Nota: El Sistema de castas, fue un medio para clasificar a los habitantes del México Colonial de acuerdo a los orígenes de sus ascendentes. Es bastante extenso el tema, sin embargo, aquí utilicé los términos de la forma más resumida posible: El término Peninsular, se refiere a las personas Españolas nacidas en Europa. El término Criollo, son los hijos de peninsulares nacidos en el continente americano. El termino Mestizo, se refiere a los hijos entre un peninsular o criollo, y un indígena. El término Mulato, se refiere a los hijos entre un peninsular o criollo, y un afrodescendiente.

Creo que queda de sobra decir se mencionará racismo por la época en que está ambientado el fic.

El brujo de Talokan

Nación Mexicana (Antes conocida como Nueva España). Verano de 1829.

—Si quieres encontrar al mejor marido, sin duda deberías de contactar al brujo de Talokan. —Dijo en voz baja Riri, una chica más joven que Shuri, mientras le arreglaba el cabello. A pesar de estar a solas, esos temas aún se manejaban con cuidado. La Inquisición hace años había abandonado la nación, aunque era un secreto a voces que seguían quedando algunos unos remanentes, y nunca se podía estar totalmente seguro de quien escuchaba a través de las paredes.

Shuri asintió ligeramente sin saber que decir, todo eso era demasiado nuevo para ella. La mayor parte de su vida había estado rodeada de la guerra por la Independencia, dónde su padre T'Chaka y tiempo después su hermano T'Challa participaron al lado de los Insurgentes… A eso se había acostumbrado, a vivir en zonas alejadas, rodeada de planos, estrategias y visitas furtivas, dónde su única preocupación era saber si su Baba y su hermano seguían con vida. Nunca creyó que llegaría a una edad donde tendría que preocuparse por buscar marido.

Ella casi no tuvo convivencia con ningún hombre fuera de la familia, y por un momento pensó que se casaría con algún amigo o compañero de batalla que su hermano le presentase. Todos sus planes cambiaron cuando a inicios de año terminó del gobierno de Guadalupe Victoria, y llegó al poder Vicente Guerrero. Su Baba, que se estaba haciendo un nombre en el nuevo gobierno, se presentó en su casa de campo con una gran sonrisa.

—Vicente ha sido electo presidente. —Anunció a su familia. —¿Saben lo que eso significa para nosotros?

Ella y su madre negaron. Él sonrió junto con la mirada más esperanzadora de todas.

—Tanto sangre mestiza como mulata corren por sus venas. El nuevo presidente de la nación es afromexicano, y quiere hacer un gobierno más incluyente. Me ha pedido personalmente que sea parte de su gabinete, así que vamos a mudarnos a la capital.

Por lo que de un día para el otro, Shuri de campo, hija y hermana de Insurgentes, se convirtió en Shuri de capital, hija y hermana de miembros del gabinete del nuevo presidente electo.

Puede que a muchas chicas le hubiese encantado aquel cambio, no obstante ella tenía sus reservas en cuestión a la capital. Sabía el poder que tenía el nuevo presidente por sus raíces, sin embargo, gracias a la excelente educación que recibió en casa de la mano de su madre, era consciente de los siglos detrás donde la sociedad giraba en torno al sistema de castas. Y sospechaba que una descendiente del pueblo africano de Wakanda, cuyo nombre y apellido no eran comunes con la gente a su alrededor, podría no tener la mejor aceptación de todas.

Sin embargo, parece que subestimó los deseos de Independencia del pueblo y su odio por los Peninsulares, porque cuando llegó a la capital, nunca llegó a sentirse incómoda ni menospreciada en ningún momento. Además, al parecer en tiempos post-guerra, (donde aún había remanentes de crisis y la sociedad se encontraba herida), no importaba mucho la casta sino la posición social y económica.

Y su padre, al haber sido un excelente combatiente que obtuvo grandes honores, no sólo era conocido en el medio, sino que rápidamente reunió una cantidad enorme de dote para ella, lo que la convirtió en una de las mujeres casaderas más cotizadas de todas.

Así que ahora ella estaba para escoger a cualquier caballero que quisiese.

Esa gran libertad la hizo marearse. Durante años se había acostumbrado al aislamiento y a la compañía limitada, y en pocos meses se convirtió en el centro de atención donde su agenda se llenaba de eventos sociales variados que requerían de su presencia; bailes, presentaciones de teatro, óperas, etc.

