A LA MAÑANA SIGUIENTE, EN EL CALABOZO…
-¡AHHHHHHHHH!
Cierto joven peliblanco huía a toda velocidad de un grupo de salvajes Minotauros.
- ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué hay minotauros en los primeros pisos?! – gritaba en lo que esquivaba los múltiples espadazos de aquellos animales. ¿¡Por qué tenía que pasarme a mí, justo ahora!?…
Haciendo gala de la talentosa agilidad de un humano dominado por la cobardía, el muchacho se desplazó por los rincones del piso, intentando evadir los ataques de sus captores serpenteando por las distintas rutas intentando perderlos de vista. Por desgracia, para el pequeño peliblanco, uno de ellos lo había seguido hasta el punto de arrinconarlo contra un estrecho y alejado pasadizo.
Agobiado y viéndose sin alternativas, Bell decidió, entonces, pasar a modo de ataque. Lamentablemente, como si el destino se le riese en la cara, al intentar tomar la maltrecha arma de su cintura, se llevó la amarga sorpresa de que ésta ya no estaba en su sitio, la había extraviado mientras huía como alma perseguida por el mismo diablo.
Aquella revelación no hizo más que provocarle un inmenso nudo en la garganta.
Perder su único medio de defensa sólo podía significar una cosa: Era hombre muerto.
Sin su cuchillo su probabilidad de supervivencia era nula o, tal vez, menos que eso.
Ahora, en total pánico, el niño comenzó su inútil retroceso, más la tosca pared lo detuvo.
¿Iba a morir así?
¿Hecho papilla por un descarriado minotauro que salió de la nada?
Aun sin ganas de arrojar la toalla, el joven tanteo los bolsillos de su ropa, buscando una salida para su predicamento.
Fue, entonces, que lo ubicó.
Aquel pequeño cubo de rara apariencia.
El que su nueva asesora le había dado.
Era su única y última esperanza.
Sólo tenía que lanzarlo y estaría a salvo.
- Es un seguro, me dijo… ¿una bomba de humo, tal vez?
Pero, antes de que pudiera siquiera intentarlo, un súbito vendaval azotó el sitio.
Y Bell observó atónito como aquel temible minotauro era masacrado por la pálida pero esbelta figura de una aventurera.
Quien, para su fortuna o desdicha, no había sido otra que Ais Wallestein, la tan afamada "Princesa de la Espada" y novata estrella de la Familia Loki.
Para cuando aquel brutal espectáculo finalizó, el joven albino se vio, súbitamente, cubierto de pies a cabezas por la sangre y órganos de la mancillada criatura, aunque, muy en lo profundo no pareció importarle, ya que lo único en lo que sus ojos se enfocaban era el aura de fuerza y belleza que emanaba la fémina que tenía justo al frente.
Al verla, todo lo que el abrumado Bell Cranel deseaba en ese instante, era escapar de aquella situación tan incómoda, al mismo, tiempo que deseaba retornar lo antes posible al gremio, para pedirle a su nueva asesora toda la información disponible sobre la persona que lo estaba haciendo sentir tan confuso y gracioso por dentro.
Pero, en lo que el novato se disponía a organizar su retirada, el exótico cubo rodó de entre sus dedos y haciendo un "click", comenzó a abrirse al entrar en contacto con el suelo.
Lo último que el albino experimentó, fue la sensación de ser envuelto por una extraña luz azulada y luego, el dolor de su cuerpo azotando contra la madera.
MIENTRAS TANTO, EN EL GREMIO.
- ¡En resumen! ¡Lo que hiciste no sólo fue irresponsable, sino que, además, resultó sumamente inapropiado para alguien que, ahora, ostenta el título de…
Para quien es lento y aún no lo deduce, si, la que me está regañando, actualmente, es Eina.
