Se suponía que actualizara más temprano el día de hoy, pero como siempre cuando quiero actualizar, FF dice no, no en mi guardia, hace la automorición, y los servidores de FF no cooperan, así que, lo siento mucho, sé que es tarde, y que seguro querrán dormir, pero hasta ahora pude subir el capítulo. No planeo explayarme mucho en este sumario, solo decir, que si alguien está leyendo ambas Sagas de los Titanes en paralelo, verá que todo está reacomodado en este capítulo, el orden de los sucesos ya no es el mismo, pero pienso que para la trama actual, este orden es mejor, en español para que me entiendan, los capítulos originales: 5, 6 y 7 de Guerras Doradas Original, están revueltos en este capítulo en un orden de sucesos más coherente lo que significa que lo mismo va a pasar con el capítulo que le sigue. Espero que lo disfruten.

Josh88: Y que recuperaste tu corona, felicidades por recuperar el primer puesto. El Cabello Escarlata de la Athena de la Guerra de Troya tiene una razón de ser… razón que no diré ya que sería spoiler de "Guerras de Troya", pero no es una razón que importe mucho de momento. La Daga Dorada en la versión original estaba presente en la pelea de Saga porque ese Saga de Géminis, no era el Géminis Bondadoso, más bien era el malo que no se dejó manipular, pero seguía teniendo cierta maldad presente, el de esta versión es más bien un Saga que nunca fue tentado por la maldad, así que piensa en este Saga como el Saga después de su redención en la saga clásica, pero estando desde un inicio. Arctos es un personaje más, no tendrá más relevancia sobre la divergencia que no sea el ser juzgado por sus acciones, pero más que eso, no es un personaje que yo planee explotar demasiado, más que nada porque su historia no está terminada, y no quiero volver a caer en el error de darle demasiado protagonismo a un personaje que no ha terminado de ser escrito, así que tendrá una participación más que nada moderada. Sobre la pelea de Mnemosyne y Mephisto, esa es una de las partes que más van a cambiar en este remake, casi estoy seguro de que el cambio no va a ser del agrado de muchos, ya que romperá con una parte muy notable del personaje de Máscara Mortal en Guerras Doradas original, pero, aun así, quiero darle este giro a la trama de Mephisto, porque su personaje me gusta para otra actitud, y otras historias, así que, lo siento mucho de antemano, no me linchen por el cambio, ¿qué cambio? Lo entenderán en los primeros párrafos de este capítulo.

Rocharin Hua San: ¡AH! ¡Ya te reconocí! Pues si te cambias el penname pues se me complica jajaja. Entonces no leíste Guerras Doradas original. ¡Significa que tienes la historia en blanco! ¡Perfecto! ¡Oh, no sabes cómo lo voy a disfrutar! Me reservaré el darte spoilers, solo que sepas que la de los Titanes Original, fue la saga más reducida de todas, con eso nos vamos. Espero que tus platos sigan quedando relucientes con mi historia de fondo, que la disfrutes.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de los Titanes.

Capítulo 8: El Brillo del Sol en la Tierra.


Grecia. Atenas. El Templo del Patriarca. Julio de 1983.

Inicia tema: Lullaby.

Comenzaba a llover en el Santuario mientras las sangrientas batallas se libraban tanto dentro de las 12 Casas, como en el Laberinto de Cronos. Batallas entre dioses y mortales, que traían grandes pesares al corazón de Saori, quien, dentro de la oscuridad de su mente, comenzó a escuchar el sonido de las teclas de un piano, y una bella voz que comenzaba a despertarla.

-Dentro de tu alma brilla… una llama de coraje y convicción… gran valor… mientras tus heridas sangran un rojo color –Saori abrió los ojos, y un cálido sentimiento comenzó a envolverle el pecho, calentándole el corazón-. Ven, puedes descansar aquí, dormirte en mi pecho… el sueño es tierno aún, en la dulce juventud el madurar tú podrás… el cielo alcanzar… aunque caigas siempre te pondrás levantar… resplandor, de estrella fugaz, aunque llegue un hermoso amanecer, mis ojos solo a ti te pueden ver… resplandor, de estrella fugaz, ese brillo no lo dejes escapar, estemos juntos por la eternidad… -al virarse un poco, y despertar sus sentidos, Saori notó que se encontraba dentro del Templo del Patriarca, en brazos de una hermosa mujer que parecía abrazarla mientras que tocaba el piano frente a ella, rodeando a Saori de una calidez maternal entre sus brazos, mientras sus dedos danzaban con las teclas, se trataba de Yoshiko, quien a ojos cerrados se entregaba a la melodía musical-. Dentro de tus ojos brilla, la esperanza de un mañana y un porvenir, aún mejor… a pesar de los recuerdos tristes del ayer… ven, solo trata de olvidar, recuéstate y descansa… la juventud verá… que el viento se llevará, todo aquel dolor… pronto se borrará… en la arena del tiempo se enterrará… resplandor, de estrella fugaz, y que importa si no para de llover, mis ojos solo a ti te pueden ver… resplandor, de estrella fugaz, tus problemas van a desaparecer, si una vez más vuelves a sonreír… -dirigió su mirada Yoshiko a Saori, quien se ruborizó al verla, la niña casi podía ver a una entidad más junto al piano y detrás de Yoshiko, una mujer de cabellera morada a quien Saori parecía haber olvidado, o al menos no había recordado lo que aquella presencia había significado para ella tras haber despertado como la Diosa Athena, el sentimiento que Yoshiko le transmitía, era tan maternal como el de ver a aquella mujer que cantaba a su lado, el ver a Metis, quien en esos momentos se unía a Yoshiko con su voz, y con la finalidad de calmar el corazón herido de su hija-. Resplandor, de estrella fugaz, aunque llegue un hermoso amanecer, mis ojos solo a ti te pueden ver… resplandor, de estrella fugaz, ese brillo no lo dejes escapar, estemos juntos por la eternidad… -los ojos de Saori se llenaron de lágrimas entonces, atesorando aquel sentimiento en su pecho. Su mente regresando en el tiempo, a aquel momento de su nacimiento, a su primer respiro en brazos de su verdadera madre, Metis, y en un intento de volver a revivir aquel sentimiento, se abrazó de Yoshiko, quien sonrió, le regresó el abrazo permitiendo que Saori llorara en contra de su pecho-. Bienvenida de vuelta, Saori… -sonrió Yoshiko, incluso besándole la frente-. ¿Lograste descansar, aunque sea un poco? –le preguntó Yoshiko.

Termina tema: Lullaby.

-Eso creo… -aceptó Saori, limpiándose las lágrimas de los ojos-. ¿Qué fue ese sentimiento? Esa canción… era como el canto de una madre intentando reconfortarme… aunque no es que yo pueda comprender eso… nunca conocí a mi verdadera madre… -admitió Saori con tristeza.

-La conociste, ¿lo has olvidado? –le recordó Yoshiko, y Saori se apenó por no haber apreciado mejor ese momento hace 4 años, cuando Metis la envolvió entre sus brazos, sufriendo por el destino que esperaba a su hija- No sé lo que es ser una madre tampoco… aunque técnicamente, soy tu madre por adopción… no es algo que ni Aioros ni yo hayamos podido aprovechar del todo, aunque sería lindo poder tener una hija como tú –le sonrió Yoshiko apenada, Saori se ruborizó un poco por el comentario, y solo pudo asentir, mientras se ponía de pie, pensativa por lo que acababa de ocurrir-. Sé que no es el momento de este tipo de conversaciones, aunque, siempre te vi como más que solo una estudiante… aunque esté mal que yo, una mortal, piense de esa manera –volvió a apenarse Yoshiko.

-La Athena de la Guerra Olvidada también tuvo a alguien así en su vida –recordó Saori, sonriente ante Yoshiko, quien se sintió un poco más tranquila-. Es gracias a ese amor… que la Athena de la Guerra Olvidada logró sacrificarse por sus caballeros. Lo que me recuerda, me quedé dormida. ¿Cuánto tiempo…? –intentó preguntar Saori.

-Solo unos minutos –aclaró Yoshiko, virando su rostro, y observando el Reloj de Cronos por entre las columnas del Templo del Patriarca-. Las Flamas de la Cuarta Casa siguen ardiendo poderosas. Y las batallas se presentan más violentas que nunca… todo lo que pude hacer… fue brindarte escasos minutos de descanso… la Nueva Titanomaquia apenas está entrando en la cúspide de su intensidad –declaró Yoshiko, y los momentos de tranquilidad de Saori terminaron casi tan rápido como llegaron, mientras su mirada se posaba en la Flama de la Casa de Cáncer.

Casa de Cáncer.

-¡Mnémos Gale! –resonaba la voz de Mnemosyne de Megas Tsekoúri, quien en esos momentos sostenía sobre su mano una esfera de vientos rosados, misma que reflejaba las imágenes de las muertes de cientos de personas, todas observando el rostro de Máscara Mortal antes de perder sus vidas, temerosos de su cínica sonrisa, mientras el de Cáncer reflejado en los vientos se regocijaba en la matanza, no así lo hacía el verdadero Caballero de Cáncer frente a los ojos de Mnemosyne, que mantenía la mirada perdida, mientras en su mente se veía a sí mismo asesinarse una y otra vez, recorriendo todas y cada una de las memorias de las caras en la Casa de Cáncer, mientras revivía en su mente todo el sufrimiento que había hecho padecer a otros- El Mnémos Gale ya debe haberte destrozado la mente, incluso puedo sentir al Satán Imperial desvanecerse de mi alma. Estás tan próximo a la frontera de la muerte, que no hay forma en que me convierta en un Demonio. Las memorias de Antonella que he programado en mi mente, podrán herirme el corazón, pero no son más que una ilusión que he usado en mi beneficio para deshacerme de tan tremenda maldición. Una vez que cruces aquella frontera, estaré libre de mi maleficio y podré continuar… después de todo… estos sentimientos solo me sirven para ese propósito, ya que no hay forma de que alguien pudiera sentir realmente amor por un humano tan vil como tú… ni siquiera yo podría, quien soy la única entre los 12 Titanes que recuerda la verdadera razón detrás de esta guerra… -meditó Mnemosyne, más entonces, notó la mano ensangrentada de Máscara Mortal tomarla del rostro, y azotarla con fuerza en contra del suelo de la Casa de Cáncer-. ¿Qué es esta fuerza? –se preguntó la Titánide, sorprendida.

-¿Te divierte jugar con la mente de los demás, bruja? -preguntó el Caballero Dorado. La ira era más que evidente en su ser. Mnemosyne, quien forcejeó contra su mano, notó que la ira de Máscara Mortal era tan grande como para presentarle un desafío a su Dunamis en esos momentos- He recibido tu penitencia divina… me has forzado a vivir la matanza de todos aquellos a quienes he asesinado… pero no has logrado doblegarme. ¡Has logrado enfurecerme! -las flamas de la Casa de Cáncer comenzaron a resonar con la ira de Máscara Mortal, una ira que incluso Mnemosyne sentía era tan maligna como para inspirarle miedo- ¡Corromperé tu alma! ¡Despedazaré tu ser de tal forma que, tras perder tu verdadero cuerpo, tus rencarnaciones jamás olvidarán el sufrimiento que les he causado! ¡Te arrepentirás por la eternidad en el Tártaros por haberme forzado a revivir el sufrimiento de mis victimas! –amenazó Máscara Mortal, aunque momentos después de proferir aquellas amenazas, una tremenda patada de Mnemosyne terminó por lanzar al Caballero de Cáncer contra el techo de su templo, donde quedó clavado momentáneamente, aunque mirando en dirección a la Titánide con odio.

-¿Cómo es que tu mente no ha colapsado? ¿Acaso el ser asesinado una y otra vez no ha significado nada para alguien de un corazón tan ruin como el tuyo? –le preguntó Mnemosyne, mientras Máscara Mortal se desprendía del techo, caía pesadamente de pie en contra del suelo, alzaba la mano, y comenzaba a reunir un vórtice de Fuego Fatuo a su alrededor-. Eres el ser… más despreciable al que haya conocido… me cuesta tanto el poder salvarte la vida como he hecho con los demás, debiste aceptar el estado vegetativo en que al menos podrías conservar la vida… -le apuntó Mnemosyne, su Dunamis una vez más perdiendo el control y tornándose escarlata, mientras apuntaba su dedo envuelto en el Dunamis carmesí en dirección a Mephisto, aunque la misma Titánide se detuvo a sí misma con su otra mano, envolviendo la misma en su Dunamis azul-. No… si yo me entrego al Satán Imperial y me convierto en un Demonio… todo habrá sido en vano –se estremeció la Titánide.

-No sé qué tanto balbuceas, basura divina –interrumpió su conflicto bipolar Máscara Mortal, con el ejercito de almas a sus espaldas-. Pero me has insultado, y no pienso tolerarlo. ¡Flamas Azules Demoniacas del Praesepe! –las flamas se abalanzaron en contra de Mnemosyne, y la explosión resultante del choque de las flamas con su cuerpo, estremeció a toda la Casa de Cáncer. Más cuando el polvo elevado por la misma se dispersó, la Titánide continuaba desafiante, y sin un solo rasguño, frente al Caballero Dorado de Cáncer- ¿Cómo? Ese ataque llevaba todo mi poder, incluso otros Caballeros Dorados habrían caído ante el mismo –sentenció Máscara Mortal iracundo.

-Y aún con todo ese poder… no eres capaz siquiera de herirme… -le comentó Mnemosyne, sus ojos tornándose oscuros, su Dunamis consumiéndose escarlata nuevamente-. Eres un inútil… el más débil de todos los Caballeros Dorados… tan débil que no fuiste capaz de salvarme… yo te esperé Mephisto… È colpa tua se mi hanno ucciso, Mephisto –enunció Mnemosyne en italiano.

-¿Mi culpa el que te hayan asesinado? Tus intentos de hacerme sentir remordimiento por un triste evento de mi pasado me son risibles, y no hacen más que alimentar mi deseo de destruirte –le apuntó Máscara Mortal con odio-. Puede que seas la Guardiana de las Memorias, pero no creas que por eso puedes entenderme –le espetó él, lo que fue una sorpresa para Mnemosyne-. Lo que pienso o llegué a pensar, no tiene importancia con lo que siento y soy ahora, ya que hay cosas que no se pueden expresar ni siquiera con nuestra memoria, es lo que nos convierte en mortales, es lo que me permite alzarme por sobre los demás, el que yo, diferente de todos los demás, tengo completo control de mi propia identidad, no puedes usar las memorias de Antonella para alcanzarme, porque son solo eso, memorias, mientras que lo que soy en estos momentos, no es más que mi realidad actual –se enorgulleció Máscara Mortal, apuntando a Mnemosyne con su dedo, y llenándolo de energías sobrenaturales-. Y mi realidad actual… es la que me permite separar a Mephisto, ese inmundo ser humano débil que perdió todo lo que le importaba, de Máscara Mortal, el ser despiadado en que me convertí cuando abandoné ese maldito nombre. ¡Desaparece! ¡Espíritus Fosfóricos del Infierno! –lanzó una llamarada de su dedo, que se transformó en una guadaña triple en llamas, misma que Mnemosyne evadió con muy poca dificultad- Eres en verdad un fastidio –se molestó Máscara Mortal.

-No me equivoqué al elegirte como la víctima de mi odio encausado por el Satán Imperial… -enunció Mnemosyne, su Dunamis perdiendo todo su brillo azulado, transformando a la diosa en una entidad diferente, una que incluso forzó a Máscara Mortal a sudar por el miedo-. Lo has conseguido, Caballero de Cáncer… con tu forma tan ruin de ser, y la influencia del Satán Imperial, has marchitado mi Dunamis convirtiéndolo en un Dunamis Daimonium… no soy más una diosa… ahora solo soy un Demonio… ni siquiera los recuerdos de Antonella podrían servirme para escapar de la influencia del Satán Imperial… has desatado… la caída del Santuario. Y no hay nada que puedas hacer, ya que mi cuerpo no puede ser herido por un mortal… -azotó su pie Mnemosyne contra el suelo, forzando al Templo de Cáncer a temblar.

-Eso veo… -comenzó Máscara Mortal, aunque al parecer no estaba tan seguro de sí mismo como antes. El Dunamis Daimonium, la forma marchita del Dunamis de los Titanes, era aplastante, y llenaba el alma del Caballero de Cáncer de miedo-. Entonces… es una fortuna el que yo sea el Caballero de Cáncer, ¿no lo crees? ¡Prisión de Almas Infernales! –elevó su dedo Máscara Mortal, este brilló intensamente, Mnemosyne se horrorizó, viró el rostro al suelo, y de este se alzaron los muertos, cadáveres, al menos una docena de ellos, que rodearon a Mnemosyne con sus cuerpos, mordieron su Souma, y se abrazaron de sus piernas y de sus brazos- Puedes leerme la mente todo lo que quieras, Diosa de las Memorias… los muertos no tienen memorias, ¿o sí? ¡Yo los llamo! ¡Ellos se retuercen como les place! ¡Pero me dan un tiro directo que es todo lo que necesito! ¡Ondas Infernales de Hades! –lanzó su ataque Máscara Mortal, que impactó de lleno en el cuerpo de Mnemosyne, inmovilizada por los cadáveres- Dices que tu cuerpo es indestructible, y la verdad es que me lo parece. ¿Es tu alma igual de fuerte? Averigüémoslo, ¡en el Hades! ¡JAJAJAJAJA! –un portal se abrió a los pies de Máscara Mortal, otro se abrió a los pies de Mnemosyne, pero diferente del Caballero de Cáncer, que bajó con su cuerpo al Inframundo, solo el alma de Mnemosyne lo siguió, dejando su cuerpo divino en la Casa de Cáncer.

-Maldito… -recriminó la Titánide caída como un Demonio, mientras seguía a la fuerza a Máscara Mortal al inframundo- ¡Es imposible matar a un Dios! ¡Y aunque sea yo ahora un Demonio! ¡Te lo demostraré destrozando tu alma en el Inframundo! ¡Hades! ¡Te arrepentirás por brindarle tu fuerza a un mortal! –amenazó Mnemosyne, mientras su alma, continuaba bajando.

El Laberinto de Cronos. Morada de Kreios.

-¡Aster Blade! –dentro del Laberinto de Cronos, Kreios de Samshir, el Dios de los Astros, blandía su espada en contra de Shura de Capricornio, quien se defendía pese al cansancio físico con los antebrazos de su Armadura Dorada, donde estaba depositada la espada sagrada, Excalibur. Sus brazos ya le temblaban por el esfuerzo y la pérdida de sangre, mientras el Dios de los Astros no presentaba cansancio alguno, pero se mostraba algo distante- El Dunamis de Mnemosyne… se ha tornado hostil… ¿qué ha pasado? Mnemosyne siempre ha sido la más equilibrada de las Titánides… -se quejó el Titán de los Astros, su mirada desorbitada, momento que Shura aprovechó para lanzar un corte.

