Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 19
Esa tenía que ser ella, la que acababa de entrar en la cafetería, con aspecto inseguro, mirando de un lado a otro.
Bella levantó una mano y la saludó.
Caroline sonrió aliviada cuando vio la mano y la siguió hasta los ojos de Bella. Esta la miraba mientras se abría camino educadamente entre las mesas y la gente que se agolpaba en ese Starbucks, justo al lado de la estación de Amersham. No pudo evitar darse cuenta de cuánto se parecía a Julia Hunter antes de que el Asesino de la Cinta le robara la cara envolviéndola en cinta americana. El mismo pelo rubio oscuro y las cejas completamente arqueadas. ¿Por qué las hermanas se parecían mucho más cuando una de las dos estaba muerta? Sid y Tatum Prescott. Ahora Casey y Caroline Hunter. Dos jóvenes hermanas cargando con un fantasma allá donde fueran.
Bella apartó el cargador de su portátil para levantarse.
—Hola, Caroline —la saludó, extendiéndole la mano, incómoda.
Ella sonrió y le apretó la mano. Tenía la piel fría.
—Veo que ya estás preparada. —Señaló el ordenador de Bella y los cables que conectaban los dos micrófonos. Ella llevaba los auriculares alrededor del cuello.
—Sí, aquí en esta esquina deberíamos de estar lo bastante tranquilas —indicó Bella, volviendo a sentarse—. Muchas gracias por quedar conmigo con tan poca antelación. Ah, te he pedido un americano. —Hizo un gesto hacia la taza humeante que estaba al otro lado de la mesa.
—Gracias —dijo Caroline, quitándose el abrigo largo y sentándose en la silla de enfrente—. Estoy en mi descanso para comer, así que tenemos como una hora o así. —Sonrió, pero no del todo, moviendo ansiosa la comisura de los labios—. Ah —dijo de pronto, buscando algo en su bolso —. He firmado el consentimiento que me mandaste. —Se lo dio.
—Genial, gracias —dijo Bella, y lo metió en su mochila—. ¿Te importa que compruebe los niveles? —Deslizó uno de los micrófonos hacia Caroline y se sujetó uno de los cascos sobre una oreja—. ¿Puedes decir algo? Habla normalmente.
—Sí… eh, hola, me llamo Caroline Hunter y tengo veinticuatro años. ¿Así está…?
—Perfecto —asintió Bella, mirando cómo se movían las líneas azules del programa de grabación.
—Me dijiste que querías hablar de Casey y del Asesino de la Cinta. ¿Es para otra temporada de tu podcast? —preguntó Caroline, enrollándose un mechón de pelo en un dedo.
—Ahora mismo solo estoy en la fase de investigación de antecedentes—respondió Bella—. Pero sí, posiblemente. —Y recogiendo pruebas concretas, si resultaba que Caroline le daba el nombre del Asesino de la Cinta.
—Ya, claro. —Resopló—. Es que en las otras temporadas los casos estaban o cerrados o en curso… Pero en el de Casey… sabemos quién lo hizo y está en la cárcel recibiendo su merecido. Supongo que no sé muy bien de qué trataría el podcast. —A medida que acababa la frase la fue convirtiendo en pregunta.
—Creo que todavía no se ha contado la historia completa —explicó Bella, evitando los motivos reales.
—Entiendo, ¿porque no hubo juicio?
—Eso es, sí —Ahora las mentiras se deslizaban con muchísima facilidad por su boca—. Y de lo que quiero hablar contigo, en realidad, es de la declaración que le diste a un reportero del Newsday UK el 5 de febrero de 2012. ¿Te acuerdas? Sé que fue hace mucho tiempo.
—Sí, me acuerdo. —Caroline le dio un sorbo a su café—. Me tendieron una emboscada en mi casa cuando volvía de clase. Además, era el primer día que iba, solo había pasado una semana desde el asesinato de Casey. Era joven y estúpida. Pensaba que tenía que hablar con la prensa. Seguramente les diría un montón de cosas sin sentido. Recuerdo que estaba llorando. Mi padre se enfadó muchísimo después.
