Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 144.
Base Secreta
Similar a como había sido su rutina en el Nido hasta entonces, esa mañana Lisa Mathews se despertó y acudió al gimnasio para correr un poco en la caminadora. Le sorprendió encontrarse con el equipo de mantenimiento limpiando los vidrios rotos de un par de espejos, y reemplazando estos con unos nuevos. Tuvo curiosidad de preguntar qué había pasado, pero una parte de ella le dijo que en verdad no quería saberlo, así que se enfocó únicamente en su ejercicio.
Luego de ejercitarse, ducharse y desayunar, se dirigió sin mucho ánimo a la sala de investigación que había estado ocupando desde su llegada a la base. En el comedor escuchó decir a algunos otros miembros del equipo científico que los transportes para aquellos que habían solicitado días libres esa semana comenzarían a partir esa misma tarde. A Lisa no le habían informado aún nada al respecto, pero esperaba en serio que en la lista de personas que dejarían la base ese día, estuviera el suyo.
Hasta que eso ocurriera, ocuparía la mañana en un par de pruebas más que había dejado pendiente del día anterior, se encargaría de poner totalmente en orden sus notas para que no hubiera ningún problema para que la persona que la reemplazara lograra entenderlas, y más tarde se encargaría de empacar todo lo que había llevado consigo, que en realidad no era mucho. Suponía que no le dejarían llevarse nada de lo que le habían dado ahí (incluida la vestimenta), pero esperaba que le regresaran su computadora y teléfono intactos como habían prometido.
Cuando bajó del elevador en el nivel —5 y comenzó a caminar por el pasillo en dirección a la sala 5016, iba muy concentrada listando en su cabeza todo lo que haría. Tanto así que no reparó en la persona sentada en el suelo del pasillo, justo delante de la puerta a la que se dirigía, hasta que estuvo a unos cuántos centímetros de chocar con ella. Aquella persona tenía sus brazos rodeando sus piernas, pegadas estás contra su cuerpo. Su rostro se ocultaba contra sus rodillas, y en los largos cabellos rubios que le caían a su alrededor. Y aunque no veía su rostro directamente, su complexión delgada, su cabello rubio lacio y que le llegaba a los hombros, o incluso su propia presencia, le resultaron bastante familiares… para su pesar.
—¡Ah! —exclamó en alto sin proponérselo inspirada por la impresión. Su voz retumbó en el eco del pasillo.
Gorrión Blanco se sobresaltó al escuchar su gritito, y alzó lentamente su mirada adormilada en su dirección. Parpadeó un par de veces, intentando enfocar mejor su mirada, y soltó entonces un agudo bostezo.
—Hola, Dra. Mathews —murmuró con voz aletargada, mientras se tallaba un ojo—. Lo siento, ¿acaso la asusté?
—¿A mí? —musitó Lisa, nerviosa—. No, no… claro que no… Pero, ¿qué haces aquí?
—Quería hablar con usted —se explicó Gorrión Blanco, al tiempo que se ponía de pie—. Creí que estaría en su oficina, pero… creo que esta tarjeta no abre esa puerta —susurró apenada, alzando su tarjeta de acceso y señalando con ella justo a la puerta delante de ella—. Así que sólo esperé a ver si salía o llegaba, y creo que me quedé dormida unos minutos. ¿Estuvo mal?
Había angustia en su voz al pronunciar aquella pregunta, como si en verdad le preocupara el hecho de haber hecho algo incorrecto.
—No, supongo que no —le respondió Lisa, encogiéndose de hombros—. Pero, ¿de qué querías hablar? —le preguntó con voz cauta, mientras se aproximaba lentamente hacia la puerta de la sala, con su espalda casi pegada a la pared para no acercarse de más a la joven de cabellos rubios—. Creí que había quedado claro el otro día que yo no podía ayudarte con… tus problemas de memoria.
—Lo sé —asintió Gorrión Blanco—. Pero sólo deseo hablar un poco con usted. Después del Sgto. Schur, usted es la única persona en esta base con la que me siento en completa confianza. Y bueno —susurró apenada, girándose hacia otro lado, y acomodando discretamente un mechón de cabello detrás de su oreja—. Con él… ocurrió algo hace rato y no puedo hablarle en estos momentos.
Había algo sospechoso en la forma en la que se había referido al Sgto. Schur, mas Lisa no se fijó demasiado en ello, pues su atención se había quedado en el comentario que había hecho con respecto a ella.
—Espera… ¿conmigo? —masculló Lisa, señalándose con un dedo—. ¿Te sientes en confianza conmigo…?
—Sí —asintió Gorrión Blanco, efusiva—. Usted fue la que me logró despertar, y además… no lo sé, siento que siempre ha sido sincera conmigo.
Su rostro se ensombreció de pronto, y agachó su cabeza, como si se sintiera de alguna forma avergonzada.
—Aunque sé bien que mi presencia le incomoda. O incluso puede que me odie un poco, ¿verdad?
La miró de reojo, como si sinceramente esperara expectante escuchar su respuesta a aquella pregunta. Lisa, sin embargo, permaneció en silencio. No sabía qué le sorprendía más, enterarse de que aquella muchacha en verdad era consciente de la inquietud que la invadía cuando estaba en su presencia, o que aun así le dijera que sentía "confianza" estando con ella. Para Lisa una cosa debería contradecir a otra, pero al parecer en la mente de esta muchacha las cosas funcionaban distinto.
Por supuesto que se sentía incómoda cuando se encontraba cerca, por decirlo menos. ¿Cómo no estarlo frente a alguien que había sido capaz de lastimar y asesinar a tantas personas ante sus ojos con tan sólo pensarlo? Pero… ¿odiarla? ¿La odiaba de alguna forma? Eso era difícil de decir. En especial en ese instante, en el que se veía tan delgada e indefensa, temerosa y vacilante, sin lugar a duda en busca de alguien que le tendiera una mano.
Como una jovencita normal y corriente, y no la máquina asesina que era en realidad.
Aunque quizás una cosa no quitaba lo otro.
Lisa suspiró, mitad resignada, mitad frustrada.
—¿De qué querías hablar? —susurró en voz baja, intentando sonar lo más amable posible. Si acaso algo de su sentimiento negativo se asomó en su tono, Gorrión Blanco no pareció percatarse de ello, pues su rostro pareció iluminarse con júbilo en cuanto le hizo aquella pregunta.
Gorrión Blanco se apartó rápido del muro y se paró delante de ella, parándose derecha como si estuviera a punto de presentar un examen oral.
