Los años de casado le habían enseñado algo a Gintoki con respecto a su esposa: Nunca iba a acostumbrarse a beber alcohol. Simplemente no había forma de que con sólo un par de gotas ella se volviera... intensa. Lo que sin embargo pudo lograr, fue que aquella intensidad fuera redirigida, y que ella pudiera agotar su energía de Terminator borracha y saciar sus impulsos de una forma mucho más placentera para él.

Dicho proceso fue tan desafiante como satisfactorio, al menos cuando pudo cosechar los frutos de dejar de ser revoleado prácticamente como un muñeco de trapo en los "juegos" de Tsukuyo, y con humor podía considerar que se había convertido en uno con fines sexuales. Su esposa en estado de ebriedad no conocía las palabras dulces, aun así, en algún rincón de su mente recordaba que lo amaba y lo daba todo de sí para complacerlo. Lo daba todo, y de él no quedaba nada, pero estaba bien, al menos eran unas cogidas inolvidables.

El día de su cumpleaños número treinta y cinco, la lección fue que no importaba hacía cuánto tiempo estaban juntos, ni cuántas veces habías hecho el amor de manera apasionada o salvaje, todavía tenían mucho por experimentar y había nuevas formas de conocer un nuevo nivel de placer, o como en esa ocasión, que aquello fuera de la mano de no poder mover siquiera un músculo por un par de horas, y de redefinir algún que otro concepto que tenía a la hora del sexo. En particular, lo volvió mucho más humilde al respecto.

Él se encontraba relajado en el sofá leyendo la revista Jump, en la casa en la que vivían desde que habían empezado a convivir en cuanto se habían comprometido, un año antes de casarse. Si bien era un perezoso de alma, el ser un hombre casado lo había vuelto un tanto más responsable y considerado en cuanto al trabajo, al menos para no malgastar el dinero y causarle dolores de cabeza a Tsukuyo, que era tan workaholic como siempre y buena parte de las cosas de la casa las habían comprado gracias a sus ahorros.

Ahora bien, era una regla implícita que él se tomaba el día libre de su cumpleaños, por lo cual vagueaba sin culpa todo el día en la casa, iba a darse el gusto de llenarse el estómago de dulces, y hasta se permitía gastarse unos billetes en el pachinko, al menos en las horas en que Tsukuyo estaba fuera trabajando, ella no le encontraba el sentido a tomarse el día libre por el cumpleaños de su esposo.

Esa mañana, ella lo había consentido con un abundante y excesivamente dulce desayuno en la cama –comprado, por supuesto–, luego de haberlo despertado con un dedicada mamada, por lo cual ya consideraba que había comenzado un ciertamente feliz cumpleaños para él. Para asegurarse estar desde la tarde-noche en casa para seguir acompañándolo y festejarle el día, Tsukuyo se fue a trabajar a Yoshiwara después del desayuno. Desde ese momento, Gintoki se entretuvo entre relajar en la casa, y hacer una visita a Kabuki-cho, donde sus amigos también se asegurarían de consentirlo y hacerle algunos regalos.

Más o menos al horario que estimaba que su mujer regresaría, volvió a su casa, y luego de darse una ducha, pasó ese rato leyendo su revista favorita. Cuando una hora después oyó la puerta principal abrirse, cerró la revista y se levantó del sofá, dando unos pasos hacia la entrada para recibir a Tsukuyo. Sin embargo, en cuanto la vio se detuvo en seco, percatándose de algo que definitivamente no era con lo que pensaba encontrarse: Pasos ligeramente arrastrados y las mejillas sonrojadas, además de una sonrisa demasiado amplia en cuanto se miraron a los ojos.

- Feliz cumpleaños, Ginntokiii –Saludó la rubia mientras se acercaba a él, evidenciando su ebriedad al arrastrar las palabras.

- Gracias, honey –Un ligero escalofrío lo recorrió. Le llamó la atención una caja alargada caja que ella traía en la mano– Uhm... ¿Por qué estás...? No, quiero decir, ¿qué traes ahí?

- Tu regalo. No te quiero arruinar la sorpresa, pero es un sake añejado de mucha calidad. Está bueno, créeme, lo probé.

- Sí, puedo creerte...

- ¿Quieres tomarlo?

- Uhm... Son las cinco de la tarde, honey, ¿no es un poco temprano para beber? –Intentó excusarse, con una nota temblorosa en la voz y una sonrisa falsa.

- Eso no te detuvo nunca. Siéntate, te serviré unas copas. Ah, también te compré unos dangos especiales. Soy una buena esposa, ¿verdad?

- Claro que sí, Tsukki, eres la mejor.

Conciliador para no desatar a la fiera en la que podía convertirse Tsukuyo cuando estaba ebria y le llevaban la contra, Gintoki se sentó en el piso con un poco de rigidez. La rubia apoyó de manera brusca la caja junto a él, y murmuró algo de ir a buscar una bandeja presentable, una de madera de ébano que le había regalado en un cumpleaños anterior, así como la vajilla necesaria. Al regresar, ella se sentó a su lado, y con parsimonia dispuso todas las cosas en su lugar, viéndose inocentemente orgullosa de haber logrado una tarea tan simple, pero que en su mente seguramente significaba mucho más.

Fue así como pasaron la siguiente media hora juntos, en la que la cortesana le rellenaba una y otra vez la copita de sake, que, por cierto, estaba verdaderamente delicioso, rivalizaba con los más costosos que Gintoki había probado en Yoshiwara, cortesía de Hinowa. Le convidó a ella unos sorbos, y dado que Tsukuyo parecía estar bastante tranquila en su estado alcoholizado, quiso agradecerle con algún cariño por el regalo, y ya que la tenía al alcance de sus manos, la rodeó por la cintura. Una vez que captó su atención, se inclinó hacia adelante para darle un beso en la mejilla.

- Gracias por el sake, honey, está delicioso. Aunque el mejor regalo de mi vida siempre has sido y serás tú –Dijo en voz baja y dulce.

La cortesana se sonrojó furiosamente de inmediato, esa era otra de las graciosas consecuencias de cómo le afectaba el alcohol. Podía hacerle las cosas sexuales más audaces sin una pizca de vergüenza, pero se ponía tímida con toda inocencia ante algún comentario tierno. Mientras que su respuesta hacía unos años podía ser darle un golpe para dejar de escucharlo, la "re-educación" de sus estados de ebriedad la llevaban a una reacción bastante opuesta. Con repentina agilidad, se impulsó para dar un medio giro y sentarse justo sobre el regazo de su esposo, con las piernas abiertas a los lados de las caderas de él.

