Nikto merece todo el amor y todos los FANFICS del mundo. Ámenlo mucho, ¿OK?
Disclaimer: El personaje Nikto no me pertenece. Sólo lo utilizo para dar rienda suelta a MI imaginación y TUS más profundas fantasías.
Sentada en la sala de la oficina en la que recibías a tus pacientes de consultas psiquiátricas, abrazabas a Nikto quién estaba arrodillado en el suelo abrazado a ti. Con el rostro oculto detrás de la máscara, clavado en tus pechos intentaba apaciguar su respiración.
Hacía tan solo unos minutos, tres soldados acompañados de otro psiquiatra habían irrumpido en tu oficina. Traían a Nikto reteniéndolo para evitar que se hiciera daño o le hiciera daño a otros.
Nikto había entrado en crisis, después de haber llegado de una misión en la que habían encontrado a víctimas de brutales torturas. Muchas de esas víctimas no habían sobrevivido.
Nikto había sido llevado con su nuevo psiquiatra, quien había tomado su caso después de que tú habías renunciado a ese cargo hacía un mes. Al llegar de aquella misión y notar el estado de alteración del hombre, lo llevaron enseguida a la enfermería y llamaron a su psiquiatra.
No pudieron hacer mucho para contener su furia y amenazó a todo aquel que se le ponía enfrente. Así que su psiquiatra consideró que sería mejor llevarlo directamente contigo. Una corazonada le decía, que verte después de revivir eventos tan traumáticos calmaría su ansiedad.
- Respira profundamente -, le dijiste mientras con tu propia respiración le marcabas el ritmo que debía seguir.
- Ese imbécil te llamó por tu nombre. No te llamó por tu honorífico de doctora -, se escuchó la voz de él detrás de la máscara.
- Somos colegas, en ocasiones nos llamamos por nuestros... -.
-¡Ese imbécil te llamó por tu nombre! -, insistió él con enojo.
Tú sonreíste. Celoso y algo posesivo. Así había sido desde la primera vez que te presentaste como su psiquiatra. Él había quedado hechizado por ti. Y era el paciente más obediente y sincero que tenías.
Siempre hablaba con total soltura sobre como torturaba a sus enemigos. Con el tiempo, él mismo te confesó que canalizaba todo su rencor acumulado hacia los desgraciados que lo habían torturado y desfigurado del rostro, para proyectar ese dolor en su efectividad para cada misión. Si le era posible, no dejaba sobrevivientes, no sin antes darles una muerte lenta y dolorosa. Era un paciente interesante, era plenamente consciente de la realidad y comprendía lo que era correcto o no. Jamás tocaría a un civil a no ser que estuviera involucrado con sus enemigos. Y sobre todo protegía sobremanera a los niños que encontraba en sus misiones. Sin embargo, debido al trauma vivido, su personalidad fragmentada provocaba que hablara de él mismo en tercera persona. Sabías que intentaba imitar la manera despectiva en la que sus torturadores se expresaban de él. Era una de sus auto torturas más recurrentes.
Fue un hombre tan directo y tan sincero contigo, que no tuvo ningún inconveniente en decirte que estaba obsesionado contigo. Que había llegado un punto en el que tú te personificabas en sus sueños, y en el que solo pensaba en terminar las misiones para volver a tu lado. Ese comportamiento debía erradicarse como profesional, no podías permitir que un paciente desarrollara dependencia tal por su psiquiatra. Por más tierno y sincero que este expresara lo que sentía al estar cerca de ti. Por supuesto que no podías continuar siendo su psiquiatra, así que pediste que te sustituyeran por algún colega masculino para cambiar la dinámica y evitar que tu secreto complicara aún más las cosas.
Pues te habías enamorado de él.
Mientras acariciabas su espalda para calmar su enojo, recordaste las veces que te traía obsequios a las sesiones que tenía contigo. Notabas que gastaba dinero en ti. Anillos, collares, aretes. Siempre decía que te traería cosas brillantes, pues era lo más cercano a la forma en la que tú brillabas para él. El problema, era que las joyas que te traía eran verdaderamente costosas. No podías recibir obsequios así. Mucho menos de tu paciente. Y él se molestaba cada que rechazabas sus obsequios, pero siempre volvía de las misiones con algo para ti.
-Nikto aún compra obsequios para ti después de las misiones-, dijo con la respiración más tranquila.
Por un momento creíste que te había leído la mente.
-Las guarda en una caja dorada...junto con todos los obsequios que rechazaste-.
-Deja de hacer eso. No gastes más dinero en joyas-, respondiste.
-Son para ti-.
Suspiraste sabiendo que esa era una batalla perdida. Jamás, en todos los años que llevaban conociéndose aceptaste un solo obsequio. Y sabías que él los guardaba todos.
-¿Te sientes mejor?-, cambiaste el tema de conversación.
-Duele-, dijo.
-¿Estás herido?-, te preocupaste tomándolo de los hombros para mirarlo mejor.