—¿A usted le suena de algo el nombre "Carrie"? —le preguntó con voz cauta.
—¿Carrie? —dijo Lisa como primer reflejo, arrugando un poco su entrecejo, pensativa—. No, no realmente —respondió tras un rato. La única persona que se le venía a la mente al escuchar aquel nombre, era la actriz Carrie Fisher, pero dudaba de que le estuviera preguntando por ella—. ¿Por qué?
Gorrión Blanco suspiró con pesadez.
—Acabo de tener otra de esas visiones que le conté el otro día, y me pareció ver y escuchar a alguien que me llamaba así.
Su voz se tornó seria de golpe.
—Creo que ese podría ser mi nombre; mi verdadero nombre.
Aquello sorprendió un poco a Lisa.
—¿No sabes cuál es tu nombre? —preguntó curiosa.
Gorrión Blanco negó con su cabeza.
Era obvio que "Gorrión Blanco" no era su nombre real, y Lisa supuso desde el mero inicio en el que le presentaron el proyecto de esa forma que era sólo un nombre clave. Sin embargo, no creía que la amnesia de aquella muchacha fuera tal que ni siquiera conociera su nombre; o, más bien, que nadie en esa base se lo hubiera dicho. Resultaba extraño, pues en más de una ocasión tuvo la impresión de que más de uno sabía quién había sido esta chica antes de su coma. Y en especial se le habían quedado grabadas las palabras del Dr. Takashiro.
"Si te sirve de consuelo, esa chica no era una santa en lo absoluto. Algunos dirían que se merecía terminar así, o peor."
Él sabía algo, y si él lo sabía implicaba que el Dr. Shepherd también, y muy probablemente el Dir. Sinclair. ¿Todos ellos sabían quién era esa chica y deliberadamente se lo habían ocultado?
Indudablemente el lado inquisitivo de Lisa comenzó a sentirse intrigado por esta misteriosa situación.
—Carrie… —repitió en voz baja, intentando encontrar algo en su memoria, sobre alguna conversación que hubiera oído ahí en el Nido que le diera alguna pista con ese nombre, pero no se le vino nada más a la mente—. ¿No oíste algún apellido de casualidad? —le preguntó con seriedad.
—No, no todavía —negó Gorrión Blanco—. Quizás si sigo teniendo más visiones pueda tener más pistas. Pero… —alzó en ese momento una mano hacia su cabeza, presionando la palma contra su frente—. Cada vez que ocurre, mi cabeza da vueltas, me comienza a doler y me siento muy mareada.
—¿Tu cabeza duele? —preguntó Lisa, consternada—. ¿Te duele en estos momentos?
—Un poco, sí —asintió Gorrión Blanco.
Lisa se tensó. Su mente fue inundada con la imagen de las radiografías del cerebro de aquella chica, con sus claras lesiones en ellas. Por supuesto no era médico, pero no lo necesitaba para saber que eso, combinado con dolores de cabeza, no debía ser una buena señal.
Tragó saliva un poco nerviosa, pero se forzó al instante siguiente en recuperar la compostura. Lo más seguro era que nadie le hubiera informado del estado de su cerebro, y ciertamente no sería ella la responsable de hacerlo. En especial cuando ya estaba con un pie fuera de aquella base.
—Ven, pasa —le propuso con tono amable, sacando la tarjeta de acceso de su bata para acercarla al sensor de la puerta y poder así abrirla—. Te daré una aspirina.
—Gracias, Dra. Mathews —contestó Gorrión Blanco con entusiasmo.
—No soy… doctora —suspiró Lisa—. Sólo dime Lisa, ¿sí?
—De acuerdo, Lisa —asintió Gorrión Blanco, esbozando justo después de una amplia sonrisa alegre, que Lisa no pudo evitar imitar, aunque no quisiera.
Era tan difícil reconciliar esa imagen de niña necesitada y perdida que siempre tenía, con la horripilante escena que había visto en su despertar. ¿Era en verdad la misma persona?
Quizás se estaba confiando de más, pero al menos en ese momento no se sentía amenazada por su presencia. Tanto así que no reparó en que estaba ingresando a una sala cerrada a solas con ella, hasta que ya estuvieron dentro.
La caminata de Cody y Lucy por el bosque no había dado muchos frutos. Hasta ese momento no se habían cruzado con nada más que árboles, maleza, rocas… y básicamente sólo eso. El camino que habían ido siguiendo no tardó mucho en desvanecerse, dejándolos un poco a la deriva. Por lo tanto, no estaban siquiera seguros de si iban por la dirección correcta, pues en el par ocasiones que Lucy intentó ubicarse desde que cruzaron la cerca, sencillamente le fue imposible mirar con su mente nada más allá de unos cuántos centímetros a su alrededor.
Lucy describía esta sensación como estar atrapada dentro de un tubo de vidrio, que la dejaba ver a través de él, pero no le permitía dar un paso más allá de su diámetro. Cody no creía poder entenderlo del todo, pero no dudaba en que debía resultar en una sensación más que incómoda para ella. Y claro, ella tampoco era muy disimulada al respecto, pues conforme avanzaban, Cody la notaba más inquieta y tensa. Era como si lo que fuera esa fuerza que envolvía aquel sitio la estuviera afectando de formas que ninguno de los dos podía comprender. Eso, o quizás era el propio Resplandor de la rastreadora, susurrándole al oído que se fuera de ahí cuánto antes.
A Cody le parecía también escuchar un poco de ese susurro, pero se forzaba, tal vez inconsciente, a ignorarlo y seguir adelante.
—Llevamos buen rato caminando y aún no vemos nada —escuchó Cody a Lucy mascullar con voz molesta y cansada a sus espaldas—. Quizás en realidad no haya nada.
—Nadie puso una cerca sólo para rodear un pedazo de bosque vacío, ¿no crees? —respondió Cody, sagaz.
—Tal vez sí —exclamó Lucy alzando los brazos hacia los lados—. Tal vez esto es un área protegida o algo así, y estamos violando algunas leyes de preservación además de cometer allanamiento de propiedad privada.
Cody no respondió, pero estaba muy seguro de que aquello no era un área protegida, reserva ecológica, ni nada similar. En parte porque, como biólogo, conocía al menos por nombre la mayoría de las reservas ecológicas que había en el país, incluyendo las de Maine. Y esa ubicación en la que se encontraban no encajaba con ninguna que él conociera.
