09 - Amor falso
INFRAMUNDO
Tras sellar de forma temporal el portal ubicado en el bosque de Sacro, el juez de Wyvern procede a regresar con premura al castillo de Guidecca, donde pese a la severidad de sus heridas debía informar a su regente acerca de las áreas selladas en el mundo terrenal, de no haber sido por la intervención del espectro de Garuda, no habría podido ingresar sin dificultad a la cámara infernal. Según el mencionado, primero debía atender sus heridas. Sin embargo, el Wyvern era demasiado necio para ceder, por lo que con o sin su ayuda llegaría con el Rey del inframundo.
Una vez en el interior de la cámara principal, el juez de Griffon procede a informar haber cerrado una de las aberturas del inframundo, por lo que sólo restaba aquella ubicada en el bosque de Sacro, donde según el espectro de Garuda debían estar presentes los tres jueces, pues aquella abertura era mayor y de donde provenían las criaturas más peligrosas del inframundo, aquellas que expulsaban fuegos fatuos. Debían cerrarlo antes de que emergieran al mundo terrenal.
— No perderemos a más criaturas, ustedes partirán nuevamente a los dominios de Athena — dictaminó con una severa expresión el Rey del inframundo, fijando sus penetrantes orbes azulados en sus subalternos, reparando en los daños ocasionados a sus surplice, por lo que procedió a relajar sus facciones, debía reconocer el arduo trabajo de los tres jueces — Por ahora, retírense a sus aposentos — ordenó — necesitan recobrar fuerzas.
— ¡Como ordene, Lord Hades! — exclamaron arrodillándose ante su gobernante para posteriormente abandonar el castillo de Guidecca.
Durante el trayecto a sus respectivos recintos, el juez de Griffon se dispone a ingresar al tercer palacio, el cual pertenecía a sus dominios, se trataba de la tercera esfera del inframundo "Ptolomea". Sin embargo, antes de perderse en la oscuridad de aquel pasadizo, procede a informar al espectro de Garuda que enviará por alguien para que tratara sus heridas, por lo que no iría con ellos al recinto de sanación, prefería permanecer en sus dominios, al lado del espectro de Balrog, al mencionarlo, el juez no pudo evitar recabar en que pese a no haber abandonado el inframundo, no había podido ver a su amado juez suplente. No lo admitiría, pero echaba de menos a su amante. Por lo que tras un cansado suspiro, el espectro de Garuda, accedió, siguiendo su camino junto al Wyvern, quién gracias al poder del dios del averno había recobrado parte de su vitalidad. Sin embargo, necesitarían ir al recinto de sanación para restablecer por completo sus cuerpos.
— Debo admitir que no fue tan desagradable partir al Santuario. — reconoció el de Garuda rememorando lo ocurrido entre los guerreros de Athena
— Lo dices por Acuario? — cuestionó con gesto acusador el menor de sus hermanos, para quien no había pasado desapercibido el inusual interés del tercer juez por el guardián de los hielos.
Ante sus palabras, el espectro de Garuda procede a esbozar una sonrisa arrogante, no podía negar el atractivo del guardián de los hielos. Sin embargo, existía alguien en el inframundo que le importaba más que aquel enigmático galo, se trataba de su lugarteniente, Violate de Behemoth.
— Sobre Escorpio... — refirió con cautela, sabiendo perfectamente que todo lo relacionado al guardián del octavo templo, era un tema turbulento para el Wyvern, quien endurece su fiera mirada, desprendiendo un aura salvaje, el cual no pasó desapercibido para el de tercer juez, quien pese a su tácita advertencia, no se inmutó. — Géminis no lo ve de esa manera. No tiene nada con Escorpio. — bramó aduciendo que los Santos de Acuario y Escorpio habían retomado su relación, esto desconcertó al Wyvern, quien suponía que tomarían caminos separados. Sin embargo, no era el caso. — Lo que presenciaste, no es lo que crees...por lo que tengo entendido, Géminis nunca volvió a buscar a Escorpio.
