Capitulo 32: Presagio
Elsa aparcó su coche frente a la majestuosa casa de sus padres. A pesar de la reciente felicidad que había encontrado en el reencuentro con Anna, el peso de su familia y su pasado la acompañaban como una sombra que oscurecía sus pensamientos.
La lluvia del día anterior había dejado un aroma a tierra mojada en el ambiente, dándole un toque de melancolía al día. Elsa abrió la puerta de la casa y entró, tratando de hacerlo sin hacer ruido. Esperaba evitar un encuentro no deseado con sus padres, especialmente con su abuelo. Sin embargo, cuando estaba a punto de subir las escaleras hacia su habitación para refugiarse, una voz familiar la detuvo en seco.
Era su padre, quien la miraba con una expresión preocupada. Elsa suspiró internamente, sabiendo que no podría evitar esta conversación por mucho tiempo. Su padre le preguntó con gentileza dónde había estado. Elsa, con un tono de voz tranquilo pero cargado de desgano, respondió que había estado "por ahí", sin entrar en detalles.
Sin embargo, su respuesta no satisfizo a su padre, quien insistió en obtener una respuesta más precisa. Él estaba genuinamente preocupado por el bienestar de su hija y sentía que tenía el derecho de saber. Elsa sintió cómo crecía la tensión en el aire y decidió enfrentar la conversación de frente.
—¿Dónde pasaste la noche? —preguntó su padre, buscando una respuesta clara.
Elsa, ahora más a la defensiva, respondió con firmeza:
—¿De verdad necesitas que te lo diga, papá? Aún sigo viviendo en mi departamento. No sabía que ahora necesitaba tu aprobación para ir a donde quiera.
La tensión entre ellos era palpable. El padre de Elsa quería comprender lo que estaba pasando con su hija, pero su enfoque en el control y las expectativas solo parecía alejarla más.
—Elsa, sabes a que es lo que me refiero. No eres consciente de lo que esta...
Elsa, con un nudo en la garganta, ignoró a su padre y continuó subiendo las escaleras hacia su habitación. Cerró la puerta tras de sí, tratando de bloquear el mundo exterior y las tensiones que se acumulaban en su hogar.
Se dejó caer en la cama, mirando al techo mientras los recuerdos de su reencuentro con Anna inundaban su mente. La dulce sonrisa de su amada, sus ojos verdes que irradiaban amor y comprensión, el suave tacto de sus labios durante ese momento íntimo en el departamento de Anna. Cada detalle, cada gesto, seguían grabados en su memoria.
Mientras Elsa revivía esos momentos, su teléfono sonó, sacándola de sus pensamientos. Era un mensaje de Anna que decía: "Te extraño, Elsa. ¿Cómo estás lidiando con tu familia?" Elsa sintió un cálido estremecimiento al leer esas palabras y rápidamente respondió: "Te extraño aún más, Anna. Mi familia es un desastre, pero estoy tratando de mantener la calma. ¿Cómo estás tú?"
Después de una larga conversación por mensaje de texto, Elsa sintió una oleada de gratitud por tener a Anna en su vida. Sin embargo, también se dio cuenta de que tenía que tomar decisiones difíciles en cuanto a su familia y su futuro juntas. La tormenta estaba lejos de terminar, pero Elsa estaba decidida a enfrentarla con Anna a su lado.
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Anna se encontraba sentada en una pequeña cafetería, disfrutando de un bocadillo recién horneado, mientras el reloj sobre el mostrador marcaba las tres de la tarde. Afuera, el aire tenía ese aroma fresco y húmedo que seguía rondando después de la lluvia del día anterior.
Sus pensamientos divagaban, como solían hacerlo últimamente. Por un lado, estaba la emoción y el alivio por haber vuelto a ver a Elsa, por haber tenido esa oportunidad de abrazarla nuevamente, sentir su cercanía y la calidez de su amor. Por otro lado, la preocupación y la incertidumbre la acosaban. Habían dejado muchas cosas sin resolver, y aunque Elsa había vuelto a su vida, la sombra de su familia y la presión que ejercían todavía se cernía sobre ellas.
Mientras jugueteaba con un trozo de su bocadillo, sus ojos se posaron en la lluvia que caía suavemente fuera de la ventana. Aunque siempre había disfrutado de la lluvia, ahora parecía traer consigo una sensación de nostalgia y melancolía. Pero no podía permitirse quedarse en ese estado de ánimo por mucho tiempo; tenía asuntos pendientes que resolver.
