Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 48

De vuelta en el gimnasio. Quién sabe qué hora es.

Ni siquiera sé si puedo ejecutar un triple. No ahora mismo. No con todo lo que Bella acaba de confesar dando vueltas en mi cabeza. Pero necesito darme algo qué hacer, y el triple fue lo primero en lo que pude pensar.

Sin embargo, no llegamos muy lejos con eso. Ambos estamos exhaustos. Ambos estamos distraídos.

Nuestro último intento termina en una casi caída, y apenas logro atraparla de las piernas.

—Estoy bien —anuncia, con una risita, mientras sigue colgada boca abajo de mis manos. La bajo con un bufido.

Eso estuvo cerca. Demasiado cerca.

Ella lo olvida y se para frente a mí de nuevo, arreglando su coleta.

Respiro profundamente, con terquedad.

No parece que ella quiera parar, y mierda, yo tampoco.

Lo intentamos de nuevo.

Ella gira, pero no consigo sujetar sus pies. Apenas logro atraparla, pero no antes de que su rodilla también golpee mi rostro, justo en la nariz.

Caemos juntos, mi cuerpo debajo del suyo, amortiguando su caída.

—¿Estás bien? —pregunto con los ojos cerrados, sintiendo un dolor punzante en mi rostro.

—Sí… —Se ríe suavemente mientras rueda sobre mí, bajándose.

—Lamento eso —digo mientras me siento. Ella sonríe al principio pero entonces frunce el ceño cuando su mirada llega a mi nariz.

—¡Oh, no! —Su mano se estira hasta mi rostro mientras siento el chorro de sangre caer por mi rostro.

—Ah, mierda… —Instintivamente paso una mano por debajo, manchando todo con sangre.

Bella se encuentra de pie al instante siguiente, extendiendo una mano hacia mí. Nos guía de vuelta al vestuario y hacia los lavabos. Toma varios pañuelos y los presiona contra mi nariz, sus labios haciendo un puchero en concentración, mientras mi mirada está fija en ella.

—Agh, sigue cayendo. —Bufa, su ceño fruncido.

—Estoy bien —digo suavemente.

—Solo espera aquí y sostiene esto —instruye, cambiando los pañuelos llenos de sangre por unos nuevos. Sale del vestuario y regresa con su bolso en sus manos, ya revolviendo el interior.

—Puede que esto ayude —dice mientras saca su neceser verde del interior, colocándolos sobre la encimera, antes de subirse en esta—. Déjame ver. —Quita los pañuelos de mi rostro, mientras contengo una mueca—. Sí, sigue sangrando bastante.

—Está bien —digo de nuevo, a pesar que estoy un poco aturdido, con sus dedos cerca de mi rostro, con sus ojos completamente abiertos, preocupados, y en los míos.

—¿Te molestaría usar uno de estos? —Sonríe, abriendo el pequeño neceser verde y sacando un pequeño tubo envuelto en plástico. Me toma un segundo darme cuenta de lo que es.

—Oh…

—Sí, tengo mis períodos ahora —suelta, riéndose nerviosamente.

Me toma unos segundos encontrar palabras.

—Lo siento —dice, con el tubito aún en sus manos—. No fue mi intención inquietarte.

—No… lo estoy.

—No puedo creer que solía pensar que no tener el período era normal —dice con facilidad mientras abre el envoltorio plástico—. Mi mamá solía decir que no me perdía de nada, y supongo que tenía razón. O solo era ingenua.

—Tu mamá no tenía razón —digo, sujetando su brazo, de su codo, provocando un temblor por el mío—. Ella era sumamente negligente.

—Eso también.

—Lo que te hicieron fue horrible, Bella. No te merecías eso. Nadie lo merece.

Ella sonríe con tristeza, mirándome.

—Pero estoy contento de que estés mejor. —Por sí sola, mi mano se mueve hacia su rostro, mis dedos apartando su cabello. Ella se inclina contra este, contra mi palma, y exhala suavemente mientras cierra los ojos.

