Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 21

«Esta es una llamada a cobro revertido de Tel-Co Link de… Tatum Prescott… una presa de la cárcel HM Downview. Por favor, tenga en cuenta que esta llamada será grabada y está sujeta a monitorización en cualquier momento. Para aceptar, pulse 1. Para bloquear todas las fut…».

Bella pulsó 1 tan rápido que casi tira el teléfono al suelo.

—¿Hola? —Se lo volvió a llevar a la oreja mientras balanceaba la pierna sin control contra el escritorio, volcando el bote de bolígrafos que había encima—. ¿Tatum?

—Hola. —La voz de Tatum sonó algo distante al principio—. Hola, Bella. Sí, estoy aquí. Perdona, es que había cola. ¿Cómo estás?

—Bien —respondió ella. El pecho se le obstruía con cada respiración—. Bien, sí, como siempre.

—¿Seguro? —se interesó Tatum con una ligera preocupación—. Te noto un poco nerviosa.

—Nada, es que he tomado demasiado café, ya me conoces —le quitó hierro Bella con una risa poco sincera—. ¿Cómo estás tú? ¿Qué tal ese francés?

—Bien, sí —dijo ella. Luego añadió—: Très bon —con una risotada—. Y esta semana han empezado las clases de yoga.

—Qué divertido.

—Sí. Fui con mi amiga, ¿te acuerdas? Te hablé de Amber, ¿verdad? —dijo Tatum—. Me lo pasé muy bien, aunque ahora soy consciente de lo poco flexible que soy. Supongo que tendré que practicar más.

La voz de Tatum era muy alegre; como siempre. Bella podría describirla hasta casi feliz. Le parecía raro que pudiera ser más feliz allí dentro que fuera. Porque, en cierto modo, ella había elegido estar allí; se había declarado culpable, aunque su equipo de abogados estaba seguro de que, de haber ido a juicio, podría haber evitado la condena. A Bella siempre le pareció extraño que alguien eligiera estar en la cárcel. A lo mejor no estaba encerrada, o ella no lo sentía así.

—Bueno —continuó Tatum—, ¿qué tal todos? ¿Cómo está Rose?

—Bien —contestó Bella—. La vi hace una semana y pico. A ella y a Jamie Potter. Parecen estar muy bien, la verdad. Se los ve felices.

—Qué bien —dijo Tatum, y Bella escuchó que una sonrisa acompañaba sus palabras—. Me alegro de que sea feliz. ¿Has tomado alguna decisión sobre el juicio por difamación?

Sinceramente: lo había olvidado por completo. El Asesino de la Cinta ocupaba demasiado espacio en su cabeza, dando vueltas a su alrededor como un rollo de cinta adhesiva. La tarjeta de Marcus Lestrange seguía allí, olvidada en el bolsillo de la chaqueta.

—Pues —comentó Bella— no he vuelto a hablar con mi abogado desde entonces, ni con el de Mike. He estado algo distraída, pero ya les di mi respuesta. No voy a retractarme ni a pedirle disculpas. Si Mike quiere que vayamos a juicio, él verá. Pero no se va a ir de rositas dos veces; no se lo permitiré.

—Yo testificaré —se ofreció Tatum—, si al final hay juicio. Sé que ya te lo dije. La gente tiene que saber lo que es, aunque no sea un juicio penal, aunque no sea justicia de verdad.

Justicia. La palabra con la que Bella siempre tropezaba, la que traía la sangre a sus manos. Esa palabra era su cárcel, su jaula. Un solo vistazo hacia abajo y, sí, ahí estaba Stanley, desangrándose sobre sus palmas. Podía hablar con Tatum de él si quisiera, ella también lo conocía, y no como el Niño Brunswick. Tatum y Stanley incluso habían salido un par de veces antes de decidir que era mejor que solo fueran amigos. Ella sabía escuchar, aunque no lo entendiera. Pero no, Bella no tenía tiempo para eso. Ahora no.

