62


Bella

Había planeado hablar con Edward esta mañana, para continuar con la conversación interrumpida del McDonald's, sin importar que no fuera el momento adecuado. Él irá al gimnasio luego del trabajo y entonces irá al bar.

Mi mejor apuesta es hablar el sábado, pero incluso eso me parece muy lejano.

Mi dedo se tambalea sobre su nombre. ¿Es una buena idea decirle que tengo que hablarle de algo?

Un golpe en mi puerta me saca de mis pensamientos y levanto la mirada. Es Carmen y ella ya viene hacia mí, con su gran sonrisa y sus brazos abiertos.

—¡Bella! ¿Cómo estás, cariño? ¿Te estás sintiendo bien? ¿Ya comiste algo?

—Hola, Carmen. Bien—alcanzo sus manos para que dejen de revolotear a mi alrededor—. Todo está bien.

—Aww—sonríe, entrelazando sus dedos con los míos—. Me alegro. ¿Cómo está el pequeño? ¿Da molestias?

—Nop—sacudo la cabeza—. Ha estado muy tranquilo. Tal vez sólo quería manifestarse para quedarse quieto.

Los ojos de Carmen se abren, al igual que su boca.

—¡Oh Dios! —une sus manos y las lleva a sus labios—, ¿puedo? ¿qué tan grande es?

—No muy grande—respondo, poniéndome de pie, pero ella ya está frotando mi abdomen, sintiendo el bulto.

—¡Ah, Bella! Es maravilloso. ¡No puedo creerlo! —suspira—. ¿Imaginas lo divertido que será si Emmett y Rose tienen un hijo pronto? ¡Sera fantástico!

Trago, incómoda y sólo puedo asentir con la cabeza.

—¿Sólo venías a darme abrazos? —regreso a mi silla y le alzo las cejas, esperando desviar la conversación.

Ella rueda los ojos, pero la sonrisa en su rostro no se va. Se lleva una mano a la cadera. Su traje borgoña se frunce en sus codos.

—Y venía a negociar.

—¿Negociar? ¿Sobre qué?

—¿Crees que la cuna sea un asunto muy importante para los padres de Edward?

—¿De qué hablas?

—Si, ya sabes…—ella se sienta en el escritorio—no quiero quitarles eso.

—En realidad no tengo idea. ¿Quieres que se lo pregunte?

Ella hace una mueca.

—Bien. Eso puede funcionar—suspira—. Quiero darle tantas cosas, pero no quiero quitarle nada a ellos, ¿entiendes? Porque, ellos sison sus abuelos.

Le frunzo el ceño.

—Serás su abuela, Carmen. Eres mi madre en todos los sentidos.

—Amo cuando dices eso—me da un toquecito en la nariz.

—¡Ah, fuera de aquí!

Ella se carcajea y me señala cuando va hacia la salida.

—¡No olvides la fiesta de Pascua! —me advierte.

—¡No participaré en la cacería de huevos! —grito antes de que ella cierre la puerta.

Agita su mano, aplacándome y finalmente se va.

xxx

A partir de ahora, evitaré la máquina expendedora del pasillo. Caminaré por más tiempo hasta llegar a la cafetería para conseguir mis snacks.

Jacob arruinó el fácil acceso.

Debí haberlo hecho hoy.

En su lugar, estoy de pie junto a él, introduciendo monedas en la rendija mientras sus ojos curiosos taladran mi barriga.

¿Lo sabe? ¿Cómo lo supo? ¿Quién se lo dijo? ¿Es la noticia en Swan Crops?

Desearía tener un escudo justo ahora. O haber usado una blusa más holgada.

Mis pantalones de tiro alto ya dejan ver mi barriga.

Maldición. Tendré que inclinarme para alcanzar mis Lays.

—Lamento eso. No podía decidirme—murmuro, dándole la espalda al tomar mis frituras.

—No te preocupes—responde.

—¿Has probado los…

—¿Estás embarazada? —me interrumpe.

Exhalo de pronto, mirándolo a la cara. Mi corazón late rápido. Sus ojos van de mi barriga a mi rostro, como si no supieran en dónde quedarse pegados.

—¿Qué? —murmuro, jugando nerviosamente con el empaque en mis manos.

