Nota: La leyenda de los volcanes enamorados, es también conocida como la leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y es una historia Mexica que explica el origen de los volcanes que se encuentran en el valle de México. Sí les suena conocido el nombre Popocatépetl, es porque el volcán estaba haciendo erupción a finales mayo (2023) e incluso la alerta llegó a amarillo fase 3, por lo que se volvió noticia internacional, aunque gracias a los dioses, las cosas no pasaron a mayores.

La leyenda también tiene varias versiones, aunque la esencia es la misma, en la que más me basé, fue en la que a mí me contaron cuando era niña.

La Leyenda de los Volcanes Enamorados

Muchos años atrás, en el pueblo de Wakanda, todos estaban hartos de la guerra. En el pasado, eran un poblado próspero y tranquilo que no se metía en problemas con nadie, sin embargo, sus vecinos comenzaron a envidiar sus recursos, y más temprano que tarde comenzaron a atacarlos como si fuesen su peor enemigo.

La mayoría del pueblo, por no decir todos, habían perdido a alguien en aquellos enfrentamientos brutales. Shuri, la princesa, ya había perdido a su Baba y a su hermano, quedando solo ella, su cuñada -embarazada- y su madre como miembros reales de la tribu Dorada, dejando muy débil la seguridad de su linaje.

Sin embargo, la razón por la que no se rendían, fue porque tenían unos guerreros de élite, y en los últimos meses había resaltado un hombre entre todos ellos por su capacidad excepcional de luchar y de generar victorias. Nadie se había visualizado libre de todo sufrimiento hasta que Namor apareció.

Proveniente de la tribu de Talokan, una tribu baja y casi extinta. Namor junto con sus primos Namora y Attuma eran los guerreros con más fiereza que habían nacido jamás. No conocían lo que era una derrota, y siempre traían consigo los mejores botines para los suyos y la realeza.

Fue así como en una cena de celebración por una victoria casi imposible, Namor el guerrero, y Shuri la princesa, se conocieron. Ambos sabían uno del otro, pero nunca se habían visto, y cuando lo hicieron, su amor, fue amor a primera vista.

Por los honores que había ganado Namor, fue acomodado justo al lado de Shuri, y a pesar de que en la mesa había más guerreros y familia, nunca despejaron sus ojos uno del otro. Parecían cautivados por su físico, y su atracción fue mayor cuando comenzaron a conversar.

Ambos se veían ya no como princesa o guerrero, sino como dos almas que estaban destinadas a estar juntas. Shuri veía en Namor a un hombre de ideales y que luchaba por ellos, pero también veía a alguien apasionado por las artes; la pintura, el canto, incluso el nado. Namor en contraparte, veía pasión y amor en Shuri con respecto a su pueblo, pero también había ciencia y sabiduría en sus palabras: era inteligente y fuerte, porque a pesar de tener grandes pérdidas, aún se permitía sonreírle de una manera cautivadora.

Aquel encuentro no pasó desapercibido por ninguno de los asistentes, y viendo la posibilidad de que Namor pudiese finalizar la guerra. A días de aquel primer encuentro, la Reina Ramonda habló con su hija sobre la posibilidad de aceptar un matrimonio entre ellos: Sí es que Shuri quería, y si es que Namor resultaba victorioso y fuera a pedirle su mano apropiadamente.

Aquel par había seguido manteniendo su comunicación a través de cartas, por lo que Namor seguro de sus habilidades, se presentó ante la Reina al día siguiente para hacer su cortejo oficial.

Ese día hubiera sido uno de los más bellos de todos, de no ser porque una noticia sobre un próximo ataque hizo que los guerreros se preparan para la guerra. Ignorando el mal presagio, Namor se encontraba motivado, y prometió que esa iba a ser su última batalla, porque cuando regresara, Wakanda tendría una gran celebración por su victoria ante los enemigos y por su futuro matrimonio con la princesa.

