Disclaimer: los personajes le pertenecen al mangaka Kazuki Takahashi. Sólo los uso para escribir mis ideas.
Inspiración musical: "Anata ga Ita Mori" ending del anime "Fate Stay Night"
Ship: Cavaliership (YamixRebeca)
Traición Marital
Su almohada estaba húmeda de tanto que había llorado en ella abrazándola. Sus gemidos y gritos de dolor se escuchaban por toda la habitación, sus cuerdas vocales ya sonaban roncas de tanto que estuvo gritando por el dolor que sentía en su corazón.
Estrujaba su rostro en la almohada, tumbada en la cama en posición boca abajo, había pataleado y golpeado el colchón repetidas veces sin dejar de soltar chillidos y maldiciones.
-¿Por qué? ¿Por qué?
La pregunta sonaba en su cabeza repetidas veces al punto en que sentía como palpitaba provocándole más dolor.
Recargado en la pared, afuera de la habitación, sin el valor suficiente para meterse a la recámara de su mujer, un hombre con cabellos tricolores y ojos amatistas rasgados sentía una opresión en el pecho al escuchar los lamentos de aquella mujer rubia que amaba con todo su corazón.
Se llevó la mano al pecho compartiendo el dolor de la chica, las lágrimas también brotaron de su ser al darse cuenta que había lastimado a quién más le importaba.
Se permitió llorar unos momentos, aunque no con la misma intensidad de la chica, y se armó de valentía para enfrentarla. Respiró hondo, giró hacia la puerta y la abrió, dando pasos pausados y silenciosos para introducirse en la recámara.
-Rebeca.
Al oír su nombre por parte de aquel hombre, la joven detuvo sus gemidos y levantó la cabeza para mirar a la persona que la había llamado.
-Yami…
Ambos permanecieron sin moverse mirándose fijamente, pudieron notar mutuamente el llanto que cubría sus caras dando indicios de la pena por la que pasaban.
-Rebeca, por favor escúchame un momento-dijo Yami suplicante.
-¡NO QUIERO SABER NADA DE TI!
A pesar de la ronquera por tantos gritos, Rebeca logró alzar la voz lo suficiente para que Yami brincara, no obstante él no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.
-Rebeca, jamás fue mi intención que esto pasara.
Yami volvió a suplicar, su voz temblaba tanto por el miedo como por el sufrimiento que lo acongojaba.
-Eso no es excusa para perdonarte.
Rebeca se sentó arrodillada en la cama lanzando una mirada enojada y llena de resentimiento a Yami.
-No mereces que te perdone por esto.
-Rebeca…-volvió a suplicar Yami dando un paso y extendiendo el brazo.
-¡NO TE ME ACERQUES!
Yami frenó, obedientemente. Pero su corazón deseaba acercarse y abrazarla, implorarle que le diera su perdón.
-Rebeca, por favor, escucha mi versión.
-¡No puedo seguir a tu lado sabiendo que te acostaste con mi amiga!
Yami sintió como si un cuchillo lo atravesara. Rebeca cubrió su rostro con sus manos iniciando nuevamente otro llanto sin control.
-Becky, fue Tea la que se acercó a mí. Yo jamás te haría eso.
Las manos de Yami temblaban mientras hablaba. Intentaba no sentirse culpable por sus actos, pero sabía que estaba en un error.
-Pudiste haberte negado sabiendo que Tea era mi amiga desde la secundaria-gritó Rebeca con furia.
-No pude evitarlo en ese momento-se justificó Yami-. Ella se acercó a mí y cuando menos me di cuenta…
-¡YA DEJA DE JUSTIFICARTE!
Los ojos verdes de Rebeca tenían un brillo como si lanzaran chispas. Yami se quedó callado, pero su corazón estaba comprimido por lo sucedido. La miró con profunda tristeza deseando que Rebeca le diera oportunidad de comunicarse adecuadamente.
-Tú y Tea estuvieron juntos mucho tiempo. Lo de ustedes no fue sólo una aventura.
Ante la afirmación de Rebeca, Yami tragó saliva con miedo; sabía que ella estaba diciendo la verdad así que no podía negarlo. Algo que amaba de Rebeca era su inteligencia.
Su cuerpo se paralizó al meditar si debía responder las afirmaciones de Rebeca. Ella lo miraba interrogativamente; como si esperara la respuesta a su mayor interrogación desde que confirmó por medio de sus amigos que Yami le estaba siendo infiel.
Rebeca necesitaba confirmar lo que sospechaba, lo que su corazón temía que fuera verdad.
Por segunda vez, Yami volvió a tragar saliva asustado. Dejó caer sus brazos a los lados, cabizbajo ante la verdad. Asintió con un ligero movimiento de cabeza.
Al ver cómo el hombre que amaba afirmaba lo que ella ya sabía por instinto femenino, Rebeca volvió a gritar con un dolor mucho más profundo que el anterior y se azotó en la cama abrazando otra vez la almohada.
-Rebeca, por favor escúchame. De verdad no quise que las cosas llegaran a este punto.
Las piernas de Yami se tambalearon al avanzar hacia la cama donde Rebeca lloraba a mares.
-Jamás he dejado de amarte; sólo fue algo que se dio y Tea me gusta desde hace mucho.
-No quiero seguir a tu lado.
El tono de Rebeca había cambiado; ya no era lloroso, sino serio y firme, seguro de lo que estaba diciendo. Yami frenó su caminar de nuevo, esta vez con un miedo aflorando en su interior.