Eso tomó a Gintoki por sorpresa, tanto que siguió con la copa de sake en alto, sin mover un músculo más a excepción de los de sus ojos que se abrieron mucho. Así como tampoco pudo prever que ella lo empujara hacia el tatami con brusquedad, haciéndolo volcar la bebida por completo.

- Whoa! Honey?

- Estoy caliente.

- Lo sé, siempre he pensado que eres una mujer muy sexy.

- No, me refiero a que me siento caliente.

- Tu cara está bastante roja, sí –La provocó, jugando con fuego.

- Maldito…

Frustrada, se hartó de que la molestara, y le hizo saber sin ninguna duda a qué tipo de calor se refería. Bajó una mano para darle un apretón a la entrepierna del peliplateado, haciéndolo soltar un jadeo ahogado.

- ¡Oi! ¡Más cuidado con las sensibles perlas de Gin-san!

- Te deseo, ahora.

- ¿Oh…? Espera, ¿así de pronto? Qué audaz, Tsukki, es recién la media tarde.

- Mejor así, quiero verte todo.

- Oh, vaya…

Sin más demora, Tsukuyo le bajó el cierre de la camisa negra, hasta toparse con la yukata que él siempre llevaba puesta a medias. Sin paciencia ni ganas de seducirlo lentamente, le desató el cinturón de cuero y el otro de tela, abriendo de par en par la prenda, facilitándole así poder abrirle la camisa por completo, así como bajarle el cierre del pantalón y con ello quitárselo junto con los calzones de un solo movimiento, dejándolo prácticamente desnudo en menos de treinta segundos.

- D-Despacito, Tsukki, no seas brusca con Gin-san.

- ¿Huh?, ¿qué hace todavía dormido? –Protestó ella con evidente desilusión.

- ¡O-Oi! ¡Me tomaste por sorpresa, sólo es eso! ¡Gin-san no es impotente! ¡¿Lo oyes?!

Ignorando el orgullo masculino herido de su esposo, Tsukuyo le dio unas palmaditas al miembro.

- Wakey, wakey… –Canturreó.

- ¿Acabas de abofetear mi pito?

- Lo pregunta el que me despierta abofeteándome con eso algunas mañanas cuando se hace el gracioso. Pero está demasiado blando para eso ahora. ¿Demasiado sake?

- ¡Basta ya de socavar mi masculinidad, Tsukki! ¡Así no vas a ayudarlo! ¡Aunque no es como si necesitara ninguna ayuda, aclaro!

- Ya, ya... De todas formas, pensaba ocuparme de ti hoy.

Tsukuyo se acomodó entre las piernas de él, apoyándose sobre sus codos para estar cómoda. Tan directa y honesta era en su intención de "despertarlo" y complacerlo, a la vez de saciar su propia calentura, que no tardó más que unos segundos en recorrerlo con su lengua e introducirlo en su boca, soltando una risita luego.

- ¿Qué es tan gracioso en este momento? –Inquirió Gintoki, que ya no sabría si podría soportar otra humillación en su sensible ego masculino.

- Nada, sólo pensaba que esta es la única oportunidad que tengo en que puede caber casi entero en mi boca.

Aquel comentario, lejos de hundirlo más, renovó su confianza y orgullo, y sin duda alguna contribuyó a excitarlo, pudo sentir de inmediato el hormigueo de su sangre dirigiéndose hacia el lugar correcto. Sabía que la rubia decía esas cosas sin filtro por la desinhibición producida por el alcohol, ella nunca se había burlado de él en la intimidad ni cosas por el estilo, dejando de lado las bromas provocadoras mutuas, que sólo los encendían aún más. El problema era que él le tenía demasiada estima a su "tercera pierna', y podía decir con orgullo que en general rendía muy bien en la cama, por lo cual esos pequeños momentos en que lo agarraban con la guardia baja le afectaban el doble. Pronto su línea de pensamiento se vio interrumpida por las placenteras sensaciones, su mujer estaba más que entusiasmada en su tarea, y ya estaba rindiendo sus frutos.

- Hmm, me encanta sentir cómo crece en mi boca...

Demonios... Adrede o no, definitivamente Tsukuyo borracha y sin filtros sabía cómo ponerlo a cien, había pocas cosas que lo excitaran más que esos comentarios que quizás no se referían a su momento de gloria, sino a apreciarlo también en todas sus formas, algo que especialmente una pareja en la que había mucho amor y confianza mutua podían disfrutar. Aquel pensamiento hizo su magia pronto, pudiendo al fin consentir los deseos de su esposa, que quería saborearlo en todo su esplendor. Segunda mamada en el día, era un tipo suertudo.

Si bien la rubia siempre era excelente en todas sus habilidades sexuales –llámese sabiduría de Yoshiwara–, esos momentos en que admitía que lo deseaba y que su único objetivo era complacerlo, era aún más apasionada y salvaje. Esa tarde no era la excepción, Gintoki honestamente pensaba que, si ella seguía así, le succionaría hasta el alma. No hubo rincón de su miembro que no fuera acogido en su húmeda cavidad, así como las manos de la cortesana no estaban ociosas y también se dedicaban a estimularlo, por lo cual la expresión del peliplateado se dividía entre los labios entreabiertos en gemidos ahogados, y una gran sonrisa de tanto gozo.

Claro que tan diestra estimulación no podía evitar las consecuencias que traería pronto, por lo cual él tuvo que darle el aviso de que estaba a poco de acabar. Eso bastó para que Tsukuyo se detuviera poco después, y la vista de ella tan jadeante, sonrojada y con los labios húmedos, por poco lo arrimó al límite.

- Tengo calor –Gruñó la rubia, jalándose el borde del cuello de la yukata, revelando parcialmente sus pechos.

- Tengo algo que puede ayudarte, honey.

Gintoki se sentó y la agarró por el trasero, volviendo a subirla a su regazo, asegurándose de que su duro miembro hiciera presión sobre las bragas. Tsukuyo se mordió el labio y no tardó en bajar su mano para hacerlas a un costado, ya que estaba tan impaciente como para no quitarse siquiera la ropa. Ante el cálido contacto piel a piel, se colgó del cuello de su esposo, y empezó a mecer sus caderas con ímpetu, aumentando lo más posible la fricción de ese roce superficial.

