La Dulce Realidad

Una sensación de tranquilidad rebosa en mi mente. El increíble dolor y la desesperación dejaron mi cuerpo por este instante.

Incapaz de reunir fuerza, mis pies seden y caigo al suelo, mi vista sigue nublada. Lentamente, aquel frio es reemplazado por una sensación de calor. De pies a cabeza mis nervios empiezan a activarse, haciéndome sentir el flujo sanguíneo en mi cuerpo.

—¡Marco!

Suena la voz de una mujer, a pesar de escucharla se escucha distante. Aún no soy capaz de ver.

—¡Marco!

Entonces una sensación externa toca mi cuerpo. Mis ojos lentamente empiezan a recibir los rayos de luz. Mi vista regresa y en frente esa una chica, de cabello plateado y ojos amatista.

Su expresión preocupada la hacían ver linda.

—Tú… —susurro hacia la chica, aún con la mirada perdida.

En ese instante, sentado en el suelo, con mis manos en el suelo varios recuerdos empiezan a invadir mi cabeza.

Como un tren, este ingresa a mi cabeza sin siquiera pedir permiso. El recuerdo de estar luchando contra los ladrones viene junto a todo el dolor de la pelea. Mi cuerpo reacciona instintivamente y mis manos presionan el suelo.

"¡Mar…Co!"

El olor a sangre invadió mi nariz. El sentimiento de adrenalina comprimió mis músculos. Los recuerdos atravesaron mi cabeza y se grabaron con fuerza.

—¡Agh! —grito por un instante.

Mi cuerpo entonces, como si despertase de un sueño me devuelve a la realidad. El aire fresco mueve mi cabello. El rostro preocupado de Emilia se ve claro y fuerte.

Mi cuerpo tiembla por lo sucedido, pero ahora se siente como un deja—bu.

Tomo la mano de Emilia para levantarme. Trato de digerir lo que está sucediendo mientras Emilia sigue preguntando si estoy bien.

Entonces siento que algo golpea mi mejilla.

—¡Marco! —Puck me da un golpe con su cola, este se mostraba extrañado al igual que Emilia por la situación.

Al verlos no me queda de otra que tomar un gran tramo de aire.

—Lo siento, de un momento a otro me quede en blanco —mire mi pecho, en busca de confirmar lo sucedido.

La emoción de haber vivido algo, de sufrir tal dolor, esa sensación que te dice que dudes de esta realidad.

Puedo recordar el dolor, puedo recordar la desesperación. Puedo recordar el sacrificio de ellos.

Mi segunda vida se acabó en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora tengo que abrazar la tercera.

—¿Estas bien? —Emilia toma mis manos para intentar comprobar si hay algo en mi cuerpo.

Su rostro con cambio, preocupada su cabello ondeaba mientras expulsaba magia de sanación en mí, el brillo de esta hacía que su rostro ya hermoso tuviera un aura angelical. Su cutis era fino, no mostraba ningún poro a simple vista.

Si me pusieras una super modelo al lado, esta tendría que decirse fea a sí misma en frente de Emilia.

—Si… —muevo mi mano hasta mi pecho—. Solo fue algo momentáneo.

Entonces eso lo confirma, tengo el poder de volver de la muerte y estoy en el mundo de esa novela. No sé cómo o porque, no se incluso de si el hecho que una novela se vuelva realidad signifique que incluso esta realidad es una novela.

Pero el dolor es real, la desesperación es real.

—No deberías de seguir, tranquilo, yo iré y vendré cuando obtenga la insignia —Emilia mira para seguir el camino, su mirada mostraba determinación a la par que se preocupaba por mí.

Pero yo no estoy preocupado por ella, mucho menos por su vida.

—Te diré mi nombre antes de irme.

Emilia, dándome la espalda me dice:

—Me llamo Satella, soy una medio elfa.

Ella se queda parada. Se que está esperando mi reacción, deseando que me quede a pesar de escucharle.

Pero, cuando me di cuenta ya estaba a varios metros de ella. Corrí, empecé a correr alejándome de ella. No estaba pensando, no estaba considerándola.

Simplemente estaba siendo honesto conmigo mismo.

«Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento.»

Mis piernas no paraban, paso a paso me alejaba a toda velocidad, levantando polvo del suelo y dejando un rastro de pasos.