-¿Qué estás diciendo?-preguntó horrorizado.
-Quiero que nos divorciemos.
Rebeca irguió la cabeza poco a poco, con una expresión muy seria en la cara, los labios formando una línea recta y una mirada severa que provocó que el cuerpo de Yami temblara inevitablemente.
-Quiero divorciarme de ti.
-Rebeca…-sus hombros se movieron de arriba abajo al hablar-…no puedes pedirme que me aleje de ti.
-Si tú pudiste serme infiel con mi amiga de años, yo puedo también ser cruel contigo-aseguró Rebeca con severidad-. No quiero seguir siendo tu esposa ni dormir en el mismo techo que tú.
-En ese caso me iré yo de aquí para que no dejes la casa-comentó Yami al tiempo que salían de sus ojos unas pocas lágrimas.
-La casa fue comprada por ti. No me pertenece-dijo Rebeca con firmeza.
-No tienes a donde ir. Tu abuelo murió hace años y tus padres viven en el extranjero.
-Me iré con ellos en cuanto pueda y no pienso regresar a este país jamás.
Rebeca se dispuso a levantarse de la cama para retirarse, dejó la almohada en su lugar y se orilló para bajarse de la cama cuando, al momento de sentir sus pies en el piso, su cuerpo fue tumbado nuevamente en el colchón sintiendo un peso corporal que había caído sobre ella.
Yami se había abalanzado sobre ella tirándola en la cama y aplastándola con el peso de su cuerpo. Rebeca hizo esfuerzos por quitarlo de encima de ella, pero le fue imposible a pesar de que su marido era de complexión delgada. Le dio puñetazos y empujones, pero su fuerza física no logró quitar a su esposo.
-¡Suéltame! ¡Suéltame!
-Te amo.
Las palabras tuvieron efecto en Rebeca, que quedó petrificada ante la confesión, aparentemente honesta, de su esposo. Su corazón latió con fuerza al punto de creer que estallaría allí mismo.
-Sé que no merezco tu perdón, pero en verdad…te lo juro…sólo te amo a ti, Rebeca.
El rostro de Yami estaba recargado en el hombro de Rebeca, lo que impedía que ella pudiera verlo a los ojos. Su voz sonaba quebradiza, indicando que ahora él también estaba llorando sin parar. Rebeca se conmovió, pero sabía que no debía flaquear ante las muestras de amor de Yami.
-Jamás pensé en hacerte daño. Lo que menos deseo es que sufras. Eres el amor de mi vida.
-Si me amaras te hubieras detenido antes de pasar medio año acostándote con Tea.
-Siempre me gustó Tea-confesó Yami roncamente.
Para Rebeca fue como si le hubieran arrancado el corazón del pecho al escuchar esa confesión.
-Lo he sabido desde antes de casarme contigo-reveló Rebeca llorando.
Yami alzó la cabeza mirando por fin a su esposa; ahora él era el que se mostraba sorprendido e impactado.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Tea te gustaba cuando nos conocimos todos en la fiesta de graduación. Vi cómo la seguías con la mirada mientras ella bailaba con otros hombres.
Yami se irguió un poco más, apoyándose en sus codos, sin quitarle la mirada a su esposa.
-¿Desde entonces lo sabes?
-Vi cómo tu atención estaba en ella, no te fijabas en nadie más. Ni siquiera en mí.
Yami arqueó una ceja, sorprendido por lo que decía Rebeca.
-Intenté incluso sacar conversación contigo ese día, pero no me hiciste caso por mirar a Tea.
Rebeca hablaba con tristeza, una amargura causada por el resentimiento de aquellos recuerdos de años atrás.
-Por eso me sorprendió cuando pasado el tiempo empezaste a tener más cercanía conmigo y luego me pediste que fuera tu novia.
-Porque me enamoré de ti-aseguró Yami con firmeza-. Tea me gustaba físicamente, pero tú conquistaste mi corazón.
-Pues es más fuerte lo físico que el amor.
Rebeca aprovechó la distracción para empujar a Yami con sus manos, impulsándose con todo su cuerpo, provocando que Yami se tambaleara al momento de retroceder. Rebeca quedó sentada en el borde la cama, con una mezcla de emociones que oscilaban entre la ira y el sufrimiento.
-Tea te gustó desde que la conociste. Yo no te gusté.
-A ella no la amo; jamás la he amado. Sólo a ti te amo.
Rebeca lo conocía demasiado bien y sabía que estaba diciéndole la verdad, pero no deseaba ser compasiva.
-Te acercaste a mí sabiendo que ella te gustaba-afirmó con enojo.
-Me acerqué a ella porque me gustaba, pero poco a poco fuiste captando mi atención y dejé de procurar a Tea-respondió Yami con naturalidad.
-Tea te rechazó-aseguró Rebeca con cierta maldad.
-Ni siquiera se dio algo entre ella y yo-dijo Yami agachándose para estar a la altura de Rebeca, aun sentada en el borde la cama-. La frecuenté un poco, pero ella prefirió a Seto Kaiba y yo te elegí a ti.
-Y ahora sí se da algo entre ustedes cuando ambos están casados-respondió Rebeca con ironía.
-Ella estaba sola después de separarse de Kaiba. No quise dejar de apoyarla en un momento difícil.
Una de las cualidades de Yami que había enamorado a Rebeca de él es que siempre se preocupaba cuando veía a alguien pasarlo mal. Rebeca también fue testigo de la separación de Tea con su esposo Kaiba; fue un momento muy doloroso para su amiga. Tea sufría sin parar, llorando y conversando con Rebeca por horas sobre su esposo y su divorcio.
