Apenas tuve tiempo de intercambiar palabras con los demás. Me despedí brevemente de Ratchet y le agradecí por todo lo que me ha enseñado, también alcancé a hablar un poco con Jazz y Ironhide, dijeron que siempre estarían en deuda por salvarles la vida. Intenté explicarles que no me debían nada pero no hubo forma de convencerles de lo contrario. Ah, y claro que tampoco podía olvidarme de Bee, era nuestro guardián después de todo. A ellos siempre los recordaré con especial cariño por haber sido los primeros en cambiar nuestras vidas. Hubiera querido despedirme del resto pero el despegue estaba a punto de iniciar.

Junto a Sam, subimos a una torre alta. Mientras él se sentó en la cima, yo solo me recargué con los brazos cruzados. Me ahogaba en mi propia impotencia de no poder hacer nada más que observar.

Y entonces la nave despegó.

Nuestros amigos se habían ido de la misma forma en que llegaron. Lo único que deseaba en ese momento era regresar cinco años atrás, en la noche en que vimos esa lluvia de meteoritos. Dónde todo comenzó.

Sacudí la cabeza, ahuyentando esos pensamientos porque sabía que era imposible. El sonido de una llamada entrante rompió mi divagación. Volteé hacia Sam, él bajó de un salto y caminó ansioso en círculos al mismo tiempo que atendía el teléfono.

—Ya tienes tu respuesta —le escuché decir. A pesar de que trató de alejarse no pudo impedir que llegara a mis oídos—. ¿Seguros de qué? —preguntó agitado.

Desde mi lugar, giré sutilmente para alcanzar a ver su rostro, Sam palideció a causa de lo que sea que le haya dicho aquella persona en la llamada. Dejé de prestarle atención cuando un estallido retumbó en el cielo. Volví la mirada hacia la nave que transportaba a los Autobots, acaba de explotar frente a nosotros. Los escombros llovieron envueltos en llamas.

No pude procesarlo. Me quedé absorta, sin ser capaz de mover un solo músculo. Los brazos de Sam me rodearon en un intento de consuelo, lo sentí apoyar su cabeza sobre la mía durante un corto periodo. De repente se separó soltando un grito. Dejó caer el teléfono y de su muñeca se desprendió el reloj adoptando la forma de un pequeño artrópodo metálico. Al principio me llevé una sorpresa, pero no tardé en ayudarle a repartir pisotones a esa cosa para tratar de liquidarla. Al final no nos molestamos en darle caza. Estábamos demasiado abatidos.

En nuestro duelo por asimilar lo ocurrido, Sam me contó el porqué cargaba con esa cosa adherida a su muñeca. Era una historia larga, se resumía a que el jefe de Carly trabaja secretamente con los Decepticons y ahora la tenía secuestrada a ella. La verdad es que no tenía ánimos para involucrarme en otro conflicto, pero era mi deber ayudar a Sam, así que le sugerí rastrear esa llamada si es que quería encontrar a la chica.

Bajamos apresurados de la torre para dirigirnos al interior de las instalaciones en búsqueda de un equipo equipo con el cual poder llevar a cabo el rastreo. Afortunadamente nos encontramos a Simmons y Dutch en el camino, sus habilidades eran mucho mejores que las mías para este tipo de tareas. Dejamos que él se encargara, en menos de veinte minutos, Dutch ya tenía la posible ubicación exacta.

—Son redes de Chicago —dijo mientras seguía trabajando frente a las computadoras—. Lo tengo —exclamó, señalando la pantalla del centro—. La torre Trump, Chicago. Un Penthouse.

—Iré allá —anunció Sam. No había otra cosa en su expresión más que temor, pero aún así se esforzó para sonar determinado.

—¿De verdad? —le pregunté con seriedad—. Es un viaje largo y arriesgado.

Lo que realmente me tenía en duda, era saber si para Sam valía la pena correr ese riesgo. No es que no me interese Carly, pero en este punto no me arriesgaré a perder a mi hermano también.

