Su prisión era extraña, llevaba dios sabe cuánto tiempo allí, y apenas podía entender que era lo que estaba viendo. Su prisión de eterna tortura era un bello campo, de praderas, bosques y ríos que llevaban a lugares hermosos, era la representación misma de los elíseos, según él. Y quizá esa era su condena, tal vez eso era a lo que él estaba completamente destinado. A ver, más no apreciar ni ser parte de.
¿cómo diablos había llegado a esa situación? Sus memorias, eso era todo lo que había pasado, su cerebro completamente fragmentado, únicamente pegado con una cosa, un eterno amor hacia una persona, una pelirroja de ojos verdes que sostenía para él, una devoción absoluta, al igual que la sostenida por él.
Era el lugar para un monarca, que no tenía a su reina. Era frustrante para Ben, sí, pero más frustrante era no estar con ella, con Janine, con quién estaba, según él, destinado a estar.
Cuándo la memoria de ella lo atormentaba más de la cuenta, él usaba sus únicas habilidades para moverse por ese prado/río/bosque circunavegable que tenía por prisión, o a veces jugaba ser Julio Cesar, gritando que la suerte estaba echada, cruzando el río. Sí... se aburría más de la cuenta. Y ese día parecía que sería un día más, hasta que algo sucedió. Un portal se abrió, y aparecieron dos personas, dos pelirrojas. Una que era agradable a su vista, y otra que no lo era.
Reilly se lanzó contra la que era agradable, quitándose la máscara, y plantando un profundo beso sobre sus labios, uno que fue con tanta fuerza que los hizo caer a ambos hacia el suave suelo de la prisión de Reilly. Lo que sucedió es fácilmente suponible, Janine rodeó la espalda de Ben con sus brazos, y parecieron dispuestos a enfrascarse en ese momento en un apasionado reencuentro, pero Madelyne, con un carraspeó de su voz, llamandoles la atención.
—Ugh, no se que esperaba de juntarlos a los dos...— Se quejó, viendo cómo la pareja se separaba, siendo juzgada por ellos, algo que no le iba ni le venía. —Janine, explícale lo que hablamos tú y yo.— Habló con cierta dureza.
Ben miró a Janine durante unos segundos, girando la cabeza con algo de confusión, que segundos después se transformó en terror y pavor absoluto, una sensación de vacío en su estómago cómo nunca antes había sentido. ¿Acaso ella...? El miedo invadió con mucha fuerza el pecho del desgraciado clon, quién por unos instantes pensó en huir, en atacar, en hacer lo que vaya dios a saber que, pero antes de siquiera poder hacer algo, Janine lo toma de los hombros y lo sostuvo en el sitio, mirándolo directamente a los ojos.
—Ben…— Ella le sonrió, mientras lo miraba directamente hacia los ojos. —Madelyne y yo hemos, uh, negociado algo…— Comenzó lentamente, dando todo el espacio para que Ben pueda digerirlo. —Fue difícil, costó mucho para convencerla de esto pero… he conseguido una forma de pagar tú "fianza", de esta prisión.— Se quedó en silencio, esperando a que Ben hiciera Algo.
El rubio la quedó mirando, perplejo ante lo que ella acababa de decirle, parpadeando un par de veces, antes de mover la cabeza de lado a lado, y mirar a la pelirroja "desagradable" para él.
—¿Que es lo que quieres?— Aunque estaba relativamente contento de saber que podría salir de esa prisión algún día, no le gustaba que eso corriera tanto por las condiciones a las que Madelyne quisiera imponer sobre él. Instintivamente abrazó con fuerza protectora a Janine, quién por un lado se sintió algo molesta por la fuerza, pero por otro lado sintió su corazón derretirse al sentir el amor absoluto que él le tenía, uno que ella igual tenía.
—Tus servicios... tus poderes. Benjamín Relly, has sido demasiadas cosas... ¿que es lo que quieres ser?— La pregunta del millón, una que lo hizo sentirse absolutamente tenso.
Janine acarició su espalda, ayudando a mantener la compostura del amor de su vida.
—Necesito pensar esa respuesta…— Confesó, lo qué no sorprendió a ningúna de las dos.
—Bien, te dejaremos sólo para que lo pienses.— Ella estuvo a punto de llevarse a Janine fuera, pero Reilly no la quiso soltar.
—La necesito...— Cosa que provocó que la clon de la mutante pusiera sus ojos en blanco.
Y así, la pareja se quedó sola, mirándose mutuamente, diciéndose todas las cosas que siempre se decían, en silencio, hablando a través de las miradas... Y con un propósito. Guiar a Ben a saber que es lo que él quería ser.
El despertar fue de lo menos agradable que le había pasado en su vida, pero fue a causa de un pequeño desliz que había sido olvidado por él. Algo llamado facturas y desalojo.