Fue en esos momentos en que Tea, sin pretender algo, llegó a acercarse a Yami y él, poco a poco, comenzó a apoyarla en su duelo hasta que se rindió ante la tentación de algo que siempre quiso conocer. Después de todo, Yami se había quedado con las ganas de estar con Tea, tanto en el aspecto físico como en la parte amorosa. Sin embargo, nunca logró sentir amor por ella al punto de dejar a Rebeca, sólo le complacía sexualmente la forma en que Tea se entregaba a la pasión con él.
-Aún así Tea sigue estando casada con Kaiba ya que no han firmado el divorcio legalmente.
La mano de Rebeca se cerró en un puño sin dejar de mirar fijamente a su esposo traidor. Para Rebeca, la infidelidad era de las peores traiciones que alguien podía hacerle a su pareja, y más si se trataba de acostarse con su amiga de la secundaria.
-Me deje llevar por la curiosidad-comentó Yami con evidente dolor-. Jamás he sentido algo por ella que no sea afecto o deseo.
-Y ese deseo no lo sientes por mí.
La respuesta de Rebeca hizo que Yami quedara boquiabierto en su sitio, porque ella estaba asegurando firmemente ese comentario.
-Desde hace algunos meses ha disminuido nuestra actividad sexual y coincide con el tiempo que llevas saliendo con Tea.
La mano de Yami tembló, sus ojos amatistas estaban fijos en los orbes verdes de su esposa observando el torbellino de emociones que inundaba a su mujer y llenaba también la habitación.
-Rebeca…-quiso hablar Yami, pero le costaba expresarse-…yo…es que…
-Tea te gusta mucho más que yo-reprochó Rebeca enojada.
-No es eso…es sólo…
-¿Sólo qué?
Hubo un silencio mientras Yami pensaba qué palabras usar, deseaba ser honesto para intentar salvar su matrimonio con Rebeca, pero sabía que decir las cosas podía también resultar contraproducente.
-Es que…-agachó la cabeza, fijando su mirada en el regazo de Rebeca-…me gusta mucho la forma en que Tea hace el amor y por eso seguí con ella.
Silencio sepulcral.
La mirada de Yami se mantuvo en el regazo de su esposa, sin atreverse a alzar la cabeza hacia ella.
Esperó pacientemente; no sabía qué esperaba, si un golpe, un grito, una maldición. Cualquier reacción estaba bien para él.
Al notar que los minutos transcurrían en total silencio, alzó la cabeza para enfocar su mirar en la rubia. Grande fue su sorpresa al verla seria, callada, sin lágrimas y con un semblante tranquilo, observándolo desde el borde de la cama.
-¿Rebeca?-habló Yami con voz temblorosa.
-Quiero que nos divorciemos, Yami.
La sangre se congeló en las venas de Yami al oír el anhelo de su esposa.
-Rebeca…
-No quiero volver a verte en mi vida.
El desconcierto hizo que Yami no pudiera reaccionar cuando vio a su esposa levantarse de la cama y encaminarse a la salida de la recámara. Su cuerpo permaneció paralizado cual estatua se tratara asimilando lo que Rebeca le había dicho.
Pronto analizó que no volvería a pasar sus fines de semana con Rebeca, a conversar sobre sus asuntos laborales, a escuchar sus gritos de felicidad cuando algo saliera bien, a pelearse con ella por elegir quien lavaba los trastes ese día o por no limpiar la mesa después de comer.
Todos esos momentos que sólo experimentaba una persona casada con la persona que amaba se perderían para siempre una vez Rebeca saliera por la puerta de la habitación que ambos habían compartido innumerables veces desde que contrajeron matrimonio hacía 5 años.
Oyó el rechinido de la puerta abriéndose y fue entonces que salió de la parálisis en la que había entrado con el impacto de la noticia. Se levantó de un salto del suelo y cruzó la recámara hasta llegar con Rebeca, la tomó del brazo y la jaló hacía sí apretándola contra su pecho en un abrazo muy fuerte.
-¡Suéltame! ¡Basta, Yami!
Rebeca intentó zafarse de los brazos de Yami, le dio unos golpes con los puños en el pecho y lo empujó, más todos sus esfuerzos fueron en vano. De pronto Rebeca sintió cómo Yami juntaba sus labios con los de ella besándola en la boca.
Rebeca se movió desesperadamente para liberarse del beso y el abrazo, pero sólo logró agotarse mientras sentía la lengua de Yami introducirse en su boca intentando ser correspondido.
Cuando por fin la soltó del beso, Yami y Rebeca se miraron a los ojos con la desesperación apoderarse de ellos.
-No quiero perderte-aseguró Yami.
-Ya lo hiciste-afirmó Rebeca en un tono tranquilo y firme.
-Yo te amo.
-Yo te amé y confié en ti.
-Aún me amas.
-Puedo dejar de amarte.
Un nuevo silencio cayó sobre ambos. Era verdad, Rebeca lo seguía amando, pero sabía que le sería imposible seguir siendo esposa de alguien que la había traicionado de esa manera tan cruel. Además, si Yami había perdido o disminuido su interés sexual por ella sería más difícil continuar la relación ya que Rebeca desconocía cómo volver a despertar esa chispa sexual que compartieron por años. Sobre todo por el hecho de que ni siquiera se había dado cuenta que esa conexión entre ambos se había perdido con el paso de los años.