Shuri sabía lo que era la angustia de esperar a sus seres queridos de la batalla, eso le había ocurrido con su Baba y con su hermano, pero en esa ocasión fue diferente, sentía como un puñal empezaba a introducirse dentro de su pecho, y al parecer, cada día se iría clavando un poco más. No era creyente, pero esa noche rezó a todos los dioses.

—No tardes mucho. —Le pidió a Namor, ambos se estaban despidiendo a solas. —No te has ido, y ya te estoy extrañando.

Él acarició sus mejillas y juntó su frente con la de ella.

—No me he ido, pero sé que volveré. Y sé que cuando lo haga, estarás esperándome con un vestido blanco y decorado con jade, rodeada de flores. Desde niño siempre había soñado con eso, y ahora entiendo el porqué: Estamos destinados. Y a pesar de no estar casados aún, nuestras almas están entrelazadas, se pertenecen la una a la otra.

—Tú eres mío y yo soy tuya. Que los dioses bendigan nuestra unión y nuestra espera…

Ambos se separaron confiando en sus palabras.

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Incluso con la mente ocupada sobre las necesidades de su pueblo, Shuri todas las noches intentaba ver más allá del lugar donde había visto a su amado por última ocasión. En ocasiones llegaban cartas para ella y noticias sobre la guerra, pero aún no regresaba él, y el puñal que sentía dentro, al parecer estaba tan enterrado dentro de sí que había comenzado a hacer sangrar su corazón.

El chamán de la familia detecto que su corazón era tan bondadoso que incluso superaba el de su madre, y a pesar de que eso era bueno para el pueblo, a nivel personal tendía a desfallecer mucho más rápido. Ella estaba enferma del Mal de Amores, su corazón necesitaba estar cerca del corazón de su amado para poder latir con fuerza, el estar tanto tiempo alejados, comenzaba a debilitarlo.

Al escuchar aquello, Shuri creyó con más fuerza que ambos eran almas gemelas, y entonces se motivó a esperarlo… lo necesitaba, tanto figurativa como literalmente.

Quien llegaba con noticias sobre la batalla era Okoye, -la mano derecha de la Reina-, pero en aquella ocasión fueron Attuma y Namora quienes se presentaron al palacio real. Ya se había cumplido más de un año desde que inició la batalla final, así que Shuri al ver aquella diferencia entre sus visitantes y calcular el tiempo en que se habían separado, concluyó en las mejores noticias.

—Estamos a nada de ganar la guerra —Decía Attuma a la Reina Ramonda. Shuri se acercó sin ser vista —Volveremos en menos de un ciclo lunar… Pero…

—¿Pero?

Attuma pareció incómodo ante la pregunta, y entonces Namora dio un paso al frente para hablar:

—Namor ha muerto en batalla.

La Reina Ramonda se congeló, el ambiente se tensó de inmediato. Y antes de que alguien pudiese decir algo, el sonido de un golpe los sacó de su estupor. Shuri se había desmayado.

Si antes sentir un puñal en el corazón era doloroso, el que se lo quitaran de forma abrupta con la noticia de la muerte de su amado, la desgarró. Shuri sentía que tenía una herida abierta que no paraba de sangrar… A pesar de ser fuerte, su cuerpo no le respondía salvo para llorar, dejó de sentir hambre, y la calma sólo la acompañaba cuando dormía.

—Es el Mal de Amores —Dijo el chamán cuando fue a visitarla. Su deterioro avanzaba a una velocidad terrorífica. Tanto así que, a pesar de transcurrir días de aquel anuncio, ella ya no podía salir de cama, su cuerpo no se podía sostener por sí mismo. —Ella ha perdido a su otra mitad.

Su madre parecía que había envejecido de un día para el otro.

—¿Se recuperará? Ella… Ella ha estado durmiendo mucho, eso significa que tiene buen descanso ¿No?

