@Ninnae Gracias por tus comentarios! me alegra que disfrutes esta historia, RadaKanon son de mis parejas preferidas. Y sí, voy a seguir subiendo más contenido de Saint Seiya.
08 - Embaucador
En el interior del inhóspito bosque de sacro, las tropas del segundo juez habían logrado arrinconar a los Kerkorian descontrolados, se trataba de Sylphid de basilisco, Estrella Celeste de la Victoria y Queen de Alraune, Estrella Celeste de la Maldad, quienes habían inmovilizado a más de la mitad de las criaturas, ninguno deseaba dañar a aquellos que custodiaban las prisiones del inframundo, en especial el tan temido tártaro, no sino querían experimentar en carne propia la ira del Rey del averno. Sin embargo, esto no era lo que perturbaba al segundo juez, quien, tras lo ocurrido con el menor de los gemelos, se encontraba frustrado, no quería admitirlo, pero aún tenía sentimientos por el peliazul, lo había comprobado con aquel arrebatado beso, el cual amenazaba con despertar el deseo por consumar aquella entrega entre ambos cuerpos. No pudo evitar sacudir con brusquedad su cabeza ante aquel recuerdo, esta actitud no pasó desapercibida para la arpía, quien procede a reducir a las criaturas restantes abriendo un portal al inframundo, advirtiendo que estas pertenecían a los dominios del Griffón, por lo que debían evitar su mordida o drenarían su cosmos. Dicho esto, fijó su atención en las heridas del juez.
— Mi Lord — denotó con preocupación, tocando con cuidado el pálido rostro del mayor, observando con detenimiento sus heridas, era evidente que estas no fueron hechas por las criaturas del inframundo, por lo que recordaba, el Wyvern había arribado con contusiones al combate. No obstante, no era el único, el Santo de Géminis también portaba heridas similares.
La arpía no pudo evitar fijar sus penetrantes orbes ámbar hacia el peliazul, observándolo con profundo odio. Si aquel embaucador había atacado a alguien del inframundo, eso rompería los acuerdos, intentó increpar su actuar, pero fue detenido por el juez, quien lo sujeta con fuerza de la muñeca cuando pretendía confrontar al griego, advirtiéndole que no debe intervenir.
— Mi señor! — espetó con indignación
— Es suficiente, Valentine. — acotó con severidad — Es una orden.
"Le doy mi eternidad, Lord Radamanthys."
Un recuerdo fugaz atravesó por la mente del Wyvern, quien desvía su dura mirada ante las profundas orbes de la arpía, evitando observarlo, procediendo a reducir su agarre, soltándolo con suavidad. No podía evitar recordar lo ocurrido con Kanon. Se odiaba, estaba frustrado, el menor de los gemelos aún provocaba un huracán de emociones dentro de él, causándole una lucha interna. Lo que que no pasó desapercibido para su amante, quien se percata que algo perturba a su señor; era evidente que se trataba del Santo de Géminis, con quien el juez había evitado cruzar palabra o mirada alguna desde que arribaron al bosque de sacro, lo llenaba de ira saber que aquel embaucador aún afectaba a su Lord, quien yacía absorto en sus pensamientos.
"Kanon sólo sabe traicionar"
Esas fueron las últimas palabras que el espectro de Griffón le dedicó antes de marcharse con el juez de Garuda al Santuario. Aduciendo que la unión entre un espectro y un Santo de Athena estaba condenada al fracaso, no podrían estar juntos, no sin que uno utilice al otro, en especial si se trataba del embaucador de dioses. ¿cómo podía guardar afecto por aquel que lo utilizó?, si bien el peliazul se había disculpado, no parecía haber cambiado. No caería nuevamente en el egoísmo de Kanon, no cuando tenía a la arpía a su lado, quien le había otorgado su eternidad, quien le demostraba con hechos su amor y lealtad. Lo que más valoraba él era la lealtad y el peliazul carecía de ello. Tenía que terminar con lo que lo ataba al menor de los gemelos. Recuperar su collar, sólo así culminaría su historia.
— Valentine. — habló con seriedad, estaba dispuesto a revelarle la verdad a su amante — Regresaremos a Judecca.
El espectro de pálidas hebras rosadas parpadeó intrigado. Sin embargo, el mayor únicamente se limitó a cerrar la tercera abertura que unía el inframundo con el mundo terrenal, o eso creía, pues cuando creyó haber finalizado su labor, el sello se rompe liberando una gran cantidad de criaturas infernales, las cuales no dudaron en atacar a los guerreros de Athena, en especial al peliazul, quien se protege intentando contener su ataque con sus manos.
