Capítulo 36

Sally conducía rápido, acelerando al estar cerca ya de casa de Rust.

Marty le había dejado un mensaje en el móvil, el cual había visto al salir de su turno de mañana en el restaurante.

Sin perder más tiempo que el invertido en cambiarse el uniforme por aquel vestido oscuro y simple de verano, salió disparada en busca de Cohle. Él estaba ya al tanto, y no estaría ocupado hasta la noche, puesto que el detective privado andaba atareado en su trabajo en aquellos días también.

Tras aparcar de forma rauda, la mujer salió del vehículo con el corazón acelerado, y la cabeza dándole vueltas a aquella buena e importante novedad descubierta. Su forma de llamar a la puerta delató aquel nerviosismo.

Tras sentir una dilatada espera ante aquella madera blanca, que en realidad no fue tal, al fin contempló al rubio al ser abierta.

Rust no dijo nada, haciéndose a un lado para dejarla pasar, estando al tanto del porqué de aquella visita. La camarera fue directa al grano, mirándole fijamente tras abandonar en un lado del sofá su pequeña mochila negra.

-¿Qué ha pasado?
-Papania llamó a Marty esta mañana. Creen que han dado con el motel de Lafayette donde ese tipo pudo estar cuando fue a por Marnie. Ha conseguido la orden para las grabaciones, y aunque no han podido aún ver nada, sí que algún empleado ha reconocido la camioneta, ubicándola en el verano del año pasado. Van a interrogarlos a todos para conseguir un retrato robot del tío. También han comenzado un operativo para buscar el cuerpo de la chica cerca del lago Peigneur. Al parecer han contactado con el sheriff del distrito porque reportaron un testimonio de un hombre hace un par de meses que encontró ropa en el agua pescando. No le hicieron mucho caso, qué novedad.
-Eso está cerca de Erath, conozco el sitio. Son muy buenas noticias, ojalá lleve a pistas y avancemos.
-Esperemos que sí. -Respondió lacónico, pasando a sentarse en el sofá y tomar la petaca que reposaba sobre la mesa.

La mujer entonces se fijó en la escena que los rodeaba: la mesa estaba llena con latas de cerveza dobladas, una botella vacía de whisky, y el cenicero rebosante de colillas y ceniza. Fue entonces cuando dirigió la vista hacia el hombre, quien cerraba la petaca con parsimonia, evitando alzar la vista. Sally supo enseguida que aquel era uno de esos días oscuros.

-¿Qué te pasa? Estás más serio de lo normal, Rust.

Él inspiró lentamente, y sin mirarla sacó las palabras en un tono apagado, a la vez que expiraba.

-Hoy… hace 23 años que murió. A esta hora exactamente estábamos en el hospital, ya nos habían dicho que no se podía haber hecho nada, entró en coma en el momento... Al menos no sufrió, pero en ese entonces no fue un consuelo. Claire estuvo gritando media hora mientras la sujetaba, sentados en esa puta sala blanca. Quería verla, no podía aceptar aquello, pero el médico no la dejó en aquel estado.
-Lo siento mucho, Rust.

Tras aquel susurro, Sally se sentó a su lado, despacio, observando el rostro triste del ex policía. Parecía que no podía escapar de revivir aquellas imágenes en su cabeza. La mujer volvió a prestarle atención en cuanto continuó. Otra vez era testigo de aquello que el propio Cohle había dicho: que cuando bebía de más, hablaba y divagaba en su mente atormentada.

-Yo sentía lo mismo que Claire; también necesitaba ver que era verdad, que se había ido para siempre... La diferencia fue que yo fui incapaz de moverme tras escuchar la verdad, así que la apreté contra mí y traté de no pensar para centrarme en Claire. Anoche tumbado en la cama pensaba en ellas, como tantas otras veces. En cómo podría haber sido todo, Sofía... Lo siento, estoy hablando de más; he bebido mucho.
-No pasa nada, Rust. No tienes que guardártelo todo para ti, eso no es bueno.
-¿Y qué lo es, Sally? Nada tiene sentido en realidad. Hay cosas contra las que no se puede luchar.
-No, claro que no. No hagas eso, Rust.
-¿Y qué quieres que haga? Soy esto, ya te lo dije. Siento que no te guste, pero es la verdad. -Sentenció, mirándola al fin, usando un tono más duro. No obstante, aquello no amedrentó a la joven.
-Lo que quiero es que hagas lo que dijiste que harías, y en el fondo quieres, porque lo necesitas. No quiero decir que no puedas tener bajones, o estar triste; sabes que me refiero a esto -agregó señalando los restos de alcohol-, y a encerrarte en tu bucle. Estoy aquí, habla si lo necesitas; o no digas nada, pero no estés solo, porque eso es lo que catapulta al desastre.

La mujer contempló al camarero, quien no dijo nada en respuesta y había dejado de mirarla. Fue entonces cuando Sally volvió a hablar, atreviéndose a buscar la mano cercana del expolicía.

-Además, te equivocas con eso de que no me guste todo esto... Me gustas tú, y eso implica que estoy dispuesta a lo que haga falta por ti, para ayudarte. Acepto y sé quién eres, Rust, por eso estoy aquí.

Cohle posó sus ojos profundos en los de ella, descubriendo aquel sentimiento que no quería decir abiertamente, pero que era palpable, emanaba de cada poro de la morena. El hombre se sorprendió levemente de que ella se atreviera a acercarse más, buscando sus labios con lentitud y cariño, sin atisbo de duda.

-¿Quieres que me vaya? -Preguntó Sally tras separarse, temerosa de su respuesta al haber notado poco receptivo al rubio. Él la contempló unos segundos hasta responder en un murmullo gutural.
-No, está bien.

Ella entonces sonrió de forma leve, y acariciando su rostro volvió a besarle, sintiendo como esta vez sí le correspondía con sus mismas ganas, las cuales iban ascendiendo con el correr de los segundos y el aumento de las caricias.

Tras varios minutos, la camarera se posicionó sobre él a horcajadas para terminar de disipar el espacio que los separaba, no distanciándose de los labios masculinos.

La pasión se incrementaba a cada instante transcurrido, y Sally no pudo contener un leve gemido mientras Rust besaba su cuello a la vez que recorría sus muslos, alzando su vestido hasta pasar la cadera.

No pasó mucho hasta que notó que las caricias del hombre iban más allá de sus piernas. Cuando casi le era imposible seguir aguantando sus ganas, se alejó para poder hablar, pero no tuvo que articular palabra cuando el rubio respondió a su pregunta no formulada.

-Ahí está el otro que trajiste aquel día.

Ella no perdió tiempo tras contemplar el preservativo sobre un pequeño mueble, y tras recogerlo volvió sobre sus pasos, esperando a que Cohle terminara de desabrochar su cinturón y prepararse para el encuentro. En cuanto estuvo listo, ella se deshizo de sus bragas y volvió a ocupar su lugar, buscando la boca de Rust con fervor, siendo correspondida con las mismas ganas que demostraba.

Aquello hizo que la mujer dejara de pensar, apartando las quimeras que solían asaltarla y se limitara a disfrutar lo que estaba ocurriendo, no pudiendo evitar que aquella felicidad volviera a invadirla sin control.