—Escúchame, ella no ha hecho más que ayudarme —respondió Sam—. Llegaré allá en 15 horas.

Sabiendo que nada lo haría cambiar de parecer, solté un largo suspiro antes de exteriorizar mi decisión. No podía creer que de verdad haría esto.

—Entonces iré contigo —sentencié—. Alguien tiene que cuidarte.

—Es peligroso, tú lo dijiste —se opuso Sam—. Además, oíste a la Directora. No te dejarán salir de aquí con todo este caos.

De un movimiento arranqué el bordado del uniforme y lo tiré al piso junto con mi radio. Por alguna razón eso me hizo sentir mucho mejor de lo que imaginé.

—La única razón por la que acepté entrar aquí acaba de irse. No tengo ningún otro motivo para quedarme —confesé tras otro suspiro—. Y si tú todavía puedes salvar algo, es mi deber ayudarte. Vale la pena intentarlo.

Antes de que Sam pudiera decir cualquier cosa, alguien se atravesó para tirar su radio y equipo de rastreo junto al mío. Subimos la mirada sincronizados hacia esa persona. Casi me olvidaba de Todd.

—Pues yo solo entré por ti —sus ojos marrones conectaron con los míos, transmitiéndome su valía—. Si te vas, entonces yo también.

Pretendía responderle, recordando un poco de todo lo que había pasado, pero mis labios se quedaron entreabiertos cuando otra persona dio un paso hacia nosotros.

—No dejaré ir a tres niños solos a la línea de fuego —se pronunció Epps—. Los llevaré —declaró sin darnos la oportunidad de protestar—. Vengan conmigo, aún conservo algunos amigos de NEST.

Después de intercambiar miradas entre los tres, decidimos seguir a Epps fuera del cuartel. Caminamos durante unos minutos hasta llegar a su auto, tomé asiento en la parte de atrás con Todd a mi lado. Una vez que el viaje inició, también lo hizo el silencio. Todos estábamos callados, cada quién iba en sus propios pensamientos. Lo único que compartíamos era la seguridad de que esto era el inicio de algo terriblemente malo.

Con un par de llamadas, Epps se puso en contacto con sus amigos para pedirles apoyo. Entre más avanzábamos, una fila de autos detrás de nosotros iba creciendo. Los conocidos de Epps se añadían al equipo y nos seguían hacia la ciudad. No sabía qué pensar de todo esto. No sé cómo resolverlo ni si de verdad podré hacer algo para ayudar. Intenté distraerme viendo por la ventana, aún faltaban bastantes horas de camino. Aproveché para dormir una siesta sobre el hombro de Todd. Quizás no era oportuno tomarme un descanso pero mis párpados pesaban y con todo lo vivido necesitaba recuperar energías.

Al despertar de mi letargo, lo primero que captaron mis oídos fueron voces conocidas. Estaban sosteniendo una conversación sobre algo a lo que no le di importancia ya que un bostezo se escapó de mi boca mientras terminaba de espabilar. Estiré los brazos y volteé desorientada hacia los lados para saber si ya habíamos llegado. Desafortunadamente todavía nos faltaban algunos kilómetros.

—¿Batman o Superman? —escuché a mi derecha. Me giré despacio y con el ceño fruncido por la confusión—. Discutimos cuál es el mejor superhéroe —Todd estaba sentado en una pose tranquila, como si meditara profundamente al respecto.

—¿Qué? —aguanté la risa, esperando el momento en el que dijera que solo estaba bromeando pero eso nunca sucedió.

—Superman —contestó Epps desde el volante—. Hoy y siempre.

—No lo creo, Superman es aburrido porque ya lo tiene todo —alegó Todd con seguridad—. En cambio, Batman es una persona sin superpoderes que usa sus propios talentos para salvar a la ciudad. Por lo tanto, es el mejor superhéroe.

—Esto no está pasando —me quejé, subiendo la mirada al techo.