— ¡Eviten el contacto! — espetó el Wyvern, aduciendo que aquellas criaturas tenían la facultad de drenar el cosmos de su oponente. Sin embargo, esta advertencia no pareció ser suficiente para el peliazul, quien osado sujetaba la mandíbula de estas criaturas intentando apartarlos de los límites de Rodorio y no ser devorado en el proceso, en un inicio quiso enviarlos a otra dimensión, pero sólo consiguió ser mordido en el brazo, aquellos Kerkorian no sólo habían logrado dañar su cuerpo, estaban drenando su cosmos. Al percatarse de esto, el espectro de Wyvern procede a volar a toda velocidad a su lado, gritándole "¡imprudente!". Había una gran cantidad de criaturas infernales alterados emergiendo del inframundo, dispuestos a devorar al peliazul, quien yacía inconsciente tras de él. — ¡Gran Caution! — exclamó deshaciéndose de estas criaturas. No podía cerrar solo aquella abertura, a lo mucho podría reducir su tamaño, necesitaría del juez de Griffón y el de Garuda para sellarlo por completo — Toma a Kanon — ordenó a su subalterno, aduciendo que habían drenado el cosmos del peliazul
— Mi Lord...
— Llévalo a un lugar seguro — Lo interrumpió, tratando de retener a toda costa a los Kerkorian dentro de aquel portal, si bien no podía cerrarlo, podía ganar tiempo hasta que las criaturas pudieran atravesarlo. Sin embargo, era difícil concentrarse, en especial con el menor de los gemelos inconsciente detrás de él, no podía protegerlo y sellar el portal al mismo tiempo. — ¡VALENTINE!
La arpía gruñó sin poder evitarlo, odiaba ver aquel temple de su lord por proteger a aquel embaucador.
— Es nuestro aliado — explicó con parsimonia, entendía el odio de su amante y subalterno, quien procede a cumplir la orden, tomando con brusquedad el cuerpo del peliazul, llevándoselo lejos del campo de batalla.
A lo lejos el segundo juez podía divisar al espectro de la arpía volando con el menor de los gemelos en brazos.
«Kanon...»
En la zona norte del bosque, el espectro de Garuda se encontraba dirigiendo su tropa al punto de encuentro con el segundo juez, a su lado se encontraban tres Santos de Athena recuperando energía, habían logrado sellar dos de las aberturas que unían el inframundo con el mundo terrenal. Sin embargo, durante el trayecto, el tercer juez se percata de la inquisitiva mirada del Santo de Escorpio hacía el aguador, quien yacía absorto en sus pensamientos, tenía un cúmulo de emociones dentro de él, sin duda había demasiados malos entendidos entre ambos.
— Es muy bello, ¿verdad? — insinuó el espectro observando con deleite al Santo de Acuario, quien pese al encontrarse exhausto no perdía su andar elegante, esto logró provocar el enfado del escorpión, quien lo observó iracundo — Es tan amargo como un limón, pero atrae.
De no resultar tan gracioso aquel comentario, el escorpión no hubiera dudado en incrustar sus quince agujas en el pecho.
— No lo veo de esa manera. — aclaró con serenidad el tercer juez
— ¿De qué hablas? — cuestionó con recelo, estaba hartándose del espectro
— No lo veo con el mismo afecto que tú. — explicó, señalando que bajo otras circunstancias no tendría reparo en fijarse en el guardián del onceavo templo. Sin embargo, no era el caso. — Dile lo que sientes.
Para el tercer juez era obvio que el sentimiento era mutuo entre ambos guerreros. Sin embargo, sus propias inseguridades, culpas y miedos del pasado los mantenían separados. Nunca creyó encontrar a alguien tan testarudo como el Wyvern, quizás tendría que darles una mano.
— Si no lo haces, puedo cambiar de opinión — esbozó una malévola sonrisa, provocando el escorpión cierre los puños iracundo
— ¿Qué diábolos dic...?! — se interrumpió cuando observó al espectro de Garuda acorralar al peliaqua, cuyo cosmos había sido drenado por las criaturas del averno.
El heleno no pudo evitar sentir su sangre hervir al divisar al aguador ser apoyado contra unas rocas.