-A Nikto le duele que lo hayas abandonado-.
Suspiraste mirándolo con tristeza.
-Era necesario, no podí... -.
-Es porque Nikto dijo que estaba obsesionado contigo. ¿Te dio asco que Nikto... ?-.
-Tú nunca me darías asco -, le interrumpiste.
-¿Entonces? -, te interrogó mirándote con esos ojos expresivos.
-Estoy enamorada de ti... -, respondiste sin más.
Él comenzó a reírse negando con la cabeza.
-Nikto acaba de escuchar la cosa más aterradora de tus labios -.
- ...es por ello que le pedí a mis superiores que te trasladaran con... -.
- Con el imbécil que también está enamorado de ti. Que aprovecha la primera oportunidad para mirar tus piernas y tus pechos... y... -.
-Hey -, le interrumpiste - ¿estás enamorado de mí? -.
Te miró con duda, cayendo en cuenta de sus palabras. Miró hacia tus piernas con nerviosismo. Conocías esa mirada, la mirada de la verdad. Cuando confesaba algo que no podía negarse a él mismo ni a ti. Y escondía la mirada con miedo de tu juicio.
Con esa muda afirmación continuaste averiguando.
-Dime algo, ¿tú también miras mis piernas y mis pechos? -.
Él separó la mirada de tus piernas para mirarte. Ahí estaba otra vez ese silencio de confirmación.
- Sigues diciendo cosas aterradoras -, te contestó.
- ¿Porqué es aterrador?, acabo de confesarte mis sentimientos -, dijiste tomando su máscara para quitarla de su rostro.
Entonces la piel desfigurada de ese hombre se mostró ante ti. No había miedo ni vergüenza,, hacía mucho que habían pasado esa fase. Había sido difícil. Había tomado mucho tiempo. Pero un día te tuvo la suficiente confianza como para mostrar su rostro ante ti.
-Nikto cree que es aterrador que juegues con él mintiendo. Que provoques esos pensamientos de tu suave piel en su mente -, dijo mientras acariciaba una de tus piernas con la mirada perdida en tus ojos.
- Yo te amo -, expresaste cerca de su rostro antes de besar sus labios.
Él quedó estático en su lugar, procesando lo que ocurría. Fue solo un momento antes de que sus impulsos actuaran por él. Tomó tu cintura firmemente y te acercó a la orilla del sillón con sus ojos puestos en ti, mirándote embelesado mientras lo besabas.
Te detuviste tomando su rostro con tus manos.
-Así sí pareces psicópata, besándome con los ojos abiertos -, dijiste con una sonrisa.
Él no rio. Con sus ojos clavados en ti avanzó hasta posicionarse encima tuyo. Te ayudó a cambiar de posición para recostarte en el sillón, mientras él sobre de ti te miraba expectante. Sabías que estaba midiendo tus movimientos, con ansiedad contenida de dar rienda suelta a sus impulsos y provocar tu enojo. Así que prefería mirara tus movimientos.
-Nos pueden oír. Están esperándote justo del otro lado de la puerta -, mencionaste.
-¿Es verdad? -, preguntó mientras tú acariciabas ese rostro con profundas cicatrices - ¿hay un lugar que le pertenece a Nikto en tu corazón? -.
- Por supuesto -.
- Nikto matará a todo aquel que se acerque a ti -, soltó de la nada.
- Ni se te ocurra -, sentenciaste.
- Eres de Nikto -.
- ¿Haz pensado alguna vez en hacerme el amor? -, tentaste el terreno.
- Nikto ha querido destrozarte en la cama desde la primera vez que te vio -, te hizo saber.
- ¿Hasta matarme? -, cuestionaste.
- No, no -, dijo él negando con un dedo -, Nikto quiere provocarte solo el dolor que tú puedas resistir, y después darte placer. A Nikto le excita pensar que tus gemidos de dolor se transforman en placer hasta llegar al orgasmo.
- Eso suena delicioso -, confesaste.
Y él sin poder contenerse más, atacó tus labios con hambre. Tú permitiste que él explorara cuanto quisiera. Sabías que ese deseo estaba reprimido en él desde hacía bastante tiempo. Y no ibas a jugar con su mente o su paciencia deteniéndote en ese momento. Permitiste que su lengua se encontrara con la tuya, mientras acariciaba tu cabello. Pero se detuvo en seco.
- A Nikto le estorban los guantes, no puede sentir tu cabello -, dijo con desesperación quitándoselos y dejándolos caer al piso.
Y sin previo aviso, comenzó a quitarse el chaleco táctico y el sweater debajo de este. Tú no moviste un músculo. Pues pudiste ver que debajo de esa prenda llevaba una camisa sin mangas que dejaba ver sus brazos llenos de cicatrices, y algunas otras más que iban desde su cuello hasta su pecho. Y con el mayor de los cuidados, pusiste un dedo en la cicatriz del cuello recorriéndola hasta donde la camiseta te lo permitía.
