A/N: Hola, ya estoy aquí de nuevo. He tardado un poco más en actualizar porque estas últimas semanas han sido un poco caóticas y eso nos ha llevado a mi pareja y a mi a replantearnos varias cosas sobre nuestro futuro, el sitio donde queremos vivir, nuestros respectivos trabajos, etc. No tenemos ninguna duda respecto a nuestra relación, pero la vida y las responsabilidades hacen que tengamos que planificar y organizarnos y eso me ha quitado mucho tiempo y energia. Pero bueno, que me estoy yendo del tema. Quería decir que, aunque este capítulo es un poco intenso, personalmente ha sido uno de los que más he disfrutado escribiendo. Así que espero que os guste a vosotros también :)


Harry abrió la mano y los polvos cayeron en la chimenea, provocando la aparición de un fuego verde que no quemaba. Luego dio un paso hacia delante, entrando en las llamas, y sintió el familiar tirón en su pecho. Aquello significaba que la red estaba conectada y abierta. El chico dio otro paso y Grimmauld Place desapareció detrás suyo. El fuego danzó ante sus ojos, verde, amarillo y blanco, cegándole durante unos instantes. Finalmente, todo se detuvo y Harry se encontró en una chimenea que conocía muy bien. Sacudiéndose los restos de polvo de la ropa, salió de ella, entrando directamente en el salón de Severus Snape.

El Maestro de Pociones le esperaba sentado en la mesa de la cocina, con una taza humeante frente a él y una tostada a medio comer.

"Buenos días, Potter."

"Buenos días, señor."

"Has llegado más pronto de lo normal, hoy." Dijo, observándole con detenimiento.

"Sí, lo siento. Yo, eh… No podía dormir más."

Snape alzó una ceja, pero no le preguntó al respecto, cosa que Harry agradeció.

"¿Has desayunado?" Dijo, en cambio.

"Sí, señor. Hace un rato, con Kreacher."

Snape asintió despacio.

"Bien. Puesto que todavía tardaré unos minutos en acabar aquí, ¿por qué no vas y empiezas a cortar los ingredientes de hoy? Desde San Mungo nos han pedido un encargo bastante urgente, así que tenemos mucho trabajo por hacer."

Harry asintió, esbozando una pequeña sonrisa. Le llenaba de orgullo que Snape confiase lo suficiente en él como para dejarle solo en su precioso laboratorio.

"Ayer dejé las instrucciones escritas en la pizarra sobre cómo hay que cortar cada ingrediente." Le dijo el hombre, mientras Harry se dirigía hacia la puerta. "Aunque dudo que lo hayas olvidado."

"Sí, señor. Quiero decir, no lo he olvidado."

"Bien. Esperemos que así sea." Le dijo Snape, agitando la mano a modo de despedida. Luego se concentró en su tostada, dándole un mordisco, y Harry se dio la vuelta para entrar en el laboratorio.

Después de cerrar la puerta tras de sí, un olor especiado le recibió, llenándole la nariz, y el chico lo siguió hacia un caldero donde burbujeaba suavemente una poción naranja. Mantuvo su distancia, sin embargo, y no se acercó demasiado. Snape le había dicho miles de veces que un cabello suelto, un trozo de uña o incluso una respiración en el momento menos adecuado, podían arruinar una poción por completo. De modo que Harry le dio la espalda al caldero y caminó hasta su mesa. Allí le esperaban los ingredientes que tenía que cortar aquel día, así como las instrucciones escritas en la pizarra, tal y como había dicho Snape. El chico se inclinó para coger un par de guantes limpios y, después de ponérselos, comenzó a trabajar.

Los segundos pasaron, hasta convertirse en minutos. Sus manos se movían automáticamente, siguiendo los patrones ya conocidos y, poco a poco, la mente de Harry comenzó a divagar. El viaje al callejón Diagon seguía presente en su cabeza, así como todo lo que tendría que hacer una vez ahí. Sería inteligente comprar todo lo necesario el mismo día, para no tener que volver. El chico se mordió el labio, pensativo.