—Quería preguntarte, concretamente, por dos cosas que revelaste en aquella ocasión. —Bella cogió una copia del artículo y se lo pasó a Caroline. Al final había unas líneas subrayadas en rosa neón—. Mencionaste unos acontecimientos muy extraños que ocurrieron las semanas antes del asesinato de Julia. Unas palomas muertas y unas figuras hechas con tiza. ¿Puedes hablarme de eso?
Caroline asintió mientras analizaba la página y leía sus propias palabras.
Cuando volvió a levantar la mirada, sus ojos parecían más pesados, más turbios.
—Sí, no sé, seguramente no fuera nada. La policía no pareció muy interesada. Pero Casey sí que pensó que era raro, lo bastante como para mencionármelo. Nuestro gato era muy viejo, prácticamente no salía de casa, hasta se cagaba en el salón en lugar de hacerlo fuera. Estaba claro que no estaba en su mejor momento de cacería, por así decirlo. —Se encogió de hombros—. Por eso nos pareció raro que matara a dos palomas y las trajera a casa. Pero supongo que sería algún otro gato del vecindario el que nos dejó el regalo.
—¿Tú las viste? —preguntó Bella—. ¿A alguna de las dos palomas?
Caroline negó con la cabeza.
—Mi madre limpió una y Casey, la otra. Mi hermana no tenía ni idea de la existencia de la primera hasta que no se quejó por tener que limpiar la sangre del suelo de la cocina. La que ella recogió no tenía cabeza, por lo visto. Recuerdo que mi padre se enfadó con ella porque metió la paloma muerta en el cubo de la basura —rememoró con una sonrisa triste.
A Bella se le encogió el estómago al pensar en su propia paloma decapitada.
—Y las figuras hechas con tiza, ¿qué me puedes contar de eso?
—Tampoco las vi. —Caroline dio otro sorbo al café y el micrófono capturó el sonido—. Casey decía que estaban en la calle, cerca de nuestra entrada. Me imagino que las lavarían antes de que yo llegara. Por aquel entonces vivíamos cerca de una familia, así que lo más seguro es que fueran los niños.
—¿Dijo Casey algo de haberlas vuelto a ver? ¿Que se acercaban cada vez más a la casa, quizá?
Caroline se quedó mirándola durante un instante.
—No, creo que no. Pero sí que parecía molesta por eso, como si no se las pudiera sacar de la cabeza. Aunque no creo que estuviera asustada.
Bella se movió y la silla crujió bajo su peso. Probablemente sí que estuviera asustada. A lo mejor se lo ocultó a su hermana pequeña. Esas tres figuras de tiza acercándose cada vez más a su casa, a ella, la cuarta.
¿Pensaría que se las estaba imaginando, como hizo Bella? ¿Se cuestionaría si las dibujaba ella misma como resultado de la falta de sueño y las pastillas?
Bella llevaba demasiado tiempo en silencio.
—Y —continuó— las bromas telefónicas, ¿qué eran?
—Llamadas de números ocultos en las que no hablaba nadie. Seguramente fueran de publicidad o una cosa por el estilo. Pero los periodistas me presionaron mucho para que les contase algo fuera de lo normal, me pusieron en un aprieto. Así que les dije lo primero que se me vino a la cabeza. No creo que tuvieran nada que ver con Stu… Con el Asesino de la Cinta.
—¿Recuerdas cuantas llamadas recibió aquella semana? —Bella se inclinó hacia delante. Necesitaba otra, al menos una más para atraparlo.
—Creo que tres, por lo menos. Suficientes como para que Casey lo comentara —dijo Caroline. Y su respuesta fue como algo físico que hizo que a Bella se le erizara el vello de los brazos—. ¿Por qué? —preguntó.
Puede que se hubiera dado cuenta de la reacción de Bella.
—Solo estoy intentando averiguar si el Asesino de la Cinta tuvo contacto con sus víctimas antes. Si las acosó o no, y sospecho de las llamadas, las palomas y la tiza —aclaró.
—No lo sé. —Los dedos de Caroline se volvieron a perder entre su pelo—. Él no lo mencionó en su confesión, ¿verdad? Si admitió todo lo demás, ¿por qué habría ocultado eso?
Bella se mordió el labio mientras pensaba en la mejor forma de proseguir.