-No me dejes, Rebeca-suplicó Yami.
-Quiero que te marches de la casa hoy mismo-aseveró Rebeca seriamente.
-Rebeca…
Yami habló con dolor, casi al borde las lágrimas.
-Aléjate de mí para siempre.
Al comprender que, tal como había mencionado ella, la había perdido definitivamente, Yami fue soltando poco a poco su agarre hasta dejar caer sus brazos a los lados quedando parado en medio de la habitación con la cabeza agachada, enfocando su mirada en el piso.
Sus ojos reflejaron una tristeza amarga al darse cuenta de cómo sus errores lo habían llevado a ese instante en que había perdido lo que más amaba.
-Por favor…perdóname…
-Es inútil, Yami.
Fue entonces que, nuevamente Rebeca volvió a llorar tristemente.
-No puedo seguir a tu lado después de esto. Es demasiado para mí.
La voz llorosa de Rebeca perforó los oídos de Yami como si hubiera gritado directo en su tímpano, fue como si aquellas palabras lo taladraran por dentro. Sus manos comenzaron a sudar por los nervios y el miedo que se apoderaba de su ser.
Sin importarle lo que él pensara, Rebeca giró sobre si y corrió hacia la puerta de la habitación saliendo por ella. Recorrió el pequeño pasillo de su casa hacia las escaleras y las bajó corriendo hasta llegar al vestíbulo donde tomó su bolso y salió a toda prisa de su propia casa.
Mientras corría no dejaba de llorar y pensar en todo lo que Yami le había dicho.
-No debí enamorarme de ti desde que noté cómo veías a Tea.
En la recámara, Yami se dejó caer al piso, arrodillado con el cuerpo encorvado por todas las emociones que lo estaban llenando, ira, enojo, odio hacia él mismo.
Miró sus manos vacías, temblando por las reacciones químicas que experimentaba su cuerpo en plena situación de estrés. Se tocó los labios para recordar la sensación de los labios de Rebeca con los suyos, sabiendo en su corazón que no volvería a sentir ese contacto con ella nunca más.
Esta vez fue él quien comenzó a gritar sólo en su habitación, llevándose las manos a la cabeza mientras derramaba lágrimas y su garganta se lastimaba de tanto gritar.
Golpeó con sus puños el piso, sin dejar de gritar por el coraje y el desprecio que sentía hacia él mismo.
Había perdido su relación, la mujer que más le importaba en el mundo ya no estaría con él nunca más.
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La puerta se abrió bruscamente en aquella habitación de hotel dando paso a una pareja que reía a carcajadas sin control, doblándose sus cuerpos por las risas
Ella llevaba un vestido verde ligeramente escotado que combinada con sus ojos igual de verdes y su cabello rubio. El hombre usaba un traje que resaltaba su porte atractivo luciendo además su enorme y particular cabellera puntiaguda de tres colores.
Los dos estaban en pleno ataque de risa, ella con los manos en el estómago y con el cuerpo doblado a la mitad, él apoyó su mano derecha en la pared y con la otra se tocó también el estómago sin detener sus carcajadas.
-¿Cómo se te ocurrió eso en pleno discurso?-preguntó Rebeca sin parar de reír.
-Sólo dije lo que sentí en ese momento-comentó Yami sin parar la risa.
-Sí, pero esas cosas no se dicen más que en fiestas privadas, no en una pública-dijo Rebeca entrecortadamente por la risa.
-No supe qué decir-dijo Yami girando hacia ella sonriendo abiertamente-. Cuando me preguntaron qué es lo que más le deseo a Kaiba y Tea para su matrimonio sólo se me ocurrió decir "que cojan todos los días".
Al escuchar la naturalidad con que Yami se expresaba de la sexualidad, Rebeca volvió a carcajearse estruendosamente, abrazando su estómago adolorido.
-Sólo piensas en sexo-comentó Rebeca divertida.
-Soy hombre-respondió alzando los hombros.
La repuesta de Yami fue sincera y natural, como siempre que hablaba para comunicar su sentir.
-Yami, con ese comentario nos delataste a los dos-dijo Rebeca limpiando sus lentes con un pañuelo pequeño que sacó de su bolso.
Yami esbozó una sonrisa pícara una vez se relajó de tanto reír.
-Que lo sepan.
Aquel comentario pícaro y provocativo hizo que Rebeca se sonrojara mirándolo sorprendida.
-¿Estás loco?-preguntó avergonzada-. ¿De dónde sacas que está bien que sepan sobre nuestra actividad sexual?
-Tea es tu amiga y Kaiba es su pareja. No son extraños.
Yami se expresaba con esa naturalidad tan característica de él, como si fuera común que sus amigos supieran sobre su vida íntima. Después de todo llevaba ya siendo novio de Rebeca 3 años así que era obvio que ya habían tenido contacto sexual de alguna manera.
-Aún así, yo no hablo de mi vida sexual con mis amigos-reclamó Rebeca con vergüenza.
La expresión de Yami se volvió neutral, observando detenidamente a su novia que, poco a poco, comenzó a suavizar sus facciones al notar ese cambio de actitud en su chico.
-¿Pasa algo, Yami?
-Becky…¿quieres que nos casemos también?
La pregunta asombró tanto a Rebeca que retrocedió unos pasos, mirando boquiabierta a Yami.
-Pero…¿lo dices en serio?
-¿Por qué bromearía con algo así?