- Sin mencionar que toda la confianza que el Gremio se ha esforzado en construir durante todos estos largos años para con los aventureros se verá totalmente…
*Sigh*
Si, sabía que mi nueva supervisora me iba regañar por, técnicamente, hacer mi trabajo, me habría dedicado a traficar furros…
(Ya saben, la gente con orejas de gato, colas de zorro, aliento de perro y… ya me entienden)
¿Cómo esta elfa puede comportarse tan maternal al conocerte y luego tratarte como el peor criminal en Orario si cometes una falta? ¿Es, acaso, bipolar? ¿Traumas cuando niña?
Por alguna razón, no quería hurgar en sus memorias y averiguarlo.
Suficiente melodrama tuve cuando me metí a los recuerdos de nuestra querida mujer lobo.
Para estas alturas, sólo estaba segura de una cosa… que si en algún momento, durante uno de los descansos, mi senpai se cuestionaba la razón de su soltería, juro por todas las criaturas del mar primigenio que, pondría este regaño en bucle y a todo volumen.
¡Están advertidos!
- Así que, en vista de todo lo que ha ocurrido, ¿qué tienes que decir en tu defensa, Marina-san?
- Ehh… ¿ya me puedo ir a comer?
- ¡Grrrrrr!
La cara de la semi-elfa comenzó a tornarse rojo de furia.
- ¡¿SIQUIERA ME HAS ESTADO ESCUCHANDO ESTA ÚLTIMA MEDIA HORA?!
Ahí está el detalle senpai, ningún ser cuerdo soportaría tu verborragia por más de medio minuto. Yo lo he estado haciendo por 30… ininterrumpidos.
Merezco un reconocimiento, ¿no les parece?
Tal vez algo como "Nuevo logro desbloqueado: Sobrevivir al Gerente"
Me pregunto si me dejarían volverlo una placa… o tal vez, una camiseta…
Pero bueno, es mejor que apacigüe a la Bella, si no quiero lidiar con la Bestia…
- Lo hice, senpai y, honestamente, creo que estas exagerando el asunto…
- ¿¡EXAGERAR EL ASUNMMMMM!?
- ¿Ves? De eso hablo…– respondí cubriendo su boca con uno de mis guantes. Tienes que confiar más en tus compañeros. Después de todo, el chico quería ser un aventurero.
- ¡Pero era sólo un pequeño!
- ¿Y qué? – dije comenzando a impacientarme. ¿Necesitaba acaso ser tan robusto como un Enano? O ¿Tener la complexión atlética de un hombre lobo? Te recuerdo, senpai, que uno de los guerreros más fuertes de aquí es Finn Deimne, también conocido como "Braver". ¿Sabes, acaso, cuánto mide el sujeto?
Eina retrocedió un poco no esperando que abriera el debate.
- Ciento… veinte... centímetros, senpai. El anaquel en la oficina del señor Mardeel es más alto que eso.
- ¡No me estoy refiriendo a su altura! – protestó la pelicastaña, no dispuesta a dar el brazo a torcer.
- Oh, en ese caso, ¿debo recordarle también a que raza pertenece? – agregué, haciendo mi mejor imitación de cierto abogado de traje azulado.
- Pues, ¿a la raza Pallum?
- Exacto, una de las razas más infravaloradas, no solo porque, en apariencia, son el sueño húmedo de cualquier Pastor de Iglesia, sino que, además, son considerados como aquellos con el peor potencial para el combate. Son chaparros, adorables y la presa favorita de los traficantes de esclavos. Y, aún así, teniendo todo en contra, mira a donde ha llegado con tan sólo su esfuerzo. Si bien el humano promedio no nace con desventajas, tampoco lo hace con ventajas. Es una raza neutra y una mucho mejor preparada que la de los Pallum.
- P-Pero su edad…
- ¡LA PRINCESA DE LA ESPADA TIENE 16, EINA! – respondí, destruyendo el último argumento de mi supervisora. ¡La jodida dueña del record al mayor crecimiento registrado de entre todos los novatos, sólo tiene 16… malditos… años! Y, según, rumores ha entrenado desde los 8.
Las orejas de mi compañera cayeron en señal de tristeza.