Pero además de eso, el motivo principal que lo llevaba a concluir que aquello no era un sitio normal, era que sin importar cuánto avanzaban, ese abrumador y antinatural silencio seguía presente, al igual que la ausencia completa de cualquier animal; a lo mucho quizás unos cuántos insectos, y aun así menos de lo que se esperaría en un lugar como ese. Sus conocimientos como biólogo no alcanzaban para explicar cómo un entorno como ese podía existir, salvo por dos posibilidades: que deliberadamente la mano del hombre sea el que se encargara de mantener a los seres vivos apartados, o estos por mero instinto lo hacían por su cuenta.
Después de todo, era bien sabido que muchos animales resplandecían más que algunas personas.
—Qué raro —murmuró Lucy de pronto con confusión.
Cody se detuvo y se giró a mirarla. Lucy tenía su teléfono en una mano, y lo alzaba por encima de su cabeza mientras observaba fijamente la pantalla.
—¿Qué pasa?
—Mi teléfono no agarra señal —mencionó Lucy con seriedad.
—Bueno, estamos a mitad de la nada, ¿recuerdas? —señaló Cody con tono burlón, a lo que Lucy respondió negando con la cabeza, frenética.
—Estoy totalmente segura de que había buena señal hasta hace un momento cuando estábamos en el vehículo. Esto no me agrada. Así es como comienzan las películas de terror.
—No me hables de películas de terror, por favor —exclamó Cody con ligera molestia.
En ese momento, el casi sepulcral silencio que hasta entonces había reinado, fue roto de pronto por un zumbido cercano que se acercaba hacia ellos. Cody y Lucy se detuvieron, y escucharon con atención. Tras unos segundos, reconocieron aquel sonido como un motor. ¿Un vehículo, tal vez?
Instintivamente se colocaron detrás del cobijo de un árbol cercano, asomándose sólo lo necesario para ver en la dirección de aquel sonido. Poco a poco se volvió apreciable para ambos una figura moviéndose por entre los árboles a una velocidad moderada. Era definitivamente un vehículo, y al parecer uno equipado para terrenos irregulares como ese. Y se dirigía en su dirección, o al menos muy cerca de dónde se encontraban.
—Al fin una persona —murmuró Lucy—. Quizás podamos pedir indicaciones, ¿no?
Cody agudizó aún más su mirada, mientras observaba aquella figura volverse cada vez más grande y visible conforme se aproximaba. Y esa vocecita en su oído que le susurraba acerca del peligro, y que hasta ese momento había intentado ignorar, se volvió de pronto bastante más insistente.
—No lo creo —susurró Cody con desconfianza—. Ocúltate.
Ambos bajaron prácticamente sentados por la pequeña ladera, ocultando sus cuerpos entre las hojas caídas y la maleza. Se asomaron discretamente desde su escondite, lo suficiente para ver como aquel vehículo pasaba a unos cinco metros de su ubicación. Era un jeep color verde oscuro, descapotado y de ruedas grandes. Sobre él iban tres hombres, todos ellos vestidos con uniformes azules y gorras al juego; uno conducía, mientras los otros dos iban de pie en la parte posterior. Y, lo más importante, estos dos cargaban en sus manos rifles de asalto largos color negro. Esto último alarmó bastante a Cody y Lucy, dejándolos inmóviles en sus escondites como simples rocas.
El jeep siguió de largo sin que sus ocupantes al parecer repararan en ellos. Ninguno dijo o volvió a moverse, hasta que el vehículo se alejó lo suficiente entre los árboles para ya no ser visible.
—Esos eran soldados —masculló Lucy, parándose y pasando sus manos por sus pantalones para limpiarlos del lodo y las hojas secas—. Eran soldados, ¿verdad?
—Eso creo —respondió Cody, dubitativo, observando fijamente en la dirección que se habían ido—. ¿Qué harán en un sitio como éste?
Lucy frunció el ceño, y recorrió entonces su mirada inquisitiva por todo su alrededor, como si buscara algo entre los árboles que le diera alguna respuesta a esa pregunta, aunque ella comenzaba ya a fraguar su propia teoría.
—Lugar desolado a la mitad de la nada, sin ningún punto de interés cercano marcado en el mapa. Y ahora un jeep con soldados. Si fuera tan fanática de las conspiraciones como Mónica, diría que se trata de una base militar ultra secreta.
—¿Base militar secreta? —inquirió Cody, claramente escéptico—. ¿Eso realmente existe?
—Te sorprenderías —contestó Lucy, encogiéndose de hombros—. Quizás por eso mis poderes de proyección no funcionan para penetrar esta área. Y por eso mi celular dejó de funcionar en cuanto nos acercamos. Deben tener mecanismos para aislar cualquier tipo de comunicación, incluso la psíquica.
—Suena algo… loco —masculló Cody, acompañado de un discreto dejo risueño—. ¿Qué base militar podría tener algo para incluso evitar que un rastreador pudiera verla…?
Cody calló de golpe en cuánto percibió que algo había cambiado en la expresión de Lucy. De un momento a otro, los ojos de la mujer se habían abierto bien grandes, su cuerpo entero se tensó, y su rostro adquirió un tono pálido, casi enfermizo. Cody ciertamente se sintió desconcertado por esto, incluso un poco asustado.
—Oh, por Dios —susurró Lucy, sonando casi como si le doliera hacerlo—. El Nido.
—¿El qué? —cuestionó Cody, confundido.
—Pero por supuesto, ¿por qué no se me ocurrió antes? —soltó Lucy al aire, ignorando las palabras de su compañero. Comenzó a caminar hacia un lado y hacia el otro, soltando pequeñas expresiones ansiosas, mientras se tallaba sus manos con tanta insistencia que su piel se tornó rosácea—. Maldición. Esto fue una muy, muy mala idea. Y yo soy una estúpida por seguirte —soltó de golpe como una clara recriminación hacia él—. Tenemos que largarnos de aquí; ahora.
—Oye, espera, espera —pronunció Cody, exasperado—. ¿Qué ocurre? ¿Qué es el Nido?
—No hay tiempo, vámonos —insistió Lucy, comenzando a caminar en la dirección que venían, o al menos la que ella creía que era la dirección de la que venían.
—Aguarda sólo un segundo —exclamó Cody, y se apresuró rápidamente a alcanzarla, y por mero reflejo la tomó del brazo para detenerla. Éste acto no pareció sentarle muy bien a su acompañante.
—¡No me toques! —espetó Lucy con enojo, girándose con rapidez para lanzar varios manotazos al aire y así alejarlo de ella.
Cody reaccionó, apartando su mano rápidamente y retrocediendo un par de pasos.
