamiendo el recorrido hasta su hombro. Le mordió y hundió la lengua en el hueco de su clavícula, murmurando palabras ininteligibles mientras acariciaba sus costados, sus caderas y sus nalgas.
—Draco
Ella gimió su nombre y él alzó la cabeza para mirarla mientras lamía el inicio de sus senos, arquándose hacia él.
—Por favor —rogó
Se estremeció y Draco dibujó sobre la piel de su pecho derecho, su saliva la tinta y su lengua la pluma que pintaba círculos abstractos alrededor de la areola, sin acercarse a la endurecida punta.
—Draco, por favor.
Él metió las manos bajo sus nalgas para alzarla más contra él y apartó unos milímetros su boca de su cuerpo.
—Por favor ¿Qué, Hermione? —murmuró voliendo a usar su lengua como si fuera el pincel de un artista.
—Draco…
—¿Por favor qué? —repitió —pídemelo —le sintió sonreír y gruñó frustrada —pídemelo y te lo daré.
El rostro de la mujer se incendió pero, no por nada era una leona.
—Chúpame —susurró.
Y Draco le dio lo que pedía, cerrando los labios en torno al endurecido pezón, absorbiéndolo en su boca delicadamente, jugando con la punta, bañándola con su aliento mientras su lengua giraba y lo atormentaba una y otra vez, usando los labios para darle pequeños tirones que hacían que se endureciera aún más.
Hermione gimió con fuerza cuando sintió como su sexo palpitaba, exigiendo atención y como la humedad resbalaba por sus muslos mientras él seguía haciendo lo mismo con el otro pecho.
Como si se hubiera dado cuenta de lo que ocurría, Draco besó su estómago, hundiendo la lengua en la depresión de su ombligo y Hermione se agarró a su pelo, temblando de expectación y necesidad.
—Voy a tomar el postre —le oyó murmurar con los labios pegados al comienzo de su pubis —necesito todo de ti, Hermione.
Y realmente lo necesitaba. Ansiaba probarla, beber de ella, hacer que se corriera en su boca, que se lo diera absolutamente todo.
Así que lo hizo.
Abrió sus piernas para meterse entre ellas, sonriendo al ver la forma en la que ella cerraba los ojos, se arqueaba y se estremecía antes incluso de la que la tocara.
— Sssschh
Miró hacia arriba, anclándose en aquellos ojos del color del whisky de fuego que estaban oscuros de deseo y sonrió lamiéndose los labios con anticipación.
Hermione gimió al ver aquel lascivo gesto y tembló cuando él rompió el contacto visual para contemplar aquel lugar que necesitaba poseer en ese mismo instante.
Como en trance, pasó el pulgar por sus labios, dejándolo resbalar por la hendidura que los separaba y el aire escapó con brusquedad de su boca al sentir como sus fluídos se derramaban sobre su dedo. Estaba tan empapada, tan lista, tan preparada para él como siempre.
Su miembro se inflamó y empujó contra el colchón, frotándose contra la colcha, temblando de ganas de meterse en ella hasta perder el sentido.
Con paciencia, jugó con su clítoris hasta que se hinchó con la presión de dedos y con ambos pulgares abrió su sexo, contemplando su intimidad sonrosada y húmeda, que se descubría ante él como una flor, abriéndose ante la calidez del sol.
Hermione gritó su nombre, excitada, a punto de perder el control y Draco pasó la lengua por su suavidad, gimiendo extasiado ante la blandura de su carne sedosa. Aquel sabor… maldito infierno, era adictivo y llenaba su boca haciéndole salivar.
La mujer se arqueó, retorciéndose sobre el colchón mientras empujaba la cabeza de Draco hacia su centro y él perdió el control.
La besó con voracidad salvaje, penetrando con su lengua en aquella hendidura empapada, absorbiendo su clítoris, chupándolo a una vez, dos, con fuerza primero, suavemente después, golpeando con la punta de su lengua en hinchado nudo de carne que se endurecía con sus toques.
La mordía y la lamía, más rápido primero para ralentizar las pasadas de su lengua después. El tiempo dejó de tener sentido y ambos perdieron la razón sobrepasados por el deseo más voraz.
Hermione gritó y lloró porque él no tuvo piedad y siguió y siguió llevándola al cenit una y otra vez incapaz de dejar de beber de ella como un sediento que encuentra el oasis en mitad del desierto. La mantuvo allí, cautiva de su boca, elevándola sin misericordia a un nuevo orgasmo que la arrasó en oleadas bruscas que la dejaron temblorosa y cubierta de sudor.