—Si sigo escuchando algo más sobre superhéroes voy saltar del auto en movimiento —advirtió Sam.

—Bueno, solo trataba de sacar conversación —se justificó, luego sentí que me miraba—. Y... ¿Ya vas a contarme cómo te fue? —esta vez habló más discreto.

—¿De qué hablas? —giré confundida. Todd se revolvió incómodo en el asiento y trató de evadir el contacto visual a toda costa.

—Bueno, técnicamente creo que salió bien —prosiguió nervioso—. Me alegro —la alegría era lo último que reflejaba.

—Oh, sí... sobre eso —terminé de entender—. No fue como lo imaginé, espero no haber sido demasiado patética.

—Lo dudo mucho —murmuró—. Y crees... ¿Que esté muerto? —sus ojos rodaron despacio hasta mirarme. Me crucé de brazos sin decir nada—. ¿Qué? No sería la primera vez.

—Que gracioso —solté gruñendo.

—Yo solo digo que su nave explotó en pedazos delante de todos —respondió con simpleza—. No se sobrevive tan fácil a eso.

—Optimus me pidió que confiara en él y es lo que haré —bajé la mirada, colocando una mano en mi pecho—. Y puede sonar extraño pero no siento que sus Chispas se hayan apagado. No tengo idea de como explicarlo.

El silencio volvió a reinar en el interior del auto, cada vez estábamos más cerca de llegar a Chicago, lo supe de inmediato porque desde lejos se levantaban enormes columnas de humo negro. Naves volaban sobre los edificios y disparaban. Era una auténtica invasión.

Decenas de vehículos se amontonaban en el carril contrario para tratar de salir de la ciudad, había quiénes simplemente preferían caminar con tal de escapar. La escena era caótica, me causó escalofríos y un espontáneo dolor de estómago. No fui capaz de observar por mucho tiempo los rostros de las personas. Preferí fijar la vista en el camino que nos quedaba, lo cual no era más reconfortante.

—Si antes teníamos señal, ya no tenemos —anunció Epps cuando cruzamos el puente.

Las calles estaban ocupadas por vehículos abandonados y en llamas. Había gente todavía tratando de huir y nos advertían que diéramos la vuelta mediante señas. Jamás creí que los Decepticons atacarían una ciudad tan importante. Cualquiera que sea su propósito, parece que esta vez quieren conseguirlo a como dé lugar.

Finalmente llegamos a una parte del camino por la que no podíamos avanzar más porque estaba obstruido. El auto se detuvo y bajamos uno tras otro, nos reunimos con el resto del equipo para comenzar un reconocimiento del terreno. En el cielo, varios aviones de la fuerza aérea se hicieron presentes para combatir a un par de naves pero fueron fácilmente neutralizados por los Decepticons.

Se ve que la situación no marcha a nuestro favor.

—¿Vinimos a buscarla en medio de eso? —preguntó alguien luego del espectáculo aéreo.

—¿Vamos a entrar ahí, Epps? —se sumó otro.

—Yo no voy a entrar ahí —protestó uno más.

—Nadie va a entrar —les respondió Epps.

—Yo sí —Sam no tardó en abrirse paso—. Voy con o sin ustedes.

No dudé en ir detrás de Sam ignorando las miradas que cayeron sobre mí por ser la primera en seguirlo. De reojo miré a Todd igualando mi velocidad para alcanzarme.

—¡Te matarán si entras, Sam! —gritó Epps—. ¡¿Es lo que quieres?! —alcanzó a jalar su brazo, obligándolo a darse la vuelta—. ¿Has venido aquí para que te maten?

—Ella está aquí por mí, ¿Entiendes? —Sam se soltó del agarre y avanzó.

La mirada de Epps se alternó entre nosotros, supongo que esperaba nuestro apoyo para hacerlo entrar en razón.

—No voy a abandonar a Sam en esto —fue todo lo que dije antes de volver a caminar.

—Y en teoría yo soy su número uno, así que... —Todd se encogió de hombros y después me siguió.