-¡Excalibur! –el corte de Shura, diferente de todos los anteriores, sobrepasó la velocidad de la espada de Kreios y se incrustó en su pecho, pero el movimiento no logró más que astillar el Souma del Dios de los Astros, quien miró a las pequeñas astillas volar frente a su rostro- En un combate de espadas real… esta sería mi victoria… Dios de los Astros… -cayó en su rodilla Shura, intentando recuperar bocanadas de aire-. En tu ataque a traición a Aioria… me heriste profundamente, pero continué combatiendo con mis heridas, aún si me tambaleo entre la vida y la muerte… pero en tu caso, de no ser un dios… te habría rebanado el corazón… la diferencia entre tú y yo en ambos golpes, es que tú parpadeaste –le apuntó Shura sonriente.

-Admito que estoy impresionado por tu espíritu de batalla, humano. Pero aún con todo tu esfuerzo, fue solo una astilla –se agachó Kreios para tomar la astilla de su Souma, y mostrársela al Caballero Dorado de Capricornio, antes de lanzarla al impactarla con su dedo, convirtiendo a una simple astilla en un proyectil bastante poderoso, que Shura intentó evadir, pero que se clavó en su pecho, traspasando a la Armadura Dorada, y pasando por detrás de su espalda-. Impresionante, incluso en estas condiciones, e igual que hiciste con mi primer ataque al Caballero de Leo, lograste evitar que esa astilla golpeara un punto vital, aunque por muy poco –le sonrió el Titán, mientras Shura nuevamente caía en su rodilla, y se tomaba del pecho a la altura del agujero creado por el guijarro-. Es solo porque fui distraído por el Dunamis de mi hermana y antes amante, Mnemosyne, el que me sorprendiste, humano. No te pienses ni remotamente cercano al nivel de los dioses –insistió el Titán.

-Yo por eso no tengo amantes… se convierten en distracciones molestas… mucho menos tendría hermanas a las cuales llamar como tal… -agregó Shura con imprudencia, lo que molestó a Kreios-. En todo caso, solo soy un simple mortal más hablador que preparado para desafiar a los dioses… eso lo tengo bien en claro… y con mis heridas actuales… incluso si con mis cortes logro más que solo astillarle el Souma… ya estoy muerto de todas formas… -admitió el de Capricornio, con sangre cayéndole de los labios, lo que significaba que sus órganos internos estaban demasiado heridos en esos momentos-. Es solo por el cosmos de Athena… el cual recién comencé a sentir… el que sigo con vida… pero por más que desee ver a mi diosa… su bendición llegó demasiado tarde para mí… hoy moriré… y lo único que dejaré atrás… será mi leyenda… como el primer Caballero Dorado de esta generación… en asesinar a un dios… -aseguró el de Capricornio entusiasmado, lanzándose a Kreios, e intercambiando espadazos con el Titán, quien comenzaba a sorprenderse de la velocidad de Shura pese a sus heridas, pero logrando leer los movimientos del de Capricornio fácilmente de todas formas, pateándolo, y lanzando un corte con su Samshir, mismo que Shura bloqueó con su antebrazo, que comenzó a cuartearse.

-Infinitamente improbable… -declaró Kreios, su Dunamis acrecentándose-. Te concedo el honor de admitir, Shura de Capricornio, que en mi distracción y preocupación por quien se supone debió convertirse en mi esposa, bajé la guardia lo suficiente para que pudieras astillar mi Souma –continuó Kreios, extendiendo su mano con el Samshir respaldándolo, y esparciendo su Dunamis hasta que toda su Morada fue remplazada por el espacio-. Pero es todo lo que he de admitir, ya que, en todo este tiempo, no te he demostrado ni una fracción de todo mi poder. Solo por respeto, o tal vez por ego ya que me pareces un fastidio, es que te permitiré ver a mi Dunamis Absoluto, y a mi Aster Shield -un planeta apareció desde la oscuridad del espacio infinito del Laberinto de Cronos. Un planeta rodeado de un cosmos inmenso, que alimentaba al poder del Titán en todo momento-. Athena puede brindarte toda la fuerza que quiera, yo absorberé toda la que necesite de mi pueblo –terminó Kreios, completando su Dunamis Absoluto, y mostrándose inmensamente más fuerte de lo que había sido en un inicio.

-¿Pueblo? -preguntó Shura, sus oídos fueron invadidos por oraciones en una lengua extraña parecida a la griega, pero incluso más antigua- Escucho las oraciones de los seres de este planeta… no puedo entenderlas, pero las escucho… todo el planeta reza por el bienestar de este dios con el que lucho -se dijo a sí mismo Shura.

-¿Lo has entendido entonces? Mi planeta me respalda, ora por mí, y me otorga su fuerza -explicó Kreios. Y su Dunamis rodeó a su espada-. Algunos Titanes como Iapeto y como yo, creamos otras civilizaciones para orar por nosotros cuando los humanos nos olvidaron. La mayoría de nosotros aún siente algo por los humanos… no comprendemos qué es, pero lo sentimos, Shura, y eso nos impide odiarlos. Pero somos Titanes, somos dioses. ¡Y no existe ni existirá poder más grande que este! ¡Muere Shura! ¡Muere como sacrificio a mi pueblo! ¡Convertiré tu sangre en una lluvia que alimentará a mi pueblo por sus oraciones! ¡Aster Blade! -el espacio se cortó a la mitad con el movimiento de su espada, pero en esta ocasión, el Titán fue incapaz de conectar su ataque. Shura lo había bloqueado al atrapar la espada entre sus manos- ¿Cómo? ¿Me has bloqueado con tus manos desnudas? –se impresionó el Titán.

-El Shinken Shirahadori –explicó Shura sonriente, mientras sostenía la Samshir de Kreios entre sus manos, y la mantenía apresada con su cosmos-. Aunque esta no es una técnica de la Armadura de Capricornio… es una invención humana que debería ser imposible de realizar… pero mira que bien me funcionó –se burló Shura, concentró su cosmos en sus manos, que brillaron de esmeralda, y comenzó a ejercer presión sobre el Samshir, que comenzó a fracturarse, sorprendiendo a Kreios, quien no podía creer lo que un simple mortal estaba consiguiendo con sus propias manos-. Kreios, sin importar cuanto ore tu pueblo, ¡jamás lograrás opacar a Athena! -habló Shura, y de un movimiento, terminó por partir la espada de Kreios, quien quedó sorprendido por lo que acababa de presenciar- Esta vez… no es solo una astilla –le sonrió el de Capricornio, lo que era algo incomprensible para el Titán-. Déjame decirte algo… Kreios… he muerto tantas veces… que ya no me importa el sacrificar mi vida por Athena… es algo innato que viene con la reencarnación supongo… pero tiene un sentido bastante peculiar, el que sea un dios quien ore por un mortal, ¿no lo crees? –le preguntó Shura, y solo entonces, Kreios logró verlo. A espaldas de Shura, una niña de cabellera lila respaldaba al de Capricornio con su cosmos y sus oraciones, alimentaba al cosmos de Shura, llenándolo con una gran calidez-. Todo tu pueblo… tu Aester Shield, puede orar en tu nombre y brindarte su fuerza… pero, ¿qué fuerza podría desencadenarse cuando es una diosa quien ora por un mortal? Es la fuerza de crear milagros… la fuerza que solo ella puede brindar a sus Caballeros Dorados… es la fuerza de una diosa que ha estado con nosotros todo el tiempo, y que jamás nos dimos cuenta de su identidad ya sea por arrogancia, miedo o negación… el nombre de la diosa de la que te hablo… es Saori… -terminó Shura, y esta vez fue él quien se perdió en sus recuerdos.

El Santuario. Casa de Capricornio. Año 1980.

-¡Woah! ¡Qué lugar más bonito! -hace 3 años, Shura conoció a Saori por segunda ocasión. La primera vez que el Caballero de Capricornio había visto a la niña, fue sobre la espalda de Milo el día que accidentalmente le pidió a Aioros que la niña fuera su Escudera. Desde ese día, Shura estaba intrigado por la niña, algo en su alma le llamaba la atención al verla, casi como si se hubieran conocido en otra vida- La Casa de Escorpio tiene muchos tesoros, pero no hay estatuas, solo columnas. Esta casa es mucho más bonita que la del señor Milo –enunciaba Saori, mientras se paseaba por la Casa de Capricornio, admirando la misma, y olvidando completamente el que lo que hacía, era un crimen que se pagaba con la muerte.

-El paso por las 12 Casas está prohibido -mencionó Shura desde la cima de una columna, y entonces saltó de la misma y aterrizó frente a Saori, que sorprendida, cayó al suelo pesadamente-. ¿Qué haces invadiendo mi recinto? ¿No conoces las reglas del Santuario? Si alguien invade una de las 12 Casas sin la autorización del Caballero Dorado que la resguarda, debe enfrentarse al caballero en una lucha a muerte. Todo sea por proteger a Athena –la amenazó Shura, lo que aterraba a Saori.

-¿Eh? ¿Enserio? Pero yo no soy un caballero -habló Saori con lágrimas en los ojos, y asustada de lo que pudiera hacerle Shura-. Entonces… si le pido permiso de permanecer en su casa por un tiempo… puedo evitarme problemas. ¿Verdad? -Shura, que normalmente hubiera empujado a la invasora fuera de la Casa de Capricornio, por alguna razón se limitó a observar a la pequeña con atención, y tras unos instantes, simplemente asintió- ¡Qué alivio! –suspiró Saori agradecida.

-No toques nada… dentro de estas paredes, se encuentra la historia de la Armadura de Capricornio, y de los dioses de lealtad que la bendijeron… -explicó Shura. Saori admiró la Casa de Capricornio ya con el permiso de su caballero guardián, encontrando varias estatuas posadas por todo el lugar, lo que era muy distinto al resto de casas que Saori había visitado antes.

-Su templo es hermoso. Las otras casas en las que he estado son solo ruinas –le explicaba Saori al de Capricornio, quien hizo una mueca, y comenzó a seguir a la niña por toda su casa-. En Escorpio donde vivo, solo hay columnas fracturadas y perforadas, o pinturas en honor a Artemisa. Pero aquí, hay estatuas de los dioses, ¿ese es Hermes? –preguntó Saori al apuntar a una de las estatuas, que llevaba en su brazo izquierdo un bulto, y en el derecho un báculo.

-El Dios de la Velocidad y de los Mensajeros –le comentó Shura-. Fue quien creó la Armadura de Capricornio y quien vertió parte de su cosmos en la misma, dotando a la Armadura de Capricornio de su velocidad, y de una inmensa lealtad. En su brazo izquierdo lleva incluso a Athena recién nacida, ya que es Hermes quien trae a Athena desde el Monte Olimpo a los Mortales para gobernar la Tierra –le explicó el de Capricornio.

-Hermes debe sentirse muy orgulloso. Ser quien entrega a Athena a los mortales, es maravilloso –sonrió Saori, lo que mantenía el interés de Shura sobre la niña. Podía sentir incluso una extraña familiaridad al verla, y un pequeño cosmos cálido acrecentar cuando miraba la estatua de Hermes. La atención de Saori sin embargo, se posó entonces en otra de las estatuas en medio del templo, por lo que corrió a la estatua que mostraba a un caballero a quien Athena le entregaba una espada sagrada-. Caballero de Capricornio. ¿Quién es la persona que está junto a Athena? -preguntó Saori, y el Caballero Dorado no tardó en reunirse con ella.

-Shura de Capricornio, no Caballero de Capricornio -corrigió el Caballero Dorado, y Saori le sonrió ante ese comentario-. Quien recibe la espada de manos de Athena, es Agamenón de Capricornio, una encarnación de mi pasado. Agamenón fue el primer Caballero de Capricornio que se hizo merecedor de la reencarnación, quien recibió a la verdadera Excalibur de manos de la Diosa de la Sabiduría en la Guerra. Desde Agamenón, los Caballeros de Capricornio estamos atados en alma a esta espada que forma parte de nuestras armaduras. Y así, cada vez que reencarnamos, lo hacemos como el Caballero de Capricornio, el caballero más leal de Athena –resumió Shura con orgullo, casi como si él hubiera vivido aquella entrega de la espada-. Esta es la estatua por la que siento mayor orgullo, se ha mantenido intacta desde su tallado, en parte porque las batallas en el Templo de Capricornio se llevan a cabo en la explanada fuera de estas paredes. Si algo le pasara, no podría verle a Athena al rostro. Es la estatua que ejemplifica la promesa de lealtad y eterno servicio a mi diosa –finalizó Shura orgulloso.

-¿Entonces reencarna junto a Athena a través de todas las generaciones? -preguntó Saori, y Shura asintió- ¡Ya entiendo! ¡Por eso el Caballero de Capricornio es el caballero más leal de Athena! ¡Es porque es el único caballero entre todos que en todas sus vidas reencarna como el guardián de Athena! -y Shura volvió a asentir, sintiéndose orgulloso de su proceder- Pero entonces. ¿No puede haber un caballero más leal a Athena que el Caballero de Capricornio? –preguntó Saori con curiosidad.

-Eso es algo que no puedo permitir -explicó Shura-. Sin importar quien sea, yo debo convertirme en el más leal de todos los Caballeros de Athena. Jamás faltaré a sus órdenes, mi lealtad es incuestionable. Por Athena, haría cualquier cosa –le explicó el de Capricornio.

-El Maestro Milo piensa igual que usted, Caballero de Capri… perdón, señor Shura -agregó Saori mientras hacía una reverencia. Lo que le indicó a Shura que Milo la había criado para ser lo más formal posible-. El maestro me ha explicado que el deber de un Caballero Dorado es el de servir a Athena sin importar las circunstancias. Pero, hay una diferencia entre la forma de pensar del maestro y la de usted -y Shura esperó con curiosidad el saber cuál era esa diferencia-. El Caballero de Capricornio jamás desobedecerá a Athena… pero el Maestro Milo me aseguró que por Athena, él desobedecería cualquier orden, incluso una orden divina. Todo sea por el bien de Athena y por la paz en la Tierra. Y yo creo que por eso… el Maestro Milo es el Caballero Dorado más leal de todos –le comentó la pequeña Saori.

El Laberinto de Cronos. Morada de Kreios. Año 1983.

-Esa niña… no me di cuenta en ese entonces, y al mismo tiempo creo que siempre lo supe… esa niña era Athena… -y Kreios, que hasta esos momentos escuchaba el relato de Shura, no podía comprender la devoción del Caballero Dorado-. Athena ha considerado al Caballero de Escorpio como el Caballero Dorado más leal… me reiría si no lo hubiera visto con mis propios ojos, cuando el malnacido desató la Exclamación de Athena, rompiendo la regla más sagrada de todas, convirtiéndose en un traidor, solo por devoción a Athena… ese fue el momento en que sentí mi puesto como el más leal a Athena serme arrebatado. Por eso seguí a Milo hasta el Laberinto de Cronos, por eso sé que, si Milo es capaz de desafiar a un dios por Athena, yo de igual manera soy capaz de levantarme en contra de un dios y acabar con su vida. ¡Athena tiene fe en que puedo convertirme nuevamente en el Caballero Dorado más leal de todos! ¡Y no la voy a defraudar! -Shura elevó su cosmos, con la Estatua de Atenea respaldando a su constelación, y colocó los brazos en forma de cruz- Kreios… voy a demostrar, que en el nombre de Athena… incluso los mortales pueden desafiar a los dioses y darles muerte… ya lo he demostrado antes, la diferencia, es que preferiría no hacerlo, pero por Saori me veo en la obligación de tener que demostrar, el por qué me he ganado el apodo de Assassin… -aseguró el de Capricornio.

-¿Matar a un dios? -Kreios sonrió, tomó lo que quedaba de su Samshir, y para sorpresa de Shura, se clavó el mismo en el hombro, confundiendo al de Capricornio, que continuaba elevando su cosmos- Tu historia, aunque bastante conmovedora, no demuestra absolutamente nada. Para un mortal, es imposible matar a un dios… especialmente porque los dioses no se extinguen como hacen los mortales. Pero en vista de que estás tan decidido, no me queda otra alternativa que demostrarte todo mi poder para que te quede claro lo errado de tu pensamiento, humano -el planeta de Kreios entonces se encogió, y pasó a formar parte de su brazo izquierdo como si fuese un escudo, y al sacar la Samshir de su hombro reveló su nueva espada creada de sangre azul-. Esta es mi verdadera espada, mi verdadera fuerza. Y con ella pienso cortarte por tu insolencia. Demuéstrame entonces, Shura, qué tan grande es tu lealtad y devoción ante Athena. Demuéstrame la valía de los humanos y da razón al amor que sienten mis hermanos por ustedes. Convénceme de que debí amarlos yo también. ¡Psique Blade! -lanzó su ataque el Titán en heleno, que significaba espada del alma.

-Kreios, sin importar tu fuerza ni la de tu pueblo. Yo sirvo a Athena. ¡Y la Diosa de la Sabiduría y la Guerra me ha sonreído! ¡Excalibur! -los ataques chocaron con intensidad, y el cosmos y el Dunamis de ambos guerreros estalló con gran violencia. Shura entonces preparó nuevamente su espada, la cual Kreios intentó bloquear con su escudo, pero la velocidad de la estocada de Shura fue tan rápida, que Kreios se vio en la obligación de esquivarlo, recibiendo otro corte en su Souma, a la altura del hombro, forzando al dios a retroceder.

-Su velocidad… apenas y puede verlo –preparó nuevamente su espada de Icor Kreios, se aferró con fuerza a su escudo, y se lanzó a Shura, blandiendo la espada, misma que Shura logró evadir por muy poco-. ¿Qué está ocurriendo? No hay forma de que tu velocidad pueda superar a la de un dios. ¿Acaso eres más rápido que la velocidad de la luz? –cambió el agarre de su estocada Kreios para tomar del mango y empujar hacia arriba, lo que Shura logró ver y movió su cabeza solo el espacio suficiente para evadir el corte de abajo hacia arriba, y lanzar su propia estocada, misma que se estrelló contra el Aster Shield, que brilló intensamente, y liberó una fuerza de cosmos cortante, revirtiendo el ataque de Shura en su contra, y partiendo la protección de su brazo derecho, lanzando a Shura por el Dunamis Absoluto, y dejándolo tendido en el suelo unos instantes, aunque rápidamente Shura se incorporó, y comenzó a correr por los alrededores, confundiendo a la vista de Kreios- No lo he imaginado –se defendió Kreios tras descubrir por donde planeaba atacar Shura, bloqueando con su espada el ataque del de Capricornio, que repelía a la espada de Icor con su cosmos para proteger su brazo-. Tu velocidad… es demasiada… ¿cómo puedes…? –intentó preguntar, cuando entonces lo notó, a los pies de Shura, parecían materializarse unas alas de cosmos dorado- Hermes… ahora todo tiene sentido. Como un mortal, no podrías enfrentar a los dioses sin una bendición de su parte… el cosmos de Athena te alimenta y te mantiene vivo, y el de Hermes se ha unido en tus talones, dándote una velocidad mayor a la de la luz –dedujo Kreios, lanzó una estocada más, pero el movimiento de pies de Shura lo ayudó a evadir aquel ataque-. Estamos a la par entonces –alzó su escudo Kreios, envistiendo a Shura con el mismo, y accionándolo, lanzando una fuerza de cosmos muy poderosa que nuevamente forzó a Shura a cubrirse, y a ser lanzado por el Dunamis Absoluto-. Mi pueblo ora por mí, me da de su fuerza, me poso ante ti como un dios alabado, cuyo Dunamis crece por la creencia de mi pueblo en mí. Mientras tú, en tu herejía, posees la alabanza de dos dioses, de Athena y de Hermes, y te has convertido en una fuerza a rivalizar con la mía. Esto es perfecto. ¿Quién se alzará al final de entre el dios alabado por los mortales, o el mortal que se ha ganado la alabanza de los dioses? ¡Averigüémoslo, Shura! ¡Pondré toda la fuerza de mi Dunamis en mi espada, y le confiaré mi defensa a mi pueblo! ¡Psique Blade! –se lanzó Kreios con su Dunamis extendiendo la hoja de su espada de Icor varios metros sobre su cabeza, Shura concentró la fuerza de su cosmos, y se lanzó con el cosmos de Hermes respaldando a su velocidad, y la espada esmeralda, Excalibur, creciendo también en su brazo derecho.

