Capítulo 8
-¿Estás bien? -Preguntó Rust al encarar a la morena, mirándola fijamente, pero ella aún seguía respirando con premura.
El rubio entendió que estaba teniendo un ataque de pánico, con lo que de inmediato actuó para sacarla de aquel ambiente lleno de caos y ruido, que no haría sino incrementar su sensación de opresión.
-Ven conmigo; vamos a salir de aquí. -Dijo antes de sujetarla de la muñeca con un agarre firme, pero sin brusquedad, guiándola entre la gente hasta la salida del concurrido local.
Tras una rápida inspección ocular para asegurarse de que el idiota aquel había desaparecido, Rust sacó a la chica del umbral del club, llevándola hasta una de las esquinas del edificio para no estar justo delante de la puerta.
En cuanto se detuvo se puso frente a ella, observándola desde cerca mientras hablaba con calma, en un tono sereno.
-Sally, tranquila. Respira despacio. Sally, eh; mírame a los ojos. -Agregó al ver que ella estaba aún ausente, y su cuerpo temblaba. Rust posó una mano en su mejilla para captar su atención finalmente, y por fin lo miró. -Vale, eso es. Esto es sólo un ataque de pánico, debes respirar despacio y mirarme. Estás bien, todo ha pasado y estoy contigo.
La morena fue capaz de asentir despacio, luchando contra las lágrimas que pretendían salir de sus ojos. Se dio cuenta entonces de que el camarero sangraba levemente por la nariz. No fue capaz de hablar, con lo que llevó sus dedos despacio hasta la zona cercana, quedándose en la mejilla del hombre.
-Yo estoy bien, no es nada. Todos estamos bien. -Agregó muy suavemente, pasando a agarrar la mano de ella hasta alejarla de su rostro, para pasar a sujetarla de los brazos.
Por fin la chica pudo suspirar al dejar de sentir que se ahogaba con el bombear de su corazón, con lo que musitó un gracias y bajó la cabeza, sintiendo que después Cohle la soltaba. Pasó sólo un segundo cuando la pareja escuchó a Marty llamarlos al haber salido del puticlub.
-¿Qué ha pasado? ¿Ese era el gilipollas del otro día? -Preguntó en cuanto estuvo junto a ellos. Rust respondió, dándole tiempo a la mujer.
-Sí, Marty. Ha intentado terminar lo que empezó, y ya has visto lo que ha pasado.
-¿Estás bien? No ha llegado a tocarte, ¿verdad? -Preguntó con suavidad, mirando a la camarera, quien negó con la cabeza a la par que secaba una lágrima que resbaló por su mejilla.
-Ha sido un ataque de ansiedad. Por eso estamos aquí.
Hart volvió a mirar a Sally tras el comentario del ex inspector, sintiendo pena por la joven ante aquel incidente y al verla tan vulnerable. Tras carraspear habló dirigiéndose a ella, intentando sonar despreocupado.
-¿Necesitas algo? Podemos marcharnos y volver otro día; no pasa nada, Sally.
-No, no, Marty. Sólo necesito unos minutos y estaré bien del todo, de verdad.
El hombre susurró un vale poco convencido al ver su estado, y no supo cómo abordar aquella situación. Miró a su compañero un segundo antes de darse cuenta de que ella comenzaba a llorar, rompiéndose tras la tensión acumulada sin poder fingir más entereza.
Marty dudó un instante, pero finalmente se aproximó hasta poner la mano sobre su espalda, frotándola levemente.
-Eh, tranquila. No pasa nada. Ven aquí.
El detective privado terminó por abrazarla con cariño, dejando que llorara para desahogarse, y no pudo evitar sentir un nudo en la garganta al pensar en sus hijas antes de volver a cruzar la mirada con Rust.
Sally salió rápido del coche tras aparcar frente a la oficina de Hart, maldiciendo al mirar el reloj y saber que se había retrasado tras tener que haber pasado más tiempo del esperado en el trabajo. Aquella reunión era importante, pues había novedades que la pareja de hombres había conseguido el día anterior, aunque no le habían adelantado casi nada.
La emoción de saber que al menos avanzaban en algún caso la había evadido, hasta aquel preciso momento ante la puerta de la oficina, de sentir vergüenza por lo ocurrido la madrugada del viernes en aquel prostíbulo de carretera. La chica se obligó a dejar de pensar en aquellas niñerías en cuanto Marty apareció tras la puerta con una leve sonrisa, dejándola pasar al interior.
La oficina estaba oscura, acorde al exterior nocturno, pero la luz del despacho del detective estaba prendida, y la morena pudo contemplar allí a Rust mirando de pie la pantalla del ordenador. Sally posó los ojos en Hart cuando este habló tras su saludo.
-¿Cómo te encuentras? ¿Ha ido todo bien? No volví a insistir tras mi mensaje del sábado porque temía ser pesado y agobiarte. -Se excusó, haciendo que Sally sonriera con cariño ante su paternalismo.
-He estado bien, con tanto trabajo apenas he tenido tiempo ni de pensar. Muchas gracias, Marty, en serio.
Él asintió con una leve sonrisa, pasando a introducirse después en el despacho, donde el rubio alzó la vista para posarla en la camarera y saludarla, preguntándole si estaba bien. Sally se sintió mucho más incómoda al tener que hablar con él que con su otro compañero, pero fingió lo mejor que pudo.
-Sí, estoy bien. Quería agradeceros a los dos todo lo que hicisteis, ya que esa noche no lo expresé como merece. Sobre todo contigo, Rust. Siento mucho que tuvieras que meterte en líos por mi culpa, y que encima recibieras… Muchas gracias, y lo siento.