Rebeca notó que, tal cual lo que dijo, Yami estaba hablando muy en serio. Podía ser un hombre con tendencia a las bromas, pero siempre que su rostro adquiría ese tono frío, neutral y poco expresivo era porque hablaba sin ningún atisbo de broma o juego.
-Yami…yo te amo…pero no hemos hablado de ese asunto en todo el tiempo que llevamos juntos.
-Pues hablemos ahora-afirmó Yami indicando, por su tono de voz, que ya llevaba tiempo queriendo hablar de ese asunto.
Sin agregar más, se dirigió a la cama de la habitación y se sentó en el borde mirando a su novia.
-¿Qué es lo que deseas que platiquemos?
Rebeca se sentó a su lado sin más.
-¿De verdad deseas casarte?
-Sólo si es contigo.
Yami estaba convencido de que su amor por Rebeca era real e incambiable.
-Casarse es un compromiso muy grande-aseveró con seriedad Rebeca.
Los ojos verdes brillaban luciendo una mirada seria, segura y firme a través de los lentes que decoraban su rostro pecoso. Rebeca tenía la apariencia de una chica intelectual.
-Lo sé, ya lo había meditado antes de hablarlo contigo-dijo Yami en un tono tranquilo y confiado.
-¿Por qué quieres que nos casemos?
-Porque te amo y quiero que pasemos nuestras vidas juntos.
Rebeca lanzó un suspiro con resignación, sintiéndose poco confiada en el futuro próximo si se casaba con Yami.
-No sabes lo que dices, Yami-declaró Rebeca con voz pausada.
-Claro que lo sé.
El tono de Yami cambió repentinamente volviéndose frío, firme y convencido de sus sentimientos y deseos.
-Compartir la vida implica estar juntos en las buenas y en las malas.
-Justo eso es lo que quiero-confirmo Yami-. Deseo que estemos juntos en cada situación buena y mala que venga en nuestras vidas.
-Hay enfermedades-comentó Rebeca.
-Podemos sobrepasarlas juntos. Yo te cuido y tú me cuidas.
Rebeca frunció el ceño al notar que Yami hablaba como si fuera algo muy fácil de realizar.
-Hay crisis económicas también.
-Siempre hay tiempos de vacas gordas y flacas.
-No siempre estaré feliz.
-Ya te he visto enojada y triste varias veces.
Nuevamente, Rebeca soltó una carcajada inevitable a lo que Yami respondió con una sonrisa dulce.
-Nunca te cansas de hablar con tanta naturalidad.
-Es mi manera de ser-se encogió de hombros.
-Admito que es lo que me enamoró de ti, Yami.
El aludido la miró intensamente, con un dejo de ternura al sentirse correspondido en sus sentimientos por la rubia pecosa. Ella le devolvió la mirada al darse cuenta que lo que sentía por él era recíproco.
Un silencio los rodeó llenando la atmosfera de la habitación del hotel donde residían temporalmente. Las miradas de ambos estaban puestas el uno en el otro con la misma intensidad con que compartían su amor mutuo.
-Sé mi esposa.
No estaba preguntando; afirmaba lo que anhelaba para su vida próxima.
-¿No te arrepentirás de estar conmigo?
Rebeca sonaba desconfiada, pero realmente tenía miedo de que sus ilusiones se rompieran ante el posible fracaso.
-Eres la primera y única mujer que amo-confirmo Yami-. Lo que más deseo es estar a tu lado en cada momento de nuestras vidas.
El corazón de Rebeca latió con fuerza al escuchar las palabras de su novio. Sintió como su visión se volvía ligeramente borrosa por las lágrimas que amenazaban con brotar de sus orbes verdes.
-Yami…-repitió conmovida acercándose a él unos cuantos centímetros.
-Becky…-la siguió continuamente acercándose también a ella.
Los labios de ambos se juntaron en un beso apasionado, Rebeca rodeó el cuello de Yami con sus brazos y él la rodeó por la cintura. Besándose con pasión intensa, primero fueron sus labios y luego Yami comenzó a besarle el cuello en el punto donde sabía que ella se excitaba más.
-Hazme el amor.
La súplica de Rebeca sonó entrecortada por el jadeo que salía de su garganta.
-No tienes que decírmelo dos veces.
Con suavidad, Yami tumbó a Rebeca en la cama sin dejar de besar su cuello y sus clavículas. Rebeca acomodó su cuerpo debajo del de su pareja y se alzó su vestido verde destapando sus piernas.
-Se supone que vinimos a festejar la boda de Kaiba y Tea, pero estamos aquí solos en su hotel.
-Estamos festejando a nuestra manera.
Rebeca soltó otra carcajada sonora mientras sentía cómo Yami se acomodaba encima de ella en medio de sus piernas abiertas.
-Cuando nos casemos podemos hacer una fiesta fuera de la ciudad como ellos lo hicieron.
Yami hizo su sugerencia al tiempo que se abría los pantalones y los bajaba unos cuantos centímetros gracias a la ayuda de Rebeca.
-Aún no te he dicho que sí.
Rebeca hablaba entrecortadamente al tiempo que bajaba el pantalón de su pareja.
-Me aceptarás-afirmó Yami metiendo su mano entre la pierna de Rebeca buscando el calzón de ella.
-¿Cómo sabes?
Rebeca sintió, al momento de hacer su pregunta, cómo sus calzones eran bajados hasta ubicarse entre sus piernas. Los agarró para descenderlos hasta la parte baja de la pierna y que no le estorbaran.
-Porque sé que me amas como yo a ti.
