Hola a todos. Aquí tenéis el siguiente episodio.

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Episodio 7. Aventura en los arcades

Llegó el día siguiente. Fuutaro estaba sentado a una mesa mientras escuchaba la radio. Anunciaban que era domingo, el día del esperado espectáculo de fuegos artificiales de Higashichō.

Sin embargo, nada de esto le importaba al pelinegro. Se sentía muy contento, ya que por fin era domingo, y eso significaba que tenía todo el día para dedicarlo a estudiar. Por fin era libre, sin tener que ocuparse de aquellas sextillizas.

Empezó por dedicarse a las matemáticas. Se puso a escribir unas fórmulas en una hoja de papel. Entonces se detuvo para examinarla.

–Debería enseñarles esta fórmula –dijo–. No sale en los libros de texto, y sería muy útil para algunos ejercicios. Y estos otros problemas están bien explicados. Seguro que hasta Yotsuba podría entenderlos. Y esta otra pregunta sobre historia le encantaría a Miku.

De repente se detuvo. Aquí pasaba algo raro.

–¿¡Pero qué estoy haciendo!? –gritó desquiciado mientras se tiraba al suelo y pataleaba–. ¡Tengo que estudiar! ¡No es el momento de jugar a ser el tutor ideal!

Se frustró. Por culpa de estas chicas, no podía centrarse en sus propios estudios. Era odioso que le molestaran sin tan siquiera estar presentes. ¿Qué le pasaba?

Trató de concentrarse. No podía dejar que estas distracciones alteraran su estudio. Hasta ahora había sido capaz de mantener la calma por más interferencias que tuviera a su alrededor. Podía con esto.

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Raiha estaba sentada en el suelo, leyendo un libro, mientras a ratos contemplaba con resignación las reacciones de su hermano. Siempre estaba estudiando sin parar, pero ahora le escuchaba frustrarse. A veces era difícil saber qué pasaba por su cabeza.

El timbre de la casa sonó en ese momento. Su hermano hizo amago de levantarse. Tal vez se tratara de otro cobrador. Pero entonces puso una expresión de sorpresa, como si se hubiera acordado de algo importante.

–Raiha, ¿te importaría abrir tú? –le preguntó.

–¡Te estás volviendo perezoso, Onii-chan! –se quejó ella mientras se levantaba y se dirigía hacia la puerta.

No es que tuviera problema con abrir la puerta, pero normalmente era su hermano el encargado. Entonces vio de reojo como él se levantó también, como si no quisiera perderse este espectáculo por nada del mundo.

Raiha abrió la puerta. Ante ella se encontraba Itsuki, la cual iba vestida con una camiseta naranja de manga corta que dejaba los hombros al descubierto y una falda blanca que le llegaba hasta los pies.

Nada más verla, Raiha esbozó una amplia sonrisa.

–¡Itsuki-san‼! –gritó la niña corriendo a abrazarla afectuosamente– ¡Bienvenida de nuevo!

–Me alegro mucho de volver a verte, Raiha-chan –dijo la pelirroja correspondiendo al abrazo–. ¿Está tu hermano en casa? Hay algo que tengo que darle.

–Estoy aquí –dijo el aludido, apareciendo tras su hermana.

–Pasa, pasa –dijo Raiha, tirando de la pelirroja–. Prepararé algo de té.

La niña se sentía feliz. Desde que conoció a Itsuki, habían congeniado, y no dejaba de insistirle a su hermano en que la invitara de nuevo a casa. Estaba segura de que la pelirroja podía ser una buena influencia para su hermano cabeza hueca.

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Un poco después, estaban los tres sentados a la mesa. Raiha había puesto unos vasos con té recién preparado. Entonces Itsuki sacó algo de su bolso.

–Estas son unas galletas danesas que compré hace poco. Seguro que os gustarán –dijo.

Cuando Itsuki quitó la tapa de la caja, Raiha miró el contenido maravillada. En cambio, Fuutaro estaba algo nervioso. No tenían mala pinta, pero su última experiencia comiendo galletas no había terminado nada bien.

–Vamos, probadlas, sin miedo –dijo Itsuki sonriendo–. No están envenenadas.

El que la pelirroja usara exactamente las mismas palabras que su hermana días atrás no puso más tranquilo a Fuutaro. Sin embargo, Raiha, alargó la mano algo nerviosa hasta tomar una galleta. En cuanto comenzó a masticarla, aparecieron estrellas en sus ojos.