- Entiendo que no quieras que más situaciones como las de Rose sigan ocurriendo pero, ¡maldición, crece ya, Eina! ¡No eres nadie para decirle a otros como deben vivir! ¡Ni siquiera has querido asesorar a otros por miedo! ¿Pero te enojas conmigo porque cumplo con lo que demanda mi trabajo?
Si tuviera que catalogar la expresión que la elfa me estaba enseñando, deduciría que estaba teniendo algún tipo de ataque cardiaco o algún familiar se le había muerto. O una combinación de ambos…
Tal vez, debería detenerme… después de todo, Eina es sólo otra tanta de esas personas que han sido víctimas de una realidad injusta desde pequeñas, lo que la ha llevado a desarrollar una actitud de matrona estricta para con aquellos que desea no pasen por las mismas situaciones.
Si, tal vez debería…
…
…
Naaa… ¡el heroísmo es para ñoños!
- Yo… *sob* yo…
Uh oh…
- Creo, *Sob* creo que necesito salir a tomar aire. T-Te, te veo después.
Y dicho esto, la puerta de aquella estrecha habitación se cerró, dejándome a mí como la única ocupante del insonorizado cuarto.
*Sigh* Lo sé, lo sé, sé lo que están pensando… no es bueno hacer llorar a la waifu.
¿Pero que esperaban que hiciera? ¡La mujer es un hígado a veces!
Ya le compraré un regalo y me disculparé más adelante.
Todo lo que quiero, ahora, es sentarme y disfrutar mi almuer…
*¡BAM!*
- Zo…
Para mi desgracia, cierto aventurero primerizo decidió hacer acto de presencia, cayendo justo encima de la mesa para visitas en la que descansaba el bento que había comprado momentos antes…
- ¡Ahgg! ¿Dónde, dónde estoy? ¿Huh? ¿Marina-san?
- En una de las habitaciones privadas del gremio –contesté, intentando rescatar algo de mi arruinada comida de entre los escombros. Por cierto, sabes que tendré descontarte el coste de esa mesa y el de mi almuerzo, ¿no? Estas cajas del lejano oriente no son baratas, chico. A la próxima, intenta aterrizar como lo haría alguien decente… o, al menos, como lo haría un gato.
Bell, por otro lado, ignoró el regaño, mientras miraba todo como si hubiese experimentado algún tipo de fallo en la matrix.
- P-Pero… cómo, yo, hace un momento... estaba en el calabozo y luego…
- ¿Desapareciste y reapareciste de un momento a otro?
- Pues… ¿sí? Eso fue, exactamente, lo que pasó.
Lentamente, levanté dos de mis dedos y sostuve el puente de mis anteojos, provocando que el brillo del sol se reflejara en los cristales.
- Souka… Parece que mi pequeño regalo tuvo éxito…
- ¿E-Eh?
- ¡Ja ja! ¡Yorokobe, shonen! ¡Porque eres la primera persona afortunada en probar, el máximo invento, el hechizo portátil - "Egress"!
(¡Patente pendiente!)
- ¿E…guressu…?
- Cómo lo oyes, es una magia de uso único que transporta a cualquier individuo a un punto geográfico específico en el que esté pensando, siempre y cuando lo haya visitado en ocasiones anteriores. Práctico, ¿eh?
Aquella revelación, no hizo más que dejar perplejo al joven aventurero. Con un artefacto de tal capacidad, cualquier persona podría escapar de los peligros. En su caso, sólo tendría que recordar y visualizar la Iglesia Abandonada, el actual hogar de su Diosa y el cubo lo llevaría hasta allí en un mero parpadeo.
Las posibilidades eran infinitas ya que volvían al objeto en algo sumamente va… valioso…
En ese momento, un súbito escalofrío invadió el cuerpo del albino. Algo como eso tendría que haber sido forjado con materiales muy costosos y, su querida kami-sama no era la persona más adinerada de Orario en ese momento. Involucrarla en una enorme deuda, después de todo lo que había hecho por su persona, sólo le generaría un indescriptible sentimiento de culpa.