Ahora sería un buen momento para que alguien se acercara a nosotros y rompiera la incomodidad.

—¿Estás…? Lo lamento, sólo…—sacude la cabeza—. Olvídalo.

Jake se acerca a la máquina e introduce sus primeras monedas, así que me hago a un lado, dándole espacio.

—¿Por qué piensas eso?

Él vuelve a sacudir la cabeza, como si algo rozara su oreja. Está eligiendo Skittles, otra vez.

—Por nada. Yo…—me mira de soslayo—me pareció verte… vi a Carmen—se interrumpe, con palabras tropezadas.

—¿Sí?

—En tu oficina. Esta mañana. Tocaba tu panza.

—Ah.

Jake toma sus dulces y es claro que está listo para irse. Sus ojos no se despegan del piso.

Si las cosas no se hubieran arruinado, él habría sido el primero en saberlo. Si, en primer lugar, nunca hubiéramos salido, él estaría feliz. Él y Emmett estarían luchando por ser el tío predilecto y favorito. Él habría guardado mi secreto hasta que yo estuviera lista para decirlo.

Pero las cosas ya no son así.

Jake ya no tomará fotografías vergonzosas durante el parto, como dijo que lo haría.

Jake tampoco estará ahí con mi hijo. No lo enseñará a andar en patines, como prometió cuando íbamos en preparatoria.

Jake ya no estará.

Jake ya no es.

Ni lo será.

Se me hace un nudo en la garganta.

Jake no se mueve. Espera que añada más a mi respuesta. Quiere saberlo.

—Si, Jake, estoy embarazada.

Él no dice nada por un buen rato. Observa el paquete de Skittles en sus manos y finalmente me mira.

—¿Edward?

—Sí.

Su sonrisa es pequeña, ladeada. Sus ojos vagan alrededor.

—Vaya, eso es… no lo hubiera esperado—suspira—. Es genial—asiente—. Felicidades, Bella. Serás una buena madre.

Lo miro a los ojos, intentando buscar algo que me recuerde a mi amigo de toda la vida. Ansiando encontrar la emoción que siempre imaginé que encontraría en su mirada, pero no veo eso.

No puedo ver nada. Ya no puedo ver a Jake.

—Gracias, Jake.

Él asiente con su cabeza y emprende su camino por el pasillo.

Sip.

Definitivamente la máquina de la cafetería es mi mejor opción a partir de ahora.

Edward

—Bien…—suspiro, poniéndome de pie al tiempo que abro uno de mis cajones—tenemos trabajo que hacer, así que… ¿quién tomó mis marcadores?

Mis ojos se van hacia Heidi y ella, astutamente, desvía la mirada y avanza hacia el pizarrón.

—Yo no fui—Eric responde rápidamente.

—Heidi, mis marcadores.

Ella jadea, mirándome sobre el hombro.

—¿Por qué los tendría yo?

—Porque eres una ladrona—le dice Eric, haciéndola jadear aún más—. Si, lo eres. Te paseas alrededor observando, planeando estrategias.

Ella rueda los ojos.

—Cierra la boca, Yorkie—y entonces me mira—. ¡Y ni siquiera los usas!

Le entrecierro los ojos.

—Los usaré justo ahora.

Victoria lanza una risita y luego esperamos a que Heidi se decida a devolver lo que tomó descaradamente.

—¿Puedo tener algunos? —pregunta.

—¿Para qué? —Eric le frunce el ceño. Él lleva sus manos hacia la nuca y cruza sus piernas, balanceándose en su silla.

—¡Para rayar tu estúpido rostro! —rezonga Heidi, arrojándole una pluma al pecho.

—Hay marcadores en la oficina principal—murmuro mientras comienzo a organizar nuestro Kanban.

—Ah, genial.

—Creí que tenías que pedírselo a Maggie—Victoria intercede.

—Uuhh…—Heidi canturrea a mis espaldas—¿le llamarás, Edward? ¿le dirás que necesitamos marcadores?

La miro sobre mi hombro.

—¿Sabes usar un teléfono?

Gruñe y se cruza de brazos.

—Opino que la llames tú, Edward—Eric finaliza—podríamos conseguir más que sólo marcadores.

—¡Dulces! —Victoria exclama.

