Buenas, amigos ¿Cómo han estado? Finalmente me digno a aparecer ¿No? Bien, hoy vuelvo con un nuevo capítulo de esta historia, espero que les guste.
YCA0N: Me alegro que te venga gustando la historia, sé que muchas veces me tomo mucho tiempo para actualizar, pero es que también estoy escribiendo otras en paralelo a esta sumado al hecho de que no todos los días puedo sentarme a escribirla. Nuevamente pido disculpas por la tardanza, espero que el capítulo te guste.
CrazyGirlSama: Gracias por el comentario, en verdad lo aprecio. Sé que el arco del pasado de Luffy no es el favorito de muchos, pero necesitaba usarlo para el comienzo de este, espero que te guste.
FavidDreemurr: Entiendo que pienses así, pero como dije anteriormente necesitaba utilizar un poco del pasado de Luffy para que su relación de "hermanos" sea algo más natural. En cuanto a los nuevos orígenes, hoy veras algo de eso. Espero que te guste.
Ni One Piece ni sus personajes me pertenecen.
Los Únicos E Inigualables Reyes Pirata
Zoro se encontraba caminando por la extensa pradera durante horas y, si le preguntaban, ya estaba harto.
Unos cuantos meses habían pasado desde que, junto con Ace y Sabo, rescataron a Luffy de una muerte segura a manos de Porchemy y muchas cosas pasaron a partir de allí. Las aventuras que vivió junto a los niños no solo mejoro la relación entre ellos, sino que también le había entregado algo que creyó nunca haber tenido ni esperaba encontrar: un sentimiento de hermandad.
Con el pasar del tiempo, y gracias a la idea de Ace, el grupo había decidido convertirse en hermanos a través del intercambio de bebidas, y si bien esto surgió debido a una estúpida pelea por decidir quién sería el capitán de su barco pirata, se alegró al saber ninguno de los tres pensaba en faltar a su palabra.
Nunca, ni en sus más locos sueños, pensó que ese trió de salvajes llegaría a acercarse tanto a él pero nuevamente se equivocó; cada uno de ellos era más su hermano que el propio Zarek y esto mismo le dio muchas cosas que pensar al joven peli musgo: para empezar, cuando miraba a los niños, o como le gustaba llamarlos "trio de idiotas" sabía que a pesar de sus dispares personalidades, peleas, o ideales ellos estarían ahí para él, así como él estaría ahí para ellos, pero no podía decir lo mismo por Zarek. Su relación nunca había sido la mejor y aunque sabía que su hermano biológico no era un santo también pudo darse cuenta de que nunca hizo nada por cambiarlo.
Pensar en su hermano de sangre también logró que el joven Roronoa recordara a sus padres ¿Qué les había pasado? ¿Por qué la marina los buscaba en primer lugar? Esas preguntas rondaban por su mente a todas horas e, incluso a veces, lo mantenían despierto hasta altas horas en la noche. ¿Qué pensarían de él ahora que había dejado a su hermano a la deriva en un barco pirata? Tenía que salir del bosque y encontrarlo.
Durante días y noches medito en la idea, hasta que finalmente, tomo su decisión; su familia estaba ahí afuera y tenía que encontrarlos, pero cuando llego el momento de contarle a sus hermanos sobre su misión, simplemente se paralizó. No quería forzarlos a tomar cartas en el asunto, sabiendo de antemano que algo así no les molestaría en absoluto, y aunque se repetía una y otra vez que debía hacerlo solo. Sabia en el fondo que aquel miedo dentro de si se debía a que no quería abandonar su nuevo hogar.
Un día, Zoro se cansó de esconderse como un cobarde y decidió enfrentar a sus hermanos sobre lo que pasaría… era una pena que el destino tuviera otros planes para ellos. Al parecer el padre de Sabo logro reconocerlo en una de sus aventuras y contrato al capitán Bluejam para recuperarlo y matarlos en el proceso, cosa que Sabo evito al marcharse con Bluejam sin oponerse. Esto no solo desencadeno una estrepitosa batalla en la que tanto Ace, Dadan y él mismo mueren, sino que también provoco que Sabo, cansado de la vida como noble, huyera hacia el mar donde un barco del gobierno hundiría su embarcación.
La muerte de Sabo los sacudió a todos, algunos más que otros, pero no por ello dejo de doler.
Sacudió la cabeza rápidamente en negación, a Sabo no le gustaría verlo así de derrotado y, aunque le doliera, le demostró que tan cruel podía ser el mundo. Tenía que hacerse más fuerte si quería encontrar a Zarek. Ace, Luffy, su madre y su padre tendrían que esperar.
Camino durante un par de horas más, pero, nuevamente, se había perdido. Odiaba su sentido de orientación, sentía que había corrido en círculos durante todo el día y aunque lo más probable es que esto sea cierto ni siquiera quiso pararse a pensarlo, todo lo que debía hacer era encontrar algún pueblo o villa con algún dojo para volver a practicar el arte de la espada.
Las grandes llanuras verdes parecían nunca acabarse, y estaba demasiado cansado como para seguir caminando. Había estado caminando durante la mayor parte de la mañana, pero aun así no había rastro de civilización a la vista.