Su Baba y su madre parecían felices y satisfechos por sus logros, pero su hermano le advirtió de todas las hipocresías que surgían en el medio, si antes era cuidadosa, ahora lo debía de ser más, porque mucha gente se acercaría a ella por su dinero y su posición. Fue por eso que Riri le había recomendado ir con aquel brujo, para saber si estaba cerca de conocer a su futuro marido.

Y a pesar de tener cierta curiosidad por las tradiciones indígenas, con respecto al baile más próximo, estaba relajada. Era cierto que el sistema de castas ya no tenía el poder de coerción que tenía años atrás, pero eso no significaba que algunos aún tuviesen cierto recelo aún.

Así que para que esa barrera mental se difuminara y luego eliminara, el nuevo gobierno fomentó bastantes bailes de máscaras, con la idea de que la nueva Alta Sociedad se guiase más por el intelecto -y posición económica, obviamente- que por el linaje de alguien.

El próximo evento sería la Mascarada del Solsticio de Verano. Y a pesar de que ella se mantenía al margen en los demás bailes, en ese en específico se sentía optimista, porque al tener el rostro cubierto, podría bailar y conversar sin tantas adulaciones falsas de por medio. No le gustaba ser el centro de atención, pero desde niña, -inspirada por sus padres-, deseaba casarse, y ahora que su hermano se había comprometido, ella sentía que también era el momento de conseguir pareja.

Acudiría con el brujo, después. En ese baile quería hacer caso a su propio instinto, y si resultase que no encontrara a nadie interesante, se dejaría guiar por las artes místicas.

Riri estiró su cabello un poco más antes de mostrar el resultado final. Esa era la prueba para el atuendo que usaría en la mascarada, al lado de ella un vestido amplio negro con incrustaciones en dorado y blanco se presumía radiante, y se vería mucho mejor con la máscara de pantera negra que acababa de llegarle.

En la noche de la mascarada fue Okoye, una amiga de la familia, quien la acompañó al evento. Ella tenía 27 años, era viuda y sin hijos. Siendo mayor que Shuri por 8 años, muchos pensarían que no tendrían temas de conversación en común, pero Shuri la consideraba una hermana mayor, y había pedido específicamente que ella la acompañara al darse cuenta de que había muchos hombres viudos en los bailes a los que no les molestaría volver a formar una relación con alguien con su mismo pasado.

Okoye era dura, pero seguía siendo una persona de carne y hueso, así que Shuri confiaba con que la dejase de vigilar en algún momento de la noche. No es que planeara hacer algo malo, por supuesto que no, pero en varias ocasiones tanto Okoye como Ayo y Aneka, no la dejaban bailar con ciertos hombres porque decían que su disfraz era de mala calidad y posiblemente era alguien de poca valor.

A Shuri le molestaba aquello, si fuera por ella, en los bailes de máscaras a propósito usaría ropajes de mala calidad para ver quien realmente se acercaría sin importar quién era la persona detrás. La mayoría de la sociedad sería superficial, pero estaba segura de que había alguien con su misma mentalidad, por lo que se esforzaría en encontrarlo si es que existía.

Apenas terminaron de cenar, un par de enmascarados se acercaron para invitarlas a bailar. Okoye parecía emocionada, y Shuri también, no le interesaban los hombres que usaban rostros teatrales como disfraces, pero serviría para poder alejarse de su chaperona en algún momento de la velada.

Bailaron dos piezas hasta que de forma abrupta, Okoye con su vestido rojo y máscara de león se separó de su bailarín. Shuri inmediatamente se tensó, aquel hombre seguramente habría dicho algo bastante desagradable, y por un momento se preguntó que habría sido.

Su casi hermana, ignorando a las personas a su alrededor, dejó parado a su acompañante y empezó a alejarse de la pista de baile. A Shuri le preocupó aquello, su acompañante tenía una plática ligeramente aceptable, pero no era con quien deseaba pasar toda la noche, necesitaba más tiempo, y no quería que por un mal rato de Okoye, tuviese que regresar temprano a casa.

Se excusó rápidamente de su acompañante para seguirla, necesitaba saber que había pasado. Okoye se veía afectada, tanto que ni siquiera se había percatado que la estaba siguiendo, pero cuando casi salió de la pista de baile, un hombre de atuendo azul la detuvo. A Shuri, que miraba a una distancia prudente, su disfraz le recordó el mar, con cuentas, caracolas y lo que parecían ser dientes de tiurón decorando su mascara.

El hombre habló un momento con Okoye, Shuri no alcanzó a escuchar lo que dijeron, pero de forma sorprendente, él logró convencerla de regresar a la pista de baile.