¿Qué necesito? Se preguntó. He crecido mucho en los últimos meses, ¿tendría que comprarme otra capa, otras túnicas? ¿O puedo aguantar con éstas un poco más? He acabado de leer casi todos los libros de séptimo que cogí prestados de la librería y de Hermione… ¿Quizás debería comprar otros? ¿De qué materia? ¿Defensa? ¿Herbología? ¿Pociones? Me pregunto si Snape estaría de acuerdo en comprar un cuchillo nuevo para cortar los ingredientes. Éste parece tener más años que Hogwarts… Quiero enviarle una carta a Andromeda, para ver cómo están ella y Teddy. ¿Debería comprar otra lechuza?

Y entonces, de pronto, su mente le llevó por un camino que no habría querido tomar.

¿Otra lechuza? ¿Para sustituir a Hedwig? A Hedwig. Mi amiga. Mi fiel compañera. Mi lechuza muerta. Aquella que me regaló Hagrid cuando cumplí once años. ¿Te acuerdas de ella, Harry? ¿Recuerdas cómo murió? ¿Cómo la luz verde del Avada Kedavra la golpeó de lleno? ¿Recuerdas lo quieta que se quedó?

El corazón de Harry se aceleró, mientras los recuerdos inundaban su mente. Intentó sacudir la cabeza, tratando de alejarlos de él, pero los pensamientos siguieron llegando, como una cascada. Y, de repente, la muerte de Hedwig le llevó a un nuevo momento que habría preferido olvidar, y luego a otro, hilvanando todos los sucesos traumáticos que había experimentado, creando una red de imágenes y emociones que le mantuvieron atrapado, de pie en medio del laboratorio, sus manos todavía moviéndose automáticamente. Su cerebro le estaba obligando a revivir aquellos instantes, sin que él pudiera detenerlo, danzaban frente a sus ojos, uno detrás del otro. Sirius, desapareciendo detrás del velo. Su padre, tumbado en el suelo, con las gafas de lado, tan quieto que no podía estar durmiendo. Su madre gritando, antes de morir. El frío de los dementores. El peso del cuerpo de Cedric al caer al suelo. El horror al saber que Ojo Loco estaba muerto. El caos y el miedo de aquel último año. La voz fuerte y profunda de Kingsley Shacklebolt diciendo: "El Ministerio ha caído. Scrimgeour ha muerto. Ya vienen.". Todos esos meses, huyendo de Voldemort, escondiéndose en el bosque. Sintiendo que Ron se alejaba cada vez más. La ira, la tristeza, la desesperación. Lo pequeño que se había sentido, con el peso que Dumbledore había puesto sobre sus hombros...

Los pensamientos seguían llegando, mientras la mirada de Harry permanecía clavada en la tabla de madera, sin ver las raíces medio cortadas en ella, ni el cuchillo que sostenía en la mano derecha. En cambio, sí que podía ver con toda claridad el cuerpo de Batilda Bagshot doblándose y abriéndose al mismo tiempo, mientras una serpiente monstruosa salía de él, y el puro terror de pensar que Voldemort podría aparecer en cualquier momento. Luego, el recuerdo se retorció y de repente se estaba ahogando en un lago helado, con el guardapelo asfixiándole, provocándole cicatrices en el cuello, impidiéndole respirar. Harry parpadeó, intentando conseguir algo de oxígeno, con el corazón latiéndole con fuerza. Sabía que aquello no era real. Lo sabía. Ya había ocurrido. Pero los gritos de Hermione resonaban en sus oídos, mientras Bellatrix la torturaba, al tiempo que Ron se unía a aquellos gemidos, de algún modo provocando un sonido todavía más horrible. Y entonces, la imagen cambió de nuevo, y el pequeño cuerpo de Dobby se estaba llenando de un rojo oscuro, su respiración más débil a cada instante.

