Aunque le diera un millón de vueltas al futón, era en mañanas como esas en las que Obito necesitaba saber qué le estaba sucediendo en su jodido interior y no lograba aclararse. Por muchas vueltas que le daba también al asunto, no iba a encontrar respuesta en la cama y lo sabía. Tampoco iba a encontrarlas en los silenciosos, casi pacíficos desayunos, cada vez más frecuentes que tenía con su supuesto senpai de Akatsuki, Deidara. Y mucho menos creía que iba a saber qué le sucedía si se lo preguntaba al otro, aunque quizás, del otro se trataran sus predicamentos.
–¿Qué te pasa Tobi? Estás muy silencioso hoy– preguntó mientras degustaba el delicioso té verde de su kohai.
–Senpai, es que Tobi, Tobi no sabe qué le pasa.
–¿Hm? ¿A mí? Solo estaba pensando en el arte…–comenzó.
–No, senpai, Tobi no sabe qué le pasa a sí mismo. Senpai, ¿usted sabe que le pasa a Tobi?– e inclinó la cabeza para mayor énfasis.
"Y yo que estaba por ponerme feliz creyendo que está madurando conmigo", pensó Deidara, irritado.
–Ya te estabas tardando en ser idiota hoy, hm– escupió para ocultar una pequeña desilusión.
Y de aquella vez mañana, había pasado un mes exacto para ver llegar a un ojeroso Deidara más madrugador que nunca, a insinuarle claramente hacia dónde iban los tiros con él. Y Obito, con una conciencia casi dolorosa del hecho, nunca había estado con los pantalones lo suficientemente apretados para saber lo que se le venía encima.
Y aún sería más difícil para Deidara, porque Obito no se decidía. No le habían pedido una respuesta, pero de algún modo sabía que debía darla. Las vueltas que hace un mes atrás diera en el futón le causaban risa, ahora que Deidara le había dicho aquello. ¿Qué se suponía que debía responderle? Nunca nadie se había preocupado antes por él… excepto Rin.
Y como lejanamente le recordaba a Rin, no estaba seguro de la sinceridad de sus sentimientos. ¿O acaso era algo nuevo lo que sentía? ¿Como responderle algo, si ni siquiera sabía del todo lo qué le sucedía en su interior?
¿Qué era lo que le pasaba, que hacía tiempo sentía que todas sus defensas amenazaban con venirse abajo bajo el toque de la mano de Deidara?
Obito fue dándose cuenta muy lentamente de que las cosas que Deidara le hacía sentir no tenían comparativa en su historia pasada. Y a medida que pasaba el tiempo, y las mañanas con él se acumulaban como las comidas y las anécdotas compartidas, poco a poco escucharlo hablar a través de su vibrante voz iba revirtiendo el desequilibrio interno que le había acompañado desde que era un adolescente.
De la mano de la extraña magia de ese chico de Iwagakure se fue dando cuenta. De a poco, sin paso apresurado, entendió que si se sinceraba… sí quería. Quería, pero ¿cómo decirle un simple sí?
Antes, articular esas dos letras seguidas nunca había sido tan difícil. Su afirmación se le trababa en la garganta, al cabo de varias vueltas se la tragaba, frente a un Deidara confundido y desilusionado, que resignado suspiraba antes de cambiar el tema de conversación y volver a intentarlo al día siguiente.
La primera vez creyó que le iba a dar un infarto. ¡Le había dicho que sí, le había dicho que sí! Quería correr por el bosque como colegiala que se enamora de su senpai. Contuvo la respiración y esperó una respuesta que nunca llegó.
–¿Deidara-senpai?
No sabía cómo se había distraído, pero a lo lejos lo avistó: Deidara ya estaba volando.
"¡Maldito seas, Uchiha Obito!" se maldijo a sí mismo, seguía siento tan lento, tímido y torpe como la primera vez que quiso decirle de sus sentimientos a Rin.
Pero decirle que sí a Deidara no iba a ser tan fácil, no sin tener en cuenta primero a su historia, su pasado… su oscuridad y su negación, enfrentarse a todos los fantasmas de sus muertos, y salir indemne de su propia destrucción. Sobre eso no tenía respuestas, sólo esperaba lanzarse al vacío y que los brazos de Deidara lo sostuvieran y lo curaran con su don.
–Estoy harto de todas tus vueltas, ¿escuchaste? ¡Y no vuelvas a invitarme dangos nunca más!– le lanzó los palillos restantes como kunais, mientras Tobi los esquivaba con sus movimientos increíblemente torpes pero eficientes.
–No son vueltas, senpai– Obito se sobrepuso al ataque.
A Deidara le pareció que Tobi respondía con un tono de desesperación que nunca antes le había escuchado.
Afinó sus ojos.