—No voy a llamarla yo—los corto.

—Como representante y supervisor de este departamento, deberías hacerlo—Heidi se acerca y señala lo que estoy escribiendo—. Yo me hago cargo de eso.

—Así es y podrías aprovechar para contarle que ¡serás un padre! —Eric aplaude.

Aaww—Heidi gime—, ¿cómo va eso? ¿cuándo descubrirán el sexo? ¿cómo está Bella?

—Bien—les sonrío—. Va genial. Ya está comenzando a notársele. Tal vez sabremos el sexo en la próxima cita con la ginecóloga.

Victoria y Heidi chillan.

—¡Eso es genial! ¡Tendremos un bebé! —incluso entrelazan sus manos luego de chocarlas en el aire.

—Lamento ser un aguafiestas, pero ¿no estás algo asustado? —Eric sale de su silla y se apoya en la pared.

—Demasiado, hombre.

—Mierda—él musita—. No quiero ser un padre. Demasiada presión.

—Gracias—mascullo, encarando el pizarrón de nueva cuenta.

—Todo estará bien—Victoria aplaca—. Lo harás genial.

—Y luego está el asunto de apenas haber comenzado a salir con Bella…—Eric continúa—¿no te da miedo eso?

—¡Eric! —ellas gritan.

—Como sea—las detengo—y si, todo se movió muy rápido. Algunas veces todavía intento descifrar algunas cosas. Es extraño—apoyo mi mano en la pared mientras llevo la otra a mi cadera.

—Mierda—Eric repite.

—Seh…

Es un asunto que me ha estado rondando la mente. Y nació inocentemente. Cuando preparaba la cena el otro día, me detuve de agregar pimientos porque no sabía si a Bella le gustaban. Resulta que si le gustan.

Y eso me hace sentir inseguro. Como si tuviera una lista de preguntas qué hacerle que nunca terminará o como si mi lista de pendientes fuera interminable y otra vez estuviera olvidando algo.

No pasar tiempo con ella como solía hacerlo tampoco está ayudando mucho.

—Hmm…—Heidi murmura y se sienta en mi silla, deslizándola hacia mí. Eric y Victoria también se acercan—¿planean casarse?

—No tengo idea—suspiro, golpeando descuidadamente el marcador. También arrojé eso al fondo de mi mente desde que supimos del bebé.

—Tú y Bella necesitan tener una conversación—Eric me señala—. Urgentemente.

—No lo sé… matrimonio y bebé es demasiado, ¿no? —Victoria ladea la cabeza—. No tiene nada de malo no casarse.

—Puede quitarle presión al asunto—Heidi asiente—, seguirá siendo tu novia, es más relajado de esa forma.

—Y ardiente—Eric opina—. Todos los beneficios sin etiquetas.

Me río entre dientes y ellas ruedan los ojos.

—Como una amante—Victoria alza las cejas, coqueta.

—Ah…—Eric suspira—quisiera tener una amante.

—¡Concéntrate! —Heidi golpea su espalda—. Hay un problema aquí—me señala con sus brazos.

—Conversación, Edward. Ahora—Eric me señala.

—Y conexión—Heidi añade—. Hagan cosas divertidas… como una pareja.

—Como una pareja que no espera un bebé—Victoria corrige.

—El otro día fuimos a cenar—comento.

—Ah, eso es bueno—Victoria comienza a jugar con la grapadora, girándola en sus manos—¿Cómo estuvo?

—Bien. Hablamos de la boda de Rose y de otro par de cosas.

—¿Pero no de ustedes? —Eric toma asiento y trae su silla hasta nosotros.

Lo considero. Evito estremecerme ante el recuerdo de la conversación incómoda.

—Creo que no lo suficiente—murmuro.

—Eso es lo que necesitan—dice él.

Tal vez ellos tengan razón.

Necesito de Bella.

xxx

Cuando llegamos a casa de Eleazar y Carmen, Emmett está en la cocina, bebiendo un gran vaso de agua.

—Hey tú, rostro estúpido, ¿qué estás haciendo aquí tan temprano? —Bella saluda al entrar.

Emmett le entrecierra los ojos sobre el borde del vaso.