Las palabras del tercer juez resonaron con fuerza en su cabeza, rememorando aquel encuentro donde el heleno espetó iracundo no tener nada con el Santo de Escorpio. No obstante, ¿Cómo podía creer en aquel que lo traicionó, cómo confiar en un embaucador? Después de todo, tal como decía el espectro de Griffon "mentir siempre se le dio bien"
— No deberías escuchar a Minos. — remarcó Aiacos adivinando lo que pasaba por su mente, haciendo alusión a la lengua viperina del Griffon, quien constantemente se encargaba de incentivar entre sus guerreros el odio entre Santos y Espectros — Tú amas a Géminis, sólo un ciego no se daría cuenta. — dijo atrayendo la atención del rubio, quien lo observa interrogante — No me emociona la idea de verte con un Santo de Athena. — aclaró con parsimonia — Pero tampoco me enerva.
— Esto no es asunto tuyo, Aiacos. — espetó malhumorado
— Lo es si afecta a uno de los tres jueces. — debatió fijando sus penetrantes orbes sobre el menor — ¿Lo seguirás castigando? — indagó, cerrándole el paso, quizás no debía entrometerse en los asuntos personales del Wyvern, pero estaba cansado de aquella situación.
— Estoy con Valentine. — bramó iracundo, como si tuviera una lucha interna, esto no pasó desapercibido para el de Garuda, quien se percata, que portaba en su pecho el collar de la arpía. Valentine le había dado su eternidad. Esto provocó que adquiriera una severa expresión. Los collares infernales no eran un juego, era el símbolo de unión más importante entre los espectros.
— Si no vas a corresponderle, no lo hagas sentir especial. — afiló su penetrante mirada sobre los fieros orbes del Wyvern — Un amor falso duele bastante. — dijo con severidad provocando que el menor girará la mirada en aparente incomodidad.
El Wyvern no podía negar que el tercer juez tenía razón, la arpía merecía algo completo, y él, analizar lo que realmente sentía por el menor de los gemelos, pues tras su regreso a Guidecca, ni siquiera había podido preguntar por Kanon, quien seguramente debía encontrarse en el área médica del Santuario para tratar las heridas producidas por la mordida de las criaturas del inframundo.
— No te atreves a pedirle tu collar. — señaló Aiacos, para quien no había pasado desapercibido el hecho que el menor de los gemelos portaba el collar del Wyvern, se dió cuenta cuando arribaron al bosque de Sacro — Todos estos años no lo reclamaste, incluso ahora no lo haces. — suspiró con fastidio — Todo se resume en una cosa. Eres capaz de dejar tu orgullo y perdonarlo, o reclamar tu collar para unirte a Valentine? — cuestionó, aseverando que los collares infernales era un lazo que ni los dioses pueden romper. Por ello su importancia, ningún espectro otorgaba su collar si no era recíproco, pues una vez hecho el intercambio, sus almas estarían unidas por la eternidad. — La decisión que tomes debe ser tuya. No influenciada por Minos.
El Wyvern viró sus fieros ámbar en aparente incomodidad, no podía negar el hecho que aún tenía sentimientos por el peliazul. Sin embargo, el espectro de Griffon había envenenado todo recuerdo bonito que pudiera tener con el menor de los gemelos, alimentando el rencor y la desconfianza entre ambos. Según el tercer juez, Minos quería que lo odiara con la misma intensidad con la que lo amaba, dictaminado que "Aquel Saint pagaría por burlarse de un juez del inframundo", por ello su odio. No obstante, ignoraba qué primaría en el menor de sus hermanos, el amor o el rencor? ¿Qué sería más grande?
— Piénsalo...
Dicho esto, el de Garuda procede a retirarse a la esfera de Antenora, había hecho todo lo que podía. El resto dependía del menor de sus hermanos, al menos había podido aclarar el hecho que no existía nada entre Milo y Kanon, y lo que presenció fue un malentendido, pese a estar lejos, el mayor escuchó personalmente la explicación que Escorpio le dió al guardián de los hielos, aduciendo que el peliazul amaba a otra persona.
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Durante el trayecto a la fortaleza de Caína, el Wyvern no puede evitar meditar en todo lo ocurrido. Hasta hace unas horas despreciaba con todo su ser a Kanon. Sin embargo, la situación había tomado un rumbo inesperado y eso lo inquietaba, se suponía que había tomado una decisión, compartir su eternidad con Valentine, con quien no sólo gozaba de tranquilidad, todo el tiempo la arpía demostraba con hechos su amor y lealtad. No pudo evitar dejar escapar un pesado suspiro. No podía tener algo completo con su subalterno mientras aún tuviera presente al menor de los gemelos.
«Kanon...»