Él portaba varias prendas de ropa debajo del uniforme. Era una característica de aquellas personas que habían recibido agresiones o abusos en su pasado. Comprendiste que aquel hombre necesitaba mucho cariño y comprensión. Necesitaba a alguien que soportara su ritmo, y lo guiara cuando comenzaba a salirse la situación de sus manos. Por eso aguardaste en silencio cuando él te miró a los ojos en busca de tu reacción al ver sus cicatrices. Desviar la mirada de ellas sería un error, porque lo tomaría como desagrado hacía su apariencia. Tú tenías que enfrentarlo con la mirada , y reconocer las marcas de su dolor. De su pasado. Porque lo sabías de memoria, y porque él confiaba en que guardarías todos aquellos horribles secretos que lo carcomían.
-¿Dejarías que Nikto viera tu piel? -, preguntó anhelante.
Tu tranquilidad le daba toda la seguridad que él necesitaba.
-Vamos a tener que hacerlo en silencio, cariño -, le condicionaste con mirada severa para que entendiera que lo decías enserio.
Él sin poder contenerse sonrió cerrando un puño a manera triunfal, evidentemente emocionado con la idea.
Te incorporaste un poco para deshacerte del saco, la cama y descubrir tu pecho coronado por ese sostén color rojo.
- A Nikto le gusta el rojo, es como la sangre del enemigo -, dijo relamiéndose los labios.
Estaba absorto en tus pechos mientras movía los dedos de sus manos en ansiada anticipación. Le sonreíste a manera de aprobación, él no dudó dos veces en bajar hacia tu pecho y tú te recostaste nuevamente en el sillón. Sus manos estaban frías. Bajó las copas de tu sostén para descubrirlos y admirarlos por completo. Sin poder contenerse, con delicadeza tocó tus pezones los cuales reaccionaron al frío de su tacto.
- Se pusieron duros -, dijo mirándote.
- Es lo que provocas en mí -, respondiste con dulzura.
- Tú también haces que Nikto se ponga duro -, te notificó.
- ¿Puedo tocar? -.
- Si...Nikto quiere que lo toques. Pero antes, Nikto quiere morder tus pezones -.
- Entonces hazlo -, diste tu aprobación.
- No hagas mucho ruido, o te escucharán. Cuando sea demasiado...solo...solo tira fuerte del cabello de Nikto. Hazlo y Nikto se detendrá -, te indicó bajando su boca a tu seno derecho.
Sentiste su boca con pocos labios besar con adoración tu seño derecho. A pesar de haber perdido gran parte de sus labios, aún podía ingeniárselas para atrapar tu pezón entre ellos.
Dio un gemido que te pareció delicioso, antes de sentir como sus dientes atrapaban ese botón para morder suavemente. Bajaste tu mano hacia tu intimidad e hiciste a un lado la falda y la ropa interior para encontrar tu clítoris. Querías experimentar dolor y placer a la vez.
Nikto al notar lo que hacías, hizo lo propio. Desabrochó su pantalón para tomar su miembro y estimularse mientras ejercía un poco más de presión en su mordida a la vez que su lengua lamía tu pezón atrapado entre sus dientes.
Abriste la boca debido a la sensación de sus dientes. Y comenzaste a estimularte con una mano mientras con la otra acariciabas ese sedoso cabello. Él lanzaba pequeños gemidos con los ojos clavados en ti, mientras te mordía y se estimulaba a sí mismo. Sus respiraciones se agitaban mientras su placer iba en aumento. Intentaban reprimir lo más posible sus gemidos para no llamar la atención. Él aumentó la presión incrementando el dolor, provocando que jadearas al sentir ese dolor en tu pezón sin dejar de ser torturado a la vez por esa mágica lengua.
Fantaseaste un poco más imaginándola en tu clítoris en lugar de tu dedo, eso elevó tu placer haciendo que jadearas con más fuerza apretando el agarre de su cabello con tu mano. Él lo interpretó como que el dolor te paralizaba haciéndote jadear así, y percibiste que se masturbaba con más velocidad comenzando a emitir ligeros temblores. Y aumentó la intensidad de la mordida.
Ahora dolía enserio, pero apartaste esa sensación de tu mente para dirigirla hacia el inicio de las olas de placer que anunciaban el orgasmo que provocabas con tu dedo.
- Cariño...ya casi -, anunciaste.
Y un momento después tu orgasmo despertó. Hiciste lo posible por reprimir tus gemidos mientras apretabas el cabello de tu hombre con fuerza. No por el hecho de que hubieras llegado a tu límite de dolor, sino porque te abandonaste en ese orgasmo lleno de fuego. Y él al sentir esa fuerza en su cabello, se abandonó de igual manera en su propio orgasmo, soltando tu pezón para gemir contra tu pecho.
Momentos después, ambos recuperaban sus respiraciones, y se miraron en silencio. Él subió hasta tu rostro para contemplar tus ojos. Y tú le sonreíste dulcemente.
- Te amo -, dijo él.
Y lo había dicho en primera persona.