- Estás hecha una fiera hoy, ¿verdad, Tsukki?

Para devolverle un poco la gentileza y hacerla sentir mejor, ya que no parecía que ella fuera a dejarle tomar el control ni un momento, fue él quien le jaló con un poco de fuerza la yukata negra, para poder alcanzar a aflojarla lo suficiente para besarle los pechos. Una vez que pudo empezar a recorrerlos con igual pasión como para hacerla sentir que los quería devorar, llevó las manos hacia el obi para desatárselo, tomándole unos segundos hacerlo a ciegas y con ella moviéndose tanto. Cuando lo logró, le bastó con abrir la prenda de par en par y colar sus manos dentro para abrazarla y acariciarla, mientras acompañaba con empujes de sus caderas.

Eventualmente se alinearon naturalmente y se introdujo en ella, haciéndolos gemir sonoramente a ambos ante la agradable sensación del desliz, aunque tomándolos un poco por sorpresa. Se lo tomaron con más calma al principio, al fin y al cabo, Gintoki ni siquiera le había colado los dedos antes. Sin embargo, aquella reserva no duró más que un minuto, hasta que Tsukuyo se inclinó hacia atrás, soltó sus manos de alrededor del cuello de él y las llevó hacia atrás para apoyarlas sobre el tatami. Eso provocó que su posición arqueada y estirada fuera de lo más sexy, una diosa sexual en de pies a cabeza.

- Hermosa... Jodidamente caliente y hermosa –Masculló el samurái.

Excitadísimo, la rodeó y la embistió lo más profundo que pudo para asegurarse que no se separaran, mientras cambiaba su posición a sentarse apoyándose en sus rodillas y las puntas de los pies. Ya que ella seguía inclinada hacia atrás y entregada a sus manos, Gintoki robó brevemente la oportunidad de llevar el control para penetrarla con actitud salvaje y sin contenerse, haciéndola gemir y jadear tan sonoramente que agradecía no tener vecinos abajo o demasiado cerca a los lados.

- ¡Ngh...! Gintoki...

- ¿Cómo quieres que me controle cuando te comportas así? –Gruñó sensualmente él en respuesta.

Continuó así hasta que su excitación aumentó peligrosamente, y tuvo que salir de ella antes de que fuera demasiado tarde. No ayudó haber mirado en ese instante los orbes violetas de su amada esposa, que parecían rogarle porque siguiera. Buscó un punto medio y se dio un respiro mientras mantenía la posición para llenarla con sus dedos, imitando el ímpetu anterior, aunque aprovechando la movilidad de sus dedos para estimularla de formas más especiales y variadas. Quería ver más de cómo ella se arqueaba instintivamente, cómo su boca se abría para jadear y expresar su placer, cómo se derretía de gusto entre sus manos. Por lo cual fue de lo más diestro e intenso, los años de casados también le habían enseñado qué teclas tocar cuando quería hacerlo rápido y bien.

La respiración de Tsukuyo se empezó a atorar en su garganta, dejando salir forzados jadeos, pero fue justo en ese entonces cuando el orgasmo parecía estar avecinándose, que él quitó sus dedos, y se dobló hacia adelante para besarle y mordisquearle los pechos con poca delicadeza. La oyó gimotear y maldecir una cantidad de palabrotas que lo hicieron sonreír con malicia.

- El cumpleañero soy yo hoy, ¿verdad, honey? –Susurró, mientras se deslizaba hacia arriba por encima del cuerpo de su esposa, hasta soltar aquellas palabras y su respiración junto a los labios de ella– Me siento un poco egoísta y caprichoso, así que quiero ser el primero en acabar.

La cortesana le devolvió una mirada llena de fuego, debatiéndose internamente entre ese pedido que se alineaba con su propia intención, y su liberación cruelmente interrumpida. Finalmente, ganó el rincón de su consciencia más servicial, que quería complacer a su esposo, por lo que soltó un bufido y asintió.

- Buena chica, Tsukki. Ah, y prefiero que vayamos al cuarto, no vendrá mal el mullido del futón.

Apenas la tomó en sus brazos para cargarla allí, Tsukuyo lo detuvo, aunque sólo para gatear hasta donde estaba la copita de sake tirada en el piso, poniéndola de vuelta en la bandeja de madera, y apoyarla sobre su regazo, dándole a entender que la bebida se iba con ellos al cuarto. Gintoki soltó una risa, no era para nada una mala idea, por lo que la cargó en sus brazos y la trasladó al dormitorio. Una vez allí, se quitó la yukata y la camisa abiertas, arrojándolas a un costado, y esperó a que su mujer vaciara una copa de sake en su boca para desvestirla también, aprovechando para saborear el gusto del sake en toda la boca de ella, entre profundos besos. Quiso dejarle las medias de red puestas porque se veían de lo más sexy, pero la oyó protestar de que le molestaban y ella misma se las quitó.

La cortesana le ofreció una copa que él bebió gustoso, y luego fue él quien la rellenó otra vez. Fue graciosa la expresión contrariada que se formó en su rostro cuando vio que el samurái se bebió el contenido, en vez de ofrecérselo a ella como debía ser, pero un segundo después fue sorpresa lo que reflejó, cuando él la jaló para besarla apasionadamente, el líquido todavía en su boca, pasando a la de ella gracias al empuje y caricia de su lengua contra la de ella, aunque chorreando un poquito fuera. Aquel fogoso beso la dejó un tanto atontada, y ni bien se separaron, le lamió la barbilla y la comisura de los labios para limpiarlo, pasándose luego la lengua por los labios con una sonrisa pícara.

Gintoki no pudo contenerse ante esa sensual actitud que lo había calentado sobremanera, por lo que caminó hasta el centro del futón mientras la miraba a los ojos, y se sentó allí con las piernas flexionadas, dedicándole una sensual mirada mientras se acariciaba el miembro.

- ¿Te parece si continuamos donde lo dejamos, honey?