Aun así, tenía que hacer la pregunta.
- E-E-Entonces, Marina-san, el cubo que me dio, ¿e-era, por casualidad…
- ¿Costoso? Naa, puedo conseguir más de ese metal cuando quiera…
- Ahh, que alivio…
- El hechizo por otro lado…
- *EEEEP*
- Mmm… no con ese tampoco hay problema…
- Ahh, por favor, Marina-san no me asuste así.
- Jajajaja ¿qué? ¿Tienes problemas financieros, conejo?
El albino tan sólo bajo la cabeza y desvió la mirada.
- Y que si los tengo – respondió este en voz baja.
- Oh vamos, no te pongas así, no es malo ser pobre. Ve el lado amable, al menos no vives en sitios abandonados…
*TING*
- Comes sobras que nadie quiere…
*TING*
- Ni usas todo el tiempo la misma prenda porque no se te ocurrió comprar ropa…
*TING TING TING* (Campanas de Boxeo)
Voz en Off: ¡Ya ya, está muerto!
- Peeero, bueno, dejando eso de lado, ¿qué te hizo venir directo conmigo? Pensé que usarías el cubo para volver con tu Familia.
En ese momento, el joven aventurero pareció volver en sí, abruptamente.
- ¡Es cierto! ¡Marina-san, por favor, necesito que me diga todo lo que sabe acerca de Ais Wallenstein!
- ¿La Princesa de la Espada? ¿Por qué?
- Bueno… es que… *blush*
Mmm… temperatura corporal ascendiendo, mejillas de un tono rojizo, ojos con mirada vidriosa…
Oh my… oh my… ¡GOODNESS!
El mocoso tiene un Crush.
O una gripe, pero prefiero inclinarme por la primera opción.
- Así que… Ais Wallenstein, ¿eh? – dije caminando hacia el escritorio.
- Hai. ¡Onegai shimasu!
- Okay, okay, no tienes que hacer reverencias – respondí calmando al enamoradizo conejo. Ahora bien, es bien sabido que es una de las hijas más apreciadas de la Diosa Loki, de hecho, creo que es su consentida. También, es la actual dueña del record por haber llegado al nivel 2 en el menor tiempo posible. Su arma principal es una espada tipo rapier y además…
- ¡No, no, no Marina-san! ¡No quiero ese tipo de información!
- ¿Entonces?
- Preferiría algo más… personal. Como su comida favorita o… si ella…
- ¿Está soltera? – completé con una mueca traviesa.
- ¡SI, EN ESPECIAL ESO!
No pude evitar rodar los ojos ante lo obvio que estaba siendo.
Quién iba a decir que el niño cabeza de algodón se iba a enamorar de la única aventurera en Orario con la madurez emocional de un palo de escoba.
Lo digo en serio, esa muchacha podrá ser todo lo atractiva que quisiera pero, intentar sacarle una sonrisa era más complicado que tener relaciones sexuales con un Alto Elfo.
Créanme ya intenté ambas… *wink*
Pero, bueno, no era mi problema.
Al menos, mantendría a mi cliente feliz con mis hallazgos…
- Pues, si te alegra el humor…
Por lo que me he podido enterar, ella no está viendo a nadie actualmente. Su comida favorita son unos bocadillos fritos llamados Jagamarus y…
- ¿¡Y!?
- Y no tienes ninguna posibilidad de que se fije en ti.
Bell cayó al suelo como un saco de papas, al oírme decir la última línea.
- ¿P-Por qué?
- Piénsatelo un poco, campanita. Ella es Nivel 4, tú solo eres 1, sin mencionar que es parte de la familia de una de las Diosas más perver- digo posesivas en cuanto a mujeres hermosas se refiere. Antes que dejar que te le acerques, Loki convertiría tus huesos en paté.
- Ohh…
- Pero…
- ¿Mmm?
- Creo que hay una forma de captar su atención – dije de manera ominosa.
- ¿Cuál es? ¡Dígame, por favor!