–¡Están buenísimas! –dijo asombrada–. Jamás había probado unas galletas como estas.

Fuutaro se limitó a beber algo de té. Vio que Itsuki también tomaba algunas galletas, pero con cierta moderación. Parecía que se había tomado en serio lo de controlar lo que comía.

–¿No vas a probarlas? –le preguntó Itsuki.

–Yo… creo que mejor que no.

–Vamos, que con estas no te pasará nada –dijo mientras tomaba una de la caja–. A ver, di "Aaaaaaah".

Fuutaro puso una expresión incómoda. Entonces vio a Raiha, que parecía querer decirle con la mirada que las probara.

Se rindió. Abrió la boca, momento en el que Itsuki le puso una galleta.

Masticó con cuidado. Eran unas galletas muy dulces. No alcanzaban el nivel de las que preparó Nino aquel día, pero estaban realmente buenas.

–Parece que te ha gustado –dijo Itsuki sonriendo.

–¡Ji, ji, ji! –Raiha soltó una risita–. Parecéis una pareja de novios.

Los dos se pusieron rojos como tomates, tratando de disimular. Fuutaro intentó decir algo, pero no le salían las palabras. Por suerte, la pelirroja solucionó la situación.

–Ya que he venido, hay algo que tengo que darte –dijo recobrando la compostura mientras sacaba un sobre de su bolso–. Aquí tienes.

Fuutaro miró el sobre.

–Me lo entregó mi padre, es tu sueldo –explicó Itsuki.

–¡Es genial, Onii-chan! –aplaudió Raiha.

–Pero si este mes solo os he visitado dos veces –replicó el chico mientras abría el sobre–. No será para tanto.

Cuando vio el contenido, sus manos empezaron a temblar. Había varios billetes de diez mil yenes.

–Una clase son cinco mil yenes, que se multiplican por seis alumnas –aclaró Itsuki–. Así que dos clases hacen un total de sesenta mil yenes.

Fuutaro no hacía más que temblar. En su vida había visto tanto dinero junto.

–¡Onii-chan, estás arrugando a Yukichi-san con tu sudor! –advirtió Raiha.

El chico estaba perplejo. Trató de relajarse un poco. Mientras tanto, Raiha se levantó y juntó sus manos como si estuviera rezando mientras miraba un retrato que había en lo alto de una cómoda.

–Okaa-san, Onii-chan lo ha conseguido –dijo.

Itsuki se fijó en el retrato. No podía distinguirlo del todo bien desde donde estaba, pero podía reconocer a una mujer con el pelo largo y del mismo color que Fuutaro y Raiha. Debía ser su madre. Fuutaro no le había hablado nunca de ella. Tal vez debiera preguntarle en otra ocasión en que estuvieran a solas, ya que no debía ser un tema alegre y no quería entristecer a Raiha.

Mientras tanto, Fuutaro miraba los billetes. Con este dinero, podrían saldar algunas de las deudas que tenían. Pero algo en él hizo que se detuviera.

–No puedo aceptarlo –dijo volviendo a meter los billetes en el sobre y acercándoselo a la pelirroja.

–¿Eh?

–Es verdad que he ido dos días a vuestra casa –explicó–, pero no he hecho nada. No os he dado clase.

Pese a que sabía que les venía bien este dinero para aliviar la situación económica de la familia, no creía haber hecho lo necesario para merecerlo.

Sin embargo, Itsuki le miró perpleja.

–Tienes razón, solo protagonizaste un episodio de acoso sexual –dijo la pelirroja como si fuera lo más normal del mundo.

–¡Onii-chan! –exclamó Raiha, lanzando a su hermano una mirada llena de reproche.

–¡Eso ya quedó aclarado! –replicó Fuutaro con una mirada nerviosa.

Itsuki sonrió un poco, al tiempo que le hacía una expresión en la que le indicaba que estaba bromeando.

–Pero yo no creo que no hayas hecho nada –dijo ella entonces–. Gracias a ti, algo está empezando a cambiar en todas nosotras.

Fuutaro miró a la chica. Aquella mirada estaba llena de sinceridad, y de alguna manera, la encontraba preciosa. Espera, ¿otra vez este sentimiento? No, tenía que quitarse esto de encima, dijera lo que dijese Rentaro. Sin embargo, lo que dijo le despertó la curiosidad.

–¿Has dicho en todas? –le preguntó entonces.

Itsuki se percató de lo que acababa de decir, tapándose acto seguido la boca con ambas manos, como si hubiera hablado de más.

