Leaving Home Ain't Easy
Era una noche particularmente silenciosa en la casa de la familia Tsujimoto. Los esposos habían salido a una cena de negocios, mientras Miyuki había perdido la noción del tiempo haciendo un trabajo para una de las asignaturas de la universidad. Teniendo los audífonos puestos y una lista de reproducción a un volumen apenas audible, la joven dividía su atención entre el texto que escribía y el navegador donde consultaba sus fuentes.
Cerca de medianoche, separó los ojos de la pantalla, poniéndose de pie y estirando sus músculos. Dejando sus audífonos a un lado, se dirigió a la ventana. Con la mirada perdida en la oscuridad de la noche, se preguntaba cómo le estaría yendo a Hibuki con la banda. De forma involuntaria, ambos habían decidido conversar lo menos posible acerca de ese tema. Aún mantenían una comunicación constante, tanto por chat como durante el tiempo que compartían en la universidad, sin embargo, los temas personales eran los que más afloraban en eso pequeños momentos en que podían charlar. Algo similar ocurría con Yuuko. Podía decir que estaba más al tanto de su historia de vida que de su actividad en la banda.
El sonido de una puerta cerrándose la sacó de sus pensamientos. Con rapidez, regresó a su escritorio y releyó lo que había escrito, fingiendo estar trabajando. Sus oídos prestaban atención a cualquier ruido externo a la habitación, por si sus padres llegaran a querer entrar, pero no fue el caso. Ni siquiera un saludo de su parte. Miyuki suspiró, apagó su computador y comenzó a prepararse para dormir.
En lo que se sintió como un abrir y cerrar de ojos, tres semanas transcurrieron desde que Yuuko se integró a Ao no Danjon. La ahora guitarrista daba todo de sí en busca de nivelarse con sus nuevos compañeros de banda, a la vez de mantener el delicado equilibrio que tenían sus responsabilidades. Natsuki estaba siendo, de nuevo, una ayuda invaluable para la rubia. Si bien ya no se reunían juntas a diario para ensayar en su residencia tras su turno, habían logrado ajustar sus horarios para coincidir el mayor tiempo posible en la universidad, bien fuera ellas solas o junto a Nozomi, Hibuki y/o Miyuki.
Por su parte, la joven Tsujimoto seguía con el estricto régimen de horarios impuesto por sus padres. Era habitual que ella se refugiara en la biblioteca durante sus horas libres, momento en que podía conversar con sus amigos y distenderse un poco. Sus calificaciones y buen desempeño le hacían posible que dedicara parte del tiempo en la biblioteca a lecturas no académicas, algo que por obvias razones mantenía en secreto de todo el mundo. O al menos así era hasta que un par de ojos violeta y otros esmeralda la descubrieron.
—Vaya, creo que perdí la clase donde nos mandaron a leer ese libro —bromeó Yuuko, sorprendiendo a la pelinegra, quien cerró el libro con rapidez.
—No, no es lo que parece —tartamudeó Miyuki. Tanto la rubia como Natsuki comenzaron a reír—. ¡No se burlen!
—Tranquila, tu secreto está a salvo con nosotras —aseguró Natsuki—. ¿Cómo vas?
—Ahí, sobreviviendo al aburrimiento. No voy a negar que esta lectura es entretenida, pero solo puedo leer este tipo de libros aquí. Además, extraño tocar.
Yuuko y Natsuki intercambiaron una extraña mirada al escuchar esto. Miyuki suspiró con resignación al verlas.
—Por favor, no digan nada —suplicó la joven Tsujimoto—. No quiero que me recuerden el error que cometí.
—Descuida, creo que ya te hemos reprochado lo suficiente —dijo Yuuko, poniendo su mano sobre el hombro de Miyuki.
—Sobre todo Yuuko es quien más te ha reprochado —bromeó Natsuki.
—¡¿Qué dijiste?!
—Dije que tú…
—¡No hace falta que lo repitas! —Yuuko miraba a Natsuki con el ceño fruncido, gesto que se acentuó al ver la sonrisa ladina de la ahora bajista.
—Menos mal. Creí que la intensidad de nuestros ensayos te estaba afectando el oído.
—Ay, por favor. —La rubia acercó su rostro al de su compañera para poder expresarse sin alzar demasiado la voz—. Fui trompetista de bandas sinfónicas durante seis años, tocando sin amplificación al aire libre y en recintos relativamente grandes. Creo que mis oídos pueden resistir una banda de jazz, pop, rock o lo que sea que toquemos.