Todo fue demasiado rápido, apenas podía recordar cómo había pasado. Él recordaba estarse levantando ante el incesante toque de la puerta, sentir peligro, darse cuenta que venía a ser desalojado... Y al segundo siguiente estaba en la calle, sin ningún lugar al que ir… Demonios, totalmente estúpida la situación que estaba viviendo, indignante, la guinda al pastel de desgracias que podían estarle sucediendo. Al menos él se las ingenió para encontrar un lugar donde vivir de momento... Sí, era un poético lugar para él.
Oculto, entre la gran ciudad, cómo una araña de rincón, hizo su lugar a los pies más ocultos del Puente George Washington, el lugar de tantas tragedias en su vida, que de algún modo le recordaba cómo salir adelante. Era monstruosamente doloroso, cada vez que cerraba los ojos estando en ese lugar lo veía, veía con claridad la noche en que murió Gwen Stacy... Quizá uno de los peores recuerdos de toda su existencia, pero necesario a fin de cuentas. Sin ese recuerdo ¿Cómo podría ser mejor y más fuerte cada día? Quería convencerse de que esa decisión había sido racional, y no la forma de autoflagelación más cruel jamás vista. Pero había algo que quiso interponerse entre su tortura y él. La naturaleza.
Él había dejado la mayoría de sus cosas ocultas en una bolsa de telaraña, y había salido a patrullar a la ciudad, siendo el asombroso hombre araña que todos en la ciudad necesitaban. Y el día fue normal, detener robos menores, evitar accidentes de tráfico, todo lo que podía esperarse de un día en Nueva York. Debía agradecer que no había visto a Nadie más ese día, no tendría la paciencia para lidiar con eso, no en esos instantes. Y así las cosas, parecía que ese sería un día agradable, un buen día para Peter Parker, hasta que llegó la tarde, y... Comenzó una de las más poderosas nevadas que él pudiera recordar haber visto en toda su vida.
Había algo que todos parecían ignorar, incluso él. Era... Que las arañas no apreciaban el frío, para nada, en realidad, y él personalmente había aprendido a odiar esa sensación con los años, esa odiosa temperatura.
Rápidamente él se movió hasta su refugio, en dónde trató de meterse entre algunas mantas para evitar sufrir el frío, pero nada de eso parecía que valía. Su teléfono entonces sonó, resultando ser Black Cat.
—¿¡Dónde rayos estás!? ¿¡Por que no me dijiste que habían embargado tú departamento!?— Sonaba molesta, realmente molesta. —¿¡Crees que porqué yo haya decidido terminar contigo, esta vez por una buena razón, es motivo suficiente para sacarme de tú vida cómo sí yo no valiese nada!?— Se escuchó cómo algo de cristal se rompía, lo que provocó que Peter tragase saliva. —¡PERDÓNAME NO SER LA PELIRROJA QUE AÑORABAS CUÁNDO DORMÍAMOS, VEÍAMOS, O HACÍAMOS CUALQUIER OTRA COSA JUNTOS!— Palabras que dolieron en el corazón de Peter.
—Lo siento…— Eso era lo último que podía haber resistido escuchar. Estando allí, sólo pudo llorar.
Black Cat sintió poderosa culpa al darse cuenta de ello, calmandose y suspirando.
—Dime dónde estás… Iré a buscarte… Mí auto tiene aire acondicionado. A menos que sea insuficiente para tí…— Dijo con veneno en su voz.
—Puente George Washington...— No dijo más.
Black Cat entrecerró los ojos, y negó con la cabeza.
Ella estaba celosa, estaba cansada de siempre estar a la sombra de la pelirroja, estaba realmente harta de ser la chica mala que está estigmatizada a ser... Bueno, algunos adjetivos bastante poco agradables para ella, o cualquier mujer en realidad. Pero ahora había algo más importante. Peter, su Peter… Uno al que había rechazado mil veces por no ser lo que ella en su momento creyó que quería, época en dónde se ganó todos esos estigmas y adjetivos que eran su maldita cruz.
Ella tomó su vehículo, un Tesla Model S de color negro, y salió en dirección al lugar al que Peter le había indicado ir. Cuándo llegó, vió a un hombre acabado, que luchaba por mantener una llama de esperanza en su corazón. Quizás... Su decisión no fue la mejor, la de hace algunas semanas. ¿aún había espacio para arrepentimientos? Quizá sí… Esa sería una noche interesante para comprobarlo, pero ahora lo que importaba era...
—Sube, y no quiero explicaciones ni excusas.— Dijo con dureza.
Peter se subió con sus cosas en el asiento de atrás, echándose sobre todo el asiento, cosa que ella entendió. Calentó los asientos, y... Manejó.
Wooo! prácticamente dos capítulos en uno.
Se que puede parecer polémica la introducción de Ben Reilly, pero ¡juro que tiene un propósito!... además de arreglar dark web.
agradezco sus comentarios, y alguien me hizo una buena acotación. sería demasiado pronto que Peter perdone a MJ, pero... ¿realmente el corazón de Peter está hecho para aguantar todo esto? es una interesante pregunta.
¡hasta otra!