— Caballero de Acuario. — enunció con firmeza, cerrando el paso del peliaqua, quien parpadea perplejo por la cercanía del tercer juez
— ¿Qué haces? — susurró avergonzado por invadir su espacio personal
— Ayudarte un poco. — espetó malicioso, lo cual sólo preocupó más mal aguador — Deseo que seas mi consorte. — sentenció tomándolo con firmeza de la cintura. — Únete a mi tropa. Y... — tentó acercándose peligrosamente a sus labios, emanando una gran cantidad de cosmos para paralizar al guardián del onceavo templo entre sus brazos — Entrégate a mí.
El tercer juez pretendió sellar los labios del francés en un apasionado contacto, pero fue detenido por el feroz ataque del escorpión, quien había hecho uso de su Scarlet needle, desatando una brutal batalla entre ambos guerreros, con esto el guardián del octavo templo habría roto los acuerdos entre ambos bandos o al menos es lo que ocurriría si lograba herir al de Garuda, quien se limitaba a esquivar sus ataques o contenerlo, había ordenando a sus tropas no intervenir.
— ¡Milo! — exclamó un preocupado peliaqua, no entendía qué pretendía el tercer juez, pero debía hacer algo, intentó detener al escorpión, pero fue sujetado por el Capricornio, quien al igual que el menor, deseaba parar aquella batalla, antes que se desate otra guerra entre el inframundo y el mundo terrenal, proteger el acuerdo de paz era prioridad para los Santos de Oro. Sin embargo, había algo en el actuar del espectro que lo hacía dudar de una traición.
— ¡Estoy harto de tus provocaciones! — exclamó iracundo el escorpión, enviando más de sus agujas al de Garuda, quien se limitaba a esquivar con rapidez la Scarlet needle
— ¿Tanto te importa el caballero de acuario? — se mofó, esquivando con dificultad al iracundo escorpión.
— ¡YO AMO A CAMUS! — gritó dejando salir todo lo que tenía guardado, confesando que nunca había dejado de sentir algo por el aguador, por esa razón no permitiría que nadie, en especial el espectro lo dañara. Aquella íntima, pero apasionada confesión había logrado que un fuerte rubor se apoderará de los pómulos del aludido
— Entonces díselo de frente — espetó Aiacos dejando de esquivar sus ataques, señalando con la mirada al peliaqua, quien lo observaba expectante.
Dicho esto, el tercer juez procede a caminar con dirección a su tropa, quienes lo observaba interrogantes, ninguno comprendía el actuar de su general, pero tampoco cuestionarían sus acciones. Al retirarse, el juez de Garuda, toma con suavidad el hombro del aguador, aduciendo que ahora era su turno de confesar lo que sentía
— Por cierto... ningún acuerdo se ha roto — espetó reparando en la penetrante mirada del Capricornio, quien yacía iracundo por su actuar tan imprudente, tenía un fuerte sentido del deber. Sin embargo, al igual que el tercer juez procedió a dejar a solas a ambos guerreros quienes se observaban con notoria vergüenza.
— Milo...
— Te amo, Camus. — confesó con decisión, no estaba dispuesto a seguir ocultando sus sentimientos, sea correspondido o no, no callaría por más tiempo lo que sentía por su bello francés.
El aguador intentó decir algo, pero fue interceptado por el inesperado abrazo del escorpión, al principio tardó en reaccionar, pero no dudó en estrecharlo fuertemente entre sus brazos, quedando así por varios segundos. Al separarse, ambos guerreros no pudieron evitar perderse en la mirada del otro, aquellas miradas estaban tan cargadas de sentimientos contenidos, sin entender "cómo" o "cuándo", el heleno procedió a sellar los labios del guardián de los hielos en un profundo y demandante beso. Un contacto que habían anhelado desde que se habían vuelto a reencontrar pero que por sus miedos, culpas y fantasmas del pasado habían preferido abandonar, resignándose a la idea de ser únicamente compañeros de armas. Sin embargo, nunca podrían verse de esa manera, pese a las guerras, sus decisiones, muertes y resurrecciones, seguían queriéndose con la misma intensidad.
— Creí que te perdía — confesó un avergonzado escorpión, refiriéndose al tercer juez, quien desde su llegada había mantenido un trato cercano con el guardián de los hielos, demasiado para su gusto.
— ¿Kanon y tú...? — cuestionó confesando saber acerca de su relación con el menor de los gemelos, ante esto el escorpión no pudo evitar mostrarse avergonzado, admitiendo que hubiera preferido que lo supiera por él. Sin embargo, el peliazul ya le había advertido sobre eso.