Sus pensamientos se centraron nuevamente en Elsa. La rubia ocupaba su mente en cada momento, y Anna sentía que su vida estaba en un estado constante de espera, esperando su próximo encuentro, esperando saber cómo podría ayudar a la persona que amaba a enfrentar la tormenta que estaba por venir.
Sin embargo, toda esa paz relativa que encontraba en aquel rincón acogedor se vio abruptamente interrumpida por la llegada de una figura que le resultaba desagradablemente familiar: Hans.
La mente de Anna se movió velozmente hacia el pasado, recordando cómo había sido la primera vez que conoció a Hans. En aquel entonces, él no le había parecido un mal chico en absoluto. Era encantador, romántico y parecía ser todo lo que una chica podría desear: un príncipe de cuento de hadas. Pero las cosas habían cambiado drásticamente desde entonces, y el hombre que ahora tenía delante estaba lejos de ser un príncipe.
Anna lo miró mientras se acercaba a su mesa. A diferencia de ella, Hans parecía bastante tranquilo, como si estuviera seguro de sí mismo. Esa actitud arrogante solo aumentó la tensión en la cafetería.
Hans rompió el incómodo silencio con una sonrisa forzada, como si estuviera intentando ganarse su simpatía.
—Anna, ¿cómo has estado? —dijo con falsa cordialidad.
Anna mantuvo una mirada impasible y no respondió de inmediato. Hans continuó, mostrando una confianza que resultaba irritante:
—Espero que hayas tenido tiempo para reflexionar sobre nuestra conversación anterior.
Anna soltó un suspiro cansado y finalmente habló con un toque de sarcasmo en sus palabras:
—Oh, sí, Hans, he estado dándole muchas vueltas al asunto. He reflexionado sobre lo mucho que me has decepcionado y cómo has demostrado que no eres digno de la más mínima consideración.
La sorpresa cruzó el rostro de Hans, pero rápidamente trató de persuadirla. Le recordó a Anna las posibles consecuencias de su decisión, jugando su carta más fuerte:
—Anna, te recuerdo que tu familia ahora tiene una fuente de ingresos gracias a mí. Si tomas esa decisión, te enfrentarás a las consecuencias. Tu familia podría quedarse sin nada, y tendrías que renunciar a tus sueños, tu carrera, todo lo que te importa.
Anna, sin perder su actitud desafiante, respondió con firmeza:
—Mi familia es fuerte, Hans, y encontrará la manera de salir adelante, como siempre lo ha hecho. Y en cuanto a mis sueños, nunca fueron lo que tú creías que eran.
Hans se quedó momentáneamente sin palabras, desconcertado por la resolución de Anna. La pelirroja apretó el puño con fuerza, sus ojos encontraron los de Hans con una mirada de determinación. Finalmente, dejó escapar su frustración con un toque de amargura en sus palabras.
—Estoy harta, Hans. Harta de que todos crean que pueden decidir por mí, de que piensen que pueden manipularme. Primero tú y luego Elsa. —Sus palabras resonaron con un eco de indignación contenida mientras se levantaba de la mesa, abandonando al desconcertado Hans.
Finalmente, Anna se levantó de la mesa, dejando a Hans perplejo. Mientras se alejaba, sacó su teléfono y envió un mensaje a alguien con una sola palabra: "Hecho". Con determinación, Anna se alejó de Hans, dispuesta a enfrentar lo que viniera, apoyada en su resolución de no ceder a la presión y las manipulaciones a las que había estado sometida.
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Elsa y Anna se encontraban en el departamento de la rubia, inmersas en una gran tarea de limpieza. El lugar había estado sin habitar durante varios días, y estaba claro que el polvo y el desorden habían tomado el control. A pesar de la ardua tarea, ambas chicas se encontraban felices compartiendo este momento juntas. La música sonaba alegremente de fondo, la canción "Shut Up And Dance" de WALK THE MOON llenaba la habitación de energía positiva.
Mientras limpiaban y bailaban al ritmo de la música, Anna compartió con Elsa la anécdota de su encuentro con Hans en la cafetería, riendo entre las palabras. Elsa no pudo evitar reírse ante la imagen mental de la sorpresa y confusión en el rostro de Hans cuando Anna le había respondido con determinación.
—Habría pagado por ver su expresión en ese momento —comentó Elsa, mientras continuaba limpiando.
Anna, después de recuperar el aliento de tanto reír, se tornó un poco más seria y miró a Elsa a los ojos.
—Elsa, en serio, ¿sabes en lo que nos estamos metiendo? ¿Los problemas que esto podría causar?