Encantada con retomar, Tsukuyo asintió, aunque al sentarse lo hizo sobre sus pantorrillas, entre las piernas de él. Lo miró a los ojos unos segundos, esos ojos carmesí llenos de amor, confianza y pasión, un combo irresistible, y fue entonces que una sonrisita llena de diablura asomó a los labios de la cortesana. Definitivamente esa última copita de sake le renovó el lado atrevido, y el calor interno que, si bien había entrado por su garganta, ya se sentía mucho más notorio en su entrepierna, aunque nada tuviera que ver con el ardor del alcohol. Lo cierto era que todo ese día había tenido algo audaz en mente, quería dejarle el recuerdo a su esposo de un cumpleaños inolvidable.

- Oye, darling, ya que eres un perezoso, hay algo que quiero probar contigo... ¡hic! Lo recuerdo de mis noches en Yoshiwara.

- ¿De qué hablas? Eras más pura que las sábanas blancas de ese barrio.

- Lo vi, lo aprendí. Como sea, quiero hacerlo.

Con la impensable fuerza que caracterizaba sus estados de ebriedad, Tsukuyo lo agarró por los tobillos y lo hizo acostarse sobre el futón. Una expresión alarmada asomó a los ojos rojos del samurái cuando ella le abrió las piernas de par en par, alzadas hacia el techo.

- ¿H-honey? Oi, oi, espera, ¿qué haces?

- Te voy a hacer sentir bien, mi regalo para ti.

- N-no, Tsukki, espera, espera... Tal vez mi trasero haya sido profanado por una espada Amanto y una cuchara con curry, pero hoy es mi feliz cumpleaños, y no es lo que tenía en mente... ¡Oi, OI! –Al ver que ella lo ignoraba y se ubicaba entre las piernas de él, su voz adquirió un registro agudo y nervioso– ¡Soy tu esposo, obedéceme, mujer! ¡¿M-me oyes?!

- No me interesa tu apestoso trasero, Gintoki –Lo cortó Tsukuyo– Ya te lo dije, eres un perezoso, así que déjame estar a cargo. ¿Tú me puedes abrir de piernas a mí así, pero yo no a ti? ¿Huh?

- Oh... ¿Es así?

- La que va a recibir verga soy yo, y voy a buscar lo que quiero.

Eso pareció tranquilizar un poco al peliplateado, aunque no tenía idea qué era lo que ella se proponía. La respuesta llegó a los pocos segundos, cuando la cortesana se sentó en cuclillas con las piernas por fuera de las de él, alineándose encima para bajar su cuerpo mientras el miembro la llenaba deliciosamente una vez más.

- Ooooooohhh... –Gimió guturalmente Gintoki, cuando un agradable reconocimiento lo recorrió entero.

Tsukuyo empezó a moverse, y la vista le resultó de lo más erótica a él. Si bien cuando ella estaba arriba también llevaba todo el control, el hecho de quedar abajo y con las piernas abiertas y flexionadas en el aire ciertamente lo dejaban en un lugar más "vulnerable", recibiendo los movimientos de embistes de ella. Tenía que admitir que lo encontraba excitante, en especial verla cogerlo con tanto ímpetu, era como un vistazo de lo que las mujeres solían ver frente a ellas cuando estaban abajo.

- ¿Se siente bien? –Preguntó Tsukuyo jadeante.

- Demasiado, sí. Sigue, hon...

Lo mejor de todo era que su habilidosa esposa no se limitaba al básico movimiento lineal, sino que a medida que aumentaba su ritmo, dibujaba amplios círculos con las caderas u ondeaba su cintura como una bailarina, lo que resultaba devastadoramente excitante para ambos. Gintoki gruñó de gusto, y tuvo que aferrar una mano al futón. Aquello duró unos buenos minutos, hasta que Tsukuyo emitió un quejido y chasqueó la lengua.

- Mis piernas. –Murmuró.

- Tantas sentadillas son duras para cualquiera, honey –Bromeó él– Apóyalas en la cama para que estés más cómoda.

Acatando la sugerencia que ciertamente le haría la vida más fácil, la rubia descansó las pantorrillas en el suave colchón, sin separar la unión, y se dispuso a continuar, abriéndole más las piernas y empujándose desde un ángulo más horizontal. Notó que el samurái se había sonrojado furiosamente con ello, sus ojos también más abiertos mientras la miraba.

- Te gusta esto, ¿verdad?

- Mi orgullo masculino se ve conflictuado, pero te ves demasiado sexy moviéndote así contra mí, que no creo que me importe tanto.

- Es tan caliente...

- Entonces ven a buscar más, llénate de mí.

Gintoki tuvo que corregirse en algo, no era la "vulnerabilidad" de estar así a merced de ella lo que le estaba excitando más últimamente, sino por el contrario, lo que normalmente se entendería en concepto de dominación, él lo veía como que podía confiar completamente en ella. Podía abrirle su corazón, su cuerpo y sus piernas, porque ella le estaba haciendo eso con nada más que amor en su corazón, quería hacerlo sentir bien, y no quería probarle nada ni disminuirlo como hombre. Incluso lo que parecía que era una broma al decirle que era un perezoso, resultó un tanto más tierno en ese momento, ya que con más evidencia podía confirmar que ella había pensado en esa posición para consentirlo en su pereza, y aun así disfrutar al máximo haciendo algo nuevo para ambos. Refrescante y caliente al mismo tiempo.

El samurái buscó las manos de ella para entrelazar sus dedos juntos, dedicándole una bonita sonrisa que se mezclaba con su expresión rezumante de deseo y placer. Aquello pareció desencajar un poco a su esposa, los ojos violetas se abrieron de par en par y su sonrojo se potenció aún más. Un gesto así de tierno entre tanta pasión salvaje ciertamente la había sorprendido, y lo que le dio el tiro de gracia, fue que Gintoki se impulsó hacia adelante para acercar su rostro al de ella y alcanzar a besarla.

- Te amo, Tsukuyo –Le dijo con la voz grave por la carga de pasión y sentimiento.

Sin embargo, aquello acabó por hacerla detenerse de pronto, quedándose repentinamente quieta, mirándolo con la boca entreabierta. El peliplateado frunció el entrecejo, preguntándose por qué había sucedido eso.

- Uhm... ¿Honey? –Preguntó con duda, cuando ella no se movió por unos segundos, aunque podía percibir la mirada de los ojos amatista muy fijos en él– AH.