–Que… quería decir que en todo caso, no se admiten devoluciones –dijo nerviosamente mientras le volvía a acercar el sobre–. ¡Haz lo que quieras con este dinero!

Fuutaro se cruzó de brazos mientras miraba el sobre. Meditó por unos momentos.

–Raiha –dijo mirando a su hermana–. ¿Hay algo que te gustaría?

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En el ático de las Nakano, Mutsuri se encontraba dibujando en su habitación. Había colocado una hoja de papel en un atril, y en ese momento se encontraba usando los lápices nuevos que había comprado el día anterior.

Había dado los primeros trazos del dibujo de un gato dando suaves trazos con un portaminas. Ahora estaba usando los nuevos para hacer las sombras y los trazos más oscuros.

–Nada mal. El tono mate es mejor que el de mis anteriores lápices. Esto puede hacer que los dibujos tengan un mejor acabado –dijo–. Hice bien en adquirirlos.

Entonces pensó en las circunstancias. Nino sugiriéndole que saliera de casa, perdiendo con ello una tarde de estudio. Más tarde comprendió que lo había hecho por querer obstaculizar la labor de tutor de Fuutaro.

Cuando se enteró de todo por boca de Itsuki, empezó a sentirse mal. Se sentía utilizada por su hermana. El día de antes no había tenido tiempo de meditarlo por el asunto de la situación comprometedora en que se habían visto envueltos el tutor y Nino. Pero ahora se daba cuenta de las malas intenciones de su hermana mayor.

Alguien llamó de repente a su puerta.

–Mutsuri, ¿estás ahí?

–Sí, puedes pasar, Yotsuba –respondió.

La puerta se abrió, pasando al interior la hermana del listón verde en la cabeza. Tan pronto lo hizo, reparó en lo que su hermana estaba haciendo.

–Vaya, ¿un dibujo nuevo? –preguntó mientras le echaba un vistazo–. Te está quedando bien.

–Gracias, aunque no es para tanto –dijo con modestia la hermana de las gafas–. ¿Qué te trae por aquí?

–Quería preguntarte si tenías listo tu atuendo para el evento de hoy. Eres la última a la que me falta por comprobar.

–Sí, está listo –dijo señalando con el dedo un bulto envuelto que había sobre la cama–. Puedes echarle un vistazo si quieres.

–¡Vale! –dijo Yotsuba acercándose a examinarlo–. Es precioso. Seguro que todo el mundo te mirará.

Mutsuri se echó a reír.

–No tengo intenciones de ser el centro de atención. Pero si estamos todas juntas, será inevitable que atraigamos la gran mayoría de miradas –dijo.

–Eso no te lo discuto –concedió Yotsuba riendo también.

–¿Y las demás? ¿Se están preparando ya?

–Todavía es un poco pronto –Yotsuba empezó a enumerar con los dedos–. Itsuki y Nino han salido de casa, pero dijeron que volverían a tiempo. Miku está en su en el salón leyendo un libro, creo. En cuanto a Ichika, no ha salido de su habitación.

–¿Nino ha salido? Bien, entonces hay algo de lo que quería hablar contigo –Mutsuri soltó el lápiz y giró su silla para mirar a su hermana–. ¿Qué opinas de lo que pasó ayer?

–¿Te refieres a Uesugi-san queriendo atacar a Nino?

–¡Noooo! Eso ya quedó aclarado –suspiró–. Me refiero a lo que pasó antes, Nino queriendo librarse de nosotras para que Fuutaro-san no nos diera clase.

–Ah, eso –Yotsuba se percató–. La verdad, me pareció una mala jugada por parte de Nino. Después me sentí mal. No es que me guste mucho estudiar, pero quería haber dado esas lecciones.

–Entonces somos de la misma opinión –apuntó Mutsuri–. Sé que ella no lo soporta, pero esto me pareció fuera de lugar.

–Pero, ¿qué vamos a hacer al respecto?

–Supongo que tendremos que hablar seriamente con Nino en algún momento, aunque primero tenemos que hablar con las demás.

–Bueno, si quieres podemos ir a hablarlo luego con Ichika y Miku –dijo Yotsuba–. Me parece que Ichika ahora mismo está hablando por teléfono, pero cuando acabe también podemos hablar con ambas.

–Me parece bien –dijo Mutsuri, volviendo a su dibujo–. Voy a terminar esto, avísame cuando eso pase.