Harry tragó saliva, dándose cuenta de lo seca que tenía la garganta, ¿de dónde venía aquel calor? Los brazos le ardían, los dedos, las manos. Harry las sacudió, intentando apagar aquel fuego y sintió que algo se deslizaba de ellas. Apenas fue consciente de ello, sin embargo, las ampollas que acaban de aparecer en su cuello y su cara, creadas por aquel oro falso, dolían demasiado. Y, de pronto, se encontraba en la cámara de Gringotts, volviendo a sentir aquella angustia y miedo al pensar que las joyas y las monedas que continuaban a replicarse lo quemarían y enterrarían vivo. No es real. Se dijo. Estoy en Hogwarts. En Hogwarts, a salvo. Y, sí, era cierto que se encontraba en el castillo, pero aquello no le trajo alivio. Mirando a su alrededor, pudo ver la Batalla frente a él, los destellos de los hechizos y las maldiciones, las explosiones, los gritos de los heridos… Parpadeó, intentando hacerlo desaparecer, pero solo consiguió ver el cuerpo sin vida de Fred, tumbado en el suelo de piedra, y luego el de Tonks, el de Remus...

Harry sacudió la cabeza, intentando luchar contra aquel dolor inaguantable en su pecho y, aunque la escena cambió, no fue para mejor. Estaba en la Casa de los Gritos, y Snape yacía frente a él, sangrando, llorando, muriendo, y Harry lo odiaba, pero ya no, ya no, pero no podía ayudarle. Y sus ojos estaban clavados en él, suplicándole algo que no conseguía entender, y pronto se congelarían, y la vida de Snape desaparecería de ellos. Harry podía ver el miedo en su mirada, y sabía que sucedería ahora, ahora mismo, y lo perdería para siempre, como había perdido a todos los demás. Pero los ojos de Snape seguían fijos en los suyos, negro sobre verde, y aquel brillo que indicaba la vida seguía presente en ellos y se estaba volviendo más nítido, más real. De pronto, Harry sintió unas manos fuertes que le agarraban los brazos y, por un segundo, pensó que eran los inferi que habían venido a ahogarle, a arrastrarle dentro de aquellas aguas negras, a retenerle para siempre en el fondo de la cueva. Pero Dumbledore los había quemado, le había salvado, recordó con confusión. Y Harry no estaba en un frío y húmedo agujero oscuro en medio del mar, sino en el laboratorio de Snape, con el hombre de pie frente a él, llamándole por su nombre, sujetándole los hombros con firmeza, pero con suavidad al mismo tiempo.

"¿Señor?" La visión de Harry empezó a enfocarse, formando el rostro preocupado de Snape justo frente a él.

"Potter." Respiró el hombre, el alivio evidente en sus facciones. "Gracias a Merlín."

"¿Qué…? ¿Qué ha pasado?"

"Esperaba que pudieras decírmelo tú. Pero primero, ven aquí. Siéntate."

Snape le movió suavemente y Harry se dejó llevar. Le sentó en una silla y el muchacho permaneció ahí, algo mareado, intentando entender lo que acababa de ocurrir. Fue vagamente consciente de que Snape se movía frente a él, rebuscando en el interior de un armario abierto. Tras unos segundos, el hombre se dio la vuelta y le colocó algo frente a su nariz.

"Bebe." Le dijo, acercándole un frasco lleno a las manos.

Harry hizo lo que le decía, agarrando la poción, todavía aturdido, y después tragando con dificultad, con los músculos del cuello agarrotados. Al cabo de unos instantes, sintió la velocidad de su corazón ralentizarse y respirar fue más fácil.

"Estoy… mejor." Dijo el muchacho, después de unos segundos, sorprendido. "Más tranquilo."

"Obviamente, Potter." Suspiró Snape, aunque sin malicia. "Ese es el propósito de una Poción Calmante."

Harry miró la botella de cristal que tenía entre manos, ahora vacía, y dejó escapar un jadeo de sorpresa.

"Sí." Le dijo Snape. "Me preguntaba cuándo ibas a darte cuenta."

La sangre había manchado los dedos y las palmas de Harry, procedente de un feo tajo en su mano izquierda. Debía de haberse sacado los guantes sin darse cuenta, en medio de aquel remolino de recuerdos, y después cortado accidentalmente con el cuchillo afilado de los ingredientes.