Huir, huir de todo. Escapar de mis problemas y de las personas que me querían matar.

Ese sentimiento me hizo sentir en la tierra de nuevo. Escapando de los militares, escapando de los mercenarios, escapando y recluyéndome en lugares como un ermitaño.

Al final, incluso voy a dejar morir a esa chica que me salvo la vida; como dejé morir a los abuelos, como no pude evitar la muerte de mis colegas, de mi familia.

Como una inmunda basura.

¿Entrenamiento militar? ¿Vivir siempre bajo la muerte?

Que importa todo lo que viví, el sentimiento de haber muerto es indescriptible. Desperdiciar mi vida solo por una persona.

Que estúpido soy.

Es más fácil si voy con Anastasia o Crusch. En el peor de los casos tendré dinero para vivir cómodamente.

Que importa si me regresan, mientras pueda estar cómodo, mientras no tenga que huir como en la tierra.

Cuando me percato estoy en la salida de los barrios bajos, en frente de mi se veían ya casas normales; grandes y decoradas. Las personas me veían con indiferencia, simplemente estaban siguiendo su vida.

«Hui.»

Deseche la vida de las personas del bazar por la mía. Pero no siento tanto remordimiento, al fin y al cabo, no los conozco. No tengo ninguna conexión con ellos.

«Hui.»

Me quedo de pie, viendo como las personas siguen su vida con normalidad. Inmóvil, solo puedo pensar mi proyecto de vida.

«Hui.»

Ahora será más fácil irme con Crusch, solo tengo que descubrir donde queda su mansión y decir que vengo para trabajar con ella. Mostrarle lo que se y empezar a construir mi vida.

Si ella no me deja entonces iré con Anastasia, será más difícil, pero si logro llegar tendré una vida asegurada.

Mi estomago estaba revuelto, lo único que me invade es esa sensación de arrepentimiento.

«Siempre huyendo.»

¿Hay algo malo en huir? No lo creo, al final huir es un instinto primario que tenemos al peligro. Es lo que me mantuvo vivo hasta el final.

Las horas pasan y sigo de pie, viendo como las luces se encienden con cristales mágicos.

Había menos personas, pero por algún motivo se sentía como ver una película.

Huir me ha llevado a donde estoy.

«A la muerte de todos tus seres queridos.»

Pienso eso, pero a su vez sé que es estúpido. ¿Qué iba a hacer? Varias veces estuve por dar mi vida, pero no fui capaz. No traicione a nadie, pero de cierta forma estoy involucrado con su muerte.

Mire mis manos, estas aun temblaban, pero también querían hacer algo. En este mundo, tengo que ser diferente.

Si sigo huyendo entonces pasará lo mismo otra vez. Llegará un punto donde no haya escapatoria alguna.

Las personas de este lugar viven su vida igual que en la tierra, viven llenos de esperanzas y deseos. Viven deseando una segunda oportunidad para hacer la cosas de una mejor manera.

Yo tengo esa oportunidad, pero soy demasiado cobarde.

Aprieto mis manos con fuerza, intentando sacar energías. Quizás ya es demasiado tarde o quizás no, no lo se.

La noche estaba iluminada por la luna llena, que brillaba con una intensidad casi mágica. La luz de la luna se posaba sobre mí, como si me estuviera llamando a hacer algo, algo que pudiera cambiar mi destino. Mi cuerpo temblaba, lleno de miedo e incertidumbre, pero mi corazón me pedía que hiciera un esfuerzo, que no me rindiera ante las adversidades.

Mientras camino por las calles, veo a la gente seguir con sus vidas cotidianas, sin saber lo que estaba sucediendo en mi interior. Caminan llevando a sus hijos, siguiendo sus metas, las casas son iluminadas por las farolas de magia, y todo parece normal.

Pero detrás de mí esta la prueba que sé que tengo que tomar si quiero cambiar mi vida para mejor.

Si quiero cambiar entonces tendré que esforzarme.

Después de varias horas, por primera vez en toda mi vida, doy media vuelta y comienzo a correr. Pero a diferencia de antes, no corro para huir, corro para enfrentarme a mis miedos y a mi pasado.

