Hice mi mayor esfuerzo por mantenerme corriendo con tal de alcanzar a Sam. Atravesé calles y callejones bajo la oscuridad de la noche. Mis piernas eran lo único que me sostenían, prácticamente cargaban con mi cuerpo moribundo a punto de desplomarse en cualquier momento. Tuve que aferrarme a un poste de luz para recuperar el aliento. Aproveché esos segundos para alzar la mirada y ver cuánto camino me quedaba. Respiré profundamente antes de volver a reanudar mi carrera.

Llegué a tropezones, casi sin aliento y a punto de colapsar. Me planté delante de la puerta del apartamento de Sam, toqué tantas veces como pude pero no recibí contestación. Solté un gruñido frustrada, pues tal vez me había equivocado al pensar que vendría hacía acá. Rápidamente bajé las escaleras de vuelta a la calle, mis ojos viajaron por los alrededores en busca de un plan de respaldo y lo encontré a no más de un par de metros. Me dirigí hacia la casa rodante que tenía las luces encendidas. Abrí la puerta y a duras penas me apoyé sobre el marco mientras echaba un vistazo al interior.

Mis padres saltaron de sus asientos al verme aparecer. No los culpo. A esta hora deben creer que soy un asesino o un ladrón.

—¿Sam no ha venido aquí? —pregunté agitada.

—¿Por qué es tan difícil que toquen primero? —se quejó mamá intercambiando miradas con papá—. Estos niños —renegó suspirando.

—Sam se acaba de ir a buscar a Carly. ¿Ahora qué pasó? —él se cruzó de brazos y me miró, como si ya nada le sorprendiera esta noche.

—Les explico después —dije preparándome para irme—. Primero necesito hablar con Sam y...

Finalmente mis piernas no aguantaron más, terminaron cediendo ante mi peso y caí al suelo. Escuché un grito de mamá en conjunto con unos pasos. Lo siguiente que supe es que me ayudaron a levantarme y me guiaron hasta un sofá en donde me acosté rendida. Del techo colgaba una lámpara que me bañó con su luz haciendo más evidentes mis heridas. Cerré los ojos un instante, ya que sabía lo que vendría ahora.

—Dios mío, ¿Qué te hicieron? —ella se acercó para poner una mano en mi frente, igual que cuándo solía medirme la temperatura.

—Estoy bien —le aseguré—. Aunque me siento cómo una bolsa de pudín aplastada. En este caso la aplastó un anciano.

—Ron —pronunció entre dientes. Él asintió con un gruñido y fue a buscar algo. Sé que no están para nada contentos, ni siquiera necesito mirarlos.

Cuando papá regresó me entregó una bolsa de hielo que recibí agradecida, la coloqué sobre mi abdomen y dejé salir un suspiro de alivio.

—La verdad es que tengo un gran problema y no sé por dónde empezar —confesé en medio de aquel silencio—. Creo que lo arruiné todo.

La mano de mamá viajó hacia la mía, la misma que estaba usando para sostener la bolsa de hielo. Un poco extrañada, decidí mirarla de reojo.

—¿Estás embarazada? —preguntó seria. El aire se me escapó en forma de una tos violenta.

—¿Q-Qué? ¡No! —me senté en tiempo récord, el dolor se hizo presente en una punzada. Volví a ponerme el hielo de inmediato—. Ni lo más cercano a eso.

Alzar la voz fue doloroso, mis músculos se contrajeron haciéndome jadear de dolor. Es cómo haber tenido una sesión intensa de ejercicio pero solo con la parte en la que despiertas adolorido. Y mañana será peor. Grandioso.

—Quería asegurarme —explicó más tranquila—. Solo digo que estás creciendo y nunca tuvimos "esa" conversación.

—Por favor que se detenga —supliqué mirando hacia el techo. Si existe algún dios este es el momento de que baje.

—Quizás no lo sepas pero después de que Sam naciera no esperábamos tener más hijos —comenzó a decir, quise taparme los oídos—. Y mira, un año más tarde naciste tú.

—Lo sé, han contado esa historia cientos de veces. Gracias.

—El punto es que la vida da muchas vueltas —continuó ella—. Las cosas suceden por una razón.