Estando a punto de darse por vencido, el niño escucho un ruido en particular, uno que conocía muy bien: bokkens chocando fuertemente entre ellos y gritos de personas tras ellos, eso solo podía significar una cosa. Con renovado vigor, Zoro corrió rápidamente en dirección al sonido; había encontrado lo que estaba buscando.
Mariejois era un lugar hermoso; grandes y espaciosas calles empedradas de un color blanco reluciente separaba las viviendas mucho más que dignas de los nobles que allí residían. Era un día esplendido; el sol brillaba con todo su esplendor mientras algunos nobles salían a caminar, encontrarse con algún amigo o simplemente ser cargado por sus esclavos mientras hacían su rutina.
En medio de la ciudad, se encontraba un enorme castillo blanco que se exhibía mucho más que cualquier otro tipo de construcción, llegando a empequeñecer cualquier otra estructura de la isla ya sea por su enorme altura o por su magnificencia arquitectónica: El Castillo Pangea.
En una de las salas del inmenso lugar, una importante reunión se estaba llevando a cabo. La sala era espaciosa, grandes muros blancos se aseguraban que ni una palabra se escapará de allí y, en medio de la sala, una gran mesa de roble repleta de papeles separaba a los cinco ancianos del Almirante de flota.
-Gorosei-sama. Sengoku, Almirante de la Flota reparándose-
-Nos honras con tu presencia Sengoku. Hubiéramos preferido que Garp pudiera acompañarnos ahora, pero esta reunión no puede ser pospuesta por más tiempo-recalcó uno de los ancianos, aquel de gran bigote y marca de nacimiento en su frente para ser más específicos.
-Hace tiempo que logramos derrotar a uno de los criminales más buscados en el mundo, incluso un porcentaje de su recompensa fue entregado, tanto a Crocodile como a Doflamingo. El Gorosei cree que ya es hora de hacer de esta una noticia publica- Explico el anciano calvo.
-Sin embargo, que los hijos del demonio sigan prófugos puede provocar problemas a futuro. Queremos que te encargues de ellos; una recompensa no muy elevada podría arreglar ese desperfecto- Opinó el más joven del grupo, siendo caracterizado por una cabellera y barbas completamente rubias, completamente opuestas al resto de sus iguales.
-Disculpe, Gorosei-sama, pero esos niños ignoran por completo el pecado de su padre, son inocentes a ojos de la justicia- exclamó rápida pero respetuosamente Sengoku – Por lo que sé, incluso podrían haberse ahogado en el río o haber sido devorados por lo que habita en esos bosques, incluso si ese no fuera el caso, Zero se llevó un buen número de hombres consigo, incluyendo a tres de los siete shichibukai y al propio Kitsuorenji. Tampoco creo que la marina pueda ofrecer la recompensa completa de su captura.
- ¡La justicia peligra con cada bocanada de aire que esos pequeños demonios tomen! - Reprendió con voz grave el anciano de la espada- Conozco a los Roronoa y créeme cuando te digo, ellos no mueren fácilmente-
-Su misma existencia es un peligro. Incluso a día de hoy muchas casas se encuentran divididas gracias a sus acciones- El anciano de la larga barba argumentó, rompiendo el silencio por primera vez en toda la reunión- La noticia se hará pública, mientras tanto un pelotón de hombres recorrerá toda la isla de ser necesario. Si están vivos, los encontrarán. Si alguien más se entera de que el demonio tuvo descendencia, grandes calamidades pasarán ¿Entendido? –
-Sí… Gorosei-sama – dubitativo respondió el almirante
-Ahora el verdadero motivo por el que estas aquí- habló el rubio del grupo- Como sabrás, el objetivo de la misión era capturar al criminal de guerra, Roronoa Zero, y recuperar lo que hurto de la familia Tensho hace tantos años atrás, sin embargo, ni siquiera nosotros sabemos de qué se trataba, Tensho-dono pago una abundante suma para mantener nuestra discreción-
- ¿Im-sama lo permitió? –
-Así es, el único que tenía conocimiento sobre ello era el mismo Kitsuorenji, con su muerte solo hay una persona que puede saber de qué se trataba-
-Arno- dijo esta vez el anciano con marca de nacimiento con voz recelosa- Según los informes, se lo vio correr en dirección al bosque en busca de los hijos del demonio, sin embargo, no apareció para ayudar en la batalla y escapo sin dejar rastro. Esto no solo se merece una revocación de su título como shichibukai; su recompensa subirá por sus acciones y por lo que podría llegar a poseer-
-La información se ha filtrado- gruño con furia el Almirante. Sin siquiera notarlo, sus puños se apretaron hasta casi hacer sangrar sus palmas.