—Lo siento —se disculpó, apenado. Sin embargo, al momento recuperó la firmeza en su voz—. Pero no me iré a ningún lado, y menos si no me explicas.
Lucy lo miró con severidad, tanto que por un segundo pareciera que su mirada atravesaría sus gruesos anteojos, y a su vez le atravesaría su cabeza como dos afiladas navajas. Parecía en verdad enojada, aunque más que nada nerviosa. En todos esos días de viaje que llevaban juntos, era la primera vez que la veía así de alterada.
—Maldita sea, Cody Hobson —espetó al aire, al tiempo que golpeaba el suelo con fuerza con un pie—. Está bien. Has oído hablar del DIC, ¿verdad?
—Algo —asintió Cody, sin comprender de momento a qué venía esa pregunta con exactitud—. Era una agencia de investigación del gobierno que dejó de funcionar en los 80's…
—Y volvió a funcionar a principios de este siglo —añadió Lucy de pronto de forma tajante—. Sin que casi nadie del público general lo sepa, dicho sea de paso. Y su principal función desde entonces es la investigación, reclutamiento, encarcelamiento y aniquilación de individuos con poderes psíquicos. Ósea, resplandecientes como tú y yo —indicó señalando a ambos con un dedo.
—¿Qué? —exclamó Cody, atónito—. ¿Hablas… en serio?
—Muy en serio —le respondió Lucy con marcada seriedad—. Y el Nido se rumorea es su base más secreta, oculta en una locación desconocida, muy bien protegida, y que alberga sus proyectos más secretos y delicados. Una base secreta que definitivamente tendría algo para repeler a gente como yo. Debió de haber sido mi primera teoría en cuanto me enteré de todo esto, pero no consideré que pudiera tratarse de algo tan serio. Estaba convencida que sólo era un tonto desacuerdo de novios. Yo sabía que no debía salir de mi casa. Pero tenía que dejar que mi curiosidad me dominara. Nota mental para después: nunca volver a permitirme ser llevada por…
—Lucy, concéntrate —exigió Cody con aprensión—. ¿Tú cómo sabes de todo eso?
—Por Mónica, obviamente —le respondió con brusquedad—. Ella está obsesionada con estos temas, ya lo sabes.
—Mónica siempre exagera. Ella cree en cada locura que se cruza en internet, como que a JFK lo mataron los aliens.
—No, no, esto sí es en serio, Cody —se apresuró Lucy a recalcar, claramente preocupada—. Te aseguro que no es una locura, que es muy real.
Cody guardó silencio, meditando sobre todo lo que Lucy acababa de compartirle. Sin embargo, pese a todas las cosas que había visto a lo largo de su vida, la idea de una organización secreta del gobierno que estudiaba y vigilaba a los resplandecientes, con bases secretas a mitad de la nada y tecnología capaz de repeler rastreadores… todo eso parecía algo sacado de una absurda película.
Sin embargo, si lo pensaba con detenimiento, y por absurdo que sonara, estaban en un área a donde los poderes de Lucy no habían podido penetrar, que tenía una cerca de propiedad privada rodeándola, y acababan de ver un jeep con soldados armados pasar cerca de ellos. Si agregabas todo eso en la misma ecuación, ¿la explicación que Lucy acababa de darle no podía encajar sin mucho problema?
Pero lo más preocupante de todo el asunto vino a la mente de Cody, al sumarle el motivo que los había llevado a aquel sitio en primer lugar: Lisa había sido llevada a aquel lugar.
—Si es real… —murmuró despacio, volteando a ver en la dirección que se había ido el jeep—. ¿Me estás diciendo que lo que hay más adelante es esa base secreta que mencionaste?
—Sólo digo que es muy, muy… probable —aclaró Lucy—. Pero mi curiosidad no llega a tanto como para arriesgarme a descubrirlo…
Una vez más el silencio reinante del bosque fue opacado por el sonido de un motor. Pero éste no era el de un vehículo, y ni siquiera venía de alguna dirección a su alrededor, sino de arriba de ellos. Ambos alzaron sus miradas por mero reflejo. La fuente de aquel sonido no tardó en hacerse visible para ellos, en la forma de un gran helicóptero negro que volaba sobre ellos a varios metros de altura.
—Cuidado —indicó Cody con apuro, y ambos se apresuraron de inmediato a esconderse una vez más.
El helicóptero negro siguió largo en su trayecto, sin que sus ocupantes divisaran en lo absoluto a los dos intrusos que se hallaban abajo en el bosque. En su lugar, avanzó en línea recta en dirección a la pista de aterrizaje ubicada justo en la cima de la montaña del Nido. Ahí, el equipo de tierra ya los esperaba para recibirlos, junto con el Capt. McCarthy en persona, que miraba el helicóptero descender desde un lado de la pista.
No tenían en el itinerario de ese día alguna llegada programada, por lo que el mensaje de aviso de su proximidad los tomó un poco por sorpresa. Sin embargo, no representaba algo de cuidado, considerando el pasajero que se confirmó que arribaría.
Cuando el helicóptero se encontraba ya firmemente parado sobre la pista y su rotor se apagó, la puerta lateral del vehículo se abrió, y de éste descendieron al menos cinco hombres y mujeres de uniformes verdes, bufandas, boinas y lentes oscuros. Y detrás de ellos venía su oficial al mando, la Capitana Ruby Cullen, dirigente de los agentes de campo, investigación y limpieza del DIC. Era una mujer de complexión alta y fornida, digna de una agente de inteligencia de más de casi veinte años de servicio. Su cabello rubio rizado se encontraba recogido por completo en una pequeña cebolla en la parte posterior de su cabeza. Vestía unas pesadas botadas negras que resonaron al caer de un brinco al piso de la pista, además de un largo abrigo verde olivo que portaba sobre su uniforme. Traía gafas oscuras como sus acompañantes, pero se las retiró en cuanto estuvo fuera del helicóptero, dejando a la vista sus ojos verde claro, estoicos y serenos, a juego con su rostro duro como piedra.
La capitana avanzó con paso decidido hacia el Director General del Nido, que la aguardaba paciente en su posición.
—Cullen —pronunció McCarthy respetuoso, extendiendo una mano hacia su colega. Ésta la aceptó, estrechando sus manos en un fuerte apretón.
—McCarthy —le saludó Cullen con tono ecuánime, aunque al instante siguiente una pequeña sonrisita burlona se dibujó en sus labios—. Te ves más gordo. Estar sentado en ese escritorio te está cayendo mal.
McCarthy dejó escapar una discreta risilla divertida.