Por fin, Draco se elevó sobre ella y buscó una vez más sus labios, Hermione gimió al saborearse a sí misma en esa pecaminosa boca y se excitó de nuevo.
— Quiero follarte —dijo él con voz densa y ronca, arrastrando las palabras con pesadez mientras buscaba sus ojos.
—Hazlo —contestó ella apenas encontrando la fuerza para pronunciar esa única palabra.
Y se alzó hacia él, envolviéndole con sus piernas y sus brazos sin dejar de mirar aquellos ojos de metal fundido.
—Hermione…
Entró en su cuerpo de una sola embestida, clavándose hasta la empuñadura y, abrazándola, la tomó con envites poderosos y profundos, con suaves arremetidas que pronto se convirtieron en estocadas rápidas y duras que los llevaron a retorcerse juntos, elevándose en un climax que no tardó el arrastrarlos a la más absoluta locura.
Y alcanzaron juntos el placer hasta que la enajenación pasó y llegó la calma, dejándoles desnudos y dormidos, abrazados y satisfechos, entregados a algo que, ambos lo sabían, estaba traspasando las barreras que ellos mismos habían establecido.
…..
Cuando Hermione se despertó a la mañana siguiente Draco estaba en la ducha, podía escuchar el agua cayendo al otro lado de la puerta y al mago tarareando una canción algo desafinada.
Sonrió.
Nunca se había imaginado a Malfoy haciendo algo tan humano como cantar y no pudo evitar pensar que era… tierno, escucharle por las mañanas.
Sacudiendo la cabeza impidiendose a sí misma ir por ese camino, se puso el pijama y salió de la habitación para despertar a Harry pero, cuando llegó a la zona común, vio la puerta de la habitación de su amigo abierta y una nota sobre la mesa vacía del salón.
Hermione,
He tenido que regresar con urgencia a Londres, hemos recibido un chivatazo y Robards me ha pedido volver para encargarme de la unidad que tomará las medidas defensivas necesarias para impedir el ataque.
No tengo mucha más información por ahora.
Despídeme de Kamau y Enola.
Seguid allí el tiempo que necesites, te mantendré informada.
Harry
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó en un murmullo.
Mientras leía la carta no se dio cuenta de que la ducha había parado y Draco salió con una toalla envuelta en sus caderas.
—¿Pasa algo?
—Harry se ha ido —le tendió el trozo de pergamino con el ceño fruncido.
Él imitó su gesto y una pequeña arruga se formó en su pálida frente.
—Quizás debería volver para hablar con Loughty —dijo en voz baja.
—Si no te ha mandado llamar….
—Lo sé —gruñó pasándose la mano por el pelo mojado —¡Maldita sea! Estoy harto de mantenerme al margen —musitó.
—No estás al margen, Draco —ella puso la mano en su brazo —¿Por qué no lo piensas como lo que es? En realidad estás en una misión, distinta a la de tu equipo… pero igualmente necesaria.
El no cambió el gesto pero Hermione sintió que se relajaba un tanto bajo su contacto.
—Es complicado —dijo en lo que la bruja pensó que era la primera vez que se abría en cierto modo a ella —llevo años en el ojo del huracán —su sonrisa fue sarcástica —es irónico ¿Verdad? —caminó hasta la ventana y apoyó una mano contra el cristal, con la vista perdida en las pirámides que se perfilaban en el horizonte, bañadas por el amanecer —siempre fui un cobarde —se encogió de hombros —el valor era cosa de los Gryffindor ¿No? Mi último curso en Hogwarts fue un puto infierno. Viví aterrorizado y después, cuando Snape me sacó de allí… solo intentaba sobrevivir, como fuera, al precio que fuese —inspiró hondo y cerró con fuerza los ojos —pero el día en que os llevaron a mi casa… —ella vio como la mano que seguía apoyada en la ventana se convertía en un puño —la forma en la que mi tía te torturó… —golpeó el cristal —viví mucho tiempo soñando con tus gritos y con la batalla —exhaló con fuerza —cuando Potter salvó nuestro culo en los juicios me di cuenta de que todo había cambiado. Yo había cambiado. Sentí que debía al mundo… algo —la miró por encima del hombro —no me malinterpretes, todo eso del heroísmo y la santidad os lo dejo a vosotros, yo solo quiero dejar de sentirme culpable, dejar de sentirme en deuda. Estar en el SISA… ha dado algo de sentido a todo, sin dejar tiempo para pensar o arrepentirme. Una misión, un objetivo.