Aahh…—se refresca luego de beber—estaba esperándote, sólo vine temprano con la esperanza de que hicieras esa pregunta.

Bella le rueda los ojos y se sienta en un taburete. Resoplo una risa ante su tonto jugueteo y Emmett me reconoce con un gesto de barbilla.

—Hey, Edward, ¿cómo estás, hermano? ¿ya has tenido suficiente de ella? —se gira para rellenar su vaso con agua del refrigerador—. Tengo buenas noticias. Viene con un ticket de reembolso—dice sobre su hombro.

—Cierra la boca, Emmett. Él nunca se cansaría de mí—Bella asegura, alcanzando una bolsa de confeti.

—Aún no—musito.

Ella me mira mal y Emmett suelta una carcajada limpia.

—Buena esa—me señala en camaradería.

—Como sea, ¿dónde está Rose? —Bella le pregunta y arroja la bolsa lejos.

—En casa. Iré por ella.

—¿Dormiste aquí? —le frunce el ceño y pega un salto del taburete para acercarse a la alacena.

—Si, demasiado borracho como para ir hasta mi apartamento.

—No deberías emborracharte si vas a manejar—ella le recuerda—, ¿jugo o agua? —me mira.

—Agua—respondo.

—Es Forks. Las calles se vacían a las 9—él rueda los ojos.

—Claro que no—Bella desliza el primer vaso hacia mí—. Piensa en las vidas, Emmett.

—Si, si—él la aplaca con un gesto de mano—. Vuelvo en un rato. Eh, será mejor que te vayas probando el traje.

—¿Traje? ¿Qué traje?

—Serás nuestro conejo de pascua. Todos contribuyen en algo hoy. Además, ya estás naturalmente embarazada.

—¡Agh, largo de aquí! —ella lo empuja por la espalda y Emmett sale de la cocina con una sonrisa en su rostro.

—Él es muy molesto a veces—ella aclara, regresando a mi lado.

—¿Qué? Se burló de ti en múltiples ocasiones. Me agrada.

Y, obviamente, Bella tiene que picarme las costillas.

xxx

Bella le dice a Carmen que tendremos que irnos temprano porque mis padres nos invitaron a pasar el día con ellos, así que ella se apresura a llevarnos a todos al jardín y entonces es momento de decorar huevos.

Ella también tiene pequeñas canastas llenas de golosinas y de huevos de chocolate envueltos en papel aluminio de colores brillantes. Emmett le coloca una diadema de orejas de conejo a Bella y entierra dos flores en sus costados.

Por supuesto, tengo que sacarle una foto y ella sonríe a la cámara.

Todos alardean mis habilidades artísticas y Bella me pide que decore un huevo para ella.

—¿Entonces? ¿Te pondrás los pantalones y cazarás huevos o estás demasiado embarazada para la diversión? —Emmett le pregunta a Bella mientras espolvorea confeti sobre su cabeza.

Ella intenta zafarse.

—¡Aahh! ¡No hagas eso! Y si, paso.

Él hace una pedorreta.

—No te preocupes. Conseguiré uno para ti.

—El próximo año te haré polvo—ella manotea, golpeándolo en sus brazos para alejarlo.

—Si es que no estás embarazada otra vez…—él menea las cejas—¿lo imaginan?

Lo hago.

Y no.

No suena nada bien.

—Vamos, Emmett—Rose sale de su silla—. Tal vez ella no pueda ganarte hoy, así que yo tendré que hacer el trabajo—dice, al tiempo que alcanza una canasta.

—JA. Tienes pelotas, mujer—él la señala.

—Creo que más que tú—ella le responde, petulante.

—Uuhh…—Bella murmura por lo bajo.

Niños, no hagan bromas cuando estamos a punto de recolectar huevos, por favor—Carmen los aplaca, demasiado concentrada rellenando los vasos de todos.

—Y ahora estoy enojado—Emmett palmea la mesa—. Edward, unidos—él alza el puño—. Demostremos quién manda.

—Las mujeres. Ya sabíamos eso—Rose termina de fingir hacer estiramientos y alcanza la canasta.

—Vamos, Rose, ve a patear traseros—Bella ordena, señalándola.

—¡Que se joda el patriarcado! —grita antes de lanzarse a correr.