Natsuki mantenía su sonrisa ladina. Ambas mirándose a los ojos, tan cerca que casi podían verse reflejadas en los irises de la otra. Tan cerca que podían sentir la respiración de la otra en su piel.
—No sé si decirles que ya se besen o que mejor vayan a hacerlo a otra parte —comentó Miyuki con seriedad.
Natsuki y Yuuko se separaron de inmediato, sonrojadas a más no poder y con sus corazones latiendo a toda velocidad. Una tímida risilla escapó de los labios de Miyuki.
—¡No te burles! —exclamaron las dos chicas a la vez, aunque una leve sonrisa de alivio se les dibujó en su rostro.
—Perdón, pero me hace gracia que aún sean solo amigas. En serio, ¿cuándo van a dar el gran paso?
Ambas se miraron por un momento. En el pasado habrían negado rotundamente cualquier posibilidad de que hubiera algo entre ellas, pero en ese instante, con todo lo que había pasado en las semanas previas, era imposible que esa negativa saliera de sus bocas.
—No quiero presionarlas —prosiguió Miyuki, cerrando su libro y poniéndose de pie—. Solo pido ser una de las primeras en saberlo cuando lo den, ¿de acuerdo?
Ambas asintieron. Satisfecha, la pelinegra se despidió de ellas y abandonó la biblioteca.
—¡¿Qué rayos fue eso?! —se preguntaron a la vez. Mirándose a los ojos, soltaron una discreta carcajada.
—No lo sé —expresó Natsuki—, pero fuera lo que fuere, parece que hizo sentir mejor a Tsujimoto.
—Sí, tienes razón. Aunque… —Yuuko dirigió una pícara sonrisa a su amiga—. Ya quisieras tener el privilegio de besarme.
—Eso mismo digo yo —refutó la ahora bajista—. Admítelo, te morías por besarme.
—¡Ja! Mira quién habla. Tú estás el doble de muerta de ganas de probar mis labios.
—¿Ah, sí? Pues tú lo estás el triple.
—Pues si tienen tantas ganas, deberían hacerlo de una vez —intervino una risueña Nozomi, entrando a la biblioteca y sorprendiendo a ambas chicas, cuyos rostros volvieron a teñirse de un rojo intenso—. Deberían aprender de Mizore, que nunca ha dudado a la hora de besarme.
Haciendo caso omiso a las palabras de la flautista, sintiéndose incómodas con la cercanía, Yuuko y Natsuki se separaron bajo una extraña mirada dada por su amiga. Ambas odiaron esa incomodidad. ¿En qué momento pasaron de estar a gusto molestándose e invadiendo el espacio personal de la otra a lo que fuera que les sucedía en ese instante? Por alguna razón, les aterraba buscar una respuesta a aquella pregunta.
—¡Déjanos en paz! —exclamaron al unísono antes de abandonar la biblioteca, dejando extrañada a Nozomi por aquella reacción.
El ensayo de la banda parecía ir sin inconvenientes. El sonido de los instrumentos estaba en una armonía sólida, incluso con las pequeñas falencias que se presentaban de vez en cuando. Sin embargo, Hibuki notó que sus compañeras actuaban algo distantes entre ellas.
—¿Todo bien entre ustedes? —preguntó cuando notó que el tiempo estaba a punto de agotarse.
—Cla-claro —tartamudeó Yuuko—, ¿por qué no habría de estarlo?
Una risa nerviosa acompañó estas palabras. Por su parte, Natsuki parecía fuera de sí mientras comenzaba a guardar sus cosas.
—Pues pareciera que hubieran tenido una discusión en serio y no quisieran hablarse.
—No es eso —intervino la ahora bajista—. Pero digamos que las cosas se han puesto algo incómodas entre nosotras.
—¿Por qué?
—No lo sabemos con exactitud, Yamazaki —respondió Yuuko—. Hoy en la biblioteca, Tsujimoto y Nozomi sugirieron que Natsuki y yo debíamos besarnos, pero, por alguna razón, aunque eso no es nada nuevo con ellas, hoy nos incomodó.
—Antes del ensayo intentamos actuar normal, pero el recuerdo de eso nos lo impidió —complementó Natsuki—. Si bien no lo acordamos, cada una decidió distanciarse de la otra, al menos por un rato.