—Tatum, eh… —empezó, incómoda—. La verdad es que necesito preguntarte una cosa. Bastante urgente. A ver, sé que no va a parecerlo, pero lo es. Es importante, pero no puedo explicarte por qué, por teléfono no.

—Vale —dijo Tatum. Había desaparecido parte del brillo de su voz—. ¿Estás bien?

—Sí, sí —respondió Bella—. Es solo… A ver, es que necesito saber cómo llamó Sid a su primer hámster.

Tatum soltó una carcajada, no se lo esperaba.

—¿Qué?

—Es… una pregunta de seguridad. ¿Te acuerdas de cómo llamó a su primer hámster?

—¿Una pregunta de seguridad para qué? —preguntó Tatum.

—Creo que Sid tenía una dirección de correo secreta que la policía no encontró nunca.

—SidPrescott94 —dijo Tatum, pronunciando todas las palabras juntas—. Esa era su dirección de correo. Y, desde luego, la policía preguntó por ella en su momento.

—Me refiero a otra. Y no puedo entrar si no respondo la pregunta de seguridad.

—¿Otra dirección? —Tatum dudó—. ¿Por qué estás investigando de nuevo a Sid? Qu… ¿Qué pasa?

—Creo que no puedo decírtelo —murmuró Bella, apoyándose sobre la rodilla para parar de mover la pierna—. Están grabando la llamada. Pero puede ser algo… importante para mí. —Hizo una pausa y escuchó la ligera respiración de Tatum al otro lado—. Una cuestión de vida o muerte —añadió.

—Roadie.

—¿Qué? —preguntó Bella.

—Roadie, así se llamaba el primer hámster de Sid. —Tatum sorbió por la nariz—. No sé de dónde se sacó ese nombre. Se lo regalaron por su sexto cumpleaños, creo. O por el séptimo. A mí me regalaron uno un año después y lo llamé Toadie. Y luego nos regalaron a nuestro gato, Monty, que se comió a Toadie. Pero su hámster era Roadie.

Bella tamborileó con los dedos sobre la mesa.

—¿R-O-A-D-Y? —preguntó.

—No. I-E —respondió Tatum—. ¿Es por…? ¿Va todo bien? ¿De verdad?

—Se arreglará —aseguró Bella—. Eso espero. ¿Te comentó alguna vez Sid algo de una tal Caroline Hunter? ¿Una amiga?

Se produjo un silencio al otro lado de la línea, excepto por el murmullo de fondo de las voces cercanas.

—No —dijo por fin Tatum—. No me suena. Nunca he conocido a ninguna Caroline. Y Sid nunca invitaba a nadie a casa. ¿Por qué? ¿Quién es?

—Becca, escúchame —dijo Bella, moviendo nerviosa los dedos contra el teléfono—. Tengo que irme, lo siento. Hay algo que… Puede que no me quede mucho tiempo. Pero te lo explicaré todo cuando acabe. Te lo prometo.

—Ah, vale…, sí, no pasa nada —aceptó, con una voz para nada feliz—. ¿Vendrás a visitarme el sábado? Te he puesto en la lista.

—Sí —dijo Bella, aunque su mente ya había empezado a alejarse de Tatum y había vuelto a la pantalla del ordenador y a la pregunta de seguridad que la estaba esperando—. Sí, allí estaré —repitió ausente.

—Buena suerte —le deseó Tatum—. Y avísame para que sepa que estás bien. Cuando puedas.

—Lo haré —dijo Bella, y ahora ella también lo oía, el nerviosismo en su voz—. Gracias, Tatum. Adiós.

Esa vez sí que se le cayó el teléfono al pulsar el botón de colgar demasiado fuerte. Se le resbaló de las manos llenas de sangre. Bella lo dejó allí, en el suelo, y empezó a teclear. La R, luego a O, y así. Roadie. El primer hámster de Sid Prescott.

La sangre invisible manchaba el teclado a medida que Bella guiaba con el pulgar el cursor hacia el botón «Siguiente».