Genial, se quedarían más tiempo. Aunque cuando esa línea de pensamiento tranquilizó a Shuri, se percató que estaba sola porque había desairado a su acompañante. Notando que la gente la comenzaba a mirar por estar parada sin hacer nada, decidió completar su salida de la pista en lo que buscaba como volver a integrarse nuevamente.

Las paredes del Palacio Arzobispal eran majestuosas con todas las velas que alumbraban la sala. Decidió acomodarse debajo de uno de los arcos de las paredes para poder observar la pista de baile que estaba al aire libre en uno de los patios interiores. Había bastantes asistentes, y aunque se lo propusiera, aún no conocía a mucha gente y tardaría en reconocer a alguien debajo de todas esas capas de tela.

Intentó relajarse y se enfocó en la variedad de máscaras, era algo que nunca se había imaginado de niña y ya que lo conocía le seguía encantando; el misticismo sobre las personas detrás, los cuestionamientos sobre qué los habían hecho elegir ese traje en particular, y también calculaba el tiempo que se tardaría en hacer un disfraz completo. Vaya, incluso sin bailar, el estar admirando la Mascarada como un todo, era un espectáculo digno de apreciarse.

Vio animales de todo tipo, seres de mitologías que seguramente antes de la Independencia estaban prohibidas, y por supuesto una cantidad inmensa de arlequines. Otra ventaja de que estuvieran los asistentes disfrazados era que ocultos, era que podían ser ellos mismos sin miedo a la crítica, por lo que el baile era un poco más obsceno, pero de igual manera divertido.

Shuri seguía disfrutando de los disfraces que pasaban frente a ella hasta que se distrajo al ver pasar a un hombre con una máscara poco común. No es que una serpiente fuese algo inesperado, lo que llamaba la atención, fue que la máscara estuviese acompañada de plumas.

—Una serpiente emplumada. Quetzalcóatl. —Dijo para sí. Sorprendida de que alguien tuviese bastante valor (y hasta cierto punto cinismo) en llevar la máscara de un dios indígena, mientras se encontraban en el palacio donde habitaba la máxima autoridad eclesiástica.

—O podría ser K'uk'ulkan. —Respondió el hombre, que la había escuchado. Ella se tensó.

—Bastante osada, por no decir algo peor, su elección, caballero. —Contestó. A pesar de contestar indiferente, debía de ser sincera, le había caído bien el hombre.

—¿Osada? Yo diría legítima. La apuesto que más de la mitad de los asistentes de aquí, le reza a algún otro dios del que se supone que debemos de seguir.

Ella no lo negó, en su casa -a puerta cerrada- aún se le veneraba a Bast.

—Palabras peligrosas. ¿Qué acaso no le teme a la Inquisición?

—La Inquisición se anuló hace años.

Shuri lo miró directo a los ojos.

—¿Enserio cree eso?

Él le respondió la mirada. Ambos se quedaron admirándose mutuamente por un tiempo bastante considerable.

Un cambio en la música de fondo fue lo que los trajo hacía la realidad.

El hombre carraspeó mientras le tendía la mano, en un ofrecimiento de baile. Shuri aceptó sin dudar.

—No, no lo creo. —Dijo él cuando ambos comenzaron el baile en pareja. La música y el bullicio de los bailarines aumentaban el ruido, por lo que él se acercó más a ella para que le pudiese escuchar. —Estudié en el seminario, y soy consciente de que tan arraigadas están las ideas y creencias en las personas. Pero le voy a decir un secreto, la Inquisición tiene muchas más preocupaciones que las charlas triviales de una nación que se ha declarado independiente.

Shuri se sonrojó. Ese tipo de pláticas, religiosas, políticas, de ciencias actuales, eran de las que más le interesaban, su Baba siempre había sido abierto con ella respecto a lo que pasaba en el mundo exterior, y por primera vez en todo es tiempo en la capital, había encontrado a alguien que parecía dispuesto a ser igual de transparente con lo que ocurría a su alrededor.

—¿Estudió? ¿En tiempo pasado? —Preguntó.

—Antes de ordenarme, me uní a los Insurgentes.

Shuri se enfocó en no tropezarse. Si ese hombre era del bando de los Insurgentes y se encontraba ahí, no sólo era un militar letrado bastante capaz, sino que posiblemente conociese a su padre y viceversa.

Se mordió la lengua para evitar preguntar su nombre, aún era demasiado pronto.

—¿Y usted? —Preguntó él, al tiempo que la giraba como si nada en medio de su baile. —¿Por qué se encontraba sola?

—Mi acompañante se encuentra bailando aquí también, simplemente me tomé un momento para despejarme.

—¿Se siente mal?