No podía decirle a Caroline que creía que era posible que el Asesino de la Cinta y Stu Macher fueran dos personas diferentes: eso sería una irresponsabilidad. Cruel, incluso. No sin tener pruebas concretas.
Así que cambió de táctica.
—Entonces… ¿Casey no tenía novio cuando la asesinaron?
Caroline asintió.
—Así es —confirmó—. Solo un ex, y estaba en Portugal la noche que la mataron.
—¿Sabes si se veía con alguien? ¿Si tenía citas? —insistió Bella.
Caroline hizo un ruido evasivo con la garganta y la línea azul del programa de grabación dio el correspondiente salto.
—La verdad es que no lo creo. Sid no paraba de hacerme esa pregunta también en su momento. Casey y yo no hablábamos demasiado de chicos en casa porque mi padre siempre se terminaba enterando de todo e intentaba entrometerse en la conversación para reírse de nosotras. Salía mucho a cenar con sus amigos, igual eso era un código de algo. Pero no era Stu Macher, evidentemente; la policía habría encontrado algo en su teléfono. O en el de él.
La mente de Bella se quedó paralizada, tropezándose con una palabra. No escuchó nada más de lo que dijo Caroline después.
—Un momento, ¿has dicho Sid? —preguntó con una risa nerviosa—. No te referirás a Sid Pres…
—Sí, Sid Prescott. —Caroline sonrió con tristeza—. Ya, qué pequeño es el mundo, ¿eh? Y qué casualidad que asesinaran a dos personas que formaban parte de mi vida. Bueno, más o menos. Sé que lo de Sid fue un accidente.
Bella la volvió a notar: esa sensación escalofriante en la espalda, gélida e inevitable. Como si todo estuviera saliendo según lo estipulado desde el principio. Cerrando el círculo. Y como si ella no fuera más que una intrusa en su propio cuerpo, viendo cómo se desarrollaba el espectáculo.
Caroline la miraba con preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó.
—S-sí, estoy bien. —Bella tosió—. Solo estaba intentando averiguar de qué conocías a Sid Prescott. Me he quedado atónita, perdona.
—Ya, te entiendo. —Torció la boca con compasión—. A mí también me pasó lo mismo, fue todo un poco aleatorio, la verdad. Ocurrió un par de semanas después de que Casey muriera. Recibí un email de Sid, sin motivo aparente. No la conocía de antes. Teníamos la misma edad, íbamos a institutos diferentes, pero teníamos algún amigo en común. Creo que consiguió mi dirección de correo de mi perfil de Facebook, cuando todavía todo el mundo usaba Facebook. En fin, que era un email muy amable, diciéndome que sentía lo de Casey y que, si necesitaba alguien con quien hablar, ahí estaba ella.
—¿Sid te dijo eso? —preguntó Bella.
Caroline asintió.
—Así que le respondí y empezamos a charlar. Yo no tenía ninguna buena amiga por aquel entonces, alguien con quien hablar sobre cómo me sentía, sobre Casey, y Sid se portó genial. Nos hicimos íntimas. Programábamos llamadas una vez a la semana y solíamos quedar… aquí, de hecho —dijo, mirando la cafetería y deteniéndose en una mesa junto a la ventana. Debía de ser donde se sentaban.
Caroline Hunter y Sid Prescott. Bella todavía no terminaba de entender esta extraña coincidencia. ¿Por qué contactó Sid con Caroline de pronto?
No le parecía algo típico de la chica a la que ella había conocido cinco años después de su muerte.
—Y ¿de qué hablaban? —se interesó Bella.
—De todo. De cualquier cosa. Para mí era como terapia, y espero de verdad que ella sintiera lo mismo, aunque es cierto que no hablaba mucho de sus problemas. Nos centrábamos en Casey, en el Asesino de la Cinta, en cómo estaban mis padres, etcétera. Murió la misma noche que Stu Macher mató a Laura Crane, ¿lo sabías?
Bella asintió.
—Una coincidencia horrible y extraña —continuó Caroline mordiéndose el labio—. Hablamos muchísimo de eso y no vivió para saber quién era. Ella también estaba desesperada por descubrirlo, creo que, por mí, en cierto modo. Y me siento fatal, porque no tenía ni idea de todo lo que le estaba pasando a ella.