Su discurso sin sentido de repente se volvió coherente y me llevó tiempo atrás. Alguien ya me había dicho eso antes. Todo parecía conectarse de una manera que resulta... aterrador.

—Sí todo sucede por una razón, ¿Por qué amamos a alguien con quién no podemos estar? —elevé la voz ligeramente al final. Apreté la mandíbula y respiré para tranquilizarme—. Lo siento.

La pequeña sala de estar se quedó en silencio. Agaché la cabeza para evitar cruzarme con sus miradas que muy seguramente reflejaban decepción. Ya había tenido suficiente de eso el día de hoy.

—¿Es por lo que hablamos el otro día? —no contesté, supongo que eso le dio la respuesta ya que ella colocó una mano sobre mi pierna en una especie de consuelo—. Estábamos preocupados por ti, dijimos muchas cosas... —miró de reojo a papá, esperando algo de él.

—Y aunque preferimos que tengas una vida normal —dijo a regañadientes—, es tú decisión con quién quieres estar —al final puso una mano sobre su rostro. Creo que está a punto de llorar—. Humano o no.

—Gracias —alcé los hombros—. Pero no sé si sea lo correcto. Siento que estaría siendo egoísta al interponer mis sentimientos.

—El amor nunca debe guardarse para uno mismo —el agarre de mamá se intensificó, obligándome a verla a los ojos—. Si lo haces podría lastimarte tarde o temprano.

También me lo habían dicho. Y como siempre, escuché demasiado tarde.

—Debí confesarlo antes —asentí culpable—. Quizás así Optimus me habría creído y nada de eso hubiera pasado.

Abrí los ojos y tapé mi boca al darme cuenta que el nombre se escapó de mis labios. Por un lado, mamá estaba más sorprendida que horrorizada. Del otro lado, papá tuvo que sentarse con la cabeza apoyada en el respaldo para no sufrir un colapso nervioso.

—No es tarde —volvió a decir ella—. Todavía estás a tiempo. Debes decírselo.

—¿Y si no resulta? —alegué asustada—. Es verdad que somos diferentes. Y-Yo no sé cómo funcionaría algo así.

—No se trata de que no haya diferencias entre ustedes, si no de la armonía que puedan lograr a partir de ellas.

La miré fijamente, mis labios temblaron antes de sonreír. Bajé la cabeza buscando relajarme. No estoy segura de querer hacerlo, tengo miedo de arruinar nuestra amistad. Aunque con lo que sucedió hoy tal vez ya esté arruinada. Entonces ya no tengo nada que perder, supongo.

Hice un esfuerzo por levantarme, pues algo en mi interior aún quería buscar a Sam para arreglar las cosas con él, sin embargo, mis intentos resultaron en un rotundo fracaso. Mi cuerpo necesitaba un descanso. Así que me obligaron a quedarme esa noche en su casa rodante.

Los recuerdos de lo que ocurrió hoy invadieron mi mente y llenaron mi consciencia de remordimiento. Teníamos dos Autobots menos, soldados heridos, un traidor y los pilares que activan el puente espacial están con los Decepticons. Pensar en eso me hizo sentir cómo una gran burla, era mi responsabilidad prevenirlo.

Cerré los ojos con fuerza y sacudí la cabeza, deseando no saber nada más de eso. Pronto el cansancio terminó por vencerme y caí dormida sin darme cuenta.


En la mañana desperté temprano a causa del radio en mi bolsillo que no dejaba de emitir un ruido molesto. Todd llevaba horas tratando de contactarme, cuando respondí me dijo que tenía que volver al cuartel con urgencia. Estaba alterado, pero no quiso darme detalles. Quería que lo viera por mí misma.

Un vehículo con dos oficiales vino a recogerme, normalmente les hubiera hecho preguntas, no obstante, algo me decía que era mejor cooperar. Además el cuerpo estaba matándome. Me despedí de mis padres y subí al auto, me llevaron de vuelta al cuartel de NEST dónde los soldados parecían estar desmantelando todo.

—¡Por fin llegas!, esto es una locura —cuando Todd se paró frente a mí, lo primero que hice fue darle un fuerte golpe en el estómago. Él se abrazó a sí mismo y se contrajo—. Sí, okey. Lo merecía.