Y entonces Rebeca sintió como era penetrada por su novio y una serie de embestidas, dentro y fuera de su cuerpo, la mecían poco a poco aumentando su intensidad, profundidad y pasión.
-Si…te amo…mucho…
Habló entrecortadamente en una mezcla de gemidos placenteros y sus palabras expresando sus sentimientos. No pudo evitar gemir al sentir como Yami movía su pene dentro y fuera de ella con más intensidad con cada movimiento que realizaba.
Conforme su noviazgo había avanzado la forma en que ambos se hacían el amor era cada vez más placentera, lo que provocaba que ambos disfrutaran mucho de la actividad sexual.
Pudo escuchar los gemidos de Yami acompañando los suyos propios. Para Rebeca lo que estaba haciendo no era sólo un acto sexual; era su forma de demostrar el amor que sentía por aquel hombre que había conquistado su corazón.
Y para Yami también era la manera en que culminaba su amor por la chica rubia.
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Lanzó un suspiro, resignada a su destino próximo. Jamás creyó que volvería con su familia de esa forma: derrotada, deprimida, con el corazón roto en miles de pedazos, aunque con el espíritu fuerte y sobresaliente.
Se levantó de los asientos en la sala de espera, tomó sus maletas y se encaminó al área donde abordaría su vuelo de regreso a casa.
Caminó por todo el aeropuerto observando a todas las familias, amistades y compañeros que se despedían unos de otros. Algunos se irían de vacaciones, otros se marchaban para estudiar o trabajar en el extranjero, algunos regresaban de esas vacaciones soñadas, otros volvían de largos viajes de estudio o jornadas laborales.
Pero otros se marchaban definitivamente con la intención de no regresar a Japón: Rebeca era una de ellas. No planeaba volver jamás a Japón, ya no tenía motivo para quedarse en aquel país donde incluso su mejor "amiga" la había traicionado de la forma más vil que alguien puede hacer.
Había crecido en Japón desde su infancia, pero sus raíces eran de EEUU, así que su único anhelo en ese momento era volver con los suyos ahora que había perdido todo lo que amaba de Japón: su marido y su amiga.
-Pasajeros del vuelo 193, favor de dirigirse a la puerta 15 para abordar su vuelo.
No necesitaba que las recepcionistas le dijeran qué hacer por medio de altavoces; su interés por escapar era mayor a cualquier instrucción reglamentaria impuesta por el sistema de viajes de la aerolínea.
Avanzó por su camino arrastrando sus maletas consigo cuando escuchó una voz familiar que jamás podría olvidar incluso si fuera una anciana de más de 100 años.
-¡BECKY!
Se detuvo en seco, como si la hubieran convertido en piedra, pero su corazón latía a toda velocidad cual si de un colibrí se tratara.
Era una voz inconfundible. Una voz que tenía presente en su alma.
Giró sobre sí misma y vio, desde una distancia prudente, a un hombre atractivo de cabellos tricolores que corría hacia ella cruzando en medio de la multitud de personas que llenaban el aeropuerto. Estaba desesperado, asustado y con mucha prisa por llegar a tiempo con la persona que buscaba.
Rebeca tragó saliva con nervios, sorprendida de ver a su ex marido allí buscándola.
Un sentimiento de miedo la invadió por dentro. Sus manos comenzaron a sudar, atemorizada por encontrarse nuevamente con el hombre que, muy a pesar de todo, continuaba amando.
-¡Becky!
Yami llegó y se detuvo frente a ella, recargando sus manos en sus muslos, con el cuerpo encorvado, y respirando agitadamente por haber corrido tan rápido como podía. El corazón de Rebeca no pudo evitar sentirse comprimido al ver lo devastado que estaba Yami.
-Creí que no te encontraría a tiempo-comentó Yami una vez se recuperó y logró erguir su cuerpo para mirar fijamente a la mujer rubia.
-No debiste venir, Yami-fue lo único que Rebeca pudo responder.
-Necesitaba verte-la respuesta de Yami indicaba, con ímpetu, su deseo de verla.
-¿Para qué? Ya se firmó el papel del divorcio. No tenemos nada más que hablar.
Rebeca trató de sonar fría para alejar a Yami, pero se notaba que estaba aliviada al verlo por última vez.
-No te vayas.
Rebeca parpadeó al percatarse de que Yami estaba dándole órdenes muy sutilmente. Aquello la sorprendió, porque sabía que él no tenía el hábito de ordenar a los demás.
-¿Qué intentas hacer?-preguntó verdaderamente intrigada por las palabras de Yami.
-Lo que oíste-volvió a hablar ordenativamente, pero sin ser pesado-. Quédate conmigo.
-Ya no eres mi esposo. No tengo porqué quedarme contigo-habló firmemente Rebeca.
-Aunque no seamos esposos, podemos intentar de nuevo ser pareja-aseguró Yami con sinceridad.
Rebeca volvió a parpadear.
-Yami…ya no es posible nada entre tú y yo.
-Yo aún te amo.
Un dolor punzante atravesó el corazón de Rebeca. Lo sabía perfectamente: Yami estaba diciendo la verdad.
-El amor no es suficiente para sostener una relación.
-Lo sé.
Rebeca frunció el ceño ante el comentario de Yami.
-Sé que no es sólo amar-respondió Yami con un tono de voz más relajado-. El matrimonio y las relaciones de pareja implican convivir, tolerar, perdonar, poner límites y conocerse a uno mismo para saber lo que uno desea en una relación y qué puede tolerar y qué no.
Los ojos amatistas de Yami estaban fijos en los ojos verdes de Rebeca.
