Hola!
Hay una escena que, no he podido evitarlo, me ha recordado al pequeño fic que escribí por ahí del 2014 donde en apenas un párrafo, atacan el callejón Diagon y yo, que podía visualizar la escena de Harry y Hermione, la he rememorado mucho. Al atacar el callejón, he decidido darle una vuelta a esa escena porque no me la sacaba de la cabeza, si alguien leyó esa historia de apenas tres capítulos y encuentra el parecido sí, ha sido a propósito xD.
Gracias! Espero que, a los que sigais por aquí, sigáis disfrutando.
AJ
El Callejón Diagon
Hermione y Draco apenas habían tenido tiempo de saludar a sus nuevos amigos cuando recibieron el aviso de Harry. Se despidieron de Enola, recogieron las cosas del hotel y se fueron con Kamau al Ministerio para solicitar un traslador urgente al embajador de Reino Unido en El Cairo. En menos de treinta minutos estaban de regreso en las Oficinas de Trasladores de Londres.
—Vayamos a ver a Harry —dijo Hermione casi a la carrera.
—No —Draco la sujetó por las muñecas para que le mirara —debo ir a la Agencia. Ahora.
—¿Qué? ¡Claro que no, Draco! Loughty ya debe saberlo ¿No crees que si Goldstein o Pucey te ven allí se darán cuenta de que algo está ocurriendo?
—¿Y no lo pensarán si me ven con Potter?
—Claro que no —ella puso los ojos en blanco —estás conmigo. Ellos —miró alrededor, como si tuviera miedo de que alguien les estuviera escuchando —saben que… que estamos juntos. ¿Por qué iba a ser raro que quiera pasar a ver a mi mejor amigo y que tú me acompañes?
Draco no parecía para nada convencido pero, apretando los dientes, cedió y acompañó a Hermione a la Oficina de Aurores con su mano firmemente apretada en la espalda de la castaña, dejando claro, a todo aquel que los viera, que las publicaciones de Corazón de Bruja eran absolutamente ciertas. Sabía que no era necesario hacerlo, pero en el momento en que uno de los estúpidos instructores más jóvenes del Centro Examinador de Aparición se quedó mirando a Granger con una bobalicona sonrisa en la cara, no pudo evitar tocarla, para dejar claro, ante ese gorila mononeuronal y todos los demás, que era terreno privado y que ella era únicamente suya.
La bruja, ajena a la forma en la que Draco iba asesinando con la mirada a los magos que parecían observarla como si fuera una tarta de melaza con patas, continuaba hablando en voz baja sobre el cáustico mensaje de Potter y sobre lo que podría significar.
—¿No lo crees?
—Ehhh —Draco dejó de mirar al imbécil de MacLaggen y parpadeó, intentando recordar qué estaba diciendo Hermione.
—¿Me estás escuchando?
—Yo… sí… quiero decir… no —sacudió la cabeza —¿Qué coño hace MacLaggen en el Ministerio? Creí que se mudó a Nueva York con su tío Tiberius.
—¿Qué? —Hermione siguió la dirección a la que había estado mirando Draco y vio a Cormac en la distancia que los contemplaba con intensidad —¿Cormac?
—Sí —murmuró él imitando su voz —Cormac… ¿Qué hace en Londres?
Ella alzó las cejas con sorpresa.
—No lo sé, creo que no le veía desde la Batalla de Hogwarts.
—Hummm
Draco pasó el brazo sobre los hombros de ella y la empujó hacia el ascensor, alejándola de aquel horrible pasillo y de aquel babuino bueno para nada.
—¡Hermione!
La mujer escuchó a Draco rechinar los dientes cuando Cormac se acercó a ellos por la espalda. Se giró con ella, pero no la soltó.
—Hola, Cormac —dijo con evidente incomodidad, recordando el acoso al que le había sometido el chico en el colegio.
—Hola —él sonrió y la miró de arriba abajo con evidente interés aunque con mucha menos petulancia de la que tenía a los diecisiete años —estás preciosa, Hermione.