- Basándome en las pocas interacciones que tuve con ella. Parece sentirse atraída por aquellos que demuestran cierto nivel de fuerza…
Lo sé, aún recuerdo cuando se me quedó mirando fijamente una vez que me la crucé en el Gremio y me dio curiosidad hurgar en su mente.
Esa chica está buscando poder lo más pronto posible. Y tiene algo así como un sexto sentido para detectarlo en las personas.
Pasó casi toda una semana viniendo a este lugar intentando saber de mi persona, hasta que pareció entender que no lo lograría.
En síntesis, esa mujer está rota mental y emocionalmente.
- Así que todo lo que tendrías que hacer es, volverte fuerte en poco tiempo. Tan fuerte que no tendrá más opción que acercarse a ti para que le compartas tus medios.
- ¡Ohhhh! Eso significa que la mejor manera de hacerlo es partirme el alma en el calabozo.
- Yo nunca dije e…
- Gracias, Marina-san, eres lo máximo y ahora si me disculpas tengo que…
- Un momentito – exclamé, jalándolo del cuello de su chamarra. Aún queda un asuntito…
- ¿Huh?
Con una mueca terrorífica señalé a los vestigios de comida que yacían junto a la mesa destruida.
- Arruinaste mi almuerzo y nadie, repito ¡NADIE! ¡SE METE ENTRE MI COMIDA Y YO! Ni siquiera tú, conejito atolondrado…
- Y-Yo…
- Por lo que, para compensarme… me vas a invitar a comer digamos… mañana en la noche.
- P-Pero yo…
- ¡VAS A HACERLO! – insistí. O prefieres que te cobre también el costo de la mesa que rompiste y los sillones que ensuciaste con tu caída, ¿mmm? ¿Quieres eso, conejito?
- N-N-No…
- Entonces, está decidido – solté, dándole una fuerte palmada en la espalda que casi le quita el aire. Te estaré esperando al acabar mi turno, a la entrada del gremio. Y no intentes ocultarte… - dije cambiando a una voz distorsionada y diabólica. No tiendo a ser yo cuando tengo hambre… y créeme, no querrás ver mi lado feo…
Por alguna razón, Bell sintió que, si no salía de esa habitación en ese momento, iba a conocer el infierno.
- ¡H-Haiiiiii!
Marina sólo se hecho a reír en cuanto vio a su aterrado cliente salir eyectado del cuarto a toda prisa. No fue su intención asustar de muerte al pequeño pero… la comida era algo sagrado para ella y como uno de sus tantos apodos era el de "Gran Devorador", no iba perderse la oportunidad de una cena gratuita.
- Bien, me alegra que eso haya terminado, ahora, si me disculpan, tengo un corazón roto que enmendar…
Comencé a recorrer la galería del Gremio, buscando a la testaruda semi-elfa pero, me sorprendió no hallarla por ningún lado.
¿Dónde podría estar?
Afortunadamente para mí, Misha Flott, otra de mis compañeras de trabajo estaba en la zona.
- ¡Hey, Misha!
- ¡Oh, Mari-chan! ¿Qué pasa?
- Estoy buscando a Eina, ¿la has visto?
La pelirosada se llevó un dedo al mentón.
- Mmm… ahora que lo dices… creo que la vi salir por la puerta de atrás hace sólo un…
- Gracias – respondí, partiendo rumbo al lugar indicado, sin darle tiempo a Misha de que siquiera acabara la frase, después de todo, pude leer el resto, directamente, de su psiquis.
El sol casi se ocultaba y no había señal alguna de mi supervisora.
- Diablos, Eina, ¿a dónde fuiste…?
Mientras tanto en un callejón alejado del gremio, la susodicha fémina, se hallaba derramando silenciosas lágrimas mientras meditaba las palabras que le había dicho su compañera.
- Quizá, ella tiene razón… - se dijo. Quizá, tenga que…
- ¿Oia? ¿Qué tenemos aquí? – exclamó de repente una voz masculina al final del pasadizo.
