Descargo de responsabilidad: Twilight y todos sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, esta espectacular historia es de fanficsR4nerds, yo solamente la traduzco al español con permiso de la autora. ¡Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!
Disclaimer: Twilight and all its characters belong to Stephenie Meyer, this spectacular story was written by fanficsR4nerds, I only translate it into Spanish with the author's permission. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!
No encuentro palabras para agradecer el apoyo y ayuda que recibo de Larosaderosas y Sullyfunes01 para que estas traducciones sean coherentes. Sin embargo, todos los errores son míos.
|9|
—¿Cuántos años tienes, Jasper?
Sus brillantes ojos de zafiro se encontraron con los ojos de whisky de ella. —Diecisiete, señora.
—Diecisiete—, musitó ella, con una sonrisa evidente en las comisuras de los labios. —Yo tenía diecisiete años cuando me casé—. Lo miró a tiempo de ver cómo se le sonrojaba el cuello. Esta vez, la sonrisa se dibujó en su rostro. —¿Acaso piensas en el matrimonio?
Él se aclaró la garganta, mirándola ansiosamente. —Es algo que he considerado—, dijo con cuidado. —Aunque no estoy seguro de ser digno de ser un buen partido.
—Eres aprendiz de una de las mentes más brillantes que ha conocido nuestro pueblo—, dijo ella, inclinando ligeramente la cabeza mientras lo examinaba. —Algún día serás un hombre muy venerado y respetado. Seguramente tus perspectivas lo reflejarán.
Los ojos de Jasper parpadearon hacia ella y se apartaron, su vergüenza evidente. —No importa cuánto me haya enseñado mi maestro—, dijo lentamente. —Seguiré siendo un bastardo.
Bella se estremeció. Conocía la historia de su madre tan bien como cualquiera del pueblo. Rosalie Hale había sido amiga de Bella -sólo cinco años mayor que ella- cuando llamó la atención de un soldado que pasaba por el pueblo. Rosalie había sido una persona brillante y amable antes de que llegara el soldado. Cuando se marchó, se volvió huraña y retraída. Nadie hablaba de ello directamente, aunque se sospechaba lo que había ocurrido.
Bella nunca se había recuperado de la injusticia por la que había pasado Rosalie. Le habían hecho algo horrible y la habían culpado a ella, una niña de sólo catorce años.
Rosalie nunca se había casado y, cuando Jasper tuvo edad suficiente, fue enviado como aprendiz con monsieur Laurent con la esperanza de que aprendiera una habilidad lo bastante valiosa como para superar las circunstancias de su nacimiento. A los ojos de muchos en el pueblo, Jasper era un joven trabajador y capaz, pero Bella sabía que tenía razón. Para que sus perspectivas aumentaran, probablemente tendría que abandonar el pueblo y viajar a algún lugar donde nadie lo conociera. Era terriblemente injusto.
—¿Cómo está tu madre?
Bella sintió culpa en su corazón por no haber visto a su vieja amiga en casi un año. Prometió en silencio visitar a Rosalie en cuanto ella y su marido estuvieran a salvo en casa.
Jasper sonrió, con los ojos entrecerrados mientras miraba el horizonte. —Está bien—, dijo, y su tono sugería que algo más estaba ocurriendo. Bella inclinó la cabeza hacia él, curiosa. —Ella... — Hizo una pausa y miró las crines de su montura. Ella observó cómo sus dedos recorrían los bordes de las riendas en las palmas de sus manos. —Tiene un pretendiente.
El corazón de Bella se llenó de alegría. —¿Lo tiene?—, murmuró. —Es una noticia maravillosa.
Jasper asintió. —Creo que se casarán en primavera—, continuó. El corazón de Bella se sintió tan ligero y cálido como un girasol al mediodía. Rosalie había sido considerada la chica más guapa del pueblo. Se murmuraba que era lo bastante encantadora como para llamar la atención de la nobleza, si así lo deseaba. Cuando quedó embarazada, no faltaron pretendientes que se ofrecieron a casarse con ella, para evitarle la vergüenza de un hijo nacido fuera del matrimonio. Ella los había rechazado a todos y, en privado, a Bella le preocupaba que el daño causado a su amiga hubiera sido suficiente para cerrarle el corazón por completo.
Se alegró de saber que no era así.
Jasper y ella cabalgaron en agradable silencio durante un rato, mientras Bear ladraba de vez en cuando mientras seguía el rastro de un conejo o una ardilla.
Cerca del mediodía, se detuvieron para dar de beber a sus caballos. Jasper se escabulló hacia el bosque para hacer sus necesidades mientras Bella iba a buscar dos manzanas y trozos de queso que había traído para ellos.
Comieron, encaramados sobre piedras cubiertas de musgo, al abrigo de afiladas agujas verdes. El paisaje había cambiado, pasando de campos a bosques. Bella sabía que eso significaba que estaban cerca del siguiente pueblo, aunque no recordaba lo cerca que estaba.
—¿Señora?
Levantó la vista, encontrándose con la mirada de Jasper. —¿Sí?
Se aclaró la garganta. —¿Por qué cree que su marido está metido en algún lío?
Ella tragó saliva. —Mi marido es un hombre muy considerado—, dijo al cabo de un momento. —Sabe cómo me preocupo por él cuando su trabajo lo aleja de casa. Siempre me avisa si va a tardar más de lo previsto.
Jasper frunció el ceño. —¿Y no ha enviado nada?
Bella negó con la cabeza. —No, ni en dos días.
Jasper bajó la mirada hacia la manzana que tenía en las manos. —¿Cree que...?— Hizo una pausa, y Bella observó al chico con curiosidad. Él la miró, con aire avergonzado. —No importa. No quiero ofenderla.
—Por favor, di lo que piensas.
Jasper vaciló. —¿Crees que podrían tener algo que ver? —Cuando ella frunció el ceño, su barbilla se inclinó en dirección al pueblo. —Los muertos caminantes.
Bella soltó un suspiro. —Te lo repito, Jasper. Los muertos no caminan.
Él parecía escéptico. —¿Pero crees que tiene algo que ver?
Bella vaciló. —Fueron sus ataúdes los que desenterraron—, dijo lentamente, con los ojos fijos en la manzana que tenía entre las palmas. —Pero eso no es decir nada. Todos los ataúdes en kilómetros a la redonda son suyos—. Sacudió la cabeza. Sin embargo, no podía deshacerse de la sensación en el estómago de que su esposo tenía algo que ver con el actual misterio del pueblo.
Pero no tenía ni idea de cuál era su papel.
