Transparente, incolora e inodora
Harry entró a la sala de interrogatorios número cuatro y apoyó la espalda en la pared, cruzándose de brazos.
—Pensaba que después de haberte librado de la condena que tienes pendiente en Azkaban por el asesinato de los McKinnon, Travers, tendrías la suficiente inteligencia para largarte lo más lejos posible.
El hombre, que estaba sentado en una silla con los pies y las manos atados, solo sonrió mostrando un montón de dientes amarillos que, junto con su descuidada barba y su pelo enredado, mostraban una absoluta falta de higiene.
Harry arrugó la nariz y suspiró con cansancio al darse cuenta de que aquel imbécil no iba a colaborar.
Al otro lado de la pared, en la sala adyacente, Hermione y Theo estaban visionando todo lo que ocurría dentro ya que los cubículos para interrogatorios tenían una pared mágica que, al activarla, dejaba ver lo que sucedía al otro lado como si fuera un cristal. Draco y Anthony habían conseguido acceder discretamente unos minutos después de que Harry entrara gracias a un hechizo de invisibilidad conocido únicamente por los miembros del SISA que había hecho refunfuñar a Hermione, por lo que los cuatro compañeros se sentaron para observar al auror con el detenido.
—El cabrón parece completamente cuerdo —dijo Anthony —tiene la mirada clara y tranquila.
—Está orgulloso de estar ahí —añadió Theo quien, en el pasado, había conocido a Travers porque era amigo del pirado de su padre —siempre fue un borracho y un gilipollas.
—Además no parece sentir remordimiento o arrepentimiento —puntualizó Draco —lo que era muy común entre los mortífagos.
No pasó desapercibido para ninguno de los demás la forma en la que, de manera inconsciente, Malfoy se bajó un poco la manga de la túnica, como si temiera que se pudiera ver algo de la marca que seguía en su antebrazo, tapada por el hechizo de ocultación que todos sabían que solía utilizar.
—Por supuesto, Travers es un sociópata de manual —intervino la bruja.
—Yo habría dicho que era un psicópata —musitó Anthony.
Hermione rió sin humor.
—No. La psicopatía supondría que no tiene empatía ni moral, pero este hombre sí tiene moral y conciencia, lo que ocurre es que su sentido de lo que está bien y lo que está mal es… cuanto menos, cuestionable. Además —continuó ella —un sociópata es, por lo general, menos estable a nivel emocional, impaciente, impulsivo… Travers mató a la auror Marlene McKinnon sin planificación alguna, de forma impetuosa y precipitada. Voldemort sí era un psicópata de mierda desde su concepción
—Es curioso —dijo Theo con una risita baja —yo siempre había pensado en Malfoy como en un sociópata
El rubio le miró de soslayo con cara de pocos amigos.
—Bueno —la mujer frunció el ceño, pensativa —Arrogante, con sentido de superioridad, falta de respeto a los derechos ajenos —siguió enumerando —falta de empatía.
—No olvides su dificultad en las relaciones sociales y sentimentales —intervino de nuevo Nott con una sonrisa maliciosa.
Draco le enseñó el dedo corazón y se cruzó de brazos.
—Pensaba que estábamos aquí para escuchar a Potter…
Cuando el auror volvió a hablar, todos se quedaron en silencio.
—Vas a hablar —dijo sin moverse. El ex mortífago rió y Harry sonrió, una sonrisa fría y aséptica que hizo flaquear ligeramente al detenido —te voy a explicar las dos únicas opciones que tienes, Travers; La primera es simple, me cuentas lo que quiero saber y negociamos que tu estancia en Azkaban sea lo menos incómoda posible cosa que agradecerás teniendo en cuenta la cantidad de tiempo que vas a pasar allí dentro. Y dos, esperamos a que me traigan una poción que seguramente conoces. Una muy útil ¿Sabes? —se separó de la pared, caminó despacio hasta una silla frente a Travers y se sentó entrecerrando los ojos —te voy a dar tres pistas —le mostró el dedo índice —es transparente —sacó el dedo corazón —incolora —añadió el dedo anular —e inodora.