—Alguien tiene que hacerlo —respondió con simpleza, encogiéndose de hombros.
Cullen le dio un par de indicaciones a sus hombres, que servían en realidad más de su escolta personal. Pero estando ya en la base, podía prescindir de ellos, así que les indicó que se tomaran un par de horas de libres, pero que no se distrajeran demasiado. Tras ofrecerle un saludo a su superior, los cinco soldados de verde se apresuraron a los ascensores a cumplir su encargo. McCarthy y la recién llegada hicieron lo mismo, aunque con paso más moderado.
—Me sorprendió escuchar que venías para acá —indicó McCarthy mientras caminaban uno al lado del otro—. ¿Ocurrió algún problema en Los Ángeles?
—Todo lo contrario —aclaró Cullen, negando con la cabeza—. La limpieza está prácticamente concluida, así que dejé a mis hombres encargándose del resto.
—¿Algún rastro de Leena Klammer o de los otros individuos que huyeron del pent—house?
—No exactamente —susurró la mujer rubia con un extraño tono enigmático—. De hecho, en parte por eso estoy aquí. Necesito hablar de ese asunto con el director, y escuché que aún andaba por aquí.
—¿No podía ser por una llamada? —cuestionó McCarthy, confundido.
—Por seguridad, preferí que no.
Cullen solía ser siempre bastante seria, incluso fría, en su manera de hablar, por lo que casi siempre resultaba complicado intentar adivinar qué era lo que pensaba. Sin embargo, McCarthy detectó en esa ocasión la presencia de genuina preocupación en sus palabras, y no pudo evitar cuestionarse qué podría haber perturbado de esa forma su temple de hierro.
—¿Pasó algo? —susurró McCarthy en voz baja, a lo que Cullen respondió negando sutilmente con la cabeza.
—Es mejor que lo hablemos en privado con el director.
Ambos llegaron ante uno de los ascensores, y el oficial al mando de la base usó su tarjeta de acceso para abrirles paso y que ambos pudieron subirse.
—Bueno, tendrá que esperar un poco —dijo McCarthy una vez que las puertas del elevador se cerraron y estuvieron a solas—. El Dir. Sinclair estará muy ocupado el día de hoy, preparándose para su interrogatorio con Thorn.
Cullen giró rápidamente su cuello hacia él, mirándolo intrigada.
—¿Con Thorn? ¿Lo van a despertar?
—Ya están preparando todo para hacerlo —señaló McCarthy.
—¿Será sensato? Escuché bastante del escándalo que armó cuando intentaron capturarlo.
Las palabras de Cullen no eran inesperadas. No era la primera en expresar sus inquietudes ante la idea. McCarthy mismo creía que lo mejor sería mantenerlo dormido hasta que encontraran la forma adecuada y segura de mantenerlo cautivo, como habían hecho en el caso de Charlene McGee. Pero el director parecía más que convencido de hacerlo de una vez por todas. Desconocía si esa decisión tan inamovible era derivada del ataque perpetrado contra la Sra. Wheeler, pero lo veía poco probable, o al menos no lo consideraba el motivo principal pues ella ya se encontraba bien, según le habían informado.
Quizás lo que más le preocupaba al director era el tema del supuesto infiltrado, la persona que podría haber deliberadamente ocultado la existencia de Thorn de ellos durante tanto tiempo, y de la que aún no tenían ni pista de su identidad. Quizás estuviera convencido de que Thorn tenía la respuesta de quién había sido esa persona. Ciertamente el no saber en quién se podía confiar y en quién no, podía resultar desgastante para cualquier hombre.
Pese a eso, no estaba seguro de que el riesgo de despertar a aquel chico valiera la pena, pero su rectitud y lealtad le impedían hablar de sus dudas tan abiertamente a espaldas del Dir. Sinclair.
—Estamos tomando las medidas pertinentes —señaló McCarthy con la mayor confianza que le fue posible transmitir—. Como sea, creo que sólo podrás hablar con el director hasta después del interrogatorio.
—Entonces creo que llegué en el momento justo para no perdérmelo —señaló Cullen, no dejando claro si lo decía en serio o en broma.
Una vez en el Nivel —1, ambos bajaron del elevador y caminaron en dirección a la oficina de McCarthy. Caminando por los pasillos, se cruzaron con un par de soldados que no dudaron en ofrecerle el saludo tanto a McCarthy como a la propia Capt. Cullen.
—Te ofrecería un café, pero no sé dónde se habrá metido Kat —comentó McCarthy a pasar a lado del escritorio vacío de su secretaria—. Normalmente siempre anda por aquí.
—Estoy bien, gracias —le respondió Cullen con indiferencia—. ¿Y cómo está Miriam, por cierto? —preguntó de pronto una vez estuvieron en el interior de la oficina—. Hace mucho que no sé de ella.
McCarthy sonrió, y echó un vistazo rápido a la foto de sus dos hijas sobre el escritorio. Cullen había sido la superior de su hija Miriam cuando ésta ingresó a la Agencia, y básicamente había sido su instructora y protectora durante toda su etapa de entrenamiento. Por lo mismo, Miriam le había tomado un gran aprecio; como una clase de hermana de mayor.
—Yo igual —comentó McCarthy con tono jocoso. Se dejó caer entonces sobre su silla detrás del escritorio—. Está bien, hasta dónde me informan. Sigue de misión en algún lugar de Europa, creo.
—Siempre fue una chica muy habilidosa —asintió Cullen—. Salúdamela la siguiente vez que te comuniques con ella, ¿sí?
—De tu parte —respondió McCarthy sin chistar—. Creo que le gustará mucho escuchar de ti.
Lucy y Cody se escabulleron fuera de su escondite en cuanto dejaron de escuchar el sonido del helicóptero. Cody fue el más apurado por avanzar hacia un área más al descubierto, y así poder apreciar el cielo entre las ramas de los árboles.
—Ese helicóptero se dirigía para allá —indicó señalando hacia lo lejos—. La misma dirección en la que se fue el jeep, ¿verdad? La base que mencionaste debe estar ahí.
Sin pensarlo mucho, sus pies comenzaron a moverse en dicha dirección. Antes de que lograra avanzar demasiado, Lucy se apresuró a alcanzarlo. Y aunque hace un momento le había molestado bastante que él la tomara del brazo para detenerla, por mero reflejo ella hizo en ese momento justo lo mismo.
—¿Te has vuelto loco? —le cuestionó con dureza, forzándolo a girarse hacia ella—. ¿Qué parte de lo que te dije te hizo pensar que sería buena idea ir hacia allá y no de regreso al automóvil? Aunque lo que esté más adelante no sea el Nido, si esos soldados te ven husmeando por aquí, te dispararán; y lo más importante, ¡me dispararán a mí!