Draco carraspeó, con una ceja arqueada y una mueca de desdén en sus perfectos rasgos aristocráticos.
—MacLaggen —siseó arrastrando las palabras con lentitud.
—Malfoy —observó la mano pálida de Draco sobre el hombro de Hermione y volvió a mirarla a ella —es… extraño veros juntos —sonrió levemente —sin maldeciros el uno al otro, quiero decir.
—Mmm con los años —dijo el rubio hablando casi con pereza —hemos aprendido otros… formas de soltar toda esa… tensión —sonrió con malicia —formas mucho más… placenteras —ignoró la pequeña exclamación de la mujer y siguió hablando sin apartar los ojos de ese imbécil —¿Querías algo? Acabamos de regresar de viaje y tenemos algo de prisa.
—¿Así que son ciertas las publicaciones de Corazón de Bruja? —preguntó
Draco rió entre dientes.
—¿De veras llega hasta Nueva York?
—Sigo suscrito a las publicaciones de Inglaterra —replicó el mago.
—Como puedes ver —intervino Hermione —Draco y yo estamos juntos —sonrió con alegría pese a que estaba deseando clavar el codo en el estómago de aquel hurón impetuoso —las cosas han cambiado mucho en los últimos años.
—Eso veo —el hombre entrecerró los ojos y, pese a que parecía ligeramente disgustado con la situación, sonrió con tirantez y dio un paso atrás —me quedaré un tiempo en Londres, espero que podamos vernos, Hermione.
—En tus sueños —masculló Draco entre dientes dándose la vuelta de forma grosera y llevandose a la bruja con él.
—¡Draco! —exclamó ella cuando se alejaron lo suficiente.
—¿Qué?
—¿Se puede saber por qué has sido tan grosero?
—MacLaggen es un idiota, Granger. Olvídate de él.
Durante un momento, una fracción de segundo quizás, Hermione se quedó atónita ante el arranque autocrático de Malfoy.
No es que no supiera acerca de la vena despótica que tenía, pero aquella forma de ordenarle con frialdad que se olvidara de él había sido…
Se mordió el labio para no reír y le miró de soslayo.
Oh sí. En otro momento, bajo otras circunstancias, Hermione Granger hubiera mandado a la mierda al hombre que se hubiera dignado a darle una orden semejante, se habría lanzado a una disertación sobre la libertad y sobre el machismo en las clases altas y puristas donde parecían creer que los hombres eran los dueños de las mujeres y se creían con la competencia intrínseca de ordenarlas qué hacer, dónde y con quién a cada paso de su camino.
Pero al mirar a Draco y ver la forma en la que apretaba las mandíbulas, el modo en que su rostro se contraía en una mueca de furia y contención, se dio cuenta de que él estaba realmente furioso y celoso de Cormac.
Mientras caminaba a su lado, intentando que su boca no se rompiera en una sonrisa, se dijo que, tal vez, no fuera la única que estaba cayendo por aquel precipicio, quizás, contra todo pronóstico, él también se estaba implicando en esa ficticia relación más de lo que habían esperado.
Sintiéndose de pronto algo más ligera, le rodeó la cintura con el brazo sintiendo como él se relajaba bajo su contacto.
Entraron en el ascensor, ignorando las miradas que les echaban algunos de los trabajadores del Ministerio y bajaron hasta el segundo piso, encontrando a Harry en su cubículo hablando con Regina Wright.
—¿Regie? —Hermione saludó a la bruja con una sonrisa —me enteré de lo que te ocurrió ¿Cómo estás?
—Hola Hermione —la chica parecía nerviosa y asustada pero sonrió al verla —ahora mejor.
—¿Conoces a Draco Malfoy?
Ella negó con la cabeza y el rubio se inclinó a modo de saludo.
—Es Regina Wright, sanadora en San Mungo —intervino Harry que se había levantado de su silla y daba la vuelta a su escritorio para acercarse a ellos —¿Puedes quedarte aquí un momento, Regie?