-¡Ex…! –comenzó el Caballero de Capricornio, llegando ante Kreios, frenando, flexionando sus rodillas, e imprimiendo toda la fuerza de su cosmos y la velocidad de sus piernas en impulsarse hacia arriba- ¡…calibur! –pero esta vez, Kreios igualó su velocidad, deteniendo el impacto con su Aster Shield, que ya brillaba para regresarle a Shura el golpe- ¡Doble…! –se viró Shura, evadiendo por poco, y gracias a la velocidad de Hermes, el estallido de cosmos del Aster Shield, y acomodándose rápidamente frente a Kreios, quien notó los movimientos, pero no pudo actuar en consecuencia a ellos- ¡Excalibur! -el segundo golpe de Shura se dirigió al Titán, quien en un esfuerzo por vencer a Shura bajó la espada de Icor para ejecutarlo, pero la estocada de Shura fue más rápida, impactó al Titán entrando por su pecho y saliendo por su espalda, mientras que la Samshir de Icor quedó suspendida a escasos centímetros de penetrar el cuerpo de Shura. El Titán quedó atónito, mientras Shura, escaso de toda fuerza, no podía hacer más que recargar su cuerpo contra el del Dios de los Astros- Kreios, no solo he luchado por Athena o por mis hermanos Caballeros Dorados… yo también… he luchado por mi pueblo –terminó Shura, cayendo en sus rodillas, su brazo resbalándose del interior del cuerpo de Kreios, que azotó el suelo tras haber perdido el agarre de Shura de igual manera.

-Has cortado mi Dunamis y destrozado el Souma de Samshir en solo un instante… -habló el Titán en incredulidad. Su pueblo, continuó alabándolo desde el Aster Shield, pero sus alabanzas, a pesar de no caer en oídos sordos, no podían ser atendidas. Kreios de los Astros moría-. Así que… esta es la fuerza del corazón humano que a mis hermanos tanto atraía… y el alcance al que puede llegar esta fuerza, si son los dioses quienes confían en ella… -sonrió Kreios, de sus labios caía Icor, mientras la vida escapaba del cuerpo del Titán-. Es curioso… parte de mí piensa que siempre debí sentir admiración y amor por los humanos… es como si lo hubiera olvidado… -las palabras de Kreios sorprendieron a Shura, que prestó atención al débil Titán que apenas se anclaba a la vida, al igual que lo hacía el de Capricornio-. Shura… ¿acaso sabes lo que significa realmente… el asesinar a un dios…? –le preguntó Kreios, sus ojos rosados apagándose, su Dunamis Absoluto, comenzando a desquebrajarse alrededor de él y de Shura- Cuando un dios muere… su dominio se extingue… o al menos así debería de ser… ya que los dioses… tenemos formas de mantener el equilibrio del universo… tú quien te has ganado mi respeto… recibirás ahora mis Dunamis… -el Dunamis Absoluto de Kreios estalló, regresando al Titán y a Shura a la Cuarta Morada de los Dioses, donde el Dunamis de Kreios se elevó al cielo en un colosal estallido que traspasó la altura del Laberinto de Cronos, y fue visible por todos tanto en el laberinto mismo, como en las 12 Casas, e inclusive por encima del Templo del Patriarca. El Dunamis entonces abandonó al Titán, y se unió a la fuerza al cosmos de Shura, quien comenzó a retorcerse de dolor, recibiendo el conocimiento divino que comenzó a curar las heridas en sus órganos internos, hasta que Shura, por el inmenso poder que recibía su cuerpo mortal, se desmayó-. Vive… Caballero Dorado de Capricornio… mi Psique Blade será tu espada cuando Excalibur se rompa… así que, cuando Zeus y sus hermanos se tornen malvados, que lo harán… no dudes en usar este poder para proteger a los que amas… incluso de Hermes quien hoy te ha brindado su fuerza para vencerme -lloró el Titán, y mientras lo hacía, una imagen apareció en su mente, la imagen de una bella mujer, unida a un recuerdo de abandonar a Mnemosyne frente al altar de los dioses, para casarse con alguien más-. Eurybia… -recordó el Titán-. Es verdad… yo… abandoné a Mnemosyne en el altar… por ti… fui el Titán que se negó a cumplir con el capricho de sus padres… Mnemosyne… debiste haber sufrido tanto por haberte abandonado… –mientras la muerte por fin lo alcanzaba sin embargo, otras memorias que Kreios no recordaba, volvieron a aparecer en su mente, memorias en las que vivía feliz junto a Mnemosyne, ambos casados, ambos disfrutando junto a los mortales, amándolos, sonriendo con ellos, hasta una horrible memoria de Mnemosyne llorando frente a él, colocando sus manos contra su frente, y arrancando todas aquellas memorias de la mente del Dios de los Astros-. ¿Qué ha sido… esa memoria? ¿Qué significa este recuerdo…? Mnemosyne… ¿acaso tú…? –intentó decir el Titán, cuando sus ojos terminaron de apagarse, sumiendo a la Cuarta Morada de los Dioses en un silencio sombrío, mientras el cuerpo de Titán se convertía en polvo de estrellas.

El silencio en la Cuarta Morada, y en todo el Laberinto de Cronos, sin embargo, solo duró unos instantes. Con la muerte de Kreios, su Souma dejó de brillar en la cima del Laberinto de Cronos, y la tierra comenzó a temblar violentamente, como si de los interiores de la misma, un llanto indescriptible resonara desde el corazón mismo de la Tierra.

El Santuario. El Templo del Patriarca.

-El Teosu Sema… ha perdido uno de sus Soumas… -no solo el Laberinto de Cronos, sino toda la ciudad de Atenas, incluyendo el Santuario y las 12 Casas, se estremeció una vez que se apagó la cuarta cara del sello sobre el Laberinto de Cronos, un sello que ahora gracias a Yoshiko, o al menos Saori pensaba que era Yoshiko, ella sabía que llevaba el nombre del Teosu Sema-. Tal como lo pensé… el Patriarca no era único en su tipo… los Mortales realmente tienen el poder de asesinar a los dioses… esto es muy interesante… -enunció Yoshiko, con sus ojos brillando azules.

-No le encuentro lo interesante… señorita Yoshiko… -habló Saori, despertando a Yoshiko de su trance, quien entonces miró en dirección al Laberinto de Cronos, prestando especial atención a su sello-. ¿Qué es el Teosu Sema? ¿Y es verdad lo que sentí? El cosmos de Shura de Capricornio, se extinguió, como si hubiera muerto… pero entonces se volvió a encender, más grande que antes… casi se sentía… divino… -le comentó Saori con curiosidad.

-¿Teosu… Sema…? –preguntó Yoshiko confundida, y mirando al sello sobre el Laberinto de Cronos, que había perdido el cuarto sello con la muerte de Kreios- No es algo de lo que Aioros me hubiera hablado antes… pero… por alguna razón… lo conozco… -le explicó Yoshiko a Saori, quien miró el sello a lo lejos-. El Teosu Sema… un sello… una cerradura, para alguna bestia que habita en el interior del Laberinto de Cronos… cada una de las cacerolas, las representaciones con los Souma de los Titanes, muestra una imagen de cosmos del Souma que protege cada uno de los 12 candados del Teosu Sema… de forma que, al abrirse todos los candados, liberen de su interior a la bestia durmiente en su interior –le comentó Yoshiko, aunque ni ella estaba segura de cómo es que sabía eso.

-¿Un sello con 12 candados que liberará a una bestia cuando los 12 candados se abran? –preguntó Saori, y Yoshiko asintió a sus palabras- Había 11 Soumas en el sello, pero ahora hay 10. Una de las cacerolas se apagó cuando Shura venció a Kreios de Samshir –le comentó Saori.

-Lo que es imposible –le respondió Yoshiko-. El Teosu Sema, solo tenía 11 de las 12 cacerolas encendidas porque que Megas Depranon, que va en el lugar vacío, se encuentra sellado dentro de la Estatua de Atenea en la Explanada Superior –se viró Yoshiko para ver a la Estatua de Atenea, en cuyo interior dormía el Megas Depranon-. Pero ahora un Souma más ha desaparecido del Teosu Sema… eso solo significa que, o el Samshir, el Souma de Kreios, fue destruido o sellado de alguna manera, o Kreios, el Dios de los Astros, realmente ha sido asesinado –le comentó Yoshiko, lo que Saori podía confirmarle, al haber podido presenciar gracias a su Omnisciencia Divina la muerte de Kreios-. Pero eso es imposible, Saori –le comentó Yoshiko-. A los dioses se les puede sellar, pero no se les puede matar. Si Kreios hubiera muerto realmente, todos los astros, las estrellas, los cometas, habrían desaparecido. Esa es la consecuencia de matar a un dios. Pero, incluso ahora, aunque la lluvia no permita verlo, el sol brilla detrás de las nubes… ¿cómo es que el Teosu Sema perdió el Samshir entonces? No lo entiendo –se preguntó Yoshiko con molestia.

-Yo lo vi, Miko –comenzó Saori, refiriéndose a Yoshiko por el apodo que todos le daban a la maestra-. Vi a Shura asesinar a un dios… por eso falta el Samshir en el Teosu Sema –insistió ella con preocupación-. Pero… aunque la caída de Kreios signifique una ventaja para el Santuario. ¿Qué puede estar sellado detrás de un sello con 12 candados, siendo cada candado la vida de un dios? –se preguntó Saori con miedo en su alma.

Casa de Sagitario.

-El Teosu Sema… perdió el Samshir… -se impresionó Aioros, revestido en su Armadura Dorada, sintiendo el temblor en la tierra tras aquel evento inimaginable-. Inaudito… Shura… lo que has hecho es increíble… sellar a un dios, inutilizarlo temporalmente, o repelerlo de alguna forma, todo eso está registrado en los escritos sagrados del Santuario. Pero incluso en la Guerra de Troya… ningún dios murió. Lo más cercano fue la afrenta de Diomedes en contra de Ares, Apolo y Afrodita, o la muerte del cuerpo de Athena bajo la Exclamación de Athena… pero nada más… matar a un dios… esto… jamás había ocurrido antes… ¿cómo es que seguimos con vida sin la extinción de los Astros entonces? –se preguntó el de Sagitario.

Casa de Tauro.

-Un dios ha muerto… pero el dominio universal sigue su curso… ¿cómo es esto posible? –se preguntó Arctos XII, con Geki de la Osa Mayor, ensangrentado y malherido, en un charco de su propia sangre, e intentarlo hacerle frente al Caballero de Horologium a quien consideraba un traidor, y quien estaba tan seguro de su superioridad, que salió incluso de la Casa de Tauro, para ver con sus propios ojos con Heterocroma al Teosu Sema, que comenzó entonces a dibujar un nuevo símbolo dentro de la cuarta cacerola, reemplazando al Souma de Samshir, con el emblema de Capricornio, con su luz dorada brillando entre las cacerolas de los 12 Soumas-. Ese es… el Emblema Zodiacal de Capricornio… ahora lo entiendo todo, esto jamás había ocurrido en ninguna de las realidades en las cuales he existido… este es el resultado de la Gran Divergencia, y la respuesta del fin de todos los tiempos, ha sido encontrada por el Caballero Dorado de Capricornio –declaró Arctos para sí mismo, momentos antes de que Geki por fin se incorporara, y apresara al de Horologium por la espalda.

-No sé qué balbuceas… maldito traidor imbécil… pero voy a partirte la espalda… -forcejeó Geki, más de un rápido movimiento, Arctos cabeceó la nariz del de la Osa Mayor con su cabeza, rompiéndole la nariz a Geki, y forzándolo a liberarlo.

-¿Traidor dices? –agregó Arctos con molestia- Si tan solo supieras… Geki de la Osa Mayor… que esa palabra, acaba de convertirse en un honor para los Caballeros de Athena… especialmente para los Caballeros Dorados… además de su mayor vergüenza… ya que estoy seguro de que, lo que ha ocurrido hoy… acaba de sembrar la discordia entre todos los dioses. Pero eso no es algo que deba preocuparte a ti, un simple Caballero de Bronce –volvió a elevar su cosmos Arctos, y a azotar con el mismo a Geki de la Osa Mayor, quien terminó inconsciente tras el ataque de Arctos, que se mantuvo pensativo entonces de los resultados de la Gran Divergencia.

-No te pareces mucho al Caballero de Tauro, amigo –comenzó alguien, recién llegado al Templo de Tauro, y a quien Arctos XII no lograba ver con claridad. Su cuerpo se encontraba ensombrecido, pero no vestía armadura de ningún tipo, ni Souma, solo ropas comunes, más el recién llegado, poseía un cosmos inmenso que llamó la atención de Arctos.

-¿Quién eres? ¿Cómo es que pasaste por la Casa de Aries y llegaste hasta Tauro? –preguntó Arctos XII, la figura a las puertas de a Casa de Tauro no respondió, tan solo se adentró en la casa de Tauro, pero sintió su tobillo ser apresado por la mano de Shunrei, quien intentaba incorporarse y seguir defendiendo su puesto.

-No pasarán… -comenzó Shunrei con debilidad, las esmeraldas de sus guanteletes brillando, y amenazando con cambiar el Nivel de los alrededores-. No lo permitiré… si lo hago entonces Shiryu… -lloró la joven, observando al hombre en las sombras, quien le golpeó la nuca, antes de dirigirse a Arctos, quien preparó su cosmos.

-Oh… no eras un traidor después de todo… -sonrió el hombre en las sombras, mientras Arctos se mantenía firme, y preparaba los puños-. No tiene importancia de todas formas, tengo una misión, y mi cosmos es demasiado valioso para desperdiciarse… así que disculpa si no me contengo –el cosmos de la figura estalló, y Arctos, fue abatido por toda su fuerza.

Casa de Aries.

-¡Imposible! –dentro de lo que alguna vez fue la Casa de Aries, pero que ahora era el Dunamis Absoluto de Tethys de Megas Kroustiká, la Diosa de los Ríos interrumpió la tortura de Mu, cuya Armadura Dorada ya presentaba varias cuarteaduras, y que había perdido ya demasiada sangre, evidente en la mancha oscura que se extendía alrededor de todo el suelo humedecido por el océano de estrellas creado por la Titánide, quien miraba a la cima de su Dunamis Absoluto, donde la Constelación de Capricornio ahora regía-. Kreios… no puedo creerlo… el Caballero de Capricornio acaba de… asesinar a un dios… -reveló Tethys, lo que llamó la atención de Mu, quien viró su rostro, encontrando la Constelación de Capricornio, brillando entre un grupo de figuras sobre la cima del Dunamis Absoluto de Tethys, figuras que Mu no había visto antes hasta ver a Capricornio iluminarlas-. En un principio, me parecía imposible que un mero humano como tú lograra resistir mis ataques por tanto tiempo. Pero ahora… un dios ha muerto por manos mortales… lo que, aunque me resulta una afrenta inconcebible, me ha abierto los ojos a terminar contigo, sin importarme el respeto que sienta por los humanos. Recibe… ¡El Díki Tis Aftokráteiras! –enunció la Titánide en heleno antiguo, que significaba el Juicio de la Emperatriz, extendiendo los dedos en ambas manos, lanzando 10 chorros de agua a alta presión, mismos ante los cuales Mu reaccionó.

-¡Muro de Cristal! –alzó su muro Mu, atrapando los 10 chorros de agua, que fueron repelidos de vuelta a Tethys, quien recibió su propio ataque, y fue lanzada por el mismo a lo largo de su Dunamis Absoluto, quedando la Titánide perpleja.

-Tu muro… ¿logró resistirme? –se preguntó la Titánide, incorporándose- ¿Cómo? Antes me bastaba con un movimiento de mi mano para pulverizarlo. Pero ahora, no solo resistió, sino que ha repelido mi ataque –se preguntó la Titánide, mientras Mu, intentando recuperar el aliento, se concentraba en mantener su muro-. No… solo ha sido un momento de debilidad por mi sorpresa ante la muerte de un dios, no hay forma en que me hayas resistido. Pero entonces… si se supone que los dioses no pueden ser derrotados por los mortales, ¿cómo es que…? –intentó razonar Tethys, más al verse incrédula ante lo que estaba ocurriendo, se decantó en volver a atacar- ¡Chilioi Potamos! –atacó la Titánide, esta vez con el ataque de los 1,000 ríos, Mu se preparó, su barrera seguía en pie, pero de todas formas elevó su cosmos para reforzarla. Los 1,000 ríos impactaron el Muro de Cristal, y para sorpresa de la Titánide, los 1,000 ríos regresaron a ella, perforándole el cuerpo, extrayendo su Icor. Por el lado de Mu, su muro no lo resistió más, los 1,000 ríos también habían liberado algo de su fuerza en su contra tras el estallido del muro, y el de Aries fue lanzado de regreso a la Casa de Aries, al romperse la concentración de Tethys sobre el mismo por haber recibido su propio ataque. Mu terminó clavado contra una columna, y se desplomó contra el suelo de su casa, la Titánide se mantuvo en pie, pero con el cuerpo perforado por su propio ataque, y el Icor esparciéndose por el suelo.

-Mi señora Tethys… -comenzó Mu, clavando sus dedos al suelo, intentando forzarse a sí mismo a ponerse de pie, y con la mirada quebrada por el esfuerzo, logró hacerlo, y observar a la Titánide, cubierta en su propio Icor, incrédula de lo que acababa de ocurrirle-. Mi señora… por usted no siento más que respeto… -continuó Mu con cierta debilidad, mientras la Titánide se mordía los labios enfurecida-. La he retenido en mi casa… por casi 4 horas… la flama de Cáncer actualmente está a punto de extinguirse… pero, ya es tiempo de que cumpla con la promesa a mis hermanos, y exija el pago de pasar por la Casa de Aries… mi señora… la enviaré de regreso al Tártaros –el cosmos de Mu se incineró, y sus brazos se llenaron de esferas de luz, mismas que centelleaban con su cosmos desbordándose, lo que comenzaba a preocupar a la Titánide-. Mi hermano de cosmos… Milo de Escorpio… ha aprendido a someter a su cuerpo a un dolor indescriptible, con tal de elevar su cosmos hasta el infinito, y con estas heridas, producto de recibir el Chilioi Potamos en tres ocasiones… recibir los 3,000 ríos… he alcanzado el nivel para poder enfrentarla… aunque… de no ser por Shura de Capricornio… no me habría convencido a mí mismo de que se es capaz de asesinar a los dioses… -continuó Mu, sus ojos repletos en lágrimas-. Gracias al Caballero de Capricornio este convencimiento me ha llegado… gracias a mi hermano Milo he encontrado la fuerza de incinerar mi cosmos hasta el infinito… y gracias a Hefestos que me incinera el cosmos con su poder, y a mi Diosa Athena que me abraza con su cosmos… estoy seguro de que en mi siguiente movimiento terminaré con su vida… es por eso… que le pido que me perdone… ya que estoy por lograr lo impensable… continuó llorando Mu, mientras su cosmos seguía creciendo sin límites visibles.