—¿No lo entiendes, Lucy? —exclamó Cody, zarandeando su brazo para liberarse de su agarre—. Lisa está ahí; tú misma viste como la traían a este sitio. ¿Por qué el DIC la llevaría a una base secreta a la mitad de la nada?
Cody guardó silencio un instante. Fue evidente como la consternación le subía por la garganta, evitándole hablar por un momento.
—¿Y si la trajeron para llegar a mí? —señaló, claramente angustiado—. ¿Y si la están…? Tengo que ir por ella.
Rápidamente se giró con la intención de avanzar como se lo proponía hace un momento, pero Lucy lo volvió a detener del mismo modo.
—No, Cody —exclamó la rastreadora con firmeza—. No es lo que te estás imaginando. Te dije que ella se fue con esos hombres por su voluntad.
—¿Estás segura de eso? —le cuestionó Cody con dureza.
—Sí… —contestó Lucy rápidamente, aunque la vacilación era más que palpable en su tono—. O eso creo… las visiones no siempre son tan claras.
Esas palabras no ayudaron en lo más mínimo a tranquilizarlo.
—Oye, oye, cálmate un poco, ¿sí? —insistió Lucy, casi suplicando—. Mónica me dijo una vez que el director del DIC es de hecho un buen amigo de la Sra. Wheeler. No conozco bien los detalles, pero si es así, de seguro no haría algo contra un miembro de la Fundación como tú.
—¡La Sra. Wheeler no está! ¿Lo olvidas? —gritó Cole con violencia, haciendo al parecer que Lucy se estremeciera un poco, y por reflejo llevara sus manos a su oídos para cubrirlos.
—Sí, sí —pronunció la rastreadora, casi como si le doliera—. Pero podríamos irnos de aquí, llamar a Mónica una vez que tengamos mejor recepción, y de seguro ella podría ayudarnos a…
Antes de que pudiera terminar su idea, de nuevo escucharon como el sonido de un vehículo se hacía presente. Sólo que ahora se aproximaba a ellos mucho más rápido. Ambos se viraron hacia un lado, y notaron rápidamente el jeep verde con tres soldados armados a bordo (quizás el mismo de hace rato, quizás uno distinto) que se dirigía hacia ellos. El vehículo frenó en seco a unos cuántos metros, y dos de los hombres con rifles saltaron de éste, plantando sus pies en tierra.
—¡Oigan ustedes! —exclamó uno de los hombres, alzando rápidamente su arma para apuntarles con ella. Su compañero lo imitó—. ¡No se muevan!
—Ay no, ay no —masculló Lucy, totalmente espantada. Quiso alzar sus brazos, aunque no se lo hubieran pedido, pero estaba tan petrificada que le fue imposible siquiera moverse.
Los dos soldados avanzaron hacia ellos, pero Cody rápidamente se colocó frente a Lucy. Se concentró, enfocó su mente, y en cuestión de segundos todos fueron testigos de cómo los troncos de dos árboles aledaños parecieron partirse en dos por sí solos, como si una enorme criatura los hubiera empujado, y ambos se precipitaron justo en contra de los dos soldados. Esto los tomó totalmente desprevenidos, pero reaccionaron suficientemente rápido para retroceder, incluso tirándose al suelo con tal de salir el alcance los troncos que chocaron con fuerza contra el suelo.
—¡Corre! —gritó Cody a todo pulmón a su compañera, y aprovechando la distracción comenzó a moverse con todas sus fuerzas para alejarse de ahí.
—¿Correr? —exclamó Lucy, atónita—. No, no, ¡correr es una muy mala idea!
Miró un instante de nuevo hacia los soldados, y pudo presenciar cómo aquellos dos troncos caídos se desvanecían por completo en el aire. Y al segundo siguiente, ambos árboles volvieron a estar de pie justo como lo estuvieron hace unos instantes. Había sido sólo una de las ilusiones de Cody.
Los soldados miraron desconcertados aquello, pero no tardarían mucho en salir de su estupor. Por lo tanto, Lucy no tuvo más remedio que hacer justo lo que Cody le había dicho, y correr despavorida, siguiéndolo sin rumbo fijo.
Lisa sacó un frasco de aspirinas del pequeño botiquín que tenían en la sala de observación médica, y llenó igualmente un vaso de agua en el grifo. Cuando se giró de regreso hacia su invitada, por llamarla de alguna forma, la sorprendió mirando atentamente hacia una esquina de la sala, que en ese momento se encontraba vacía, pero que hasta no hace mucho era ocupada por una camilla, un montón de equipo médico de monitoreo y, por supuesto, la joven comatosa que había sido su ocupante por casi cuatro años. Misma que ahora estaba justo de pie ante ella en ese momento.
¿Por qué miraba esa esquina con tanta curiosidad? ¿Tendría algún recuerdo de aquel tiempo en el que estuvo inconsciente y aquel sitio era su morada de descanso? ¿O sería sólo una coincidencia?
No le dio muchas más vueltas a aquello, y en su lugar se le aproximó y le extendió la pequeña pastilla y el vaso el agua.
—Aquí tienes —le indicó con tono afable. Gorrión Blanco se giró hacia ella, y miró con una sonrisa lo que le ofrecía.
—Gracias —musitó despacio, tomando tanto el vaso como la aspirina, y tomando ésta última con la ayuda de un pequeño sorbo de agua.
Le regresó el vaso a Lisa, y ésta lo colocó sobre su mesa de trabajo, y justo después se sentó en su silla.
—¿En qué está trabajando? —preguntó Gorrión Blanco con curiosidad, contemplando los frascos con químicos sobre la mesa de trabajo, las jeringas, la charola metálica en esos momentos totalmente limpia de cualquier rastro aparente de sangre; y, por supuesto, la pequeña jaula con al menos cinco ratones blancos de laboratorio, bastante vivos de momento.
—Sólo unos últimos experimentos que deseo concluir antes de irme —respondió Lisa, procurando ser lo suficientemente ambigua.
—¿Se va? —cuestionó Gorrión Blanco, sorprendida.
—Sí. Mi trabajo aquí terminó, y debo volver a casa.
En el rostro de Gorrión Blanco se pudo apreciar cierta decepción escucharla, incluso algo de tristeza.
«Y yo que pensaba que sólo el Dr. Shepherd me iba a extrañar» pensó Lisa con ironía.