El hombre siseó y se agitó en la silla.
—Lo malo de usar la poción, Travers, es que si tengo que sacarte la verdad por la fuerza no me sentiré tan… magnánimo —chasqueó la lengua —así que diré al Wizengamot que fuiste un capullo que no quiso colaborar y haré que el resto de los años que pases en Azakaban sean muy, muy desagradables.
—Todo es tu culpa, Potter ¡Siempre ha sido tu culpa! ¡Deberías estar muerto!—gritó el mago que se agitaba tanto que estuvo a punto de caer al suelo atado a la silla —¡No hablaré! ¡No hablaré!
—Oh, que… curioso —se recostó en la silla y le miró con humor —no esperaba semejante muestra de lealtad. Teniendo en cuenta que nadie va a venir a sacarte de la cárcel esta vez, me parece casi honorable. Una pena. Será por las malas entonces.
Alguien golpeó la puerta y Harry se levantó.
—El veritaserum en servicio a domicilio —se acercó para abrir y vio a Theo —perfecto, gracias —le dijo a Nott tomando la poción y los papeles que le tendía antes de cerrar de nuevo la puerta —me vas a perdonar si no me acerco a ti, ya sabes, todo eso del protocolo de seguridad y demás—usando la varita obligó al mago a abrir la boca y dejó que el líquido se derramara por su garganta. Volvió a la silla y desplegó la documentación —bien, aquí puedes ver que tenemos firmada la orden para el uso de la poción de la verdad de modo que ahora sí. Hablemos.
—¿No tengo abogado? —preguntó el mago lamiéndose los labios resecos.
Harry rió.
—Debes pensar que somos idiotas ¿No? —chasqueó la lengua —tus derechos quedaron revocados en el momento en que escapaste de la prisión. Van a caerte tantos años que no creo que vuelvas a poner un pie fuera de Azkaban en lo que te queda de vida ¿Un abogado? Creo que ambos conocemos las leyes mágicas y sabemos que no tienes, ni tendrás, derecho a una defensa. Así que no me hagas perder el tiempo.
Tomó un vuelapluma y un pergamino y comenzó.
—Nombre completo
—William Antoine Travers
—Edad
—Cincuenta años
—¿Has formado parte del ataque al Callejón Diagon
—Sí
—¿Secuestraste a Lauren Berrycloth?
—Sí
—¿Has intervenido en algún otro secuestro o asesinato desde que comenzó?
—Sí
Harry se dirigió al vuelapluma
—Anota que hay que investigar esto más a fondo —volvió su mirada hacia Travers —¿Sabes lo que es el báculo de Asclepio?
—No
—¿El cetro de Imhotep?
—No
—¿Quién te ordenó que secuestraras a Lauren?
—Rabastan Lestrange
—¿Es él el cabecilla de este movimiento?
—No
—¿A quién estáis siguiendo?¿Quién es el líder?
— No lo sé. Siempre fueron Rabastan o Rodolphus quienes se ponían en contacto con nosotros.
—Pero hay alguien más ¿Verdad?
—Sí.
—¿Y qué es lo que quiere? ¿Qué queréis?
—Venganza
—¿Por qué?
El mago se encogió de hombros y rió, de nuevo aquella risa histérica y enronquecida.
—¿Qué se yo? Cada uno está aquí por un motivo —entrecerró los ojos y la carcajada se cortó en seco —tú mataste a nuestro señor, por tu culpa hemos perdido posición, poder, dinero… nuestra vida entera desmantelada por un puto crio que no sabía ni lo que estaba haciendo ¡Nos lo robaste todo! Así que yo estoy aquí porque ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Dónde podía ir? Rabastan me encontró viviendo casi entre basura, sobreviviendo después de huir sin nada más que lo que tenía en los bolsillos de la túnica.