- Pero si es una bonita elfa, chicos. – agregó otro. Oye, lindura, ¿qué estás haciendo aquí sola?
El tercero de los matones dio unos pasos en dirección a la pelicastaña, logrando verla más de cerca.
- Esperen un segundo, ¿que no es la sexy elfa que trabaja para el Gremio?
- Ahora que lo dices… ¡si, es ella! ¡A esto es a lo que llamo suerte!
- See, seremos los afortunados de desflorarla antes que cualquiera. Jajajaja.
Al oír aquello último, Eina se tensó. En su huida, no notó que se había metido en un sitio bastante peligroso y remoto. Ni siquiera había informado a alguien donde iba. Estaba sola. Sola a merced de aquellos rufianes.
Pero no se rendiría sin dar pelea.
Reuniendo coraje, la asesora se colocó en guardia, lo que sólo incrementó la risa de sus acosadores.
- Mírenla, cree que puede contra nosotros – rio el más alto del trío.
- No sabes con quien te metes, perra. Todos aquí estamos a meros pasos de alcanzar el Nivel 2. ¿Crees que un poco de valor va a salvarte?
- Será mejor que te entregues por las buenas, nadie de aquí, moverá un dedo.
Y, para la desgracia de la joven no humana, el extraño estaba en lo cierto.
En Orario, no existía el sentido común de ayudar a otros. Todos velaban por sus propios méritos.
Algunas familias incluso podían llegar a eliminar a otras o hasta abusar de ellas, si lograban vencerlas.
La ciudad laberinto era diversa y rica en cultura, pero a la vez era oscura, cruel y apática para aquellos que viajaban en solitario.
Eina, le dio un último vistazo a la entrada del pasillo.
Nadie, absolutamente, nadie volteaba siquiera para ver que había dentro.
Y eso, le provocó un nudo en su estómago.
En su desesperación, había olvidado una regla vital, nunca deambular sola en zonas aisladas.
No tenía escapatoria.
La mestiza intentó su último recurso, un grito.
Pero, su boca se vio, violentamente bloqueada por una mano enguantada.
- ¡Mmmm!
- Oto… parece que alguien está impaciente. Si tanto quieres gritar, Ojo-chan, dentro de poco, cumpliremos tu deseo – sentenció el más corpulento de los asaltantes, dando señas a sus camaradas para que despojaran a la víctima de su vestimenta.
Lágrimas amargas comenzaron a brotar por las mejillas de la asesora, mientras un velludo brazo se acercaba hacia su pecho, lenta y amenazadoramente.
Si tan sólo no hubiese…
*Swoosh*
- ¿Uh?
De repente, y sin razón aparente, el trío de matones cayó al suelo, completamente inconscientes.
Eina, se hizo para atrás, asustada.
¿Quién podría haber…?
- Oi… Eina senpaii
La elfa reconoció el tono en el acto.
Esa voz era de…
- ¡Mitsuketa! – dijo, repentinamente, su alocada compañera, mientras colgaba de un "alambre" pero de cabeza, al mejor estilo de cierto héroe arácnido.
- ¿Ma… Marina-san?
- ¿A quién esperabas? ¿A Batman?
- ¿Huh? ¿Bat...man?
- Olvídalo. Ya asumí que nadie aquí es gente de cultura. Como sea, ¿qué diantres haces sola en medio de un callejón lejano? ¿Sabes lo que me tarde en encontrarte? Pensé que eras la sensata, senpai.
La pelicastaña bajó la cabeza apenada.
- Gomenasai… yo sólo…
*Sigh* Supongo que tendré que hacer eso…
¡Esta es por ustedes, chicos! Disfrútenlo, porque no volverá a pasar… ¡jamás!
Sin perder tiempo, di un pequeño salto y envolví a la perturbada joven de puntiagudas orejas en un abrazo.
- ¿Eh?
- Me disculpo, senpai. No fue mi intención causarte problemas. Mientras es verdad que puedes ser un tanto… "cabeza dura" en ocasiones. No había razón válida para mi conducta de antes. Espero puedas perdonarme.