—Draco… —se acercó a él y puso la mano en su espalda desnuda, en una caricia tierna y reconfortante que le hizo cerrar los ojos —no puedes dar tu vida al SISA, está bien tener un objetivo, una misión… está más que bien querer hacer de todo esto un lugar mejor.
—No soy un altruista, no te equivoques, Granger. Lo hago por pura culpabilidad.
—Lo que sea —replicó ella —quieres mejorar las cosas pero no puedes hacerlo a costa de ti mismo. Tienes que aprender a vivir, creo que has pasado años solo sobreviviendo.
—Como todos —masculló.
—Llevas mucho tiempo limpiando el mundo de los mortífagos, Draco.
—No olvides que yo soy uno de ellos —dijo entre dientes.
Sintió que ella le abrazaba apoyando la frente en su espalda y notó su aliento en la piel cuando volvió a hablar.
—No lo eres, dudo que algún día siquiera lo fueras.
Draco cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás poniendo las manos sobre las de la chica.
—¿Necesitas ver mi Marca?
—No Draco, la Marca no hace al hombre —murmuró.
—Una vez mortífago —respondió en un quedo susurro —siempre mortífago.
—Yo no lo creo.
Se quedaron en silencio durante largo rato, unidos en aquel extraño abrazo reconfortante para los dos.
—¿A qué hora tenemos que salir? —preguntó de pronto el rubio.
—En una hora.
Se dio la vuelta y la levantó igual que lo había hecho la noche anterior, perdiendo la toalla en el proceso.
—Suficiente.
Buscando su boca caminó con ella de vuelta a la habitación.
….
Blaise Zabini estaba de los nervios.
Aún no había podido hablar con Theo sobre sus problemas y, por si eso fuera poco, la cita que tuvo con Alicia Spinet había sido… perfecta.
Todo fue sobre ruedas, tan fácil como convocar un lumus con la varita. La conversación fluida y divertida, la química entre ellos estupenda, la chica más que guapa y muy dispuesta, no había dejado de enviar señales claras de lo mucho que quería pasar la noche con él descubriendo en qué otras cosas podían ser compatibles.
¿Por qué entonces la había vuelto a dejar en la puerta de su casa con un casto beso en los labios y una sonrisa?
¡Merlín! Se estaba volviendo un jodido eunuco.
Se frotó las sienes y siguió caminando de arriba abajo de su despacho.
Eran las diez de la mañana y tenía una copa de whisky entre los dedos ¿Podía ser más patético?
Dando un manotazo a la tela de la bata que se le enredó en las piernas, se sentó en el sillón y, con el ceño fruncido, vació su bebida y gruñó cuando el licor le quemó al bajar por la garganta.
No podía seguir así.
Dejó el vaso en la mesa con un fuerte golpe y se levantó yendo a buscar pergamino y pluma.
Eso se acababa ahí y se acababa ahora.
Se sentó de nuevo, en aquella ocasión tras su escritorio y escribió una nota a Alicia pidiéndola que se reuniera con él esa misma tarde en el Callejon Diagon.
Ese sería el día D. No pensaba volver a dejarla en la puerta de casa, iba a entrar con ella y se iba a pasar la noche dentro de su escultural cuerpo hasta que cada una de las locas y dementes ideas que tenía con Ginny Weasley salieran de su sistema para siempre.
En el fondo, una pequeña parte de su cerebro, le decía que no estaba bien usar a la mujer para olvidar a la pelirroja, pero él realmente no iba a hacerla daño ¿verdad? Le dejaría claro que sólo quería disfrutar de una buena y maratoniana sesión de sexo sucio y maravilloso y que después, Merlín diría lo que podía ocurrir porque, de algo estaba seguro, no iba a cerrarse las puertas a la felicidad. ¿Por qué iba a hacerlo cuando Weasley iba a casarse en apenas unos meses? No. Blaise no concebía una vida en la que se pasara los días llorando por un amor imposible.
Abrió los ojos como platos y parpadeó.
¿Amor?
¿Pero es que se le había ido la cabeza del todo?
Con manos temblorosas abrió la ventana, silbó para que su lechuza bajara de su lugar en la azotea y le dio la carta contemplando como el ave se perdía en la distancia.