Se cargó una página que le pedía que introdujera una nueva contraseña y que volviera a escribirla en la caja de abajo para confirmar. La sensación en su pecho volvió a cambiar, como un burbujeo al entrar en contacto con su piel. ¿Qué contraseña debía utilizar? «Lo que sea. Cualquier cosa, date prisa».

Lo primero que se le vino a la cabeza fue asesinoCinta6.

Al menos así no la olvidaría.

La volvió a escribir abajo e hizo clic en confirmar.

Se abrió una bandeja de entrada con muy pocos emails, apenas llenaban la pantalla.

Bella soltó aire. Ahí estaba. La cuenta de correo secreta de Sid Prescott.

Preservada después de todo este tiempo. Sin tocar, excepto por ella. Bella notaba otra vez esa sensación en la espalda, como si se hubiera escapado de su propio tiempo, desconectada.

Enseguida le quedó claro por qué Sid había creado esta cuenta. Los únicos emails que envió y que recibió eran de Caroline Hunter. Lo que todavía no estaba claro era su conexión con el Asesino de la Cinta.

Bella fue haciendo clic sobre todos los emails, leyendo los mismos mensajes que Caroline le había enseñado, pero esta vez desde el lado de Sid. No había nada nuevo. Ninguna explicación. Ningún salvavidas. Solo ocho mensajes y todos con el mismo asunto: «Hola».

Tenía que haber algo más. Lo que fuera. Sid debía ayudarla. Por eso todo la llevaba de nuevo a ella, cerrando el círculo.

Bella hizo clic en una de las primeras carpetas, «Social». No había nada, una página vacía. Intentó la tercera: «Publicidad», y la pantalla se llenó con líneas y líneas de emails. Todos del mismo remitente: Consejos de defensa personal. Sid debía de estar suscrita a la lista de correo. Había estado recibiendo estos emails una vez a la semana, incluso bastante después de haber muerto. ¿Por qué leía Sid una newsletter de defensa personal? Bella se estremeció. ¿Sospechaba estar en peligro? ¿Alguna parte de ella sabía que no iba a pasar de los diecisiete? ¿Esa misma sensación que vivía dentro de Bella?

Bella comprobó el resto de carpetas. No había nada en la papelera, ni en los mensajes eliminados. Joder. «Vamos, Sid». Tenía que haber algo. Por favor. Había una conexión, y Bella debía encontrarla. Lo sabía, lo presentía.

Las cosas tenían que colocarse donde siempre habían debido estar.

Se le movió la mano de pronto cuando sus ojos se fijaron en un número.

Un pequeño 1 junto a la carpeta «Borradores». Muy pequeño y tenue, como si intentara esconderse de los ojos curiosos de Bella.

Un borrador sin enviar. Escrito por Sid. ¿Qué era? ¿Un mensaje sin terminar para CH? O podía no ser nada en absoluto, estar en blanco. Bella hizo clic para abrir la carpeta y, ahí estaba, esperándola en la parte de arriba de la pantalla. Un email sin enviar, y ya sabía que no estaba en blanco. La fecha de la derecha lo marcaba como guardado el 21 de febrero de 2012. El asunto decía: «de anon».

Bella sintió una presión en el pecho y un ruido extraño en su respiración mientras se secaba la sangre de las manos y abría el correo.

A quien corresponda:

Sé quién es el Asesino de la Cinta.

Nunca lo he dicho en voz alta, a nadie, ni a mí misma. Ha sido simplemente un pensamiento en mi cabeza, cada vez más grande, ocupando cada vez más espacio, hasta que se ha convertido en lo único en lo que puedo pensar. Incluso escribirlo aquí es un paso muy importante, me hace sentir un poco menos sola. Pero estoy sola en esto. Muy sola.

Sé quién es el Asesino de la Cinta.

O el Estrangulador de Slough. Sea como sea como se llame, sé quién es.