Snape se acercó a él y, sin decir nada, cogió el frasco con delicadeza y luego lo dejó sobre una mesa, mientras Harry seguía mirándose la herida. El corte había empezado a dolerle ahora que lo había visto. Sus ojos lo recorrieron, intentando estimar su profundidad y si necesitaría puntos para cerrarlo. En medio de aquellos pensamientos, Snape volvió a aparecer en su campo visual, llevando un taburete con él. Lo colocó frente a Harry, se sentó y luego extendió una mano en su dirección.

"Enséñamelo." Ordenó.

Harry le miró durante unos segundos, sin comprender. Entonces vio la pequeña botella marrón que Snape sostenía en la otra mano, llena de una sustancia que reconoció de inmediato, pues él y sus amigos la habían usado más veces de lo que le gustaría en el último año.

"Esencia de díctamo." Susurró, recordando cómo Hermione había curado a Ron después de su despartición y cómo los tres habían sanado sus quemaduras tras la huida de Gringotts.

Snape lo miró con una ceja levantada.

"Así es." Dijo, aunque no añadió nada más. Cansado de esperar a que Harry hiciese lo que le había dicho, agarró su muñeca izquierda, aunque con delicadeza, y acercó la mano del muchacho hacia él. Luego, con suavidad y precisión, vertió un par de gotas sobre el corte. El chico siseó cuando el líquido tocó su herida, provocando que saliera un humo verdoso de ella, pero se quedó lo más quieto que pudo, con la palma hacia arriba.

Harry observó con fascinación cómo su piel se cerraba y empezaba a curarse, dejando sólo una cicatriz donde antes había habido un tajo. Una vez el dolor y la sorpresa hubieron desaparecido, el chico centró su atención en Snape. Le miró a la cara, intentando comprender su estado de ánimo y descifrar si estaba enfadado con él. Pero el hombre permaneció en silencio y, después de comprobar que el corte se había curado satisfactoriamente, se levantó del taburete y se dirigió al armario para guardar de nuevo la esencia de díctamo.

"¿Señor?"

Snape suspiró, dándole la espalda, apoyando las manos en las puertas oscuras del armario que acababa de cerrar. Luego se giró y volvió a sentarse frente a él, con un brillo extraño en la mirada.

"¿Y bien? ¿Vas a decirme qué ha pasado?" Le preguntó, perforándole con aquellos ojos negros. "¿O debo suponer que perdiste la cabeza o que te poseyó algún tipo de demonio?"

"Yo..."

"Estabas ahí sentado, frente al escritorio, con la mano sangrando y mirando a la nada. Te he llamado varias veces, Potter, pero no reaccionabas. Era como si no pudieras oírme." La voz de Snape había ido subiendo de volumen con cada palabra. El hombre debió notarlo porque soltó un largo suspiro y preguntó, en un tono más suave: "¿Qué ha pasado, Potter?"

Harry bajó la mirada, pasando distraídamente un dedo por la cicatriz recién formada, intentando ordenar sus ideas antes de contestar.

"Yo... No lo he hecho a propósito". Dijo, tragando saliva. "Cortarme, quiero decir. Yo sólo... Estaba preparando los ingredientes y entonces..."

"Continúa." Le dijo Snape al ver su vacilación.

Harry respiró hondo.

"He empezado a pensar en cosas sin importancia, cosas normales, en realidad. Pero, de repente, mi cerebro me ha llevado a… a un mal recuerdo".

Snape le miró a los ojos.

"A un mal recuerdo." Repitió.

"Sí…" Murmuró Harry. "Y no es que quisiera pensar en ello. Más bien al contrario. Pero era como si no pudiera dejar de hacerlo. Y, a partir de ahí, mi mente ha seguido enviándome recuerdos horribles. Uno detrás de otro. De cosas que han pasado este último año, sobre todo, pero antes también, y yo... No podía escapar de ellos. Y no podía dejar de pensarlos." Añadió, con la voz temblorosa a pesar de la poción. "Era como si estuviera allí de nuevo, viviendo esos momentos otra vez."

"¿Te ha ocurrido algo así antes?" La voz de Snape era neutra, intentando sonar profesional, como un médico haciendo preguntas a su paciente, pero el chico pudo detectar un atisbo de preocupación en ella.

