La cena luego de ese incidente del salón fue muy amena, habiendo superado todo lo relacionado con ese encuentro con Patty. La pasamos de maravilla. En algún momento, sin embargo, Patty y Eddie regresaron a la que fuera la villa Leagan. Y yo me fui a dormir esa noche a la que fuera mi alcoba. Estaba igual que como la dejé.

Annie y Archi se fueron a la habitación del tío abuelo, que era lo suficientemente grande para ellos. Y bastaba, pues habían dejado a los niños con la madre de Annie. Mi hermano, por cierto, tuvo que aceptar este arreglo sin protestar, y no sé lo que pasó con ellos una vez que se cerró esa puerta. Luego de la charla que tuve con ambos sobre su futuro de camino a Lakewood era indispensable que estuvieran solos. En cuanto a Georges y Margot, su esposa, ellos estaban ocupando la habitación de la tía Elroy, mientras que Emma ocupaba el que fuera el cuarto de Candy cuando fue adoptada. Candy y Albert, bueno, se desaparecieron y no sé dónde se fueron, pero ese fue un misterio que averiguaría días más tarde. De todos modos, Candy fue a verme como a las 9 de la noche para saber cómo estaba. La verdad era que me sentía a mis anchas, como cuando estuve anteriormente en Lakewood.

Lakewood a mí me encantaba. Era mi propiedad favorita, y saber que la tenía Georges en ese momento, me hacía sentir muy feliz. Siempre pensé que el pobre Georges hacía demasiado por la familia, sin recompensa, aunque ignoraba ciertas cosas que vine a saber después sobre los arreglos del clan con él. Todo, todo lo que tenía que ver con ese arreglo tenía una razón, y los jóvenes, por cierto, no las sabíamos entonces.

Al otro día, me levanté temprano, y no quise desayunar con la familia. Lo expresé, que quería reconectarme con mi ambiente. Comencé con los portales. A ese tiempo, en que el otoño comenzaba a asomarse, los colores de esa temporada hacían su acto de presencia. Siempre agradecí que la tía abuela nos permitiera recrearnos lo suficiente como para desarrollar nuestros portales. Los tres estaban intactos gracias a Georges, aunque el portal de rosas ya comenzaba a decaer y los pétalos comenzaban a caer, y el de agua comenzaba a enfriarse, así que nadar era a propio riesgo, aunque no niego que me hubiera encantado en ese momento.

Me senté, sin embargo, a quitarle los yerbajos al portal de rosas, a controlar la enredadera del portal de piedra, y a arreglar el bote cisne, que aún era guardado detrás del portal de agua. Georges me había contado que, en la fiesta de Fin de Año de hacía unos años, Albert se había ofrecido a enseñárselo a la pequeña Emma. Lamentablemente, la pequeña Emma ya tení años, y no le interesaba demasiado. O quizás yo podría interesarla si lo arreglaba. Tengo que admitir, fuera de que ya no era un joven como antes, que aún tengo algo de encanto infantil.

Pensando esto estaba, cuando, sin darme cuenta, Patty se me había acercado de pronto. No me había percatado de que llevaba un rato observándome, pero sin atreverse a hablar. Había llegado al desayuno, y al no encontrarme, decidió hacerme la visita afuera. Yo, al verla, le sonreí algo tímido, y la convidé a sentarse frente a una de las fuentes de la propiedad. Yo la seguí al poco rato.

"Ho…hola Stear".

"Hola…hola, Patty".

Instintivamente, al sentarnos, nos alejamos un poco el uno del otro. Luego de varios minutos de silencio, Patty fue la que comenzó a hablar esta vez.

"Quería que supieras que siento mucha alegría de que estés bien y vivo. Yo…yo sufrí mucho tu partida, ¿sabes? Pero no podía…"

"Patty, te entiendo perfectamente. Yo…yo no podía esperar…"

"Sí…"

"Pero cuéntame, cuéntame de tu vida. Yo, yo he oído muchas cosas buenas. Yo sabía…"

"Yo estudié y fui de las mejores en la clase. Tengo un doctorado. Soy la primera con doctorado de mi clase. Ya sabes que las mujeres no pueden…"

"Pero las cosas han cambiado, según veo…"

"Oh, sí. Mucho: Mucho".

"Me dice Candy que querías ser profesora en la universidad, pero, sin embargo, te has dedicado al Hogar de Pony".

"Sí. Es que, bueno, es que quería hacer algo más. Algo bueno. Y el tío abuelo nos ayudó, y por eso estamos aquí ahora, y yo ayudo al Hogar".

El tío abuelo otra vez. Para todo lo que estaba ocurriendo alrededor, era el tío abuelo el que había hecho todo. Estaba, por cierto, desesperado por saber, y no perdí la ocasión, aunque sabía que ella no me diría nada.

"Patty, ¿me ayudas en algo?", le pregunté por curiosidad.

"Dime, Stear… Si está en mis manos…"

"Patty, ¿quién es el tío abuelo? Todo el mundo me lo niega, y yo quiero saber", pregunté más por curiosidad que por recibir alguna verdadera respuesta.

