Disclaimer: Fairy Tail y sus personajes pertenecen a Hiro Mashima.


-El enigma de la lluvia-


El viento soplaba con tanta fuerza en la calle que la tenía completamente desierta. Las ventanas temblaban con fervor, las juntas de las puertas chocaban y parecía que una tromba de agua enorme iba a descargar en la ciudad en cualquier momento con toda su fuerza, pero el día había pasado entre nubarrones oscuros y no había llovido.

En otros tiempos, probablemente responsabilizarían solo a una persona por aquel temporal. La mujer de la lluvia era capaz de hacer que el tiempo cambiara en un instante o que estuviera revuelto durante semanas completas. Pero eso sucedía cuando estaba sumida en la más profunda oscuridad, cuando su sol aún no había llegado a su vida para iluminar cada uno de los rincones de su existencia.

En la actualidad, Gray sabía que, cuando había una tormenta, era un mero fenómeno meteorológico provocado por la naturaleza y que la mujer hermosa que dormía a su lado nada tenía que ver con el mal tiempo que ensombrecía toda la ciudad.

Aquel día no habían ido al gremio. Además del temporal, era domingo y el estado de Juvia cada día le permitía hacer menos cosas con soltura, así que habían decidido descansar y dejar de ir progresivamente hasta que su hijo naciera.

Fue a la cocina, se preparó una taza de café muy oscuro, sin echarle ni una pizca de azúcar, y volvió al salón, donde Juvia dormía plácidamente en el sofá. Él se sentó en un sillón, justo a su lado, dejó la taza en la mesa que coronaba el pequeño pero acogedor salón de su casa y se acercó a ella para acariciarle el vientre, besarle la frente y subir un poco la manta de cuadros azules y blancos con la que la había tapado tras observar que se había quedado durmiendo.

Juvia era una mujer especialmente enérgica, pero el embarazo la tenía ciertamente aletargada. Sin duda alguna, en las últimas semanas más, pues llevar a un bebé en el interior no tiene que ser nada fácil. Su estado de gestación en ese momento era de siete meses y ya empezaba a notar que algunas cosas eran mucho más difíciles de hacer que nunca y se sentía más cansada, así que Gray la vigilaba para que no se excediera y la cuidaba como nadie.

En mitad de la noche, con solo escucharla dándose la vuelta en la cama, él se despertaba automáticamente, la ayudaba con lo que necesitara y esperaba a que se volviera a dormir para regresar a descansar también. Ella solía susurrarle bajo «Juvia no sabe qué ha hecho para merecer tanto» y le daba un beso en los labios antes de posar la cabeza en la almohada y dormirse de nuevo. Y Gray, abrumado ante su brillante grandeza y todos los hermosos y puros sentimientos que despertaba en su corazón, se deleitaba recitando en su mente una lista infinita de cosas que ella había hecho para salvarlo de la penumbra tenebrosa de su antigua soledad.

El día que la conoció fue realmente curioso, pero pensaba que era un día más. Lo pensó durante mucho tiempo y, si era sincero consigo mismo, durante años lo fue. Sin embargo, cuando Juvia y él comenzaron a salir juntos, ella le explicó que ese fue el día en el que el sol llegó a su vida tras muchos años de aguaceros constantes. Las perspectivas de los seres humanos pueden llegar a ser diametralmente opuestas. Para él, ese día solo había sido uno más en el que luchaba por el gremio y en el que conoció a alguien que con el tiempo se convertiría en una compañera nueva; no tenía más trascendencia. Pero para Juvia había sido el momento exacto en el que su nueva vida había dado comienzo y de ahí que le profesara una devoción tan grande que en un inicio incluso lo abrumó.

Nunca se negó internamente que le parecía una mujer preciosa, pero sus excesivas atenciones lo agobiaban demasiado, y en esa época estaba muy centrado en el gremio, en los enemigos, en sus misiones y en escapar de ese vacío existencial que lo había acompañado durante tantos años. No estaba preparado para amar a alguien.