Elsa, mientras seguía limpiando, asintió con seriedad.
—Sé que hay riesgos, Anna. Pero, en este punto, honestamente, no me importa. Estoy dispuesta a enfrentar cualquier cosa para estar contigo.
Anna sonrió con ternura, apreciando la valentía de su novia.
—Eso es lo mismo que yo siento, Elsa. Te prometí que estaría contigo sin importar qué, ¿verdad?
Elsa dejó la tarea que estaba haciendo, se acercó a Anna y la tomó en sus brazos.
—Así es, Anna. Juntas hasta el final.
Las dos chicas se abrazaron con fuerza, sintiendo una profunda conexión que había sobrevivido a todas las adversidades. Sabían que el camino que tenían por delante no sería fácil, pero estaban decididas a enfrentarlo juntas, sin importar lo que les deparara el destino.
Pero pronto, en medio de su trabajo de limpieza y risas compartidas, el sonido inesperado del timbre resonó en el departamento. Elsa y Anna se miraron, sus cejas se arquearon con sorpresa mutua, y Elsa finalmente decidió dirigirse hacia la puerta para averiguar quién era.
Al abrir la puerta, una figura masculina alta y distinguida se presentó ante ella. Elsa lo miró con cierta reserva, pero no podía ocultar el reconocimiento en sus ojos.
—Hola, padre— murmuró Elsa, sus palabras eran tranquilas pero cargadas de un significado profundo.
FLASHBACK
Agnar, se encontraba en su solitario despacho, parecía consumido por sus pensamientos. La preocupación por su hija y la tensión con su propio padre habían tomado un gran peso en su mente y corazón. El estrés y la incertidumbre se reflejaban en sus ojos mientras sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el escritorio de caoba.
Con un profundo suspiro, Agnar deseó con fuerza poder retroceder en el tiempo, regresar a esos días en los que todo parecía estar en su lugar. Anhelaba la oportunidad de abrazar a su pequeña Elsa, acariciar sus cabellos dorados y asegurarle que todo estaría bien. Pero sabía que no podía volver atrás, y la vida lo había llevado por un camino complicado, lleno de decisiones difíciles.
Su mirada se desvió hacia una antigua fotografía que descansaba sobre su escritorio. En la imagen enmarcada, se encontraba él, su amada esposa Iduna y su querida hija Elsa. La fotografía era un recordatorio constante de los momentos felices que habían compartido como familia. La sonrisa de Iduna y la mirada alegre de Elsa iluminaban la imagen, y Agnar no podía evitar sentir una punzada de nostalgia.
Cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar respuestas en su interior. Se preguntaba qué podía hacer para reconciliar a su familia, cómo podía guiar a Elsa en un camino que le permitiera ser feliz y, al mismo tiempo, cumplir con las expectativas y tradiciones de la familia Winter. El dilema entre el deber y el deseo pesaba sobre él como una carga inmensa.
Finalmente, Agnar abrió los ojos y miró fijamente la fotografía. Sabía que no podía dejar que su hija continuara sintiéndose atrapada y restringida en su vida. También comprendía que su propia relación con su padre era complicada y que, en cierta medida, había influido en las elecciones de Elsa.
Suspiró una vez más y se prometió a sí mismo que encontraría una manera de equilibrar las expectativas familiares con la felicidad de Elsa. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para que su familia volviera a estar unida y en armonía.
FIN DEL FLASHBACK
Agnar entró en el departamento de Elsa con una mezcla de determinación y nerviosismo. La tensión en el aire era palpable cuando Elsa, con una simple inclinación de cabeza, le permitió la entrada
En la sala, padre e hija se encontraron cara a cara, pero por un largo momento, ninguno de los dos pareció encontrar las palabras adecuadas. La distancia emocional y el tiempo separados habían creado una brecha que no era fácil de cruzar. El tiempo pasó en silencio, como si el reloj se hubiera detenido en aquel apartamento. La tensión en la habitación era palpable, y cada uno buscaba las palabras adecuadas para romper el hielo, pero ninguna parecía ser suficiente.
Anna permaneció en su lugar, deseando estar presente para apoyar a Elsa, pero comprendiendo que este era un asunto entre padre e hija. La puerta de la habitación se cerró, dejando a Anna sola en la penumbra. Su mente divagaba, llenándose de pensamientos y preguntas sobre lo que podría estar sucediendo en la otra habitación. Deseaba estar allí con Elsa, ser un apoyo para ella, pero sabía que a veces las conversaciones familiares debían ser privadas.