—No lo sé. —El chamán parecía tener bastantes dudas. —¿Cómo va con su ingesta de alimentos?

—No ha probado nada salvo agua, y es porque prácticamente la obligamos a tomarla.

El chamán se tensó.

—Su alma… está buscando reunirse con él…

La Reina lagrimeó cuando entendió sus palabras.

Aun aprovechando que Shuri despertaba en ratos, en un intento de hacerla volver a la realidad, su madre le mandó colocar los mejores ropajes, y pidió que la acompañaran las flores más hermosas y con más perfume en su habitación. La gente se reunía en el palacio e intentaba animarla con charlas, poemas o bailes, pero nada la hacía reaccionar, Shuri solo dormía cada vez un poco más.

Un día, cuando sus vestidos eran blancos, ya no despertó.

El pueblo entero cayó en luto cuando se enteraron de la noticia. Ella era la última princesa: había sido buena y atenta con todos, nadie le tenía rencor, y a decir verdad, todo esperaban su reencuentro con Namor. La pérdida de él les había dolido, pero la de ella, los desmoralizó.

Todo el día y toda la noche la velaron; había velas, flores e inciensos, pero no se podía encontrar una sensación de paz. La Reina se había encerrado en sus aposentos de donde se escuchaban gritos desgarradores, y nadie podía acercársele con confianza porque toda su familia directa ya estaba en el plano ancestral, era una tragedia.

Poco antes del amanecer, el batallón de guerreros entró a la ciudad, tenían las cabezas de los líderes de sus enemigos, dando a entender que habían ganado la guerra, sin embargo, cuando entraron, no vieron la celebración que esperaban recibir, aunque les pareció de lo más extraño que todos los habitantes estaban reunidos alrededor del palacio.

Sin sospechar de lo ocurrido, se acercaron hacia la zona en un intento de entender que era lo que estaba pasando, y mientras más se acercaban, se percataban que los pueblerinos lloraban y se lamentaban.

—¿Qué está pasando aquí? —Demandó Okoye, con voz preocupada. Una de las guardias del palacio, Aneka, se acercó de inmediato para recibirla e informarla, pero cuando vio a los hombres que estaban frente a ella, comenzó a llorar.

—La… La princesa…

Fue todo lo que tuvo que decir para que Namor entrara corriendo al palacio.

Su sueño, aquel sueño que siempre tuvo de niño y nunca entendió, se había distorsionado de una forma grotesca y se había materializado de la peor forma posible. Frente a él, Shuri estaba vistiendo de blanco y jade, rodeada de flores, pero su cuerpo estaba inerte, parecía dormida de no ser porque su corazón ya había dejado de latir.

—¿Qué sucedió?

—Una noticia… —Contestó el chamán —Tus primos, Attuma y Namora anunciaron tu muerte. Ella tenía el Mal de Amores… no soportó el pesar.

Namor gritó y maldijo a los cuatro vientos. Sus primos… Sus leales primos se habían vuelto contra él en el último momento de la batalla… Attuma parecía celoso de que su mayor motivación para ganar la guerra fuese Shuri, ya que, a él, que le había acompañado, no le habían ofrecido alguna mujer de alta cuna.

Y Namora tampoco apoyaba su compromiso porque decía que, al momento de casarse, él se olvidaría a ambos y ya no los vería como su igual. Él intentó callar sus preocupaciones, sin embargo, al final de la batalla su relación estaba bastante erosionada, tanto así que ambos decidieron desertar de su ejercito y huyeron en medio de la madrugada.

Pudieron haber llegado antes de no ser porque después de su victoria, se tomaron otros dos días buscándolos sin resultados. Namor nunca pensó que en todo ese tiempo iban a volver a Wakanda para decir algo semejante.

