Descargo de responsabilidad: ni los personajes ni el argumento original me pertenecen. Esta historia está ligeramente basada en el webtoon Positively Yours, así que si hay algo que os resulte familiar, ahí tenéis la razón.

Advertencia: no sé cuándo volveré a actualizar, sólo sé que llevaba meses intentando escribir, y es la primera vez que me siento bien y satisfecha con algo que hago.


◉○ Punto y aparte ○◉

«Akane Tendo tiene el corazón roto: el hombre que ama va a casarse con su hermana. No obstante, no es nada que una noche de fiesta y tal vez un apuesto desconocido no puedan solucionar. Pero lo que en un principio iba a ser una aventura de una noche tiene consecuencias, y el destino parece empeñado en unirla a Ranma para siempre»


VI


Porque tu beso se hace eterno en un segundo


La pobre iluminación apenas le permitía distinguir el color de sus ojos, pero Ranma se habría jugado un brazo a que eran oscuros y cálidos. Llevaba el pelo largo suelto, por la cintura, y un atuendo completamente inapropiado para esa época del año: no sabía qué le preocupaba más, si la cantidad exorbitante de piel desnuda que dejaba al descubierto, o la intensa decepción que sentía su instinto más básico, porque, al mismo tiempo, no era suficiente.

Como su instinto más básico ya lo había puesto en aprietos hacía menos de una hora, Ranma decidió que lo mejor era ignorarlo por el momento.

—¿Seguro que estás bien? —se interesó.

La muchacha frunció el ceño y, por alguna razón que Ranma no quería inspeccionar más a fondo, así le pareció incluso más guapa. Había algo en su expresión que hablaba de intensidad, de pasión, que le llamaba la atención.

—Si no te vas a fiar de mis palabras, ¿para qué preguntas? —respondió, apartándose el flequillo de los ojos con un aspaviento.

A Ranma no le sorprendió demasiado lo firme que sonaba su voz. No obstante, no la habría culpado si sus palabras se hubieran teñido de miedo, o por lo menos de nerviosismo. Sin embargo, su chica valiente parecía reacia a cumplir con sus expectativas.

(… ¿su chica valiente? ¿En serio?…)

—Está bien, vale —reconoció, levantando las manos en un gesto de capitulación. Hizo una mueca cuando el tipejo que había caído al suelo gimoteó algo ininteligible; vaya, casi lo había olvidado—. ¿Necesitas ayuda?

La joven siguió el curso de su mirada y fue su turno de arrugar el rostro. Ranma disfrazó una risa aclarándose la garganta. Ni el más repugnante de los insectos le habría provocado tanto asco, eso estaba claro.

Tras unos segundos de minucioso estudio, la chica determinó que su acosador no era digno de su atención y volvió a centrar su mirada en Ranma. Acto seguido, se cruzó de brazos y plantó los pies en el suelo en una postura que Ranma reconocía de varias disciplinas: una pierna más adelantada que la otra y el peso repartido en cada extremidad. Así, estaba preparada para salir corriendo ante la primera señal de peligro o responder a un ataque sin perder el equilibrio en caso de que fuera necesario. A la vez.

—Y tú ¿quién eres?

Ranma estaba impresionado. Y, aunque no parecía asustada y había arqueado una ceja desafiante, tenía las suficientes neuronas operativas como para determinar que, quizás, la situación la había afectado más de lo que había creído en un principio. Todavía con las manos en alto, retrocedió un paso.

—Ranma Saotome, a tu servicio —Ranma ahogó el impulso de hacer una reverencia, algo que jamás había hecho en su vida a nadie que no fuera sus padres—. Vi que este hombre te molestaba y pensé en quitártelo de encima. Pero está claro que no me necesitabas para librarte de él —dijo rápidamente, señalando con la barbilla al hombre que, si no se equivocaba, había perdido el conocimiento junto a su (dudosa) dignidad.

—Oh —la chica tuvo la decencia de parecer aplacada, aunque no mucho—. Gracias, supongo, aunque como tú dices, era completamente innecesario—hizo una mueca—. Tus intenciones eran buenas de todas formas, así que gracias. Supongo.

—De nada —respondió él. Y porque nunca había destacado precisamente por su autocontrol, añadió—: Supongo.

Se había sonrojado. Ranma había sido incapaz de contener la sonrisa que tiraba de sus labios, porque se había sonrojado. En algún punto de su frase, en medio de su tono desenfadado y algo fanfarrón, la hermosa y audaz desconocida que tenía frente a él había perdido el control de sus palabras y lo mejor de todo es que se había dado cuenta.