Dejo caer mi mano a regañadientes con un gruñido. Mientras más cerca estoy, más quiero.

—Lo estoy —dice, sus ojos de vuelta en los míos—. Aún tengo problemas a veces, pero lo tomo un día a la vez. Voy a terapia ahora. —Sonríe orgullosamente, y hace que mi corazón se salte un latido.

—Eso es realmente increíble, Bella —digo con honestidad, apartándome de ella un poco—. Yo también voy a terapia.

—¿Sí? —Su sonrisa se agranda.

—Aparentemente, tengo ansiedad. —Me encojo de hombros.

—¿No sabías que tenías ansiedad?

—¿Creías que tenía ansiedad? —pregunto, y ella se ríe.

—Quiero decir, supuse que tú sí.

—Bueno, gracias por decírmelo. —Suelto una carcajada, sacudiendo la cabeza—. Jamás supe cómo llamarlo.

—¿Ayuda? ¿La terapia?

—Claro que sí. —Intento respirar un poco más profundo pero mi nariz está jodida—. Hago yoga y meditación también.

—De acuerdo, necesitamos probar hacer yoga juntos.

Puedo verlo. Puedo verlo todo. Nosotros entrenando juntos. Haciendo yoga. Yendo de excursión. Puedo vernos juntos, y se siente… tan bien. Tan aterradoramente bien.

—Toma. —Retira el plástico del tubo de algodón hasta que sale el hilo, entonces me lo tiende.

—No creo que lo necesite —digo, haciendo una mueca mientras inspecciono mi nariz. Está jodidamente dolorida, y probablemente vaya a tener un ojo negro, pero ya no está realmente sangrando.

—De acuerdo. —Bella toma los pañuelos y el tampón en su mano y los lanza al cesto. Entonces, voltea hacia mí y desliza su pulgar por mi mejilla. Mis ojos se cierran involuntariamente.

—¿Bella? —pregunto suavemente y ella tararea. Ella sigue sentada en la encimera, justo frente a mí—. Creo que necesito un tiempo para procesar todo eso. Que tú estés de vuelta… Nosotros…

Cuando abro los ojos, veo la comprensión nadar en los suyos.

—Lo entiendo —dice. No creo que realmente lo haga—. Te daré todo el tiempo que necesites, Edward.

Ella deja caer su mano de mi rostro y me da una última mirada, asintiendo rápidamente mientras el dolor aparece en sus ojos.

—Es tarde —dice—. Estamos cansados. —Se baja de la encimera con prisa, tomando sus bolsos—. Creo que probablemente ya nos hemos perdido de la noche de trivia.

—Bella…

—Está bien. —Sonríe mientras se aleja de mí y camina hacia la puerta—. Tenemos tiempo. —Cierra su bolso y la cuelga sobre su hombro—. En serio lamento lo de tu nariz, y bueno… todo —dice rápidamente antes de desaparecer por la puerta.

~F~

La ducha fría que tomo hace poco para calmarme. Coloco una compresa fría en mi rostro, esperando que evite que mi nariz se hinche, mientras me obligo a entrar en una respiración en caja e intento no pensar.

Fracaso en eso también.

Debería haber seguido a Bella. Debería haber explicado que la idea de volver, de permitirme acercarme a ella de nuevo, me aterra por completo. La superé una vez, quizás, pero no sé si puedo hacerlo de nuevo. Si puedo verla abandonarme de vuelta.

O quizás lo que debería haber explicado mejor es que realmente nunca pude superarla. Qué nadie más alguna vez ha estado cerca de tocar mi corazón como ella lo hizo. Y que el riesgo de que ella lo vuelva a romper, de nuevo, parece valer la pena solo para tenerla en mis brazos de nuevo.

Cuando me voy del gimnasio, mis pies me llevan hacia el sendero en vez de a la casa. El sendero que he evitado por dos años, el que lleva a nuestro banco. Al de Bella y el mío.