—Qué pena me das… —masculló Harry entre dientes.
El mago siguió vomitando palabras.
—Me dieron un lugar donde vivir, dinero, comida y la posibilidad de joder por última vez a esta sociedad de mierda que me lo quitó todo.
—¿Quién más está contigo?¿A quién más conoces? —interrumpió Harry sabiendo que gracias a la compulsión de la poción aquella verborrea terminaría en cuanto continuara las preguntas.
— Alecto Carrow —dijo y el moreno se giró hacia la pared tras la que sabía que se encontraban los demás. La Agencia había confirmado que la bruja había huído a Bruselas, pero no sabían que estaba metida en todo aquello — sus sobrinas Flora y Hestia —continuó —Donovan Rosier, Albert Jorkins, Darina Karkarov, Tracy Davies, Rufus Goyle y Viktor Krum
El vuelapluma escribía sin descanso.
—¿Alguien más?
—No que yo sepa o conozca, pero hay más —replicó con una maquiavélica sonrisa.
—¿Está Viktor Krum allí por voluntad propia? —preguntó Harry.
El otro se encogió de hombros.
—¿Y yo que sé? ¿Te crees que hablamos de nuestros problemas alrededor de una tacita de té? —volvió a reír —yo no pregunto, ellos no preguntan. Fin de la historia.
—¿Sabes quién es Adrian Pucey?
—Sí —siseó en respuesta —un niñato estúpido que pronto dejará de ser tan estúpido —rió de nuevo.
—¿Dónde le tenéis retenido?
—No lo sé, eso es cosa de los Lestrange. Como te he dicho no hago preguntas.
Al otro lado de aquella pared transparente, los demás debatían sobre el interrogatorio.
—Viktor no está ahí por voluntad propia —estaba diciendo Hermione.
Draco resopló.
—Todos le vimos en algún momento, Granger. No estaba ayudándonos, te lo puedo asegurar.
—Conozco a Viktor ¿Vale?
—O crees conocerle —dijo Anthony quien al parecer concordaba con Malfoy.
— ¿Acaso sabemos por qué están haciendo todo esto? —preguntó de nuevo el rubio —damos por hecho que, como son mortífagos, todo lo que buscan es perpetuar con las ideas supremacistas de Voldemort… pero ¿No estás oyendo a esa basura? Está en esto por venganza, por dinero, por salir de la miseria… ¿Y si cada uno de ellos está ahí por sus propios motivos egoístas?
—No —aquella vez fue Theo quien habló —todos los nombres que ha dado son sangre pura, todas son familias vinculadas a los mortífagos, Malfoy, puede que tengan sus motivos, pero también hay un denominador común.
—Menos Viktor —dijo Hermione
—Ni Pucey —continuó Theo
—¿Y si hicieron con Viktor lo mismo que han hecho con él? —volvió a decir la bruja —¿Y si le secuestraron y usaron el báculo? —se frotó la cara con frustración —sabemos que intentaron usarlo para plegar la voluntad de Justin…
—Casi lo había olvidado —murmuró Draco —Por las bolas de Merlín —espetó levantándose y dando una patada a la silla —van a joder con la mente de Adrian, maldita sea.
—Como han hecho con Viktor —Hermione suspiró y, aunque no se dio cuenta de la mirada iracunda de Draco, Theo sí lo hizo y rodó los ojos cruzándose de brazos.
—Voy a ponerme con ese listado de nombres —Anthony se lanzó el hechizo de invisibilidad y aunque ya no le veían, escucharon su voz —Carrow, Rosier, Jorkins, Karkarov, Davies y Goyle. Todos tienen aún familiares por Inglaterra… tal vez sea hora de hacerles una visita y consultar lo que saben.
—Pide una orden —aconsejó Draco
—Es lo primero que voy a hacer —murmuró antes de abrir la puerta y marcharse.
—¿Una orden para qué? —preguntó Hermione que seguía mirando hacia donde estaba Harry mordiéndose la uña del dedo pulgar.