-No lo comprendo… tu cuerpo está maltrecho por la batalla contra Hyperión de Taiken, y por recibir el ataque de los 1,000 ríos en 3 ocasiones, pero tu cosmos continúa elevándose sin conocer límites… -Mu se mantuvo firme, aun cuando la sangre le faltaba y su vista comenzaba a perderse. Su resolución, sin embargo, le permitió seguir con su desafío-. Los humanos no pueden desafiar a los dioses. No tenías este poder antes -se sobresaltó la Titánide.

-No lo entiende, mi señora… podemos… y lo haremos… crearemos el milagro… -la energía cósmica se reunió en sus manos, forzando a que su cosmos estallara en luces de colores tornasolados-. Somos los Caballeros de la Esperanza que preservamos la paz en la Tierra y somos fieles servidores de nuestra diosa, Athena, quien nos ha sonreído con su cosmos respaldándonos. Y por Athena, somos capaces de derrotar a los dioses. ¡Revolución de Polvo de Estrellas! -lanzó Mu su ataque en ese momento.

-¡Somos los Dioses Primordiales! ¡Simples mortales no pueden desafiarnos! ¡Chilioi Potamos! –respondió a la afrenta Tethys con el ataque de los 1,000 Ríos, las serpientes de agua y las flechas tornasoladas estallaban por todo el Templo de Aries, negándose las unas a las otras, por cada serpiente correspondía una flecha que la atravesaba, ambos ataques parecían estar en perfecto equilibrio en esos momentos, y cuando los 1,000 ríos se terminaron, 1,000 más tomaron su lugar, pero la afrenta de Mu, respondió con 1,000 flechas más- 3 Caballeros Dorados se enfrentaron a Hyperión y fueron incapaces de derrotarlo. ¿Cómo puede ser que, tras eso, te levantes contra mí, que tengo un Dunamis similar, y me estés igualando por tu propia fuerza? –se quejó Tethys mientras elevaba su Dunamis, intentando doblegar al cosmos de Mu, su ataque ya estaba cerca de contar los 3,00 ríos.

-Antes… Athena no estaba con nosotros… sabíamos que existía en el Santuario, pero ella no se había reconocido a sí misma… -comenzó a explicarle Mu, sus flechas comenzando a doblegar a las serpientes-. Ahora… con Athena de nuestro lado… mis posibilidades son infinitas… ese es el potencial humano que los dioses nos otorgaron… -fue la respuesta de Mu, sus flechas por fin sobrepasaron a las serpientes, y comenzaron a estrellarse en el Souma de Tethys, quien entonces comprendió que Saori, la rencarnación de Athena, habiendo comprendido su rol como la Diosa de la Sabiduría en la Guerra, había fundido su cosmos con el de sus Caballeros Dorados.

-No es posible… Athena es un ser reencarnado… incluso si posee el conocimiento de su propia existencia como un ser divino… incluso si alimenta los cosmos de los Caballeros Dorados con el suyo, no pueden ustedes, unos simples mortales, derrotar a los verdaderos dioses -pero haciendo caso omiso a las palabras de Tethys, Mu incineró todo su cosmos en las flechas tornasoladas, y el Souma de Tethys terminó por despedazarse, con las flechas de Mu perforando el cuerpo debajo de este, lanzando a la Titánide, y dejándola clavada contra una columna, incrédula de lo que acababa de sucederle. La Titánide cayó al suelo, aun temblando por la sensación de sus heridas, Mu por su parte, también terminó en el suelo por el esfuerzo-. Mi… Souma… ha sido perforado… el Megas Kroustiká que me regaló mi madre Gea… ya no existe -continuó Tethys con debilidad, y su Icor escapando de las aperturas de su Souma-. Los Soumas son las armas obsequiadas a sus hijos e hijas por Gea, la Madre Tierra. Debían ser indestructibles… Okéanos -aclamó el nombre de su esposo la Titánide, que moría lentamente, mientras veía el Icor llegar ante Mu, tumbado en el suelo malherido, y con su rostro golpeado por la sangre de la Titánide.

-Athena… -comenzó Mu débilmente-. Me has brindado tu fuerza. ¿Significa esto que… me has perdonado? -Mu comenzó a perder el conocimiento, entregándose a la muerte, más antes de hacerlo, el recuerdo de Saori cuando se conocieron en el Anillo Medio, inundó su mente. Mu respiró nuevamente, y con debilidad comenzó a ponerse de pie- Debo de… escucharlo… de sus propios labios… -intentó incorporarse Mu, para sorpresa de la Titánide moribunda-. Si Saori recién nos ha perdonado, significa que no hace mucho descubrió su identidad como Athena… debo llegar junto a Saori -más antes de poder comenzar con el largo camino en dirección al Santuario de Athena, una serpiente de agua le atravesó el pecho, y Mu volvió a desplomarse.

-Caballero de Aries… -habló Tethys con debilidad-. Como diosa… no puedo simplemente permitir que mi dominio desaparezca en el Éter… por fin comprendo el razonamiento de Krios… y si él, quien dio la espalda a los humanos… ha decidido que son dignos… entonces yo también… puedo considerarte digno… -el Dunamis de Tethys estalló entonces, elevándose al cielo de la misma forma en que había hecho el de Krios dentro del Laberinto de Cronos. Por todo el mundo, los ríos se estremecieron, 3,000 cuerpos de agua salieron de sus cauces, causando desastres naturales, mientras el Dunamis de Tethys se elevaba violento y poderoso, más al Dunamis regresar, y ser depositado en el cuerpo de Mu, los ríos volvieron a calmarse, y el domino de Tethys en los ríos no desapareció, sino que se transformó en algo más, y aunque Mu escupía sangre por su cuerpo recibir de una forma tan violenta una fuerza tan ajena a él, sus heridas dejaron de sangrarle, y el Caballero de Aries, comenzó a respirar con mayor tranquilidad-. Ahora regresaré al Tártaros… Caballero de Aries… con el conocimiento de que los humanos tienen el potencial de derrotar a los dioses. Si los humanos son capaces de este poder… entonces… son tan dichosos de esta tierra como los dioses. Que los Olímpicos jamás abusen de ustedes los humanos, Mu… los Olímpicos no son lo que ustedes creen… si mi Dunamis está contigo, sanará cualquier herida de aquellos a quienes quieras proteger… pero recuerda siempre, que sanar a otros vendrá a costa de tu propia salud… usa bien mi regalo, Mu… y que los dioses… no destruyan este mundo hermoso que los Titanes amamos tanto –prosiguió Tethys, mientras sus ojos comenzaban a apagarse, y las memorias de un tiempo en que ella danzaba en los ríos, y alegraba el corazón de los humanos, comenzaron a regresar a su mente-. Tan hermosas sonrisas… ¿las recuerdas tú también… Okéanos…? Las sonrisas… de ellos a quien tanto amábamos… ¿qué he hecho…? –lloró Tethys, y su cuerpo, terminó por desintegrarse frente al débil de Mu.

Mu entonces se dio cuenta de que todas sus heridas habían sido sanadas, y que, tras estar al borde de la muerte, su cosmos ahora brillaba tanto con la calidez de Athena, como con un inexplicable brillo azul. Era un sentimiento que recordaba a Mu al Dunamis de Tethys, que parecía haberse convertido en parte de él. Más antes de poder seguir analizando esto, Mu sintió que su pecho era aplastado por un ser encerrado dentro del Laberinto de Cronos que gritaba con ira y tristeza. El Caballero de Aries entonces salió a las puertas de su templo, y se percató de que el anillo sobre el Laberinto de Cronos, extinguía el segundo de sus sellos, reemplazando al Megas Kroustiká, por el emblema dorado de Aries.

-Mi Signo del Zodiaco. ¿Qué está pasando? ¿Qué ha sido ese desgarrador grito? –se preguntó Mu, su mente ni siquiera al ser una mente Muviana, podía entender el significado de aquel sello- El sello que rodea al Laberinto de Cronos ha comenzado a desvanecerse… pero… si este sello se ha extinguido con la muerte de una Titánide. ¿Qué es tan importante y poderoso para ser sellado por la flama de la vida de un Titán? -se preguntó el de Aries, pero rápidamente recordó a Saori, y se viró a ver al resto de las 12 Casas- No es el momento. Debo seguir con mi camino, debo llegar a Saori, llegar junto a Athena -y Mu comenzó a subir las escalinatas en dirección al Templo de Tauro.

El Laberinto de Cronos. Templo de Okéanos.

-¡Polvo de Diamante! -gritó Camus con furia, y Okéanos de Tanken, el Dios de los Océanos, fue impactado de lleno por vez primera, y azotado violentamente contra las columnas de su templo. El dios había sido herido, pero no lo suficiente para morir. Sin embargo, se encontraba en un estado de total horror- Siento una fuerza que se desvanece… la Tierra ruge con ira y llora… es como si todos los ríos del mundo se lamentaran al unísono –observó entonces Camus el Teosu Sema, el emblema del Megas Kroustiká había sido reemplazado por el emblema del Signo Aries- No solo Capricornio, sino Aries también. ¿Qué está ocurriendo? –se preguntó Camus, cuando notó a Okéanos, tembloroso, e incorporándose.

-Tethys… -habló Okéanos con debilidad-. No es verdad… esto es imposible… Tethys ha… mi amada ha perdido su cuerpo inmortal, y su alma ha sido sellada en el Tártaros… Tethys ha muerto. ¡Tethys! -la ira de Okéanos estalló. La nobleza de su ser se había perdido, ya solo quedaba el odio- ¡Me han arrebatado a mi amada! ¡Malditos sean todos ustedes! ¡Malditos! -de los ojos del Titán comenzó a brotar su Icor, caía como pequeños ríos por su rostro- Los mataré a todos. ¡Auge Hydor! -conjuró el furioso Titán, que traducido del heleno significaba Agua del Amanecer. Cristales afilados se materializaron alrededor de Camus, y bajaron penetrando por el cuerpo de Caballero de Acuario, rompiendo inclusive la Armadura Dorada, extrayendo la sangre de su cuerpo a través de los poros de su piel, lo que terminó por herir mortalmente al Caballero Dorado que hasta ese entonces había combatido por casi 4 horas al Titán- Me han arrebatado a mi amada… ya nada importa… nada… no existe más mi compasión por los humanos… no existe más mi perdón… al destronar a Poseidón, planeaba traer prosperidad. Los humanos renacerían como seres perfectos como en Atlantis o Lemuria… pero ya no más… ya no soy un dios compasivo –el Dunamis de Okéanos comenzó a tornarse escarlata, y sus ojos comenzaron a oscurecerse. Okéanos de Tanken, se había convertido en un Demonio.

-Okéanos… -comenzó Camus, incorporándose mientras se desangraba por las múltiples perforaciones-. A lo largo de nuestra batalla has probado ser un dios compasivo… la sola idea de enviarte al Tártaros me consumía el alma -Camus unió sus manos, y reunió todo el poder de su fuerza congelante en ellas, mientras Okéanos continuaba siendo consumido por su Dunamis que se salía de control-. Los mitos dicen, que la Edad Dorada de los humanos se dio cuando reinaban los Titanes. La Tierra era prospera y hermosa, todo era paz, sabiduría y compasión… -comentó Camus al recordar los mitos de su tiempo, mientras Okéanos le dirigía la mirada, y se mordía los labios hasta liberar de los mismos su Icor-. Pero todo eso se perdió cuando Cronos se volvió un tirano. De pronto la Tierra que los dioses regalaron a los humanos ya no les pertenecía, y Cronos cometió los mismos crímenes de su padre, Urano, y forzó a Zeus a revelarse y destronarlo. Me niego a ver a un ser tan noble como a mi señor Okéanos recorrer la misma senda de su hermano Cronos. Es por esto, que en este momento voy a acabar con su existencia física, y regresaré su alma al Tártaros, donde se reunirá a su amada Tethys -lloró Camus, mientras su constelación y la Estatua de Atenea lo respaldaban.

-¡Tras recibir mi ataque de Auge Hydor, controlo toda la sangre de tu cuerpo! ¡Tan solo debo extraerla para terminar con tu miserable existencia! -agregó Okéanos, irradiando su furia tras la muerte de su amada. Más entonces observó que Camus dejaba de sangrar, y que una delicada capa de polvos de cristal rodeaba su piel y congelaba su sangre. Camus se estaba forzando a sí mismo a la hipotermia, para conservar su sangre incontrolable para el dios, lo que al mismo tiempo acortaba la flama de su vida- Humano… ¿de verdad te crees capaz de desafiar a los dioses? -le preguntó el Titán.

-Regrese con su amada, mi señor Okéanos… como he dicho antes, no le soy fiel a Poseidón… le soy fiel a Athena… -la aurora boreal iluminó los cielos oscuros del Laberinto de Cronos, respaldando el cosmos de Camus-. Más lo que estoy por hacer lo hago tanto por Athena como por usted. Mi señor Okéanos. ¡Me niego a verlo convertirse en un tirano! ¡Lo salvaré de ese destino! ¡Ejecución Aurora! -y para Okéanos, todo comenzó a moverse como si el tiempo mismo se hubiera congelado.

El Souma de Okéanos no resistió el impacto de la Ejecución Aurora, y se congeló por completo antes de estallar en pedazos por el cambio tan repentino en las fuerzas de contracción que golpeaban el metal precioso. Okéanos entonces cayó de rodillas, y sangre azul comenzó a derramarse por los suelos de su recinto. Solo bastó un instante de convicción para que Camus alcanzara un estado de cosmos que le permitiera congelar el Souma de Okéanos, alcanzando el Cero Absoluto, por su deseo de evitar que el Titán se entregara a la Tiranía Divina, y la prueba de que Camus lo había logrado, radicaba en el Dunamis de Okéanos, que comenzó a recuperar su color natural, mientras el Titán respiraba, y sentía sus pulmones congelarse.

-El… Cero Absoluto… ¿lo alcanzaste realmente? –comenzó el Titán, su Souma ya no existía, caía en pedazos a su alrededor, mientras el Titán, semidesnudo, se incorporaba pese a sus heridas- Lograste alcanzar la fuerza de detener incluso los átomos de mi Souma, que terminó por despedazarse… de no ser por mi Souma… habría muerto… no… incluso con mi Souma… siento el viento congelante… apresarme el cuerpo… Poseidón no desea que continúe con vida… -le comentó Okéanos, acercándose, Camus estaba tan débil, que no podía siquiera escapar de la propia capa de hielo que él había extendido alrededor de su cuerpo, por lo que se mantenía en la pose de su ataque sin poder moverse, mientras Okéanos seguía avanzando-. ¿Cómo lo conseguiste? El Cero Absoluto… debería ser una imposibilidad matemática… ¿cómo? –preguntó el Titán, llegando ante las manos entrelazadas de Camus, y tomando las mismas con debilidad.

-Yo solo quería… salvarlo… señor Okéanos… -le explicó Camus-. Siempre he pensado… que el involucrar los sentimientos en las batallas… es una tontería digna de un Escorpio… mi mejor amigo… Milo… él sería uno de los Caballeros Dorados más poderosos si no se tentara el corazón… -continuaba Camus, intentando salir de la pose que había adoptado, pero con solo intentar despegar sus dedos, su piel se rompía-. Creo que… el ver en lo que se estaba convirtiendo… en un Demonio… y dejar de sentir la calidez de su Dunamis… me obligó a alcanzar el Cero Absoluto, un frio tan intenso que yo no debería de estar vivo en estos momentos por haberlo desencadenado, pero… una calidez… me arropó… la calidez de la Escudera de mi querido amigo Milo… quien ahora entiendo… que es más que una Escudera… -aclaró Camus.

-¿Athena? –preguntó Okéanos, ante lo que Camus asintió- Desencadenaste el Cero Absoluto… para evitar que terminara de convertirme en un Demonio… sabiendo que eso te mataría… -lo admiró Okéanos, y Camus asintió con debilidad, su piel rompiéndose con cada movimiento-. No sabías que el cosmos cálido de Athena te salvaría… elegiste morir por mí, tu enemigo… Camus… has dicho que los sentimientos son inútiles en la batalla… y puede que tengas razón… pero en este caso… tus sentimientos me impidieron convertirme en un Demonio, y por eso… yo te declaro, oficialmente, el Príncipe de los Océanos –colocó Okéanos su mano sobre la cabeza de Camus, rodeando su brazo con su Dunamis, antes de que este estallara violentamente y subiera al cielo, repitiendo lo que había ocurrido con los otros Titanes. El Dunamis de Okéanos entonces regresó y comenzó a derretir el hielo alrededor del cuerpo de Camus, y a sellarle sus heridas, aunque al mismo tiempo causaba en Camus un terrible dolor, un dolor que Camus comenzó a comprender, cuando tras alzar el rostro en una contusión provocada por el Dunamis de Okéanos entrando en su cuerpo, notó el Teosu Sema, que reemplazaba el Tanken, el Souma de Okéanos, con la Constelación de Acuario, forzando a su vez el temblor de la Tierra, y el resonar de un alarido de dolor-. Te entrego mi Dunamis… Príncipe de los Océanos… mi Thalassa Deluge ahora te pertenece… usa mi técnica… y con ella… protege los océanos de esta hermosa Tierra… -tras decir esto último, Okéanos comenzó a caer al suelo. Su trayecto al suelo fue acompañado de memorias que parecía haber olvidado, sobre gobernar a los humanos en un santuario en su nombre al lado de Tethys, quien era su reina, gobernando ante los humanos en un reino próspero y hermoso. Los ojos de Okéanos derramaron una lágrima mientras se apagaban, y su cuerpo se destrozó como una escultura de hielo, que se convirtió en polvo de estrellas. Camus cayó de igual manera, pero su cuerpo, ya cálido, no se destrozó con la caída. Sin embargo, el de Acuario estaba demasiado débil.

-Milo… -comenzó Camus con sus labios partidos-. Perdóname… por no cumplir mi promesa… prefiero ser un mentiroso… a que nuestra próxima reunión sea en los Campos Elíseos… -prosiguió el de Acuario con debilidad, mientras perdía el conocimiento, y la imagen de Saori y su sonrisa, se hacían presentes en su mente-. Protege a Saori… protege a Athena… -se desmayó entonces el de Acuario, incapaz de mantener su promesa de seguir adelante.

Laberinto de Cronos.

-¡Camus! -se detuvo Milo, y miró al vacío del Laberinto de Cronos, notando la aurora boreal que se extinguía en la Segunda Morada- Lo logró, mi querido amigo lo logró. ¿Pero a qué precio? La flama de la vida de Camus apenas y se aferra a este mundo –resumió Milo en su preocupación.