Hasta que se dio cuenta, se había olvidado de un pequeño pero GRAN detalle. Tsukuyo estaba ebria. Y su esposa, ebria, no solía recibir palabras dulces con "normalidad", ni corresponderlas como cualquiera de las otras veces en que hacían el amor. No, por algún motivo que todavía no lograba descifrar, Tsukuyo borracha convertía la dulzura en fuego, en un intenso fuego que la consumía como un demonio sexual. Sin ir más lejos, a poco de haber empezado a tomar el sake esa tarde, fue el simple acto de rodearla por la cintura y darle un beso en la mejilla lo que la calentó al punto de querer tener sexo en ese mismo instante. Eso, sólo con un besito, y un medio abrazo.

Y hacía unos segundos, había hecho mucho más que eso: Uno, tomado de las manos entrelazando sus dedos. Dos, la había besado en los labios con cariño. Y tres, le había dicho que la amaba de todo corazón... Tal vez no tendría más que rendirse a lo que le esperaba, había sido su propia responsabilidad, pero qué culpa tenía, la mujer de su vida era demasiado preciosa para él, en todos los sentidos.

La miró con atención cuando ella decidió cambiar de posición, dejándole estirar las piernas y sentándose ella a horcajadas encima. La rubia se inclinó hacia adelante para tocarle el labio inferior con la yema del dedo índice, su expresión no delataba nada, o mejor dicho, era como presenciar un volcán que se sabía que pronto entraría en erupción. La caricia continuó hacia abajo, sumándose los otros dedos para recorrerle en un ligero toque el torso entero, hasta los suaves vellos platinados del pubi.

- Tan malditamente dulce... –Susurró la rubia, mordiéndose el labio inferior.

Era la calma que anunciaba la tormenta. En ese preciso instante, Gintoki entendió cuan jodido estaba, no iba a quedar nada de él después de esa tarde. Tsukuyo se ayudó con una mano para introducirlo nuevamente y empezó a moverse, soltando un ronco gemido al renovar las sensaciones de cuánto él la colmaba por dentro. Lo hizo tan cadenciosa, que por un instante el samurái tuvo la esperanza de que ella sería gentil con él, pero muy pronto se dio cuenta que era una esperanza vana. La cortesana apoyó sus manos sobre los pectorales de él, y en pocos segundos el vaivén de sus caderas tomó un ritmo mucho más agitado, que imposibilitó al peliplateado articular palabra por el hormigueo placentero que lo recorrió hasta los dedos de los pies. Ya se había rendido de durar más tiempo, era imposible si ella no le daba un respiro y lo cogía como si no hubiera mañana.

- Tranquila, Tsukki, tranquiiila –Pidió con una sonrisa nerviosa, agarrándola de las caderas para intentar controlarla aunque sea un poco.

-No puedo, es que te amo tanto, darling…

En cualquier otro momento, la mirada dulce que ella estaba dedicándole y la honesta expresión de no poder controlar sus desbordantes emociones podía haberle acelerado del corazón de puro amor. En ese, fue más bien su dulce sentencia. Fiel a lo que la impulsaba desde las entrañas y de una mente nublada por el alcohol y un apasionado amor, Tsukuyo incluso aumentó el impulso y velocidad de sus movimientos, hacienda que el choque de sus cuerpos fuera claramente audible una y otra vez. Cuanto más placer sentía ella y la acercaba nuevamente a su clímax anteriormente postergado, más salvaje y enérgica se embestía contra él.

- Nnnnhggg... M-Me la vas a pelar, honey... –Gruñó Gintoki con una sonrisa tensa, casi rodando los ojos por las intensas sensaciones.

Algo que el samurái no podía negar, era cuánto estaba disfrutando el extático placer que sentía. En todo caso le preocupaba que fuera demasiado, pero a lo sumo su cerebro se desconectaría del mundo terrenal por unos minutos. Se rindió a intentar frenarla, por lo que en su lugar se enfocó en recibir el orgasmo que se le avecinaba, un tsunami más que una buena ola.

- Voy a acabar –Avisó, apretando los dientes.

- Yo también –Jadeó Tsukuyo en respuesta, asintiendo con vehemencia.

La proximidad de ese clímax no estaba destinada a sincronizarse esa vez, y Gintoki estalló ruidosamente mientras su esposa lo seguía cabalgando como si su vida dependiera de ello. Como ya veía venir, la rubia no tuvo piedad en cuanto lo sintió acabar dentro, sino que, por el contrario, la humedad multiplicada en su interior le facilitó el seguir moviéndose con mucha amplitud, buscando su propio orgasmo. Eso resultó en una sobre-estimulación para él, exprimiéndolo hasta la última gota y haciéndolo consciente de cada uno de sus nervios por los próximos dos minutos, hasta que finalmente Tsukuyo se detuvo de pronto, gimiendo mientras su cuerpo respondía con espasmos y temblores.

Para evitar que ella tuviera todavía la idea de continuar y dejarlo como un saco de huesos –lo cual había sucedido en otras ocasiones–, Gintoki salió de ella y la jaló de los brazos y abrazó con fuerza contra su pecho, para luego enroscarle con sus piernas alrededor de las caderas, lo cual era más una llave de artes marciales que una demostración de afecto exagerada. Sin embargo, y como no podía ser de otra forma, su medida desesperada fue malentendida. Los ojos violetas de Tsukuyo se abrieron de par en par, con un potenciado sonrojo aflorando en sus mejillas, y le devolvió el abrazo.

- ¿No quieres dejarme ir, darling? –Musitó, con la voz inocente de una jovencita enamorada– Oh, vaya, ¿qué hago?

El peliplateado supo que no tenía escapatoria, con ninguna respuesta ganaría. Si lo negaba, eso seguramente iba a lastimarla y enojarla, y la convertiría en su antigua versión de Terminator borracha. Si le decía que en verdad no quería dejarla ir –Aunque por otro motivo diferente al que ella imaginaba–, eso sería como calentar tanto el caramelo que acabaría chisporroteando y quemándolo. Por lo cual, hizo lo más inteligente que pudo, y se quedó callado, cerrando los ojos y fingiendo estar casi dormido por la extenuación, aflojando todos sus músculos.

- ¿Darling? –Su voz fina de pronto cambió a una mucho más grave y amenazante– Oye, Gintoki, te estoy hablando, abre los ojos.