Ahí Patricia guardó silencio, aunque no se alejó, ni me dejó con la palabra en la boca, como todos los demás. Al rato, quizás medio minuto después, me respondió en tono muy bajo:

"Stear, cuánto quisiera poder revelarte todo, pero no es mi secreto. Ese tiene que hacerlo el mismo tío abuelo. No te desesperes. Creo que pronto sabrás toda la verdad, y aclararás todas tus dudas. Pero no seas impaciente".

Yo bajé la vista.

"Stear, confía en mí. Yo no puedo romper ese secreto, porque no me corresponde. Por favor, no me lo pidas".

"Está bien. Esperaré. Igual, falta poco…", le respondí sabiendo que no había nada más que hacer con eso.

Terminé en ese momento la conversación ante el silencio de Patty, me levanté y me dirigí al bote-cisne, sin decirle más nada, que se me notaba la ofensa. Ella al rato, como pensando un poco las cosas, se me acercó de nuevo, y cuando me volví a mirarla, me sonrió algo tímida, como si tuviera algo en mente que no se le hacía fácil comentarme.

"¿Pasa algo, Patty?", le pregunté, de pronto, con mucha curiosidad, pensando que querría decirme algo como que estaba embarazada también, pero no.

Ella caminó de un lado para otro, como pensando cómo me diría lo que fuera que tenía en mente en ese momento.

"Stear, yo te conozco desde hace tiempo, y aunque no te he visto en años, puedo decir que algo te tiene preocupado más allá de todo lo que está pasando aquí. En mi mente, está que, no sé, quizás haya algo que te preocupa… ¿o alguien? ¿Es una mujer acaso?"

"No sé a qué te refieres", contesté a la defensiva.

Patty se sentó en la yerba mientras continuaba con su interrogatorio.

"Stear, de nuevo, te conozco, y mucho más de lo que piensas. Puedo ver que te debates en medio de una encrucijada. ¿Es que hay alguien que te está provocando, no sé, alguna confusión…a nivel emocional? Digo, es muy pronto para que…algo así te ocurra, pero quién sabe. Stear, y no lo digo para que te sientas mejor…con lo de Eddie, sino contigo mismo… que no te sientas culpable".

"No", le mentí. "Eddie es un gran hombre, y estoy seguro de que seremos muy buenos amigos todos".

Ella se levantó en ese momento, sin creerme, y a punto de irse, se giró hacia mí y me dijo.

"Si quieres hablar de eso que te perturba o de lo que te tenga preocupado, no dudes en hacerlo, estoy siempre para ti, aunque las cosas…aunque las cosas sean diferentes ahora. No te prives de buscarme si quieres desahogarte".

La observé mientras se alejaba, casi paseando y mirando todo, Y me preguntaba cómo lo había hecho. Cómo había notado algo de lo que no había querido hablar con nadie. Bueno, fue quizás Candy la primera que se percató del hecho, pero no le di importancia cuando salimos de Francia y dejamos a Marie Helène atrás, al menos no en apariencia. Esta Patricia me conocía demasiado bien. Cómo había notado que estaba pensando en eso, porque era eso lo que me tenía…preocupado, como ella me mencionó, ya llevaba varios días en ese pensamiento que por más que trataba de borrar con ocupaciones, tan pronto me acordaba de ella, se convertía en lo único en lo que podía pensar.

…..

¿Cómo fue que me había enamorado de Marie Helène? Ni yo mismo lo sabía. Cuando estaba en la isla, a veces miraba la foto que me dio Domi el día que partió de este mundo, y luego miraba la mía de Patricia, y sin darme cuenta siquiera, guardé la foto de Patricia debajo de la almohada improvisada, y la de Marie Helène la tenia colocada para verla de frente. Quizás eso debía darme un indicio de lo que me pasaba con ella. Pero no podía siquiera pensarlo, en especial porque por alguna extraña razón, Domi me había dicho que me le acercara a ella antes de morir para ayudarla, como adivinando de algún modo que yo sobreviviría la guerra, algo que no tenía explicación. También pensé siempre que Patty y yo nos reencontraríamos y continuaríamos la relación, pero luego de años, quizás mi propia mente, sin yo darme cuenta, descartó esa idea.

Patricia estaba casada, y por qué no admitirlo ahora, que reflexionaba sobre el asunto abiertamente en mi hogar, me sentí algo celoso con lo de Eddie, pero al verlos juntos, y cómo él y ella se relacionaban frente a todos nosotros, era claro que ese capítulo mío con ella se había cerrado desde hacía mucho tiempo. En cuanto a Marie Helène, ya Domi había muerto hacía años, y esa maravillosa joven quizás estuviera disponible y dispuesta. No sé, pero esa culpabilidad que tenía también con mi amigo del alma, debía hablarla con alguien. Quizás Patty tenía razón. Aunque fue siempre Candy la que me brindaba esa confianza, nunca fue mi novia, y nunca me le acerqué con el interés que tuve en alguna ocasión en ella. O quizás, sólo quizás, debía hablarlo con ella, con Patricia y, por qué no, con Annie, que se había convertido, después de todo, en otra amiga a la que quería ayudar con mi hermano.

