Descargo de responsabilidad: Twilight y todos sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, esta espectacular historia es de fanficsR4nerds, yo solamente la traduzco al español con permiso de la autora. ¡Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Disclaimer: Twilight and all its characters belong to Stephenie Meyer, this spectacular story was written by fanficsR4nerds, I only translate it into Spanish with the author's permission. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!


No encuentro palabras para agradecer el apoyo y ayuda que recibo de Larosaderosas y Sullyfunes01 para que estas traducciones sean coherentes. Sin embargo, todos los errores son míos.


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No había rastro de su marido en el pueblo. No sabía a quién había ido a ver, pero todas las personas a las que preguntaba decían no haberle visto en días.

Con cada movimiento de cabeza, su corazón se hundía más y más.

Regresó a su casa, atreviéndose a esperar verlo allí, en su taller o tal vez durmiendo la siesta bajo el manzano, como le gustaba hacer durante el verano y los días más cálidos del otoño.

Su taller estaba a oscuras y lo único que había bajo el manzano era la larga hierba que se inclinaba suavemente con la brisa.

Su corazón se cansaba cada vez más.

Al caer la noche, supo que algo iba gravemente mal.

No podía volver a su cama, no hasta que el agotamiento se lo exigiera, así que se acurrucó junto al fuego, con la mente pensando en todas las posibilidades. Él nunca la abandonaría voluntariamente y, aunque ya se había ausentado días enteros, siempre le avisaba si la ausencia se prolongaba más de lo previsto. Él le contaba que preveía ausentarse algún tiempo, y ella lo echaría de menos, pero su corazón y su mente seguirían adelante porque tenía que hacerlo y porque sabía que él volvería pronto con ella.

Se sentía a la deriva con su ausencia, arrastrada por la marea sin nada que la anclara al mundo.

Bear apoyó su pesada cabeza a los pies de ella, tratando de proporcionar a su ama algún consuelo, pero su propio corazón animal también estaba agobiado sin su amo.

Se quedó dormida junto al fuego, con el corazón oprimido y las pesadillas atormentando su mente.

Cuando se despertó en mitad de la noche, con el hogar en silencio, supo lo que tenía que hacer.

Sabiendo lo que le esperaba, se levantó de la silla, haciendo señas a un Bear somnoliento para que la acompañara mientras se acurrucaba en la cama. Él subió a su lado, su lomo se acurrucó contra la espalda de ella y soltó un largo suspiro que ella sintió que coincidía con el sonido de su corazón.

Afortunadamente, no tardó en volver a dormirse.

...

El pueblo volvía a bullir mientras ella se dirigía a la población. El frenesí del día anterior no era nada comparado con el ajetreo de ahora. Tenía un rumbo fijo, pero se detuvo, reconsiderando su ruta. La gente volvía a correr hacia el cementerio y ella se preparó para seguirlos.

Se le encogió el corazón al ver cuánta gente se había reunido y se preparó en silencio para recibir más noticias inquietantes.

—La blasfemia más negra—, murmuró una lugareña, sacudiendo la cabeza al pasar Bella. Los duros ojos de la mujer estaban clavados en el campo que tenía delante, y Bella se volvió para hacer inventario.

Habían volcado varias tumbas, pero el olor a podrido del aire le indicaba que los ataúdes aún contenían cadáveres.

—¿Ladrones de tumbas?—, preguntó, sobresaltada.

—Es el retornado—, murmuró la mujer, cruzándose de brazos. —Ha vuelto para comerse a nuestros muertos.

Todos a su alrededor se cruzaron de brazos. Bella sintió que un escalofrío se apoderaba de su espíritu. Conocía la palabra retornado, aunque nunca había tenido necesidad de usarla. Pero su esposo era fabricante de ataúdes, así que, por supuesto, conocía las historias.

Eran seres que volvían de entre los muertos. Algunos eran maliciosos, con la intención de comer, matar y destruir, mientras que otros eran enviados como presagios.

Nunca creyó en las viejas supersticiones de los retornados, aunque recordaba que el padre de su esposo le contaba historias de ellos cuando era niña.

Miró al grupo que estaba chismoseando a su lado, frunció el ceño y pasó de largo. El alguacil estaba de vuelta, con aspecto de enfermo mientras miraba las tumbas abiertas.

—¿Alguacil?—, preguntó ella llamando su atención.

Él la miró. —Señora Masen—, exhaló. —¿Ha vuelto su esposo?

Ella negó con la cabeza. —No, y no he sabido nada de él—. Hizo una pausa y miró hacia la tumba abierta más cercana. Se le revolvió el estómago al ver el cadáver putrefacto que había debajo. —Esto es indigno—, protestó en voz baja.

El alguacil asintió con la cabeza. —Estamos trabajando para que vuelvan a descansar, pero...—. Hizo una pausa, mirándola. —Nos vendría bien la ayuda de su esposo.

Ella le miró. —¿Tiene alguna idea de qué es lo que está pasando?

El alguacil miró la tumba profanada. —Es demasiado reciente para determinarlo todavía—, insinuó. Ella lo miró fijamente, dándose cuenta de que él tenía una teoría, pero no se la dijo. No sabía si era porque era mujer o porque su teoría lo asustaba.

Tragó saliva. —Buena suerte, alguacil.

Se dio la vuelta, abriéndose paso entre la multitud. Llamó a Bear a su lado y este vino corriendo, asustando con sus ladridos a varias personas. Hoy tenía una misión, y no necesitaba que los miedos supersticiosos del pueblo la frenaran.