Sin siquiera ordenarlo, -y a pesar de que todos estaban cansados-, los guerreros recién llegados, la guardia del palacio, e incluso algunos civiles salieron de la ciudad en busca de aquellos traidores. No volverían sin sus cabezas arrastrando el suelo, y sus miembros siendo devorados por animales salvajes, lo que habían hecho, había sido muy injusto para ambos.

Namor ni siquiera escuchó cuando todos se preparaban para irse. Su atención estaba en Shuri, había pasado más de un ciclo completo y añoraba verla… Cada noche, él pensaba en las pinturas que le haría, las canciones que le compondría, e ideaba los nombres de los hijos que compartirían. Comenzó a llorar al saber que toda la motivación que había tenido durante la guerra había sido una mentira.

Sin pensarlo siquiera, tomó el cuerpo de Shuri y lo colocó en sus brazos. Había añorado un reencuentro así, pero ahora el reencuentro se convertía en una triste despedida.

Cegado por el dolor, sujetó una antorcha con una mano mientras sostenía a Shuri con la otra, e ignorando la voz del chamán y la gente del pueblo, comenzó a caminar sin rumbo, alejándose del palacio y la ciudad.

No supo cuanto tiempo duró caminando, pero cuando empezó a volver en sí, Namor estaba en una zona fría y despejada. Debían de haber pasados días, sin embargo, la antorcha que portaba aún tenía fuego sobre ella, y a él le ironizó que los Dioses le hubiesen concedido el milagro del fuego eterno mientras que su promesa inicial había sido Shuri.

Cansando, se percató que no había comido ni bebido nada desde que salió del palacio, además de que un gran sueño comenzaba a invadirlo. Al parecer él también sufría del Mal de Amores. Colocó la antorcha en el suelo y acostó a Shuri, al hacerlo de inmediato empezaron a salir flores del suelo, recreando nuevamente el sueño que había tenido.

Al ver aquello, Namor entendió que incluso los Dioses estaban tristes por su pérdida, y lo que les ocurrió a él y a Shuri, no era lo que estaba destinado para ellos, ellos sufrieron a causa del egoísmo humano.

Un poco más tranquilo al saber que Attuma y Namora pagarían por sus acciones en esa vida o en otra, se sentó frente a Shuri, al lado de la antorcha, y entonces se dedicó a observarla. Era lo que había deseado, volver a verla, y a pesar de todo, por lo menos eso sí lo podía hacer hasta que se volviera reunir con ella. Eran almas gemelas, así que confiaba en que los Dioses los bendijeran de una u otra manera.

Pasó el tiempo… la tierra, el polen y la nieve comenzó a cubrir sus cuerpos, y a pesar de que había animales carroñeros en la zona, ninguno se acercó. Varios años más tarde, el sobrino de Shuri, aquel con el que ella casi no convivió, se encontraba explorando la zona, y descubrió dos volcanes que nunca nadie antes había visto o reportado.

Uno era alargado y estaba cubierto de nieve, dando la apariencia de una mujer de blanco acostada. Y el otro estaba frente a ella, imponente, protector, y lanzando fumarolas, como si aquel fuego interior quisiera demostrar la fuerza que ambos conservaban.

El joven no tardó mucho en identificar de quienes se trataban.

El chamán que los conoció, ahora mucho más viejo y senil, pidió ser llevado a la zona, y cuando llegó, lanzó su última predicción:

"Namor y Shuri… Ellos están juntos ahora, y lo estarán hasta el fin del mundo… Las fumarolas que salen del volcán son inofensivas. Es Namor, que, ayudado por la antorcha que llevaba aquel día, lanzará humo cada vez que quiera que recuerden su pasión y amor por Shuri".


Sí, sé que la historia es Mexica pero Namor es Maya, simplemente ignoremos ese pequeño detalles ¿Vale? jeje.

Estamos casi a la mitad de la week y estoy feliz de estar pudiendo publicar a tiempo las historias, confiemos en que siga así hasta el día 7 y que o haya ningún percance estos días.

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Nos leemos ~~