En los barrios bajos, la luz de la luna era la única que iluminaba el ambiente, pero no me importaba, no necesitaba nada más. Corro pateando la arena, sintiendo la brisa nocturna en mi cara, y sabe que solo puedo seguir adelante y enfrentarme a mí mismo.

A lo lejos, veo aquel puente, el mismo en el que abandoné a Emilia. Pensé que estaría allí, pensé que podría decirle que la ayudaría, pero ella no está ahí. Después de todo, ¿por qué iba a esperar por un cobarde como yo?

Corro con la esperanza de llegar a tiempo, pero con cada paso mis pensamientos se hacen más caóticos. ¿Seré capaz de hacerlo? ¿Moriré otra vez?

Finalmente llego, y puedo ver que el bazar muestra signos de batalla. Hay cristales de maná en el suelo, las ventanas estaban rotas. ¿He llegado demasiado tarde? Quizás sí, pero no me voy a rendir. Aún hay una oportunidad de cambiar mi destino, y estoy dispuesto a luchar por conseguirlo.

Entonces…

¡BOOM!

La mansión explota con un estruendo ensordecedor, lanzando escombros en todas direcciones. Una onda de frío recorre el lugar y me impacta, haciéndome caer al suelo. La nieve comienza a caer, cubriéndolo todo con su manto blanco. Sé lo que esto significa: he llegado tarde.

Los gritos de las personas son aterradores. El caos se ha apoderado del lugar y yo no puedo hacer nada más que mirar hacia delante, paralizado.

Veo cómo, de lo que antes era la mansión, emerge un monstruo gigante. Una criatura semejante a una mezcla entre el pelaje de un gato y la apariencia de un león. Su sola presencia es imponente y me hace entender, una vez más, que he llegado demasiado tarde.

El monstruo ruge al aire con una fuerza que hace temblar el suelo, mientras el frío me invade cada vez más.

—¡Marcooo! —grita Puck, transformado en un monstruo frente a mí. Su sed de sangre es tan intensa que me hace querer correr, pero no tengo adónde escapar, así que no me queda más remedio que esperar mi destino.

La criatura baja la cabeza y me mira directamente con una expresión de ira.

—¿Lo sabías? ¿Sabías que esto iba a pasar y por eso huiste? —Me pregunta con un aliento caliente, que contrasta con el frío que me congela por dentro. Su voz refleja el dolor y la furia.

—Sí. Lo sabía —le respondo, aceptando la realidad de la que no puedo escapar.

El monstruo grita con furia y lanza un pisotón a mi lado, arrojándome y haciéndome rodar por el suelo. Las casas cercanas están congeladas, y caigo cerca del puente por el que había escapado, como si fuera una llamada del destino a mi cobardía.

No puedo sentir mi cuerpo, mi cabeza da vueltas. Intento hacer fuerza, pero mi cuerpo no responde a ningún impulso.

—No podía hacer nada. No estoy con los malos simplemente si les decía no me iban a creer —le digo a Puck, mirándolo a los ojos. No estoy mintiendo.

Tengo miedo, pero al mismo tiempo me siento tranquilo. De alguna forma, saber que no voy a morir me alivia. No tengo necesidad de huir, aunque me gustaría evitar el dolor. Ya no hay necesidad de huir.

Puck me gruñe en la cara, poniendo toda su ira y dolor en mí.

—Emilia. Te atreviste a dejarla morir. Quien más me importa, un simple humano desconocido como tú la dejo morir —su tono me hacía entender su arrepentimiento, él tampoco pudo hacer nada por ella.

—Pagare mi pecado. Los salvaré, así que… mátame —pido con determinación, mirándolo fijamente. Al escuchar mis palabras, Puck alza su pata.

—Bastardo. Entonces, sí podías hacer algo —comenta Puck con resentimiento, mientras veo cómo su pata se mueve rápidamente hacia abajo, en cámara lenta.

No tengo miedo, es más, estoy calmado. Creo que veo un camino, escoger la salida fácil fue lo que me llevo al fracaso, entonces esta vez tomare la salida difícil y haré más fuerte.

Miro hacia arriba y todo lo que puedo ver es la pata de Puck, que está por alcanzarme.

—¡Detente! —grita una voz desconocida.

«Otra vez... Llegas tarde.»

Siento que mi cuerpo es aplastado por la pata de Puck, dejándome como una masa de carne y huesos.