-Sé que para la mayoría la infidelidad no es tolerable, pero estoy dispuesto a enmendar mi error si con esto puedo continuar a tu lado.
-Yami…
-No soy el mejor hombre del mundo-continúo Yami interrumpiéndola-. Hago muchas tonterías como jugar con cartas de duelo de monstruos hasta tarde con mis amigos, pierdo las llaves de la casa siempre, ensucio mi ropa al comer y por eso tengo que usar ropa sucia cuando como.
Rebeca no pudo evitar sonreír con ternura mientras recordaba todos esos momentos con Yami. Siempre debía tener varios juegos de llaves por si Yami perdía alguno, debía prepararle el desayuno antes de ducharse para evitar que se ensuciara la ropa, cuando los amigos de Yami iban a visitarlos para jugar se quedaban despiertos hasta tarde lo que provocaba que al día siguiente anduviera con sueño durante el día.
-…pero…aunque soy muy torpe en muchas cosas…cuando amo a alguien soy capaz de todo para que esa persona sea feliz.
-Yami…yo…
-Sé que no te hice feliz y te lastimé…-volvió a interrumpir-, pero…quiero darte todo lo que no te di por mis errores.
"Quiero que vuelvas a despertar cada mañana conmigo y que nos demos la oportunidad de intentarlo otra vez".
Los ojos de Yami comenzaron a brillar por las lágrimas que amenazaban con bañar su rostro.
-Sé que es imperdonable lo que hice, pero deseo que salgamos de esto juntos, como siempre lo hemos estado.
-Yami…
Rebeca no sabía qué decir; sabía que aún lo amaba, pero no podía permitirse iniciar una relación nueva con él.
Tal como había dicho Yami; en un matrimonio se toleran muchas cosas y en otras se ponen límites, pero su límite ya había sido sobrepasado.
-Pasajeros del vuelo 193, favor de dirigirse a la puerta 15 para abordar su vuelo.
La voz de la recepcionista sonó en el megáfono de nuevo, ambos miraron a su alrededor sabiendo que se acercaba el momento de despedirse definitivamente o quedarse para siempre.
-Tú mismo lo dijiste, Yami: es intolerable para mí esto.
Rebeca lo miró con ojos tristes y cabizbajos.
-No importa cuantas cosas buenas hayamos vivido…para mí esto sobrepasa lo que puedo tolerar.
Finalmente se derramaron lágrimas en el rostro de Yami, dolido por las palabras de Rebeca.
-Tal vez seas un buen hombre, pero para mí nuestra relación murió desde que te acostaste con Tea, aunque me sigas amando.
Rebeca también comenzó a llorar; sin poder contenerse por más tiempo. Ver a Yami la lastimaba a tal punto que sentía que agonizaba al revivir los recuerdos de cuando descubrió la infidelidad.
Cuando encontró los mensajes de citas en horario nocturno y las mentiras de Yami diciendo que estaba trabajando hasta tarde, cuando Yugi comentó que notaba extraño a Yami, su hermano, al verlo distante y evitativo, en especial cuando se hablaba de Tea.
No importaba cuantas veces Yami le pidiera perdón, lo sucedido era difícil de perdonar, al menos para ella.
Los dos permanecieron unos segundos mirándose fijamente mientras las personas del aeropuerto pasaban de un lado a otro.
-Debo irme.
Rebeca giró para dirigirse a la zona de abordaje de pasajeros cuando sintió un agarre en su brazo que la jaló hacia el lado contrario.
-¡Bas…!
Pero no alcanzó a terminar la frase porque Yami la tomó entre sus brazos y la besó en la boca. En esta ocasión Rebeca no se opuso al beso ni al abrazo, porque sabía en el fondo de su corazón que lo que más deseaba era estar con Yami.
Su alma gritaba cuánto anhelaba estar con él nuevamente, volver a vivir juntos, compartir su vida, las charlas, las discusiones e incluso su cuerpo como cada noche cuando hacían el amor.
Sin embargo, también era consciente que nunca podría volver a verlo de la misma forma, no volvería a confiar en él, no podría mirarlo a los ojos con el mismo amor de antes. Era demasiado su dolor.
Comenzó a mover sus labios correspondiendo al beso de Yami al tiempo que pasaba sus brazos alrededor del cuello de él. Era su último beso y quería disfrutarlo.
Finalmente soltaron su agarre y volvieron a fijar su mirada uno en el otro.
-Aún me amas-aseguró Yami con dulzura.
-Así es-respondió Rebeca a sabiendas de que no podía mentir.
-Iré a EEUU y me quedaré contigo.
-No me busques, Yami.
Su voz sonó quebradiza por el llanto, pero Yami le acarició el rostro.
-Aún es pronto, pero cuando pase tiempo te buscaré de nuevo para que me des otra oportunidad.
Conocía su manera de hablar, supo que hablaba en serio…él iría por ella a su país natal para intentar recuperar la relación.
Los ojos de Rebeca se tornaron brillosos, en esta ocasión por el sentimiento de regocijo que la invadió.
Su corazón latía velozmente, sin saber qué debía responder. Una parte deseaba que sucediera, otra que se alejara para siempre.
Por fin, logró articular una respuesta.
-Haz lo que gustes.
Yami la miró perplejamente, sorprendido por la contestación de su ex esposa.
-Rebeca…
-Haz lo que quieras.
La mirada cálida que Rebeca mostraba delató sus sentimientos, mostraba que aún amaba a Yami y que le dolía separarse de él aunque fuera lo mejor.