Para mi sorpresa, ella está allí, sentada al borde del asiento. Su teléfono en mano, presionado contra su oreja. Más que sorberse la nariz, ella no dice nada.

Permanezco en mi lugar, observándola. Lleva el teléfono frente a ella, presiona un botón, y luego lo lleva hacia su oído. Me doy cuenta que quizás ella no esté en una llamada, sino escuchando algo, una y otra vez.

Contemplo marcharme —lo hago— pero mis pies dan un paso hacia adelante, hacia ella, y el chasquido de una rama que se rompe debajo de mi zapatilla la sobresalta, hace que su cabeza gire rápidamente en mi dirección.

—Lo siento —dice, parándose rápidamente del banco, su bolso aún colgando de su hombro—. Puedo irme si quieres.

—No. —No me atrevo a moverme—. ¿Qué estabas escuchando?

—Eh… —Baja la mirada a la pantalla, dando unos pasos hacia mí. Presionando varias veces con sus dedos, pone su teléfono en el altavoz.

Lamento llamar tan tarde. —Mi voz puede ser escuchada por el parlante, arrastrando las palabras, completamente extrañas para mí—. Que incluso esté llamando. Incluso después de que me dijeras que no lo hiciera. Incluso después que bloquearas mi número y eso, pero, eh…

Y sigue. Mi confesión para ella. La última vez que la llamé. Desde este mismo lugar. Suprimí el recuerdo en mi cabeza. Me convencí de que quizás no pasó. Que estaba demasiado ebrio como para marcar su número. Que el teléfono de Vicky se quedó sin batería antes de que siquiera dejara el mensaje.

Bella baja el volumen de mi divagación, encogiéndose de hombros apologéticamente mientras me mira.

—Te llegó mi mensaje. —No es una pregunta.

—Lo guardé como nota de voz. —Asiente, sus pestañas aún mojadas—. Lo escucho de vez en cuando.

—Esa noche es un borrón para mí…

—Estoy segura que sí. —Sonríe con cariño, permaneciendo en su lugar.

—¿Puedo escucharlo?

Sus cejas se elevan con sorpresa, pero me tiende su teléfono de todos modos. Me aferro con un suspiro profundo, a pesar del dolor en mi nariz, y reproduzco el mensaje, y las palabras que le dije en nuestro último adiós.

Siento que estoy de vuelta allí. Aquí. Con un corazón hecho pedazos, y aún así lleno de amor por ella.

Estaremos bien…

—Mierda, Swan… —Mi cabeza cae mientras un suspiro se me escapa, y le devuelvo el teléfono.

—Entiendo que ahora tú necesites tiempo, en serio. —Mantiene su distancia. Mis dedos arden—. Tenemos tiempo. —Sonríe cuando levanto la mirada y mis ojos encuentran los suyos—. Tenemos el verano y luego todo el año académico frente a nosotros, y quién sabe qué más después de eso. No iré a ninguna parte.

Ella guarda el teléfono en su bolso antes de colgarlo sobre su hombro, llevando sus manos a sus caderas, y mirando directo a mi alma.

—Estoy aquí por ti —dice—. Por nosotros. En cualquier capacidad que me aceptes.

Necesito de todas mis fuerzas para no cerrar la distancia entre nosotros y traer sus labios a los míos.

Ella suspira, al parecer impaciente con mi falta de respuesta, y da un paso hacia mí.

—¿Quieres que me vaya? —pregunta cuando doy un paso atrás instintivamente.

—No.

—Está bien.

—Pero si te acercas más, voy a besarte. Y puede que no te deje ir después de eso. —Las palabras se escapan de mi boca antes de que pueda pensarlas, y con ellas, el peso del mundo ha sido quitado de mis hombros.

Su sonrisa se agranda mientras se ubica frente a mí.

—De acuerdo —dice, y entonces mis labios están en los suyos.