-Debido a esto cuatro asientos entre los shichibukai se han liberado. Se hará un comunicado para los postulantes en los titulares de mañana- el anciano de barba habló esta vez- Si bien la primera tanda fue seleccionada por nosotros, creemos que cuando los beneficios que estos títulos traen consigo se hagan de dominio público tendremos buenos postulantes para ello-
-Gorosei-sama, los hechos de la misión demuestra que no podemos contar con esta basura pirata para resolver los problemas de la marina. No importa que tan fuerte aprietes la correa de esos perros, nunca nos serán leales y podrían poner en peligro nuestros objetivos-
- ¡Silencio! – reprendió el calvo- ¡La creación de este sistema es lo que permite que los tres poderes no se desmoronen en pedazos, mocoso! ¡No te olvides de a quienes te diriges! -
-Queremos informes semanales de la búsqueda- se apresuró a interrumpir el rubio del lugar- Eso es todo Sengoku, puedes retirarte-
-Sí, Gorosei-sama- respondió el buda sabiendo que eso era más una orden que una sugerencia. Apretó los puños sin poder disimular su furia ni su creciente dolor de cabeza al caminar hacia la salida. A veces odiaba su trabajo.
Time Skip
Zoro se encontraba recostado contra un gran árbol; árbol que había quedado completamente desnudo luego de que el otoño azotara con fuerza a la isla, dando grandes bocanadas de aire para tratar de reponer la energía perdida después de practicar su técnica de dos espadas.
Habían pasado dos meses completos desde que encontró el dojo y decidió desafiarlo para medir su fuerza antes de partir en búsqueda de su hermano, y grande fue su sorpresa al ser derrotado completamente por la hija del maestro del dojo. Esto dejo al joven en shock; había descuidado su entrenamiento, eso era cierto, pero ser derrotado de una forma tan humillante comenzaron a preocupar al cabeza de musgo ¿Había empeorado tanto sin siquiera darse cuenta o el infierno que su padre le hizo pasar fue en vano? Sea como sea, debía remediarlo y no encontró mejor forma de hacerlo que uniéndose al dojo hasta averiguarlo.
No tardó mucho en descubrirlo pues, al comenzar a entrenar, se dio cuenta de la amplia diferencia que existía entre él y los demás niños; era tal su habilidad que al mes de unirse comenzó a juntar victorias contra los adultos del dojo. Sin embargo, incluso si ese fuera el caso, había alguien a quien nuca había podido derrotar: Kuina.
Kuina había demostrado ser fácilmente la mejor de todo el dojo y, sin que él lo supiera, una gran rivalidad había surgido entre ellos, cosa que llevo a Zoro a desafiarla a diario, terminando como el perdedor durante 200 peleas consecutivas.
Durante ese tiempo y a través de un arduo entrenamiento, Zoro mejoró bastante en su estilo de dos espadas, aunque este no fuera rival para Kuina. Hablando de aprendizaje, gracias al maestro del dojo quien tenía un vasto conocimiento de las grandes katanas del mundo, Zoro descubrió que la espada de su tocayo era una de las O. Wazamono y que su nombre era "Chimamire no Ame".
Con una profunda respiración y un leve estiramiento de extremidades para calmar su agitado corazón, el Roronoa se reincorporo con rapidez solo que esta vez en lugar de caminar hacia el patio, se dirigió hacia el interior del edificio. Una vez en el interior del modesto lugar, nadie se interpuso con su objetivo: Kuina. La niña se encontraba en medio de la sala recubierta con tatami, sentada en una perfecta posición de loto frente a una estatua de los dioses.
- ¡Es hora de nuestro duelo número 201 Kuina! – grito el peliverde lo suficientemente alto como para llamar su atención.
- ¿Aun quieres un duelo conmigo? Has perdido cada uno de nuestros doscientos duelos- pregunto la niña terminando su meditación y volteando la cabeza para ver fría pero despectivamente al joven Zoro.
- ¡Te lo dije antes y te lo diré ahora: no pararé hasta derrotarte! - exclamo el niño de forma seria, tomando los bokken que llevaba consigo y poniéndose en posición de lucha.
-Parece que nunca aprenderás- murmuro Kuina tomando uno de los bokken de la sala antes de imitar al niño poniéndose en posición de lucha.
Ambos hicieron una reverencia hacia el otro, dándole a los demás alumnos el tiempo necesario para entrar al edificio y acomodarse para ver otra fantástica pelea.
Finalmente, sin siquiera fingir interés en los demás presentes, ambos se lanzaron al ataque con un fuerte grito de guerra.
¡Slamp!
La sala era modesta pero aun así conservaba un toque de profesionalidad. Las paredes, al igual que el tatami y el techo, estaban coloreados de colores claros con tonos marrones. En el centro de la habitación y, por delante de una pequeña estantería llena de libros y pergaminos, se encontraba una pequeña mesa de madera oscura repleta de vasos de madera llenos hasta el borde de té.
El lugar tampoco se mostraba deshabitado, pues alrededor de la pequeña mesa todos los adultos miembros del dojo desayunaban animadamente con Koshiro, el maestro del lugar, a la cabeza
-Parece que otra vez están peleando- Exclamo uno de los adultos allí presentes antes de proceder a beber lentamente el contenido de uno de los vasos.
-Así parece- Respondió Koshiro tomando un sorbo de su propio té esta vez. A lo lejos, la cacofonía que producían los jóvenes comenzaba a aumentar el volumen, haciendo que cualquier otro que no pudiera escucharlos comenzará a hacerlo.
-El niño tiene voluntad, demonios incluso nos vence a nosotros los mayores- exclamó con una carcajada otro de los adultos del lugar.