—Veritaserum —replicó el rubio —ninguno de ellos hablará, salvo quizás Goyle. Si supiera algo lo contaría pero lleva tres años viviendo en Alaska así que no creo que tenga ni idea de lo que está ocurriendo. Además digamos que terminó la relación con su familia después de la guerra.
—¿Y ahora qué hacemos? —inquirió Theo.
—Tenemos que regresar a Grecia —Hermione miró a los dos magos —como os dije, es imperativo descubrir por qué Herpo quiso recrear el báculo en una época en la que los magos ya canalizaban el poder a través de las varitas. No tiene sentido, necesitamos saber algo más de él, necesitamos saber por qué fue a buscar los manuscritos de Imhotep y qué quería conseguir. Tal vez así podamos encontrar algo de sentido a todo esto.
—¿Crees que descubrir los motivos de un mago tenebroso que vivió en el Pleistoceno nos ayudará a solucionar esto? —preguntó Draco sin poder evitar el sarcasmo de su voz.
Hermione bufó de forma nada femenina.
—En el Pleistoceno ni siquiera existía la rueda, Malfoy.
Theo les miró a ambos en silencio y frunció el ceño.
—Es verdad que no había ruedas pero sí tenemos indicios de magia en el Paleolítico, de hecho —continuó —en el arte parietal hay bastones de hueso decorados… por ejemplo, a priori, me viene a la mente el propulsor de Bruniquel que tiene forma de caballo y que los muggles piensan que era una prolongación artificial del brazo. Me pregunto, después de haber estudiado los manuscritos de Imhotep, si es posible que…
—Qué las brujas y magos del Paleolítico los utilizaran del mismo modo que Imhotep… Oh Dios mío ¿Crees que es posible?
Nott se encogió de hombros.
—No lo sé, lo cierto es que no sabemos mucho sobre aquél periodo salvo que lo que los muggles consideran la religión de aquella época basada en creencias mágicas es en realidad el principio de nuestra propia historia.
—Es cierto que hace un tiempo saqué algo de lectura ligera de la biblioteca del Ministerio y leí que las Venus Paleolíticas eran en realidad la representación de una de las primeras brujas de la historia de la humanidad. Obviamente no trascendió su nombre. Todo lo que sabemos es que vivió en África y fue conocida por sus hechizos defensivos, creen que por eso utilizaban las estatuillas como protección.
—Vale, vale —Draco cortó aquella conversación demencial que empezaba a producirle dolor de cabeza. Dios le librara de los sabelotodos comelibros — dejemos a un lado a las venus paleolíticas y a los propulsores y vayamos por partes. Si crees que hay que volver a investigar en Grecia iremos —suspiró con frustración —lo que daría porque la puta sala del tiempo del Ministerio no hubiera desaparecido.
Hermione carraspeó ligeramente y miró hacia otro lado. Theo que, como Inefable conocía bien la historia, sonrió.
—Sería mucho más fácil ir a hablar con Herpo el Loco y salir de dudas.
—Oh claro, porque usar un giratiempo para llegar a la Grecia Antigua hubiera sido posible ¿No? Malfoy, si hubieras prestado atención sabrías que los giratiempos tenían un número de vueltas limitado. Cada vuelta al reloj correspondía a una hora de tiempo y, cuanto mayor era el retroceso, menor era el tiempo posible de estancia en el destino ¿Imaginas cuantas vueltas habrían sido necesarias?
Se quedó en silencio y Draco pensó que realmente aquella demente estaba tratando de calcular el número de vueltas así que cambió de conversación lo más rápidamente posible.
—Nos vamos a Grecia —tiró de su brazo y la levantó —vamos, antes de que regrese mi cordura. Cuanto antes sepamos qué paso es el siguiente antes recuperaremos a Adrian.
—Y a Viktor —murmuró ella.
Draco gruñó una respuesta que podría significar cualquier cosa.