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Mientras estas dos hermanas hablaban, Ichika se encontraba en su dormitorio, el cual seguía tan desordenado como el día que Fuutaro puso por primera vez los pies en aquella estancia.

Ella se encontraba tendida en la cama, hablando por teléfono.

–Sí, lo entiendo –dijo–, pero, ¿tiene que ser hoy?

Ella escuchó atentamente. Su mirada se veía un poco incómoda.

–Claro que lo sé, y que una oportunidad así no se volverá a presentar.

Ella siguió escuchando, al tiempo que miraba hacia la puerta, por si llegaba alguna de sus hermanas.

–Bien, tomaré nota ahora mismo.

Se levantó de la cama y sorteando todo lo que había por el suelo, llegó a su escritorio, donde tomó un bolígrafo y una libreta, dispuesta a tomar notas.

–Ajá, sí –dijo mientras apuntaba–. Sí, lo tengo apuntado.

Se separó ligeramente del escritorio, y volvió a sentarse en la cama.

–Sí, de acuerdo. Será esta noche –asintió–. Estaré preparada. Nos vemos.

La hermana mayor colgó la llamada, apartando el teléfono poco después.

Suspiró. Esto había sido un poco inesperado, y no sabía como lo podría justificar ante sus hermanas. Estaba convencida de que definitivamente se molestarían.

Tal vez debiera contárselo de una vez, y sacarse este peso de encima. Pero no, no era el momento todavía. Sabía que en algún momento se presentaría la oportunidad, pero todavía no.

Unos ligeros golpes sonaron en su puerta.

–Ichika, ¿has terminado de hablar? –dijo la voz de Yotsuba al otro lado de la puerta–. En el piso de abajo tenemos una reunión de hermanas, bueno, de las que estamos aquí.

Ichika adoptó una expresión confusa. Debía ser algo importante, pero no estaba segura de qué.

–Voy enseguida –dijo.

Soltó un bostezo. Bueno, tenía que mentalizarse para esa noche. Le esperaba un momento realmente complicado.

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En un polideportivo, Nino se hallaba en compañía de sus amigas.

–¿Todavía no le toca? –preguntó Nakamura.

–No, pero no creo que le falte mucho –respondió Nino.

–No me puedo creer que vayamos a ver participar a Aoki-san en una competición de kárate –dijo emocionada Sasaki.

–Bueno, nunca he sido muy fan de las artes marciales, pero si se trata de Aoki-san, seguro que nos agradece el apoyo –dijo Nakamura.

–No será un evento muy largo, ¿no? –preguntó Nino–. Tengo planes para más tarde.

–Tranquila, no hay demasiados participantes. Esto antes del mediodía terminará –aseguró Sasaki.

–Entonces por mi no hay problema –dijo Nino relajándose–. Me apetece desconectar un poco de los temas del instituto.

–A todo esto, Nakano-san –dijo Sasaki–. ¿Todavía sigue yendo Uesugi-san a daros clase a casa?

–Sí, desde que se aclaró el tema de tu hermana perseguida por él, no has vuelto a decir nada –añadió Nakamura.

Nino resopló, como si le molestara mucho escuchar el nombre de este indeseable.

–Sí, lo hizo, pero me volví a salir con la mía y le impedí que diera clase –dijo orgullosamente, aunque no mencionó el vergonzoso incidente posterior, algo que se llevaría a la tumba.

–¿Pero de verdad crees que está bien que interrumpas en su trabajo? –le preguntó Sasaki–. No sé, si necesitas un tutor por tus malas notas, lo menos que podrías hacer es tomártelo en serio.

–Con cualquier otro, tal vez lo haría, pero con él ni hablar. Estoy harta de verle –gruñó apretando los puños–. Le quiero lo más lejos posible de mí. No tengo intenciones de seguir sus clases ni aunque me lo pida de rodillas.

Sus amigas se preocuparon.

–Conociendo como es Uesugi-san, no creo que eso llegue a pasar –rio entonces Nakamura.

–No hace mucho que le conozco. ¿Siempre ha sido así de estúpido?

–Bueno, no es que hablemos mucho con él, pero si te refieres a si ha tenido siempre ese carácter, te diría que no siempre –respondió Nakamura.

–¿De verdad? ¿Alguna vez fue distinto? –preguntó Nino sorprendida.

–¡Eh, mirad, ya le toca a Aoki-san! –advirtió Sasaki.