-Kuina sigue siendo la más fuerte del dojo. Reconozco el mérito del niño, pero dudo que pueda derrotarla- otro de los adultos mencionó.
-Solo es temporal-frío y directo fue el comentario que congelo por completo la habitación, acallando completamente cualquier otra conversación.
-P…pero Koshiro-sensei, Kuina es su hija y se ha esforzado mucho por llegar donde esta. Debería de tener más confianza en ella- uno de los hombres presentes se atrevió a romper el frío silencio formado, siendo opacado levemente por el sonido de bokkens estrellándose fuertemente entre ellos.
-Confió en ella, Daniel. Me atrevería a decir que incluso ahora mismo me costaría mucho derrotarla en un duelo, sin embargo, soy consciente de su debilidad. Con el tiempo Zoro la derrotará- El hombre dio un sorbo de su té nuevamente con tranquilidad, aunque dejo incómodos a varios de los allí presentes.
-Hablando del niño- Bred, otro de los adultos, preguntó. El hombre era el más joven de los allí presentes, si se lo miraba a simple vista, se podría deducir que acababa de cumplir los 21 años. Su rostro era de lo más común, portando un castaño cabello corto que hacía juego con el color de sus ojos- ¿Qué haremos con él, sensei? –
Ante este último comentario inundo por completo a todos en el silencio. De repente, una pequeña pizca de empatía y tristeza pinto el rostro de los hombres presentes; hace poco, la noticia de que la marina había asesinado al "Demonio" Roronoa Zero se esparció como pólvora por todo el mundo conocido. Algunos les temían, otros los admiraban, pero para todos era obvio que el hombre, sea como fuera, era honorable. Ninguno quería darle la triste noticia al joven cabello verde
- ¿Realmente fue un demonio? Porque si lo fuera, el niño también podría serlo- comentó algo preocupado Bred.
-Nada más lejos de la realidad, Bred; el apodo de Zero-sama no tiene ningún tipo de misticismo detrás de sí. Fue solo como sus enemigos lo describieron en el campo de batalla- corrigió Koshiro tranquilamente.
- ¡Aunque ese fuera el caso solo confirma que fue un hombre muy peligroso! – El hombre dio un pequeño salto, parándose de golpe y elevando más su voz- ¡Incluso la marina lo clasifico como uno de los criminales más buscados del mundo! ¡¿Tenemos que creer que un hombre así no instruyo a su hijo para seguir sus pasos?!-
-Los pecados del padre no son los del hijo, Bred- explicó pacientemente Koshiro con una mueca de preocupación en su rostro.
Bren estaba a punto de replicar nuevamente, sin embargo, noto que las miradas atónitas de todos posarse sobre él, incluyendo la de su propio maestro.
-Empezaré temprano con mi entrenamiento, sensei- Exclamo el hombre luego de hacer un sonido de disgusto mientras se levantaba y dirigía hacia la salida- No me sentaré a ver como unos pre-pubertos me superan-
Koshiro vio esto con preocupación, Bred era uno de sus mejores alumnos. Esperaba que este tipo de actitudes no se transformaran en un hábito.
Los días pasaron luego de ese incidente, poco a poco los días se transformaron en semanas y estas en meses. No mucho cambio luego de esa mañana a excepción de la actitud de Bred; el hombre, tal y como él temía, se había vuelto mucho más reservado que antes, ya no asistía a desayunar con ellos como lo hizo en antaño y comenzó a tomarse su entrenamiento mucho más enserio. Esto en un principio no le hubiera molestado, pero sus actitudes distantes hacia él y sus compañeros comenzaron a preocuparlo.
Casi sin darse cuenta un año completo había pasado, sin embargo, nada lo prepararía para lo que viviría esa noche.
Era una oscura pero cálida noche de sábado; ninguna brisa se escuchaba a la distancia y todo el paisaje parecía imperturbable.
El camino del espadachín era riguroso, estricto y constante, Koshiro lo sabía muy bien, y aunque este tipo de vida no tomaba días libres, el maestro creía firmemente que darles a sus alumnos un día de ocio al mes mejoraría mucho su motivación. Durante una noche tanto él como sus alumnos se relajaban de un intenso mes de entrenamiento, cada uno a su manera. Usualmente, los más jóvenes optaban por pasar el día con sus amigos y familias, alejándose de cualquier tipo de ejercicio marcial. Por otro lado, los adultos decidían organizar una reunión informal entre ellos; nada ostentoso, solo unas cuantas botellas de sake entre otras bebidas alcohólicas junto con algún animal típico de la región que hayan cazado.
Esa noche se sentía incluso más extasiado de lo normal, y sus mejillas sonrojadas y mirada perdida denotaban aún más su condición. Las risas y charlas de borrachos lo rodeaban, distrayéndolo al punto de ignorar por completo al antisocial Bred con un den den mushi en sus manos.
Las lágrimas surcaban sus mejillas sin control mientras ella refregaba con furia su cara en un intento inútil por detenerlas.
-Mierda...-
Maldijo entre sollozos mientras se sentaba a un lado del camino en aquella extensa pradera alagunada.
