Capítulo 24

Rust y Marty observaron a Sally sin pronunciar palabra, viendo como ella se acercaba rápido hasta la barra, posando en ella la fotografía que había impreso de la camioneta que había nombrado, continuando hablando con aquel nerviosismo veloz.

-Lleva una igual que esta, con la tapicería roja también. Ahora lo sé, lo sé seguro porque la he visto.

-Espera, espera… ¿Cómo que lo has visto? ¿Qué pasó anoche? -Intervino Hart con confusión, haciendo que ella clavara sus ojos angustiados en él, respondiendo.

-Anoche nada aparte de lo que te conté. Pero después de haber tenido esa descripción del coche, he soñado algo que me ha hecho recordar… Vi una camioneta como esa, Marty, la vi en nuestro instituto en Shreveport y en casa de Jackson en el 2001; no era de nadie del barrio, y por eso me llamó la atención. Ese tío estuvo vigilando a mi hermana hasta que encontró su momento, o puede que a mí, no lo sé. Joder… estuvo allí vete a saber cuánto tiempo y no le di importancia, y Jessica lo pagó, Marty; puede que incluso fuera a matarme a mí, pero acabó yendo a por mi hermana por alguna mierda aleatoria. No fue suficiente encubrirlo indirectamente siendo una puta cobarde egoísta, además lo tuve delante y ni siquiera me fijé en su puñetera cara. Ni siquiera he sido capaz de recordar esta puta mierda tan importante en once putos años, por Dios, ¿qué pasa conmigo?

El hombre tragó saliva ante su monólogo, contemplando que no había podido retener las lágrimas, aunque miraba a otro lado para ocultarlo. Tras una breve mirada a Rust, habló mientras ponía su mano en el hombro de la morena.

-Eras una cría, Sally… todos la cagamos… pero tú no tenías ni idea, no puedes culparte por algo así. Y, joder, a pesar de tus errores ahora eres otra persona, has trabajado muchísimo para ser quién eres y resolver toda esta mierda. Esa Sally que has descrito no es la que yo conozco para nada. Eres lo contrario a una cobarde.

La mujer negó con la cabeza ante su comentario, pasando a retirar con un movimiento rápido las lágrimas que caían de sus ojos.

-No es verdad, joder, todo es un puto espejismo; la vida es lo que pasa mientras fingimos ser lo que nos gustaría y ocultar nuestro verdadero yo. Es como el puto principio de incertidumbre… nada es lo que parece porque depende de quién te mire, y depende de con quién estés eres una persona diferente; todo está putamente alterado todo el tiempo. Y esta soy yo de verdad, Marty; sin fingir estar bien todo el rato, siendo fuerte, valiente, o lista, joder… La verdad es que no puedo mirar mi reflejo en el espejo por la mañana porque odio lo que allí encuentro y lucho por enterrar cada día.

-Encontrar el lugar de uno mismo y conocerse es muy complicado, claro que sí. A veces nuestros miedos pueden superarnos. Pero Sally, tú ya has avanzado en lo más importante; sabes qué es lo que te quita el sueño por las noches, sabes quién eres y has logrado ser lo que deseabas a pesar de tus momentos de flaqueza. Eso es la vida constantemente. No vives una farsa, y tienes razones y derecho para mostrarte vulnerable si es lo que sientes. Puede que cometieras errores, pero estás intentando resolverlo y vives con ello con todas las consecuencias, muy conscientemente; eso es ser valiente.

Sally se tomó un segundo de silencio para pensar en las palabras de Hart, y contemplando la fotografía sobre la barra, conteniendo al fin su llanto, murmuró controlando su voz.

-Hay errores cuyas consecuencias son irrevocables, por tanto imperdonables, Marty. Aunque todo esto acabe y ese hombre termine en la cárcel por todo esto que hacemos, no sé si podré algún día dejar atrás toda la tortura que supone llevar a la espalda la muerte de mi hermana.

-No desaparecerá nunca, no -Intervino Rust antes que su compañero, fijando sus ojos en los de ella antes de proseguir. -Pero alguien como tú puede llegar a la última fase, a aceptar la responsabilidad y vivir con ese fantasma en paz.

-¿Y cómo puedes saberlo si yo lo dudo tanto?

El rubio sirvió tres chupitos de whisky a la par que formuló su respuesta, volviendo a mirarla fijamente, serio.