No es que Blaise no creyese en el amor, claro que creía en el y esperaba, algún día, dentro de muchos años, encontrarlo y disfrutarlo de todas las formas posibles.
Pero no iba, bajo ningún concepto, a enamorarse, jamás, de la mujer de otro hombre y nunca, ni en un millón de años, sería de esa peligrosa pelirroja que le ponía de los nervios la mitad del día y le tenía empalmado la otra mitad.
Se frotó la cara con las manos.
Estaba enfermo, del todo.
—¿Blaise?
¿Pero qué coño le pasaba a esa mujer?
Cuando escuchó la voz de Ginny en el pasillo gimió de desesperación. Iba a prohibir a sus elfos que dejaran pasar a la chica de nuevo e iba a cambiar la seguridad de su red flu impidiéndole el paso a partir de ese mismo día.
¿Es que no podía dejarlo en paz? ¿No habían tenido bastante con su última conversación?
Se sentó de nuevo para que el escritorio tapara su desnudez. No era tímido pero empezaba a ser vergonzoso que le pillara siempre en bata.
—Estoy aquí —dijo refunfuñando.
Ella abrió la puerta, como si estuviera en su propia casa y entró arrugando la nariz al ver el desorden y la copa de whisky recién terminada.
—¿No es un poco pronto?
—¿Qué quieres? —espetó con brusquedad.
—Uy, estamos de mal humor ¿No? ¿No has dormido bien?
—Alicia me tuvo hasta tarde ocupado —replicó con una sonrisa.
Le pareció ver un ligero brillo de dolor en aquellos ojos castaños pero lo descartó ¿Por qué iba a resultarle doloroso? Pese a que se había dado cuenta de que la atracción no era unilateral, ella iba a casarse.
—Así que ¿Vais en serio?
Blaise frunció el ceño.
—Pelirroja, todo lo en serio que se puede ir cuando estás conociendo a alguien —se encogió de hombros —Bueno ¿En qué puedo ayudarte?
—Tengo que regresar a Holyhead ¿Has recibido la carta? Hay una reunión importante mañana a primera hora.
—No he mirado aún el correo —respondió él rebuscando entre las cartas que tenía sobre la mesa.
—Pensaba ir esta tarde para amanecer allí por la mañana.
—Yo no puedo ir hoy —dijo mientras quitaba el lacre del sobre que había con el emblema de las Arpías —tengo una cita esta noche con Alicia —murmuró aunque aún no había recibido respuesta de la bruja —iré mañana por la mañana.
—Pero es muy temprano —respondió Ginny
—Solicitaré un traslador, no te preocupes, pelirroja, no me perderé la reunión.
—Oh… bien, vale, supongo.
—Puedes venir mañana conmigo si quieres —releyó de nuevo la misiva —estaré listo a las siete de la mañana. Si cambias de idea ven a esa hora a la entrada de la casa.
Ginny se dio cuenta de cómo puntualizó "entrada" y, con un extraño nudo de inquietud en la garganta, entendió el mensaje. No quería que pasara de nuevo a la mansión sin invitación previa.
Supuso que tenía sentido. Seguramente se había dado cuenta de la atracción deleznable que estaba sintiendo en los últimos tiempos y estaba poniendo barreras. Barreras que realmente debía haber puesto ella también.
Decidió que era el momento de dar un paso atrás, literal y figurativamente.
Le dolía perder esa amistad que habían alimentado en los últimos años, le dolía mucho. Pero no quería hacer daño a Harry y no quería quitarle a Blaise la oportunidad de ser feliz con Alicia.
Con la sensación de que todo su mundo perfectamente construido empezaba a perder la solidez de sus cimientos, asintió y forzó una sonrisa.
—Está bien, aprovecharé para hacer unas compras y mañana estaré en la puerta a las siete.
—Perfecto —dijo el moreno con una sonrisa amplía.
—Hasta mañana, Blaise
Se dio la vuelta y caminó hacia la salida, sintiendo cada paso más pesado que el anterior, dándose cuenta de que con cada una de esas zancadas se alejaba de algo a lo que era incapaz de enfrentarse.
Valiente leona, pensó con frustración.
—Adiós, pelirroja —susurró él perdiendo la sonrisa cuando la puerta se cerró tras ella.
….
Harry entró en la Oficina de Aurores con paso firme y se dirigió al despacho de Robards.
—¿Qué ha ocurrido? —dijo entrando sin llamar siquiera a la puerta.