Aquellas palabras, aquellas frías palabras habían terminado por romper su corazón. Siempre supo que su padre pensaba de esa manera, desde un principio, por eso entrenó y entrenó, quería demostrarle que se equivocaba. Con el pasar del tiempo consiguió mejorar, al punto de ser la mejor espadachina en el dojo, pero a pesar de ello, su padre nunca cambio de opinión; incluso ahora mismo, derrotando a los adultos y casi a él mismo, seguía negándole su sueño de ser la mejor espadachina del mundo y, gracias a que escucho una charla privada esa misma tarde, supo que incluso planeaba alejarla de su propia herencia.
Necesitaba descargarse, tomar un tiempo a solas y tranquilizarse, pero al parecer ni eso tendría o esa sensación le dio cuando escucho el ruido de pasos acercándose rápidamente. Finalmente, luego de unos segundos, pudo reconocer la silueta tenuemente iluminada por la luna.
- ¿Zoro? -pregunto verdaderamente intrigada la joven mientras se secaba las lágrimas en un penoso intento por ocultarlas del joven cabello verde.
- ¿Qué haces aquí? – pregunto el joven con verdadera duda.
-Podría preguntarte lo mismo. ¿Qué haces aquí a estas horas de la noche? – Poniéndose de pie, Kuina preguntó, sin embargo, no pudo evitar que su voz rasposa por el llanto se notara. Para su suerte, Zoro no era de los que prestaban atención a ese tipo de detalles.
-Vine aquí a solicitar nuestro duelo número 2001- exclamó el joven dando unos pasos hacia la niña- Ya que este será nuestro duelo final ¡Tenemos que enfrentarnos usando espadas reales! –
Kuina no sabía que pensar, sus emociones eran un caos en este momento; las palabras de su padre, sus sueños frustrados y ese niño tan molesto no hacían nada por aminorar el dolor de cabeza que comenzaba a surcar sus cienes. Pensó seriamente en rechazarlo, pero descarto la idea de inmediato; su honor como espadachina le exigía aceptar el duelo, además, quizá así podría descargar algo de su frustración con el molesto niño.
-Bien- Exclamó rápidamente con una pequeña sonrisa. Luego de una corta caminata para buscar su arma, Kuina estaba lista.
Parados uno frente al otro, la sombra de los niños era reflejada por la luna en aquel pequeño claro del bosque. No importaba como terminara este duelo, ese sería el final.
Ninguno de los dos inició el encuentro todavía, no era el momento aun, solo se quedaron allí, estudiando la pose de lucha del otro que tantas otras veces habían visto en el pasado. Finalmente, luego de lo que pareció ser una eternidad, una ráfaga particularmente fuerte de viento dio inicio al combate.
Zoro corrió rápidamente hacia su dirección, cosa que ella esperaba de antemano, logrando detener el corte del niño casi sin esfuerzo cuando llegó. Las cosas no se detuvieron allí ya que, con la ayuda de su otra katana, Zoro lanzo un corte bastante rápido a la altura de la cabeza cosa que Kuina evito dando un gran salto hacia atrás para evitar ser decapitada. La lucha se reanudo inmediatamente, y esta vez fue Kuina quien tomo la iniciativa con un temerario ataque frontal que Zoro bloqueo con ayuda de sus armas. El golpe de las armas sacudió los brazos del joven Zoro, y aunque estaba seguro de que su fuerza era superior a la de la niña eso no quería decir que no requería esfuerzo repeler sus golpes. Sin otro plan más que contraatacar, Zoro preparo Chimamire no Ame de su mano derecha para cortar a su oponente mientras la otra espada bloqueaba, pero al parecer Kuina tenía otros planes ya que un aluvión de golpes se descargó contra el pobre Zoro.
Estaba en problemas, lo sabía, Kuina nunca lo había atacado con tanta furia; sus cortes parecían invisibles y solamente lograba bloquearlos exigiendo al máximo su defensa. Poco a poco, la muchacha logro hacerlo retroceder, pero él no podía rendirse, no permitiría que Kuina ganara su ultimo duelo, así que, haciendo uso de todo su entrenamiento, Zoro comenzó a responder el ataque.
El ruido de metal chocando podía ser escuchado por todo el lugar y, al mismo tiempo, pequeñas chispas comenzaron a mostrarse con cada golpe de espada.
No podía entenderlo; incluso ahora era más fuerte que él, sin embargo, su padre aun creía que no podía lograrlo, que no alcanzaría sus metas y que su futuro como espadachina estaba condenado solamente por nacer mujer. Sus emociones se salieron de control mientras la rabia y la tristeza fortalecían sus golpes. Con un grito de furia, la joven descargo toda su frustración, tristeza y dolor sobre el joven Roronoa.
Zoro no podía hacer mucho para detenerla, sus brazos estaban cansados luego de pelear con tanto peso como suponían las espadas reales y si la pelea continuaba estaba seguro de que perdería como todos sus anteriores encuentros.