—Y más que eso —comencé a caminar para inspeccionar el lugar—. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué se llevan todo?

—Resulta que Palpatine 2.0 ejecutó su propia orden 66, la de exiliar a todos los Autobots —luego de recomponerse apuntó hacia una de las pantallas en la entrada—. Ah, y anoche te perdiste la marcha hacia el templo Jedi. En lugar de clones nos mandaron Decepticons.

No entendía absolutamente nada de lo que estaba hablando hasta que me acerqué a la pantalla para ver las noticias. Acababan de aprobar una ley a nivel mundial para exiliar a los Autobots. No tengo idea de qué está ocurriendo pero jamás imaginé que podría escalar a estos niveles. Debo seguir soñando.

—No pueden exiliarlos —grité molesta.

—Claro que podemos —la voz de la Directora Mearing me tomó por sorpresa. Me di la vuelta para verla a la cara, ella se puso a mi lado junto con su asistente—. Y lo haremos si es necesario.

—Son nuestros aliados —discutí—. ¡Nuestros amigos!

—Entiendo tu punto, jovencita —habló más despacio—. Y aprecio lo que intentaste hacer, te subestime a ti y a tu hermano —agregó sincera—. Pero tenemos una posible invasión tocando la puerta. Millones de vidas dependen de nosotros.

Apreté los puños impotente, era cierto lo que decía pero yo no podía aceptarlo tan fácilmente. No podría lidiar con esa carga.

—¿Sí? Pues yo tengo una parte de su planeta natal conmigo —presioné una mano contra mi pecho—. Si se van, me voy con ellos.

—Eso no está a discusión —contestó Mearing con una sonrisa petulante—. Por mucho que poseas una conexión con su planeta, sigues siendo una humana y un activo importante para nosotros. Tú lugar es aquí en la Tierra.

Estaba dispuesta a extender esta conversación todo lo posible, no permitiría que simplemente arrojaran a los Autobots al espacio como si nada. Como si no hubieran peleado por nosotros a costa de sus propias vidas en múltiples ocasiones. Era inaudito. Antes de que pudiera decir algo más, la asistente de la Directora le pasó una llamada que dejó pendiente nuestra disputa.

Uno de los soldados se acercó a mí para indicarme que debía abordar uno de los vehículos ya que seríamos trasladados al aeropuerto. Obedecí únicamente para no causar más disturbios. Durante el viaje en carretera Todd me acompañó en el asiento trasero, la Directora y su asistente iban en otro vehículo al frente. Mantuve la mirada perdida en la ventana, todavía sin poder creer nada lo que está pasando.

Después de llegar al aeropuerto, nos hicieron subir a un jet privado y ordenaron que esperáramos. Jamás había subido a esta clase de avión, así que me emocioné un poco escogiendo mi asiento. Noté que Todd estaba haciendo lo mismo, aunque al final terminó sentándose frente a mí. Entre nosotros se encontraba una ventana, a través de la cual me asomé inquieta.

—¿A dónde nos llevarán? —dejé salir con intriga.

—A una base espacial —respondió Todd—. Escuché que tienen una nave, la cuidan los Wreckers. Seguramente la usarán para sacar a los Autobots del planeta.

—No entiendo cómo puedes tolerar esto —dije al oírle tan tranquilo.

—No lo hago —su mirada también se perdió en la ventana. Lo observé durante unos segundos, no hizo falta esforzarme para saber qué pasaba por su mente.

—Siento lo de Skids y Mudflap. Debí... actuar más rápido.

—Está bien —dijo sin mirarme—. Yo fui el tonto que los llamó.

—No es tu culpa —sentencié segura—. Es culpa de Sentinel —la rabia me recorría tan solo con mencionarlo.

Todd se quedó callado, meditando en algo que parecía tenerlo indeciso. Tras un rato, se decidió a sostenerme la mirada.

—Lamento lo que dije ayer, en serio.

—No, eso fue mi culpa —contesté—. Tenías razón todo el tiempo. Tenía que habérselo dicho yo misma, no debí dejar que todo estallara.

—Es probable que esta sea la última vez que lo veas —murmuró, su mano jugaba en el respaldo lateral.