Hibuki adoptó una actitud pensativa. El reflejo de la luz del salón en sus lentes le dio un aire particular al ocultar sus ojos.
—Son libres de no responder si así les parece mejor, pero ¿es la idea de besarse la que les causa esa incomodidad?
Ambas, por primera vez en un buen rato, se miraron. Un leve tinte rojizo invadió sus mejillas. Si bien tenían clara la respuesta a esa pregunta, dicha respuesta generaba aún más preguntas.
—No —respondieron a la vez.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
Esa era la pregunta importante. El intercambio de miradas entre ambas continuó. En sus rostros comenzaron a manifestarse de nuevo aquellas inseguridades que habían permanecido dormidas en el último tiempo. Ambas tenían miedo de ser rechazadas, de que todo el avance que habían tenido se basara en señales malinterpretadas. Además, las palabras de Miyuki y Nozomi seguían dando vueltas en su mente. Sus intenciones quizás no fueran malas, pero no parecían ser de ayuda en esa situación.
Natsuki decidió refugiarse en eso. Suspirando, apartó la mirada para encarar al baterista.
—Yuuko y yo nos conocimos hace poco más de seis años. En todo este tiempo, cada avance en nuestra relación se ha sentido natural. Por eso, al menos en mi caso, siento que Tsujimoto y Nozomi, sin querer, están añadiendo presión en mis decisiones.
—Me siento igual —intervino Yuuko—. Al menos Tsujimoto pareció leer el ambiente y no insistió; incluso dijo que no quería presionarnos. Pero Nozomi es algo intensa.
—Supongo que es su venganza por todo lo que la presionamos para que avanzara con Mizore. —La bajista rio ante su comentario, lo que alivió a la guitarrista, que se acercó a ella por primera vez en un rato.
—Bien, parece que ambas están en la misma página respecto a este asunto —comentó Hibuki—. Aunque deberían ser más abiertas, especialmente con Kasaki.
Diciendo esto, el baterista se puso de pie y comenzó a guardar sus cosas, dando así por terminado el ensayo. Yuuko y Natsuki hicieron lo mismo en silencio, un cómodo silencio para ambas.
Miyuki revisaba una vez más aquel trabajo, en busca de algún pequeño error que pudiera haber cometido. Tras revisar cada carácter de forma minuciosa, sonrió al no hallar ninguna imperfección. Guardó el archivo y cerró el programa, satisfecha consigo misma. Poniéndose de pie, estiró sus músculos para liberar cualquier tensión acumulada en su cuerpo, tensión que se aferró a sus músculos cuando se dio cuenta de la presencia de su madre en el marco de la puerta de su habitación.
—Nuevamente perdiendo el tiempo —dijo la mujer, negando con la cabeza y alejándose.
Frustrada, Miyuki suspiró, tomó su teléfono y lo conectó al computador para mover los archivos que consideraba más importantes. Mientras ese proceso se llevaba a cabo, tomó una maleta y empacó un par de mudas de ropa.
—Creí que podría resistir hasta que finalizara el año, pero me temo que no es así —dijo para sí, sin darse cuenta de que alguien la observaba.
—Tu madre tenía razón, solo estás perdiendo el tiempo —comentó aquel hombre desde la puerta.
—Para ustedes todo es una pérdida de tiempo, ¿no? Comer, dormir, ir al baño, incluso respirar es una pérdida de tiempo.
—No me faltes al respeto, jovencita.
—¿Decir lo que pienso es faltar al respeto? ¿Hacer notar que ustedes son adictos al trabajo es faltar al respeto? ¿Pedir tener tiempo para mí misma es faltar al respeto?
—¡No digas tonterías! ¿Acaso crees que hubiéramos podido tener todo esto perdiendo el tiempo en cosas sin importancia?
—¿Y de qué les sirve si no lo disfrutan? Apenas y pasan tiempo en casa y solo organizan alguna cena de negocios cuando todo lo demás está ocupado.
—Algún día entenderás la importancia del trabajo arduo.
—Ya la entiendo, pero también entiendo que no puede ser lo único que nos motive a vivir, y quisiera que ustedes también lo entendieran antes de que colapsen por su obsesión con el trabajo.
—¡Tonterías!
—¡No son tonterías!
—¡Sí lo son! En lugar de estar perdiendo el tiempo pensando en esas estupideces, deberías ponerte a estudiar, que buena falta te hace.