No tenía opción, si quería ganar solo podía apostar al todo o nada: reuniendo los últimos gramos de fuerza que le quedaban, Zoro dio un rápido empuje con sus armas, logrando romper la postura de Kuina, quien trastabillo unos pasos hacia atrás. Tomando eso como su señal, el joven Roronoa corrió a toda velocidad hacia su oponente. Por su parte, Kuina ya se había recuperado y, al ver la maniobra de su oponente, lanzo un corte horizontal con destino al torso del joven peli verde.
El ataque encontró el aire cuando el Roronoa utilizo su baja estatura a su favor para pasar justo por debajo del arma de Kuina, dejándola completamente expuesta para el golpe final.
La victoria era suya, ya la estaba saboreando, pero, cuando estaba a punto de detenerse para evitar herir a su rival seriamente, la joven dio un gran salto hacia arriba, evitando el ataque de Zoro antes de caer con gracia felina a sus espaldas.
Se había escapado. Su victoria se había esfumado entre sus manos. Ni siquiera pudo salir de su estupor hasta que el ruido de pasos hacia su dirección lo hicieron volver al mundo real.
Volteándose rápidamente, el joven peli verde pudo ver como Kuina se acercaba a una velocidad vertiginosa hacia él, apenas logrando reunir la fuerza para interponer sus armas a la de Kuina, sin embargo, esto no evitaría lo inevitable. Debido al cansancio, el joven no pudo resistir frente a la potencia de Kuina, logrando que sus armas salieran despedidas de sus manos antes de caer duramente al suelo.
- ¡Mierda! Tengo que levan…- el filo de Wado Ichimonji a centímetros de su cabeza acallaron cualquier tipo de queja
-Esta es mi victoria número 2001-exclamó la joven con una sonrisa victoriosa, antes de envainar su arma y limpiarse el sudor de la frente.
-Mierda…- mascullo el joven tapando su cara con sus manos, negándose a mostrar sus lágrimas de frustración- No puedo aceptarlo…-
Al ver esto, la tristeza nuevamente volvió a pesar sobre la espadachina.
-Yo soy la que quiere llorar porque no puede aceptarlo- Exclamó cortando el contacto visual con el joven Roronoa y logrando que este destape su cara- Las mujeres, cuando crecemos, nos volvemos más débiles que los hombres- Sin siquiera notarlo, una pequeña lagrima se deslizo nuevamente por su mejilla bajo la atenta mirada de un sorprendido Zoro- Seguramente me alcanzaras muy pronto. Siempre quise ser la mejor espadachina del mundo, pero…- haciendo una pequeña pausa para controlar su voz, la joven exclamó- Mi padre me dijo que ese tipo de sueños resultan imposibles para una mujer…-Esta vez, las lágrimas bajaban libremente por su rostro- Si tan solo hubiera nacido como un niño…-
- ¡Deja de hablar con palabras tan débiles! – interrumpió Zoro, sorprendiendo a Kuina por el tono lleno de furia que este uso- ¡Eso es una vergüenza! ¡Tú has sido mi meta todo este tiempo! –
-Zoro- Exclamó débilmente la niña con sus ojos aun llenos de lágrimas.
- ¡Ser hombre o ser mujer! ¡¿Eso es lo que dirás el día que te derrote?!- Grito nuevamente el Roronoa, acercándose con paso firme hasta quedar frente a la niña de cabello azul- ¡Cuando encuentre a mis padres y a mi hermano te retaré por el título del mejor espadachín del mundo! ¡Ganaré porque he entrenado hasta el cansancio y por mis habilidades! ¡Y no porque te volviste débil! -
La niña ni siquiera sabía cómo reaccionar. Aquel joven al que había humillado en cada duelo y entrenamiento, hoy le estaba dando ánimos para cumplir sus objetivos. La había reconocido por su habilidad
-Promételo- casi escupió el joven Roronoa mientras le extendía su mano con convicción- ¡Algún día, tú y yo seremos los mejores espadachines del mundo! –
-Estúpido, diciendo eso a pesar de ser débil- susurro Kuina con una sonrisa, esperando algún tipo de reacción por parte del niño, pero este se mantuvo impasible y sereno. Secando sus lágrimas, la niña estrechó con fuerza la mano de Zoro- Lo prometo-
Habiendo zanjado el asunto, ambos jóvenes se dispusieron a volver al dojo para limpiarse y descansar, teniendo por seguro de que deberían esforzarse mucho más para cumplir con su promesa, sin embargo, parecía que el destino tenía otros planes para ellos.
- ¡Cuidado! – Kuina empujo a Zoro hacia el suelo, haciendo ella lo mismo justo a tiempo para evitar que un proyectil atravesara la cabeza del Roronoa.
- ¡¿Que sucede?! ¡Muéstrate cobarde! – Grito furioso el Roronoa viendo hacia la dirección de la cual provenía la bala mientras se reincorporaba y desenvainaba Chimamire no Ame junto con su otra katana. A su lado, Kuina hacia lo mismo con Wado Ichimonji.
Como si de una orden se tratara, un pelotón de 40 hombres salió de entre los árboles y arbustos del bosque. Debido a que algunas nubes tapaban la luz de la luna no pudieron identificarlos con precisión mientras 10 de ellos, los cuales portaban rifles o pistolas, se encargaron de rodear a los jóvenes. El resto de hombres, armados con sables y espadas se posicionaron justo detrás de los soldados de artillería.