La mujer pareció ansiosa pero asintió lentamente.
—Acompañadme —Harry es guió a una de las salas de reuniones que estaba vacía, cerró la puerta y lanzó un hechizo insonorizador, seguido de algunos protectores.
Draco alzó las cejas con sorpresa ante las medidas preventivas tan drásticas del auror pero, al igual que Hermione, se mantuvo en silencio.
—Tuvimos un soplo, un ataque inminente, cuando llegué, Robards me puso al mando y organicé una unidad para intentar cubrir el mayor terreno posible, pero entonces llegó Regie y me dijo que sabía que iba a haber un ataque…
—¿Cómo podía saberlo? —preguntó Draco —¿Adivinación? —añadió con evidente horror.
—La adivinación —empezó a decir Hermione —es inexacta y confusa. Un auténtico fraude.
—A no ser que tengas un don natural —intercedió Draco —créeme, Granger, la tesomancia es muy confusa y demasiado supeditada a la interpretación, pero las visiones proféticas son algo impresionante.
Ella resopló.
—La cuestión es —continuó Harry colocándose las gafas —que Regie es sanadora, no experta en las Artes Adivinatorias.
—¿Y cómo podía saberlo? —los ojos de Hermione se entrecerraron —¿Pensaste en lo que te dije, Harry?
—Sí —él suspiró —lo he hecho y sé que es… raro —se frotó la frente, en un gesto que denotaba incomodidad —no voy a negar que es… cuestionable que, después de haber estado desaparecida consiga escapar y más tarde sepa que habrá un ataque…pero ¿Y si escuchó algo de forma inconsciente?
—¿Escapó? —Draco alzó la ceja, excéptico.
—Nott tampoco lo cree posible pero yo… de verdad creo que no miente, no en eso.
—¿Y en esto? —preguntó Hermione.
—Dice que atacarán el Callejón Diagon. He avisado a Loughty.
—¿Y si es una trampa? —Preguntó Hermione —¿Y si pones todos los efectivos allí y después el ataque es en otro lado?
—Ya he pensado en ello —replicó el auror —he seguido con mi plan original solo que voy a reforzar el Callejón. Tengo a todos los aurores repartidos en los distintos comercios, yo me voy a Sortilegios Weasley.
—Iré contigo —dijo Malfoy —créeme. Potter, no estoy en el SISA por mi cara bonita. Soy un experto en magia marcial y puedo estar en el Callejón realizando unas compras.
—Entonces iremos juntos —intervino la bruja
—No, tú te quedas —espetó.
Harry, que vio la cara de su amiga, se preguntó en qué momento Malfoy había perdido la cabeza. Siempre pensó que, imbécil o no, era un tipo listo, pero en ese instante empezó a dudar de que aquello fuera así.
—¿Cómo dices? —preguntó Hermione de aquella forma suave y tranquila en la que hablaba a Ron justo antes de ponerse a darle gritos como una banshee.
—Que te quedas —repitió el rubio demostrando que, o no se daba cuenta del siseo peligroso de la bruja o le daba igual.
Entonces se cruzó de brazos, con un gesto de obstinación en el rostro que a Harry le recordó mucho a su amigo pelirrojo. Incluso pensó en decirlo en voz alta solo para ver la indiganción en la cara de Malfoy, pero se calló, lamentando no tener unas palomitas para disfrutar de aquel espectáculo.
—¿Crees que me voy a quedar aquí, sentada, esperando a que vosotros os metáis de cabeza en lo que puede ser una trampa?
—Exacto.
Harry tuvo que contenerse para no reír ¿Qué narices le pasaba a Malfoy?
—Pues no lo voy a hacer.
—¿Por qué no, demonios? —siseó el hombre —yo me dedico a esto —dijo con los dientes apretados —tú no, tú serás la próxima maldita Ministra de Magia, tú trabajas detrás de un puto escritorio y ahí es donde te tienes que quedar —con cada palabra su dedo índice golpeaba la palma de su mano y dio un paso hacia ella, con el único afán de intimidarla.