En el interior de sus aposentos, el mayor se percata de la presencia de la armadura de la arpía, la cual yacía en una esquina del recinto, no parecía tener daños severos, por lo que pudo sentirse tranquilo, después de todo no podía negar que era la arpía era importante para él.
— Mi señor — enunció su subalterno y pareja recibiéndolo en Caína, lucía inusualmente feliz. Sin embargo, antes que pudiera preguntar el motivo, fue interrumpido por los furtivos labios del menor, quien lo besa con pasión, ocasionando que le corresponda con dificultad. — Le tengo un presente. — indicó mostrando un collar en su cuello.
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El collar de Wyvern.
El segundo juez estaba atónito. Un horrible pensamiento vino a su mente, acaso la arpía se había atrevido a dañar a Kanon o este se lo había entregado por voluntad propia?
— ¿Cómo conseguiste eso? — espetó iracundo, tomando con fuerza su brazo, provocando un fuerte quejido en la arpía, quien confiesa habérselo arrebatado al embaucador, omitiendo convenientemente el hecho de haberlo atacado, aduciendo que únicamente se lo arrebató.
— Él lo hurtó, mi señor. — defendió clavando sus profundos orbes en el mayor
— Yo se lo di, Valentine. — sentenció con total seriedad. Por fin había dicho la verdad. Sin embargo, la arpía se negaba a creerlo.
— Miente, mi señor — espetó liberándose de su agarre — Usted es muy noble, se dejó embaucar por ese embaucador de dioses! — bramó fuera de sí, sosteniendo con fuerza su cabeza, a la par que encajaba sus filosas garras en sus pálidas hebras rosadas, provocando que pequeños hilos de sangre rodaran por su pálido rostro. Ante esto, el Wyvern no duda en detenerlo sujetando con fuerza sus brazos con el fin de calmarlo, ahora comprendía al espectro de Garuda.
Estaba hiriendo a Valentine...
— Usted no...usted no pudo...
— VALENTINE! — exclamó llamando su atención, deteniendo aquel daño que se auto infringió, para posteriormente explicar en qué condiciones otorgó su collar, argumentando que Kanon no lo había robado, quizás era algo que debió confesar en su momento, pero su orgullo no se lo permitía. No obstante, aquel profundo dolor en las orbes de la arpía no pasó desapercibido para el juez, haciéndolo sentir culpable — Esto no debe ser así...
Esto atrajo la atención de la arpía, quien se apresuró a levantar el rostro con inquietud, observando con terror al espectro de Wyvern tomar su collar. Quería que Kanon se lo regresara por su propia voluntad o en su defecto lo desechara, los collares infernales no podían ser destruidos, aún si lo perdía, él aún podía buscarlo y este reaccionaria ante su señor, si durante ese tiempo no lo había hecho era por el temor, no quería confirmar sus sospechas al creer que el peliazul lo había desechado. Durante su último encuentro en aquel bosque, lo alegró ver que no se había deshecho de él. Hasta la fecha Kanon lo portaba.
— Él nunca se lo regresará si eso significa que puedo ser feliz con usted! — bramó observándolo con una mezcla entre rabia y dolor. No podía aceptar aquello, no renunciaría al colgante de su señor, pero sobre todo no deseaba que el menor de los gemelos lo portara.
— Entonces toma una decisión. — ordenó severo.
Ante su silencio, el segundo juez procede a marcharse dejando atrás el collar de la arpía, quien se encontraba sumido en un profundo dolor.
— ¡Haría cualquier cosa por usted! — Golpeó el suelo en señal de frustración, sintiendo como su corazón se quebraba con cada paso del Wyvern — Lo protegería con mi propia vida! Aún así... — Sollozó recibiendo una triste mirada por parte del mayor, quien lo observó con culpa. Estaba hiriendo a la arpía — no hay nadie más para usted que ese embaucador... USTED SIEMPRE PIENSA EN ÉL! — sus lágrimas brotaron hasta empapar sus pálidas manos, por fin había dicho todo aquello que había guardado dentro de él
— Valentine... — lo observó con pesar, rodeándolo con fuerza entre sus brazos. En ese momento, las palabras de Aiacos, resonaron con fuerza en su cabeza.
"Un amor falso duele bastante"
Quería a la arpía pero no lo amaba. Podía ofrecerle su cariño, protección, lealtad y entrega, pero no el mismo amor desmedido que le profesaba.