-Hola pequeño demonio, ha pasado tiempo ¿no? – preguntó el hombre parado al final de los grupos.
- ¡¿Quién eres?!- Grito Zoro con furia.
- ¿No me recuerdas? - preguntó crípticamente el hombre mientras las nubes finalmente dejaban de obstruir la luz de la luna, revelando a todos los presentes como soldados de la marina- Yo estuve ahí ese día. ¡Tu padre me hizo esto! - El hombre finalmente se reveló: su cara parecía ser de lo más normal, con el cabello castaño rizado con pequeños destellos blancos debido a su edad haciendo juego con sus ojos marrones, sin embargo, al bajar la vista y ver el torso desnudo del hombre solamente cubierto por un abrigo de sargento, se puede notar con horror como la mitad izquierda de su cuerpo parecía haber sido reemplazada por maquinaria para mantenerlo vivo.
- ¡¿Qué demonios eres?!- grito Zoro sorprendido al igual que Kuina, ver a un hombre mitad maquina era surrealista, incluso dudaba de que pudiera existir algo similar.
- ¡Es Sargento Fiambruin para ti escoria! – gruño el hombre en respuesta.
-Eso no importa ¿Qué hace aquí la marina? – pregunto Kuina con cautela. Sus manos listas en la empuñadura de Wado Ichimonji en caso de necesitarla. Personalmente no tenía nada en contra de esos hombres, pero tampoco era tan ingenua como para confiar en alguien que le dispararía a un niño a traición.
- ¿Qué no es obvio? Vamos a eliminar a la escoria Roronoa del mundo- exclamo el hombre con el ceño fruncido y su voz llena de furia.
- ¡¿Roronoa?!- casi gritó la sorprendida muchacha, girando su cabeza en dirección al niño tan rápido que casi se rompe el cuello. Cualquier aspirante a espadachín que se respetara conocía el apellido, y Kuina no sería la excepción. Sin embargo, seguía sin entender lo que estos hombres querían- No importa lo que haya sucedido entre ustedes y su familia, Zoro no tiene nada que ver con ello-
- ¡Olvídate de eso! ¡¿Cómo me encontraron? - grito con furia el niño hacia los hombres presentes, sin embargo, ninguno espero que la respuesta no viniera del marine.
-Eso es gracias a mi-
En ese instante, todos voltearon la cabeza en dirección al sonido. Los sorprendiéndose de ver a Bred portando su uniforme del dojo, junto con una katana amarrada a su cadera. Por su parte, los marines apuntaron sus armas hacia la posible nueva mas un pequeño gesto por parte del sargento hizo que estos bajaran sus armas.
- ¡Bred! ¿Qué haces aquí? ¡¿Tienes algo que ver con todo esto?! – Pregunto Kuina con algo de desesperación comenzando a surgir en su tono de voz. A su lado, Zoro solo frunció el ceño hacia el recién llegado.
-Por supuesto que sí, Kuina- Respondió el mencionado sin un ápice de duda en su voz- No podía dejar que este monstruo continuara fortaleciéndose bajo nuestras narices. Parece que tu padre y todos los demás estaban de acuerdo con que eso pasará, pero yo no permitiré que lo que paso con mi padre se vuelva a repetir-
- ¡¿Tu Padre?!-gritaron ambos niños sin siquiera poder creerlo, aunque, viéndolos con un poco más de atención, se podía notar el parecido físico entre ambos adultos.
-Así es- respondió el marine- Bred Fiambruin es mi hijo- haciéndole un pequeño gesto a sus hombres para que dejaran de apuntar a los jóvenes, el sargento avanzo hasta adelantar a sus tropas- Tu padre, no, el monstruo que te crio me convirtió en lo que ves hoy. Quizá ya no pueda arreglar cuentas con él, pero tú me servirás-
Zoro hubiera querido preguntar a qué demonios se refería, sin embargo, el hombre desenvaino su sable a una velocidad sorprendente antes de lanzarse hacia el cómo un perro a su presa. Para su suerte, sus rápidos reflejos e instintos le permitieron bloquear un corte devastador que de seguro lo hubiera matado, aunque no por ello se salvó de salir arrojado varios metros hacia atrás.
- ¡Zoro! – La niña grito con terror al ver a su amigo siendo arrojado como si de una basura y al Sargento correr detrás de él para acabarlo. No podía dejar que lo mataran.
Kuina corrió con todo lo que daban sus piernas en dirección al conflicto, sin importarle siquiera los soldados a sus espaldas, sin embargo, Bred se posiciono por delante suya en un abrir y cerrar de ojos, lanzando un corte horizontal que ella apenas pudo esquivar arrojándose de rodillas y derrapando por el césped bajo la katana de su oponente.
- ¡Muévete Bred! ¡No quiero hacer esto! – grito la joven poniéndose en posición de combate.
-Yo tampoco quiero- Respondió el nombrado con una mirada de determinación en su rostro- Pero no puedo dejar que te entrometas en esto-
Kuina apenas pudo reaccionar, pues al momento de decir esas palabras Bred se lanzo al ataque con una rapidez nunca antes vista en él, obligando a la niña a bloquear el golpe con ayuda de su propia arma. Su cuerpo se sacudió levemente gracias a ello y si bien su duelo con Zoro había tomado parte de su energía, se sorprendió al notar que Bred parecía mucho más fuerte que antes.