"Sí." Confesó Harry. "Pero nunca tan intensamente. Suele pasar cuando estoy solo, haciendo algo mecánico, cuando friego los platos o dando un paseo. Es como si mi mente se desconectase de lo que estoy haciendo y empezara a moverse. Y no sé por qué, pero siempre vuelve a los mismos temas. A la pérdida, a la muerte… Cosas así." Harry sacudió la cabeza. "No sé cómo pararlo. Pero no me gusta."

"Me preocuparía si lo hiciera, Potter." Dijo Snape, con menos sarcasmo de lo habitual.

"Señor, ¿es… es esto normal?" Preguntó de pronto el muchacho, en voz baja, sorprendiéndose a sí mismo. No había querido decirlo, pero ahora que había empezado, no podía detenerse, y las palabras salieron a borbotones de su boca. "No lo entiendo… ¿Qué es lo que me está pasando? ¿Estoy perdiendo la cabeza? Yo…"

Snape alzó una mano.

"Potter, respira. No te está sucediendo nada fuera de lo común." Le aseguró, con seriedad en el rostro. "Es más, es perfectamente natural. Quizás no al nivel al que ha llegado hoy... Pero cuando alguien experimenta un suceso traumático, durante un tiempo el cerebro sigue trayéndolo a la superficie. Especialmente en momentos en los que desconectamos y nos relajamos, dejando divagar a la mente... Es la forma que tiene el cuerpo de tratar de darle sentido, de intentar arreglarlo o encontrar una solución a eso que tanto le duele." Snape hizo una mueca, como si pudiera sentir aquel dolor del que estaba hablando. "Aunque, por supuesto, en la mayoría de los casos no hay nada que hacer; la persona que ha fallecido ya no está, o la situación aterradora ya ha ocurrido. Pero quiero que sepas esto, Potter." Inclinó la cabeza para mirar a Harry directamente a los ojos. "Pasará. Puede que ahora lo no parezca… Pero, poco a poco, con el tiempo, estos recuerdos... Estos episodios… Serán cada vez menos frecuentes".

"¿Cómo lo sabe?" Preguntó el chico, bajando la mirada. Le asustaba pensar que podría seguir ocurriendo para siempre.

"Porque fue así para mí."

"Oh."

Snape no añadió nada más, pero fue suficiente. Suficiente para mantener a raya la preocupación de Harry, al menos por el momento.

Entonces, una vez su ansiedad se redujo un tanto, el chico pareció percatarse de lo cerca que estaba de Snape. El Maestro de Pociones se encontraba frente a él, sentado en su taburete, y sus rodillas casi se tocaban. Aquello incomodó a Harry, el pensar que estaba invadiendo el espacio personal del profesor, algo que sabía que Snape odiaba. Evitando aquellos ojos oscuros, el chico pasó su mirada por el resto del laboratorio, y lo que vio sobre la tabla de madera hizo que se le encogiera el estómago.

"Oh, no…" Murmuró, abriendo los ojos con sorpresa y miedo. "Los ingredientes, señor… Las… Las raíces. Las he destrozado. Yo…"

"Potter."

"Y San Mungo." Añadió, la voz temblándole levemente, recordando los castigos de tía Petunia y tío Vernon cuando no hacía las cosas como ellos querían. "Las pociones, las necesitan urgentemente y están esperando y-"

"Potter." Snape le puso una mano en el hombro, provocando que Harry le mirase con miedo en los ojos. "No estamos en medio de una clase. No voy a ponerte un cero porque hayas destrozado un par de raíces de Mandrágora. Por no mencionar…No ha sido culpa tuya. No ha sucedido por falta de atención o de esfuerzo."

"Pero…"

"Además", le cortó Snape, "siempre empiezo a preparar las pociones con suficiente margen de tiempo, en caso de que algo salga mal. Así que no te preocupes por la urgencia. Y, aunque sucediera otro imprevisto, no sería la primera vez que me quedo despierto toda la noche para terminar un lote. ¿De acuerdo?"

Harry no parecía muy convencido, pero asintió levemente.

"Pero olvídate de las pociones, Potter. Eso no es importante ahora mismo."