-Otro Souma está desapareciendo de esa cosa, y es reemplazado por la Constelación de Acuario –interrumpió el ascenso también Aldebarán, posando su atención en el Teosu Sema-. Por lo que hemos sentido en el cosmos, la constelación de un Caballero Dorado reemplaza al Souma cuando un dios ha sido derrotado. ¿Qué significa esto? –preguntó el de Tauro.

-La Constelación de Capricornio apareció primero, después la de Aries, y ahora la de Acuario… solo Aries está en concordancia con su orden en el Zodiaco –comenzó Aioria, tratando de encontrar las respuestas-. Si no aparecen en el orden de las constelaciones, están apareciendo en reemplazo a los Souma. ¿Podría ser que ese sello vea a los Caballeros Dorados como reemplazos de los Souma? –le preguntó Aioria a Milo.

-Si ese fuera el caso, ¿por qué y para qué? –meditó Milo al respecto, teniendo un mal presentimiento- Nos unimos a esta afrenta a los Titanes, pensando en que era posible desafiar a los dioses, y derrotarlos de ser necesario… comienzo a pensar que no medimos las consecuencias de lo que hacíamos… -concluyó Milo, lo que ni Aldebarán ni Aioria comprendían, por lo que lo miraron con curiosidad-. Jamás me he puesto a pensar en lo que ocurre cuando un dios muere… Athena ha muerto en otras guerras, pero lo que muere es el contenedor del cosmos de Atenea que, tras ver su cuerpo artificial destruido, vuelve al Olimpo… pero… cuando lo que muere no es un ser reencarnado, ¿qué ocurre con su dominio? –se preguntó Milo.

-Cuando un dios muere, su dominio se pierde en el Éter –escucharon los tres, alzaron la guardia, y observaron a la Octava Morada de los dioses, frente a la cual un Titán fornido, de cabellera rubia platinada, comenzaba a hacerse presente-. No es algo que espero que comprendan los mortales, pero recomiendo que dejen de perder el tiempo… estoy furioso, y con ansias de vengar la muerte de mis hermanos y hermana. Así que, si ya se cansaron de parlotear, entren de una buena vez y enfrenten a Ceo de Reipia, el Relámpago Negro –se fastidió el Titán, volviendo a entrar en su templo. El trio de Caballeros Dorados intercambió miradas, y entró dentro de la Octava Morada de los Dioses.

Morada de Ceo.

-Yo soy el Dios del Conocimiento –continuó el Titán ya dentro de su Morada, mientras el trio de Caballeros Dorados esperaba respetuosamente, sabiendo que el Titán ya se había convencido de continuar con las batallas como se habían estado librando hasta ese momento-. Mi esposa Phoibe seguro sería más diestra en explicarles, pero haré lo que pueda. Lo que observan sobre el Laberinto de Cronos es el Teosu Sema… un sello que se forjó para mantener a los Dioses Antiguos encerrados, conteniendo a una diosa que es la fuente de nuestro poder –les explicó él.

-¿Una diosa que es la fuente del poder de los Titanes? –pensó Aioria al respecto, sabiendo que, pese al dolor que Ceo sentía por perder a tres de sus hermanos, el Titán aún se daba tiempo para explicarles a sus enemigos lo que ocurría. En la mente de Aioria entonces apareció la Estatua de Atenea, por lo que él lo comprendió- Gea… -concluyó, sorprendiendo a Aldebarán y a Milo-. Un sello de 12 candados, del cual se alimentan los Titanes. Es de Gea de quien los Titanes obtienen su poder. Básicamente, sería como decir que los 12 Caballeros Dorados obtenemos nuestro poder de Athena, solo que nosotros no sellamos a Athena detrás de un Teosu Sema –le comentó Aioria de forma acusativa.

-Lo hubieran hecho si, al igual que pasó con nosotros, uno entre ustedes se hubiera levantado contra su diosa y utilizado su poder a su conveniencia –le explicó Ceo-. Pero no te confundas, Caballero de Leo, nuestra madre fue sellada por su propia voluntad. Ella sabía que el dominio de los Dioses Antiguos debía detenerse, cuando la Tiranía se apoderó de Urano –aseguró él.

-Igual que el gobierno de los Titanes debió terminar cuando la Tiranía se apoderó de Cronos… -exclamó Milo molesto-. Aquí la diferencia radica en que los Titanes están siendo malos perdedores –defendió Milo.

-No lo comprendes, estás tan ciego como todos los humanos que se subordinan a los Olímpicos –se cruzó de brazos Ceo-. Ustedes no quieren saber ni entender las razones detrás de nuestra guerra, solo les interesa el por qué sus Signos Zodiacales reemplazan a los Soumas de mis hermanos… permítanme demostrárselos. ¡Dunamis Seal! –enunció Ceo, su Dunamis se incineró, estalló, y voló en pedazos la Octava Morada, el evento que trascendía frente a los ojos de Aldebarán, de Aioria y de Milo, era un evento que ya habían visto en al menos tres ocasiones, justo cuando un Titán perdía la vida. Alrededor del Dunamis de Ceo comenzaban a estallar los relámpagos negros, y el Dunamis terminó por volverse en su propia contra, y depositarse dentro de una estatua en el recinto. Tras la estatua recibir el Dunamis de Ceo, la octava cacerola dejó de mostrar a la espada Reipia, dejando el espacio como un vacío oscuro, igual que la Doceava Cacerola. Tras aquel evento, el cosmos de Ceo se hizo presente, se sentía muy diferente del cómo se sentían los Dunamis del resto de los Titanes-. Observen el Teosu Sema ahora… el Reipia ya no brilla en su interior, solo existe un vacío. Esto significa que esa casilla está sellada, y que mi dominio, el Conocimiento, yace depositado en otro lugar. Eso es lo que significa que las Constelaciones de Aries, Capricornio y Acuario aparezcan ahora en el Teosu Sema… los dominios de mis hermanos y hermana, están depositados en sus constelaciones ahora –terminó Ceo, dio un paso al frente, y toda la Morada del Conocimiento se estremeció.

-El dominio de los dioses, ¿sellado en las Constelaciones de Aries, Acuario y Capricornio? –se preguntó Aldebarán, mientras sentía la tremenda presión del cosmos de Ceo, quien se acercaba con cada paso que daba rodeado de relámpagos negros causando temblores- Pero espera, si eso es cierto, eso convierte a Mu, a Camus y a Shura en… -comenzó el de Tauro.

-Dioses –le interrumpió Ceo, sorprendiendo al trio de Caballeros Dorados-. O ese sería el caso, si el Dunamis hubiera sido unido al cuerpo humano y no a las Constelaciones. Lo que han hecho mis hermanos es sellar su Dunamis de la misma manera en que Zeus, Poseidón y Hades, sellaron la Divinidad de Cronos dentro del Megas Depranon. Sus amigos no son realmente dioses, pero mientras el Dunamis permanezca dentro de sus Armaduras Doradas, así como los conocimientos de la forja de Hefestos le son accesibles al Caballero de Aries, así como la velocidad de Hermes alimenta los talones de Capricornio, y así como los vientos de Poseidón apoyan a los vientos congelados de Acuario, ellos quienes han derrotado a dioses, mientras vistan sus Armaduras Doradas, podrán acceder al Dunamis de los Dioses… pero ya he desperdiciado suficiente tiempo en pláticas ridículas. ¿Quién de ustedes será mi oponente? –preguntó Ceo, su cosmos aplastante intimidando a los Caballeros Dorados, pero de entre los tres, Aioria se adelantó orgulloso- Así que… el Relámpago Blanco se enfrenta al Relámpago Negro… interesante –sonrió Ceo.

-No tengo idea de qué dices… pero yo seré su oponente… adelántense, Aldebarán, Milo… -pidió Aioria, y los de Tauro y Escorpio así lo hicieron, ignorando al Titán, dejando a los maestros de los relámpagos a que comenzaran con su batalla-. Los humanos no somos seres que deban ser subestimados por los dioses –le sonrió Aioria.

-Parece que no prestas la suficiente atención, Relámpago Blanco… -estalló el cosmos de Ceo, con un resplandor oscuro, mismo que aturdió a Aioria momentáneamente-. Yo ya no soy un dios… puedes reverenciar a esa estatua si es a una divinidad a la que buscas, lo que yo poseo ahora solo es cosmos, la fuerza destructiva del universo, en su máximo esplendor. ¡Sparkle Raipier! –se lanzó Ceo en dirección a Aioria, lanzando una tremenda cantidad de puñetazos en un instante, impactando siempre la misma zona, el estómago de Aioria, quien escupió sangre por los impactos hasta que Ceo terminó por golpearle el mentón al de Leo, lanzándolo en un par de giros al aire, hasta que Aioria cayó en el suelo sorprendido-. Te diré algo, Aioria… he llegado a un nivel de entendimiento sobre el cómo es que ustedes, simples mortales, han logrado asesinar a 3 dioses –comenzó Ceo, su cosmos sin control destrozando el suelo, sus relámpagos estrellándose contra las paredes, cada paso que daba, era el sonido del trueno mismo-. Esa enorme fuerza que hace a los humanos tan poderosos… es la esperanza que les da el tener una vida limitada… esperanza de vivir, de continuar existiendo, esperanza que los dioses no tenemos ya que somos inmortales… es por esto, que he renunciado a mi divinidad para comprender la verdadera fuerza y superar el poder de los dioses que los humanos han sobrepasado -señaló Ceo a la estatua de sí mismo sosteniendo un relámpago negro, esta brillaba con la fuerza del Dunamis de Ceo.

-Espera… eso significa que si soy victorioso en esta batalla… no regresarás al Tátaros con tus hermanos, sino que serás juzgado por Hades por la eternidad, es una locura -Ceo asintió, levantó a Aioria al sujetarlo de la cabeza, chasqueó los dedos de su mano libre, y de esta se desprendió un relámpago que lanzó a Aioria por toda la Octava Morada.

-Tethys, Okéanos y Kreios, los tres abandonaron sus divinidades para entregarles su Dunamis a los mortales que los vencieron… yo solo adelanto la tarea renunciando antes, para desencadenar el verdadero cosmos infinito, y toda su fuerza destructiva… -le explicó Ceo, imponente, poderoso-. Mis hermanos ya están con Hades, Aioria, pero no seré yo quien se reunirá con ellos frente a Caronte, sino que serás tú, Caballero de Leo… -los relámpagos negros volvieron a hacerse presentes, y el grito de Aioria, resonó por todo el Laberinto de Cronos.

El Santuario. Templo del Patriarca.

-¡Aioria! –exclamó de improviso Saori, quien hasta esos momentos había estado extendiendo su cosmos para rodear con el mismo a sus Caballeros Dorados, quienes habían conseguido detener la avanzada de los Titanes, y consumir en su totalidad la Flama de la Casa de Cáncer, comenzando con los dominios de la Flama de la Casa de Leo, Signo del Zodiaco que se había estremecido con violencia en ese momento- El cosmos de Aioria… está siendo abatido con una violencia demasiado preocupante… uno entre los Titanes, el Relámpago Negro… -comentó Saori a Yoshiko, quien miraba a la Torre del Reloj con preocupación.

-Tu Omnisciencia Divina se está fortaleciendo, Saori… puedes ver ahora incluso dentro del Laberinto de Cronos con semejante claridad –le comentó Yoshiko, orgullosa de la diosa-. El Relámpago Negro fue el creador precisamente del Relámpago, que era la debilidad de los Titanes. Ceo le entregó el Relámpago a Zeus, quien lo utilizó para herir a Cronos y poner fin a la Titánomaquia. Algunos entre los Titanes inclusive, lo consideran un traidor, y está entre los Titanes más poderosos de todos –le explicó Yoshiko.

-Ese Titán está doblegando a Aioria… -le comentó Saori-. Ha renunciado a su Dunamis voluntariamente, transformando su cosmos en algo inmenso… -se preocupó Saori, elevando su cosmos aún más alto, lo que comenzó a preocupar a Yoshiko-. Si alcanzo a Aioria con mi cosmos… tal vez pueda ayudarlo a fortalecerse… -continuó Saori, temblando por el esfuerzo.

-Saori, espera –le pidió Yoshiko-. Si usas tu cosmos tan imprudentemente, tu cuerpo humano no lo soportará. Apenas y has despertado la conciencia de tu identidad como Athena, tu cuerpo no está lo suficientemente desarrollado para soportar tu propio poder –le comentó Yoshiko.

-¿Despertado su conciencia como Athena? –escuchó entonces Yoshiko, y tanto ella como Saori se viraron a la entrada al Templo del Patriarca, donde Afrodita se encontraba. El Caballero de Piscis había abandonado su casa para librarse de la curiosidad sobre el cosmos que iluminaba el Santuario de su diosa- Increíble… estuvo frente a nosotros todo el tiempo, y nadie se dio cuenta… -se dijo a sí mismo el Caballero de Piscis, quien entonces caminó al lado de Saori, y le ofreció una de sus rosas-. Saori… las lágrimas te generarán arrugas –hasta aquel comentario, Saori no se había percatado de que había estado llorando en preocupación por Aioria, y comenzó a limpiarse el rostro antes de aceptar la rosa de Afrodita-. Somos sus Caballeros Dorados mi señorita… y me enorgullece decirle que no dudaré en servir a una pequeña tan hermosa como usted. La protegeremos, confíe en nosotros. Ya verá que mañana incluso arreglaremos su cabellera nuevamente, y todo esto habrá quedado atrás en el olvido… se lo garantizo –prosiguió el Caballero de Piscis, sus palabras llenando a Saori con una gran calma mientras el de Piscis se retiraba a su casa, lanzando con su rosa unos pétalos al aire llevados por el viento.

Casa de Géminis.

-Los Dunamis de Tethys, Okeanos y Kreios… se han desvanecido… esto es imposible… los humanos no deberían de ser capaces de realizar estas blasfemias -se sorprendió Iapeto, pero Saga pensaba diferente, e incluso se negaba a brindarle a Iapeto el tiempo de pensar en la muerte de los caídos, y en su lugar, se abalanzaba en contra de Iapeto con su Satán Imperial listo para golpear al Titán-. Miserable. Tú y tu raza serán exterminados por sus blasfemias. ¡Han asesinado a dioses! –evadió el ataque Iapeto, aunque sintiendo un poco de la distorsión mental que causaba el mismo, resistiéndola, y pateando a Saga a un lado, forzando al de Géminis a subir su guardia, y analizar los movimientos del Titán.

-¡No! ¡Hemos asesinado a Titanes desterrados por Zeus! -aclaró Saga- ¿Acaso no puedes sentirlo, Iapeto? Sin Athena los desafiábamos con solo nuestra devoción como principal fuerza. Pero ahora es diferente -aceptó Saga, mientras sentía su cosmos siendo respaldado por el de la Diosa Athena, que se dibujaba en el mismo junto a la Constelación de Géminis-. Nuestra diosa ahora está con nosotros, llena nuestra alma con su calidez, no podríamos perder con Athena de nuestro lado –le explicaba el de Géminis, cuando un pétalo de rosa llegó ante Saga, el de Géminis tomó el mismo y cerró los ojos-. ¿La Escudera de Milo? -se sorprendió Saga- Ya veo… siempre que esa niña pasaba por mi casa en dirección al Anillo Medio, podía sentirlo. Ella era especial… agradezco tu informe, Afrodita -agregó Saga tras entender el conocimiento vertido por Afrodita en el pétalo de rosa.

-Con la gracia de Athena o sin ella, los humanos no tienen el poder de derrotar a los dioses… Tethys, Okeanos y Kreios murieron por ser débiles al amar tanto a los humanos que fueron cegados del peligro que representan. Su gracia siempre fue en favor de los humanos… pero… la mía pertenece a un mundo distinto -las galaxias se dibujaron por el Dunamis de Iapeto, y las dimensiones volvieron a distorsionarse-. ¡Melas Planetes! -gritó en heleno, que significaba Planeta Negro. Y entonces, tanto Iapeto como Saga fueron tragados por el vacío del espacio, y la Casa de Géminis regresó a la normalidad. Nadie quedaba para defenderla, o impedir el regreso de la Titánide que se había perdido entre las dimensiones.

Theia, la Diosa del Brillo, la Titánide que fue encerrada dentro de los confines del Laberinto de Géminis, había sido liberada. La Titánide se puso de pie sin problema alguno, e incluso se dio tiempo de limpiar su falda metálica del polvo en el suelo. Entonces miró al Reloj de Cronos, visible desde cualquier dirección de las 12 Casas, y comenzó a juguetear con su despeinada cabellera de un color azul intenso, haciendo remolinos de cabello.

-La Flama de Leo comienza a extinguirse… los humanos nos han hecho perder mucho tiempo -habló la Titánide, y entonces miró en dirección a Nicole, que sonreía ante ella mientras carraspeaba su garganta divertido-. Hermano Cronos… yo atenderé a tus heridas –continuó la Titánide, iluminando sus manos con su Dunamis, y comenzando a curar al Titán.

-Admito que ha sido entretenido el sentir el dolor humano, aunque tras un par de horas, el sentimiento se torna molesto –sonrió Nicole, reponiéndose gracias al poder de Theia, y tronando sus adoloridas articulaciones-. Los cuerpos mortales son tan frágiles, jamás entenderé el como la ridícula de mi nieta reencarna generación tras generación, aunque eso ya no tiene importancia… llevamos dos horas de retraso, y el Megas Depranon espera –miró Nicole a la cima del Laberinto de Cronos, donde los emblemas de Aries, Capricornio y Acuario brillaban con fuerza-. Al final… todo valdrá la pena mis hermanos… andando –ordenó Cronos, Theia obedeció, y el par de Titanes abandonó la Casa de Géminis, sin percatarse de una figura oculta tras unas columnas, y quien comenzó a seguirlos en dirección a los templos superiores.

Casa de Libra.

-¡Dragón, Eridanus! –entró dentro del Templo de Libra un par de Caballeros de Plata, Misty del Lagarto, a quien tanto Shiryu como Okko ya conocían, pero detrás de él quien le acompañaba no les era familiar, aunque Misty no tardó en presentarlos a su manera- Noesis del Triángulo ha sentido una distorsión en las dimensiones proveniente desde el Templo de Géminis, este portal está por abrirse en la Casa de Libra. ¡Salgan de aquí! –pidió Misty, Shiryu y Okko intercambiaron miradas, y pensaron en discutir el qué hacer, cuando Noesis se adelantó ante ellos con su cosmos ardiendo.

-¡Es tarde! ¡El portal dimensional se abre! –declaró Noesis, empujó a Okko, y donde el de Eridanus había estado parado, un corte entre las dimensiones se hizo presente, abriendo los telares entre las mismas, y liberando a Themis, la Diosa del Orden, quien se posó en medio de los Caballeros de Plata y Bronce.