—No. —Respondió más rápido de lo que hubiese querido. —Nada más necesitaba tiempo para disfrutar del baile desde lejos. He venido a varios, pero sigo impresionándome cada vez que vengo a un evento así… —Se mordió la lengua —Discúlpeme, creo que eso me deja ver como alguien bastante susceptible.

—Para nada. Guárdese sus disculpas. —Dijo él en voz mucho más baja, la música había acabado, y al acercársele, se le erizó la piel. —No se ve como alguien impresionable, sino como alguien que valora la belleza de las cosas, no importa cuantas veces lo vea. Apuesto que adora los amaneceres, los atardeceres, y la naturaleza en su estado más prístino no importa que lo haya visto cientos de veces.

La descripción de aquellas imágenes, rápidamente le recordaron a su infancia.

—¿Es que acaso usted es brujo? ¿O cómo puede saber tanto sobre mí?

Él rio. Era una risa sonora, y le encantó como se escuchó.

—Aunque lo fuera, no sería necesario.

Continuaron bailando durante toda la noche. Ambos estaban seguros de que más de uno se les quedó mirando de mala manera, tal vez por las risas que soltaban, o tal vez porque mientras bailaban chocaron unas cuantas veces con las parejas a su alrededor ya que estaban bastantes concentrados en ellos mismos que olvidaban incluso los pasos de baile.

No importó, Shuri se divirtió, y más que eso, se sintió auténtica, de inmediato se sintió cómoda al hablar sinceramente sobre lo que pensaba. Su acompañante la escuchaba como si fuera su igual, y también parecía cómodo con su presencia, ya que en un punto cuando la música cambió para dar espacio a un baile lento, él empezó a cantar en una lengua diferente, no era náhuatl, pero de todas formas Shuri se sintió atraída por el lenguaje desconocido.

La noche transcurría de forma espléndida y lenta hasta que de la nada, empezó una pelea. Shuri y su acompañante se desconcertaron al escuchar el ruido de los gritos y golpes que hacían dos hombres en medio de la pista de baile. Shuri casi pudo jurar que uno de ellos, fue el que incomodó a Okoye al principio.

En lo que más gente se acercaba a intentar separarlos, el exceso de alcohol de varios asistentes ocasionó que hubiese más peleas contiguas. Y todo se descontroló para peor, ahora ya no sólo se escuchan gritos, sino también cristales rompiéndose. Shuri sintió como su acompañante la jalaba para alejarla y llevarla hacia la puerta principal, dónde gran parte de los asistentes se empujaban para pedir su coche y estar a salvo.

La adrenalina se le disparó, y rápidamente empezó a buscar a Okoye, que toda la noche la había tenido abandonada. Entre unos cuantos empujones más, encontró su vestido rojo, pero antes de que ella pudiese hablar, Okoye la sujetó con fuerza.

—Tenemos que irnos, ya pedí el coche. —Le dijo entre el mar de gente que se peleaba por llegar a la salida. Shuri sintió que se separaba de su acompañante.

—Espera…—Le dijo a Okoye —Todavía no le he pedido su nombre.

Un nuevo estruendo se escuchó y entonces Shuri vio a lo lejos cómo caía un candelabro al suelo, dejando que el aceite que lo nutría se esparciera debajo de una mesa, incendiándola rápidamente.

—¡VAMONOS! —Okoye ni siquiera escuchó su primera negativa. La agarró con una fuerza que seguramente le dejaría marcas al día siguiente, y entre empujones y pisotones, lograron llegar a la salida.

Mientras huían del lugar bajo la seguridad de la madera de su coche, Shuri pudo ver como mucha gente salía ya sin sus máscaras, con el disfraz destrozado e incluso con algunas heridas. Ella se miró a sí misma, lamentándose de que su máscara siguiera en su lugar… si tan solo su acompañante hubiese visto su rostro podría intentar localizarla.

—Entonces… un posible mestizo, mayor que tú, letrado, exseminarista, Insurgente. ¿Qué más? —Aneka preguntaba mientras hacía una lista con la descripción que tenía Shuri sobre su acompañante. Había pasado poco menos de una semana de la desastrosa mascarada, y a pesar de ser consciente de que debía de estar agradecida por no resultar herida, estaba decepcionada al ver que nadie había intentado dar con ella.

Ni un rumor sobre alguien buscando a alguien, o alguna mención de una pareja misteriosa que bailó toda la noche y empujó a unos cuantos, nada. Todos los comentarios estaban enfocados en la pelea al final de la velada, y los chismorreos se guiaban hacia las personas y causas que ocasionaron dicho pleito.