"¿No?" La confusión de Harry era clara en su rostro.

"No." Dijo Snape, pellizcándose el puente de la nariz con exasperación.

El chico le miró sin comprender.

"Tú, Potter." Suspiró el profesor. "Después de lo que ha ocurrido…. Sé que te he dado la Poción Calmante pero, aun así... ¿Cómo te encuentras?"

Harry se removió en la silla, con una mezcla de incomodidad y satisfacción al ver que Snape se preocupaba por él.

"Estoy... estoy bien." Dijo finalmente. "De verdad. Quiero decir, ha sido una mañana de mier... eh, una mala mañana." Añadió, al ver la expresión del hombre. "Pero me encuentro mejor."

Snape siguió mirándole, sin terminar de creerle.

"Es verdad. En serio. Estoy aquí; totalmente presente ahora." Dijo con una pequeña sonrisa, intentando mostrar seguridad. "No me duele la mano y estoy listo para volver a cortar esas raíces."

"Quizás deberíamos dejarlo para otro día, Potter. Ves a casa y descansa. Puedo arreglármelas solo. He estado cortando mis propios ingredientes durante más de veinte años."

Harry agachó la cabeza. Iba a asentir, triste al pensar que Snape no le quería allí, después del desastre que había organizado, cuando el hombre habló de nuevo.

"Es decir, si quieres quedarte aquí y continuar con tu trabajo no es un problema. Pero, entendería si decides volver a Grimmauld Place."

"No." Dijo Harry, quizás demasiado deprisa. "Quiero decir, si no es un problema, señor. Me gustaría quedarme y hacerlo mejor esta vez."

Snape le observó durante unos segundos, sopesando sus palabras, pero finalmente asintió.

"De acuerdo, Potter. Pero si vuelves a sentir algo como lo que ha ocurrido antes, avísame".

El chico asintió, aunque dudaba que sucediera de nuevo. Con Snape allí, observándole como sabía que haría, sería mucho más difícil que su mente empezara a divagar.

"Sí, señor." Dijo de todos modos.

"Bien." Repuso Snape, dando por terminada la conversación. Luego se levantó y se volvió hacia la mesa de Harry, que estaba llena de raíces de mandrágora. Separó las que estaban bien cortadas de las otras manchadas de sangre y las que el chico había troceado de forma extraña en medio de su trance. Luego agitó la varita y susurró:

"Evanesco".

Las raíces destrozadas y sucias desaparecieron en un instante y después Snape se giró de nuevo para mirarle.

"Esto me recuerda..." Se acercó al muchacho, volviéndose a sentar en el taburete frente a él, y agarró sus manos con las suyas. Luego repitió el mismo encantamiento de antes, eliminando la sangre seca de la piel. Harry la vio desaparecer, sintiendo una calidez en su pecho que no tenía que ver con los nervios. "Bien." Dijo Snape cuando acabó. "Ahora, ¿hay algo más? ¿O estás listo para volver al trabajo?"

Harry se mordió el labio, mirando la tabla de madera y el puñado minúsculo de raíces bien cortadas que quedaban en ella.

"Yo... siento lo de los ingredientes, señor". Le dijo. "Pagaré por ellos, se lo prometo".

Los labios de Snape se torcieron, divertidos, aunque trató de ocultar su sonrisa.

"Oh." Dijo, con su típica ceja curvada. "¿Por casualidad llevas siempre contigo una bolsa llena de galeones? ¿O la has traído a propósito, por si acaso estropeabas algún ingrediente? ¿Tan poca fe tienes en tus habilidades, Potter?

Las mejillas de Harry enrojecieron.

