Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!
Capítulo 50
~Bella~
A primera hora de la mañana, llaman a la puerta. Emily debe seguir durmiendo, su puerta está cerrada cuando paso por esta.
Ni siquiera me molesto en echar un vistazo por la mirilla. En cambio, simplemente abro la puerta rápidamente.
Y allí se encuentra.
Edward.
Parado frente a mi puerta, recientemente duchado, su cabello aún húmedo.
Anoche después de nuestra cena espontánea de hamburguesas y confesiones, él me acompañó hasta mi apartamento, me besó en la puerta, y se despidió. No lo presioné. No le pedí que entrara. Que se quedara. No quería que nos apresuráramos demasiado. Saltar demasiado pronto a las cosas.
Entonces, me arrepentí… toda la noche.
Y ahora, se encuentra aquí.
Lo miro—radiante, fresco y… feliz.
—Ay —digo cuando mi mirada llega a su nariz y su ojo violeta, casi negro.
—Deberías ver al otro tipo —bromea, con una sonrisa—. Buenos días.
—Buenos días —digo mientras él se inclina hacia mí—. ¿Cómo está la nariz?
—No tan mal. Le puse hielo y me tomé un ibuprofeno. —Su mano se estira hacia mi rostro, su pulgar frotando mi mejilla.
—La práctica no comienza hasta dentro de una hora más o menos —digo en casi un susurro.
—Lo sé —dice, acercándose aún más. Puedo sentir su aliento a menta acariciar mi boca—. Pero luego estaremos ocupados todo el día, y… no podía esperar otro segundo.
Sus labios tocan los míos, suaves al principio, el beso suave antes de profundizarlo. Él sostiene mi rostro, inclinando mi cabeza mientras sus labios se deslizan contra los míos, y un gruñido se escapa de su garganta. Quizás se arrepienta de dejarme anoche tanto como yo me arrepiento de no pedirle que se quede.
—Lo siento —dice, apartándose con una sonrisa.
—No necesitas disculparte. —Mis dedos se mueven por su brazo—. ¿Quieres entrar, o tenías algo más planeado?
—Hasta aquí llegó mi plan —admite con una sonrisa tímida.
—De acuerdo, vamos… —Tomo su mano y jalo de él hacia el interior, cerrando la puerta detrás de él—. Tour rápido. Sala. Cocina. —Señalo con mi mano mientras lo guío hacia mi cuarto—. Esa de allí es Emily. —Señalo a su cuarto—. Es de tercer año, estudiante de arte, como yo. —Sonrío ante su expresión divertida—. Y tiene el sueño pesado.
Él se carcajea mientras lo jalo por su cuarto y por el baño entre el de ella y el mío.
—Y aquí estoy yo —añado, un poco jadeante. Estoy nerviosa. Emocionada. Muriendo por tener sus labios en los míos de nuevo.
El sol, entrando por mi ventana, brilla en sus ojos mientras estudia mi cuarto, su mirada posándose de una cosa a otra hasta que se conecta con la mía.
—Hola —digo, jalándolo hacia mí después que cierra la puerta detrás de él.
—Hola —susurra mientras sus labios encuentran los míos.
Mis manos rodean su cuello mientras las suyas se mueven por mi espalda y entonces sujetan mis piernas, levantándome así rodean su cintura.
—Mierda, Swan. —Gruñe contra mis labios.
—Deberías haberte quedado anoche. —Jadeo mientras besa mi cuello y mis dedos aferran su cabello.
—No sabía si querías tomar las cosas con calma. —Sus besos bajan más, haciéndome retorcer de la mejor manera.
—¿Quieres tomar las cosas con calma? —pregunto, sin aliento.
—No quiero arruinar esto. —Su tono es entrecortado mientras sus dedos se hunden en mi pierna.
Antes de poder contestarle, mi teléfono comienza a vibrar molestamente en mi mesa de noche.
—¿Necesitas contestar eso? —Él gruñe contra mi cuello.
—Probablemente sea mi papá.
Edward me baja de inmediato, riendo suavemente.
—A tomarlo con calma, entonces. —Pasa una mano por su cabello mientras yo tomo mi teléfono—. Por ahora…
—Hola, papá… —Contesto la videollamada rápidamente, sabiendo que él simplemente seguirá llamando hasta que lo haga. Él me llama todas las mañanas, así como lo hizo cuando me encontraba en Texas—. ¿Cómo estás? —Apoyo mi espalda contra mi escritorio, así la ventana, y por ende no mi cuarto, y bueno, Edward, se encuentra detrás de mí.
—Hola, Bells… Estoy muy viejo para esta mierda. —Hace una mueca, mostrándome su hombro y un vómito fresco en su camiseta. Diablos, los bebés son asquerosos—. ¿Qué haces hoy?
—Solo estoy preparándome para la práctica —digo, echando un vistazo rápidamente a Edward mientras él niega con la cabeza frenéticamente, en una señal de que no quiere estar en esta videollamada, asumo.
—¿Hablaste con tu Chico de Colorado ya? ¿Le contaste todo? ¿Cuándo puedo hablar con él? —Charlie pregunta con prisa.
—Papá… —Lo interrumpo antes de que él pueda avergonzarme aún más—. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo? No quiero llegar tarde a la práctica.
—Solo habla con él, cariño. Él lo entenderá.
—¡Está bien, papá! —Me río nerviosamente. Edward luce ligeramente divertido y parcialmente confundido—. Adiós. —Cuelgo y bajo el teléfono, mientras Edward lentamente se acerca a mí—. Charlie realmente quiere hablar contigo —digo con una risita—. Se siente mal por no haberte contactado.
Edward encoge de hombros, con su sonrisa aún en su rostro, ubicándose frente a mí.