Nino giró la cabeza. Por megafonía anunciaron el siguiente encuentro, entre Kei Aoki y una karateka llamada Ami Tsuruga.

Todas vieron enfundada en un kimono a una chica pelirroja de ojos marrones con el pelo recogido en una larga coleta.

–¡Ahí está Aoki-san! –exclamó emocionada Sasaki–. ¡Tiene un aspecto imponente! ¡Parece una guerrera a punto de iniciar una batalla!

–Pues la rival no parece ser poca cosa –observó Nino.

Ella miraba a otra chica, esta con los ojos marrones y el pelo azul, también recogido en una larga coleta. Tenía una expresión de seriedad.

–Según he escuchado, va a último curso de su instituto, y tiene un trabajo a tiempo parcial en una cafetería –dijo Sasaki.

–Yo he escuchado que es muy fuerte, y que ha llegado a vencer incluso a contrincantes masculinos. No sé si Aoki-san tendrá oportunidad de ganar –se preocupó Nakamura.

–Pronto saldremos de dudas –dijo Nino.

Ambas luchadoras se colocaron los cascos y guantes. Una vez hecho esto, el árbitro decretó el comienzo del encuentro.

Todas vieron como Aoki empezó a la defensiva, mientras que su rival se movió como si fuese a atacar.

–¿Qué va a hacer? –preguntó Sasaki.

La karateka puso las palmas de sus manos por delante, una frente a la otra, y las llevó hacia un costado de su cuerpo.

–Si no fuese porque estamos en un encuentro de kárate, diría que va a hacer un kame hame ha –observó Nakamura.

–No digas tonterías, Nakamura-san –dijo Nino–. Habría que estar como una regadera para hacer una tontería así en una competición.

Entonces la karateka juntó sus manos y las extendió hacia delante.

¡Hadouken‼! –gritó.

No ocurrió nada. Las tres chicas se quedaron perplejas.

–¿En serio? –preguntó Sasaki.

–¿Una técnica de Street Fighter? –dijo Nino.

–¿Se ha creído que está en un videojuego? –preguntó Nakamura.

Al segundo siguiente, Aoki pasó a la ofensiva. Levantó la pierna y golpeó con el talón el casco de la otra karateka, que quedó fuera de combate inmediatamente.

–¡Sí, bien hecho, Aoki-san! –animó Sasaki.

–¡Eres la mejor! –exclamó Nakamura.

La pelirroja entonces saludó a sus amigas. Había pasado a la siguiente ronda.

Mientras tanto, Nino observó como a la chica de pelo azul la sermoneaba un hombre de mediana edad, que debía ser su entrenador, mientras ella ponía una sonrisa incómoda.

–No me esperaba este desenlace –dijo entonces Nakamura–. Hay que ser una persona boba para intentar algo así.

–No sé por qué, pero esta chica me está recordando cada vez más a Uesugi –dijo Nino riendo–. Lástima que no fuese él el receptor de la patada.

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Mientras tanto, Raiha se encontraba en un enorme salón arcade. Miraba en todas direcciones, maravillada por lo que tenía ante sí.

–¡Es una pasada! –gritó emocionada.

Itsuki y Fuutaro estaban tras ella.

–¿Por qué has venido con nosotros? –preguntó el tutor–. No tenías por qué hacerlo.

–Tú me propusiste que fuese a visitaros –respondió la pelirroja–. Además, ¿no viste la mirada que me echó tu hermana mientras me preguntaba si quería venir?

–Podías haberte negado.

–Tienes razón, pero ¿cómo iba a decirle que no con esa mirada tan linda?

–Lo sé. Te entiendo –dijo con pesadumbre.

–Onii-chan, ¿y si jugamos a esto? –preguntó Raiha señalando un puesto donde había que tirar con una escopeta para conseguir premios.

Fuutaro sonrió.

–Con qué poco se conforma –dijo–. Es muy pequeña todavía.

Ambos se acercaron para probar suerte.

–Esto es muy raro –dijo Fuutaro al cabo de un rato– ¡Con el disparo, el muñeco ese tenía que haber caído! ¡Esto va contra las leyes de la física! ¡Tengo que intentarlo una vez más!

–Déjalo ya –dijo Raiha algo avergonzada mientras apartaba a su hermano, que no dejaba de alborotar.

–¿Quién es ahora el hermano mayor? –rio Itsuki.

Pero Fuutaro no parecía dispuesto a rendirse.