Estaba preciosa sonrojada.

(…no pudo evitar preguntarse si el rubor que le cubría el rostro se extendería a otras partes de su cuerpo, y si quizás, tal vez, si se lo pedía educadamente por favor, dejaría que lo probara con sus labios…)

El tipejo del suelo volvió a quejarse, sacándolo de sus pensamientos. Aunque no podía estar seguro, le pareció que murmuraba algo sobre una muñeca.

—Y ¿tú eres «muñeca», entiendo? —murmuró, sin apartar la mirada de su rostro.

La joven no le vio la gracia a su intento de humor, o si la vio, lo supo disimular muy bien. Ranma se sentía decepcionado; aunque no había esperado hacerla reír, había tenido la esperanza de sacarle una sonrisa.

(…habría vendido su alma por una simple sonrisa, en realidad…)

En su lugar, la chica desvió la mirada al cielo, donde no se distinguía ninguna estrella, y suspiró.

Después, dijo algo que sí lo sorprendió:

—¿Qué vamos a hacer con esta piltrafa humana?

—¿Denunciarlo? —fue lo primero que se le ocurrió. Luego—: Espera, ¿«vamos»?

La chica puso los brazos en jarra.

—Bueno, Ranma Saotome, a mi servicio —se burló—. Hace nada me has preguntado si necesitaba ayuda.

Tenía razón. Ranma imitó su postura y estudió al individuo: era un hombre grande, pero flaco. Seguro que podía con él.

—¿Quieres que lo arrastre hasta una comisaría?

—¡Por supuesto que no! —exclamó ella—. Sólo lograrías meterte tú en un problema.

—Pero si te ha atacado —no pudo evitar señalar.

—Pero iba borracho, y con mi suerte me detienen a mí por agresión física o algo así —replicó.

Silencio. Ranma realmente quería ayudarla, pero no sabía cómo.

Ni por qué, pero la respuesta a esa pregunta le importaba bastante menos, a decir verdad.

Así que dijo:

—¿Qué te parece si lo dejamos aquí?

La chica lo miró como si acabara de proponerle que cometieran un asesinato.

—¿Qué? ¡Es más de lo que merece!

—Hace frío —explicó—. Y no me ha atacado. No realmente —dijo. Ranma creyó detectar algo de tristeza en sus palabras—. De lo único que es culpable es de haberse metido con alguien que podía defenderse.

—Dios mío —descubrió Ranma con asombro—. Eres buena persona de verdad.

El sonrojo de la joven se intensificó.

—No me considero particularmente buena —replicó, dejando escapar un suspiro que Ranma sintió en todo su cuerpo—. Pero me gusta creer que soy un ser humano decente.

Ranma no podía estar menos de acuerdo. Un ser humano decente hacía rato que habría huido a la seguridad de sus amigas o de su hogar, y no se preocuparía por su agresor o las posibles consecuencias a las que podría enfrentarse un completo desconocido. Sin embargo, guardó silencio, y la observó inclinarse sobre el tipejo, proporcionándole una vista privilegiada de su figura.

(…y menuda figura, joder…)

Tragó grueso y bajó la mirada. Pero no por mucho tiempo, no. Empezaba a creer que la noche lo había infectado con una misteriosa y rara enfermedad, porque se sentía físicamente incapaz de apartar la mirada de ella durante algo más que unos segundos.

—¿Y si le pedimos un taxi?

Ranma tardó unos instantes en darse cuenta de que esperaba una respuesta suya.

—¿Y a qué dirección lo mandamos?

—Tienes razón —dijo ella. Se incorporó y miró a su alrededor, buscando algo de inspiración.

Para su mala fortuna, no había nada particularmente inspirador en los ladrillos desnudos del edificio de al lado, ni en el suelo sucio. Finalmente, se giró y volvió a mirarlo.

—Supongo que podríamos dejarlo aquí —razonó, aunque no sin cierta decepción.

Ranma era partidario de ese desenlace, pero era evidente que ella no estaba muy convencida. Y que Dios lo ayudara, pero sentía la más extraña y absoluta necesidad de hacerla feliz, aunque desconocía hasta su nombre.

Envió una plegaria al cielo, demandando que le devolviera la cordura.

El cielo le respondió con el silencio más atronador.

—Está bien —dijo, rindiéndose ante lo que parecía inevitable—. ¿Y si lo dejamos en una parada de bus? Así al menos no estará al descubierto…

—¡Estupendo! —lo interrumpió—. Era un poco cruel dejarlo aquí.