—Cuéntame más sobre tus alucinaciones —preguntó Lisa de pronto, procurando cambiar el tema—. ¿Has visto algo más aparte de lo que me comentaste el otro día?
Gorrión Blanco se permitió tomar la silla que alguna vez perteneció al Dr. Takashiro, y la aproximó rodando a la mesa de Lisa para sentarse cerca de ella. Miró pensativa hacia la luz fluorescente sobre sus cabezas, mientras con las puntas de sus pies contra el suelo hacía que su cuerpo se meciera un poco, y por lo tanto la silla girara hacia un lado y hacia el otro como un péndulo. Lisa recordó que ella solía hacer eso cuando era niña y se sentaba en la silla del despacho de su padre.
—En parte sigue siendo lo mismo que vi la primera vez —comentó Gorrión Blanco con voz reflexiva—. Fuego, música, risas, sangre, gritos… Pero he podido ver algunas cosas más claras.
Gorrión Blanco le contó un poco sobre sus visiones de una escuela y una casa, pero se enfocó bastante más en las dos más vividas y extrañas que había tenido ese día: la del chico que la había invitado a un baile, según había entendido, y la de la mujer sentada con ella en una banca y que también le hablaba sobre un baile al que iría. Incluyo en su relato también que había sido esta última quien a su parecer la había llamado "Carrie".
—Un baile —repitió Lisa en voz baja, intrigada—. ¿Un baile de escuela? Como… ¿un baile de graduación o algo así?
—No lo sé —repitió Gorrión Blanco, encogiéndose de hombros—. Pero supongo que eso explicaría las personas con vestidos o trajes que he visto a veces, y la música que he oído… Pero no sé qué tiene que ver todo lo demás. Y no entiendo porque pareciera que todo lo que veo tiene que ver de alguna forma con ese baile, o lo que sea.
Lisa tampoco veía claro de momento cómo todo lo que le describía podía encajar; sentía que aún faltaba una pieza central para juntar todo, como en un rompecabezas. Pero un baile escolar, fuego, sangre, y una chica en coma… nada eso sonaba bien a primera instancia.
—Esas personas que viste, el chico que te invitó y la mujer de la banca —señaló Lisa, inquisitiva—. ¿Alguna idea de quiénes eran? ¿Quizás de sus nombres?
—No estoy segura —respondió Gorrión Blanco, arrugando un poco su entrecejo—. Al principio no lograba siquiera distinguir sus rostros y voces, y luego mi cabeza los confundió con el Sgto. Schur y… bueno, con usted.
—¿Conmigo? —exclamó Lisa confundida, señalándose con un dedo.
Gorrión Blanco asintió.
—No sé qué signifique. Quizás sea porque ambos son las personas que más confianza me inspiran, como le dije hace rato. Tanto así que luego de lo que pasó, mi primer deseo fue venir a buscarla y pedir su ayuda. Como si sintiera que usted podía ayudarme… o, ¿quizás la estoy confundiendo con esa otra mujer, quien quiera que sea?
Gorrión Blanco se giró hacia un lado, contemplando de nuevo pensativa hacia la esquina vacía del cuarto. Aquella última pregunta tomó la forma de un pensamiento en voz alta, dirigido más a sí misma que a la mujer que la escuchaba.
Lisa igual se sintió una vez más incómoda por el comentario, pero no dijo nada. En su lugar, observó en silencio a Gorrión Blanco, y otra vez sintió una gran desconexión entre esa chiquilla de mirada inocente y perdida, complexión pequeña y frágil… con el monstruo que ella recodaba y tanta incomodidad le había generado antes. Tanto así que la imagen de esta última parecía comenzar a desvanecerse de su memoria.
—¿Te puedo preguntar algo? —murmuró Lisa de pronto. Gorrión Blanco alzó pronta su rostro, y la miró fijamente con absoluta atención—. ¿Recuerdas algo del momento en que despertaste?
—¿Cuándo… desperté? —susurró la joven rubia, al parecer algo aturdida por la repentina pregunta que, a simple vista, no tenía nada que ver con lo que estaban hablando. Entrecerró en ese momento sus ojos, y se giró de nuevo a un lado, tomándose unos segundos para meditar al respecto, antes de dar una respuesta—. Sólo recuerdo que estaba en la enfermería, y el Dir. Sinclair y el Capt. McCarthy estaban conmigo, y me explicaron que había estado inconsciente cuatro años.
—¿En la enfermería? —masculló Lisa, sorprendida. Eso de seguro pasó después de lo ocurrido en el quirófano—. ¿No recuerdas nada antes de eso?
—¿Antes? No, la verdad no —señaló Gorrión Blanco, negando con la cabeza—. ¿Por qué? ¿Pasó algo que debería recordar?
Lisa suspiró con pesadez, se retiró sus lentes y se talló sus ojos con sus dedos. Para ese punto ya lo presentía, pero aquello se lo terminaba de confirmar. Ella sentía un gran terror al recordar aquella horrible masacre que había presenciado, y su perpetradora ni siquiera sabía que lo había hecho. Le pareció de cierta forma injusto…
—Nada, no te preocupes —respondió Lisa con seriedad, colocándose de nuevo sus anteojos.
Y entonces recordó algo más, el incidente siguiente en el que se volvió a cruzar de frente con Gorrión Blanco luego del Quirófano 24. Y al recordarlo, su mano inconscientemente se posicionó contra su propio vientre, presionándolo ligeramente.
—Pero… ¿sí recuerdas habernos visto ese día? —le cuestionó con severidad en su voz. Gorrión Blanco la miró, sin entender—. Antes de irte a esa misión con la que te fuiste con el Sgto. Schur, nos cruzamos en el pasillo, ¿recuerdas? Y me hablaste como si ya nos hubiéramos visto antes. Me dijiste que recordabas que estaba presente cuando despertaste. Incluso me preguntaste sobre… cómo estaba mi bebé…
Los ojos de Gorrión Blanco se abrieron grandes, totalmente llenos de asombro.
—Sí… Yo… dije eso, ¿cierto? —masculló despacio, sonando más como una vacilante pregunta a sí misma—. Lo siento, creo que la confundí con otra persona. Ya que usted no está embarazada, ¿verdad?
—No —respondió Lisa con voz neutra—. Me hice una prueba luego de eso y salió negativa. Pero, ¿con quién me confundiste? Si me dijiste que sólo el director y el Capt. McCarthy estaban presentes cuando despertaste.
Gorrión Blanco negó rápidamente con la cabeza.
—Lo lamento, no lo sé. Perdóneme si lo que le dije le causó algún problema.
