Descargo de responsabilidad: Twilight y todos sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, esta espectacular historia es de fanficsR4nerds, yo solamente la traduzco al español con permiso de la autora. ¡Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Disclaimer: Twilight and all its characters belong to Stephenie Meyer, this spectacular story was written by fanficsR4nerds, I only translate it into Spanish with the author's permission. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!


No encuentro palabras para agradecer el apoyo y ayuda que recibo de Larosaderosas y Sullyfunes01 para que estas traducciones sean coherentes. Sin embargo, todos los errores son míos.


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La noche era oscura y fría. La niebla se había asentado en la hierba, tiñendo el aire de una espesura que Jasper sintió pegarse a su piel mientras corría tras la Señora Masen. Era rápida, lo reconocía. Para ser tan pequeña, corría realmente bien.

Jasper patinó un par de veces en los resbaladizos adoquines, pero por suerte la alcanzó antes de llegar al cementerio.

—Señora—, jadeó. —¿Qué esperas encontrar?

Ella respiraba con dificultad mientras marcaba un paso rápido. —Los muertos no caminan—, dijo lanzándole una mirada dura. Él se encogió de hombros. —Pero si ha habido más alteraciones graves, eso podría significar alguna pista sobre mi esposo.

Jasper la observó con recelo. No sabía qué le resultaba más inquietante: si su incredulidad en la Bruja Muerta o su creencia de que su marido estaba implicado de algún modo en los saqueos de las tumbas.

Deseó haber tenido una linterna mientras corrían por las calles oscuras. Una vela... algo. Se sentía demasiado expuesto en la oscuridad de la noche, en un pueblo que desconocía.

Bella seguía adelante, despreocupada por cosas triviales como su seguridad.

El pueblo era un poco más grande que el suyo, pero ya había estado aquí antes y conocía la ubicación del cementerio.

—Señora, ¿qué es lo que espera encontrar?—, repitió.

Jasper temía su respuesta, pero de todos modos sus ojos parpadearon hacia su rostro, esperando.

Ella no le respondió, pero él vio pasar una sombra detrás de sus ojos que no tenía nada que ver con la oscuridad que los cubría.

Llegaron al cementerio y Jasper vaciló al borde de la propiedad. La señora Masen entró a toda velocidad, con sus faldas barriendo la niebla que se adhería a la hierba cubierta de rocío. Jasper maldijo en voz baja y se persignó antes de seguirla a la tierra de los muertos.

No estaba segura de qué buscaba, pero supuso que lo sabría cuando lo viera... o, con suerte, cuando no lo viera. A diferencia de la mayoría de la gente que conocía, Bella no le temía al cementerio. No podía, estando tan involucrada en el trabajo de su marido. Para ella, los cementerios eran más bien galerías donde se veneraba y admiraba el trabajo de su marido. Por supuesto, la mayoría de las veces sus ataúdes eran enterrados para no volver a ser vistos, pero su recuerdo siempre perduraba.

Podía sentir la energía nerviosa que desprendía el joven aprendiz mientras recorrían los delgados senderos del cementerio. Quería tranquilizarlo, pero también reprenderlo por distraerla.

Sus agudos ojos escudriñaron las ominosas formas a través de la niebla, a la caza. Navegaban por el cementerio, y ella empezaba a sentir que aquí no encontraría respuestas cuando se congeló, con el hielo atenazándole la columna y helándole los pulmones.

Allí, unos pasos por delante de ella, era inconfundible. El olor a podredumbre y putrefacción, a carne descompuesta y a tierra recién removida.

Respiró hondo y se preparó para enfrentarse a lo que la niebla pudiera depararle.

A su lado, el joven aprendiz casi se deshizo de su cena mientras seguía a su ama hacia la tumba volcada.

Era un espectáculo terrible. Sus ojos escudriñaron los restos, tratando de encontrar sentido a lo inimaginable. Sus ojos se posaron en unos mechones de pelo liso que había en la tierra frente a él. Era un cabello apagado y sin vida, pero probablemente había pertenecido a una mujer joven. Casi se parecía al pelo de su madre, pero era un poco más pálido. Sus ojos siguieron los mechones, tratando de tranquilizarse mientras se concentraba en ellos.

Sus ojos se detuvieron cuando se posaron en las puntas del pelo, el trozo de cuero cabelludo que habían arrancado del cuerpo.

Comprendió demasiado despacio, y cuando se dio cuenta de lo que estaba mirando, se dio la vuelta y vació el estómago sobre la hierba.

Bella se ordenó a sí misma seguir siendo racional, que mantuviera la calma. El cuerpo seguía en el ataúd, aunque había sido horriblemente manipulado y, en su estado de descomposición, partes de él habían volado. La cabeza le colgaba del cuello, rota y destrozada como si alguien le hubiera arrancado algo de alrededor de la garganta.

Los ojos de Bella se apartaron del cadáver mutilado y se centraron en el ataúd. Lo reconoció enseguida como obra de su marido.

Cayó de rodillas, sabiendo lo que tenía que hacer a continuación, aunque no le gustaba la tarea. Recordó el ataúd, sabía dónde mirar, y sus dedos se deslizaron por el forro, buscando la abertura oculta. Sus nudillos rozaron el frío cadáver y luchó contra un escalofrío.

El dedo corazón encontró el pestillo y lo abrió rápidamente.

El compartimento oculto estaba vacío, las posesiones más preciadas de aquella mujer habían desaparecido.

Bella sintió que su corazón se desplomaba y que sus sospechas se confirmaban. Sus ojos vagaron por el rostro de la muchacha muerta, posándose en las cuencas huecas donde una vez estuvieron sus ojos, en la bisagra rota de su mandíbula, abierta en un grito silencioso.

—Señora—. Jasper gimió, llamando su atención. —No debemos quedarnos aquí.

Bella soltó un suspiro y asintió, poniéndose en pie. Volvió a mirar a la muchacha a la que le habían arrebatado la vida demasiado pronto, y que ahora había perdido la dignidad de su muerte.