Capítulo 33

Sally alzó la vista hasta observar el reloj en la pared de su cocina, exhalando el humo de la última calada al ver que era la hora que esperaba: las 10 menos cuarto de la mañana.

Tras aplastar la colilla contra el cenicero, la camarera se levantó de la silla y tomó su teléfono móvil de la mesa, repitiendo en su cabeza todos los escenarios posibles a los que podría enfrentarse. No había pegado ojo en toda la noche dándole vueltas al tema, pero finalmente el pequeño halo de esperanza que vivía en su interior la había obligado a intentarlo tras tanto tiempo.

Con lentitud marcó los números pertenecientes al teléfono de su antigua casa, el cual no había olvidado a pesar del paso de los años. No podría hacerlo nunca, puesto que incontables habían sido las ocasiones en las cuales lo había marcado, para después abandonar la acción. Aquella no sería una de esas veces, estaba decidido.

Con un profundo suspiro inició la llamada, llevándose el objeto a la oreja derecha, esperando con el pulso acelerado a recibir respuesta.

-¿Diga?

Al sonido de la voz apagada de su madre, Sally sintió que sus músculos se paralizaban. No obstante, cuando la mujer volvió a insistir, se forzó a reaccionar y controlar su fuero interno para hablar con voz temblorosa.

-Hola, mamá… Soy yo.

-¿Qué es lo que quieres? -Preguntó con frialdad, cambiando radicalmente el tono tras unos segundos de silencio.

-No pretendo molestarte ni hacer que cambies de opinión respecto a nuestra relación. Sólo quería que supieras que llevo mucho tiempo intentando resolverlo todo, y por fin estoy muy cerca de encontrar al asesino de Jessica. Voy a arreglar lo que estropeé…

-No vuelvas a llamar más, Sally.

La camarera no tuvo tiempo de agregar palabra alguna cuando su madre colgó, cortando abruptamente aquel pequeño hilo de esperanza que la había hecho soñar con un final menos amargo. Había sido una ilusa, puesto que nunca había habido posibilidad de que la escuchara.

Sally dejó el teléfono sobre la mesa, sentándose de nuevo mientras respiraba profundamente para no dejarse dominar por los malos pensamientos y el dolor, siendo finalmente vencida cuando el llanto acabó por dominarla.


Marty salió de su coche, posando la vista en la casa de Rust, a la vez que cerraba la puerta.

Llamó con los nudillos en la madera, esperando a que le abrieran mientras se quitaba las gafas de sol, soportando el calor de los rayos del mediodía. Ante la apertura de la puerta, el hombre volvió de su distracción para fijarse en Rust, quien arrugó levemente el ceño al verlo allí.

-Hola, Marty ¿Pasa algo?
-Es justo lo que pretendo averiguar. Quería hablar contigo antes de seguir el camino a Baton Rouge. -Comentó mientras accedía al interior, seguido por la mirada atenta del camarero.
-¿Baton Rouge? ¿Por qué? ¿Hay avances en el caso?
-No, me temo que seguimos en punto muerto. -Respondió, a la par que declinaba la oferta de una cerveza, continuando mientras su compañero bebía. -Voy a casa de Sally; creo que le pasa algo porque no me devuelve las llamadas, ni responde a nada. Al menos sé que está bien físicamente, porque llamé al restaurante y está yendo a trabajar. ¿Tú has sabido algo de ella? ¿Cuándo la viste por última vez?
-Estuvo aquí el miércoles a última hora de la tarde.
-¿En serio? Yo también la vi entonces por última vez. Dejó mi oficina a eso de las siete... Tuvo que venir directamente.
-Sí, puede ser. Pero realmente la vi el jueves por última vez. Se fue por la mañana.

Marty entonces ató cabos al escuchar aquello, y buscó velozmente los ojos de Cohle al recordar la forma en la cual acabó su conversación con la mujer aquella tarde. Le había hecho caso, no cabía duda.