— Perdón... — esbozó acariciando con cuidado las pálidas hebras rodadas de su subalterno.
SANTUARIO
La oscura noche había cubierto los dominios de la diosa Athena. Sin embargo, la tenue luz de la luna lograba iluminar la figura de un imponente peliazul, quien con dificultad lograba moverse, contra todo pronóstico había logrado ser curado por los sanadores, en especial por el extraño veneno del basilisco, quien mezclándolo con su cosmos lo había vertido en sus heridas, aduciendo que tenía propiedades curativas, siempre que fuera usado de esa manera. No obstante, aún debía recuperarse de los efectos secundarios del veneno y de los daños internos que portaba. La arpía lo había atacado clavándole sus garras en el pecho y abdomen, pudo haber muerto, de denunciar el hecho podría romper los acuerdos, exigir la vida de la arpía en compensación; pero no lo haría. Había jurado no tomar ninguna represalia contra Valentine, al menos esa fue la única condición que impuso el espectro, Sylphid de Basilisco, quien lo había encontrado agonizante entre los riscos. Al recabar en las heridas del Santo de Géminis, no le costó trabajo deducir lo que pasó, reconocía aquellos daños, eran producto de la arpía, cuyas filosas garras dejaban unas características marcas.
El espectro no lo confesó, pero tras escuchar la orden del segundo juez, había decidido seguir a Valentine, conocía lo suficiente a la arpía, en especial su odio hacía Géminis. Tardó en encontrarlo. Sin embargo, el hedor a sangre lo había ayudado, sólo por el bien de Valentine, agradeció encontrar vivo a Kanon, de morir, la arpía sería castigado por romper los acuerdos. El rey del inframundo lo degollaría con su propia espada, pero sobre todo, el juez de Wyvern lo despreciaría, en cada reencarnación lo vería con odio. Por esa razón, decidió salvar al Santo de Géminis.
A cambio de algo.
"— Detendré el sangrado — habló con parsimonia el espectro de largas hebras platinadas, clavando sus garras en puntos estratégicos.
—...Por qué? — preguntó con dificultad, la sangre aún brotaba de su boca.
— No lo hago por ti, lo hago por Valentine — espetó, provocando que el mayor lo observé interrogante, a lo que el espectro advirtió que si acusaba a la arpía de romper los acuerdos, iniciaría una guerra innecesaria, después de todo Valentine sólo recuperó lo que era suyo por derecho, una pertenencia de Lord Radamanthys. - Vida por vida, Géminis"
En ese momento el peliazul sintió el veneno del basilisco impregnarse en sus heridas, nunca había sentido un dolor similar, aquel veneno parecía quemar su sangre.
Al llegar a los riscos que rodeaban las doce casas, el peliazul decide tomar un descanso, sentándose con dificultad sobre una rocas, desde ese lugar podía observar aquel lugar donde había pasado tantos momentos con el Wyvern, aquel bosque fue testigo de su entrega y pasión, pero también...del final de su relación. No pudo evitar dejar escapar un pesado suspiro, por instinto llevó una mano sobre su pecho, exaltándose al no sentir aquel preciado objeto sobre su cuello, fue en ese momento que recordó a la arpía.
"¡No mereces el colgante de mi señor!"
Era extraño no tener su collar consigo. No obstante, el Santo de Géminis no pudo evitar recabar en el significado de los collares infernales.
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El Wyvern le había dado su eternidad.
Si bien aquello le causó una profunda alegría al sentirse amado, también le provocó un profundo dolor, podía sentir su pecho desgarrarse. Se amaban pero había quebrado el corazón del Wyvern.
¿En verdad merecía ese collar?
Radamanthys le había dado su eternidad. Ahora entendía su gesto de sorpresa al ver que aún lo portaba. Sin embargo, dudaba si el juez podía volver a creer en él.
«Radamanthys...»
— Kanon!
Una gruesa voz lo sacó de sus pensamientos, se trataba del espectro de Wyvern, quien se encontraba sobrevolando el Santuario, parecía sorprendido de hallarlo sobre aquel risco, en especial cuando se suponía que debía guardar reposo para recuperarse de la mordida de las criaturas del inframundo. No obstante, el haberse encontrado facilitaba su cometido, por lo que decide descender hasta posarse frente al griego, quien lo observaba interrogante, se suponía que habían regresado al inframundo.