Los años pasaron, pero Juvia nunca se fue de su vida. Con su paciencia infinita, esperó por él. Lo decidió porque así le salía del corazón, pues, según le contó más tarde, al principio ni siquiera tenía expectativas de que pudiera enamorarse de ella. Incluso él también lo creía así.

Sin embargo, algo cambió. Gray nunca supo el instante exacto, pero Juvia dejó de ser una compañera más. Pudiera haber sido aquel momento en el que contempló su posible muerte y la protegió, sacrificándose en el proceso, porque ya no imaginaba un mundo sin su presencia, pero no estaba totalmente seguro.

Lo que sí sabía a ciencia cierta era que, para la época en la que creyó ver morir a Juvia a manos de Invel, ya estaba enamorado de ella hasta los huesos. Pero había otro problema. Cuando empezó a darse cuenta de que sus sentimientos por Juvia se estaban comenzando a expandir, quiso ignorarlo. Trató de hacerlo con todas sus fuerzas, porque sentir que amaba tanto a alguien lo dejaba aturdido por el mero hecho de pensar que siempre le hacía daño a aquellos que amaba. Ya le había sucedido en varias ocasiones en el pasado y que Juvia se hubiera sacrificado por él era la prueba irrefutable que confirmaba que su deber era estar solo para no lastimar a las personas que más le importaban.

El tiempo continuó con su curso y Gray se dio cuenta de que tal vez la vida le había dado una nueva oportunidad para ser feliz y por eso Juvia seguía viva y a su lado. Pero no se sentía suficiente para ella, así que se hizo una promesa a sí mismo: se convertiría en un hombre digno de su amor.

El problema era que nunca se conformaba con lo que era en sí mismo y se terminó cansando de estar solo y alejado del amor de su vida. Así que, cuando regresó de la misión de los cien años, aun habiéndose vuelto mucho más fuerte, pero sabiendo que nunca se consideraría suficiente, decidió dejarle claro a Juvia que no podía vivir sin ella.

Esa fue la primera vez que la besó. Acababa de terminar la gran fiesta por el regreso de todo el grupo Natsu en el gremio y estaban en mitad de una calle desierta que nadie atravesaba debido a las altas horas de la madrugada que eran. No le dijo mucho, pues al fin y al cabo Gray nunca había sido un hombre de palabras, sino más bien de actos y, tras acariciarle la mejilla sutilmente y ver el brillo vigoroso y radiante de sus ojos expectantes, le posó los labios en los suyos de forma tan delicada que hasta le pareció un sueño.

A partir de ese momento, decidió que no quería pasar ni un segundo más de su vida lejos de Juvia. Se mudaron juntos antes de cumplir los cuatro meses como pareja, pero no se arrepentía del ritmo vertiginoso que todo entre ellos estaba tomando, porque ella ya había esperado por demasiado tiempo y no creía justo que tuviera que hacerlo más.

El día de la mudanza fue un estrés constante, pero finalmente aquella casa alquilada a solo dos calles del gremio se había convertido en un verdadero hogar al albergar todas sus pertenencias y a ellos mismos. Esa noche, hicieron el amor por primera vez encima de la alfombra del salón, pues las ganas y la expectativa no les permitieron llegar a la habitación.

Gray, más que nada, recordaba la forma en la que ella lo miraba con ardiente pasión y expresa devoción impregnadas por completo en sus ojos azules, grandes y cálidos, que se quedaron fijos en los suyos durante mucho rato, como si el tiempo se hubiera congelado y no hubiera alguien más especial en el mundo que él. También recordaba el momento en el que ella se desnudó en sepulcral silencio en mitad de la noche y de la habitación, y Gray, para que no se sintiera demasiado expuesta ni avergonzada, la siguió enseguida. La miró entre las sombras y se sonrieron en silencio, con solo el ruido de las caricias y el roce de sus pieles de fondo para acompañarlos.

No fue una sorpresa demasiado grande enterarse de que esperaban un hijo pasados unos cuantos meses más, pero sí un motivo de alegría enorme, pues Gray por fin tendría su propia familia —aparte de la del gremio, por supuesto— y Juvia cumpliría su sueño.