—¡Vamos, vamos! —Emmett grita y sólo atino a alcanzar la primera canasta que veo y corremos tras ella.

—¡Vamos, Rose! —Bella grita a la distancia.

—¡No se lastimen demasiado! —Carmen grita también.

Emmett peina los alrededores del enorme jardín de los Swan y yo no tengo idea de dónde buscar. Rosalie no se ve por ningún lado, así que, sin pensarlo mucho, voy hacia las macetas cercanas a una de las infinitas entradas a la casa.

Voila.

Encuentro cuatro huevos, uno en cada maceta y luego encuentro otro en el centro de mesa.

Me dirijo hacia los arbustos cercanos, intentando ver el suelo cuando el grito de Rosalie me hace mirar hacia mi derecha y veo que Emmett está sosteniéndola de la cintura.

—¡Eso es trampa! —ella gruñe, pateando al aire.

—¡Mantenla ahí, Emmett! —le grito.

—¡Tiene ocho huevos! —él me hace saber—. ¡Apresúrate!

Rose patea su entrepierna y él cae de rodillas.

—Hija de…—Emmett jadea al tiempo que ella trepa la pequeña colina.

Bella está a la distancia, cubriéndose la boca con la mano mientras graba el desastre.

El jodido jardín es enorme e infinito. Veo que Rose está buscando en las macetas que ya vacié, así que voy a la dirección opuesta a ella.

—¿Dónde hay más huevos? —le pregunto a Bella cuando paso a su lado. Ella no ha dejado de grabar.

—¡Rose, sobre tu cabeza! —ella me ignora y miro hacia allá.

¿Cómo pude ser tan estúpido? Hay una puta red como con seis huevos colgando del candelabro sobre la mesa de jardín. ¡Si tan sólo hubiera alzado la vista!

Rosalie ya está sobre la silla, jalando la red y yo estoy jodidamente perdiendo.

Emmett sigue caminando sosteniéndose la entrepierna y ¡sigo sin saber qué tan grande es el jardín!

—Bella, algo de ayuda aquí—jalo su brazo.

Ella me da una mirada desdeñosa.

—Por favor—imploro.

—En las macetas junto a nuestra mesa—masculla entre dientes.

Así que corro hacia allá.

Pero, de igual forma, algo me dice que ya es demasiado tarde. Mi canasta tiene nueve huevos, dudo que la de Emmett tenga mucho y Rosalie está chocando los cinco con Bella.

—Son un mal chiste—la rubia dice tan pronto como volvemos a la mesa. Su canasta está llena mientras que la de Emmett sólo tiene tres huevos.

Él hace una mueca.

—Diste un golpe bajo. Literalmente.

—¡Me sostuviste! —ella se defiende.

—Incluso a mí me da pena contarlos—Carmen murmura, viendo nuestras canastas con una mueca triste en su boca—¡Tenemos una ganadora!

—Algo me dice que conocías la ubicación de cada uno de los huevos—Emmett le entrecierra los ojos—¡y tú también! —señala a Bella—. Necesitaré leer sus mensajes de texto.

—Vete al diablo—Bella patea su pierna.

—No más patadas, por favor—él se deja caer sin gracia en su silla.

—¡Bien! Soy la ganadora—Rose interrumpe—. Estoy lista para reclamar mi premio.

Carmen le tiende 50 dólares.

Tal vez si hubiera sabido que estábamos jugando por dinero, habría corrido más rápido.

—Pff…—Emmett bufa—no fue muy divertido, a decir verdad.

—Supéralo, Swan—Bella le lanza confeti al rostro, algunos trozos se quedan pegados en su frente gracias a la ligera capa de sudor que hay ahí.

Carmen le da una enorme rebanada de pastel a Rosalie como segundo premio y Bella también se lleva una sólo porque "ella está contribuyendo de una manera diferente."

Le entrecierro los ojos y ella sólo batea sus pestañas.

Cuando es hora de irnos, Carmen nos sirve más pastel y envía un poco más para mis padres. También nos da una bolsa con dulces y chocolatines.

Emmett espolvorea a Bella con más confeti y le da un gran abrazo.

—Espero que a tu madre no le importe que deje un rastro de confeti por toda su casa—ella dice cuando enciendo el auto—. Apuesto que incluso se metió a mi ropa interior.