-Está bien, Sally. No te preocupes por mí, no se puede decir que sea algo que me cogiera por sorpresa. No te martirices.
-Sí, en lo de las peleas ya había algo de experiencia. -Agregó el detective privado, haciendo que el rubio cruzara una mirada con él un segundo. La morena notó un mensaje desconocido para ella, pero no le dio importancia, centrándose.
-Bueno, contadme todo lo que tenéis de los dos casos.
-Empezamos por lo del viernes -Dijo Marty, sacando de una carpeta un par de papeles que le pasó a la chica. -He estado indagando en las denuncias de desaparecidos con el nombre que nos dio el jefe del puti, y he encontrado a esa chica. La denuncia fue puesta por su padre el jueves pasado. Está fichada por trapicheos con drogas, y eso. Y de momento nada más.
Sally contempló la imagen del expediente, encontrando a una muchacha muy joven de rostro triste y cabello castaño de media melena, justo como la bailarina de la primera noche le había descrito.
-Habrá que hablar con el padre y seguir por ahí, ¿no? -Agregó tras dejar los papeles, mirando a los hombres. El más mayor respondió.
-Sí, estoy moviéndome para encontrarlo, podremos sacar algo siguiendo esa pista.
-¿Y qué hay del señor espagueti? ¿La dueña de la casa verde os dijo algo?
-Hemos tenido mucha suerte. Su marido pagó con un cheque a la empresa que pintó la casa. Y hemos descubierto algo muy jugoso con el apellido de la empresa que se dedicaba por toda la costa a reparaciones y mantenimiento... Childress e hijo.
-¿Qué pasa con los Childress? -Preguntó tras las palabras de Rust, quien se encendió un cigarro antes de seguir.
-Que nuestro querido Sheriff tuvo muchos hijos ilegítimos, y uno de ellos era de una mujer con ese apellido. ¿Adivinas qué característica destacan en él todos a los que hemos preguntado este fin de semana?
-Cicatrices en la cara…
El rubio asintió mientras exhalaba el humo del pitillo, sosteniendo la mirada de la morena hasta que Marty intervino.
-Ahora mismo estábamos comprobando direcciones y eso, y creemos que hemos dado con su casa. Está en mitad de la nada prácticamente. Carretera 27 sur, Erath.
-Joder… ¿Cuándo vais a ir? -Preguntó, aún sorprendida. Ambos hombres se miraron durante unos instantes antes de que Cohle respondiera.
-El miércoles, para mañana poder preparar nuestro seguro de vida y el de la historia. Haré copias de la cinta y dejaré todo escrito tal y como lo sabemos. Robert lo enviará a los principales medios si algo pasa. Tú deberás tener cuidado si algo sale mal y se enteran de que has estado ayudándonos. Podrían ir a por ti para esconder el secreto, como hicieron matando al gobernador.
-No podéis ir solos a ese sitio; no sabéis nada de lo que encontraréis. Es muy peligroso. Dejadme ir con vosotros, podré avisar si algo se tuerce.
-Precisamente por todo eso que dices no vas a ir, Sally. -Respondió al instante Rust, aplastando con parsimonia la colilla contra el cenicero. -Nosotros sabemos manejarnos en estas situaciones, tú no. Nos entorpecerías.
-Vale, no me parece la mejor idea, pero lo acepto. -Acabó por decir tras una inspiración profunda, sabiendo que no cambiaría de opinión. Marty carraspeó antes de hablar.
-Bueno, vamos a celebrar que estamos cerca de zanjar algo; relajemos tensiones.
El hombre sacó la botella de whisky del cajón del escritorio y 3 vasos, pero antes de llenar el último, miró a la mujer y esta negó, pasando a sacar su tabaco.
-¿Eres abstemia o algo así? Cuando pediste la cerveza en el bar el día que te conocí apenas la probaste. -Comentó Rustin, a la par que tomaba el vaso con el licor, mirando brevemente a la morena.
-Prácticamente, sí. A veces bebo algo de cerveza, pero prefiero evitarlo. He sido drogadicta, y algo muy cercano a alcohólica. Esta mierda es la única que no he dejado. -Agregó antes de dar una calada al recién encendido pitillo.
-¿Y cuál de las cosas típicas fue la que te hizo acabar así? -Añadió el rubio, volviendo a sentarse en su asiento ante el escritorio de su compañero, quien se quedó de pie mirando a la pareja enfrentada ante el escritorio.
-Pues todas, en realidad. Malas influencias, barrio bajo y familia disfuncional. Mi padre se mató en un accidente de coche cuando yo y mi hermana éramos aún muy niñas; mi madre tuvo que sacarnos adelante, pero empezó a beber por la depresión. No hay nada que no puedas ver en una puta peli llena de clichés. Después de lo de Jessica nuestra relación acabó por romperse, como ya os conté. ¿Qué te hizo a ti acabar así, Rust? He podido ver que hay vicios que no has dejado.
Marty miró al camarero con expectación, dando gracias interiormente porque la joven actuara tan bien y no se notara que sabía lo acontecido. Como la primera vez que lo escuchó, el hombre no pudo evitar estremecerse ante el relato de Cohle.
-Mi hija, Sofía, murió cuando tenía 2 años. Un coche se la llevó por delante mientras estaba en el jardín. Mi entonces mujer y yo empezamos a echarnos la culpa, y todo eso, así que nos divorciamos después de 3 años. Ya ves, también podrías ver la historia en una peli mala de finde por la tele. En un tiempo me esforcé por no beber, porque desde luego me causó buenos problemas, pero me lo he replanteado.
Todos guardaron silencio cuando terminó, pasando a volver a llenar su vaso y a vaciarlo de golpe, dejando ver que aquella historia aún hacía temblar todo su mundo.