-¿En dónde me encuentro? –preguntó la Titánide, observando sus alrededores, y encontrando a la Armadura Dorada de Libra en medio del templo, lo que dibujó una sonrisa en su rostro- Así que el Caballero de Géminis erró al lanzarme dentro de las dimensiones, he aterrizado en el Templo de Libra, pero, ¿cuánto tiempo ha pasado? –se asomó Themis por las columnas, encontrando al Reloj de Cronos con la Flama de Leo aún encendida- Tal parece, que vamos con ventaja –preparó su espada Themis, dispuesta a no perder el tiempo y seguir adelante, cuando al prestar su atención en dirección a los Caballeros de Plata, su sorpresa fue inmensa al ver el Teosu Sema, con las Constelaciones de Aries, Capricornio y Acuario adornándolo-. ¿Qué significa esto? No siento los Dunamis de Tethys, Okéanos y Kreios –se molestó la Titánide.

-¡Te reunirás con ellos en el Tártaros! ¡Tifón Plateado! –atacó Misty, lanzando sus torbellinos plateados en dirección a la Titánide, quien pese a su sorpresa por ver el Teosu Sema, colocó su mano, atrapando los torbellinos plateados, y regresando el ataque en dirección al Caballero de Plata que siempre se jactaba de ser invencible y de jamás haber sentido dolor, solo que, igual que le habían enseñado Mu y Dohko, el elegir a sus oponentes, era lo único que lo había vuelto tan invencible, ahora que Misty no podía elegir, se vio inmediatamente sobrepasado por la Titánide que regresó su ataque.

-¡Misty! –se preocupó Noesis, mientras el de Lagarto había quedado clavado contra una columna, y se desplomaba débilmente contra el suelo- Es evidente el que no podremos vencerte, Titánide, pero no tenemos que hacerlo, solo sellarte en el Templo de Libra con nuestro cosmos hasta que pasen las 12 horas. ¡Sello Trinitario! –unió sus manos Noesis, formando un triángulo uniendo sus pulgares en horizontal, y la punta de sus dedos índice, desprendiendo un conjunto de triángulos de plata, que rodearon las manos y piernas de la Titánide, y lanzando un quinto triangulo para apresar su cintura.

-Ya he tenido suficiente de Constelaciones de Soporte. Si van a defender a Athena del Juicio Divino de los Titanes, háganlo con sus puños, no con tan ridículas artimañas. ¡Brabeus Talanton! -gritó la Titánide en heleno, que significaba Balanza del Juez. El Dunamis de Themis se convirtió en una balanza, muy similar a la Libra que yacía en el centro del templo, y con esta, aplastó a Noesis, quien perdió el conocimiento en ese momento.

-¿Viste lo que yo vi, Shiryu? –preguntó Okko, manteniendo sus brazos en alto, desafiante ante la Titánide quien, tras haber derrotado de un solo movimiento a ambos Caballeros de Plata, se viró para ver a los de Bronce, cada uno delante de uno de los platos de la Armadura de Libra- Ha usado el plato de una balanza para su ataque, y no solo eso… siento un cosmos honorable viniendo de ella –le comentó Okko.

-Lo siento también, Okko. La Titánide frente a nosotros no puede ser otra que Themis de Flamberge, la Titánide del Orden Divino –le explicó Shiryu, admirando a la Titánide, quien comenzó a dirigirse al par de Caballeros de Bronce-. Pero por más divinidad que ella sea, nosotros somos los Caballeros del Orden. ¡Dragón Ascendente! –lanzó un puñetazo el Caballero de Bronce del Dragón.

-¡Tigre Descendente! –lo siguió en su afrenta el Caballero de Bronce de Eridianus. Tigre y Dragón, agua y viento, se abalanzaron sobre Themis quien con Flamberge, su inmensa espada, en manos, blandió, materializando con su Dunamis un par de platos, la Balanza del Orden Divino, que protegió a la Titánide de ambos embistes, manteniendo a tanto al Dragón como al Tigre a raya con su Dunamis defensivo.

-¿Osan llamarse a sí mismos los Caballero del Orden? -preguntó Themis incrédula, mientras Shiryu y Okko se reunían, movían sus brazos como las estrellas de sus constelaciones, y materializaban al Dragón esmeralda y al Tigre de zafiro como respaldos a sus respectivos cosmos, volviendo a intentar sus embistes, Okko estrellándose contra los platos, Shiryu logrando evadirlos, sorprendiendo a la Titánide, impactando su rostro, pensando que había sobrepasado a la invasora, pero notando que su puño no podía siquiera repeler el Dunamis alrededor del cuerpo de Themis- ¡Yo soy la Diosa del Orden! ¡Soy quien definió el término justicia! ¡Se atreven a decir que defienden a Athena en mi nombre! -Themis hizo estallar su Dunamis, y tanto Shiryu como Okko fueron lanzados nuevamente hacia atrás- ¡Serán castigados! ¡Que el peso de sus pecados caiga sobre ambos! ¡Brabeus Talanton! -gritó la Titánide, la Balanza del Juez se materializó sobre el Tigre y el Dragón, pero Shiryu bloqueó con su escudo, manteniendo ambos platos suspendidos sobre él y Okko- ¿Cómo? Solo eres un Caballero de Bronce –se impresionó la Titánide, observando a Okko incorporarse mientras Shiryu lo defendía, y preparar su puño derecho, en el cual comenzó a reunir todo su cosmos.

-Nuestro maestro, Dohko de Libra, nos enseñó que las Armaduras de Athena, sean de Bronce, de Plata o de Oro, son solo una condecoración… el cosmos de cualquier Caballero de Athena puede llegar hasta el infinito –se defendió Shiryu, empujó su escudo, y repelió ambas balanzas, que cayeron a izquierda y derecha de la Titánide-. Aunque acepto que mi Escudo del Dragón, alimentado bajo la cascada de Rozan por cientos de años, bañado por la luz de las estrellas, es más fuerte de lo que me esperaba –se posó Shiryu orgulloso.

-Presume todo lo que quieras, Shiryu –apuntó Okko con su brazo envuelto en cosmos, y el Tigre rugiendo a sus espaldas-. Pero el Colmillo de Bronce de la Armadura de Eridanus, es más útil para enfrentar a una Titánide que un ridículo escudo. ¡Voy por ti Titánide! ¡Colmillo de Tigris! –se lanzó Okko, y la Titánide, desafió con Flamberge al Tigre y el Dragón.

Laberinto de Cronos. Morada de Phoibe.

-Las reglas fueron hechas para romperse, han dicho los humanos… y a pesar de que este no es un dicho con el que me sienta identificado, la verdad dicta que cualquier regla no es inquebrantable del todo -fue esta la explicación de Shaka a Phoibe de Xifos Velona, la Diosa del Intelecto, quien fuera la creadora de las reglas. La Titánide se mantenía impresionada mientras veía el Teosu Sema con 3 Constelaciones Doradas, donde debían estar los Soumas de sus hermanos y hermana, lo que significaba que 3 dioses habían sido asesinados por los mortales-. Mi señora Phoibe de Xifos Velona, no es tarde para que se detenga esta guerra. Los Caballeros Dorados ya hemos demostrado que es posible el derrotar a los dioses. Ya han muerto 3 Titanes. ¿Cuántos más deberán morir para que esta guerra termine? -preguntó Shaka.

-Morirán cuantos tengan que morir para preservar el orden –respondió Phoibe, quien entonces elevó su Dunamis, con el Xifos Velona, la espada que representaba su Souma, dibujada a sus espaldas-. Shaka, tú y tus compañeros Caballeros Dorados me han irrespetado. Las reglas no fueron creadas para romperse. Fueron creadas para preservar la paz. Este insulto no será tolerado, Caballero de Virgo. ¡Poebe Karein! -de los dedos índice y medio de la Titánide, se desató en forma de una banda con letras en la lengua de los dioses el Dunamis de Phoibe, presumiendo su fuerza primordial. La banda de energía aprisionó a Shaka y comenzó a oprimir su cuerpo con violencia, impidiendo a Shaka levantar los brazos y conjurar sus poderes casi divinos- ¡Jiden Irumineshon! -conjuró Phoibe en heleno, y en su mano derecha se reunió la energía del cosmos de todo el universo. Era como presenciar el ataque de Explosión de Galaxias de Saga, pero siendo tragado por un agujero dorado y reunido en la palma de la mano de la Titánide, antes de ser liberado en la forma de centenares de luces de polvo de estrella, que se estrellaron contra el cuerpo de Shaka, penetrando su armadura y perforando los poros de su piel. El Caballero Dorado de Virgo comenzaba a desangrarse- El universo no es más que un átomo inmenso creado por el Dunamis de los dioses antiguos. A su vez, todo en el universo está conformado por átomos. Mi Jiden Irumineshon reúne la energía creadora del universo en mi mano, y la libera en miles de partículas de luz, inexistentes para la vista humana, manipulables para los dioses. Tu cuerpo acaba de ser perforado por la energía creadora del cosmos, este es el ataque más poderoso de los dioses -y Shaka, conocido por la mayoría de sus compañeros Caballeros Dorados como el caballero más cercano a los dioses, sintió como cada uno de los poros de su piel escupía la sangre hirviendo de su cuerpo.

-¡El Tesoro del Cielo! -fue la respuesta de Shaka al ataque de Phoibe. La Titánide de pronto sintió el cosmos de Shaka hacerse presente a pesar de que su cuerpo estaba gravemente herido- Mi señora Phoibe… antes de recibir sus ataques… yo abrí los ojos como señal de respeto. Declarando que lucharía con todas mis fuerzas desde el inicio de esta batalla -varias imágenes de buda aparecieron alrededor de toda la Morada del Intelecto. Eran estas las proyecciones del cosmos acumulado por Shaka dentro de sus ojos, y que, al abrirlos, desencadenaban un poder similar al de los dioses-. Estoy seguro de que ya lo sabe. El poder que alimenta a nuestros cuerpos moribundos… es el poder de la diosa Athena que ha despertado de su vida de ignorancia. Saori ha descubierto quien es realmente -agregó el de Virgo, y en su cosmos se dibujó la Estatua de Atenea, que daba fuerza a su constelación.

-¿Sabías que la Escudera del Caballero de Escorpio era una diosa, y permitiste semejante insulto? -preguntó Phoibe- ¿Por qué callar ese conocimiento? ¿Desde cuándo lo has sabido? -se mostró curiosa la Titánide.

-Desde que sentí su cosmos la primera vez cuando Milo la cargaba en su espalda antes de solicitarla como su Escudera -la revelación sorprendió a Phoibe, que no se esperaba semejante respuesta de Shaka-. En cuanto al por qué no dije nada al respecto, es porque está en la naturaleza humana el confiar ciegamente en las decisiones de otros -Shaka entonces se puso de pie, y comenzó a conjurar su ataque definitivo-. Phoibe. La fe ciega es lo que los dioses inculcaron a los humanos. Y sin saberlo, plantaron la semilla de la confianza y la hermandad. Todos los Caballeros Dorados son mis hermanos en armas. Y si fue la decisión de Aioros el callar la verdadera identidad de nuestra diosa y entregársela a Milo como Escudera, también fue mi decisión el confiar en ese caballero y en que tomó la decisión correcta con el interés de nuestra diosa siempre en mente. Y ahora comprendo la razón… Saori es una diosa inmensamente cálida… -continuó elevando su cosmos Shaka, desafiante, sorprendiendo a Phoibe.

-¡Tonterías! -fue la respuesta de Phoibe- Lo único que han logrado ha sido ridiculizar a una diosa. Engañarla para hacerla creer que no era más que una sirvienta. ¡Una esclava! -Phoibe comenzó a reunir la energía de su Jiden Irumeshon nuevamente, los tapices de la técnica defensiva perfecta de Shaka inclusive, comenzaban a desquebrajarse, algo que el Caballero de Virgo no creía posible hasta ese momento- Los dioses son superiores a los humanos, y los humanos no pueden matar a los dioses, las reglas no pueden romperse. Caballero de Virgo, no hay nada más importante que las reglas. Sin reglas todo sería caos y desorden -insistía ella.

-Lo comprendo… pero su definición de orden y justicia… ha pasado a convertirse en autoritarismo –apuntó Shaka y comenzó a mover su mano, Phoibe fue atacada por el cosmos de Shaka, liberando el Jiden Irumeshon, que estalló golpeándolos a ambos con las partículas de luz, lanzando a Shaka por el Tesoro del Cielo, pero también dejando a Phoibe expuesta de su propio ataque, que comenzó a desquebrajarle su Souma causándole dolor y una gran pérdida de Icor-. Se ha herido con su propio ataque al intentar repeler el mío. Aún con todas mis fuerzas, apenas y conseguí arrebatarle el sentido del gusto, lo que desestabilizó su Dunamis, ya que la forma en que Phoibe utiliza su Dunamis es mediante la palabra… -dedujo Shaka, observó a Phoibe reunir su Dunamis alrededor de su garganta, y esta de poco en poco comenzó a restaurar sus sentidos-. Los sentidos de los dioses son más fuertes que los de los humanos, debo completar el Tesoro del Cielo, o ella se restaurará. Phoibe… el Tesoro del Cielo se supone que sea la técnica máxima tanto ofensiva como defensiva, ya que al mover mi mano destruyo cada uno de tus sentidos e impido el ser atacado… esa es la regla de mi técnica, y tú acabas de demostrar al impactarme, que incluso esa regla puede ser quebrantada –le apuntó Shaka, Phoibe se impresionó por haber quebrantado una regla, y en su distracción, Shaka continuó con su ataque-. ¡El Tesoro del Cielo! ¡Sentido del Tacto! –el cuerpo de la Titánide se estremeció, sus sentidos se debilitaron, pero pese a todo, los sentidos de los dioses resultaron ser más poderosos que los de los humanos, por lo que, aunque aturdida, el sentido del tacto de Phoibe comenzó a restaurarse- Los dioses realmente… son seres impresionantes, pero no me detendré. ¡El Tesoro del Cielo! –continuó Shaka, destrozando el resto de sentidos de la diosa. Uno a uno sus sentidos cayeron, aunque el Dunamis de Phoibe continuaba restaurándolos lentamente- Aldebarán hubiera sido derrotado por ti en unos instantes, seguro hubiera recibido el Jiden Irumeshon en 3 ocasiones antes de caer ya que es terco y obstinado. Aioria hubiera sido incapaz de derrotarte. Su fuerza es muy grande, pero tu poder le es incomprensible. Por desafiarte hubiera intentado romper tu ataque con el suyo propio, probablemente hiriéndote, pero no lograría someterte. Milo tenía más posibilidades, incluso contra tu Jiden Irumeshon. Milo simplemente hubiera golpeado su centro sanguíneo y detenido la hemorragia que en estos momentos extingue la flama de mi vida. Pero el dolor le hubiera impedido concentrarse. Te hubiera derrotado, pero a costa de su propia vida. En definitiva, yo era el único entre los que invadimos el Laberinto de Cronos con la capacidad de detenerla, mi señora, al atacar directamente a sus sentidos -y finalmente, Phoibe perdió todos sus sentidos, quedando inmóvil, aunque temblorosa, frente a Shaka-. Para derrotar a la Diosa del Intelecto, hay que destruir a ese sentido… mi señora… voy a detener sus funciones cerebrales con mi último ataque… espero que su estancia en el Tártaros le enseñe a confiar en el intelecto humano. ¡El Tesoro del Cielo! –terminó el de Virgo, y Phoibe perdió su último sentido, sumiendo la Morada del Intelecto en oscuridad, y permitiendo a Shaka caer contra sus rodillas, y tomar aire, sintiendo por vez primera el dolor de sus heridas.

-Aún no he perdido el Sexto Sentido en su totalidad, Caballero de Virgo -escuchó Shaka la voz de Phoibe en su mente, su Dunamis tornándose escarlata, convirtiéndose en un Demonio-. Aún existe una forma de darte muerte por este insulto, una regla autoimpuesta que me había prometido jamás romper -el Dunamis de Phoibe estalló, sus sentidos se restauraron, el Tesoro del Cielo fue desquebrajado, y la Titánide, se posó poderosa frente al Caballero de Virgo-. Tu irreverencia es inquietante… pensar que podrías destruir mis sentidos. Los dioses poseemos más sentidos que los sentidos mortales. Tu técnica, aunque problemática, está incompleta. ¡Ahora prepárate para morir, Shaka! –alzó la mano Phoibe, dispuesta a ejecutar al Caballero de Virgo, quien se incorporó a como pudo, concentró su cosmos en las palmas de su mano, y realizó un movimiento que la Titánide no se esperaba, moviéndose a una velocidad superior al Jiden Irumeshon desatado por ella, evadiendo los destellos de luz esta vez escarlata por lo maligno del Dunamis de Phoibe, llegando ante la Titánide, con las palmas repletas del cosmos, y colocando una de sus manos sobre la cabeza de Phoibe, mientras la otra la posaba a manera de oración. El Dunamis de Phoibe entonces comenzó a tranquilizarse, restaurándose, abandonando la tiranía-. ¿Qué has hecho? De pronto el odio que llegué a sentir, se desvaneció –le comentó Phoibe, mirando a Shaka fijamente.

-El Toque de Hestia –susurró Shaka, sus manos aun calmando el alma de Phoibe-. Las Armaduras Doradas fueron creadas por los Dioses Olímpicos… cada Caballero Dorado tiene acceso a habilidades especiales que residen en lo más profundo de nuestras armaduras, de esa forma un Caballero Dorado puede acceder a algunas habilidades de los dioses, en mi caso, el Toque de Hestia, que me permite eliminar cualquier rastro de maldad en un cosmos… supuse que serviría también con su Dunamis –se separó Shaka de Phoibe, quedando cara a cara con la Titánide, quien ya más tranquila, pensó en lo que acababa de suceder-. Me temo que, pese a todo, su Jiden Irumeshon es una técnica bastante poderosa… su cuerpo divino no pudo soportarla, el restaurar sus sentidos, vino con una horrible consecuencia –enunció el de Virgo, y la Titánide tocio Icor con fuerza-. Mi señora… usted… -comenzó Shaka con intranquilidad.

-No es propio de ti, Caballero de Virgo, el perder el control de tus sentimientos –continuó Phoibe, incinerando su Dunamis, forzando a Shaka a retroceder e intentar alzar su guardia, pero Phoibe alcanzó a sostenerse de su brazo con fuerza-. Tan herido estás… que tu mente no te permite regresar a tu calma habitual… es un deleite ver al Caballero de Athena más cercano a los dioses presentar semejante debilidad, casi me parece… lindo… -continuó la Titánide, y su mente, recordó una era más bella, donde ella vistiendo sedas hermosas, caminaba entre los humanos, los educaba, les enseñaba, les transmitía sus conocimientos, y en todo momento, la Titánide sonreía-. ¿Cuándo fue la última vez que sonreí así? Lo había olvidado… así que esto es lo que nos ha pasado… eso es lo que significa nuestro sentimiento de impotencia, y el deseo de no querer lastimar a los humanos… las memorias pueden sellarse, pero el cuerpo… siempre recuerda… -continuó Phoibe, acrecentando su Dunamis, rodeando a Shaka con el mismo, inundando al Caballero de Virgo con una calidez muy similar a la que sentía gracias al cosmos de Saori-. Un humano no debe poseer un Dunamis… esa es la regla… pero al morir, las reglas pierden cualquier sentido… ¿no es así, Shaka de Virgo? –le tomó Phoibe la mano a Shaka, y la acarició con una ternura que el de Virgo no comprendía- Así es como yo, la Titánide del Intelecto, creadora de las reglas… romperé la más sagrada de todas… te hago entrega, de mi Jiden Irumeshon… conviértete en quien hará valer las reglas que deban respetarse… Shaka… gracias… y Ceo… perdóname… -Phoibe de Xifos Velona, la Diosa del Intelecto, entonces estalló, su Dunamis se desbordó de forma agresiva, el Teosu Sema perdió a Xiphos Velona, y la Constelación de Virgo, emergió de las sombras tomando su puesto. El Dunamis de Phoibe se fundió al cuerpo de Shaka, quien se estremeció de dolor, y comenzó a caer en su rodilla, cuando Phoibe, en un improvisado abrazo, le ayudó a mantenerse de pie-. Dile a Athena… que cuide este mundo de los verdaderos monstruos… jamás confíes en los Dioses del Olimpo… ni siquiera… en Hestia que logró estremecer mi alma… hasta siempre… Shaka de Virgo –se desintegró entonces Phoibe, y Shaka, meditó sobre lo que había escuchado, o al menos lo intentó, cuando todo el Laberinto de Cronos se estremeció.