….
Quince minutos después estaban ambos en casa de Hermione.
Por tácito acuerdo ambos habían decidido no hablar de la última noche que habían pasado juntos y que había sido algo más de lo que habían sido sus anteriores encuentros.
Draco intentaba por todos los medios no pensar en ello en porque sólo de imaginar que pudiera tener sentimientos por Granger se sentía acojonado.
Siempre se había vanagloriado de ser inmune a toda esa estupidez del amor y, aunque una pequeña parte de él envidiaba a todas esas parejitas felices que pululaban por el mundo, otra parte sabía que no estaba preparado para algo así.
El quería a su madre, mucho. Y en el pasado también había querido a su padre, pese a que en los últimos años había desarrollado una insana aversión hacia él.
¿Pero amor romantico? Imposible.
No era ajeno a los escarceos amorosos, aunque más aficionado a los polvos de una noche o dos. Siempre pensó que con el trabajo que había elegido para redimir de alguna forma su alma ennegrecida, una mujer no podía encajar en su vida y tampoco quería intentarlo en realidad.
Pero Granger…
Maldita fuera una y mil veces. Había querido follar con ella para sacarse esa indeseada atracción sexual que surgió entre ellos, pero ahora que la había tenido no podía dejar de pensar en tenerla una y otra vez y aunque en cada ocasión se decía que sería la última, no podía evitar volver a meterse dentro de sus bragas en cada oportunidad.
Lo peor de todo era que empezaba a pensar que no solamente quería tenerla en su cama.
—Voy a Malfoy Manor —dijo con más brusquedad de la que pretendía —tengo que ir a ver a mi madre. Después pasaré por mi casa para guardar algunas cosas. Volveré al Ministerio a recoger el traslador y vendré a por ti. ¿Vale?
—Sí, está bien.
—¿Dónde quieres ir finalmente?
Antes de dejar el Ministerio habían hablado con Loughty y les había confirmado que, bajo manga, les tendría un traslador preparado para esa misma noche. Únicamente necesitaban confirmar las coordenadas exactas vía lechuza en los próximos treinta minutos.
—Ten —Hermione fue hasta un cajón que tenía en el mueble del vestíbulo, cogió un papel y escribió
— ¿Çanakkale? —preguntó Draco que no sabía si quiera como pronunciar ni dónde demonios estaba.
—Turquía —explicó la mujer dándole el trozo de pergamino.
—Pensé que íbamos a ir a Grecia.
—Cuando Herpo vivía, la colina que hoy se conoce como Hisarlik era llamada Ilion o como todo el mundo la conoce, Troya. Hay distintas versiones según los griegos o los persas o los romanos, pero tras estudiar los libros de Argenis, voy a fiarme de los registros históricos mágicos que sitúan a Herpo allí en su juventud, antes de su viaje a Egipto.
—¿Cómo puede eso ayudarnos?
—Lo que queremos hacer es entender por qué creó el báculo ¿No? tal vez lo mejor sea seguir sus pasos en dirección contraria hasta entender por qué lo creó.
—Yo te diré por qué —dijo Draco curzándose de brazos.
—Porque está completamente loco. Por eso ¿Por qué Voldemort hizo lo que hizo? Fácil, porque era un puto psicópata ¿Por qué Grindelwald quiso poner fin al Estatuto Internacional del Secreto? Porque estaba pirado… No necesitamos buscar los por qués… simplemente detenerlos.
Ella suspiró.
—Grindelwald era brillante e idealista pero una visión trastocó todo en lo que creía. Lo que empezó siendo una rebelión para crear un nuevo orden benevolente en el que los magos y brujas gobernaran del modo en que habían hecho en la antiguedad, se convirtió en una enfermedad que le volvió loco. Pero sabemos por qué y cómo.
—¿Eso ayudó a detenerle?
—Creo que sí. Dumbledore le conocía desde que eran unos adolescentes ¿Creo que eso le ayudó a terminar con su legado de terror? Sí, realmente lo creo.