El tiempo pasó lentamente, y Anna comenzó a sentirse inquieta mientras esperaba. Quería saber qué estaba pasando, qué decisiones se estaban tomando. Finalmente, la puerta se abrió y Elsa salió. La mirada en su rostro era enigmática, y Anna, ansiosa por entender lo que había ocurrido, le preguntó en silencio con la mirada.
Elsa la miró con una expresión que revelaba una mezcla de emociones. Sabía que no podía dejar a Anna en la oscuridad. Con voz suave, Elsa la invitó a entrar a la habitación, indicando que tenía que contarle algo importante. Anna asintió y la siguió, preparada para escuchar las noticias que su amada tenía para compartir.
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Después de varios días de lluvia, el sol había regresado a Arendelle, bañando la ciudad en una luz cálida y agradable. Agnar Winter aprovechó el buen clima y se sentó en una de las mesas del jardín de su mansión, disfrutando de un whisky de calidad. Se permitió un momento de paz y reflexión, preguntándose cuándo fue la última vez que había disfrutado de un momento como este.
Pocos minutos después, uno de los sirvientes se acercó y le informó que su invitado había llegado. Agnar asintió y le indicó que lo hiciera pasar. Su invitado resultó ser Hans, el pelirrojo que había sido una figura constante en la vida de Elsa y Anna. Hans entró al espacioso y pintoresco jardín de la mansión Winter, aparentemente tranquilo, aunque sus pensamientos estaban enredados en confusión sobre por qué había sido invitado allí.
Agnar, con su copa en la mano, invitó a Hans a sentarse y le ofreció una bebida, que el joven pelirrojo aceptó con gratitud. Ambos hombres se miraron, intentando descifrar las intenciones del otro. Agnar se puso de pie, sirviéndose otro trago antes de comenzar a explicarse. Mientras hablaba, su voz llevaba un tono serio, y sus palabras fluían con una cadencia reflexiva, como si estuviera compartiendo un secreto guardado durante mucho tiempo.
—Iré directo al grano, Hans. Quiero que te cases con mi hija Elsa.
Hans estaba visiblemente incrédulo ante las palabras de Agnar. Sus ojos reflejaban confusión mientras formulaba la pregunta que estaba en la mente de ambos.
— ¿De qué se trata todo esto? —inquirió Hans.
—Hans, las familias Winter y Westergaard son dos de las más influyentes y respetadas en Arendelle. Esta tradición de prestigio se remonta a la época de los reyes, castillos y princesas. En aquellos tiempos, el primogénito era quien heredaba todo, mientras que aquellos nacidos después debían forjar su propio destino, ahora imagina ser el decimotercer hijo en la línea de sucesión de algún reino.
Hans observó a Agnar con más atención, sintiendo que la conversación se volvía cada vez más intrigante. Apretó su vaso de cristal, esperando que el padre de Elsa llegara al punto de su discurso.
— ¿A dónde quieres llegar con todo esto? —preguntó Hans.
Agnar giró para encarar a Hans directamente. Sus ojos transmitían determinación mientras le explicaba su objetivo final.
—Hans, mi familia está pasando por tiempos difíciles, en gran parte debido a Elsa. Lo que quiero es poner fin a esta situación de una vez por todas. Mi padre está furioso, y creo que la única forma de calmar las aguas es poner fin a esto de manera drástica. Si eliges casarte con Elsa, no solo apaciguarás a mi padre, sino que también podrás aspirar a algo más, algo que ninguno de tus hermanos mayores ha logrado alcanzar. Los tiempos cambian, Hans, pero las "tradiciones" aún tienen su peso. Esto es por el bien de la familia.
— ¿Realmente has meditado lo que estás proponiendo aquí? —preguntó Hans con tono serio, casi incrédulo—. No creo que Elsa vaya a aceptar algo como esto sin más.
Agnar, sin despegar la mirada del joven pelirrojo, mantuvo su expresión firme. Parecía haber considerado todas las objeciones posibles y estar completamente decidido en su curso de acción.
—Elsa perdió su derecho a tomar decisiones al alejarse de su familia y sus responsabilidades —respondió con una determinación inflexible—. Esto es lo mejor para ella y para la familia Winter.
El pelirrojo aún no estaba convencido, pero la perspectiva de un futuro mejor parecía danzar en su mente.
Antes de que Hans pudiera responder, la figura de Elsa había interrumpido aquella conversación. La rubia había llegado al jardín, y su sola presencia llenó el aire con una tensión palpable.
—¿Acaso interrumpí algo importante?— sentenció.
