Año 2: Robin Hood
Celina Ligtwood
16 años
Distrito 9
"Cuando dormía en los parques, un arcángel venía, a protegerme de noche, a espantar a la policía"
Gabi está a tres pedestales de mí. El mar ruge a nuestras espaldas y delante de nosotras, más allá del círculo con armas alrededor del cual nos encontramos los veinticuatro, un acantilado nos corta el paso. No podemos huir. No hay forma de escapar del pequeño trozo de playa al que nos han llevado para morir.
Este año, a diferencia del anterior, al menos sabíamos de ante mano a lo que veníamos. Incluso se nos ha permitido un día de entrenamiento con diversas armas. Algunas de ellas están ahora aquí y otras no, pero supongo que El Capitolio no iba a ponernos las cosas tan fáciles y decirnos con qué exactamente nos íbamos a encontrar.
El año pasado algunos se negaron a matar quedándose en su pedestal. Supongo que creían que todo pararía si no mataba ninguno, pero el chico del ocho se lanzó a por un cuchillo muerto de miedo y muchos lo imitaron. Al final solo quedó uno, tal y como ellos querían. Este año ya sabemos las reglas y nadie se ha negado a entrenar, excepto el chico del doce que no paraba de llorar y de decir que él no había hecho nada para merecer estar allí, como si al capitolio le importara que su familia hubiera sido "leal hasta el final".
Cuando suena el gong, incluso el llorica se lanza a por las armas. Intento no fijarme en lo que hace Gabi. Lo acordamos así en el entrenamiento. Solo podía salir una, así que nada de ayudarse ni protegerse. Esto es una guerra, como aquella en la que nos conocimos cuando ella y su familia se escondieron en nuestra casa, y la supervivencia de una misma es lo primero.
Hecho a correr hasta alcanzar un machete, pero nada más cogerlo la chica del siete se coloca frente a mí. Es mayor que yo y más corpulenta y blande en su mano derecha un hacha. Levanto mi machete para defenderme, pero ella es más rápida y consigue darme un golpe en el costado. Caigo al suelo y ella da un paso para colocarse más cerca de mí y sin duda poder asestarme el golpe de gracia. El dolor es tal que por un momento casi lo deseo, pero el golpe nunca llega a producirse. La chica del siete, ni siquiera sé su nombre, tiene un cuchillo clavado en el cuello. Puedo ver rabia en los ojos de Gabi mientras lo sostiene, pero no tengo tiempo de decir nada cuando el compañero de la chica se abalanza sobre ella, seguramente para vengar a su compañera. Gabi tiene los reflejos suficientes como para apartarse, pero el chico es más ágil que ella y consigue clavarle su cuchillo en el vientre. Gabi suelta un grito y yo intento ponerme de pie para ayudarla, pero no llego a tiempo. El cuerpo de Gabi cae al suelo y el chico del siete viene hacia mí.
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Bueno, aquí mi segunda vencedora, Celina Lightwood, que finalmente consiguió acabar con el chico del 7 y con otros dos tributos más. Ver la muerte de su amiga le sirvió como estimulante para seguir luchando mitad por miedo a que le pasara lo mismo mitad porque no paraba de repetirse en su cabeza que si no su muerte sería en vano.
No estoy del todo satisfecha con este capítulo porque sé que narrar escenas de acción no es lo mío y porque la canción, que es Robin Hood de Amaral, no me inspiraba demasiado, pero espero que lo disfrutéis igualmente.
Erika: mi primer comentario en esta historia :3 Me alegra que te gustara lo del desfile.
Alpha: Pues la verdad es que tras sus juegos Matthew no quedó muy procapitolio jaja. Matthew de adolescente era muy ingenuo tal y como dices, pero bueno, creció y se convirtió en un buen mentor.
Soly: No te preocupes jaja, que ya sigo. Yo tampoco creo que Matthew, ni nadie, merezca los juegos, pero la vida no es justa y El Capitolio menos.