—Lo sé.

Guardamos silencio en el momento preciso en el que dos personas más abordaron el avión. Una de ellas era la Directora, el otro era Sam y por supuesto se sorprendió al verme. Salté de mi asiento solo para ir a abrazarlo, estaba feliz de que se encontrara sano y salvo. Él me rodeó con un solo brazo mientras que el otro lo deslizó sobre mi cabeza en un extraño movimiento.

—¿Qué haces? —pasé una mano sobre mi cabello, acomodando mi peinado.

—Nada —estaba tenso, los músculos de su cuello resaltaban—. ¿Tú que haces? —preguntó ocultando las manos detrás de su espalda.

Definitivamente Sam estaba actuando raro, más de lo normal. Y creo que todos menos él lo notamos pero nadie mencionó una palabra al respecto.

—Necesito hablar contigo —le pedí suplicante. Sam suspiró, sabiendo a qué me refería. Los dos tomamos asiento, decidí cambiarme para poder estar a solas con él. El avión se estaba preparando para emprender vuelo—. No quería que te enteraras así.

—¿Y entonces cómo? —se cruzó de brazos—. ¿Cómo planeabas decirme eso?

—No es lo que piensas —puse una mano en mi frente—. Es más complicado.

—Ah, ¿No es lo qué pienso? —preguntó en un tono sarcástico—. Lo que pienso es que está mal. Se supone que éramos amigos —volteó molesto hacia otro lado—. Yo no apruebo nada de esto. Lo siento pero tengo limites.

—¿Crees que no sé qué está mal? Si tan solo pudiera dejar de sentir lo haría —respiré hondo, buscando relajarme. No quería alterarme en un avión tan pequeño—. He intentado guardarlo en secreto porque quizá lo olvidaría tarde o temprano, pensé que así volvería a ser normal.

—Solo estás confundida —se rió nervioso—. Porque Optimus nos ha salvado la vida en múltiples ocasiones. Y es obvio que la admiración te cegó.

Por un instante me sorprendió su comentario, después entendí que era él mismo quién trataba de convencerse.

—Puede ser que al principio haya sido así —volteé hacia la ventana, el paisaje me hizo sonreír ligeramente—. Ahora estoy segura de que mis pensamientos están órden. Perdón si eso te decepciona de alguna manera.

—¿Qué incómodo, no? —alcancé a escuchar a Todd hablando con la Directora—. Yo fui el primero en saber.

Las turbinas del avión comenzaron a sonar, gracias a la ventana pude contemplar que estábamos avanzando. Me aferré al asiento, de repente estaba algo nerviosa. Sentí que nos estábamos elevando, por suerte el despegue no fue tan agitado.

Me concentré nuevamente en Sam, en sus ojos había tristeza. Sus manos presionaron ansiosas los pliegues de su pantalón.

—Nunca he estado decepcionado de ti —tragó hondo, le estaba costando reunir fuerza para seguir—. Lo que me importa es que no tuviste la confianza para decírmelo. Siempre soy el último en enterarse y creo que no es justo.

Sus manos viajaron hasta su rostro para frotarlo salvajemente. Tal vez ahora entendía todo lo que pasó en aquél entonces y se sentía engañado.

—Lo siento —fue todo lo que pude decir.

—Prometiste que no habría más secretos —me recordó—. Lo prometiste.

—Ese era el último.

—Y ya entiendo porque —sentí su mirada encima, no tardé en verle a los ojos. Sam se mostraba demasiado angustiado—. Ustedes tienen que hablar las cosas, tienen que aclararlo —sugirió—. Debes hacer lo que creas correcto.

—Gracias.

—Eso no quita el hecho de que es demasiado peligroso para ti —agregó Sam—. Él siempre tendrá enemigos que enfrentar. Y yo no quiero que te pase nada.

Lo miré en silencio, analizando el miedo en cada facción de su rostro. No sabía qué decir. Sam tiene derecho de estar asustado y de cierto modo también tiene razón.

—Descuida —sonreí casi confiada—. No moriré pronto, te lo aseguro.