— ¿Qué haces aquí? — cuestión cubriendo sus heridas. Como había prometido no delataría al espectro de la arpía.
— Sólo vine por esto.— anunció sacando de su armadura un pequeño objeto, el cual lanza a su pecho. Suponía que aquella hostil actitud se debía a lo ocurrido horas atrás entre ambos, pero sobre todo por lo ocurrido con la arpía, quien para su tranquilidad no lo había lastimado. — Lamento el actuar de Valentine.
Dicho esto, el segundo juez procede a marcharse abriendo un portal al inframundo, aduciendo que sólo había retornado para regresar aquel objeto.
— ¡Espera! — exclamó el peliazul, deteniendo el andar del menor, quien lo observa interrogante — No lo merezco — aseveró señalando aquel oscuro collar — él es tu...futuro consorte. — dolió decirlo.
— Yo te lo entregué a ti, Kanon. — acotó cerrando sus penetrantes orbes ámbar severidad — Lo que hagas con el, es tu decisión.
— Sé su significado... — confesó sujetando entre sus manos su collar, aquel que simbolizaba el eterno juramento del Wyvern. Uno que sólo Kanon podía romper, quizás esta era su decisión más difícil.
¿Qué le importaba más?, ¿Su egoísmo o la felicidad del Wyvern?
Lo quería a su lado, lo quería de vuelta. Que lo ame. Con aquel collar podría tenerlo para siempre a su lado. Podía hacer valer su juramento, pero...esto no haría que lo amara. No como él quería. Por primera vez, tomó con miedo aquel colgante, dándose cuenta de lo que tuvo y nunca valoró, quizás ese era su castigo. Ser amado por el Wyvern pero saber que nunca volvería a su lado. Todo lo que los unía se resumía a ese collar.
— Te libero... — esbozó derramando amargas lágrimas de dolor. — Te libero de tu juramento... — «De estar siempre a mi lado" pensó»
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Se rendía.
Le daría su libertad, quizás aquello era la única forma de demostrarle que le importaba, le importaba más que su egoísmo.
— Te quiero de vuelta... — amargas lágrimas rodaron por sus mejillas — pero no así.
— Kanon...— susurró observándolo perplejo, lo amaba, pero estaba herido. Acaso su orgullo y su enojo, eran más fuertes que su amor por Kanon? Sabía que estaba arrepentido. Lo había perdonado, pero...podría dejar atrás sus fantasmas del pasado?
— Adiós, Radamanthys... — se despidió dispuesto a regresar a la tercera casa, dejando entré sus manos el collar infernal
El segundo juez quiso responder, pero antes de que pudiera proferir alguna palabra fue interrumpido por un fuerte estruendo, el portal que había sellado de manera temporal se había abierto antes de tiempo, provocando que una gran cantidad de criaturas del inframundo emergieran al mundo terrenal, a juzgar por la llamarada de fuegos fatuos que amenazaban con encinerar Rodorio, se trataba de las criaturas que custodiaban el tártaro.
INFRAMUNDO
Un silencio sepulcral se formó en la esfera de Caina, donde el espectro de la arpía se encontraba secando sus lágrimas, lloraba de rabia, aquel embaucador había logrado manipular nuevamente a su señor. No pudo evitar tirar cosas, había destrozado sus aposentos.
— Debí matarlo cuando tuve la oportunidad.— bramó maldiciendo al espectro de basilisco por haberlo salvado, prefería enfrentar la ira de su señor que ver con vida al peliazul. — MALDITO GÉMINIS!
Antes que pudiera seguir destrozando aquel recinto con su violento cosmos, es interrumpido por la llegada del escuadrón del Wyvern, quienes informan que las criaturas del tártaro atacaban el mundo terrenal.
— El señor Radamanthys necesita nuestra ayuda. — informó el espectro de basilisco, antes de recabar en el caótico estado de la arpía al ingresar al interior de sus aposentos. — Valentine... — murmuró cerrando la puerta tras de sí.
— En marcha — ordenó limpiando sus lágrimas, para ponerse de pie rápidamente, no tenía tiempo para hablar con el espectro, no cuando su señor estaba en problemas, era poderoso pero no podría solo contra aquellas criaturas.
Salvaría a su señor.
Continuará...
Hola! Espero que les haya gustado este capítulo, el próximo será el final :)