Harry se golpeó la frente con la mano y negó con la cabeza.
Mal movimiento, Malfoy, se dijo.
—Yo soy miembro de la Orden del Fénix, Draco —Hermione, que lejos de dejarse intimidar y retroceder dio un paso, encarándose con él, alzó la voz y Harry se alegró de haber puesto un hechizo silenciador a la sala —¡Luche en una guerra! y ¡Sorpresa! Sobreviví. Soy también experta en magia de combate, aunque prefiera estar detrás de un escritorio.
Draco soltó una carcajada.
—¿Cuánto hace de esos combates? ¿Seis años? —bufó —estás oxidada, Granger.
—¡¿Oxidada?! —exclamó ella, indignada.
—Tanto como un reloj de latón metido en agua.
—Eres un idiota, Malfoy. Voy a ir al Callejón y no hay más que hablar.
Los dos se miraban con furia contenida, ambos rígidos, con los labios apretados y los ojos brillantes de enojo.
La tensión podía palparse a su alrededor como si fuera tangible y Harry entendió, en ese momento, por qué habían terminado siendo portada de aquella estúpida revista.
Si toda esa rabia y ese genio era capaz de convertirse en pasión…
Se estremeció, horrorizado de imaginar algo tan aberrante como aquello.
—Chicos, lamento interrumpiros pero, en serio, tengo que irme.
—Vamos todos —Hermione miró a Draco, esperando a ver si decía algo más, pero, por fin, el rubio se quedó callado.
—Bien. Hablaré con Regie y la llevaré a su casa, nos vemos en Sortilegios Weasley en unos quince minutos —Apoyó la mano en el hombro de Hermione y le dio un ligero apretón — cuéntaselo y diles que estén preparados.
—¿Más civiles?
—Ese civil —intervino Harry en ese momento —fue auror, es valiente y, aunque no lo creas, es un duelista increíble.
—Como sea —respondió Draco —si no hay más remedio… vámonos.
Mientras Hermione y Draco se marchaban, aún enfadados el uno con el otro, Harry fue de nuevo a su cubículo para hablar con Regie que seguía allí, con la mirada desenfocada mientras se sujetaba con fuerza las manos.
—Voy a acompañarte a casa ¿De acuerdo? —le dijo en voz baja, tratando de no sobresaltarla.
—No —ella le aferró la túnica —no quiero volver a mi casa, Harry —sacudió la cabeza y se mordió el labio inferior —Yo sé que… —inspiró hondo —sé que no confías en mi —tragó saliva —al menos una parte de ti no lo hace y yo… está bien ¿Sabes? Lo entiendo —frunció el ceño —me… me duele, supongo. Pero lo comprendo —le soltó y se abrazó a sí misma —sé que uno de los aurores me ha estado siguiendo.
—¿Cómo has… —gruñó — mierda —se pasó la mano por el pelo, revolviéndoselo un poco —escucha, Regie…
—No, no pasa nada. Él ha sido discreto, en serio, pero vivo en una zona muy pequeña, todos nos conocemos y la gente habla. No importa, de verdad pero no quiero regresar a mi casa yo… —se estremeció —aún puedo recordar la sangre y, no sé, simplemente me siento mal allí.
—Regie…
—Puedo quedarme en el Caldero Chorreante, coger una habitación por el momento.
—No —dijo categóricamente —el Callejón Diagon no es una opción —Al menos no hoy.
Por un momento se acordó de Draco y Hermione y quiso darse una colleja. Pero no. Porque la situación no tenía nada que ver.
—Está bien, tienes razón. Puedo ir a un hotel muggle. Tengo algo de dinero muggle guardado. Quise decírtelo ayer, pero no estabas y no quería irme de casa sin avisar por si pensabas que me había escapado o algo así.
—Regie…
Ella se levantó, demasiado incómoda con la situación que se le estaba empezando a ir de las manos.
—Te mandaré una lechuza ¿Vale? Te diré donde estoy.
Él asintió y la vio marcharse sintiéndose complemente dividido.