—¿Y qué hay de Voldemort? ¿Ayudó en algo a Potter saber el por qué?
—Bueno, volver sobre los pasos de Voldemort ciertamente nos ayudó a ganar la guerra. Puede que dieran igual sus motivos pero el conocimiento siempre ayuda a encontrar la fisura o la debilidad necesaria para vencer.
Draco apretó los labios y asintió una sola vez.
—Turquía entonces.
Y, antes de que la mujer pudiera decir algo más, se apareció.
….
Nada más poner un pie en Malfoy Manor, Lucius apareció en el hall de entrada apoyándose en su bastón de plata con aire desdeñoso.
—Vaya… vaya… por fin te dignas a venir hasta aquí.
Draco alzó el labio superior en un remedo de sonrisa.
—Lamento decirte que no he venido a verte a ti
Caminó a su lado para ir hasta la sala de té en la que sabía que estaría su madre cuando en un gesto rápido y brusco, su padre levantó el bastón y lo puso en su pecho para impedirle el paso.
—¿Dónde crees que vas? —preguntó con las fosas nasales dilatadas y voz enfurecida y siseante.
Lucius llevaba años pensando que su hijo era un pusilánime y un vividor bueno para nada que dilapidaba la herencia, por eso lo último que esperaba era que Draco le desarmara en un único movimiento sin ni siquiera usar su varita.
—Si crees que voy a permitir que me trates como si fuera un elfo doméstico al que manejar a tu antojo, déjame recordarte que Granger abolió la esclavitud de esos seres mágicos hace unos años —sonrió con ironía, sabiendo lo mucho que su padre odiaba a Hermione y a su cruzada contra las leyes que beneficiaban a los sangre pura.
—Si crees que voy a seguir permitiendo que utilices mis cámaras para tus caprichos estás muy equivocado, Draco —dijo su padre quien se recuperó muy rápido de la sorpresa al verse desarmado — o terminas esa patética… relación —espetó con asco —con la… señorita —masticaba las palabras como lo haría con una bertie bott con sabor a vómito —Granger… o mañana mismo revocaré tus derechos en Gringotts.
Draco rió con humor.
Llevaba años esperando aquel momento. Años deseando que ese hombre que tanto le había decepcionado en su vida le amenazara con algo así.
¿Qué otra cosa cabía esperar de Lucius Malfoy?
Usando el dinero de los Malfoy en su día a día, había ahorrado todo lo que había ganado como agente que, aunque no era lo suficiente para vivir con la holgura económica a la que estaba acostumbrado, era un buen sueldo del que no había tocado un solo knut en los últimos años. Además, lo que Lucius no sabía era que, según había dejado estipulado su abuelo Cygnus Black, no serían ninguna de sus hijas quienes heredarían su fortuna sino su nieto. Por lo que al cumplir la mayoría de edad, su cámara de Gringotts había ido a parar directamente a sus manos.
Unos años después, Draco, cuya experiencia en la guerra y en la Agencia le habían hecho cambiar mucho más de lo que nadie llegaría nunca a comprender, dejó parte de esa herencia a nombre de Ted Lupin esperando que, algún día, pudiera ir a casa de tu tía Andrómeda para contárselo sin que la bruja le sacara a patadas de allí.
—Hazlo, padre. Me importa una mierda si regalas cada knut de la herencia o si se pudre todo tu maldito dinero enterrado en el banco. Ahora, si me disculpas…
—¡Eres un maldito desagradecido, Draco! —espetó el patriarca, rabioso —¿Me estás diciendo que vas a rechazar todo por esa mujer? ¡No seas idiota, hombre! —resopló pasándose las manos por su largo cabello blanco —fóllatela si quieres, me da igual. Merlín sabe que no serías el único Malfoy ni el único Black que… aliviara sus… necesidades, en una mujer de clase baja pero ¿Acaso no puedes hacerlo sin que salga publicado en la prensa? ¡Por Merlín! Búscate una bruja decente de buena familia y después… Por Salazar, después haz lo que te de la gana en la intimidad de tu cuarto.