Impaciente, Tsukuyo apoyó los dedos pulgar e índice de ambas manos cerca de los ojos de él y empujó para forzarlo a abrir los ojos, encontrándose con los orbes carmines bien despiertos y enfocados en ella.

- Ah, p-perdona, honey, me relajé tanto que casi me quedo dormido... Ahaha –Rió nervioso, mintiendo por completo.

La cortesana se le quedó mirando con los ojos entrecerrados y llenos de sospecha por varios segundos, como si pretendiera leerle la mente, desconfiando de aquella reacción tan forzada.

- Uh, hace un poco de frío, ¿verdad? Tienes que taparte, te resfriarás, sí, así es... Yo te tapo... –Dijo con premura, estirándose para agarrar la yukata de ella y echársela por encima, arropándola.

- No tengo frío, Gintoki.

- ¿No? Pero es como hacer ejercicio en invierno, ¿verdad? Por más que sudes o tengas calor, tienes que taparte, o te resfriarás, ¿verdad?

- ¿Por qué no te tapas tú si eres el que tiene frío? ¿Huh? –Replicó la rubia, alzando una ceja, y luego una sonrisa perturbadoramente pícara se plasmó en sus labios, mientras bajaba una mano para acariciarle el abdomen juguetonamente– Si quieres calentarte, puedo ayudarte con eso.

- Ah... No, n-no, estoy bien, Tsukki. Lo decía por ti, ¿sabes? Pero si no tienes frío, mejor así. Sí, mucho mejor, ¿verdad? Ahaha.

- ¿Por qué te ríes como tonto?

- No... Uhm... Sakamoto se ríe así –Se excusó, diciendo lo primero que le vino a la mente.

- Tú siempre dices que se ríe como tonto.

Carajo. ¿Por qué demonios Tsukuyo tenía que ser tan astuta y recordar justamente esas cosas cuando su cerebro estaba embotado por el alcohol? "Ah, ya sé", pensó, y sus ojos se iluminaron victoriosamente.

- Viejos amigos, se pegan las manías. Oi, honey, tengo que ir al baño, me dieron muchas ganas de orinar. Con permisoooo...

La hizo a un lado con una fingida sonrisa conciliadora, y se puso de pie rápidamente, alcanzando a agarrar también su yukata, y prácticamente corriendo al baño. Como ni una gota iba a salirle en ese momento, abrió un poco la canilla del lavamanos para disimular con un sonido de chorro. Había sudado como un cochino, por lo que después se mojó el rostro, suspirando con alivio por refrescarse. Sacudió la cabeza, y en cuanto se irguió nuevamente, un grito demasiado agudo de sobresalto escapó de su boca. Asomada a la puerta abierta del baño, su esposa lo miraba, todavía desnuda a excepción de la yukata que colgaba de sus hombros.

- ¿Qué sucede, honey? ¿Necesitas orinar también? Ya te dejo el baño libre –Preguntó, tratando de mantener su voz en un registro más grave.

- No. Estabas actuando raro, así que vine a chequear si estabas bien. Pero... –Su voz se perdió, mientras sus ojos enfocados en el gran espejo bajaban por el cuerpo de su esposo.

Gintoki esperó, tragando duro mientras veía con toda claridad la idea que se empezaba a formar en la cabeza de la rubia. A decir verdad, era su maldito cumpleaños, si ella tenía ganas de hacerle pasar el resto de la tarde teniendo sexo apasionado y él también lo disfrutaba, ¿por qué habría de negarse? A lo sumo, no trabajaría al día siguiente, qué novedad. Sólo necesitaba un momento más para recuperar las energías y que el pequeño Gin-san no estuviera tan sensible.

- Hace tiempo que no lo hacemos en el baño, ¿no lo crees? –Continuó Tsukuyo, dando unos pasos hacia adelante y acariciándole la espalda tentadoramente.

- Ah... Sí, cierto. Pero, la cosa es, Tsukki... ¿Podrías esperar un rato? O mejor, ¿y si nos bañamos juntos primero? Para refrescarnos, sabes, ¿verdad?

- Hmm. ¿Así que no puedes ahora? Vaya, parece que es cierto que los años no vienen solos –Comentó, con evidente desilusión en la voz.

La ceja de Gintoki tembló ante ese comentario, una daga clavándose en su estómago, no... En su ****. ¿Acaso su querida esposa acababa de cuestionar su virilidad? Ni que fuera un viejo, todavía podía presumir que su tercera pierna gozaba de perfecta vitalidad y nunca lo había defraudado. Su cumpleaños no sería la primera vez que sucediera, no, señor. Mortificado, vio cómo Tsukuyo se daba la vuelta y pensaba irse sin más, de verdad creyendo que él no podría soportar otra ronda. Antes de cuestionarse si era una buena idea, todo fuera por salvar su orgullo masculino, el peliplateado dio un paso largo y alcanzó a atraparle la muñeca, deteniéndola.

- Nunca dije que no puedo, no me subestimes –Gruñó, con una sonrisa desafiante– Que tú te conviertas en una Terminator sexual borracha no significa que yo no esté a la altura, o que puedas humillar a Gin-san, ¿lo oyes, perra?

- ¿Huh? ¿Cómo me llamaste, idiota? –Contestó Tsukuyo, indignada.

- Perra. Mi perra –La provocó, con la sangre bulléndole en anticipación. Aquello podía salir muy bien, o muy mal, pero tenía que provocarla lo suficiente como para hacerla volver– Ven aquí, perra, ¿o te acobardas tú ahora?

- Ya quisieras.

La realidad era que Gintoki siempre podía hacerle frente a la fuerza potenciada de una Tsukuyo borracha, la cuestión era que normalmente no quería hacerlo, quedaba en él un grado de caballerosidad que le dictaba que no debía aprovecharse de su fuerza para someter a ninguna mujer, ni aunque recibiera golpes de ellas. Ahora bien, tenía que buscar la forma de hacerlo con tanta destreza como para que ella no se sintiera de esa forma, sino que cooperara con lo que realmente importaba.

Cuando la cortesana se lanzó hacia él, la esquivó con lo justo para dar una rápida vuelta y colocarse detrás, abrazándola con fuerza por encima de los brazos para que ella no pudiera ya atacarlo, y la arrinconó contra el lavabo. Antes de enojarla más, empujó su entrepierna contra el trasero de ella, y le mordisqueó el cuello juguetonamente, para luego hablarle con un tono rasposo y seductor junto al oído.

