Noche de brujas

Red X POV:

El constante sobre estímulo de una vida llena de pecado me había entumecido. Hasta la emoción más fuerte se sentía como un domingo nublado por la tarde. Buscaba sensaciones. Descargas de adrenalina que me hicieran sentir vivo, pero era inutil. Mi comportamiento cada vez más errático y arriesgado solo me estaba llevando a una muerte prematura.

Pasé de robar bancos, a robar a los mafiosos de la ciudad, y luego a robar a locos como Slade. Incluso mis encuentros con los héroes eran carentes de sentido y emoción. Siempre era la misma historia, los burlaba y escapaba. Una rutina que dejó de ser divertida hace mucho tiempo.

Y fue ahí, cuando más aburrido estaba de esta existencia, que la noté; Raven. En cada encuentro se volvía cada vez más violenta, o al menos eso parecía. Sus ataques no eran tan contundentes, más bien eran como caricias rudas. Golpes que rozaban el límite entré el dolor y el placer. Era como si quisiera provocarme. Por lo menos eso pensé, pero cabía la posibilidad de que estuviera enloqueciendo.

Sin embargo, mis dudas se aclararon una noche que cometí un pequeño robo de xenotium. Había burlado a sus amigos como siempre, pero esta vez solo quedaba ella. Me siguió hasta un callejón sin salida, frente a mí había un muro enorme y detrás estaba Raven. No tenía armas ni opciones. Era el fin del jugo. Me giré para encararla, pero algo extraño sucedió. Como si de un embrujo se tratara, quedé inmovil mientras ella se acercaba lentamente.
Se quitó la capucha y me miró con esos ojos capaces robar el corazón a cualquier hombre. Creí que me atacaría cuando la tuve a 5 centímetros de mí, pero ella solo me dio un pequeño empujón con el que terminó en el suelo. Caí de sentón y Raven aprovechó para verme por encima con una sonrisa cínica. Ella sabía que tenía el control. Y así como si nada, se dio la vuelta y se fue lentamente.

En ese momento sentí un gran escalofrío recorrer mi cuerpo. Mi corazón latía como loco y la sangre hormigueaba por cada una de mis extremidades. Estaba excitado. Quería tocar su cuerpo, deseaba a Raven. Moría de solo imaginar su calor y la sensación de su piel. No la necesitaba, solo la quería como un adicto busca su dosis.

Fue así que la noche de brujas puse a prueba mi plan.

Eran cerca de las 8 de la noche y las calles estaban inundadas de niños y otros no tan niños con sus disfraces. Solo había dos formas de atraer a Raven: la primera era cometer un robo, pero así vendría acompañada; la segunda era ir a buscarla yo mismo. Así que burle toda la seguridad de la torre hasta su habitación, lo cual fue fácil. Una vez frente a la puerta, sólo la toqué insistentemente hasta que abrió. Al verme, sus ojos se abrieron de par en par. Ella no lo vió, pero debajo de mi máscara, yo tenía la misma sonrisa cínica que ella me dió aquella vez. Nuestra interacción duró unos 5 segundos, pero fue suficiente para comenzar una persecución.

Me siguió por calles y tejados, brincando, corriendo, volando y golpeando. Por donde fuera que íbamos, gente con disfraces nos veían fascinados. Era nuestro baile de disfraces.

Hice que me siguiera hasta mi departamento. Entré por una ventana y me escondí en las sombras. Ella hizo lo mismo, buscandome con cuidando, pero, apenas tuve la oportunidad, la tomé por las manos la deje inmóvil contra la pared. Le retiré la capucha para ver su bello rostro blanco contrastar con su cabello azul. Raven tenía esa mirada intensa, que no solo roba corazones, sino también almas.

Me retiré la máscara sin ningún cuidado y me acerqué a ella para poder sentir sus labios. Ella correspondió de la misma manera, así que solté sus manos, para poder tocar cada parte de su cuerpo. Los guantes me estorbaban, así que me los arranqué para explorar lo que había debajo de ese leotardo.

Su cuerpo parecía esculpido por antiguos artistas griegos y su olor alborotaba cada hormona de mi cuerpo. Estaba sumergido en la pasión hasta que sentí como ella mordía mi labio hasta sacarme sangre. En ese momento me aparté y miré su rostro iluminado por la luna. Sus labios tenían mi sangre, la cual se saboreo. Estaba deseosa.

Estaba tan duro y excitado que me quité la parte superior del traje y a ella le arranqué su leotardo exponiendo sus senos.

La besé y lamí por todos lados mientras Raven pasaba sus uñas por mi espalda como si fueran finas y exquisitas cuchillas. No podía más. Así que la giré y le dije al oído casi susurrando: "Te deseo, ¿tú sientes lo mismo?". Ella solo me miró y con la voz más sexi que he escuchado solo dijo: "Porque no lo averiguas de una vez".

Esas palabras no hicieron más que provocarme más. Le quité lo que quedaba de su traje, me bajé los pantalones y con mi miembro pude sentir lo mojada que ella estaba. La tomé por el cabello y la hice mirarme mientras lentamente la penetraba. Raven gemía como loca mientras me miraba deseosa.

Comencé a mover mis caderas, primero lento y luego más rápido. Ella estaba muy húmeda, caliente y apedreada. Sin embargo, buscaba más. Después de un rato, me puse de rodillas y empecé a probar las mieles de su intimidad mientras con mis manos acariciaban sus pechos.

Raven me tomó por el cabello para levantarme e hizo lo mismo que yo. Podía sentir su lenguaje jugar con mi pene. Lo cual me hacía temblar las piernas. Después de eso seguimos nuestro juego de caricias y rasguños. Ella me mordía el pecho hasta hacerme sangrar y yo la penetraba más duro. Yo le daba nalgadas y ella movía sus caderas hasta casi hacerme venir.

Era adicto escucharla gemir, a sentir su interior. No obstante, quería sentirla llegar al climax. Decidido a lograr mi objetivo, tomé a Raven y la tumbé sobre la cama exponiéndola frente a mi. Con una mano la tomé suavemente por el cuello y con la otra acariciaba su clítoris. La miré a los ojos y le dije: "Quiero que te vengas". Ella solo me devolvió la mirada

Y al cabo de unos gloriosos minutos, al fin pude sentir como su cuerpo se sacudía y vagina se humedecía como consecuencia de un orgasmo muy intenso. Eso me prendió tanto que a los pocos segundos también termine dentro de ella, aunque no pareció importarle.

Ambos nos acostamos en la cama sin decir nada. Solo nos besábamos y tocábamos. No era algo afectivo, solo éramos dos adictos en busca de placer. Sabía que a la mañana siguiente ella se iría, pero no importaba, porque en la noche volveríamos a cruzar nuestros caminos. en definitiva, esa fue la mejor noche de brujas de mi vida