Yami entendió lo que ella le quería decir y, por primera vez en mucho tiempo, logró esbozar una sonrisa de satisfacción.
-Becky…
Al oír el diminutivo de su nombre, Rebeca le sonrió de medio lado.
-Quiero sanar mi corazón completamente.
-Esperaré el tiempo necesario.
Rebeca sólo lo contempló serenamente; su espíritu estaba más relajado ahora.
-Aún no te doy un sí.
-No pienso presionarte para que me des otra oportunidad.
Nuevamente, Rebeca parpadeó un poco sorprendida por las palabras de Yami. De pronto cayó en cuenta que debía abordar su vuelo, se apartó de los brazos de él, tomó su maleta y se alejó con pasos rápidos caminando a la zona de abordaje mientras era seguida por la mirada seria de Yami.
-Voy a buscarte cuando hayamos sanado los dos. Es una promesa, Becky.
Aunque sabía que ella no podía escucharlo, tenía la necesidad de expresar para sí su sentir.
Porque ya lo había decidido: debía sanar su corazón y dejar que Rebeca también sanara de todo el mal que él mismo ocasionó antes de intentar retomar su relación con ella.
Estaba convencido de que la amaba y no quería perderla, pero tampoco le gustaba la idea de presionarla o lastimarla más.
Vio como la imagen de Rebeca desaparecía entre el resto de pasajeros que se dirigían a su vuelo correspondiente. Se llevó una mano al corazón sintiendo la calidez de su alma al pensar que quizá, en algún futuro, podría recuperar a la mujer que amaba.
Y, por otro lado, Rebeca pensaba lo mismo. Mientras volaba a su destino, cuando el avión despegó, se llevó una mano al pecho donde podía sentir los latidos intensos de su corazón y luego se tocó los labios suavemente para rememorar el último beso con Yami.
No podía evitar seguir amando a Yami a pesar de que él le fuera infiel con su amiga. Después de todo, él era el único hombre que había amado en toda su vida y siempre deseó envejecer a su lado.
Ahora veía lejano su sueño de compartir su vida con Yami, pero…cuando sintió sus brazos tomándola y sus labios besándola…
-Sigo amando a ese tonto.
Una sola lágrima se desbordó por su rostro, sin dejar de tocar con sus dedos sus labios besados anteriormente.
-Espero sanar pronto mi corazón y ya veremos qué sucederá con nosotros.
Y así fue como Rebeca se marchó a su país, aunque ahora estaba más relajada y en paz gracias a la presencia de su amado.
Rebeca no tenía ni idea de que Yami compartía el mismo sentimiento de paz ahora que la esperanza de una reconciliación estaba latente.
.
.
-Yami…
Giró hacia ella, sonriendo cálidamente, sin detener su andar.
-¿Qué sucede, Becky?
Las mejillas de Rebeca adquirieron un tono rojo al tiempo que agachaba la cabeza sonriendo tímidamente.
-Me gustaría aceptar tu propuesta.
Incrédulo y sorprendido, Yami frenó en seco mostrando en su rostro un semblante anonadado.
-Rebeca…¿te refieres a…?
Ella asintió con la misma timidez de segundos antes.
-Me gustaría casarme contigo.
El corazón de Yami comenzó a latir con fuerzas, apretó la mano de Rebeca que estaba enlazada con la suya mientras caminaban por la ciudad en su paseo rutinario.
-¿En verdad me aceptas como tu marido?
Rebeca levantó la cabeza para fijar su mirada en él, sus ojos delataban ternura, felicidad y, sobre todo, amor.
Le dedicó una sonrisa afectuosa.
-Hace un año me propusiste que nos casáramos, pero tuve miedo en ese momento.
-¿Qué te dio miedo?
-Aceptar unirme a alguien.
Yami arqueó las cejas por la sorpresa que le causó la sinceridad con que Rebeca hablaba.
-Tenía temor de casarme, pero ahora estoy convencida de lo que siento y lo que quiero en mi vida.
Esta vez fue Rebeca quien apretó el agarre de su mano con el de Yami.
-Te amo con todo mi corazón, Yami.
Los ojos amatistas de Yami brillaron, sintiéndose conmovido al escuchar esas palabras tan honestas.
-Y yo a ti, Rebeca.
Los dos se dedicaron una sonrisa y luego, sin más, se acercaron mutuamente hasta unirse en un abrazo apretado.
-Gracias por aceptarme-dijo Yami conmovido sin soltarla.
-A ti por proponérmelo-respondió Rebeca con el mismo amor.
-Te voy a hacer muy feliz-aseguró Yami con alegría.
-Ya lo soy, Yami.
Aún abrazados, los dos se soltaron un poco para poder mirarse fijamente. Yami le dio un beso suave en la frente y luego unieron sus labios en un beso.
Rebeca rodeó el cuello de Yami con sus brazos y él rodeó la cintura de ella aumentando la intensidad del beso.
Ninguno podía saber lo que sucedería con su futuro, pero lo que sí estaban seguros era que deseaban con todo su ser estar juntos y amarse por el resto de sus días.
FIN
Pues aquí está, amores. Mi primer one shot con esta pareja crack. La verdad me encantó escribir con ellos, aunque no supe cómo finalizar ya que se me hacía cliché que lo aceptara en el aeropuerto después de todo lo sucedido, pero tampoco quería que terminara todo en tragedia al ser mi primer historia Cavaliershipping. Espero les haya gustado y gracias por leer.