- Es mi cumpleaños, ¿verdad, honey? ¿Qué dirías si te confieso que me dieron ganas de hacértelo así de pie y tú de espaldas, mientras me miras por el espejo? ¿Te gustaría eso?

La expresión de Tsukuyo pasó del enojo competitivo a una perpleja y sonrojada, evidentemente a su consciencia ebria le había gustado mucho el plan.

- B-bueno... No me disgustaría... –Admitió, haciendo a un lado la mirada.

Adentro. Gintoki sonrió victorioso con malicia, por suerte le había salido bien la jugada. Aquello significaba no sólo que acababa de calmar a la fiera, sino que también ella aceptaba estar en una actitud más pasiva, por lo cual él tendría un poco más de respiro.

Mirándola a través del espejo, aflojó el agarre restrictivo, y en su lugar llevó las manos hacia los grandes pechos, para acariciarlos y masajearlos con pasión y poca delicadeza, ella no necesitaba eso en aquel momento, tenía que garantizarse hacer cosas que la hicieran ronronear de gusto para que no intentara tomar el control. Alternó esas caricias con apretones y pellizcos, hasta oírla gemir y removerse, momento en el que bajó una de las manos para tocarle la entrepierna. Empujándola con sus rodillas y pies, la obligó a separar más las piernas, teniendo así un mejor acceso. La idea era no dejarla siquiera pensar o acostumbrarse al ritmo, por lo cual empezó a empujarle su miembro que volvía a endurecerse contra el trasero, las tres estimulaciones a la vez. Al demonio, todavía le quedaba la boca libre, por lo cual, sin dejar de mirarla a los ojos a través del espejo, le dedicó una larga y obscena lamida desde el cuello hasta un hombro, mordisqueándola allí.

- Déjame oír cuánto te está gustando todo esto, honey –Le pidió, con tono acaramelado– Quiero comprobarlo también.

Con la mano que la acariciaba íntimamente, frotó un dedo por la entrada hasta introducirlo, soltando un gemido grave y reverberante de puro gusto.

- ¿Tan pronto tan mojada? Esa es mi Tsukki –La provocó, oyendo un suave jadeo en respuesta– Lo que en verdad quieres dentro, es esto, ¿verdad?

En ese instante, empujó con un movimiento fuerte y seco su cadera hacia adelante, con la intención de "clavarla" con su miembro ya erecto, para después frotarlo tentadoramente contra la entrada, mientras sus dedos dibujaban suaves círculos sobre el clítoris, quería volverla loca de deseo por él.

- Sí, lo quiero, métemelo ya –Contestó la cortesana, sin pudor, totalmente honesta con sus deseos.

- ¿No te molesta si hacemos esto rápido y duro? Como me lo hiciste antes tú a mí.

Tsukuyo jadeó con la respiración acelerada como si estuviera en medio de una carrera, de tanta que era su excitación en ese momento. Creía que su rostro iba a empezar a echar humo de tanto calor que brotaba de sus poros. Tanta era su hambre por sentirlo dentro pronto, que ella misma se dobló un poco hacia delante y arqueó su espalda, ofreciéndose.

Ah, demonios. Por unos segundos, Gintoki fue el que se sintió casi mareado de tanta calentura, su esposa no podía ser más hermosa y lujuriosa, prácticamente rogándole por más. Se olvidó por completo de su anterior precaución por no excederse, de hecho, no le importaba en lo más mínimo si ninguno podría caminar derecho ni cerrar las piernas el próximo día, valdría la pena por completo. En ese aspecto, ese estaba siendo el mejor cumpleaños que había tenido en muchos años.

Sin poder aguantarse más él tampoco, se alineó y la embistió en un solo movimiento, robándole un gemido ahogado y alcanzando a verle una pequeña sonrisa en el rostro. Si bien había dicho que quería hacerlo rápido, sabía que a los dos los calentaba cuando se introducía lentamente y hasta lo más hondo que podía en ella, quedándose así hasta que resultara insoportable para ambos por las ganas de continuar.

- Se siente tan delicioso dentro tuyo que a decir verdad no quisiera salir nunca de aquí... –Le susurró con su voz más grave y seductora.

- Estamos casados, darling, nunca vas a salir de aquí por mucho tiempo –Contestó Tsukuyo, mirándolo por encima de su hombro.

- Tenlo por seguro.

Si poder aguantar más por hacerla suya una vez más, Gintoki apoyó sus manos con fuerza en las caderas de ella, para tenerla bien agarrada mientras empezaba a embestirla con pasión. En esa ocasión era él quien hacía que sus cuerpos chocaran sonoramente, y le excitaba aún más acompañar aquello con tener la privilegiada doble vista de verla desde atrás, y también poder verla gozar reflejada en el espejo, además de ver sus hermosos grandes pechos rebotando en evidencia de la intensidad con que estaban haciendo el amor.

De hecho, no pensaba contenerse en decirle lo que sentía, ya le importaba un cuerno si ella intentaría devorarlo después, que no quedara nada de ninguno era el mejor desenlace de ese festejo de cumpleaños. Para garantizarse de tener su completa atención, subió las manos para rodearla a la altura de sus pechos, dejando que una mano tuviera más movilidad para acariciarla, mientras que se empujó dentro de ella de forma de que sus cuerpos estuvieran lo más pegados posibles de pies a cabeza, manteniendo así un ritmo de cortas y profundas embestidas.

- G-Gintoki... –Gimoteó la rubia, entrecerrando los ojos, casi rasguñándole los antebrazos con sus uñas a causa del placer embotándola.

- Cada vez que pienso que no puedo amarte más de lo que ya lo hago, encuentras la forma de demostrarme lo contrario –Susurró detrás de su oreja.

- Ngh...

- Te amo. Te deseo. Te adoro.

Sabía que estaba llevándola a un límite en el que le costaría horrores a su esposa el controlarse de darse la vuelta y otra vez quitarle el aire al darle tanto fogoso placer, pero era de lo más liberador decirle esas cosas. A decir verdad, todavía era un poco torpe y le costaba decirle cosas tan amorosas o dulces si no era en momentos especiales de mucha intimidad, a él se le daban más fácil los gestos que las palabras. La abrazó con un poco más de fuerza, y le pidió que lo mirara, para poder estirarse y alcanzar a darle un profundo beso, un poco torpe e incómodo por la incómoda posición en la que estaba ella, pero que la urgencia que ambos demostraron por fundirse en la boca del otro era la evidencia perfecta de que compartían el sentimiento.