—Un soplo —respondió su jefe sacando varios pergaminos y tendiéndoselos —pero una mierda de soplo, si quieres mi opinión —frustrado, se pasó las manos por el cabello —no tenemos nada, no sabemos dónde, ni cuándo, ni a quién… solo que es inminente.
Harry pasó las páginas concentrado en las palabras.
—Esto no es nada —exclamó dejando de nuevo los papeles sobre la mesa de su jefe.
—De nada —añadió Robards —necesito que cojas una unidad y os pongáis a trabajar. Todos tenéis informantes, conocéis gente… no lo sé, pero hay que hacer algo. Os quiero a todos en la calle ¡Ya!
—Por supuesto
Harry salió del despacho casi a la carrera.
—¡Sienna! ¡Harvey!¡Rogers!¡Storm!
Los aurores fueron levantándose de sus cubículos y se acercaron a él cogiendo sus túnicas y sus varitas.
—Habéis oído lo del soplo, imagino ¿Es así?
—Robards nos informó —respondió Sienna.
—Bien. Tú —dijo señalándola —quiero que vayas a Hogwarts y a Hogsmeade. Descarta el lugar, llévate a alguno de los novatos. Quiero que asegures la zona —ella asintió y se marchó hacia el Pabellón de Entrenamientos —Rogers, las villas, Godric´s Hollow, Holyhead, Ottery St Catchpole y Pequeño Hangleton. Llévate también a un par de chicos.
—En camino —replicó el auror yendo detrás de Sienna.
—Storm, necesito que hables con cada uno de los informantes que tenemos en nómina y acércate a Wiltshire y Cokeworth. Harvey, tú vienes conmigo. Vamos a avisar a Bill Weasley y después iremos al Callejón Diagon.
—¿Harry?
Él se dio la vuelta y vio a Regina acercarse a él con celeridad. Incapaz de evitarlo, Harry paseó la vista buscando a Hewitt y preguntándose por qué no estaba pegado al culo de la bruja.
—Regie, no es un buen momento.
—Tienes que escucharme, Harry —le tomó de la mano y el chico frunció el ceño con el contacto.
Era extraño, siempre que ella le tocaba sentía cosas que no estaban bien. Sabía que durante todo el tiempo en el que se habían conocido, en esos desayunos que empezaron como algo esporádico y terminaron siendo necesarios para los dos, se había desarrollado entre ambos una amistad que, en el fondo, no era del todo correcta.
Harry, siendo Harry, había marcado los límites y nunca, jamás, había hecho nada que fuera mínimamente cuestionable porque adoraba a Ginny Weasley y se heriría a sí mismo antes que herirla a ella. Pero lo cierto era que, desde que se había marchado a Holyhead apenas se veían y la sentía más alejada, como si entre ellos las cosas fueran distintas, más frías, como si el amor que habían sentido durante los años anteriores hubiera dado paso a un cariño distinto, un cariño menos físico y más… fraternal.
Aquello le estaba volviendo loco porque ¿Y si era una mentira que se contaba a sí mismo para sentirse menos culpable? ¿Por qué estaba sintiéndose así? ¿En qué le convertía aquello?
Se apartó del contacto, ignorando la mirada dolida de aquellos ojos claros y se metió las manos en los bolsillos de la túnica.
Puede que el Harry que se hubiera enamorado de Ginny no fuera el mismo Harry adulto en el que se había convertido, pero antes muerto, como dijo una vez su padrino, que traicionar a sus amigos y, mucho menos a su prometida.
—Te escucho —dijo en su tono más formal de auror.
—Sé que habrá un ataque —murmuró con los ojos aterrados.
Harry se puso alerta en una milésima de segundo y, en aquella ocasión, fue él quien sujetó la muñeca de la mujer con brusquedad.
—¿Cómo has dicho?
Al ver la mueca en su rostro aflojó el agarre sobre ella y la sacudió ligeramente.
—¿Regie?
—No… no lo sé, Harry —ella jadeaba y le miraba con ojos aterrados —no sé… no sé por qué lo sé —se tocó la frente, de aquella manera en la que Harry solía tocarse la cicatriz y él no pudo evitar preocuparse al verla tan atemorizada.
—Está bien —incapaz de hacer otra cosa, la abrazó cuando ella buscó refugio entre sus brazos presa de incontrolables temblores.
—Habrá un ataque —volvió a decir con la voz rota —van a atacar el Callejón Diagon.