—¡Escucha! —Epps se lanzó nuevamente sobre Sam—. Entra en ese edificio y aunque aún esté viva, ¡Nunca podrás llegar a ella!

—¿Y qué sugieres que haga? —lo cuestionó Sam.

Epps lo miró directo a los ojos.

—Se acabó —le dijo con franqueza—. Es la verdad, se acabó.

Me sorprendió lo rápido que todos habían perdido las esperanzas. Nadie se atrevía a dar un paso más desde aquí. Como no podemos obligarlos, asumo que solo seremos nosotros tres en esto. Que gran plan.

De repente se escucharon disparos, algunos cayeron cerca de nosotros, una nave se acercaba. Un grupo de personas salió corriendo de la dirección contraria huyendo de los disparos. Mis ojos se abrieron más a cada segundo de ver lo cerca que estaba. Me quedé atrapada en mi asombro sin poder moverme.

—¡Es tu momento! —Todd me sujetó de los hombros—. ¡Detén esa nave!

—¡¿Qué?!

—¡X-Men 2! —lo miré estupefacta sobre el hombro—. Cuando escapan de la base de Stryker y la presa se derrumba —continuó diciendo—. Si Jean pudo detener la corriente de agua y elevar la nave al mismo tiempo, ¡Tú puedes detener esa chatarra!

—¡Ah, sí! —exclamé sonriendo—. ¡¿Cómo no se me ocurrió antes esa lógica?!

Rodé los ojos con exasperación y volví a concentrarme en la nave, extendí las manos apuntando hacia ella y dejó de avanzar de golpe. Toda la energía se desvió hacia los propulsores aumentando la potencia para ir al frente. Contuve la respiración como si mi resistencia dependiera de eso.

—¡Ya casi lo tienes! —me alentó Todd.

Las torretas de la nave se desplegaron aún estando estática en el aire. Sentí los disparos tan cerca que aturdieron mis oídos. Las nubes de polvo me obligaron a toser.

—¡Váyanse de aquí! —comencé a ceder—. No sé cuánto más pueda aguantar.

Por un instante creí que uno de los disparos lograría acertarme pero algo golpeó la nave haciéndola perder estabilidad. Dejé de poner resistencia y caí al suelo, viendo como se desplomaba hasta chocar con la superficie. Evidentemente no fue obra mía, por lo que volteé hacia todas partes buscando respuestas. Un casquillo de bala gigante atravesó mi campo de visión y rebotó contra el suelo, alguien detrás de mí recargó un arma en sincronía. Me di la vuelta solo para quedarme sin aliento.

—Los mataremos a todos —una sonrisa se formó en mis labios al ver a Optimus.

El sonido de varios motores me hizo mirar de nuevo hacia la nave, tres autos de NASCAR iban llegando en formación. Uno a uno se transformaron para rodear al Decepticon que estaba a bordo.

—¡Wreckers, matenlo! —ordenó Roadbuster y los tres empezaron a desmantelarlo.

Luego de presenciar cómo arrancaban parte por parte, volví la vista hacia Optimus, todavía bastante atónita a causa de su repentina aparición. Aunque una parte de mí estaba rebosando de alegría con el simple hecho de que estuviera aquí.

—Sus líderes ahora entenderán que los Decepticons jamás dejarán en paz a la Tierra. Teníamos que hacerlos creer que nos habíamos ido —sentenció Optimus—. El día de hoy, en nombre de la libertad, ¡Les declaramos la guerra!

A lo lejos logré ver qué más vehículos se estaban acercando. Era el resto los Autobots que también nos deslumbraron con sus apariciones. Aún no entiendo cómo pero están vivos, es suficiente para mí.

—¡Estalló su nave! —Sam los miró desconcertado—. ¡Yo lo vi!

—¿La nave? Nunca estuvimos en la nave —se burló Roadbuster, arrancando otra extremidad del Decepticon y luego la arrojó—. Nosotros la diseñamos, ¿No?