-AHHHHHG-
El grito de Bred la trajo de nuevo al mundo real justo a tiempo para mover su cabeza rápidamente hacia un lado, esquivando una fugaz estocada que pudo haber sido muy peligrosa. Haciendo uso de su espada, Kuina desvió una nueva estocada de parte del castaño hacia su izquierda, dándole el tiempo necesario para contraatacar con un rápido corte horizontal a la altura de la cabeza.
Bred apenas tuvo tiempo para esquivar el golpe, dando un gran salto hacia atrás. Los jadeos irregulares se escapaban a bocanadas de su garganta; incluso si sabía que había mejorado Kuina aún se sentía en un nivel mayor al de él.
Por su parte Kuina tampoco no estaba mejor, el cansancio comenzaba a llenar su cuerpo pues Zoro demostró estar bastante a su altura en su último enfrentamiento, pero también notaba la reciente mejora en su compañero de dojo. Frunciendo el ceño Kuina corrió nuevamente hacia su oponente, no importaba que la marina estuviera involucrada, no dejaría que su amigo pagara los pecados de otro.
El sonido de espadas se dejo escuchar nuevamente cuando Zoro rechazo el ataque del furioso Sargento. El hombre luchaba bien, tenia que admitirlo, pero tampoco se dejo intimidar por ello. Luego de rechazar otro golpe del marine, el pequeño Roronoa cargo rápidamente hacia su oponente dando, un rápido corte descendente con su brazo derecho que el marine apenas y pudo desviar con ayuda de su arma.
Zoro esperaba esta reacción y, con su mano libre, lanzó un poderoso corte a la altura de la cabeza, sorprendiéndose enormemente cuando el hombre antepuso su brazo en el camino su espada. Sin embargo, en lugar de gritos de dolor que se esperarían de alguien que acaba de ser cercenado, la conmoción fue aún mayor al sentir como su espada quedaba atrapada en la extremidad prostética del marine, sin embargo, esta no duro mucho al momento de recibir una fuerte patada al torso que lo enviaría volando metros hacia atrás.
Zoro se arrastró por el suelo, quedando acostado boca arriba. Chimamire no Ame y su otra espada se habían escapado de su agarre luego de tan estruendoso impacto, pero ni siquiera pudo darse el lujo de ver en donde había caído, pues en menos de un segundo, el sargento ya estaba encima de él.
- ¡Muere bastardo! – el hombre grito con furia mientras daba una estocada final hacia el cuerpo del Roronoa.
No podía dejarlo, no lo haría. Aun debía cumplir con su palabra, tanto con sus padres como con Kuina, sin embargo, ya no había nada que pudiera hacer. Estaba acabado.
Todo pareció ir en cámara lenta mientras la cuchilla se acercaba lentamente hasta su pecho. A lo lejos, podía escuchar como los gritos de Kuina llenaban el claro, al igual que la risa de algunos de los hombres presentes que acompañaban el grito de furia de su mayor al mando…aunque también escuchaba rápidos pasos en su dirección.
El metal sonó, e incluso algunas chispas se dejaron ver gracias a el choque entre metales.
Fiambruin ni siquiera sabia lo que lo golpeo cuando una fuerte puñalada en su parte robótica lo envió varios pasos hacia atrás, alejándolo de su objetivo. Inspeccionando su pecho, vio que un gran agujero se dejaba ver en donde debería estar su pectoral, incluso podría haber perforado su corazón, no tenía idea de que pudiera existir algo capaz de causar tanto daño en su nuevo cuerpo, pero viendo hacia adelante con nada más que rabia en sus ojos, el sargento pudo ver quien era el causante: un hombre vestido solamente con un kimono, gafas y con el cabello largo y negro se interponía entre él y la justicia.
- ¡¿Quién eres?! ¡Estas interfiriendo con un asunto del gobierno! - no tardo en ladrar el marine. A su lado, sus hombres no tardaron en apuntar sus hacia el desconocido.
- ¡Padre! –
- ¡Koshiro-sensei! –
- ¿Yo? - pregunto el maestro acomodándose las gafas y poniéndose en guardia con su arma lista para el combate- Solo soy un maestro preocupado por sus alumnos-
Bien amigos, eso seria todo. Espero que les haya gustado este capítulo.
Lamento mucho, en serio, haberme demorado tanto en actualizar esta parte. No es por excusarme, es solo que han sucedido muchas cosas en este tiempo que me han mantenido no ocupado, pero si distraído de todo lo que viene siendo escribir historias. Incluso tuve que recortar este capitulo ya que de haber continuado hasta donde yo quería se habría hecho bastante largo (casi 9k palabras) y por eso decidí dejarlo por acá.
Nuevamente espero que les haya gustado. Por favor, compartan sus opiniones en los reviews o en PM, estaré encantado de leerlos.
Espero que estén sanos y tomando precauciones con todo lo que está pasando alrededor del mundo.
Sin ir más lejos me despido. Nos leemos la próxima!