«Generoso» es lo que habría sido dejarlo allí sin darle antes una patada en la cabeza, pero Ranma se guardó su opinión para sus adentros.

—¿Me ayudas a levantar el cuerpo? Al menos para poder echármelo sobre el hombro o algo.

—No hables de él como si estuviera muerto.

—Necesito que lo empujes por la espalda, desde atrás, y dejes sus manos libres. Las necesito para tirar de él —continuó Ranma, ignorándola—. ¿Sabes si se le ha caído algo? Luego no quiero que me acusen de ladrón.

—No hace falta que cargues tú sólo con él. Podemos llevarlo entre los dos…

—¿Podrías, por favor, dejar de acaparar todos los méritos y permitirme hacer algo heroico esta noche? —le pidió.

La chica jadeó. Y luego, con la dignidad de una reina, accedió con un seco asentimiento de cabeza.

Desplazar a un hombre adulto inconsciente era más fácil en sus pensamientos que en la realidad, pero no tardaron más de cinco minutos en alcanzar la calle principal. Para su mala suerte, la parada del bus más próxima estaba al otro lado de la avenida, pero su compinche anónima lo guio con paso firme y palabras de ánimo hasta que llegaron a la marquesina.

Climatizada, por supuesto, porque aquel imbécil era un imbécil con la mejor suerte del mundo, al parecer.

—¿Deberíamos dejarlo acostado? —preguntó.

—Si lo dejamos sentado, se caerá, se abrirá la cabeza y mis esfuerzos para no dejarlo caer en medio de la carretera habrán sido en vano —contestó Ranma con la misma tranquilidad.

La chica murmuró algo entre dientes que no alcanzó a escuchar.

—Si vomita en esa posición, se ahogaría, y tus esfuerzos habrían sido en vano de todas formas —apuntó.

Ranma suspiró.

—Podríamos dejarlo en posición lateral de seguridad —sugirió.

Y eso hicieron.

—Pues ya estaría —dijo Ranma, incapaz de aguantar el silencio y terminar aquel encuentro.

—Muchas gracias —respondió ella. Se miraron unos segundos directamente a los ojos, y fue ella la primera en apartar la vista. Se aclaró la garganta—. Debería volver con mis amigas.

—¿Estaban contigo en la discoteca?

—Sí, estarán…

—¡Hey! —dijo una voz masculina a unos metros de distancia, cortándola. Ranma buscó con la mirada el origen de aquel grito y se encontró con un hombre que paseaba a un cachorro de labrador—. ¿Necesitáis ayuda con vuestro amigo?

Quien, convenientemente, emitió un grave ronquido.

—No se preocupe —respondió la chica—. Nosotros ya nos íbamos.

Por supuesto, aquella no era la respuesta que esperaba su interlocutor. Lejos de tranquilizarse, el hombre frunció el ceño.

—¡Pero no podéis dejarlo ahí! —insistió.

Ranma intercambió una rápida mirada con la desconocida.

Y, sin saber muy bien por qué, cuando ella lo tomó de la mano sin previo aviso, no dudó en seguirla cuando echó a correr.

Corrieron durante lo que le pareció un instante, pero, a juzgar por las calles que le resultaban menos familiares, en realidad habían sido varios minutos. Cuando se detuvieron, ambos luchaban por recuperar el aliento, y sus respiraciones descompasadas resonaban en la calle solitaria.

Estaban solos, y esta vez ya no los acompañaba la sombra de una amenaza.

Y esta vez, Ranma no tuvo ningún problema a la hora de determinar el color de sus ojos. Había tenido razón: eran de un marrón oscuro tan, tan cálido. La fina línea que se había dibujado en el párpado superior le daban un toque seductor.

De nuevo, tenía las mejillas rojas, aunque esta vez se debía al ejercicio.

Una parte de él no pudo evitar imaginársela con ese mismo sonrojo, durante un ejercicio completamente diferente, entre sus sábanas, tumbada de espaldas debajo de él.

Sin proponérselo, se humedeció los labios. Y se aclaró la garganta, porque, de repente, un calor abrasador se había adueñado de su cuerpo y lo había dejado con la boca seca. Y sin respiración.

—¿Estás bien? —se sorprendió preguntando.

Y la chica estalló en una carcajada tan dulce que Ranma no pudo hacer más que imitarla.

Fue… liberador. Cuando sus cuerpos ya no se estremecían entre risas, parecían más calmados, aunque ninguno había logrado calmar sus jadeos.