Pero ella era Shuri Udaku, hija de T'Chaka Udaku, un Insurgente que nunca se rindió ante nada, y siempre conseguía lo que se proponía, así que siguiendo su ejemplo, sí el hombre serpiente no iba a buscarla a ella, ella lo iba a buscar a él.

Obviamente, la forma más segura era preguntándole a su Baba o a su hermano, lamentablemente ambos habían partido hacia el puerto de Veracruz, y tardarían aproximadamente tres semanas en volver a casa.

—Estoy casi segura de que era mestizo. —Confirmó —Tenía los ojos de color café, una agradable risa, y hablaba un idioma que no era mexicano* y no reconocí. Su máscara era del dios serpiente emplumada, pero no le dijo Quetzalcóatl, sino…

—¿ K'uk'ulkan? —Preguntó Ayo, que se había mantenido al margen de su charla.

Shuri la miró sorprendida.

—¡Si!

—Es maya. —Concluyó la mujer. — K'uk'ulkan es la forma en que los mayas se refieren al dios serpiente emplumada. Seguramente estaba hablando en Maya Yucateco.

Shuri sintió como su estómago se agitaba. Aquel hombre era mestizo maya, eso reducía enormemente la búsqueda.

—¿Alguna de ustedes ubica a algún hombre con esas características? —Preguntó. Tanto Aneka como Ayo ayudaban a su padre en cuestión de logística y organización de todos los reportes y documentos, eso significaba que conocían la mayoría de los nombres de quienes que acompañaban a su Baba en cualquier ámbito militar.

—Son bastantes Insurgentes, y en los registros no vienen su biografía completa. Guiarte por los nombres no es recomendable, muchos los cambian para proteger a sus familias. —Soltó Ayo, desanimando a Shuri. —Siendo realista, sería mucho más recomendable que esperaras a alguna reunión privada de tu padre con sus colegas más cercanos, así podrías reconocerlo por la voz. Si no encuentras, significa que no es lo suficientemente importante para poder intentar algo contigo.

—¡Ayo! —Se quejó. —No me importa si es importante o no, lo quiero contactar.

—¿Para qué? ¿Para ser amigos? —Rebatió —Shuri, a tu edad, los hombres y las mujeres no pueden ser amigos. Eres casadera, una relación con un hombre, aun siendo de "amistad" te arruinará.

Shuri rechinó los dientes.

—¿Y si…? —Otra voz que había estado callada apareció, fue la de Riri. —¿Y si haces una búsqueda inversa?

—¿Al revés?

—Sí… —Dijo Riri mientras acomodaba su voz —Será difícil encontrar a un mestizo maya en medio de cientos y miles de Insurgentes. Pero la comunidad maya es pequeña en la capital, sería mucho más fácil encontrar a un Insurgente que abandonó el seminario -y posiblemente trabaje para el gobierno- entre los suyos, ¿No?

Aneka aplaudió, era una idea brillante.

—¿Conoces a alguien de la comunidad que nos pueda dar ese tipo de información? —Shuri también apoyaba la idea de Riri. Era bastante ingeniosa.

—El brujo de Talokan ¿Te acuerdas? Es maya.

Shuri casi se rio por la ironía. Al final, parece que si iba a tener que agendar una reunión con él para encontrar a su futuro esposo.

Sólo que nunca se imaginó que con aquella visita lo encontraría de inmediato.

*En los primeros años del México Independiente, el idioma náhuatl también era conocido como mexicano.


Dios, recordé todo lo que aprendí de historia de México cuando era niña al investigar esto. Siendo sincera, a pesar de que Vicente Guerrero sí existió, y sus orígenes son reales, su gobierno sólo duró 8 meses, y dos años después fue fusilado. Él nunca hizo nada por el sistema de castas, sin embargo, este es un fic, y me inspiré en la serie de Bridgerton, donde la sociedad fue mucho más abierta. Así que nos basaremos en su misma lógica.

Para todo lo demás, intenté ser lo más exacta posible en cuestión a fechas, lugares y descripciones.

Voy a confesar algo, me encantó el universo que creé, y sentí que me faltó el POV Namor, así que posiblemente al final de la week, vaya a agregar un capítulo extra donde narre desde su origen hasta el punto de cómo terminó en el gobierno, y claro, si Shuri descubre su identidad como "El Brujo" y como fue que también terminó siendo conocido así.

También quiero decir que me inspiré ligeramente en el libro "Donde termina la noche" o "The Hacienda" de Isabel Cañas. Si quieren leer algo del México independiente mientras se enamoran de un hombre que es brujo pero también sacerdote, sin duda disfrutarán mucho de la trama.

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