Lisa resopló, algo frustrada. Al parecer intentar sacarle algo de información a esa mente tan llena de huecos no iba a resultar nada sencillo.
—¿Tiene esposo, Dra. Mathews? —preguntó Gorrión Blanco de pronto, tomándola totalmente por sorpresa—. Oh, perdón… quiero decir, ¿tienes esposo Lisa?
—¿Por qué lo preguntas? —musitó Lisa, algo aturdida.
Gorrión Blanco se encogió de hombros.
—Bueno, entendí que creyó que podría estar embaraza luego de lo que le dije. Así que supuse que debía tener un esposo y por eso le consideró posible… ¿o no?
Lisa no pudo evitar dejar escapar una discreta risilla divertida por el comentario. No era una deducción precisamente errada, pero algo simple si se lo preguntaba.
—No, no estoy casada —respondió con tono relajado—. Pero… sí tengo un novio.
—¡¿De verdad?! —exclamó Gorrión Blanco, tan emocionada que sus ojos parecieron brillar de júbilo ante la noticia. Lisa por mero reflejo jaló su cuerpo un poco hacia atrás, un tanto sorprendida por la reacción tan abrupta.
—Sí… —respondió con voz tímida.
—¿Cómo se llama?
—Su nombre es Cody.
—¿Y es un científico como usted?
—No… bueno, más o menos, pero diferente. Él de hecho es maestro de biología en una secundaria…
Lisa calló de golpe al ser consciente de que, quizás, estaba dando más información de la que debía. ¿Sería sensato hablarle a esa chica de Cody? Fuera del Dr. Shepherd, no había hablado con nadie más en esa base sobre él, y únicamente porque fue el jefe del Área Científica quien comenzó primero con el tema, dejando claro que sabía muy bien quién era Cody; y, más importante aún, lo que podía hacer.
Gorrión Blanco, sin embargo, la miraba carente de cualquier rastro de malicia; genuinamente interesada por escucharla a hablar más al respecto. A Lisa le pareció que se veía casi como una adolescente, y no una joven mujer muy posiblemente ya iniciando sus veintes.
—¿Y cómo es él? —preguntó con un poco de exaltación—. Cody, me refiero.
—¿Cómo es de qué? —respondió Lisa, vacilante.
—No sé… ¿Es guapo? ¿Es caballeroso?
Lisa se recargó por completo contra el respaldo de su silla. Sin que se diera cuenta, comenzó también a mecer ésta hacia un lado y hacia el otro, con su pie izquierdo apoyado contra el suelo. Era quizás algún tipo de tic nervioso, o tal vez sólo una manera de hacer que sus ideas circularan mejor.
—Bueno… sí, yo diría que sí —asintió Lisa, un poco dubitativa—. Digo… supongo que muchas personas no lo considerarían precisamente muy "guapo". Es algo delgaducho, y siempre trae su cabello demasiado largo para mi gusto. Y su percepción del estilo deja mucho que desear; en especial los anteojos que usa, que se parecen a los que usaba mi abuelo. Además de que recientemente me enteré que guardaba algunos secretos…
Su expresión se había tornado algo dura mientras pronunciaba todo aquello, percibiéndose incluso molesta. Sin embargo, tras unos segundos de reflexivo silencio, su rostro volvió a suavizarse poco a poco, e incluso una pequeña sonrisillas alegre se asomó en sus labios.
—Y aun así… es sin duda el chico más lindo y amable que he conocido —masculló despacio, como un pequeño suspiro—. Es inteligente; muy inteligente. Y gracioso, y confiable… El chico perfecto para presentárselo a tus padres, dirían algunos. Y de hecho mis padres lo adoran, aunque mi padre dice a veces que debería haberme conseguido a alguien con más músculo —rio divertida, y Gorrión Blanco la acompañó—. No lo dice en serio… creo. Lo que pasa es que mi padre es militar; de los marines, de hecho. Así que creo que a él le hubiera gustado un yerno como… el Sgto. Schur, por ejemplo. Pero no, en su lugar me viene a enamorar de un intelectual cuatrojos.
—¿Enamorar? —susurró Gorrión con asombro. Inclinó más el cuerpo hacia ella, como si quisiera decirle algún secreto—. ¿Estás… enamorada de él?
Lisa se sobresaltó un poco al escuchar esa pregunta. No había sido consciente hasta ese momento de lo mucho que se le había soltado la lengua tan de repente, y se sintió sumamente apenada por ello. ¿Cómo había pasado eso? Quizás simplemente eran cosas que deseaba poder expresar en voz alta desde hace un tiempo, y estar ahí atrapada en ese ambiente tan pesado no le daba muchas posibilidades de poder hacerlo.
Pero el que terminara abriéndose de esa forma ante esa chica en especial… resultaba un tanto perturbador.
Gorrión Blanco la observaba fijamente, expectante, de seguro aguardando en verdad a escuchar alguna respuesta a su pregunta. Lisa no sabía qué responderle, y no sólo porque sintiera que ya había compartido suficiente, sino además que… en realidad no tenía claro la forma correcta en que esa pregunta debería ser contestada, incluso a sí misma. Cody era su novio, le gustaba, y pese a los problemas que habían tenido, nada de eso había cambiado. Pero… ¿estaba enamorada de él? ¿Lo quería lo suficiente para que el saber lo que realmente era no cambiara sus sentimientos? ¿Para no temerle como le temía, o le había temido, a Gorrión Blanco?
¿Sería Cody capaz de hacer algo como lo que esa chica había hecho…?
Se escuchó en ese momento el pitido del lector electrónico de la puerta, y el seguro de ésta abriéndose. Aquello jaló de inmediato la atención de ambas hacia la puerta, dejando de momento su plática de lado, para suerte de Lisa.
—Debe ser el Dr. Shepherd —comentó Lisa, partiendo de la base de que él solía ser el único que la visitaba en ese lugar.
Sin embargo, cuando la puerta se abrió, el rostro que se asomó del otro lado fue el de alguien más: el del Sgto. Francis Schur.
—Gorrión Blanco —dijo el militar con su habitual voz seria, aunque su expresión no resultaba por completo ecuánime como de costumbre—. Al fin te encuentro…
FIN DEL CAPÍTULO 144
Notas del Autor:
Para los que no la recuerden, Ruby Cullen ya había aparecido anteriormente como uno de los subordinados de Lucas en los Capítulos 56 y 84, e igualmente se le había referenciado en algunos otros, aunque ésta es la primera vez que nos toca verla en persona (si no me equivoco).