Quizás debía hacerlo, hablarlo. Tratar de esconder eso que me pasaba no me ayudaba. De pronto, me sentía hasta peor. Sí, tendría que buscar el momento propicio. Eso sucedería más temprano que tarde. La tía abuela siempre decía que debíamos darle al mal tiempo buena cara. Para todos los efectos, fue dos días después, un día antes de saber el gran secreto del tío William. El día antes de esa charla me esperaba otra gran sorpresa.

Aunque traté de hacer rápido los arreglos para esa charla, Candy me había expresado que tenía algo qué hacer en el pueblo, algo que tenía que hacer sola, y aunque me comprometí a ayudarla, me dio las gracias, tomó sus llaves, y salió manejando ella. Ni chófer llevaba, así que supuse que sería algo personal. No quise ser entrometido. Sin embargo, no dejó de dolerme, pues noté que todo el mundo andaba independiente y de secretito y el hermetismo me tenía más curioso. Desayuné, sin embargo, con todos, charlamos amenamente, y luego, cada cuál siguió con sus quehaceres.

Albert, Archi, Eddie y Georges se encerraron en la biblioteca a preparar planes supuestamente de negocios a los que no estaba invitado. Cuando pregunté me dijeron que descansara, que ya habría tiempo para enterarme de esos asuntos. Sospeché que tenía algo que ver con lo del tío abuelo. Ciertamente lo era, pero eso lo supe dos días después.

Patty y Annie se fueron después del desayuno supuestamente al Hogar, para resolver una situación administrativa. Y yo, por supuesto, me fui a seguir trabajando en los portales, y poniéndome al día. De pronto pensé en irme a la vieja cabaña del bosque, que Albert me había comentado que estaba arreglada. También pensé que tal vez sería una buena cabalgata hasta allá con Marie Hélène, si hubiera estado aquí, en Lakewood. Pero ese era un pensamiento muy tonto. Marie Hélène estaba en Francia, demasiado lejos como para siquiera servirle a mi tonta fantasía.

Tanto secreteo. Siempre me pareció que todo lo que estaba pasando alrededor mio era para mí, y que querían sorprenderme, pero fue triste, pues me la pasé todo el día solo. En algún momento, cuando vi salir los tutores de Emma, fue que decidí entrar, y comerme algo. Ella estaba en esa mesa inmensa del comedor sólita. Lucía tan chiquita.

"¿Puedo sentarme contigo a merendar? "

Ella me afirmó con la cabeza. Me senté entonces a su lado. A ese momento, se me acercó Dorothy, a quien no había visto desde que había llegado.

" Hola, Master Aristear".

"Sólo Stear para los amigos"

Ella sólo me dio el saludo formal de siempre, y continuó con su servicio.

"La señorita Emma gusta merendar sándwiches de mantequilla de maní y mermelada a esta hora ", informó guiñando un ojo, lo que ocasionó la risa de la pequeña. "¿Quiere, Sr. Stear? "

Y antes de poder contestar, Candy, Patty y Annie dijeron al unísono:

"Queremos ", y se echaron a reír.

Detrás venían mi hermano, Georges, Albert y Eddie, y contestaron:

"Y nosotros también ".

Y todos nos sentamos, mientras Dorothy y otra muchacha atendía nuestra solicitud. La verdad es que me moría de hambre, y Emma también, que no dejaba de decirme que nos quedáramos con la mercancía y saliéramos corriendo. Era la primera vez que veía a Emma tan alegre.

"Tengo una idea", de pronto dijo Candy. Por qué no nos vamos a una de las glorietas frente al río. Así nos refrescamos un poco con este fabuloso té que prepara Dorothy. Es más, Dorothy… " comenzó a llamarla Candy.

"Dígame".

"Primero, nada de formalismos, que tú eres familia. Ven y hagamos una pequeña fiesta con todo".

Dorothy Lo pensó un poco, y luego dijo que sí, y así, salimos al jardín con refrigerios, y la pasamos muy bien. La verdad es que era tanta la informalidad, que nunca imaginé a la tía Elroy participando de este tipo de compartir, aunque me juraban y perjuraban que así había sido.

"La tía Elroy cambió muchísimo luego de…", ahí Albert guardó silencio.

Según parece, se le iba a escapar un dato que sólo podía referirse al viejo William y que él sabía. Pero no lo tomé a ofensa esta vez, por lo bien que la estaba pasando.

Después de la"fiesta", que terminó al anochecer, ayudamos en la limpieza, y luego nos fuimos todos a la biblioteca un rato, mientras que, a las mismas 9 p.m., entró la mucama para llevarse a la Srta. Emma. Después de compartir largo rato y leerle, ella me comenzó a llamar padrino Honorario (ya que Albert era su padrino oficial), me abrazó y me pidió que al otro día la buscara para ir a pasear con ella por los jardines. Le dije que era una cita, y así terminamos el día. La verdad, igual que a Albert y a Georges, Emma me robó desde ese momento el corazón.

CONTINUARÁ...