Y me encantaría poder enviar este email. Darle una pista anónima a la policía con su nombre, aunque ni siquiera sé si tienen dirección de correo electrónico. Jamás me atrevería a llamar. No sería capaz de decirlo. Me da mucho miedo. Estoy asustada cada segundo que paso despierta, y cuando estoy dormida, también. Cada vez me cuesta más fingir cuando está en casa, hablando con nosotras como si todo fuera normal, mientras cenamos. Pero sé que no puedo enviar esto. ¿Cómo iba a poder enviarlo? ¿Quién me iba a creer? La policía no. Y si él descubre que lo he dicho, me mataría, igual que a ellas. Porque se enteraría, por supuesto. Es prácticamente uno de ellos.

Esto es simplemente para practicar. Y a lo mejor me hace sentir mejor saber que podría enviarlo, aunque no sea así. Hablarlo conmigo misma, fuera de mi cabeza.

Sé quién es el Asesino de la cinta.

Lo vi. Lo vi con Casey Hunter. Estoy 100% segura de que era ella. Iban agarrados de la mano. Lo vi darle un beso en la mejilla. Él no sabe que los vi. A mí no me sorprendió demasiado verlos juntos. Y luego, seis días después, ella estaba muerta. Él la mató. Sé que fue él. Lo supe en cuanto vi su cara en las noticias. Ahora todo encaja, todos los detalles. Debí haberme dado cuenta antes.

No sé por qué contacté con CH. Pensé que igual ella también lo sabía, o que sospechaba quién había asesinado a su hermana, y yo tendría alguien con quien hablar del tema. Pensar juntas qué hacer. Pero ella no tiene ni idea. No sabe nada. Y yo, no sé por qué, pero siento que tengo una responsabilidad para con ella, que debo asegurarme de que esté bien. Si alguien le pusiera la mano encima a Tatum me destrozaría.

No puedo decírselo a Billy. Seguramente ya piense que estoy bastante loca. Le he escondido muchas cosas porque él es una de las únicas cosas buenas que me quedan en la vida y tengo que protegerlo. Nunca lo dejo venir, por si acaso.

Tengo una sensación abrumadora de amenaza constante, de que, si no huyo de este pueblo, terminará matándome. Él va a matarme. Ya me mira de forma diferente, o igual empezó a hacerlo hace años. Espero que no mire a Tatum así. Aunque tengo un plan, hace ya un tiempo que lo he trazado, solo tengo que pasar desapercibida. Llevo casi un año ahorrando el dinero que consigo con Howie. Está escondido, nadie lo encontrará. Aunque la he cagado con los estudios, menuda estupidez, joder. Esa habría sido la forma más fácil de escapar, una universidad muy lejos de aquí. Nadie habría sospechado nada. Pero la única en la que he entrado está cerca, y tendría que vivir en Kilton. No puedo quedarme en casa.

Billy ha entrado en Oxford. Ojalá me pudiera ir con él. No está tan lejos, pero es suficiente. Igual todavía puedo hacer algo para irme yo también. Si no es demasiado tarde. Tengo que salir de aquí. Lo que sea. Sé que el señor Greengrass le ha ayudado a encontrar un piso, igual puede ayudarme a mí también. Cualquier cosa. Cueste lo que cueste.

Y, cuando esté lejos y a salvo, entonces volveré por Tatum. Antes tiene que terminar el instituto, eso lo primero, es muy inteligente. Pero si consigo irme a vivir a un sitio lejos de aquí, ella podría mudarse conmigo, y cuando las dos estemos lejos y a salvo, quizá le diga a la policía quién es. Tal vez entonces sea cuando mande por fin este email, de anon, cuando ya no pueda llegar hasta nosotras, cuando no sepa dónde estamos.

Ese es mi plan, al menos. No tengo nadie con quien hablarlo, además de mí misma, pero es lo mejor que puedo hacer. Ahora tengo que borrar esto, por si acaso.

Me viene demasiado grande, pero creo que puedo hacerlo. Salvarnos.

Poner a Tatum a salvo. Sobrevivir.

Solo tengo que m