—Nos ocultamos en el primer cohete propulsor que se separó. Y caímos en el Atlántico como lo planeamos —explicó Leadfoot, deshaciéndose de los restos—. No iremos a ningún lado.

—¡Sí! —saltó Brains—. ¡Nadie nos va a exiliar!

—Los Autobots se quedarán aquí —dijo Wheelie—. ¡Los ayudaremos a ganar la guerra!

Supongo que eso explica todo y el porqué aceptaron irse tan pacíficamente. No quiero pensar que hubiera pasado si ese plan fallaba.

—Sitiaron la ciudad para ser una fortaleza, para que nadie vea lo que hacen dentro —expuso Optimus—. Nuestra única oportunidad es el elemento sorpresa.

—Yo sé donde buscar —aseveró Sam. Antes que nada, se dirigió hacia la nave deshabilitada y llamó a Bee para que le ayudara a examinarla—. ¿Puedes volar esto? —obtuvo unos zumbidos y ademanes como respuesta, tuve que aguantar una carcajada al ver su cara—. ¿Cómo que más o menos? ¿Qué es eso de "más o menos"? —repitió imitando los movimientos de Bee—. No me convence.

—No lo presiones —coloqué una mano sobre el hombro de Sam—. Bee lo intenta.

—Sí y hace los soniditos de R2D2 —observó Todd fascinado—. Obvio que puede pilotar.

—¿Listos? —nos preguntó Epps—. Vamos a entrar.

Sam se acercó discretamente a mí y me tomó del brazo, alejándome de la multitud.

—Gracias por acompañarme —dijo mirándome serio—. Pero rescatar a Carly es algo que debo hacer yo.

—¿Estás seguro? —pregunté intranquila.

—Muy seguro. No quiero arriesgarte haciendo que subas a esa cosa —contestó sin vacilar—. Solo iré con Bee —alzó la barbilla para señalar—. Tú debes ir con él.

Mis mejillas se calentaron al darme cuenta de que se refería Optimus. El recuerdo de nuestra última conversación vino a mi mente, haciéndome esconder la mirada rápidamente.

—C-Creí que no te agradaba la idea.

—Y no me agrada, aún tenemos pendiente esa conversación. Ya verán ustedes dos cuando esto acabe —aclaró entre dientes—. Pero hace cinco años, te dije que algún día yo haría lo mismo por ti —su mano palmeó mi espalda—. No olvido mis promesas.

Mentiría si niego mis deseos de correr y abrazarlo tal como lo hice cuándo nos despedimos, sin embargo, sería demasiado vergonzoso y puede que un poco precipitado. Aún nos queda mucho que decir, así que debo guardar la compostura.

Mientras los demás subían a los autos, yo me encaminé hacia el camión que ya me esperaba con una puerta abierta, como si estuviera ofreciéndome una invitación que acepté entre nervios. Estar de vuelta en estos asientos me hizo sonreír relajada.

—Esta vez no te voy a defraudar —la voz de Optimus fue suave—. Haré lo que sea necesario para salvar a la Tierra.

—Me alegra que no se hayan ido —sonreí con alivio—. Y quería decirte qué...

Estaba a punto de hablar pero vi que alguien se acercaba gracias a los retrovisores. La puerta a mi lado se cerró en automático y los seguros bajaron.

—Ja-ja —Todd fingió reírse—. Vengo en paz, solo necesito transporte —a pesar de su explicación, la puerta no se abrió por más veces que tiró usando las dos manos. Lo cierto es que disfruté verlo esforzándose hasta que se rindió—. ¿Entonces qué? ¿Me voy volando?

—Ya súbete, niño —Ironhide abrió una puerta detrás de él.

—Batman y Robin no se separan —Todd sacó la lengua frente al espejo del camión antes de darse la vuelta y subir a la camioneta—. Aguafiestas —dijo cerrando de un portazo.

Contuve las risas mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. Una vez que todos estaban equipados y listos para partir, los Autobots avanzaron en formación hacia el interior de la ciudad.