Morada de Ceo.

-¡Phoibe! –resonó como un relámpago la poderosa voz de Ceo de Reipia, quien interrumpió su batalla para mirar en dirección al Teosu Sema, presenciando con sus propios ojos el cambio de dominios, que comenzó con la caída del Xiphos Velona, y que culminó con el resplandor de la Constelación de Virgo brillando intensamente en la cacerola que alguna vez perteneció a su hermana y esposa. Aioria comprendió lo que ocurría, y se negó a aprovecharse de la situación, y en su lugar bajó los puños, cerró los ojos, y esperó, mientras Ceo descargaba toda su ira divina- ¡Phoibe! -gritó el Dios del Conocimiento con lágrimas en sus ojos, mientras sentía el Dunamis de Phoibe despedirse- ¡Por Cronos! ¡Phoibe! ¡Mi querida Phoibe! –se lamentó el Titán.

-Ceo… lamento tu perdida… pero esto estaba destinado a ocurrir… -habló Aioria con debilidad, y Ceo lo miró iracundo-. Los humanos somos capaces de derrotar a los dioses. Son nuestros sentimientos los que nos impulsan a seguir adelante. Y si piensas seguir con esta batalla… mis colmillos están preparados para mucho más -más la ira de Ceo era muy grande. Pero incluso Aioria comprendía que el Titán luchaba con nobleza, sus sentimientos eran puros, y su sufrimiento, era idéntico al sentimiento humano.

-Aioria… respeto a los humanos como no te imaginas… -confesó Ceo, y de sus ojos se desprendieron las lágrimas azules de su Icor-. Mi querida Phoibe era una Titánide no solo hermosa, pero inteligente. ¡Ella amaba a los humanos! ¡No entiendo por qué es que ella tuvo que morir! ¡Ella les enseñó todo! ¡Sus bellos labios se llenaban de felicidad cada vez que un humano luchaba por aprender algo nuevo! ¡Ella decía que los humanos eran sus hijos! ¿Porque? –Ceo estaba furioso, Aioria lo sabía.

-Ceo… no tengo idea… -fue la confesión de Aioria, y Ceo se mordió los labios-. Solo sé que, si decides seguir peleando conmigo, te mandaré junto a tu esposa al Tártaros -aseguró Aioria, que elevaba su cosmos a pesar de que era evidente que su cuerpo había sido violentamente abatido-. ¿Qué decides, Ceo? -volvió a preguntar Aioria.

-Sin mi Phoibe ya nada importa -fue la respuesta de Ceo. Más entonces el cosmos de Ceo creció-. ¡No! ¡Todo lo contrario! ¡Todo ha adquirido un nuevo significado! -Aioria sintió el aplastante cosmos de Ceo rodearlo, y admiró el cómo los oscuros cielos se llenaban de relámpagos morados y negros- Al adquirir mortalidad, he desentrañado los secretos de los humanos. El dolor los hace fuertes, al igual que lo hace la esperanza. Creo en un mundo donde los humanos volverán a ser nobles. Creo que la Edad de Oro de los Dioses no debió haberse perdido. ¡Phoibe! ¡Lucharé por que aquel mundo que amabas tanto! ¡Ebony Irumineshon! -gritó Ceo en heleno, que significaba Iluminación Oscura. Esferas de un negro intenso pero que despedían una extraña luz oscura entonces se desprendieron de sus manos y rodearon a Aioria, que hizo todo lo posible por esquivarlas, sin llegar a lograrlo.

-¡Maldición! -se quejó Aioria, que fue alcanzado por las esferas y lanzado violentamente a lo largo de todo el Templo del Conocimiento- ¡El cosmos de Ceo ha cambiado! ¡Ya no se siente una ira divina! ¡Su poder es puro! ¡Es como si me enfrentara al cosmos de Athena! ¡Irradia esperanza a pesar del dolor! ¿Cómo puedo derrotar a un Titán de la esperanza? No, no es un Titán… Ceo realmente se ha convertido en un dios –concluyó el Caballero de Leo.

Morada de Theia.

-¡Aioria! -gritó Milo sorprendido por el estallido de cosmos que sentía en la Sexta Morada, elevó la vista, y se percató del cambio en el Teosu Sema- Shaka venció a Phoibe, y la ira de Ceo se ha acrecentado. Aioria, no sé si él pueda… -comenzó el de Escorpio, cuando el de Tauro lo detuvo.

-¡Aioria ya no es un niño, Milo de Escorpio! –declaró Aldebarán a todo pulmón, lo que incomodó a Milo- ¡Es un Caballero Dorado hecho y derecho, y espera de ti el mismo respeto que él siente por ti! ¡Dudar de tu hermano de armas, es un insulto a los esfuerzos de Aioria de Leo! –terminó Aldebarán con orgullo.

-No tienes que gritarme de esa forma, Aldebarán –se fastidió el de Escorpio, pero Aldebarán tan solo sonrió para él, mientras Milo le daba la espalda, y seguía adelante-. Pero te agradezco el recordatorio, somos Caballeros Dorados, y así como confío en Camus, va siendo hora de que le entregue a Aioria la misma confianza. Andando –enunció el de Escorpio, mirando a los alrededores de lo que era ya la Novena Morada-. Está vacía. Al parecer esta morada pertenece a Theia, la Diosa del Brillo –comentó Milo.

-Lo que significa que la siguiente Morada es la de Hyperión de Taiken, el Dios del Ébano, al que llaman el Sol Negro -y Milo asintió con determinación-. ¿Estás preocupado? -preguntó Aldebarán.

-¿Por Hyperión? ¡Por supuesto que no! ¡Ese maldito recibirá mis Agujas Escarlatas! -pero Milo aún reflejaba preocupación en su rostro, y Aldebarán se cruzó de brazos y se negó a permitir que Milo saliera de la Morada de Theia sin que contestara a sus dudas- Estoy preocupado por Saori, por Kyoko, y por Jabu… los Titanes invaden el Santuario, y aunque no podamos ver el Reloj de Cronos y saber cuántas horas se han consumido, siento una conmoción en el Templo de Libra… después de Libra… está Escorpio… -le recordó Milo.

-Tus discípulos son Caballeros de Athena –le recordó Aldebarán-. Ellos conocen su deber, aunque yo sé realmente que por quien temes es por Saori, ¿no es así? –le comentó el de Tauro, molestando al de Escorpio-. Milo… tú sabes que esa niña en realidad es… -intentó decir el de Tauro, cuando Milo lo empujó rudamente a un lado.

-Saori es mi Escudera… nada más que eso… y me preocupo por ella de la misma forma que por mis discípulos, Aldebarán –le espetó Milo, Aldebarán pensó al respecto, sabiendo una verdad que Milo se negaba a aceptar-. Es todo… ¿lo has comprendido? No volveré a hablar sobre ese tema. Andando… no perderé más el tiempo –se adelantó Milo, más rápido, y con una preocupación latente en su rostro, preocupación que mantenía a Aldebarán inquieto.

-Comprendo tu miedo… Milo… -se dijo a sí mismo Aldebarán-. Si me hubiera pasado a mí, el que me eligieran como el guardián de Athena sin decirme la verdad, yo también estaría en negación. Así que lo menos que puedo hacer, es apoyarte, y ayudarte a que regresemos ante Saori. ¡Gran Salto! –saltó Aldebarán, rebasando a Milo, quien no se esperaba a la mole humana entre los Caballeros Dorados el que pudiera moverse de esa manera- ¿Qué esperas? Mientras más rápido terminemos aquí, más rápido patearemos traseros de Titanes en las 12 Casas –sonrió él.

-¡Eso es una blasfemia, maldito hippie! –se quejó Milo, pero de todas formas aceleró el paso, sabiendo que 4 de los Soumas que se mostraban aún en el Teosu Sema, pertenecían a los 6 Titanes que en esos momentos invadían las 12 Casas.

El Santuario. Senda a la Casa de Leo.

Al igual que Ceo en la Octava Morada de los Dioses, Theia, la Titánide del Brillo, y Nicole, el recipiente actual para el alma de Cronos, se detuvieron para ver la explosión de Dunamis que se hacía presente desde el Laberinto de Cronos, así como a la Constelación de Virgo reemplazando al Xiphos Velona en el Teosu Sema. Theia se mostró horrorizada, dos hermanos y dos hermanas habían caído ante los Caballeros Dorados, Nicole por su parte, posó su mano sobre la hombrera de Theia, llamando su atención.

-Este insulto de los mortales, no les será perdonado, el sacrificio de nuestros hermanos y hermanas no será en vano –le comentó Cronos, más entonces, viró su rostro a la Torre del Reloj-. Recomiendo que, de momento, nos concentremos en la labor actual –Theia observó la Torre del Reloj, en esta la Flama de Leo se apagaba, y la de Virgo comenzaba sus dominios, por lo que Theia se mordió los labios, se repuso, y atendió a las órdenes de su dios, avanzando nuevamente entre las sendas, protegidas por un número mayor de Caballeros de Athena que los que se habían encontrado en el resto de las sendas, todos posados en las cercanías de la entrada a la Casa de Leo.

-Tenemos el tiempo de nuestro lado –comenzó uno de los Caballeros de Bronce, con la particularidad de solo poseer un brazo y un ojo, se trataba de Galarian Steiner, el Escudero de Aioros y amigo de Aioria, revestido a como le permitía su cuerpo en una Armadura de Bronce de color verde, y con una diadema recubierta en plumas esmeralda, junto a él se encontraba una aterrada Lithos, también vistiendo una Armadura de Bronce, y con el Cincel en manos, llevaba una máscara de Bronce, por lo que no pertenecía a una de las 9 Saintias, y se esperaba de ella entrega incondicional a la batalla, para lo que evidentemente no estaba lista-. Si utilizamos nuestro cosmos de la forma correcta, podremos mantenerlos ocupados y hacerles perder aún más el tiempo –sugirió Galarian.

-Disculpa, me parece que estás olvidando la línea jerárquica, Galarian Steiner –le respondió un Caballero de Plata, de cabellera naranja, en armadura de color morado suave-. Ya no eres un Caballero Dorado, tus heridas por ser castigado te convirtieron en un inútil que no puede vestir siquiera de Plata. Estás viendo al Caballero de Plata de mayor jerarquía entre los presentes, Capella de Auriga –le recordó el Caballero de Plata, que preparó un par de discos en sus manos-. Ustedes bronces mejor se hacen a un lado, y nos dejan terminar con las alimañas. ¡Vamos Moses! –se adelantó Capella, su compañero Moses lo siguió de cerca.

-Ese imbécil… -se quejó Jango, otro de los Caballeros de Bronce, su armadura siendo negra, y con un Octágono como adorno de su diadema, también presente en el cinturón de su peto. A su lado se encontraba Ikki, orgulloso vistiendo la Armadura del Fénix-. No sé de jerarquías, pero ese par puede ir a matarse contra los Titanes por lo que me interesa –se quejó él.

-Caballeros, como Capella ha dicho, jerárquicamente no me compete darle órdenes a nadie –comenzó Galarian con tranquilidad-. Pero debo recomendarles usar sus cosmos con Sabiduría, las acciones de los Caballeros de Plata, no nos darán nada de tiempo –aseguró él.

-¡Mueran, malditos Titanes! ¡Rueda Giratoria de Auriga! –lanzó los discos en sus manos Capella, mismos que fueron destrozados por el cosmos de Nicole, quien de un puñetazo logro deshacerse de los mismos- ¡Ahora Moses! –sonrió Capella, aparentemente sabiendo perfectamente que los Titanes podrían repeler sus discos, y permitiendo al Caballero de Plata de Cetus adelantarse a pasos agigantados, elevar su cosmos alrededor de sus brazos, e intentar interceptar a Nicole, encontrando a Theia en su camino, por lo que el de Plata la tomó a ella del brazo y la lanzó por los aires con violencia.

-¡Bombardeo del Chorro de la Ballena! –saltó Moses, impactó la cabeza de Theia con su puño, y la Ballena se dibujó en su cosmos, solo que esta ballena, fue la que sangró. El puño de Moses había quedado destrozado por su propio movimiento, mientras Theia bajaba, se posaba frente a Moses, extendía su mano, uniendo sus dedos, y realizaba un corte. Moses se mantuvo en aquella posición unos instantes, sin moverse.

-¿Moses? –preguntó el de Auriga, Moses no reaccionó- ¿Moses? ¿Amigo? –preguntó nuevamente Capella, cuando del cuello de Moses brotó la sangre como el chorro que lanzaba una ballena, Theia le había cortado el cuello al Caballero de Plata, quien cayó escaleras abajo, manchando todas las escalinatas con su sangre, y horrorizando a Capella.

-Por fin es que te dignas a demostrar tu verdadero poder ante los mortales -sonrió Nicole, mientras Theia observaba de reojo el Teosu Sema, con su corazón en pena por haber perdido a 4 de sus seres queridos.

-No habrá más dudas… amo Cronos… -se apresuró Theia, desapareciendo ante la vista de Capella, y recibiendo de la Titánide un tremendo golpe en el pecho, que pasó a través de su cuerpo. En la cima de las escalinatas, los Caballeros de Bronce se sobresaltaron, hasta ahora, habían escuchado que los Titanes se mostraban compasivos, pero tras las bajas de los mismos, era natural que esto cambiara- Si se defienden, perderán la vida, han quedado advertidos. ¿Qué harán entonces, Caballeros de Bronce? –preguntó la Titánide, sacando su brazo del interior del Caballero de Auriga, que quedó tendido con los ojos en blanco.

-Enfrentarte… -fue la tranquila respuesta de Galarian, Ikki y Jango elevaron sus cosmos de igual manera. Otra Saintia presente respondió de la misma manera, preparando su cosmos para la defensa de la Senda de Leo, Lithos preparó su Cincel de Bronce, pero Galarian se adelantó, y rehusó con la cabeza-. Adentro… ve junto a Retsu… Aioria podrá llorar mi muerte… pero lo destrozaría el llorar las suyas –pidió Galarian con tristeza, Lithos comprendió que aquello era una despedida, por lo que derramó algunas lágrimas, pero respetando los deseos de su amigo, entró en el Templo de Leo-. Al Bronce que decida retirarse ahora, que sepa que no lo juzgaré… nuestra oponente es una diosa. Sería engreído el pensarnos lo suficientemente dignos de la supervivencia –aclaró él.

-No conoces al Maestro Jorge entonces… él decía que engreído es el apellido de todo Leo. ¡Puño del Fantasma del Fénix! –se adelantó Ikki, la fuerza que se desprendió de su puño fue tal, que la Titánide se hizo a un lado para evadirlo, el Caballero del Fénix, llameante y poderoso, aprovechó el impulso de su propio ataque para tomar a Theia del rostro, y estamparla al suelo, en contra de las escalinatas, impresionando a la Titánide que, aunque no se encontraba herida, sí que estaba impresionada por el alcance del cosmos de un simple Caballero de Bronce.

-No me esperaba que usaras toda tu fuerza desde un inicio –se tronó los nudillos Jango, posándose orgulloso frente a Nicole-. Pero entonces recordé a tu hermano y a tu novia en la Senda de Virgo. Supongo que yo tampoco puedo quedarme atrás. ¡Ráfaga Infernal de la Reina Muerte! –atacó Jango a Nicole, quien sonriente, se hizo a un lado, ralentizando el tiempo alrededor de Jango, quien notó el cómo sus movimientos se volvían torpes.

-Tu galaxia es la del Octante, ¿no es así? Una de las llamadas Constelaciones Modernas –se burló Nicole, reuniendo una esfera de cosmos en su mano, e impactando la misma en el cuerpo de Jango, que se estremeció con violencia, y recibió de Nicole más impactos destinados a castigarlo físicamente-. No me considero fanático de las Constelaciones Modernas, no tienen siquiera un mito que les dé fortaleza, ni del cual estar orgulloso. Ustedes los Caballeros de las Constelaciones Modernas, me son enteramente risibles –preparó su puño Nicole, llamas plateadas lo rodeaban, y con estas intentó ejecutar a Jango, cuando una bola de fuego fue lanzada en su dirección.

-Permíteme entonces enfrentarte con una Constelación Antigua, con la constelación guardiana de Rebeca de Cassiopeia. ¡Lluvia de Magma Ardiente! –interrumpió la Saintia de Armadura de Bronce esmeralda, lanzando llamaradas en dirección a Nicole, quien tuvo que soltar a Jango de su dominio en el tiempo, para evadir las llamas de la mujer de cabellera negra ondulante– ¡Ahora Ushio! –enunció Rebecca, oculto detrás de la Saintia se encontraba otro Caballero de Bronce, en armadura azul pálida, y quien era respaldado en su cosmos por un Pez Dorado, que saltando del mar rodeó el puño del joven con la fuerza de los mares, misma que estrelló contra el rostro de Nicole.

-¡Torrente de Doradus! –exclamó el joven, se abalanzó en contra de Nicole, impactó su puño contra su rostro, y azotó al poseído Caballero del Altar contra las escalinatas, donde el divertido Titán comenzó a incorporarse, y a limpiarse un hilo de sangre-. Pensé que los Titanes eran un poco más… invulnerables –exclamó el Caballero de Dorado.

-Casualmente, mi cuerpo actual no es invulnerable –aceptó Nicole sonriente, y mientras Ikki, Jango, Ushio y Rebecca le hacían frente. Theia se preparó para ir en auxilio de Nicole, cuando el Caballero de Plata poseído, la detuvo con un movimiento de su mano-. El tiempo apremia, y pese a que preferiría disponer de las molestias actuales, no cambia el hecho de que mi cosmos apenas y sobrepasa el cosmos de un Caballero de Plata –le comentó Nicole, por lo que Theia asintió sabiendo a lo que se refería, y mirando al Caballero de Bronce frente a ella.