- No no no, Marina-san, no tienes por qué. Después de todo… tus palabras no pudieron ser más acertadas.
- ¡Aún si tengo razón, no significa que esté en lo cierto! – exclamé, separándome de mi confundida compañera.
- ¿Huh?
- *Sigh* Tranquila, no lo entenderías. ¿Qué tal si volvemos mejor al Gremio? Deben estar preocupados y no quiero que se me junte el papeleo.
- ¡Ah! ¡Es cierto! –exclamó Eina, recordando que había abandonado sus deberes. ¡Me fui por demasiado tiempo! ¡Hay que regresar ya mismo!
Jaja, clásica Eina.
- No tema, mi lady, su transporte está aquí – pronuncié, cargando a mi supervisora como si fuera una princesa.
- ¡¿Hueee?! ¡M-M-Marina-san, bájeme en este instante! – protestó la misma con la cara hecha un tomate.
- Jaja, ni hablar, senpai, es tu castigo por huir sin avisar. Ahora sé una buena chica y toléralo, si te quejas, comenzaré a hacer ruidos de caballo todo el camino.
Avergonzada, Eina tan sólo agachó la cabeza y se dejó cargar, ignorando las múltiples miradas y comentarios que recibíamos durante el trayecto.
Por alguna razón, no pude evitar sentir una familiar sensación que no había percibido en un tiempo.
La de un par de penetrantes ojos monitoreando cada uno de mis movimientos.
Parece que tengo alguien que me acosa desde lo alto… me tendré que encargar tarde o temprano.
Al arribar a destino, coloqué a mi superior en el suelo y arreglé mi uniforme.
- Bien, aquí estamos, senpai, hogar dulce gremio. Gracias por viajar, en el expreso Ad Astræ.
Pero antes que pudiese ingresar al complejo, sentí un tirón en mi manga.
- ¿Mmm? ¿Senpai?
- Marina-san… aquellos hombres que noqueaste… ellos eran… ¿quién eres, realmente, Marina-san? ¿Cómo es que fuiste capaz de derribar a 3 aventureros de nivel medio?
Le dediqué una mirada impasible a mi compañera.
- Por el momento, mi único deseo es tener una estadía normal, contigo y todos los demás miembros del gremio. Hay muchas cosas que nadie sabe y que además no puedo revelar, por el bien de esta calma que nos rodea…
Sé que no es la respuesta que esperas y lo lamento. Pero… es complicado. Por eso… agradecería mucho si guardases el secreto, senpai – agregué con un tono mucho más infantilizado. Cosas malas pueden ocurrir si llegas a divulgarlo, ¿está bien?
La demi elfa asintió no muy convencida, pero acabó respetando mis palabras.
Todo lo que quedaba ahora era, soportar el sermón que nos daría Rehner
TARDE ESA NOCHE - EN LAS ALCANTARILLAS…
- Ahh… ¡que agotador! – exclamé, en lo que me arrojaba a la suavidad de mi pequeña "habitación" en lo profundo de las cloacas.
Si hubiera sabido que terminaría con el típico cliché de waifu a punto de perder su pureza a manos de un par de NPCs, habría pensado mejor las cosas. Pero bueno… algo es algo…
Sin mencionar que acabé mostrándole a Eina una porción de mi fuerza cuando noqueé a esos tres.
Tendré que trazar nuevos objetivos…
No puedo simplemente estar quieta sin hacer nada. No va conmigo…
Debo dejar una marca en este sitio, de algún modo.
Saque, entonces, de entre mis objetos un dispositivo: marcaba el nivel de estabilidad de la línea. Todo parecía estar bien, por lo que mi decisión había sido la correcta.
Además…
Mi atención pasó, ahora, al cilindro de mediano tamaño que yacía en una esquina. Dentro, se hallaba una persona, una de tez pálida y largos cabellos dorados.
Aún tengo la Pneuma (alma) de esta mujer que obtuve al matar al Dragón Negro… me pregunto ¿qué debería de hacer con ella?