Cinco minutos después entraba en Sortilegios Weasley, dónde Malfoy y Hermione estaban hablando con George y Ron.
—He mandado a Angie a la Madriguera —estaba diciendo el mayor de los hermanos —yo me quedaré —su voz no daba lugar a discusiones.
—Deberíamos cerrar —dijo Ron que miraba por la ventana, como si esperase ver aparecer a los atacantes de un momento a otro —¿No deberíamos hacerlo, Harry? —le preguntó acercándose a él cuando entró —ya sabes, montar un perímetro, alejar a la gente de la zona…
—No —fue Malfoy quien habló sin pensar —si hacéis eso puede que se den cuenta de que ha habido un soplo y no ataquen o peor aún, decidan atacar otro lugar que no tengáis igual de controlado.
—¿Y tú qué haces aquí, Malfoy? ¿Te crees un auror ahora?
El rubio sonrió, una media sonrisa ladeada recuerdo de su época escolar, pero no respondió.
—Tiene razón, Ron. Tenemos que dar la impresión de normalidad. No tenemos nada seguro ¿Y si cerramos todos los comercios y se dan cuenta? ¿Qué pasa si cambian de objetivo? Aquí por lo menos tengo casi un auror apostado cada cien metros, será más fácil atraparlos.
—¿Quienes son? —preguntó el pelirrojo mirándole con los ojos entrecerrados —sé que hay algo más ¿verdad? Algo que no nos estás contando.
—No puedo hacerlo, Ronald —Harry maldijo —es confidencial.
—¿Qué? ¿En serio? —el pelirrojo bufó —¿Cuándo ha habido secretos entre nosotros? ¡Venga ya, Harry! Puedes confiar en mi.
—Lo sé. Pero no puedo saltarme una orden directa. Lo sabes.
Poniendo los ojos en blanco Ron se alejó hacia su hermano.
—Está bien, pero si me matan por esto que no sé ni lo que es voy a enfadarme mucho, Harry.
El moreno sonrió.
—Voy a ir a comprobar todo en el Callejón.
—Voy contigo —dijo Hermione.
Mascullando una maldición, Draco la agarró de la mano con brusquedad y salió con ella dando un portazo.
—Voy a ganar esa apuesta —murmuró George codeando a su hermano.
—¿Qué apuesta? —Preguntó Harry justo antes de salir.
George, sonriendo, sacó la bolsita de las apuestas de detrás del mostrador y, cuando Harry salió de Sortilegios Weasley, lo hizo apostando, para disgusto de ambos pelirrojos, por el sí.
….
Draco tiraba de Hermione por el Callejón mientras la castaña trataba de contenerse para no soltarse de un tirón.
Una parte de ella estaba furiosa. Muy furiosa.
Pero durante el tiempo que duraba su peculiar asociación con Malfoy había aprendido muchas cosas sobre él y, ese conocimiento la empujaba a mirar un poco más allá del despotismo que estaba demostrando aquel Neanderthal.
Era posible que se hubiese comportado como un tirano, pretendiendo dictar órdenes como si fuera un monarca absolutista al que había que obedecer sin titubeos, pero Hermione también había visto la tensión de su cuerpo, la forma en la que apretaba las mandíbulas y la contemplaba, con un brillo de preocupación que casi pasaba inadvertido si no sabías donde mirar. Se había dado cuenta del modo en que la tocaba y la sujetaba, aferrándola como si quisiera mantenerla cerca, como si, inconscientemente, tratara de tenerla donde pudiera protegerla de lo que fuera a ocurrir.
¿Se daba cuenta de lo mucho que decían esos gestos?
No era tan tonta como para creer que Draco se estuviera enamorando de ella… al menos no de la forma en la que, mucho se temía, ella se estaba enamorando de él. Pero sí se estaba implicando con ella a nivel emocional, se diera cuanta o no. Ella le importaba.
Puede que no fuera amor, pero era algo.