-En su tiempo, me conocieron como Galarian de Leo… fui un Caballero Dorado, aunque solo fuera por poco tiempo –le comentó Galarian, sujetándose del hombro desprovisto de un brazo-. Actualmente, por haber perdido un ojo y un brazo, mismos que me fueron arrebatados por mi maestro, Aioros de Sagitario, por órdenes del Patriarca Shion tras robar un brebaje para mi moribunda madre, quien no sobrevivió a mi llegada con este, no solo se me fue arrebatada la sagrada Armadura de Leo, sino que fui denigrado a no ser más que un Escudero… aun así el Maestro Aioros me aceptó en su casa, me convertí en el entrenador del nuevo Leo, y se me brindó una Armadura de Bronce, la Armadura del Indio, para defender a Athena… no me arrepiento de nada, Titánide… pero sin importar el resultado de esta batalla… tú sí que llegarás a arrepentirte… cuando te des cuenta de que Athena… es la única de los Dioses Olímpicos que siempre valdrá la pena –le apuntó Galarian, elevando su cosmos, que fue alimentado por los relámpagos-. ¡Relámpago de Voltaje! –liberó Galarian, sorprendiendo a la Titánide, quien fue lanzada por las escalinatas tras el impacto con el poderoso ataque de cosmos dorado proveniente del Caballero del Indio, cuya constelación felina seguía rugiendo en su cosmos.

-¿Los relámpagos de Zeus? ¿Puedes manipularlos aún sin la Armadura Dorada de Leo? –se preguntó Theia malherida, y con los relámpagos centellando aún a su alrededor, como si el cuerpo mismo de la Titánide fuera un pararrayos que los llamaba a su cuerpo.

-Como le he dicho… fui el Caballero de Leo por muy poco tiempo, no pasó un año de que recibí este derecho, cuando en mi egoísmo por salvar a mi madre, robé un recipiente con la Sangre de Athena, pensando en usarla para revitalizar a mi moribunda madre –rugió el cosmos de Galarian, el Indio de su nueva Constelación Guardiana, y el León de la que alguna vez lo vistió, unieron fuerzas, y en la mano de Galarian se materializó una lanza de truenos, misma que apuntó en dirección a Theia-. Entregué mi vida al servicio de Aioros, juré entrenar a un digno sucesor, y ahora defiendo como un León con la zarpa herida, la entrada al recinto donde gobierna el nuevo León Dorado. Los secretos de la Armadura Dorada, quedaron en mi mente, conozco perfectamente la debilidad de los Titanes, y planeo explotarla hasta sus límites. ¡Jabalina de Vulcano! –lanzó su relámpago Galarian, mismo que no se dirigía a Theia, sino a Nicole, distraído en su combate contra, Ikki, Jango, Ushio y Rebecca, por lo que la Titánide, leal a su dios, se interpuso recibiendo el ataque que le traspasó el pecho.

-Usar a su excelencia como carnada para golpearme… ha sido bajo, antiguo Caballero de Leo –enfureció la Titánide, arrancándose el relámpago del pecho, para sorpresa del Caballero de Indio-. Tu relámpago sin embargo… no es más que una burda imitación. ¡Desaparece! –alzó Theia el relámpago, lo rodeó con su Dunamis, y lo lanzó en dirección a Galarian, quien cerró los ojos, y dio su último aliento.

Casa de Leo.

-¡Galan! –exclamó Lithos dentro del Templo de Leo, donde Retsu, el discípulo de Aioria, comenzó a abrazarla con fuerza, intentando que la Escudera no entrara en shock por haber sentido en su cosmos la muerte de un amigo- Estaba aquí… y de pronto… -lloró la niña, sus lágrima saliendo por debajo de su máscara.

-Lo sé –le respondió Retsu, pero su rostro entonces mostró determinación, mientras a la entrada de la Casa de Leo, se presentaba Theia, con una mirada de molestia en su rostro, y pequeños destellos del relámpago lanzado por Galarian aun haciéndose presente, y mermando los movimientos de la Titánide, quien parecía aún sentir dolor por los destellos-. Ve a los pisos inferiores… Lithos… el maestro se pondrá triste, si no encuentra al menos a uno de nosotros a su regreso –le pidió Retsu, lo que aterró a Lithos, las palabras de su amigo se entendían como una despedida también, justo como había ocurrido con Galarian-. ¡Lithos, solo hazlo! –exclamó el de Lince, y la pequeña de cabellera esmeralda, corrió a los pisos inferiores, donde para su sorpresa, encontró a un hombre que la tomó de la boca, y tiró de ella a una esquina.

-No grites, no puedo salvarlos a ambos… -escuchó Lithos al hombre, y aunque ella quisiera gritar, el hombre le había arrebatado la máscara y tapaba sus labios con su mano-. Escúchame con cuidado si quieres vivir… Lince ha decidido entregar su vida, y aunque yo pueda salvarlo, si me detengo, otra Titánide va a adelantarse… lo menos que puedo hacer por Aioria, es salvar tu vida, no soy tu enemigo –le comentó el hombre, por lo que Lithos se tranquilizó-. Usa el pasadizo por el que llegué, y escóndete allí. Seguir viviendo, será la mejor forma de honrar al Lince –terminó el hombre, abrió otro pasadizo que Lithos no conocía, y siguió ascendiendo.

-No permitiré que profanes la Casa de Leo que protege mi maestro –en los pisos superiores, el de Lince, que se colocó en posición de batalla-. Este Lince posee sus garras bien afiladas y listas. Sé que no puedo derrotarte, pero al menos elevaré mi cosmos lo suficiente para herirte -Retsu elevó su cosmos, incluso podía compararse con el cosmos de los Caballeros de Plata. Pero Theia no estaba impresionada, y preparó su propio ataque para no perder más el tiempo-. ¡Huracán de Garras Cortantes! –se lanzó Retsu en un vórtice de vientos violentos.

-¡Sparkle Vortex! -fue la respuesta rápida de Theia, y los huracanes de ambos poderes chocaron violentamente. Más el poder de Retsu no era ninguna preocupación para Theia, quien terminó por opacar los esfuerzos de Retsu, cuya Armadura de Lince se destrozó por la fuerza del Dunamis de la Titánide- No debiste meterte en mi camino -más entonces, Theia sintió que sangre azul caía por una herida por encima de su frente. Retsu, a pesar de ser un Caballero de Bronce, había logrado lastimar a la diosa-. Hyperión… como lo has dicho, los humanos son fuertes y deben ser respetados… este Caballero de Bronce, a pesar de que fue en tan solo un instante, elevó su cosmos hasta dañarme… solo por eso le perdonaré la vida –Theia intentó pasar, más su talón fue atrapado por la mano de Retsu, quien moribundo, intentó volver a ponerse de pie-. Es tan problemática esta situación… -suspiró Theia, extendió su mano, y llenó la misma con su Dunamis-. Desearía que supieran… que incluso esto… lo hacemos por ustedes. ¡Sparkle Extintion! –exclamó Theia, y la Casa de Leo, voló en mil pedazos, siendo la Flama de la Casa de Virgo un testigo fugaz, ya que la misma, terminó por extinguirse en ese momento.

Casa de Libra.

-¡El Vuelo del Dragón! –en la Casa de Libra, el cosmos de Shiryu, el Caballero de Bronce del Dragón, desafiaba al Dunamis de Themis al intentar impactar una patada en su rostro, misma que la Titánide evadió con un movimiento tranquilo de su cuello.

-¡Azote de la Garra del Tigre! –rugió Okko relevando a Shiryu en su ataque, intentando con un puñetazo, que la Titánide evadió moviendo todo su cuerpo sin flexionar músculo alguno, como si con solo su Dunamis, la Titánide pudiera controlar todo su cuerpo y moverlo a voluntad- Es imposible, por más que lo intentamos, no logramos tocarla –se quejó Okko cuando su garra se estrelló contra el suelo.

-Pero ella tampoco puede pasar por nuestra guardia, Okko –le comentó el Dragón, sabiendo que el esfuerzo que imprimían en mantener a la Titánide a raya no era en vano-. La Flama de Virgo se ha extinguido ya, lo que significa que entramos en los territorios de Libra. Al ser Themis la Titánide más cerca de Athena, eso significa que por fin hemos recuperado la ventaja perdida –agregó Shiryu, la Titánide en respuesta volvió a materializar los platos de la Balanza de la Justicia, lanzándolos en dirección a Shiryu y Okko, el primero adelantándose con su escudo, el segundo protegiéndose detrás del primero, y nuevamente, la Balanza de la Justicia se vio repelida por el Escudo del Dragón.

La Titánide se encontraba realmente sorprendida de saber que unos simples Caballeros de Bronces la habían mantenido dentro de la Casa de Libra por tanto tiempo. El cosmos de ambos Caballeros de Athena, al estar trabajando juntos, parecía alimentarse y fortalecerse, como si el Tigre y el Dragón trabajando juntos, pudieran vencer a cualquier enemigo.

-¡Inconcebible! ¿Qué es lo que impulsa a estos caballeros a desafiarme con tal ímpetu? -se preguntó Themis, y entonces lo vio. Detrás de los cosmos de Shiryu y de Okko, la Estatua de Atenea los respaldaba, les daba fuerzas- Así que es eso… unos simples Caballeros de Bronce no pueden desafiar a una Titánide, pero… si Athena les brinda su protección… -se mordió los labios Themis, y elevó su Dunamis, por fin tomándose enserio el combate-. ¡No es suficiente! ¡Brabeus Talanton! -contraatacó la Titánide, esta vez fortaleciendo los platos de la Balanza de la Justicia con su Dunamis, Shiryu y Okko repitieron el proceso, el Escudo del Dragón recibió ambos envistes, pero para el horror del Caballero de Bronce, y de su hermano en la batalla, el Escudo del Dragón cedió, fue pulverizado por la balanza de Themis, y la Titánide, aprovechando la sorpresa, con Flamberge rompió el brazo de Okko, destruyendo también el Colmillo del Tigre-. El dominio del Tigre y el Dragón… se ha terminado… -atacó Themis a ambos Caballeros de Bronce con su Dunamis, las Armaduras del Dragón y del Eridanus se fragmentaron y comenzaron a caer a pedazos, y frente a la sagrada Armadura de Libra, ambos discípulos de Dohko, presumieron tatuajes en sus espaldas, uno el Tigre, el otro el Dragón, ambos tatuajes solo visibles tras la sangre en los cuerpos de ambos revelar los mismos.

-Destruyó nuestras Armaduras de Bronce… serán la de menor rango en la Orden de Athena, pero se suponía que ambas armaduras habían sido alimentadas por la luz de las estrellas de la Cascada de Rozan… su dureza debía ser más grande que esto –se quejó Okko, su cuerpo tembloroso, su ojo derecho cegado por la sangre que le caía de una herida en su frente.

-Mu también lo mencionó, nuestras Armaduras de Bronce poseían una resistencia superior, incluso las Armaduras de Plata no serían tan resistentes como las nuestras pese a ser de Bronce… esto solo significa que la Titánide frente a nosotros podría incluso perforar y cuartear una Armadura Dorada –le comentó Shiryu, por lo que Okko tuvo una idea.

-¡Pongamos a prueba esa teoría! –intentó tomar una de las armas de la Armadura de Libra Okko, solo que Shiryu lo detuvo a tiempo- ¿Qué haces? Ambos somos los sucesores de Dohko de Libra, seguro el Viejo Maestro no nos repudiaría si usáramos su Armadura Dorada para defender a Athena –enunció el de Eridanus.

-Aun así… el empuñar un arma, a no ser que sea un arma que forme parte de una Armadura de Athena, fue prohibido por nuestra diosa –le explicó Shiryu, ante lo que Okko hizo una mueca apuntando a la Armadura Dorada-. La de Libra es un caso especial… solo el legítimo Caballero de Libra puede decidir ante una corte frente a Athena, el uso o no de las armas de la Armadura de Libra, no nos corresponde esta elección –declaró Shiryu.

-Honorable, pero inútil indistintamente –se acercó Themis del Orden Divino-. Una Diosa de la Guerra que niega a sus soldados el uso de las armas, es una incoherencia que terminará por causar su propia extinción… incluso yo, una diosa, me decanto por el uso de las armas. Pero el que usen esas armas o no me es indiferente, mi justicia es la justicia de los dioses, y quieran o no blandir las Armas de Libra en mi contra, no hará ninguna diferencia –aseguró la Titánide, preparando su Dunamis.

-No se necesitan de las armas de la Armadura de Libra para enfrentar a los dioses –escucharon los presentes, y a las puertas de la Casa de Libra, se hizo presente un hombre joven, en pantalón negro, sin camisa, y con una mirada divertida en su rostro ensombrecido por la noche que comenzaba a gobernar en el Santuario-. El ser humano, puede desafiar a los dioses, con o sin armaduras, con o sin armas divinas… solo necesita de dos cosas, su cosmos, y su voluntad inquebrantable para crear milagros –enunció el hombre.

-He escuchado esas palabras antes… -comentó Shiryu-. Son las enseñanzas del Viejo Maestro. Pero pensaba que nosotros éramos sus únicos discípulos. ¿Quién es usted? ¿Cómo llegó a la Casa de Libra? –preguntó Shiryu sin saber si se trataba de un amigo o un enemigo.

-Ah, pues llegué después de ustedes, y corrí hasta aquí ocultándome de todo y de todos, amigos y enemigos por igual –agregó el hombre sonriente-. Recorrer las 12 Casas a pie, sin utilizar el cosmos, y ocultándome de todo mundo, no es tarea fácil, solo un maestro como yo podría hacerlo, y solo podría lograrlo si en todas las casas los que combatían estaban tan enfrascados con sus respectivos rivales, como para prestarme atención. Después de todo, mi cosmos es muy valioso, y aunque muchas veces quise utilizarlo para salvar las vidas de los Caballeros de Athena… mi misión me lo impidió… solo podía revelar mi cosmos contra los oponentes correctos, todo sea por no perder la gracia del Misopethamenos –salió a la luz el hombre recién llegado, que no era familiar ni para Shiryu ni para Okko, pero en cuya espalda estaba tatuado un Tigre, lo que probaba que al menos era alguien que seguía las enseñanzas del Viejo Maestro, un aliado, pensaron tanto Shiryu como Okko, cuando la Armadura Dorada de Libra en el medio del recinto estalló en sus piezas, las mismas pasaron por entre Shiryu y Okko, y por en frente de la Titánide, llegaron hasta el recién llegado, y se unieron a su cuerpo, revistiendo al hombre de dorado. Solo entonces, tanto Shiryu como Okko comprendieron de quien se trataba el hombre-. Yo soy el Caballero Dorado, Dohko de Libra… y no había forma en que me perdiera de esta guerra… -sonrió el Caballero de Libra, rompiendo su guardia eterna frente a Cinco Picos en China, y con su Armadura Dorada ya vistiéndolo, se hizo presente nuevamente el palpitar.

Casa de Sagitario.

-Las 12 Armaduras Doradas han sido reunidas en el Santuario, como no había ocurrido desde los tiempos de la Guerra de Troya… -en la Casa de Sagitario, Aioros sentía el palpitar resonar con fuerza en contra de su Armadura Dorada, y el terror y la tristeza, se hicieron presentes en su corazón, lo que no pasó desapercibido por Seiya, el Caballero de Pegaso y su discípulo, quien se encontraba con él dentro del Templo de Sagitario-. De todas las posibilidades que pude haber anticipado, el que el Viejo Maestro abandonara la guardia para unirse a la batalla contra los Titanes, no era una que siquiera hubiera considerado… con el Caballero de Libra dentro de las 12 Casas, y el Patriarca vistiendo una Armadura Dorada, la de Sagitario, se ha cumplido la prohibición máxima… el Brillo del Sol en la Tierra, se hace presente en el Santuario… -Aioros lloraba, con una mezcla de orgullo y de dolor. Por una parte, se había cumplido un deseo que el había tenido mientras se entrenaba como prospecto de Patriarca del Santuario, pero, por otro lado, sabía que la ira de los Dioses Olímpicos recaería en el Santuario por el atrevimiento de haber permitido que las 12 Armaduras Doradas, el Brillo del Sol en la Tierra, resurgiera en la generación presente-. Ya veo… el Viejo Maestro debió de pensar, que esta guerra entre Caballeros Dorados y Titanes, era incluso más importante, que mantener su vigilancia frente al sello de los Espectros… en verdad, que nada de esto habría pasado si ese dios oscuro, no me hubiera arrebatado la Visión del Futuro –se desplomó Aioros contra una columna, como si todo el estrés de tantos años de planeaciones, se hubiera acumulado en su cuerpo en un mismo instante-. Seiya… tu sabes que es mi deseo, el que llegue el día en que vistas la sagrada Armadura de Sagitario, ¿no es así? Me hubiera gustado que ese momento llegara cuando por fin pudiera entregarme de lleno a mi labor de Patriarca del Santuario… pero ahora veo, que realizar ambas funciones fue demasiado para mí… -suspiró Aioros en su preocupación.

-Maestro. ¿De qué está hablando? Usted es el Caballero Dorado más fuerte de todos, y ha sido un Patriarca excelente –intentó animarlo Seiya, y pese a todo su estrés, Aioros logró sonreír brevemente, mientras colocaba su mano sobre el hombro de Seiya-. Le juro maestro, que los Titanes no llegarán ante Athena, incluso si debo llevar a los Caballeros Dorados a rastras sobre mi espalda para ver que protejan a Athena ante cualquiera –le sonrió Seiya, entusiasta.

-¿Cargar a un Caballero Dorado a rastras? En verdad que eres un engreído, Seiya, por eso es que me agradas tanto –le sonrió Aioros, pero entonces posó su mirada en dirección al Teosu Sema –ni siquiera yo tengo conocimiento, de lo que significa el ver a los emblemas de los 12 Signos del Zodiaco, en las caras del Teosu Sema. El Viejo Maestro podría tener razón, y esta ser la guerra definitiva, que sea el inicio del destino de Athena, la verdad es que no lo sé, la Visión del Futuro siempre me fue negada, y sin ella, puede que yo sea el Patriarca peor preparado de todos… pero esta es la senda que yo elegí, son las piedras que yo mismo labré… y pienso ver esta guerra librarse, hasta sus últimas consecuencias –comenzó a elevar su cosmos Aioros, en resonancia con el palpitar de su Armadura Dorada, comunicándole a los Caballeros Dorados, su resolución-. Caballeros de Athena que visten las sagradas Armaduras en Guerra… yo, Aioros de Sagitario, Patriarca del Santuario, declaro en este momento, que no se tomará consideración alguna, sea quien se levanta contra Athena mortal, semi dios, o un dios, pertenezca a nuestro panteón, o sea ajeno al mismo… sin importar la amenaza, la Esperanza de Athena prevalecerá, y bajo mi firme mandato, yo decreto, que la Esperanza de Athena… los 12 Caballeros Dorados, deberán de existir, siempre, junto a la Diosa de la Sabiduría en la Guerra… este es… mi decreto para esta generación… y todas las que sigan cuando nosotros, hayamos caído- ¡Los 12 Caballeros Dorados, siempre se reunirán bajo la luz de Athena! –resonó la poderosa voz de Aioros, su mensaje llegando ante todos los Caballeros Dorados, unidos por el palpitar, no hubo Caballero Dorado, consiente o inconsciente, que no recibiera el mensaje, ni en este mundo, ni en los otros mundos. El palpitar se encargó de entregar el mensaje, y por vez primera desde la Guerra de Troya, los 12 Caballeros Dorados reunidos, se convirtieron, una vez más, en la verdadera esperanza de Athena.