Con incredulidad, Miyuki desvió su mirada a su computador, notando que todo lo que consideraba importante ya se había movido, incluyendo el trabajo que venía realizando en esos días, trabajo que debía presentar en la última semana de clases, por lo que estaba listo con cerca de un mes de antelación. Tomó la maleta, fue al computador y lo apagó. Desconectó su teléfono y lo guardó en su bolsillo.
—¿Sabes lo que sí es una pérdida de tiempo? Esperar a que ustedes me reconozcan por lo que soy y no por lo que haga o deje de hacer. Así que voy a dejar de perder el tiempo esperando un milagro y me voy a hacer mi vida como a mí me plazca.
Diciendo esto, Miyuki abandonó la habitación, dirigiéndose hacia la puerta de la casa.
—Te lo advierto, Miyuki —intervino su madre—: si pones un solo pie fuera de esta casa, no volverás a entrar en lo que nos quede de vida.
—Entonces hasta nunca.
Y con un portazo, la joven Tsujimoto cortó las relaciones que tenía con sus padres. ¿Qué iba a hacer de ahí en adelante? No lo sabía, pero sí que sabía dónde refugiarse.
Sus pies la llevaron a aquella casa donde había dejado su bajo poco más de un mes antes. La última vez que estuvo ahí, estaba desconsolada, perdida y desesperanzada. Ahora tenía una visión diferente, decidida a empezar de nuevo, esta vez con ayuda de aquellos que nunca han dudado en tenderle la mano.
Nada más acercarse, notó una familiar figura masculina caminando también hacía aquella casa. De inmediato, corrió hacia aquella persona y la abrazó con fuerza.
—¡Miyuki! —exclamó al reconocerla—. ¿Qué haces aquí?
—Mi paciencia se agotó y ahora estoy por mi cuenta. Aunque me pregunto si no tendrán problemas en hospedarme unos días mientras consigo un empleo y un lugar dónde vivir.
Hibuki sonrió e incrementó la fuerza del abrazo.
—Sabes perfectamente que no habrá ningún problema. Es más, si quieres, vamos a buscar a mi padre para que lo escuches de su boca.
—Me parece bien.
De esta forma, ambos emprendieron el camino hasta Torihara Snack. Mientras avanzaban, conversaban acerca de la discusión que puso punto final a la relación de la joven con sus padres, así como de lo sucedido durante el ensayo.
En el local, Yuuko y Natsuki se sorprendieron gratamente al verlos llegar juntos. Una vez al tanto de lo sucedido, ninguna sabía cómo reaccionar.
—Vamos, sé que ambas querían que esto sucediera. No tienen que ocultar que se alegran por mí —aseguró Miyuki, manteniendo una expresión seria.
—Sí, pero sabemos que no fue una decisión fácil —afirmó Yuuko—. Dejar todo atrás, aun lo malo, no es fácil.
Una tímida sonrisa se asomó en los labios de la pelinegra.
—Gracias por la empatía, pero todos sabemos que tardé demasiado. Como sea, ahora soy libre, pero necesito ganarme la vida, así que, si me disculpan…
Sin decir más, la joven Tsujimoto se alejó de la caja y se dirigió a la oficina en busca del señor Yamazaki. Hibuki decidió no seguirla, por lo que se quedó junto a Natsuki y Yuuko.
Tras un par de toques, el señor Yamazaki autorizó la entrada de la persona que estaba tras la puerta, sorprendiéndose al darse cuenta de que se trataba de Miyuki. Con amabilidad paternal, el hombre pidió a la joven que se sentara y le preguntó el motivo de su visita.
—Verá, acabo de dejar la casa de mis padres, así que me preguntaba si usted podría hospedarme en su casa por un tiempo, y también vengo a pedir empleo.
—Eres más que bienvenida a nuestra casa, Miyuki —aseguró el señor Yamazaki con una sonrisa—. Puedes quedarte todo el tiempo que necesites. Respecto al empleo, ¿vas a regresar a la banda?
—Sí, señor, pero ¿qué tiene que ver?
—Tiene que ver con tus horarios. Necesito verificar que no interfieran con tus estudios ni con las actividades de la banda. Por ahora, te pondré en los mismos turnos que Yoshikawa-san, para que puedas aprender de ella.
Miyuki sonrió.
—Bien, daré lo mejor de mí para no decepcionarlos.