—Akane Tendo —murmuró la joven, tan bajito que al principio había creído que se lo había imaginado. Lo miró con esos ojos del color del chocolate fijamente y aclaró—: Después de ayudarme a cometer un delito y encubrirlo, te merecías saber mi nombre. Supongo.

Una sonrisa amplia le curvó los labios. Ranma ni siquiera se planteó suavizarla.

—Encantado de conocerte, Akane Tendo —respondió con el mismo tono de voz.

Akane se aclaró la garganta y también se lamió los labios.

—Debería irme a casa —susurró. Por alguna razón, Ranma supo que irse a casa era el último de sus deseos, pero no dijo nada—. Hay una parada de metro muy cerca de aquí—continuó—. Y el servicio nocturno parará dentro de poco —explicó.

Pero Ranma no le prestaba mucha atención, porque Akane le estaba mirando los labios mientras hablaba. Estaba seguro de que le estaba mirando los labios.

Por instinto, atrapó su labio inferior entre sus dientes y su corazón dio un vuelco en lo más profundo de su pecho cuando Akane contuvo la respiración.

¡Sí! ¡Tenía razón! Le estaba mirando los labios, y mira tú qué casualidad, él también sentía la extraña compulsión de clavar la vista en su boca. En su (experta) opinión, los labios de Akane, gruesos y pintados de un rojo que no era brillante, pero tampoco apagado, eran muchísimo más interesantes que sus propios labios.

—Si pierdo el último tren, tendría que esperar un buen rato —insistió.

Pero Ranma no pudo evitar notar que incluso ahora se negaba a soltar su mano. En silencio, sin apartar sus ojos de los suyos, entrelazó sus dedos y sonrió cuando Akane se estremeció. Con el largo pelo alborotado, los ojos brillantes y las mejillas enrojecidas por el ejercicio, estaba preciosa.

Akane era hermosa.

No pudo contener el impulso de deslizar el dorso de su mano libre por el adorable sonrojo que la cubría.

—¿Mmm? —murmuró con elocuencia, casi sin aliento, deleitándose en la suavidad de su piel y en el pequeño jadeo que se escapó de sus labios pintados de carmín.

Akane todavía lo miraba. Con cuidado, la observó rodearle con sus dedos finos la muñeca.

—Debería irme a casa —repitió, girando el rostro contra su mano, como si buscara su calor. Luego, esperó un latido, dos, para decir—: Pero no quiero irme a casa, Ranma.

E hizo trizas su autocontrol.

Lo primero que notó Ranma al unir sus labios fue que realmente eran tan suaves como parecían. Incluso más.

Lo segundo, que Akane era mucho más menuda de lo que se había imaginado. Antes, habiéndose enfrentado a un abusón, le había parecido incluso alta, pero es que físicamente apenas le llegaba a la altura de los hombros, lo que, sin duda, haría interesante cualquier actividad en la cama. Fuera de ella, Ranma se descubrió pensando que besarla requería agacharse más de lo que estaba acostumbrado, y no podía ser una actividad tan cómoda, como placentera, si se alargaba demasiado.

Pero en esos momentos no había tal cosa como «demasiado» en su vocabulario y no estaba dispuesto a separarse de ella, no ahora que había probado su boca y necesitaba probar también su lengua. Había aprendido en su adolescencia el placer de besar, cuando hacer algo más atrevido todavía era algo que le daba tanto miedo, como curiosidad. Desde entonces nunca había perdido el gusto por besar y ser besado: en la boca, en el cuello, en ese punto detrás de la oreja que a su primera novia le gustaba tanto…

Por eso, sabía que había besos con fuerza que te toman por sorpresa, besos lentos, pero profundos, besos que eran casi una conversación entera, y besos que no quería que acabaran nunca, como ese beso en particular.

—Más —gimió Akane cuando la falta de oxígeno los obligó a detenerse—. Más.

Y había besos que, por supuesto, no eran suficiente.


A/N: mi ig es _mago97

Hello! No me llegan las notificaciones de FF, FF me ha desactivado las alertas y por más que siga sus instrucciones para que me lleguen los correos, no funciona nada. ¿Alguna idea?

Por otro lado, je je, que sepáis que sólo vamos por la 3ra parte de 6 de lo que cariñosamente llamo La Noche Loca. Sutil recordatorio de que esta es una historia M, de que esta humilde autora no ha escrito nada M en toda su existencia pero se está esforzando todo lo que puede (lo cual no asegura un buen resultado, todo hay que decirlo) y que por favor sean amables con ella.

Gracias. ¿Qué os ha parecido el capítulo? A mí me gustan particularmente los párrafos finales :D.