Bella miró de un lado a otro mientras su mente intentaba mantener el ritmo en esa inesperada bifurcación que la llevaba del Asesino de la Cinta hacia Sid Prescott. Otra conexión: la empresa de su padre y, ahora, esta amistad con Caroline Hunter. ¿La policía sabía esto? ¿Conocían esta extraña conexión entre los dos casos? Si los correos procedían de una cuenta de email que la familia de Sid conocía, el inspector Hawkins debería saberlo, a no ser…
—¿Recuerdas qué dirección de correo utilizó Sid la primera vez que se puso en contacto contigo? —preguntó. La silla crujió cuando se inclinó hacia delante.
—Sí —dijo Caroline, metiendo la mano en el bolsillo de la chaqueta, colgada en el respaldo de la silla—. Era un poco rara, números y letras aleatorios. Al principio pensé que era un bot o algo. —Desbloqueó el teléfono—. Cuando murió, guardé todos los emails para no perderlos. Mira, estos son los que me escribió antes de que intercambiáramos los números de teléfono.
Le pasó el teléfono a Bella con la aplicación de Gmail abierta y una fila de correos electrónicos alineados en la pantalla. Enviados desde S2P3LK94, con el asunto «Hola».
Bella ojeó la previsualización de cada uno de los mensajes, leyéndolos con la voz de Sid, devolviéndola a la vida. «Hola, Caroline: No me conoces. Me llamo Sid Prescott, voy al instituto Kilton, y creo que las dos conocemos a Chris Parks… Hola, Caroline: Gracias por responderme y no pensar que soy un bicho raro por ponerme en contacto contigo. Siento mucho lo de tu hermana. Yo también tengo una hermana…». Hasta el último de todos: «Hola, CH: ¿Te parece si hablamos por teléfono en lugar de enviar emails? O incluso podríamos quedar…».
Algo se removió en la mente de Bella y la empujó a volver a leer esas dos letras: CH. Le preguntó a su cabeza qué se suponía que tenía que ver ahí; eran simplemente las iniciales de la chica.
—Me alegro de que averiguaras la verdad de lo que le pasó. —Caroline interrumpió sus pensamientos—. Y de que fueras amable con ella en el podcast. Sid era una chica complicada, creo. Pero me salvó.
«Y es incluso más complicada ahora», pensó Bella, analizando otra vez la dirección de correo. Caroline tenía razón; era una combinación extraña, casi confusa a propósito. Como un secreto. A lo mejor la abrió por eso, para comunicarse con Caroline Hunter. Pero ¿por qué?
—¿Vas a hablar con él? —se interesó Caroline, haciendo que Bella volviera a la cafetería, a esa mesa, a los micrófonos que tenían delante—. ¿Vas a entrevistar a Stu Macher?
Bella hizo una pausa, pasó los dedos por el plástico de los auriculares, que descansaban alrededor de su cuello.
—Espero poder hablar con el Asesino de la Cinta, sí —respondió.
Lo hizo con la intención de ser discreta para no tener que mentir a Caroline, pero había algo más en esas palabras. Algo rastrero y siniestro.
Una promesa oscura. A ella misma, ¿o a él?
—Oye —dijo Bella pulsando el botón de stop del programa de grabación —, ya nos hemos quedado sin tiempo, ¿te importa si programamos otra entrevista pronto para que me hables más sobre Casey, sobre cómo era? Me has dado mucha información útil para mi investigación, muchas gracias.
—¿En serio? —preguntó Caroline confundida.
Lo había hecho, pero ella no lo sabía. Le había proporcionado a Bella una pista en el lugar más improbable.
—Sí, ha sido muy esclarecedor —dijo Bella desconectando los micrófonos.
Esas dos letras, CH, aún seguían reproduciéndose en su cabeza, junto con la voz de Sid, una voz que no había escuchado nunca.
Ella y Caroline se dieron un apretón de manos y se despidieron. Bella esperaba que Caroline no hubiera notado el temblor de sus dedos, el escalofrío que se había acomodado debajo de su piel. Y mientras Bella empujaba la puerta de la cafetería y se la sujetaba a Caroline, la golpeó una brisa fría y tuvo una revelación. Se percató de que, incluso después de todo este tiempo, Sid Prescott aún guardaba un misterio más.