"No... En realidad, no llevo dinero encima ahora mismo. Pero voy a ir al Callejón Diagon esta semana. A Gringotts." Dijo, y de repente una idea surgió en su cerebro. "¡Quizá podría venir conmigo! Si… Si usted quiere, señor, claro. Podemos ir al apotecario y así puede decirme qué ingredientes comprar. No quiero meter la pata y coger el tipo equivocado. Y también podría comprarme unos guantes bonitos y resistentes," Miró al suelo, junto a la mesa, y vio los que había usado para cortar las raíces tirados allí, donde se habían caído," para protegerme las manos de más accidentes... Y, y tal vez un nuevo caldero para poder practicar en él y…"

"Potter." Snape le había dejado hablar un rato, pero ahora había levantado una mano, deteniéndole. "Aunque agradezco tu oferta, no tienes por qué preocuparte. Puedo comprar más raíces con mi propio dinero. Estas cosas pasan y, cuando preparo muchas pociones, siempre tengo en cuenta que algunos materiales, o incluso algunos viales, tendrán que tirarse o se romperán."

"Pero…"

"Dicho esto..." Añadió, al ver que Harry quería interrumpir. "Las reservas de mi inventario son más bajas de lo que me gustaría. Antes de la guerra, algunos apotecarios enviaban los ingredientes directamente a tu casa, pero hoy en día... las cosas son más complicadas. Incluso sin el Señor Oscuro, se tardará algún tiempo en volver a la normalidad. Así que… yo también tengo que ir al callejón Diagon, por desgracia. Y…" Suspiró. "Supongo que… Como has dicho, podríamos ir juntos."

"¿En serio?" La amplia sonrisa que apareció en el rostro de Harry, mezcla de felicidad y sorpresa, fue tan brillante que Snape no pudo evitar que sus propios labios se curvasen.

"Sí, en serio, Potter. Aunque… hay una condición."

La sonrisa se congeló en los labios de Harry.

"¿Una condición?"

"Sí." Dijo Snape, perforándole con la mirada. "Quiero saber de dónde viene este repentino interés por pociones. Sé que me dijiste que sentías que te faltaba práctica, pero después de tantos días cortando ingredientes y viéndome prepararlas ya debería ser suficiente. Sin embargo, sigues viniendo casi cada mañana. ¿Por qué, Potter?"

Harry se encogió de hombros, desviando la mirada. Habían establecido en el funeral de Remus y Tonks que ambos querían formar parte de la vida del otro, pero decirlo de nuevo en voz alta, sin las emociones de aquel día, ni el Whisky de fuego como ayuda, era más complicado. Así que el chico buscó una respuesta menos intensa y vulnerable, aunque basada en la verdad.

"No sé…" Comenzó, en voz baja. "Estar aquí me relaja. Me gusta estar en Hogwarts y… y hablar con usted. Y el laboratorio es un punto intermedio entre Grimmauld Place, donde hay demasiado silencio, y la Madriguera donde sucede todo lo contrario… Además, venir casi cada día se ha convertido en una especie de rutina y, después de todo lo sucedido, siento que necesito algo constante en mi vida. Al menos durante estos primeros meses."

Snape le observó durante unos segundos, sus ojos oscuros estudiando su rostro.

"Entiendo. Aunque me sorprende que sea precisamente la elaboración de pociones lo que te ayude a relajarte. Teniendo en cuenta tu historial con la materia…"

Harry entrecerró los ojos, ofendido.

"No siempre se me ha dado mal. Solo durante los primeros cinco años. En sexto, con Slughorn, fui el mejor de la clase. Incluso por delante de Hermione." Snape alzó una ceja, provocando que Harry añadiera: "Uh… Sin ofender, señor."

Los ojos del hombre brillaron, con una mezcla de orgullo herido y humor.

"No me ofendo, Potter. Si no recuerdo mal, ese pequeño milagro no fue obra de Slughorn. Estabas usando mi libro. Así que era más cosa mía que suya."

"... Visto así…" Murmuró Harry, sin saber qué responder a eso. "Aunque es precisamente por mi mejora en sexto año que quiero practicar y aprender más sobre pociones. Además, he visto lo útiles que pueden ser, especialmente estos últimos meses". Los ojos del chico bajaron hacia la recién formada cicatriz en su mano izquierda. "Y, teniendo en cuenta que no he cursado séptimo, no quiero perderme conocimientos importantes. No solo de Pociones, sino de todas las asignaturas, en realidad. Bueno... quizá Historia de la Magia o Adivinación no, la verdad. Pero no creo que sea inteligente tener lagunas en conceptos básicos que algún día podrían salvarme la vida."

