Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 33
La puerta de color rojo oscuro se abrió delante de ella, y apareció la sombra de una cara en la rendija.
—Ya te lo he dicho —habló la sombra, mirando quién había llamado a la puerta—. Todavía no las tengo.
Luke Eaton abrió la puerta por completo. Detrás de él, un pasillo en penumbra. Las farolas le iluminaban los tatuajes que le trepaban por el cuello, como si le sujetaran los músculos.
—Da igual las veces que me escribas y cuántos teléfonos distintos utilices. No tengo —insistió con impaciencia—. Y no puedes aparecer como…
—Dame lo más fuerte —lo interrumpió Bella.
—¿Qué? —Se quedó mirándola mientras se pasaba una mano por la cabeza rapada.
—Lo más fuerte —repitió Bella—. El Rohypnol. Lo necesito. Ya.
Tenía la cara inexpresiva, como un escudo o una máscara tras la que se escondía la chica que había vuelto de entre los muertos. Pero sus manos podían delatarla, moviéndose nerviosas en el bolsillo de la sudadera. Si no tenía, si ya le había vendido el arsenal entero a Mike Newton, todo se iría al traste. Si fallaba una sola parte del plan, el plan completo se desmoronaría.
Como una torre de cartas que se balanceaba peligrosamente sobre su espalda. Y toda su vida estaba allí, en las manos tatuadas de Luke.
—¿Cómo? —dijo, analizándola, pero sin poder atravesar la máscara—. ¿Estás segura?
—Sí —contestó ella, con más severidad de la que pretendía—. Lo necesito. Tengo… que conseguir dormir esta noche. —Inspiró y se limpió la nariz con la manga de la sudadera.
—Ya. —Luke la miró—. No tienes buen aspecto. Es más caro que lo que te llevas normalmente.
—Me da igual, lo que sea. Lo necesito. —Bella sacó el fajo de billetes del bolsillo de la sudadera. Había ochenta libras ahí, y las dobló sobre la mano de Luke—. Lo que me puedas dar con esto —dijo—. Todo.
Luke miró el dinero doblado sobre su mano. Los músculos de su cara se tensaron mientras mascaba algún pensamiento desconocido. Bella lo miró, insistente, colocándole hilos invisibles de marioneta sobre la cabeza y tirando de ellos como si le fuera la vida en ello.
—Vale. Espera aquí. —Cerró la puerta casi del todo y caminó descalzo por el pasillo oscuro.
El alivio fue intenso pero corto. Bella todavía tenía una noche muy larga por delante, y mil probabilidades de que algo saliera mal. Estaba viva, pero aún tenía que seguir luchando por su vida, con las mismas ganas con las que lo había hecho cuando estaba envuelta en cinta americana.
—Toma —dijo Luke, abriendo solo una rendija de la puerta y mirando a través de ella.
Le dio una bolsa de papel por el hueco y Bella la cogió. La abrió y miró dentro: dos bolsitas transparentes pequeñas con cuatro pastillas verde musgo.
—Gracias —dijo Bella, arrugando la bolsa y metiéndola en el bolsillo.
—Sí, bueno. —Luke se alejó, pero antes de cerrar la puerta, volvió a asomar la cara por la rendija—. Perdón por lo del otro día. No te vi en el cruce.
Bella asintió y sonrió con los labios apretados, para no delatarse.
—Tranquilo. Sé que no lo hiciste a propósito.
—Ya. —Luke asintió, pasándose la lengua por los dientes—. Ah, oye. No te pases con eso, ¿vale? Es mucho más fuerte que lo que sueles tomar. Solo una pastilla te deja inconsciente.
—Entendido. Gracias.
Bella se fijó en la mirada de Luke, parecía casi como si estuviera preocupado por ella. En el lugar menos esperado, la persona menos esperada. Sí que debía de tener un aspecto horrible.
Bella escuchó cómo se cerraba la puerta por completo detrás de ella mientras volvía a su coche, pasando junto al impoluto BMW blanco de Luke. Su reflejo la seguía por las ventanas tintadas.
Dentro de su coche, se sacó la bolsa de papel del bolsillo, cogió las bolsitas transparentes y las miró bajo la luz de las farolas. Ocho pastillas, con la inscripción de «1 mg» en un lado. Luke le había dicho que una sola era suficiente para dejarla inconsciente, pero no era ella la que tenía que caer redonda. Y debía salir bien; tenía que ser rápido, pero sin provocar una sobredosis. No quería convertirse en una doble asesina en un solo día.
Bella traspasó una píldora de una bolsa a otra, de modo que hubiera cinco.
Luego partió otra pastilla por la mitad y echó un trozo en cada bolsa. En la que menos pastillas quedaban había dos miligramos y medio. No sabía lo que estaba haciendo, pero le parecía que con eso bastaría.
Bella volvió a meter la bolsa más cargada en la de papel y la guardó en su mochila. Luego se desharía de ellas, junto con todo lo demás. No confiaba en su autocontrol si se las quedaba.
Pero la otra bolsa, la que tenía dos pastillas y media, la cerró y la tiró al suelo del coche, justo enfrente de los pedales. Aplastó las pastillas con el talón, escuchándolas crujir. Apretó muy fuerte, varias veces, empujando y pisoteando hasta que se rompieron por completo.
Recogió la bolsa y la sujetó frente a sus ojos. Las píldoras habían desaparecido y ahora solo había un fino polvo verde. Bella agitó la bolsita para asegurarse de que no quedara ningún trozo.
—Bien —susurró, guardándose la droga en el bolsillo y dando un golpecito con la mano para comprobar que estuviera ahí.
Bella arrancó el coche. Las luces ahuyentaron a la oscuridad de la calle, pero no la que vivía en su cabeza.
Eran las 20.33, no, las 20.34, y todavía tenía que visitar otras tres casas en Kilton.