—Siempre puedes no usar—ofrezco, apretándole el muslo. Ella sacude la cabeza, sonriendo—, ¿quieres que me cerciore de que no hay confeti?

—¿Harías eso? —pregunta como si le hubieran ofrecido algo maravilloso.

Me cosquillean los pantalones y estoy a punto de babear.

—Si.

Ella palmea mi muslo.

—Es bueno saberlo—finaliza.

—Mmm…—le entrecierro los ojos—eso no fue nada lindo.

—No trataba de ser linda—me guiña y sube el volumen de la música.

El camino a casa de mis padres está lleno de música y de Bella cantando. Tiene una horrible voz, pero es bueno verla tan animada.

Ella sostiene el pastel en su regazo y deja que el aire fresco le revuelva el cabello cuando baja la ventanilla.

—Creo que va a llover—nota, mirando al cielo.

—Es Forks—murmuro.

Ella me sonríe y lame algo de betún de su pulgar.

—¿Me conocías antes? —pregunta—. Es decir, ¿conocías a mi familia?

—¿Antes de comprarles la casa? —pregunto y ella asiente con su cabeza—. No.

—¿Sabías que existíamos?

—Ah, claro—me encojo—. Sabía que había unas personas asquerosamente ricas viviendo al norte y que eran dueños de la gran compañía en el centro. Es decir, el edificio es bastante difícil de ignorar, ¿no lo crees? —le doy una sonrisa ladeada y ella rueda los ojos—. Y ni qué decir sobre ellos siendo, prácticamente, dueños de Forks.

—¿Conocías sus rostros?

—Creo—asiento—. Cuando tus abuelos y tu tío aparecían en el periódico… aunque no recuerdo haber visto a tu padre antes.

—Mmm—murmura—. Si, no le gustaba eso. Y el dueño es el alcalde—me recuerda.

—A nadie le agrada el alcalde… ¿ustedes están en eso? ¿en la política? ¿apoyan al alcalde?

—No en realidad—ella sacude la cabeza—. Cuando la compañía iniciaba le abrieron la puerta al abuelo, ya sabes, intentaron formar alianzas, pero a él nunca le gustó eso.

—Es bueno saberlo porque mi papá en realidad, en realidad, odia al alcalde.

Se ríe entre dientes.

—Sus ideales políticos están a salvo conmigo.

—Bien.

Mamá ya está esperándonos cuando llegamos. Abre la puerta con una sonrisa en la cara y usando un mandil.

—Espero que tengan hambre.

—Mucha—Bella responde por los dos—. Mi tía envío esto para ustedes. Es pastel de vainilla.

—Ah, maravilloso. Dale las gracias por mi parte—mamá acepta el pastel y se hace a un lado—. Pasen, pasen.

Bella deja su bolso junto a mi chaqueta, en el perchero, y seguimos a mamá hasta la cocina. Ella lleva el pastel al refrigerador y apaga la estufa.

—¿Necesitas ayuda con algo? —le pregunto.

—¿Me ayudas poniendo la mesa?

Bella se queda junto a ella mientras hurgo en los gabinetes y preparo el comedor. Papá baja las escaleras y palmea mi espalda.

—Edward, hijo.

—Hola, papá. ¿Cómo estás?

—Meh, podría estar mejor—él se sirve un vaso de agua y le frunzo el ceño.

—¿Qué está mal?

—Ah, nada—le resta importancia con un gesto de mano—. El trabajo y esas cosas.

—Mmm, bien.

—¿Dónde está Bella? —él me sonríe.

—En la cocina.

Él se gira en sus talones, listo para emprender el camino hacia allá cuando lo detengo.

—¿Sabes algo de Alice?

Él me frunce el ceño sobre su hombro.

—¿Sobre qué? ¿Qué le pasa? ¿Está bien?

—Si, si—detengo su inminente crisis—, sólo… nada.

Intento indagar sobre el asunto de su renta. Lo último que supe fue que sigue viviendo en ese molesto lugar y me está poniendo de los nervios.

—No me ha dicho nada fuera de lo normal—y ahora papá ya me está analizando. Mierda. Es obvio que le preguntará e intentará sacarle información. Alice va a odiarme… a menos que me invente algo.