"Ah, sí." Repuso Snape. "Tu sueño de convertirte en Auror. Lo había olvidado".

A Harry no le gustó el sarcasmo en su voz, pero tal vez porque ya no estaba tan seguro como antes de lo que quería hacer con su futuro.

"No sólo por eso". Dijo, sacudiendo la cabeza. "A lo mejor cambio de opinión y acabo trabajando de otra cosa... Lo que quiero decir es que no sabemos lo que nos deparará el mañana. Y puede que haya paz y tranquilidad para siempre." El rostro de Harry indicaba claramente lo mucho que lo dudaba. "Pero, tal vez, un nuevo Señor Oscuro aparezca dentro de unos años y..."

"No llames al mal tiempo, Potter." Le dijo Snape, con una expresión sombría.

"Sea como sea," Continuó Harry, "quiero estar preparado. Y, si al final sólo acabo usando estos conocimientos en mi trabajo o en mi día a día, mejor. Todo eso que ya sabré y que no tendré que aprender en el futuro."

Snape le observó, estudiándole en silencio durante unos segundos.

"Me parece una idea razonable." Dijo finalmente. Luego se enderezó en el taburete y añadió: "Está bien, Potter. Tengo una oferta para ti. Una especie de... de promoción laboral, podríamos llamarlo."

Harry arrugó el ceño, sin comprender.

"¿Perdón?"

"Estos días, dejando de lado lo que ha ocurrido hoy, has estado trabajando adecuadamente. Así que he pensado… Dado tu interés en Pociones, y el esfuerzo y constancia que, sorprendentemente, después de tantos años, pareces poseer… Quizás podríamos avanzar un poco y empezar a hacer cosas más interesantes."

"¿Quiere decir…?" Murmuró Harry, sin terminar de acabárselo de creer. "¿Qué me dejaría preparar pociones aquí, en su laboratorio?"

"No te emociones, Potter. En primer lugar, serás supervisado en todo momento. No quiero que hagas explotar mis estancias. Y, en segundo, comenzaremos con lo básico, pociones que se enseñan en los primeros cursos. Es fundamental establecer pilares robustos para construir sobre ellos. Y, teniendo en cuenta tu historial, los tuyos son bastante inestables. Pero, poco a poco, si me demuestras que eres capaz, iremos aumentando la dificultad. Así que… ¿Qué me dices?" El Snape serio y solemne que había estado hablando con su voz suave y pausada de profesor, desapareció al hacer esa pregunta, y Harry pudo ver que las comisuras de sus labios se movían ligeramente, formando una pequeña sonrisa poco habitual en él. "¿Clases particulares de Pociones? ¿Esta vez de verdad?"

El corazón del chico se agitó con fuerza y, durante un instante, recordó las fatídicas lecciones de Occlumancia que había tenido que ocultar como clases privadas de Snape. En aquel momento, pasar más tiempo del necesario con el hombre hubiera sido horrible para Harry, pero las cosas habían cambiado, y mucho. Aunque, a pesar de aquellos cambios en su relación, todavía le costaba creer que Snape le estuviera ofreciendo eso realmente. Que confiase lo suficiente en él como para enseñarle pociones en su propio laboratorio, malgastando su tiempo, ingredientes y energía. Era algo que habría querido, pero no había pensado que fuese una opción.

Harry levantó la vista, devolviéndole la sonrisa a su antiguo (¿o futuro?) profesor, y se dio cuenta de que los malos recuerdos que le habían absorbido minutos atrás estaban aparcados en algún rincón de su mente, derrotados por la alegría que sentía en ese instante. Consciente de que Snape requería una respuesta, el muchacho asintió, mirando a aquellos ojos oscuros que ya no estaban tan vacíos como solían estarlo, y dijo:

"Eso me gustaría, señor."


A/N: Y hasta aquí el capítulo de hoy, espero que os haya gustado.

Bueno, como he dicho al principio estoy en medio de una situación algo compleja así que quizás tardo un poco en actualizar. Tengo el capítulo siguiente escrito a mitad pero intentaré darme prisa, lo prometo. Nos vemos entonces, un abrazo :)