-Sally pasó aquí la noche entonces. ¿Discutisteis o pasó algo que la disgustara? Antes estuvimos hablando de ti, y...
-Nos acostamos, Marty, pero ella estaba bien, al menos antes de irse. Dijo que no iba a evitarme más, y en resumidas cuentas, que iba a ser valiente por los dos debido a mi personalidad. No creo que lo que le pase tenga que ver conmigo.
-Bien... Algo es algo. Por fin habéis dado el paso, algo bueno entre tanta mierda. En el fondo sois tal para cual, tercos y aferrados a vuestras ideas, pero los dos sabéis que siempre he tenido razón. Ibais a acabar enrollándoos, sólo hay que observar cómo os miráis.
-A pesar de todo, pienso que no es buena idea, Marty.
-Ya, ya… no esperaba menos. Pero deja de pensar tanto por una vez, Rust y disfruta. Anda, vente conmigo a buscarla, a ver qué es lo que pasa.

El rubio terminó de vaciar la lata de cerveza, asintiendo levemente antes de tratar de buscar las llaves de su vehículo, pero desistió pronto cuando Marty sugirió ir en su coche. Ambos hombres no tardaron entonces en abandonar la casa en silencio.


Sally terminó con desgana de cepillar su melena mojada tras la ducha al escuchar el timbre, dejando el peine en el lavabo para abrir con la misma indiferencia, sorprendiéndose de ver a los dos hombres allí.

-Me alegra saber que estás viva. -Habló Marty con una débil sonrisa.

-Lo siento. No han sido días buenos. -Agregó bajando la vista, haciéndose a un lado para dejarles pasar, ofreciéndoles sentarse en torno a la mesa de la cocina.

Marty pasó a hablar con cautela tras sentarse, observando los movimientos de la camarera, quien se quedó de pie frente a la pareja de expolicías.

-¿Qué ha pasado?

-Que soy una ingenua y una idiota. Llamé a mi madre pensando que esta vez algo cambiaría al contarle que las cosas van a resolverse, como si eso cambiara todo lo que pasó y lo que hice… Me colgó como siempre que lo he intentado. No quiere saber nada, y es normal. Había aceptado la última vez que debía respetar su decisión y su enfado, joderme y cargar con la culpa que merezco, pero de nuevo me dejé llevar por el egoísmo de que me perdonara, como si hubiera esperanza…

-Lo siento mucho, Sally.

-Y aún hay más, Marty. Está enferma, es irreversible al parecer. Su vecina de toda la vida me cuenta cómo va y me ayuda a mantenerla sin que se entere, y me llamó para decírmelo. Sabe que se está muriendo, y aún así prefiere estar sola a siquiera hablarme, joder…

La chica se dio la vuelta, agarrándose a la encimera frente al fregadero para ocultar sus incipientes lágrimas de pena e impotencia. Enseguida sintió a Marty hablando tras de ella, posando las manos en sus hombros para que se girara.

-Lo siento, Sally; Es una putada, pero tú has hecho y estás haciendo lo que puedes. Sé que eso no hará que te sientas mejor, pero debe valerte para saber que eres una buena persona y mereces que tú te perdones.

-No sé si puedo, Marty. No lo sé…

-Podrás, claro que sí. Estaremos aquí para ayudarte a que lo consigas, ¿vale?

Sally asintió de forma corta, dándole las gracias en un susurro mientras lloraba de forma silenciosa, tratando de contenerse hasta que Marty la abrazo con cariño. Tras unos instantes pasados, Sally se separó del hombre. Fue entonces cuando él bromeó.

-Ya había pensado que Rust había tenido algo que ver.

-No adelantes acontecimientos, Marty. -Agregó el mentado, pasando a encender un cigarrillo sin inmutarse.

-Rust y yo vamos a probar otras formas diferentes que las empleadas hasta ahora. Vamos a tratar de hacerlo todo más claro y directo, sin anestesia ¿verdad?

El rubio exhaló despacio del humo del pitillo, centrando sus ojos en los de ella mientras asentía antes de hablar.

-Creo que sí.