-Desde fuera las cosas son distintas, Sally; más claras. Eres lista, y eres fuerte, más de lo que crees. Dudas y caes, pero sin embargo te levantas e ignoras las excusas y tentaciones a las que se agarran los débiles para abandonar el camino jodido, que claramente es el único que puede conducir a una posible redención de uno mismo.

-Hazle caso, sabe de lo que habla. -Agregó Marty, relajando el ambiente con aquel deje de humor y una leve sonrisa que la camarera le respondió antes de mirar el vaso que Cohle había empujado en su dirección.

-Sabes que no bebo, pero gracias.

Rust asintió y pasó a tomarse de un trago el líquido, volviendo a centrar su atención en la morena al dejar el vaso vacío en el mismo lugar.

-¿Lo ves? Aquí otra de esas señales que aseguran que llegarás a estar en paz con lo que refleja tu espejo, Pinkman.


Al sonido de alguien llamando a la puerta, Sally contempló el reloj de su mesilla de noche para corroborar que ya eran las ocho y cuarto de la tarde, con lo que murmuró un "mierda" y se terminó de cambiar el uniforme del trabajo por unos pantalones oscuros holgados y una camiseta de tirantes blanca.

Terminando de colocarse la prenda superior se acercó a la puerta, abriendo mientras tomaba aire para saludar a quien esperaba al otro lado, pero su sonrisa se desdibujó al encontrar a Rust.

-Hola… ¿qué haces tú aquí?

-A Marty le ha surgido algo importante de última hora, así que me avisó para que le sustituyera. Le dije que quizás no fuera muy buena idea.

Sally fingió entereza ante su último comentario, sabiendo bien a lo que se refería. Carraspeó en un intento de ganarle la partida a su vergüenza antes de hablar, mirando al hombre.

-Puedo ocuparme yo sola de preguntar por la camioneta en Beaumont; sólo es hablar con la gente del motel y con el amante de la asesinada.

-Sí, lo sé, pero quizás teniendo en cuenta todo lo que ha ido pasando en tan poco tiempo, no sea la mejor opción para nadie ir solos por ahí.

-Vale, como quieras.

-Yo conduzco.

Sally asintió antes de observarlo caminar hacia su camioneta, suspirando antes de correr a por su bolso y salir de su casa tratando de bloquear sus pensamientos. No obstante, tal y como esperaba, dentro de aquel pequeño espacio del vehículo, envueltos en un terrible silencio era más que difícil.

Finalmente, y optando por no decir absolutamente nada, la camarera optó por mirar por la ventana mientras abandonaban la ciudad, centrando su mente en aquella ranchera negra que ahora ocupaba parte de sus pensamientos y pesadillas.

La voz de Rust rompiendo aquel mutismo incómodo hizo casi que se sobresaltara, pero enseguida la sorpresa apartó aquella sensación y lo miró.

-Entiendo que elijas la opción de no hablar sobre el tema, y la de evitarme, Sally. Lo único que quiero decirte es que no es por ti. Mantenernos en esa línea es lo mejor para ti; yo no podría darte lo que quieres.

-Vaya… y ya que estamos, ¿por qué no me iluminas y me dices qué es lo que quiero? -Agregó con molestia, perdiendo automáticamente la sensación de incomodidad. Rust respondió sin inmutarse, mirando la carretera.

-No me refiero a eso; evidentemente no sé qué es lo que quieres: una relación formal o no, casarte, tener hijos en el futuro… A lo que yo voy es al núcleo de todo, al amor y los sentimientos que se presuponen; a no hacerte daño y hacer que te sientas frustrada por cosas que simplemente surgen, aunque puedas no quererlo en un principio. ¿Entiendes ahora qué quiero decir?

-Sí, lo entiendo, y hasta pienso que tienes parte de razón porque puedes tener algo pensado en tu cabeza y que luego no sea así. Pero creo igualmente que estás hablándote a ti mismo, recitándote el mantra de siempre por no enfrentarte a lo que no puedes controlar y te da miedo.

Sally lo contempló durante aquellos instantes de silencio en los cuales él se encendió un cigarro de forma parsimoniosa, sorprendiendo a la morena cuando habló con el pitillo entre los labios, diciendo que era muy posible que tuviera razón.