— No tengo nada con Kanon — explicó, aduciendo que nunca se vieron de esa manera. Tuvieron encuentros pasionales, pero nada relevante, ambos amaban a otra persona. — Yo te amo, Camus... ¿tú...?
— Te amo, Milo. — admitió apoderándose nuevamente de los labios del escorpión, si bien habría preferido enterarse por él acerca de su "relación" con el peliazul, tampoco podía culparlo, aunque le disgustara la idea, el de Garuda tenía razón "Ustedes no estaban juntos"
Tendría que agradecerle, pues a pesar de sus cuestionables métodos, le permitió arreglar sus diferencias con su amado escorpión, con quien por fin había decidido dejar atrás las heridas del pasado.
Entre los riscos que rodeaban el Santuario, un espectro de pálidas hebras rosadas observaba con repudio a un inconsciente peliazul, por su mente cruzaba la idea de acabarlo, quitarlo de su camino. Sin embargo, no podría ver a los ojos de su amado juez. Aquel embaucador sólo perturbaba a su señor.
«Maldito Géminis...»
Recordó su última entrega con el Wyvern, no podía negar que había disfrutado aquella pasión y entrega con la que lo tomaba. Sin embargo, era evidente que la mente del juez se encontraba en otra parte, muy lejos él
Para la arpía no había pasado desapercibido la dureza con la que observaba al menor de los gemelos. No podía negar que disfrutaba ver aquel rechazo, pero al percatarse de la ira en sus ojos al divisarlo con el Santo de Escorpio durante el entrenamiento, lo hizo recabar en algo importante.
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Los celos del Wyvern.
Aún le importaba el peliazul.
— Escoria... — espetó observando con profundo odio al griego. Sólo él podía estar al lado de su Lord. Por esa razón había decidido darle su colgante, así su señor nunca lo dejaría. Sin embargo, aquel embaucador lograba perturbar a su Lord, por lo que en un arrebato no dudó en sacar sus afiladas garras, posicionándose al lado del peliazul.
Lo mataria...
Alguien tan insignificante como él no merecía haberse involucrado con su Lord. Liberaría al juez de aquel obstáculo, después podría argumentar que habían sido interceptados por criaturas del mundo infernal, después de todo era por el bien del Wyvern. No obstante, cuando estuvo a punto de clavar sus afiladas garras en el cuello del peliazul, este comenzó a despertar, quizás reaccionando ante el violento cosmos del espectro.
— Despertaste. — esbozó con aprensión ocultando sus garras
— Dónde... estoy? — preguntó con dificultad, tratando de enfocar su vista en su alrededor, dejando al descubierto un oscuro brillo sobre su pecho, se trataba de un collar Infernal, uno que la arpía reconocía muy bien.
No pudo evitar enmudecer al verlo sobre el cuello del peliazul, estallando en ira.
— ¿Por qué lo tienes tú?! — cuestionó fuera de sí, ahorcándolo entre sus filosas garras, las cuales habían comenzado a hacerlo sangrar.
El peliazul podía sentir la sangre brotar de su garganta, por lo que intentó defenderse, pero no tenía fuerza para enfrentar la ira del espectro, quien lo estaba ahogando en su propia sangre.
— ¡RESPONDE! — bramó enloquecido liberando parte de su agarre
— R...Radamanthys... me lo dio. — enunció con dificultad, tosiendo parte de su sangre
— ¡MIENTES! — gritó pateando su rostro, provocando que este impactará bruscamente contra el rocoso suelo — Mi señor nunca se lo daría a alguien como tú.
El peliazul no entendía la actitud de la arpía, aduciendo que sólo era un collar. Sin embargo, esto sólo logró avivar la ira del espectro, quien entre golpes e improperios le comentó el significado de los collares infernales, esto dejó sin palabras al peliazul. El segundo juez le había dado su eternidad, eso significaban las palabras del Wyvern, nunca pudo entenderlo.
"No te dejaré jamás, Kanon."
La arpía ahora entendía la actitud de su señor. Tenía la idea que Kanon había logrado embaucarlo para obtener su collar, hurtarlo, era lo único que ese embaucador sabía hacer, por ello su enfrentamiento.
— No mereces el colgante de mi señor. — espetó iracundo arrebatándole de un fuerte tirón el collar del juez
El menor de los gemelos quiso protestar, impedir que se lo quitara pero sus heridas no se lo permitían, tenía un profundo corte en el abdomen, producto de la ira desmedida de la arpía, quien se marcha dejando atrás a un ensangrentado peliazul, tendría suerte si no moría desangrado.
Continuará...