El resto del vuelo hubo un silencio en el que cada uno estaba sumergido en sus propios pensamientos. Fue la Directora Mearing la que rompió el funesto ambiente para tratar de deslumbrarnos con su descripción acerca del Xanthium, nave que tuve oportunidad de ver personalmente una vez que aterrizamos en la base espacial.

Hicimos una breve parada para ver como trabajan los Wreckers en conjunto con los humanos. Epps era una de esas personas que supervisaba, encontrarlo fue una sorpresa bastante grata. Él se acercó a saludarnos con un amistoso apretón de manos, aunque el saludo de Sam fue más extraño y duradero. Me hizo notar que algo no andaba del todo bien con él. Estaba sospechando que tenía relación con la pulsera alrededor de su muñeca, pero podría ser imaginación mía.

Como sea.

Subimos de vuelta a los vehículos para seguir nuestro camino. Los Autobots estaban alrededor del Xanthium haciendo los últimos ajustes. Fue duro llegar y ver que todos se preparaban para partir. Parece que incluso ellos lo habían aceptado sin ninguna protesta.

Descendimos de los vehículos ya que la Directora nos concedió unos minutos a Sam y a mí para despedirnos. Por alguna razón no fui capaz de moverme de dónde estaba al encontrarme con la mirada de Optimus. Automáticamente agaché la cabeza avergonzada. Sam fue el único que se aventuró a hablar con él mientras yo me quedaba petrificada.

—¿No vas a ir? —miré de reojo a mi derecha, Simmons apareció en su silla de ruedas—. Estás a punto de perder ese vuelo.

—No estoy de humor.

—Finalmente entiendo todo, pobre chico —siguió hablando—. Aunque nunca lo hubiera imaginado, que tú y él grandulón...

—No hay nada que entender —lo interrumpí—. Está claro que es completamente unilateral.

Miré dolida hacia dónde estaba Sam intercambiando palabras con Optimus, parece que estaban terminando porque Sam se alejó para ir con Bumblebee.

—¿Unilateral? —repitió Simmons—. Pues yo creo que te está esperando.

Optimus estaba mirando en nuestra dirección desde su posición. Apenas pude establecer contacto visual sin alterarme. Mis manos empezaron a sudar de nervios. No me sentía lista para ir y afrontar las cosas. Pero debo hacerlo. Ya no habrá otro momento.

Me armé de valor y di el primer paso, conforme iba avanzando, Optimus se arrodilló para estar lo más cerca posible cuando yo llegara. Me paré frente a él respirando hondo y aparentando verme serena, en realidad estaba colapsando por dentro.

—He perdido tu confianza, nunca podré perdonarme por eso —se inclinó más hacía mí, su mirada daba la impresión de estar apagada—. Jamás debí poner en duda tu sospecha.

—Tenías tus motivos —dije más débil de lo que hubiera querido—. Sentinel era tu maestro, es comprensible que hayas escogido creer en él.

—No, fui un ingenuo al permitir que el respeto hacia mi antiguo maestro nublara mi juicio y permití que te lastimara —aceptó decepcionado—. Te he fallado.

—No puedo mentirte, me dolió. Sin embargo, entiendo que incluso tú cometes errores —mi voz flaqueó—. Todos lo hacemos.

Optimus se inclinó más hacia mí, la cercanía me puso tan nerviosa que agaché la mirada hacia mis manos que jugaban entre sí. Inconscientemente sabía que estaba esperando algo.

—¿No hay nada más que quieras decirme? —había seriedad y verdadero interés en su tono. Eso me ayudó a recuperar un poco de confianza en mí misma.

—Creo que ya lo sabes... —asumí desviando la mirada.

—Pero me gustaría escucharlo de ti —algo tocó mi mentón y me obligó a voltear al frente. Sentí las mejillas arder cuando nos miramos—. Por favor.

No pude anticiparme. Sin darme cuenta ya estaba atrapada en esta situación en la que solo existía una salida. El calor de mis mejillas se extendía a todo mi rostro. Tuve que apretar los dientes con fuerza para que no se escapara ningún grito. Ni siquiera sé si estoy respirando.

—E-Es que y-yo... —me quedé paralizada, lo único que podía pensar es que el azul de su mirada era más intenso de lo que recordaba.