Le miró de reojo. Su rostro alargado y anguloso estaba rígido, sus mandíbulas apretadas y los ojos levemente entrecerrados. Caminaba con la cabeza erguida y con aquel paso aristocrático que le hacía parecer dueño del mundo, clavando sus argénteos ojos en cada mago o bruja que se cruzaban, buscando disimuladamente las posiciones de los aurores y verificando el terreno, de la misma forma en que un militar comprobaría la zona antes de montar un campamento.
Estaba enfadado. Y lo sabía. Tanto como ella lo estaba con él. Pero aun así sus dedos se entrelazaban a los de Hermione de forma natural, la tenía casi pegada a su costado, como si fuera lo más normal del mundo que Draco Malfoy y Hermione Granger pasearan por Londres tomados de la mano.
Y, en cierto modo lo era. Al menos ella, contra todo pronóstico, lo sentía así. Era como si su mundo se hubiese completado con él, como si hubiera sido un puzzle perfecto al que le faltaba una pequeña pieza que, al encontrarla, lo hacía todo perfecto por fin.
Era un idiota. Sabía que era una locura sentirse de ese modo y dejar que sus emociones erupcionaran así, pero no podía evitarlo, era como un volcán que había estado manteniendo dentro sus sentimientos, como magma, calentándose con el paso de los días, con cada acercamiento, con cada beso, con cada caricia y había llegado al punto de no retorno, dejándose llevar pese a saber, que detrás de una erupción volcánica siempre llegaba la devastación.
Sí, estaba segura de que era catastrófico enamorarse de Malfoy pero ¿Acaso no había demostrado desde los once años que tenía una clara predisposición a meterse en líos?
Así que, una vez más, se dejaría llevar y, cuando llegara el momento, se enfrentaría a lo que tuviera que pasar.
—Potter tiene a casi todo el Departamento de Seguridad Mágica aquí —dijo el rubio en voz baja —pero no es el único —la soltó únicamente para pasar el brazo por detrás de su espalda y rodearle la cintura para acercarla a su costado y poder hablarla al oído —Loughty también ha traído a la Agencia. He visto a Tony y a Adrian, pero también a otras dos unidades.
—Bien —ella le rodeó también con su brazo y continuaron caminando, ignorando las miradas de algunos transeúntes que parecían incapaces de dejar de mirarles como si fueran la nueva maravilla del mundo mágico —¿Volvemos a Sortilegios Weasley?
El volvió a apretar los dientes y arrugó la frente, como si luchara consigo mismo. Hermione se dio cuenta de que lo que en realidad quería era ir con sus compañeros y hablar con ellos, seguramente preguntarles, ayudarles o hacer algo de utilidad.
—Iré yo ¿Vale? Sé que quieres hablar con Goldstein y Pucey, estaré con Ronald.
Draco se tensó ny pareció pensarlo durante unos segundos, después giró con ella, miró la calle y calculó la distancia que había hasta la tienda de los Weasley.
Asintió una sola vez y la soltó.
—Ten cuidado —le dijo ella en un murmullo.
Él no respondió, se alejó hacia la entrada del callejón Knockturn sin mirar atrás.
Hermione iba a marcharse de nuevo hacia la tienda cuando vio a un grupo de niños que salían de Broomstix y fue hacia ellos sin pensar, tratando de encontrar una excusa válida para alejarlos del callejón.
De pronto tenía la horrible sensación de que algo estaba a punto de ocurrir. Casi bufó ante aquel pensamiento que tan cercano estaba a la estúpida idea de la Adivinación pero, pese a todo, se acercó a los niños.
Estaba a punto de llegar a ellos cuando el mundo entero pareció estallar a su alrededor en un caos de humo, fuego, piedras y cristales.
Sin siquiera pensar en ello, como si los años no hubieran pasado, Hermione volvió a rememorar la batalla de Hogwarts y su cuerpo se preparó para la guerra de forma inconsciente.
Lanzó un protego a los niños justo en el momento en que estallaron las ventanas de Broomstix y los empujó hacia la tienda, obligándoles a pasar al interior donde se apiñaron junto al dueño como pudieron ya que el espacio era minúsculo.