Aunque nunca antes se había enamorado, no estaba dispuesto a caer ante otra de las estafas del enmascarado, que bastante bueno se había revelado para darle vueltas y marearlo con sus indecisiones, sus pasos adelantes y sus arrepentimientos hacia atrás.
–No tengo más paciencia para ti, Tobi– sentenció, cruzándose de brazos.
–Pero yo sí quiero, y si tú también quieres…– Obito sintió que su voz se le apagaba. Aún así, intentó completar la oración, rogándole –¡Por favor toma mi mano, senpai!
Deidara se congeló observando la negra mano enguantada que le era extendida.
–¿Aún esperas que confíe en ti?– quiso ponerlo a prueba, aguijoneado por la desconfianza. No podía esperar que todo se le allanara de repente, como si los cuentos de hadas existieran y Tobi cediera con el simple poder de su toque.
Las palabras del artista fueron lapidarias, y Obito creyó que nunca, nunca, lo lograría.
–¡Espera! Mi Deidara-senpai.
Si Deidara iba a mostrarle la piel y a huir, entonces el haría lo mismo hasta que entendiera que sí, que quería estar con él, salir con él, compartir juntos algo más que la habitación, dangos y el día a día.
–Llegaste a mí cuando estaba mal, cuando estaba cansado y harto de todo.
–¿Y qué con eso? Hablar contigo es como hablarle a la pared. ¿Qué garantía tengo de que no me estás tomando el pelo, de que no estás huyendo de nuevo en vano, hm?
–No, senpai, escúchame. Escúchame por favor– juntó sus manos a modo de ruego, queriendo tocarlo pero sin animarse a hacerlo –. No sé qué es lo que tienes, pero se que si bajo la guardia contigo podré estar mejor. Y eso he intentado hacer, todo este tiempo, créeme. Ya no aguanto más estar solo.
Deidara lo observó. De arriba abajo, con algunos palillos atravesando los costados de su túnica y palabras temblorosas de niña virgen, Tobi era la auténtica definición de desastre.
–Estás perdonado, hm.
Un temblor recorrió a Obito de la coronilla hasta los pies. Se lanzó hacia Deidara y lo alzó varios centímetros del suelo en un abrazo mientras comenzaba a girar sobre sus pies.
–¡Ven conmigo, Deidara-senpai! ¡Desde ahora estoy en tus manos!
–Wow, wow– Deidara intentó zafarse sin éxito, y sus palabras le hicieron picar las orejas.
Obito no dejaba de girar, hechizado por aquel don de ojos celestes.
–¡Vayamos juntos a la feria de dangos de este sábado!– se lanzó a correr con Deidara cargado en sus hombros, pletórico de alegría, con el corazón saltando como gacela en su tórax.
Intuía que Deidara era las respuestas a todas sus preguntas, la música para todos sus silencios, la miel a su corazón roto.
Después de todo, no en vano ese pequeño artista abrió a bombazos su piel hasta llegar a su corazón, para mostrarle que la cura a todo su mal era posible.
Quiero saber qué me pasa
Te pregunto qué me pasa
Y no sabés qué contestarme
Porque claro, de seguro te mareé
Con mis idas y vueltas
Te cansé con mi cámara lenta
Y aunque trato, nunca puedo
Apurar mi decisión
En el preciso momento en que todo
Va cambiando para mí, en ese instante
Te aseguro que alguna señal te di
Pero no me escuchaste
Tal vez sin intención de tu parte
Puede ser un poco débil
El sonido de mi voz
Siento que debo encontrarte
Y sin embargo paso el tiempo yéndome
Hacia mi mismo, a mi centro
Que jamás encontraré
Yo quisiera tenerte
Y tratarte de un modo decente
Pero ves que ya no puedo
Despegar de mi papel
Deberé tranquilizarme
Y jugar al juego que me proponés
Bajo la guardia, te recibo
Y me abrigo de tu piel
El destino me ha dado
Corazones desequilibrados
Tu palabra me nivela
Y detiene mi caer
Oh, una mañana te veré llegar
Y descubriré que yo solo ya no estoy mejor
Y te pediré que me acompañes
¿A dónde? En verdad no sé
Dime que sí, miénteme
Podría ser que al final
Rompiste el cristal en mí
Podría pasar que me hagas hablar
Yo creo que tienes el don de curar este mal
Podría ser que al final
Rompiste el cristal en mí
Abriste mi piel que estaba tan mal
Quebraste el silencio que me hizo alejar
Quizás seas tú quien me haga regresar
Intuyo que sabes la forma mejor
Y tienes el don que requiere curar este mal
¡Hola primer día de la Tobidei Week 2023! Llego un poco tarde, pero llego seguro. Esta vieja canción de mi adolescencia fue reinterpretada por sus autores originales (Miranda!) más el invitado Ca7riel. Ambas versiones me gustan mucho, pero les dejo aquí el videoclip de la segunda que es la novedad y que mola mucho: www punto youtube punto com / watch?v=bnkjvpBigVY