—Eso es bueno. Sólo… ya sabes… Jasper.

Su rostro se relaja y su expresión se vuelve una de comprensión. Lo hice bien.

—Ah, claro. Tu mamá me lo dijo—por supuesto—. Deberías hablar con ella—se da la vuelta y está a punto de chocar con Bella.

Ella detiene abruptamente sus pasos, intentando salvar la comida de mamá que carga en sus manos.

—¡Ah, Bella! —papá le sonríe, tomando la cacerola de sus manos—¿cómo estás, linda?

—Carlisle—ella asiente con su barbilla—. Todo va perfectamente.

—Bien. No dudes en decir si algo va mal—él incluso la señala con su dedo.

—Claro—Bella deja sus manos en el respaldo de una silla, nerviosa.

Papá va a la cocina, satisfecho de que la vida de alguien no está en peligro y Bella me ayuda a colocar los cubiertos en cada uno de los lugares.

—Tu papá es gracioso—dice—. Como que involuntariamente gracioso.

—Es molesto—corrijo—. Seguramente ya tiene una lista de preguntas por hacerte respecto al bebé.

—No puede ser tan malo—ella hace un puchero.

Pero si es malo.

Muy malo.

Lo suficiente para que el estómago se me revuelva y la pasta de mamá no me parezca apetecible para nada.

Puedo ver que Bella se siente de la misma manera. Y mamá está hartándose, puedo verlo en la forma en la que acribilla su filete con más fuerza de la necesaria.

—Carlisle, no creo que debamos seguir hablando de esto—mamá lo detiene.

Él frunce el ceño.

—¿Por qué no? Es importante que ellos sepan con lo que estarán lidiando.

—Bueno, son primerizos, no los asustes y además es asqueroso y estamos comiendo.

—No es asqueroso—él refuta—. Es natural.

—Si, sólo ve los platos de todos. No cocine por nada—ella dice.

Papá obedece y nota que su plato es el único que ha sido consumido.

—Bien. Lo dejaremos para después—finaliza.

Bella suspira y se frota la barriga con un gesto de asco en su cara. Aprieto su muslo y le alzo la ceja.

—Te dije que era malo.

Ella sacude la cabeza y papá me entrecierra los ojos. Me encojo de hombros, ¿qué mierda esperaba?

—Como sea…—mamá agita su mano—¿cuándo sabremos el sexo?

—Esperemos que en la siguiente cita—Bella responde.

—¡Ah! —mamá se lleva las manos al pecho—, ¿lo pueden imaginar? Si es una niña, le compraré una bicicleta. Y si es un niño… bueno, también una bicicleta, pero ¿se lo imaginan?

Bella ríe con ella.

—Tal vez todos los días—respondo.

—Nunca te imaginé como un padre—mamá me señala con su tenedor—. Tal vez como un padre que iba en busca de cigarrillos.

—Auch.

Ellos ríen.

—Por eso estuve aliviada cuando supe que no fumabas… sigues sin hacerlo, ¿cierto?

—No deberías de fumar—papá intercede—. Es nocivo. ¿Quieres que te hable de las consecuencias?

—Y te haces viejo—mamá añade—. Y hueles mal todo el tiempo.

—Los dedos se te ponen amarillos—comenta Bella.

—¡Y los dientes! —mamá alza las manos al cielo.

—¡Ni siquiera fumo! —exclamo, aplacando a la multitud.

—Bien. No lo hagas—papá me señala.

Finalmente, papá deja de hablar sobre asuntos perturbadores y somos capaces de terminar nuestros platos. Cuando mamá dice que es hora del postre, el celular de papá timbra.

—No lo hagas—ella lo detiene de contestar.

—Podría ser una emergencia—él dice.

—No respondas—mamá insiste.

Bella y yo los observamos librar una breve batalla de miradas, hasta que papá se rinde.

—Lo siento, Esme—y entonces se lleva el celular a la oreja—. Dr. Cullen.

Mamá se frota la frente y miro a Bella.

—Y así es como se arruina una tranquila comida familiar—le digo antes de ponerme de pie y ayudar a mamá con los platos.