Si bien le sorprendió que Tsukuyo no buscara escabullirse de su férreo agarre para tomar el control como siempre que le decía algo muy dulce a ella estado ebria, percibió enseguida que ella había empezado a mecer las caderas en un impetuoso vaivén para sincronizarse al encuentro con él e incluso para sentirlo adentrarse y salirse casi en todo el largo, esa movida era la que siempre los llevaba a ambos al borde de la locura del placer, preguntándose si sus cuerpos podrían soportarlo de pie. Le fascinaba el súmmum que alcanzaban cuando lograban acabar juntos, no siempre pasaba, pero si tenía que coronar esa tarde apasionada con lo mejor de lo mejor, bien podía intentar alcanzarlo. Con eso en mente, enfocó una mano en acariciarle un pecho y estimular su sensible pezón, mientras bajaba la otra mano para que se dedicara a hacer lo mismo con el clítoris.

- Muévete tú, honey. Duro si así lo quieres, yo te aguanto.

Tomando el ofrecimiento, la cortesana no se resistió de descargar el cúmulo de emociones y el abrumante calor que sentía en su corazón y cuerpo de aquella forma. Esa vez Gintoki estaba más mentalizado, e incluso deseándolo, por lo cual hizo lo posible por seguirle el ritmo, sin dejar de acariciarla en aquellos otros sensibles lugares para arrimarla al clímax lo antes posible. Como él ya había acabado, pudo aletargar su propia excitación un poco más, lo suficiente para no tener que preocuparse de alcanzarlo antes que ella. Así continuaron un poco más, en un ritmo vertiginoso y arrebatado, sin medida.

En cuanto los gemidos de Tsukuyo se volvieron más agudos y entrecortados al ahogarse en jadeos, Gintoki empezó a susurrarle junto al oído una seguidilla de las más dulces y calientes palabras de amor y deseo. Aquello funcionó a la perfección para llevarla a la cresta de la ola del placer, tal como esperaba, percatándose de aquello cuando a ella le costó sostener su propio ritmo, y su cuerpo instintivamente empezaba a tensarse de puro gozo. Él tomó entonces la iniciativa de llevar el control, renovando el impulso de sus embestidas, arrastrándola al más hermoso y pleno estado de fusión y olvido del propio ser.

En el momento culmine, su esposa giró la cabeza para mirarlo y gimotear su nombre una y otra vez, hasta que los sonidos se perdieron en su boca y sus ojos se desenfocaron. Ante una vista tan sublime y hermosa, destinada sólo para él, no pudo más que acompañarla y dejarse ir en los siguientes segundos, una amplia sonrisa rivalizando con la expresión involuntaria de su rostro dominada por el placer.

Gintoki apoyó su frente sudada contra la espalda de su mujer, mientras los ecos de las contracciones internas del orgasmo de ella, se encontraban con las palpitaciones del de él, unificándose eventualmente como los pulsos de dos ondas encontrándose en un mismo lago.

Más que satisfecho, y habiendo agotado sus últimas reservas de energía, una sonrisa atontada por tan buen regalo de cumpleaños se plasmó en su rostro. Ni siquiera se animaba a moverse, ni para salirse de ella, ni para sentarse o buscar algún lugar para que descansaran, el frío piso del baño no era una opción. Tsukuyo tampoco parecía dispuesta a moverse, por lo que se quedaron así hasta serenarse.

- Ahora sí necesito ese baño... –Murmuró la rubia, hablando ya sin arrastrar tanto las palabras como antes de empezar ese segundo encuentro íntimo.

- ¿Se te pasó el alcohol, Tsukki? –Preguntó divertido Gintoki– Vaya, te metí uno y te salió el otro.

Posterior a un instante de silencio, los dos estallaron en una risa libre, no había nada como alguna obscenidad graciosa típica de él para devolverlos a la realidad presente.

- Mira nomás, estamos en un estado lamentable, Gintoki –Observó ella, incrédula de la imagen que devolvía el espejo.

- Échale la culpa a la cortesana suprema que reside en ti cuando tomas unas copas de más. Y agradécele también, no olvidaré este festejo de cumpleaños en mucho tiempo, superarlo pondría en peligro nuestras vidas. Gracias, honey.

- Siempre es un placer, darling –Sonrió Tsukuyo, meneando juguetonamente el trasero– Ahora bien, ¿quieres compartir ese baño caliente?

- El pequeño Gin-san ya tuvo suficiente remojo en caliente –Su risa baja se convirtió en tos ante el codazo que recibió de su esposa– Pero este lo renovará, lo tomo.

- ¿Quieres un trago para acompañar? –Preguntó la cortesana, y rió ante la expresión súbitamente horrorizada del samurái– Era broma, ya tuve suficiente yo también.

Ella se dio la vuelta y colgó sus brazos en el cuello de él, enterrando los dedos de una mano en el alborotado cabello platinado, atrayéndolo luego para darle un largo y profundo beso, sonriendo con contento cuando él la rodeó en un fuerte abrazo, entregándose a aquel dulce y más calmo gesto de amor. Al separar sus labios, Tsukuyo le acarició el rostro, y con una sonrisita de lo más luminosa y feliz, se estiró para besarlo en la otra mejilla. Le encantaba cuando los ojos carmesí de él brillaban con una dulce timidez, de disfrutar esos cariños tiernos ya que le costaba pedirlos, sin dudas el alma de Gintoki también era muy pura.

- Feliz cumpleaños, darling.

Buenaaas!Hasta aquí llegó este smut, espero que lo hayan disfrutado! Ese fue mi intento de hacer algo gracioso y hot al mismo tiempo... A Gintoki se le fue el alma plateada esa tarde jaja, y al menos yo sí imagino que con los años de casados, Tsukki se pone intensa de una forma más agradable cuando está ebria, ya que al menos se le quita un poco lo tsundere, sabe lo que quiere, y lo va a buscar xD.

Gracias por su apoyo, y especialmente por los comentarios y estrellitas, siempre los recibo con mucha felicidad y me alegra poder aportar al fandom de una ship tan hermosa.

El fanart NFSW pueden verlo Aquí

Buena semana!