Ninguna palabra salió de mí. Simplemente estaba en blanco. Solo pude memorizar cada detalle e imperfección de la pintura en su rostro, por si era la última vez que nos veíamos en un largo tiempo. Pensar en eso me hizo sentir un nudo en el estómago. Aún me cuesta creer que de verdad se irán.

—Lo siento —la mano de Optimus se apartó—. Te presioné demasiado —se disculpó—. Todavía es confuso para mí hallar la manera correcta de interactuar sin ser invasivo. Creí que lo había corregido de la última vez.

—N-No es tu culpa —dije recuperando el aliento—. Yo soy la que debería aprender a controlarse mejor.

Un suspiro se escapó de mis labios. Se supone que esto no debería ser incómodo. Tengo que comportarme porque no sé cuándo volveremos a vernos.

—Me inquieta pensar que los humanos tienen un concepto de amor diferente —soltó de repente—. En Cybertron, somos capaces de unirnos y compartir el resto de nuestras vidas con el compañero que elegimos. Mientras que ustedes pueden tener múltiples emparejamientos a lo largo de sus vidas. Es algo que no termina de tener claridad para mí.

—Tal vez sea porque los pensamientos de las personas evolucionan de manera constante, eso hace que su forma de ver las cosas cambie y muchas relaciones terminan. Sé que puede sonar complicado —tragué saliva, preparándome para continuar—. A pesar de que mi percepción ha cambiado... mis sentimientos no lo han hecho.

Su silencio me resultó preocupante. Volví a verlo una vez más. Optimus estaba sonriendo, aunque no de una manera exagerada, era una sonrisa sutil. Mi corazón se aceleró con ese simple gesto.

—Grace, debes saber que mi percepción sobre ti también ha cambiado desde que nos conocimos —su mirada apuntó hacia el cielo—. He sido testigo de la madurez que has adquirido y de los valientes sacrificios que estuviste dispuesta a hacer por otros —su óptica volvió mirarme, dejé de pestañear en ese momento—. El aprecio que te tenía se tornó diferente hacia el de cualquier otro humano. Mi Chispa comenzó a querer más de ti. Y por eso tuve que poner un límite entre nosotros, porque no estaba seguro de qué es lo que tú querías.

Creo que mi cabeza va a estallar. Es decir, pasé tres años odiándome por sentirme de esta manera y Optimus... ¿Se sentía igual? Es confuso. Todavía no proceso que realmente estamos teniendo esta conversación. ¿Por qué tengo que enterarme ahora? Es el peor de los escenarios.

—Si eso es cierto, no puedes irte —mis labios temblaron al hablar—. No cuando acabas de decirme algo tan importante —pasé una mano por mi cabello con desesperación. De repente todo se está tornando borroso para mí—. Dime que de verdad no tienes un plan para todo esto.

—Podrías saberlo si quisieras —negué con la cabeza, Optimus formó esa pequeña sonrisa apenas perceptible—. En ese caso, te pediré que confíes en mí una vez más.

—Iré con ustedes —insistí. Había una sensación asfixiante subiendo por mi garganta.

—Los humanos te necesitarán —aseguró—. Debes quedarte.

No pude contenerme más y cerré los ojos, fue como haber bajado una palanca, las lágrimas acumuladas se desbordaron por mis mejillas. No me importó nada más. Simplemente me lancé corriendo hacia Optimus y lo abracé con todas mis fuerzas. Solo apoyándome en las puntas de los pies podía alcanzar su rostro mientras él se inclinaba para permitirlo. Hubiera deseado que activara la holoforma solo por esta ocasión. No me atreví a pedírselo.

Mis manos se deslizaron por las placas laterales de su rostro. Apoyé la frente sobre el metal, la distancia me dejó sentir su aliento en mi piel. Me estiré un poco más, alcanzando la punta de su nariz en dónde deposité un corto beso y luego me alejé. No es precisamente como lo imaginé pero fue suficiente.

Lo observé levantarse, Optimus también me miró una vez más y asintió con la cabeza, cómo si prometiera que iba a encargarse de todo. Después se dió la vuelta y se retiró caminando para unirse al grupo de Autobots. Traté de mantenerme impertérrita, de no quebrarme, tenía que ser firme incluso cuando lo único que quería era derrumbarme.