Todo aquel proceso bello y complejo que había sido el embarazo no estuvo exento de dudas. Gray siempre se preguntaba si podría ser un buen padre, si sería capaz de protegerlos a los dos, pero Juvia apaciguaba una y otra vez todos sus pesares recordándole el gran hombre y pareja que era y el excelente padre que iba a ser.

Se quedó mirándola un rato más, velando por su sueño. A los pocos minutos, Juvia se dio la vuelta en el sofá y el colgante que siempre le perteneció y que le había dado se le salió por el cuello del jersey que llevaba. Gray miró su brillo hipnótico. Había decidido dárselo como promesa de un futuro juntos y ella no se lo quitaba nunca. Era como si hacerlo lo alejara inmediatamente, como si se sintiera perdida y vacía sin la prueba de su compromiso y amor.

Cuando posó los ojos en su rostro, Juvia lo miraba con el rostro somnoliento y los ojos algo hinchados, pero con una sonrisa suave en los labios.

—¿Ha dormido Juvia durante mucho rato? —le preguntó mientras se incorporaba. Él no dejó que lo hiciera sola y aprovechó para sentarse en el sofá, justo a su lado. Juvia, a su vez, se abrazó a su cuerpo con urgencia, como si lo hubiese echado terriblemente de menos, a pesar de que ese día ninguno había salido de casa.

—Lo necesario para descansar. Ahora tienes que hacerlo todo por dos, así que es normal.

Juvia asintió y suspiró. Tal vez era una forma de mostrar su alivio y de recordarse a sí misma que, por fin, era feliz. Que esa felicidad que había buscado desde su más tierna niñez por fin alumbraba sus días y que su sol era el máximo responsable de que su vida fuera plena.

—¿Qué ha hecho Juvia para merecer tantas cosas buenas, y sobre todo, para merecer a Gray-sama? —repitió ella como un mantra, como hacía siempre que se despertaba y lo notaba cerca.

Normalmente, Gray no le contestaba, porque creía que era una pregunta retórica, pero ese día nublado que presagiaba una gran tormenta, sus labios se deslizaron y aquella pregunta que parecía no tener respuesta, al fin la encontró.

—Ser la persona más especial del mundo.

—Eso lo eres tú, Gray-sama. ¿Cómo podrá Juvia devolverte todo lo que haces por ella, todo lo que le das?

—Queriéndome para siempre. Con eso basta.

Juvia apretó el abrazó y asintió con fuerza, y Gray le acarició el vientre. Sintió un movimiento enérgico proviniendo de su hijo al dar una patada y enarcó una ceja mientras lo miraba.

—¿Crees que se ha puesto celoso?

—Eso parece. Lo siento, pequeño —le dijo mientras posaba la palma de la mano abierta encima del vientre de nuevo—, sé que será duro, pero tendremos que compartir a mamá.

—No pasa nada. Juvia tiene amor más que suficiente para los dos.

Gray besó su frente y se quedaron abrazados en el sofá. Fuera, la lluvia comenzó a caer con fuerza, empapándolo todo a su paso, y Juvia la miró de reojo a través de la ventana, sabiendo que ya no era cosa suya, porque el cariño de aquel hombre tan bueno y especial hacía que su vida ya no estuviera llena de tormentas y tristeza, sino de rayos diáfanos de sol brillante y del más puro y genuino amor.


FIN


Nota de la autora:

Llevaba mil sin escribir gruvia, así que sí, me ha costado bastante sacar esto. Pero la inspiración ha llegado hoy, que está lloviendo mucho, y el sonido de la lluvia me ha llevado a poder sentarme del ordenador y escribir algo decente.

Esta historia forma parte de un evento de peticiones que hice en Wattpad y la verdad es que me ha hecho muy feliz escribir de nuevo de mi ship supremo.

A todos los que paséis a leer: muchísimas gracias.

Nos vemos pronto.