Draco abrió y cerró los puños luchando contra la rabiosa necesidad que sentía de golpear a su progenitor.
Realmente quería usar su puño de forma muggle y sentir como crujía su mandíbula una y otra vez. Pero no lo hizo.
No lo hizo porque pese a que su padre tenía apenas cincuenta años, se veía decrépito y desmejorado y Draco sabía que no se había recuperado fisicamente de las consecuencias de la guerra. Además no era correcto agredir a un padre, aunque fuera uno tan deleznable como el suyo.
Pero mientras se debatía entre hacerle una nueva cara o no, se dio cuenta de que le importaba una mierda lo que él o toda la sociedad mágica pensara.
Si alguien debía avergonzarse de aparecer con él en la revista era Granger. Porque ella era una jodida heroína de guerra y posiblemente sería la nueva Ministra de Magia mientras que él no era más que un ex mortífago cobarde que había cometido tantos errores en su juventud que no sabía hasta cuando tendría que seguir pagando por ellos.
Allí, mirando a su padre, se dio cuenta de lo orgulloso que estaba de haber aparecido en esa estúpida revista con Granger, de la suerte que tenía de que aquella mujer le permitiera compartir su cuerpo casi cada noche.
Era mucho más que un polvo y, aunque llevaba tiempo dándose cuenta de eso, las palabras de su padre no hicieron más que abrirle los ojos.
No sabía que era, aún no, pero sí era algo más.
—Lucius, por favor.
Narcissa, quien a sus cuarenta y nueve años seguía siendo hermosa y elegante, apareció ataviada con un vestido largo de terciopelo negro que se adaptaba a sus curvas y cubría sus brazos hasta más allá de sus muñecas.
—Querido —se acercó a Draco con las manos extendidas y le dio un abrazo breve pero sentido —me alegro tanto de verte…
—Hola, madre.
Le devolvió el abrazo disfrutando del pequeño momento de calidez y se permitió cerrar los ojos para absorber ese olor floral que siempre asociaría con ella.
—Habla con tu hijo, Cissy —masculló Lucius yendo hacia ellos —no consentiré que nuestro apellido se asocie con el de Granger. No solo me estremezco al pensar que puedas mezclar nuestra sangre con la de esa… esa… bruja de segunda si no que además tenga que ver semejantes muestras lascivas y de mal gusto en la prensa mágica. Termina con esto ¡Ya! Es mi última palabra.
—Me importa una mierda tu opinión, padre —replicó el joven Malfoy con un siseo sarcástico.
—Pues entonces sal de esta casa y no vuelvas a poner un pie en ella, maldición —replicó el mayor con furia.
—Bien —se giró para irse pero Narcissa se lo impidió cogiéndole de la muñeca.
—Si haces eso, Lucius —dijo con una voz calmada y fría como un iceberg —saldré con él de aquí y no volveré jamás. Si es lo que quieres tendré un abogado interponiendo una demanda de divorcio en menos de una hora.
—¿Cómo? —los ojos de Lucius se salían de sus órbitas mientras miraba a su esposa como si jamás la hubiera visto antes.
—Ya me has oído. Nunca, jamás, nadie va a interponerse entre mi hijo y yo, ni siquiera tú, Lucius.
—Estamos casados por un rito mágico… —sacudió la cabeza con incredulidad —nadie puede deshacer eso.
Ella soltó una carcajada sin humor.
—Que mi alma esté ligada a la tuya junto a mi magia no significa que tenga que vivir contigo. Si le echas de aquí, me voy con él.
Murmurando maldiciones ininteligibles, Lucius se marchó cojeando sin volver la vista atrás.
—Bueno querido —susurró Narcissa con una sonrisa cuando su esposo se metió en su despacho dando un portazo —¿Me acompañas a tomar el té?