—No le guardo rencor a tu papá. Estoy agradecido de que pudo ayudarte. —Sus dedos primero llevan mi cabello por detrás de mis orejas y luego bajan por mis brazos, antes de envolver mis dedos con los suyos y jalarme hacia la cama.
Se sienta en mi cama, mi mano aún en la suya, y me paro entre sus piernas.
—¿Quién es ese? —Edward pregunta de repente, y echo un vistazo detrás de mí, hacia la foto en mi mesa de noche, en la que estoy sosteniendo a E.J. en mis brazos cuando apenas tenía unas semanas de vida.
—Ese es E.J. —digo con una sonrisa tímida, sentándome junto a Edward—. La nueva adición a la familia Swan. Aún tengo que contarte sobre él. —Volteo hacia Edward, sorprendida de encontrarlo muy confundido y ligeramente aterrado—. Mi hermanito —aclaro, viendo con diversión cómo el alivio cubre el rostro de Edward—. Porque aparentemente mi padre no terminó de tener hijos a los cuarenta años.
—Santo cielo. —Edward suspira, dejándose caer sobre mi cama.
—¿Qué pensabas? —pregunto con una risita.
—¡No lo sé, carajo! —dice, riéndose más fuerte—. Pero simplemente digamos que estoy muy feliz de estar equivocado.
Me carcajeo, acostándome a su lado, acurrucándome contra él.
—Tenemos mucho con qué ponernos al día.
—Así es. —Sonríe dulcemente. Nos quedamos así, acostados uno junto al otro por unos minutos, sus dedos deslizándose por mi brazo de arriba abajo, mientras escucho su corazón tranquilizarse.
—Quiero mostrarte algo. —Decido que bien podría ir con todo ya que estamos compartiendo y eso.
—¿Oh? —Se apoya sobre sus codos mientras me bajo de la cama, dirigiéndome hacia el armario para tomar mi caja de cuadros.
—¿Recuerdas que dije que he estado dibujando mucho más? —Coloco la caja en la cama mientras él se sienta, asintiendo con la cabeza suavemente mientras inspecciona la caja—. Bueno, hay algunos que he hecho para ti… o de ti, supongo.
Abro la caja y examino con cuidado los lienzos.
—Este lo hice en tu cumpleaños, hace dos años. Es oscuro y triste, pero es una representación de cómo me sentía en ese entonces. —Le muestro el dibujo en carbón, sobre papel de grano grueso. Es él, su silueta, siendo abandonado mientras me alejaba de él en el hospital. Mis ojos se llenan de lágrimas mientras lo observo inspeccionar la imagen, su rostro cubierto de dolor.
—No se volvieron más felices hasta un año después más o menos. —Tomo otro para él, esta vez en pastel. Somos nosotros, sentados en nuestro banco, los pájaros en los árboles sobre nosotros. Él lo estudia en silencio, y entonces le doy otro, y otro.
—Exploré un poco más con bocetos y lápiz también. —Le muestro—. Me obsesioné un poco con dibujar tus manos. —Paso por los bocetos en lápiz de su agarre en mis zapatillas.
Él las mira, aún en silencio, sus cejas elevándose en su frente.
—Es tonto, pero era mi manera de permanecer conectada contigo, ¿supongo? Incluso si jamás tenía la oportunidad de dártelos.
—No es tonto —dice finalmente—. Swan, estos son hermosos. Incluso los desgarradores.
—Dibujé este hace un par de semanas… —Le tiendo el último, sonriéndole—. En tu cumpleaños. No sabía cómo sería recibido un mensaje de mi parte, no con cómo dejamos las cosas después de las pruebas para el equipo… así que no lo envié. —Somos nosotros haciendo elevaciones frente al Lago Bear—. No pudimos hacer eso esta vez, pero ¿quizás tengamos otra oportunidad?
Él sonríe con un pequeño suspiro, mirando entre la imagen y entonces a mí.
—Así que, ¡feliz cumpleaños! —digo alrededor del nudo en mi garganta, las lágrimas ahora cayendo libremente.
—Ven aquí… —Guarda los cuadros en la caja y los empuja a un lado, jalándome hacia él, envolviendo sus brazos a mi alrededor y abrazándome a su pecho.
—Son increíbles, Swan —dice contra mi cabello—. Tú eres increíble.
Paso mis dedos por debajo de mis ojos, atrapando el resto de las lágrimas, y lo miro.
—Quiero colgarlos en mi cuarto. —Su sonrisa es grande, pura.
—¿En serio?
Asiente profusamente.
—Y creo que acabo de encontrar mi próximo tatuaje.
—¿Cuál?
Se estira hacia la caja, y sin vacilar, sacando uno de los bocetos de su mano—el de su mano con sus dedos sosteniendo mis zapatillas.
Me muero un poco.
—¿Harías eso?
—Solo necesito decidir dónde… y cuándo. —Desliza sus dedos por los trazos del lápiz—. Swan, esto es tan genial. Yo… —Se detiene, sus ojos observando los míos.
—Te amo —le digo. Sabiendo que él puede no estar listo para decirme esas palabras aún, pero no quiero perderme la oportunidad de decírselo, especialmente después de todo el tiempo que perdimos juntos—. Está bien si no puedes corresponderlo. —Coloco mi mano sobre la suya—. No tienes que decirlo. Lo sé.
—Quiero decirlo… —Cierra los ojos, apoyando su frente contra la mía—. No sabes lo mucho que quiero hacerlo.
Espero el "pero"...
Pero no hay uno.
Él respira profundamente, en cambio, y enlaza sus dedos con los míos.
—Jamás dejé de amarte, Swan. No importa lo mucho que lo intenté. —Cuando sus labios se encuentran con los míos, es todo lo que esperaba y más.