–¡Itsuki, aun te queda un disparo, ¿verdad?! ¡Tienes que apuntar a ese! ¡Verás como esto está trucado!

La chica le miró perpleja.

–¿Quieres que tire yo? –preguntó–. ¿Estás seguro?

Fuutaro movió la cabeza con gesto afirmativo, así que la pelirroja decidió hacerle caso. Agarró la escopeta y se preparó.

–Lo intentaré, pero ese blanco es demasiado pequeño.

–Tienes que usar el visor para calcular la distancia –dijo Fuutaro mientras se acercaba a ella y le ayudaba a posicionar la escopeta.

Fuutaro no se fijó, pero Itsuki sí se dio cuenta de que estaban demasiado cerca. La cara de la chica empezó a sonrojarse mientras sus nervios fueron en aumento.

Al final, ella disparó la escopeta, pero el balín salió bastante desviado.

–¡Ja, ja, ja, ja, ja! –rio Raiha mientras se agarraba la barriga–. ¡Pero qué malos sois!

–Creo que ya he tenido bastante de esto –dijo Fuutaro con gesto de frustración–. ¿A qué más te gustaría jugar, Raiha?

–¡Al air hockey! –exclamó la niña señalando una de las mesas– ¡Juguemos todos juntos!

Se dirigieron a la misma. Normalmente las partidas serían de uno contra uno o dos contra dos, pero al ser número impar, Fuutaro sugirió que ellas dos hicieran equipo.

Comenzó la partida. El chico se creía en ventaja, ya que con sus dotes de observación podía calcular rápidamente la trayectoria del disco y la fuerza y ángulos necesarios, y así ganar. Pero sus rivales no iban a ceder tan fácilmente. Raiha se encargaba de defender el lado izquierdo de su zona, e Itsuki el derecho.

–¡Ahí va eso! –exclamó Fuutaro golpeando el disco.

Este fue parado por Itsuki, que se lo devolvió con todas sus fuerzas. Comenzó así un intercambio de lanzamientos entre los tres. Cada vez que marcaba alguna de las dos partes, la otra no tardaba en igualar el marcador. Pese a que Fuutaro tenía la ventaja de calcular rápidamente la jugada, el que jugara contra otras dos personas le dificultaba marcar. Aunque no tuviesen demasiada experiencia, Itsuki y Raiha formaban una combinación formidable, donde cada una cubría los defectos de la otra.

–Llegó el momento del punto decisivo –dijo Raiha con gesto desafiante.

–¡Adelante, estoy preparado! –declaró Fuutaro.

–¡Allá va! –gritó Itsuki.

Fuutaro lo desvió por poco, lanzándolo hacia el lado de Raiha.

Su hermana pequeña no tardó en responder, pero con su golpe, el disco se movió de derecha a izquierda, en la zona donde estaban ellas dos.

–¡Te ayudaré! –gritó Itsuki, golpeando el disco.

–Predecible, Itsuki –dijo Fuutaro respondiendo al lanzamiento.

En esta ocasión, Itsuki sí logró responder, devolviéndole el disco a gran velocidad.

–¡Ey, no está mal! –admitió Fuutaro, al ver el lanzamiento–, pero con esto tampoco marcarás.

Él volvió a golpear el disco, con mucha más fuerza.

–¿Preparada? –preguntó Itsuki.

–¡Lista! –respondió Raiha.

En un hábil ejercicio de coordinación, ambas lograron golpear el disco al mismo tiempo. Este salió con una gran velocidad, rebotando en una de las paredes laterales y colándose por la portería opuesta, sin que Fuutaro hubiera podido hacer nada para evitarlo.

–¡Lo logramos! –gritaron las chicas chocando sus manos.

Fuutaro suspiró. No se esperaba esta jugada en equipo.

–Enhorabuena –dijo–. Habéis hecho una gran jugada.

–¡Ha sido muy divertido! –exclamó Raiha–. ¡Juguemos a otra cosa!

Lo siguiente fue una máquina donde había que aporrear un tambor. Fuutaro se ofreció voluntario, pero su técnica dejaba mucho que desear. Sin embargo, Raiha se reía bastante.

Poco después, se pusieron a probar suerte en una máquina de gancho. Pero por más que lo intentaron, les fue imposible agarrar el peluche que Raiha quería.

–¡Ahora quiero probar este! –dijo Raiha mientras corría hacia otro sitio.

–¡Mira hacia donde vas, no te caigas! –advirtió Itsuki.

Fuutaro se acercó a ella.