Bella también nos sigue, cargando el jugo y los vasos. Cuando mamá está sacando el postre del refrigerador y Bella y yo cargamos el lavavajillas, papá entra a la cocina.

—Tengo que irme—anuncia.

—Por supuesto—mamá le responde.

—Es una emergencia—se defiende.

—Claro, Carlisle—mamá lo aplaca—. Ve y salva traseros—ella alza el puño—, ¿quieres un poco de postre para llevar?

—Claro, lo comeré luego de volver a meter los intestinos de alguien a su sitio—y así es como sale de la cocina.

—¿Siempre dice cosas como esas? —pregunta Bella, con nariz arrugada.

—Siempre—mamá afirma.

Nuestros estómagos están demasiado llenos como para emprender el camino de regreso a casa, así que enciendo la televisión y pasamos el rato en la sala.

—Compraré su carrito—mamá anuncia mientras pasa las páginas de una revista de bebés—, ¿puedo comprarle el carrito?

—Claro—Bella asiente—. Mi tía quiere saber si ella puede comprarle su cuna.

Mamá sonríe.

—Por supuesto que puede.

—También podrías mantenerlo… claro, si quieres—ofrezco.

—Buen intento, Edward—ella pasa la siguiente página con más fuerza de la necesaria—… aunque lo haré si de pronto decides comenzar a fumar.

—¿Ves? Eres un hombre libre—Bella me codea—, puedes hacer lo que quieras ahora.

—Ah, así que esto significa ser adulto—suspiro.

—¡Oh! —mamá exclama—. Casi lo olvido. Tengo algo que darles.

Cuando ella sale de la sala, Bella pasa los canales distraídamente y rasco su cabello.

—¿Te divertiste hoy? —pregunto.

—Claro. Estuvo bien—me mira de soslayo—. ¿Tú? ¿Cómo estuvo esa corrida en casa de mis tíos?

—Bien. Descubrí que no tengo que estar en contra de Rosalie nunca.

—Lección aprendida—ella asiente—, ¿qué crees que tu mamá tenga que darnos?

—Tal vez le compró algo. Un biberón o un pañal.

—Ah, bien.

Bella deja de cambiar canales cuando una película aparece y tamborilea los dedos en sus muslos.

Me mira a ratos, como si quisiera decirme algo.

—¿Qué?

Ella sacude la cabeza y pico su costado.

—¿Vas a decir algo?

Ella mira hacia las escaleras, por donde mamá desapareció y luego me mira.

—Jake sabe que estoy embarazada—anuncia.

Le alzo las cejas. De acuerdo, eso no me lo esperaba. Me ha tomado desprevenido y no estoy muy seguro de cómo responder.

—¿Enserio?

—Si—ella asiente con su cabeza—. Vio que Carmen me tocaba la barriga y dijo que me veía diferente.

—Si luces diferente.

—Ya lo sé, Edward—rueda los ojos.

—¿Y? ¿Tiene algo de malo que él se haya enterado?

—No—se apresura a contestar—… no lo sé—añade en voz más baja.

La entiendo. Es raro. Se siente extraño. Los pensamientos inminentes de que las personas cuestionarán cada una de tus decisiones te cruzan la mente.

—Lauren también lo sabe—digo antes de pensarlo.

Ella me mira rápidamente.

—¿Estás viendo a Lauren? —reclama, frunciendo el ceño.

—¡No! —la aplaco—. Seth se lo dijo. Por accidente.

—¿Él te dijo eso?

—Lo escuché hablar por teléfono.

—¿Entonces no estás viendo a Lauren?

—¿Qué? No, Bella.

—¿Todavía va al bar?

—No. La última vez que estuvo ahí fue en Halloween.

—Bien—pero no deja de estudiarme con sus enormes ojos cafés.

—Y es extraño.

—¿Qué es extraño? —inquiere.

—Que ella lo sepa… que ellos lo sepan, ¿no lo crees?

Bella permanece callada por un rato y entonces suspira.

—Si. Es extraño.


¡Y volvemos con más!

Muchas gracias por sus comentarios y por seguir leyendo. Edward y Bella tendrán su momento al parecer, ya que Heidi, Eric y Victoria hicieron su trabajo. Una cosa tenían que hacer y la hicieron bien.

Les mando un abrazo.