—¡Harry! —tosió intentando orientarse a través de la espesa humareda.
Había oído la voz de su amigo entre los gritos asustados de la gente que corría hacia el Caldero Chorreante o buscaba refuegio en los comercios.
—¡Harry!
—¡Hermione!
Sintió la presencia del moreno a la espalda y, al segundo, la empujó contra un escaparate, apartándola de una maldición y, poniéndose delante de ella lanzó hechizo tras hechizo a una asombrosa velocidad.
—Tenemos que salir de aquí —mientras Harry atacaba, Hermione defendía, en una perfecta sincronización que parecían no haber olvidado con el tiempo.
—¡Cuidado! —la bruja le apartó justo a tiempo y lanzó un reducto a su atacante.
—Wow —Harry soltó una carcajada carente de humor —eso estuvo cerca.
Se pusieron espalda contra espalda.
—¿Y Malfoy?
—No lo sé, se marchó con su unidad.
—Tengo una idea —dijo Harry alejándose durante unos segundos —pero no te va a gustar.
Le vio coger una de las escobas que había salido volando de Broomstick y gimió al ver como se subía en ella y le tendía la mano.
—Harry…
—¿Confías en mi?
—Sabes que sí…
—Vamos Hermione — su amigo sonrió, con esa sonrisa que se metía en tu corazón y tocaba tu alma, esa sonrisa sincera que hacía de Harry quién era.
Ella suspiró.
—Más te vale sujetarme bien.
—Siempre
Le agarró de la mano, saltó a la parte trasera de la escoba y se aferró a él mientras salían con una velocidad antinatural en dirección a la tienda de los Weasley.
Apenas unos metros atrás, Draco, que había estado intentando llegar hasta ella junto a Adrian, gruñó al verlos alejarse hacia otro de los focos de ataque, al otro lado del Callejón.
—Maldita sea —murmuró.
—Eso debe ser el famoso espíritu Gryffindor —replicó Pucey con una carcajada —bueno, puedo ver por qué estás interesado en ella. Y no se puede negar que es valiente… bien podría haber terminado en la Agencia.
—¿Valiente? —masculló Draco — ni siquiera sé como sobrevivieron a la puta guerra—apretó los dientes y fue a buscar una escoba dejando atrás las risas de su amigo.
Justo antes de patear el suelo giró para decirle a Adrian que le acompañara cuando le vio.
Viktor Krum se apareció al lado de su amigo y antes de que ninguno de ellos tuviera tiempo para reaccionar, se desvaneció en medio del Callejón llevándose a Pucey con él.
—¡Joder! —Draco bajó de la escoba y corrió hacia el lugar en el que habían estado, tratando de encontrar alguna marca de magia, un rastro que pudiera seguir —¡Maldita sea!
Se agachó cuando una maldición golpeó a escasos dos centímetros de su pie y se protegió un segundo antes de enviar un desmaius al tejado de Brew & Stews desde donde había llegado el ataque.
—¿Draco? —Tony apareció corriendo a su derecha, estaba sucio y tenía algunas heridas en el rostro pero parecía entero —¿Dónde os habíais metido? —se acercó a él para cubrirle —¿Y Adrian? Creí que estaba contigo.
—Joder —repitió Draco que continuaba buscando algún resquicio de la magia usada para la aparición que le llevara a Krum —se lo ha llevado maldita sea.
—¿Cómo? —durante un par de segundos Tony se congeló aunque, por suerte, se sacudió la estupefacción a tiempo de rechazar un nuevo ataque.
—No hay nada ¿Cómo ha podido sellar tan rápido el rastro mágico? —se preguntó en voz baja.
El suelo tembló, en ese momento y un escaparate explotó en la distancia.
—Sortilegios Weasley —susurró Goldstein
Aquello sí que obtuvo toda la atención de Draco que se giró con brusquedad, corrió de nuevo a la escoba y, sin más voló hacia la tienda y se metió de lleno en la explosión.