–Siento que te hayas visto obligada a venir con nosotros –dijo preocupado, cosa que atrajo la mirada de ella–. No lo dice, pero Raiha lo pasa mal con la situación económica que vivimos, y eso me preocupa. Sé que hay muchas más cosas que le gustaría hacer. Por eso quiero darle todos los caprichos que pueda.

Itsuki se sorprendió. Pese a su seriedad, Fuutaro también tenía corazón.

Entonces la chica sonrió y movió la cabeza en gesto de negación.

–No tienes que disculparte, es un placer venir con vosotros. Además –dijo mientras ponía una mano en el hombro del tutor–, con solo ver como actúa Raiha, me doy cuenta de que te aprecia, y que te preocupas mucho por ella. Estoy segura que no podría pedir un hermano mejor que tú.

Fuutaro se sonrojó ligeramente. No estaba acostumbrado a recibir elogios, y le gustaba la compañía de Itsuki. No. Otra vez estos sentimientos. No podía olvidar que solo eran tutor y alumna.

–¡Onii-chan, Itsuki-san! –exclamó de pronto la voz de Raiha.

Ambos se volvieron a mirarla.

–¡Este es el último sitio al que quiero ir! ¡Vamos los tres!

El lugar que señalaba la niña era un fotomatón de purikura. Pero Fuutaro empezó a ponerse nervioso.

–Estooo… ¿no te parece mejor ir a ese otro juego de allí, que parece más divertido?

Una mano se posó en su hombro, pero esta vez le sujetó con firmeza. Fuutaro se volvió.

–Has dicho que querías darle todos los caprichos que pudieras –le dijo Itsuki con una sonrisa maliciosa.

Aquella mirada estremeció a Fuutaro. Por un momento le estaba pareciendo ver a Nino en esa cara. Era aterrador el como podían llegar a parecerse tanto estas hermanas, pese a tener personalidades tan diferentes.

El chico no tuvo más remedio que acceder. Por la felicidad de Raiha tenía que estar dispuesto a momentos incómodos como este. Los tres entraron en la cabina, donde Raiha tuvo que subirse en un pequeño soporte para que saliese mejor en la foto, dada su diferencia de altura con los otros dos.

–¡Vamos, elegid el tipo de foto! –exclamo Raiha.

Ella se puso entre medias de Itsuki y Fuutaro, mientras ambos sugerían las opciones para la foto.

–Vamos, ahora poned una sonrisa –ordenó animada.

Pero vio en la pantalla que los otros dos estaban muy serios.

–¿Por qué esas caras? ¡Vamos, tenéis que sonreír!

–No se me dan bien estas cosas –respondió Itsuki con gesto de incomodidad.

Fuutaro estuvo a punto de escaparse. No se atrevía a formar parte de esto.

–Haceos la foto las dos solas –dijo–. Yo no puedo.

–¡No te vayas, Onii-chan! –ordenó la niña, agarrándole por la muñeca.

Para que nadie se acobardara, ella sujetó firmemente a los otros dos.

–Mirad a la cámara. Será como un retrato familiar –dijo ilusionada.

Los tres se prepararon, aunque tanto Itsuki como Fuutaro tenían expresiones de incomodidad. Entonces se hizo la foto.

Después de haber puesto los efectos y haberlas imprimido, los dos mayores estaban partiéndose de risa.

–¡Pero menuda cara has puesto! –dijo Fuutaro–. ¿Te has visto?

–¡Pues la tuya ha quedado aún peor! –se burló Itsuki.

–Ten, Itsuki-san, estas son para ti –dijo Raiha, entregándole algunas fotos.

–Vale, me las quedaré –dijo aparentando indiferencia, pero Fuutaro intuía que en realidad se sentía muy feliz de haberse sacado aquellas fotos.

–Onii-chan, Itsuki-san, muchas gracias –dijo Raiha muy contenta–. ¡Estas fotos serán mi tesoro por siempre!

Fuutaro se sintió muy feliz al ver a su hermana sonreír. Observó que Itsuki también se sintió contenta por haber visto aquella sonrisa. ¿Por qué se sentía feliz cuando veía a Itsuki sonreír de aquella manera? Hasta hacía unas semanas ni la conocía, y ahora había mostrado más proximidad con ella y sus hermanas que con cualquier otra persona que no fuera de su familia. Esto que le estaba pasando no podía ser normal.

Poco después, los tres salieron. Raiha iba muy contenta con las fotos en la mano mientras tarareaba una canción.

–Aquí es donde se me va el domingo –se lamentó Fuutaro–. Bueno, aun me queda la noche. Supongo que tus hermanas y tú os pondréis también a estudiar, ¿no?

Itsuki se detuvo de repente, al tiempo que su mechón de pelo se quedaba tieso, como si de un signo de exclamación se tratara.

–Estoooo… yo… yo me voy ya –dijo con una sonrisa incómoda mientras daba la vuelta.

Pero Fuutaro sospechó de aquellas palabras.

–¿Por qué tienes tanta prisa de repente? –dijo mientras iba tras ella–. Nos pusieron deberes, ¿recuerdas? ¿Ya los has hecho?

–¡No me sigas! –exclamó nerviosa Itsuki mientras apretaba el paso.

–¡Esto es muy sospechoso! –exclamó él mientras corría tras ella con los brazos extendidos.

Genial, otra carrera persiguiendo a alguna de las hermanas. Ya se veía corriendo tras ella por todo el barrio. Quizá tendría que hacer caso a Rentaro y ejercitarse un poco.

–Onii-chan, aquí hay cinco Itsuki-san –dijo de repente Raiha.

Fuutaro se detuvo, al igual que Itsuki. ¿Había dicho cinco Itsuki-chan? ¿Podría ser que…?

Se volvió. Ante ellos estaban el resto de hermanas Nakano, todas ataviadas con yukatas, y que les miraban con diversas expresiones.

–Uesugi-san –dijo Yotsuba con expresión de sorpresa, la cual llevaba un yukata verde con rayas de un verde más claro y dibujos de flores blancas con el centro rojo, así como un obi rojo y naranja.

–Al fin te encontramos, Itsuki –dijo Mutsuri aliviada, quien llevaba un yukata negro con dibujos de rosas blancas y rosadas, así como un obi de un rosa más fuerte.

–Ya estamos todas. Podemos ir al festival –dijo Miku con seriedad. Ella llevaba un yukata azul celeste con dibujos de golondrinas en azul oscuro, así como un obi verde claro.

–¿¡Qué estás haciendo con este indeseable, Itsuki!? –preguntó irritada Nino, quien llevaba un yukata morado con dibujos de conejos, así como un obi con el mismo patrón.

–No me digas que estabais en una cita. Sentimos la interrupción –dijo con una sonrisa traviesa Ichika, cuyo yukata tenía dibujos de triángulos naranjas, azules y amarillos, así como un obi rojo.

–¡No es eso‼! –exclamó Itsuki muy sonrojada mientras agitaba los brazos.

Yotsuba se acercó a Raiha.

–Tú debes ser la hermanita de Uesugi-san, ¿verdad? –dijo agachándose para mirarla–. ¿Quieres venir con nosotras al festival para ver los fuegos artificiales?

–¿Fuegos artificiales? –preguntó Raiha con una gran sonrisa.

Fuutaro soltó una exclamación.

–Un momento –dijo con seriedad–. Yo tengo que estudiar, y vosotras unos deberes que hacer.

Las seis hermanas adoptaron gestos de incomodidad.

–Onii-chan –dijo Raiha con una expresión de tristeza volviéndose hacia su hermano–. ¿No vamos a ir?

Otra vez aquella mirada. Fuutaro se sintió incómodo. No, no podía ser tan cruel como para negarle a su hermana pequeña el ver un festival con fuegos artificiales. Pero también tenía una responsabilidad con estas seis.

–Claro que iremos –cedió–. ¡Pero después de que ellas terminen sus deberes!

Y así se fueron las oportunidades de Fuutaro para estudiar el domingo.

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Hola a todos. Aquí termina otro capítulo, que se corresponde con el capítulo 7 del manga y parte del 4 del anime.

En los billetes japoneses de diez mil yenes aparece la imagen de Yukichi Fukuzawa (1835-1901), escritor y filósofo político y profesor japonés cuyas ideas sobre el gobierno y las instituciones sociales fueron de gran influencia en Japón durante la era Meiji (1868-1912).

He hecho un pequeño cameo de Ami Tsuruga, uno de los personajes de Goddess Café Terrace. Es posible que en un futuro escriba otro fic sobre este manga-anime.

Los purikura son puestos de fotomatón donde se pueden retocar las fotos. Son muy populares en Japón.

El yukata es una vestimenta tradicional japonesa, típica de los festivales de verano, y el obi es una faja que se coloca sobre el mismo.